DESPUES DE LA HISTORIA.
CAPITULO 32
Bostecé a libertad aprovechando que el vagón del tren en el que me encontraba estaba casi vacío.
Mis ojos se tornaron ligeramente llorosos ante tal acto.
No es que hubiese dormido mal, pero la verdad es que había descansado muy poco estos últimos días.
Tener una vida social, aparte de laboral, era muy agotador.
Había olvidado eso.
El tren se detuvo, para abrir sus puertas, haciendo que mi tranquilo recorrido se amontonase de gente, inevitable por la hora.
Tuve que recoger mi bolsa de papel que había asentado a mi lado, para que una mujer con su hijo pequeño se sentase.
Protegí la bolsa guardándola en mi regazo.
Después de todo, en ella llevaba una gran porción del pastel que Yoosung había preparado para mí en un tupper. Lo comería como postre ya sea en el almuerzo o a la hora del té.
Me gustaba que fuese atento conmigo, pero estaba descubriendo mi lado posesivo, al sentir una leve molestia al ver que también era amable y pensaba en los demás.
― Al final de cuentas, si hizo el segundo pastel para el cumpleaños de Jaehee ―pensé mientras abrazaba mi bolsa de papel―. La considero una amiga, y no tengo razón para enojarme con que reciba un regalo de Yoosung por su natal… pero no puedo evitar sentirme rara… ¿será que estoy celosa? ―sonreí con cierta ironía―. Mendigo Yoosung, buscaré la forma de castigarte por ser tan lindo, incluso con otros…
Pero otra parte de mí también se sentía algo preocupada.
Si bien solo era temporal, este iba ser su primer día de trabajo formal, aprovechando que el semestre había acabado en la universidad y volvería al año, a finales de enero.
¿Debería preocuparme?
Trabajar para los oficinistas podía ser algo cansador y estresante.
¿Sería mucho si llamase a Jumin o Jaehee para pedirles que lo ayuden?
No, seguramente ambos estarán ocupados haciendo su trabajo.
Tal vez deba limitarme a dejarlo vivir por sí solo esta experiencia, por más gris que pudiese tornarse.
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― Llegaste bastante temprano, lamento si te hice esperar en la entrada ―habló Jaehee, mientras caminaba seguido de él―. No pierdas tu gafete de identificación, o perderás un día hábil hasta que puedas reemplazarlo por otro.
― Comprendo, lo cuidaré con mi vida ―le respondió el rubio, mientras cargaba consigo una caja bastante notable, aparte de su maletín con la correa extendida al máximo para que pudiese ponérsela de forma cruzada, y del cual colgaba el saco de su traje ejecutivo azul oscuro―. Esto… Jaehee nuna… ―trató de hablar, aunque algo nervioso―. Yo…
― Te ves algo ansioso Yoosung, pero no te preocupes, es normal sentir nervios el primer día ―le interrumpió tratando de calmarlo, ya estando los dos solos en el ascensor que los dejaría en el piso 32 del edificio―. Cualquier duda que tengas, no dudes en pedirme ayuda. Si no estoy en el fondo del pasillo, es posible que esté en el área de descanso o la oficina del señor Han, entregándole un informe. De ser este último el caso, pregunta a cualquiera de las superiores. Oh, y no me molesta que me llames por mi nombre, pero en el horario laboral debes dirigirte a mi como la Señorita Kang…
Yoosung asintió, desistiendo de lo que en verdad planeaba decirle, para tomar nota de sus recomendaciones.
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Con delicadeza, la enfermera quitó el ultimo vendaje que rodeaba su rostro, para luego apartarse y dejar que el médico le quitase los parches que cubrían sus ojos.
― Es todo, señor Jihyun, ahora puede abrir sus ojos ―expresó el galeno, luego de limpiar sus párpados con un paño antiséptico.
Fue entonces que sucedió.
Sus parpados temblaron un poco, ya que habían estado cerrados por varias semanas.
Lo inundó cierta ansiedad.
¿Y si todo este tiempo de espera había sido en vano?
¿Qué sucedería si su ojo izquierdo no presentaba reacción?
Abrió ambos parpados de forma lenta y simultánea, dejando al descubierto sus ojos con ese inigualable color turquesa que lo caracterizaba.
