Draco los había desaparecido, aunque hubiera destrozado socialmente a su familia no quería que resultaran heridos, y estaban siendo tan estúpidos como para atacar a Harry.

Después de que Harry desapareciera, Draco había pensado en los lugares a los que podrían haber ido. En frío, sin opciones ya, en una lista de "y sis", y si Draco se lo hubiera llevado lejos.

Y hubo un lugar, un lugar donde solo había estado una vez con Pansy. Donde una de las tías de su amiga había sido repudiada por confraternizar con los nacidos muggles durante la guerra.

La tía había muerto y Draco había ido a ver la casa con Pansy, además de beber y ligar con cualquier mago que encontraran en Edimburgo en aquel juego donde apostaban si el mago era más de varitas o calderos tentándole entre los dos.

No es que tuviera una imagen muy clara de aquellos días, pero era el lugar donde los había aparecido.

El número 11 de Buckingahm Terrace.

La hilera de casitas era muy coqueta, pero Draco solo miró a los lados y lanzó un simple alohomora a la puerta de la casa que esperaba siguiera deshabitada.

La oscuridad les dijo que sí, el polvo que nadie había habitado allí quizás desde que Pansy y él fueran años atrás.

Sorprendentemente, la tía le había dejado a la sobrina la casa en herencia, y solo Pansy podría estar al tanto de su llegada.

Casi esperaba que los notara, porque Draco estaba un tanto perdido en cómo funcionar con ese Harry.

Sintió los brazos de Harry abrazarlo desde atrás, Draco estaba lanzando hechizos de limpieza demasiado mediocres para quitar polvo y telas de arañas, además de prender algunas luces.

—Te he echado de menos—dijo Harry bajito, tan bajito que Draco se giró a mirarle para comprobar si había escuchado bien—¿Tú me tienes miedo?

Draco no contestó de inmediato, ¿miedo? Debería, debería estar aterrado, y sin embargo, sentía que Harry nunca le haría daño. Una verdad incuestionable e infantil, pero que para Draco, en esos momentos, era el único punto de asidero.

Draco se giró completamente en su abrazo, cubriendo con sus brazos los hombros de Harry.

—¿Por qué mataste a esas personas, Harry?—En el fondo esa era la única pregunta que tenía, porque si Harry hubiera querido hubiera matado a todos en Malfoy Manor con un simple pestañeo, él lo había visto en el parque.

Y no lo había hecho aunque ellos le habían atacado, en la mente racional de Draco tenía que haber un motivo, algo que hubiera desencadenado aquella secuencia de crímenes.

Harry le miró, y Draco sintió el calor que emitía su cuerpo, ya lo había sentido la mañana en la que había despertado con el moreno en sus brazos. Sabía lo que lo provocaba.

Intentó transmitirle tranquilidad con su mirada, le acarició la nuca, viendo como aquellos zarcillos de humo negro revoloteaban al rededor de ambos.

—Confía en mí, por favor—le pidió Draco inclinándose para darle un beso suave en los labios.

Harry suspiró, apoyó la frente contra el pecho de Draco y el humo desapareció por completo, dejando algo frío el cuerpo del rubio.

—Estoy aquí.—Acarició el pelo moreno.

—Cuando mis padres murieron yo era muy pequeño, y mis tíos me criaron.

Harry tembló en sus brazos casi imperceptiblemente, pero Draco reaccionó frotando su espalda, dándole ánimos para que Harry se abriera.

En ningún momento esperó la terrible historia que Harry cargaba a sus espaldas, y que este le relató hasta que la oscuridad de la noche dio paso al día.

o0o

La situación en Malfoy Manor había sido un caos, Narcisa había relatado la entrada de un individuo a su hogar acompañada de un Lucius bastante callado.

La presencia de Severus, Remus, Bill y Phil era un poco complicada de explicar, y habían alegado una simple cena de amigos.

Aunque si las miradas mataran, Remus estaría muerto a ese punto.

Estaba claro que Severus y él estaban juntos, pero la fuerte hostilidad era recíproca, y teniendo en cuenta que Lucius había vuelto de casa de su antiguo amante herido, solo tuvo que sumar dos más dos.

Miraba sus rasgos, sus manos, la pose protectora en torno a Severus.

El color de sus ojos, de un ámbar poco común. Algunas cicatrices en su rostro y cayendo desde el cuello hasta bajar por el interior de su camisa.

Y no era solo eso, era algo en sus tripas que clamaba, que tiraba.

Conocía a Severus y que este diera tan vagos datos sobre el intruso, habiendo quedado claro que lo conocía de sobra, le pareció sospechoso.

El resto dio los pocos datos que habían llegado a ver, magia poderosa oscura, algo parecido a humo atacándolos.

Un chico de unos 16 años con aspecto inofensivo.

Los aurores los citaron para poner la denuncia sobre el asalto a la propiedad y posible secuestro del heredero Malfoy. Aunque por las afirmaciones de Severus y Remus al decir que se había ido voluntariamente con él, y la confirmación de Bill y a regañadientes de Lucius y Phil, parecía que Draco se había fugado con su amante. Nada más.

Aún así, y el punto que Lucius no podía obviar era que los aurores querían los recuerdos de todos sobre el asunto.

Lucius ahora tenía más que ocultar que nadie, e ir voluntariamente al Ministerio donde con un simple par de pruebas pasaría a disposición del departamento de control de criaturas mágicas le restaron las ganas de denunciar nada.

Del mismo modo, que no iba a denunciar al que cada vez tenía más claro que era su agresor, porque si lo hacía, inconfundiblemente también se estaría señalando a sí mismo.

Cuando los aurores se fueron, él se encargó de levantar las protecciones, aunque necesitaría mucho más tiempo y magia para que fuera seguro y nunca llegaría al grado que habían tenido. No después de generaciones de Malfoy reforzándolas.

—Tenemos que encontrarlos—fue lo que dijo Severus una vez se quedaron los seis a solas.

Lucius se lanzó contra él, tomándole de las solapas de su túnica, salvo que fue fuertemente apartado por la asquerosa criatura de su pareja.

—Tú—se encaró a Remus—. Has sido tú.

Remus casi le muerde en aquel punto, demostrando claramente su punto.

—Eso ahora no es lo importante.—Trató de calmar los ánimos Severus.

—La bestia a la que te follas me mordió, me ha destrozado la vida.

Severus alzó su varita y arrancó uno de sus recuerdos de su sien.

—Te devolveré los recuerdos de aquella noche si hacemos un juramento inquebrantable ahora—dijo Severus.

—¿Por qué haríamos algo así?—preguntó a la defensiva Narcisa, que no estaba entendiendo nada.

—Porque Draco se va a convertir en la pareja del próximo señor oscuro, y nosotros tenemos que evitarlo.

Los seis sintieron las palabras calar en sus conciencias. Pesadas, como recuerdos de un pasado que ninguno quería recordar.

Para sorpresa, o no, de todos, fue Bill Weasley el primero que se adelantó y asintió. Poco a poco, los demás aceptaron.

Uno a uno dieron la mano a Severus mientras Remus lanzaba el hechizo, aquel juramento no podría romperse bajo ningún concepto, a menos que el traidor quisiera morir en el acto.

Una vez hecha todas las ceremonias, fue Narcisa la que llamó a uno de los elfos y le pidió que preparara uno de los salones. Un par de cafeteras y algo para comer en una noche que se presentaba larga.

Todos miraron a Severus, pero Lucius registró la mano de Remus dándole ánimos tomando la suya.

A su lado estaba Phil, y lo cierto era que a pesar de todo, se alegraba que estuviera allí. En pocos días le había demostrado más de lo que habían compartido en los pocos años que llevaban juntos, y no siempre se lo había merecido, siendo sincero.

—Adelante—pidió Lucius.

—El chico que ha aparecido hoy es Harry Potter, el niño que murió, pero no lo hizo, y no está solo, dentro de él la magia de Voldemort ha estado viviendo encerrada todos estos años.

Nada, absolutamente nada, hubiera congelado más él ambiente que aquella afirmación.

Un sudor frío enfermó a Lucius hasta creer sentir la marca de su antebrazo moverse, su gesto fue inconsciente al llevarse la mano allí.

¿Harry vuelve a ser un cosito pequeño?

Se me nota demasiado mi favoritismo por Bill, lo sé.

¿Apuestas sobre la reacción de Draco cuando sepa todo?

Hasta la semana que viene.

Besitos

Shimi