Al primer momento su visión era borrosa, incluso peor de la que tenia antes, haciendo que su corazón se acelerase y tratase de extender las manos por instinto, para poder ser consciente de su entorno.
Pero el médico lo sujeto con una de sus manos.
― Tranquilo, sus ojos han estado tanto tiempo en la oscuridad que le costara unos momentos adaptarse al ambiente con luz ―dijo este, con voz amable y reconfortante, mientras que con un gesto le hacía señas a la enfermera, para que graduase un nivel menos, la luminosidad de la habitación.
Luego de varios segundos, la profecía del médico se cumplió.
La imagen borrosa se convertía en visible.
El salón era de un color crema crudo, los instrumentos metálicos de un tono plateado pulido. La enfermera… pobre, posiblemente estaría de guardia, ya que sus ojos portaban unas leves ojeras producto del trasnoche.
― ¿Puede verme, Señor Kim? ―volvió a hablar el médico al notar que el turquesa se había mantenido en un estado de silencio, mirándolo fijamente.
― Hum… si, puedo verlo Señor Kibium… ―respondió rompiendo el silencio, pasando del impacto a la gracia―. Disculpe que lo haya mirado con detenimiento, estaba asombrado al descubrir su aspecto.
― Ah, ¿sí? Espero no haberlo decepcionado ―expresó con humor el galeno mientras tomaba su instrumento para acercársele y revisar sus ojos con detenimiento.
― Al contrario, superó mis expectativas, es mucho más joven de lo que su voz madura suena ―dijo V, dejándose revisar y siguiéndole la broma―. El color rubio de su tinte, podría asegurar que es el mismo que usa alguien de mi círculo de amigos…
― Me imagino que debe hablar de mi otro paciente, el señorito que solía visitarlo y se encontraba internado en el piso anterior… Ciertamente tiene el ojo crítico y educado de un artista, señor Jihyun, por favor, esta vez trate de cuidar su vista… ―terminó de revisar sus ojos para luego centrar la vista en su planilla de informes―. Sus iris están débiles, pero sanarán por completo. No parece haber algún detalle que debamos corregir con operación láser, pero mantendremos el seguimiento para evitar recaídas. Por ahora, podrá mantener los ojos abiertos cuatro horas al día, con gafas reguladoras de luminosidad si desea acercarse a las ventanas, de ahí seguiremos escalando el horario, hasta poder liberar el cuidado…
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― Oye muchacho, este no es el archivo que te pedí ―expresó molesto el oficinista, mientras extendía su brazo para que se lo llevase.
Pero Yoosung tardó unos segundos en venir del otro lado del piso donde se encontraban las decenas de asistentes en sus cubículos, que cuando estuvo por agarrarlo mientras se disculpaba, el hombre lo dejó caer en el suelo, haciendo que se desparramase.
― Tráeme el archivo que te indiqué, el .35.5, este es el .36.35.5 ―agregó, concentrado en su computadora―. Y no tardes tanto, el otro interno no era tan lento…
El rubio se volvió a disculpar mientras recogía los papeles y los acomodaba en su folder, para luego ir corriendo al sector de archivos.
Volvió en un par de minutos, ahora con el archivo correcto.
― Ahora tráeme un cappuccino latte sin azúcar, de la cafetería.
― Oh, ¿va a la cafetería? Yo también quiero un latte, pero con crema caramelo ―expresó la oficinista que se encontraba a su lado y asomaba su cabeza por un lado de su cubículo.
― Y yo un café negro.
― ¿El nuevo va ir a la cafetería? Quiero una infusión de hierbas…
― Y yo un frappé helado.
― Yo un gelato.
Así Yoosung salió con una orden de veintitrés vasos para la cafetería, que se encontraba, siete pisos abajo.
Para su suerte, las personas que atendían la cafetería de la empresa, eran notoriamente a lo que eran sus compañeros de piso.
― Bien aquí están tus veintitrés pedidos… y para ti, un cremebrulle…
― Eh, pero yo no lo pedí…
― Sé que no lo pediste, pero al ser tu primer día, lo necesitarás, créeme… ―le insistió la chica que lo atendió, mientras lo agregaba al carrito de pedidos.
Y no se había equivocado.
La mañana le supo tan larga y amarga.
Lo malo de ser el nuevo, es que no conocías nada ni a nadie.
Y el entregar los pedidos terminó siendo un infierno ya que no recordaba quien se encontraba en cada uno de los cubículos.
Y los pedidos de archivos y papeles que entregar o pedir a Jaehee, lo hacían caminar en grandes círculos.
― ¿Yoosung? ¿Aun sigues aquí? ―Jaehee lo sacó del trance en el que se había quedado, parado frente a la impresora, donde espera que la máquina le entregase las 72 facturas que se estaban imprimiendo por fax y que debía entregar a uno de los oficinistas más gruñones.
― Hum… aun no terminan de imprimirse…
― Ve a comer algo, la hora del almuerzo corre a todos por igual, quien sea que te haya mandado, puede esperar hasta después del almuerzo ―expresó la castaña, mientras pausaba la máquina.
Yoosung asintió, para luego irse al piso de la cafetería.
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La fila del almuerzo en la cafetería, era bastante larga, ya que varios pisos se reunían a comer ahí.
Si bien poco menos de la mitad se iba a comer afuera, lo hacían por el tiempo que se ahorraban esperando en la cola.
Aunque la idea era buena, no podía darse el lujo de tomar esa alternativa con sus ingresos actuales, ya que un menú en un restaurante de Gangnam costaba un equivalente de dos semanas de almuerzo en la universidad.
Luego de casi diez minutos, su turno llegó.
Las opciones eran surtidas.
No había limites en las porciones y podía cambiar unos ingredientes por otros.
Y todo olía tan bien…
Estaba a punto de tomar su bandeja con todo lo que había pedido, pero una vaga idea se cruzó por su cabeza.
La noche anterior, luego de que su novia se había quejado de haber hecho un pastel para otra chica que no fuese ella, terminó aceptándolo, al llegar a la conclusión de que Jaehee trabajaba demasiado y no estaba mal tener un detalle lindo con ella, ya que a veces ni comía bien.
― Esto… la asistente Kang… ¿ella viene a almorzar aquí o le llevan su almuerzo? ―se animó a preguntar a quién lo atendía.
― ¿La asistente Kang? ―repitió el chico de la cafetería como tratando de hacer memoria a quien se refería―. Ah… ¡Ah! te refieres al mujerón de cabello corto que asiste al hijo del presidente ―agregó este, con una expresión entre alegre y picosa―. No. Ella casi nunca viene, supongo que es demasiada fina para comer con los demás y se va a algún restaurante gourmet, con su jefe… Aquí entre nosotros ―se le acercó demasiado, mientras ponía su mano a un lado de la boca a modo de secreto―. He escuchado que es la amante de tu jefe… así que no te ilusiones, es la del tipo de mujer que quiere casarse con un rico para salir de pobre…
Yoosung se mantuvo en silencio mientras arqueaba sus cejas de enojo.
Le dio repulsión ver como alguien podía hablar tan mal de Jaehee, sin siquiera conocerla.
Ni siquiera se molestó en responderle al muchacho que lo atendía, para luego hablarle al compañero de este, que se encontraba cerca.
― Disculpe, ¿me podría servir otro menú? Me lo encargaron, pero olvidé su tarjeta… ¿puede cargármela a la mía?
― Esta bien, pero solo por esta vez, luego los de contabilidad se quejan ¿qué quieres que te sirva?
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― No te hubieras molestado, fuiste muy amable ―le respondió bastante asombrada, mientras cogía la bandeja con su menú―. Mañana llévate mi identificación a modo de devolverte el menú en contra que portas ahora.
― Hum, está bien, no fue nada ―dijo Yoosung, sentado en el suelo, a los metros de su cubículo.
― Y no es necesario que obligadamente te quedes a acompañarme a comer, debes querer ir como el resto, a la cafetería, para conocerlos…
― Estoy cómodo aquí, gracias.
Lo cierto, es que los oficinistas de su sección, en la cafetería habían terminado intimidándolo.
Y todas las mesas individuales se encontraban ocupadas, por lo que había decidido comer acompañando a Jaehee.
Mientras masticaba en silencio, no pudo evitar pensar en las cosas desagradables que había escuchado sobre ella.
¿Era así de cruel el mundo laboral?
Esos falsos rumores le hicieron recordar su época de estudiante de secundaria.
Un ligero malestar lo inundaba, pero su hambre por media jornada agitada era mas fuerte y comía casi obligado.
¿Su cariño también sufriría por algo similar en su trabajo de oficinista?
No pudo evitar dibujar un semblante decaído ante la sola idea.
― No te aflijas Yoosung, con el tiempo de acostumbrarás ―la voz de Jaehee le hizo levantar la cabeza, al parecer esta, al notar su expresión―. Los oficinistas viven estresados y por eso muchos tienden a ser egoístas y groseros con quienes se les da la oportunidad, no dejes que te afecten.
― Jaehee… ―fue lo primero que pudo apenas decir, al notar que parecía saber el motivo de su rostro decaído―. Lo sé… pero… ―suspiró―. Es tan agotador… sabes, siempre tuve la idea de que trabajar para otros no era malo, pero cuando te tratan de forma tan poco amable… se siente como si trabajaras para los abusivos que hay en la secundaria. Jumin… ¿el te trata así de mal también?
― Bueno, el Sr Han puede llegar a ser bastante difícil de tratar, al grado de desear que no fuese mi jefe y si mi compañero de clases de judo, pero a comparación de los oficinistas comunes, es mas profesional y educado, y rara vez pierde la compostura. Al final de cuentas, es quien se enfrenta a las quejas de los altos mandos de la empresa… Al menos no puedo quejarme de mi paga.
― Comprendo. Noto que lo sobrellevas lo mejor que puedes…
― Pero en tu caso es diferente.
― ¿Eh?
― Los oficinistas y sus asistentes entran en la misma jerarquía. Ellos no pagan tu sueldo. Son tus superiores por antigüedad y edad, y si bien les debes respeto por ese lado, no dejes que te falten el respeto a ti. Les divierte hacer renunciar al nuevo interno.
― ¿En serio?
― Lamentablemente sí. Solo este año, tres renunciaron, y me temo que tratarán de hacer lo mismo contigo. Espero no te desanimes.
― Oh… gracias por advertírmelo, lo tendré en cuenta…
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― Todos, a la sala B de juntas, ahora ―expresó con voz autoritaria, parado en medio del pasillo.
Los oficinistas se quedaron en blanco por un instante.
¿Acaso el Sr Han les estaba hablando directamente, en vez de su asistente?
― ¿Por qué no se mueven? No pienso repetirlo.
Todos dejaron de golpe lo que estaban haciendo, en medio de intriga y cierto miedo, para caminar en silencio y de forma apresurada a la sala B.
Y es que una reunión de emergencia, solo podía significar malas noticias.
Horas antes…
Luego del almuerzo, ya de vuelta en su oficina, cuando estaba a punto de ver las cámaras que tenia en la PC, que había conectado recién en su penhouse para poder ver a la distancia, lo que hacia su amada Elizabeth 3ra, alguien tocó a su puerta.
Ese alguien no era la asistente Kang, por su notoria apariencia rubia.
― Disculpa Jumin… digo, Sr Han… ¿podríamos hablar un instante?
Le ofreció asiento, algo intrigado por su visita.
Pensaba verlo al final del día, para felicitarlo por su trabajo, como hacia con todos sus demás subordinados, pero… su rostro se veía algo afligido…
¿Acaso se le estaba acercando para renunciar?
¿La presión lo había superado?
No fue hasta que el rubio habló, que todas sus hipótesis se fueron desechando.
― Es cierto que hoy es el cumpleaños de la asistente Kang ―articuló mientras revisaba su calendario virtual en la PC, con la agenda de los empleados―. Pero aparte de pagarle el sueldo doble este día, según las políticas de la compañía, no veo que más podemos hacer.
― Yo estaba pensando en hacerle una pequeña reunión… aunque recién me pongo a pensar si es seria algo permitido en el trabajo… por eso viene a ti…
― ¿Una reunión de cumpleaños? Lo veo imposible…
― ¿Lo es? Ya veo… ―dijo algo desanimado el rubio.
― Lo siento, pero incluso para reuniones de confraternización entre empleados ―empezó a explicarse el Han― debe haber un pedido con anticipación, para organizarlo, los aperitivos, el lugar… ―se detuvo al notar lo que llevaba Yoosung en sus brazos―. ¿Puedo saber que llevas en ese contenedor para frio?
― ¿Ah? Oh… no es nada… solo un pastel que habíamos preparado como regalo para Jaehee. Está bien, comprendo los motivos, se lo entregaré apenas acabe el día… ―respondió resignado el rubio, con la clara intención de marcharse.
¿Habíamos?
Esa palabra hizo ruido en su mente.
El día anterior había sido navidad, y lo más seguro es que Yoosung había pasado tiempo con la coordinadora, lo que significaba que habían hecho el pastel juntos.
Por alguna extraña razón, pudo imaginársela enojada diciendo:
"Jumin, que egoísta, nada te costaba darle unos minutos a Jaehee para celebrar su cumpleaños. Yoosung y yo invertimos tiempo en hacer ese pastel".
En el chat, desde el principio le había expresado que debería ser mas amable con la asistente Kang, y ahora que la conocía en persona y había visto lo intimidante que podía ser cuando se enojaba, prefería ceder un poco en el trabajo… solo por esta vez.
― Espera ―detuvo a Yoosung, ante su decisión mental―. No habías mencionado que ya traías el pastel, eso cambia las cosas…
― ¿Lo hacen? ―dijo asombrado el rubio, con cierta esperanza en sus ojos.
― Por supuesto, el pastel es lo que mas cuesta conseguir ―disimuló―. ¿Qué más tenías planeado para la reunión?
― Bueno… yo pensé que podríamos cantarle la canción de felicitaciones, comer pastel… y es todo...
― No me gusta, suena muy simple ―objetó al disgustarle la idea―. Nunca organicé una fiesta de natal, pero oí que las fiestas temáticas son muy populares entre los jóvenes actualmente…
― Eh… es posible… pero la verdad ―expresó algo confundido y temeroso el rubio, ante el repentino cambio de pensar e interés del Han― yo no soy de ir a fiestas, a si que no sé mucho del tema…
― Comprendo. Entonces buscaremos en internet.
― ¡¿En internet?!
― Normalmente contrataría a una organizadora de eventos, pero el tiempo apremia y no tenemos mas opción que organizarlo nosotros mismos. Tómalo como aprendizaje.
― Bueno… esta bien… pero ¿por dónde empezamos? ―terminó diciendo Yoosung, siguiéndole la corriente, dejando el contenedor en su escritorio, para sacar su celular y abrir el navegador de internet.
― ¿Qué le gusta a la asistente Kang?
― Eh… no lo sé… a comparación tuya, no la veo a diario…
― No me fijo en detalles que no me incumben, y los gustos de la asistente Kang entran en estos…
― Pero ahora si necesitamos saber sus gustos…
― Entonces revisa el chat del grupo en busca de indicios ―ordenó.
― Nos tomará tiempo, ¿no seria mejor entrar al algoritmo de la aplicación y ver cuales son sus palabras mas frecuentes? Eso podría darnos un indicio…
― Bien pensado, comunícate con Seven…
― Aunque, si me pongo a rememorar, lo único que he visto que le emociona a Jaehee, es Zen, o hablar de Zen y su carrera de actor… ¿Y si llamamos a Zen para que venga?
― Cancela la búsqueda.
― ¿Eh?
Nunca le daría explicaciones a nadie, pero nunca le terminó de gustar la idea de que Jaehee tuviera cercanía con Zen. Tal vez por el presentimiento de que este ultimo suavizaba mucho a su asistente, haciéndola menos productiva para su trabajo.
― No podemos hacer una fiesta temática de Zen, tendríamos que pagarle derechos de uso ―objetó convincente―. Enfoquémonos en una temática mas fácil, estoy seguro que a la asistente le gustaría una fiesta con temática de Elizabeth 3ra.
― Mmm… es a ti a quien le gusta la temática de gatos… a Jaehee le gusta todo lo relacionado con Zen…
El rubio se detuvo en sus palabras sinceras al notar como Jumin lo miraba con el ceño fruncido.
Y ciertamente, el Han se sentía algo molesto al ser contrariado, en especial por Yoosung, que seguramente en un pasado le hubiese seguido el plan sin cuestionar.
Sin duda este estaba cambiando.
Y aunque no le gustaba en esa ocasión, tampoco le resultaba algo malo. Al contrario, sintió que lo respetaba un poco más, al mantener su postura.
― Bien, sin temática de gatos…
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Tanto Jaehee como los demás empleados, se encontraban asombrados por lo que sus ojos apreciaban, al estar cada uno de ellos con un sombrero de fiesta, con orejas de animal.
― Sé que, en mi gestión, las fiestas fraternas han sido escasas, por no decir nulas. Pero es algo que pretendo cambiar, para mejorar la sociabilidad entre nosotros. Oportunamente, hoy, con el natal de la asistente Kang…
Apenas terminó su discurso improvisado como líder, todos, guiados por la música encontrada en meetube, que vincularon con el equipo audiovisual de la sala, empezaron a cantar la canción clásica de cumpleaños.
Jaehee, con su cono de cumpleaños como sombrero y toda la atención centrada en ella, no pudo evitar sonrojarse de la pena.
La canción terminó.
― ¡Pide un deseo asistente Kang! Se animó a decir Yoosung, quien se encontraba sentado casi a su lado.
― No… así esta bien ―trató de negarse esta, pero los demás empleados empezaron a insistir, tal vez contagiados por el entusiasmo del nuevo, o porque querían acabar con esa fiesta inesperada.
Entonces Jaehee sacó la vela del pastel, para atraerla hacia ella y soplarla con delicadeza.
Todos aplaudieron, mientras sonreían.
Por unos instantes, se contagió de la alegría del ambiente, sincera por parte de algunos, como Yoosung.
Estaba a punto de decir unas palabras a modo de agradecimiento, cuando pudo sentir el impacto de la espuma en su cara.
Jumin había sacado un spray de la nada, para llenarla de espuma comestible.
― ¡GUERRA DE ESPUMA!
Tuvo que sacarse los lentes embarrados de espuma, para verificar con sus ojos, lo que sus oídos le habían hecho escuchar.
El Sr Han había gritado de una forma tan infantil que, de no ser por el tono grueso de su voz, hubiese creído que fue Yoosung.
Pero no eran los únicos que se habían contagiado del caos, lo demás empleados gritaban y corrían igual por doquier, lanzándose espuma.
― Que infantiles ―murmuró por lo bajo, sonriendo levemente, mientras intentaba quitarse la espuma de la cara, ya que solo sus ojos eran visibles por esta.
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El día había sido agotador.
Y mi ligera preocupación por Yoosung, había perdurado en mi cabeza por casi todo el día.
Por suerte ya estaba en el tren de vuelta a casa.
La batería estaba baja, así que me resistía en llamarlo, hasta que llegase a casa para cargarlo y llamarlo sin miedo a que se apague.
El tren se detuvo en una estación, en el cual se bajaron muchas personas y subieron pocas.
Frente mío, la figura de una mujer se paró.
La miré extrañada, ya que había demasiados asientos vacíos.
El tren prosiguió su marcha.
Pasaron varios minutos, en silencio, mirando mi móvil, mientras me dividía entre llamar a Yoosung o esperar llegar a casa.
― Me imagino que has tenido un largo día en el trabajo, te vez cansada.
Levanté la mirada al notar que la mujer que se encontraba frente mío, me había hablado de la nada.
Iba a preguntarle si acaso nos conocíamos, cuando mis palabras se detuvieron en mi boca.
Esa mujer.
Era hermosa.
Parecía una de esas muñecas de porcelana.
Su cabello rubio era largo y ondulado.
Tal vez en otro lugar y circunstancia, hubiese sentido cierto recelo de su belleza europea, pero, en este momento, solo sentía una gran presión en mi estómago, que trataba de disimular para que no se notase en mi rostro.
― Oh, pensé que me reconocerías al instante, pero luego de estar parada frente a ti varios minutos, noté que no es el caso. Disculpa mis modales, te abordé demasiado rápido ¿verdad? ―siguió hablándome la rubia con un tono amigable, notorio en su rostro―. Mi nombre es…
― Rika… ¿Qué demonios haces parada frente a mí? ―le interrumpí de forma directa, con el terrible presentimiento de que algo malo estaba a punto de ocurrir.
FIN DEL CAPITULO.
