¡Hola, chicos! ¡He regresado! Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.
Bueno a comenzar :D
La bendición del Caído
Capítulo 32
Los días fueron pasando entre los preparativos de la fiesta de compromiso, y las distintas reuniones secretas que se llevaron a cabo en la antigua cámara del rey, una que nadie visitaba y cuyo único acceso era un pasadizo secreto. A esos encuentros Xiong no asistió para no levantar sospechas, según comentó el general, lo cual nos pareció adecuado porque el factor sorpresa sería determinante en nuestra misión. Y basados en ello, trazamos la estrategia que usaríamos para defender el palacio.
Siendo El Caído un noble de gran poder, no podíamos movilizar las tropas a la ligera, por eso se decidió hacerlo un día antes y apostarlos en las afueras de Diem. Así las noticias llegarían a él cuando ya fuera muy tarde, en pleno enfrentamiento con el ejército negro que estaría intentando sitiarnos.
A lo interno, apostaríamos hombres en lugares ocultos a la vista de los mismos guardias del palacio, y esperarían a que las campanas de la torre sonaran para entrar en acción, de esa manera los enemigos pensarían que nos estaban tomando con la guardia baja durante la celebración, cuando sería lo opuesto.
―Es una campaña riesgosa porque no manejamos el número de enemigos ni la clase de bendición que posee el Caído, sin embargo, aquí estamos los hombres más diestros y experimentados del reino. Tenemos la ventaja de luchar en casa, nadie conoce nuestro terreno como nosotros, y lo usaremos para hacernos con la victoria. ―Se enderezó y nos miró a todos con esa fiereza tan propia de él―. En nuestras manos está el futuro y la libertad de nuestros hijos, de nuestros nietos… ¡De todo aquel que se llama así mismo cerenio! ―Mi maestro ladeó su cabeza y me dio una mirada profunda, inescrutable y difícil de interpretar, como siempre; así que sólo me limité a asentir como señal de apoyo a todo lo que había dicho. Entonces volvió sus ojos azules al frente y dijo―: Así que, hermanos, alcemos nuestras armas y usemos nuestras gloriosas bendiciones para luchar juntos una vez más. ¡Cerenia está en riesgo y no podemos simplemente entregarla! ¡Nuestro pueblo nos exige luchar y lo haremos sin vacilación! ¡La hora de demostrar nuestro orgullo de guerreros ha llegado, y el enemigo temblará ante él!
Tras esas palabras, todos llevamos nuestros puños al pecho, haciendo el silencioso juramento: daríamos el todo por el todo por la libertad de nuestra tierra y nuestra gente.
Sin embargo, ante tan desfavorable panorama, también llegamos a un consenso en cuanto al punto que marcaría una retirada: la disminución de nuestras fuerzas a la mitad; y la ruta de escape que usaríamos en caso de ser necesario serían los antiguos túneles subterráneos que desembocaban en las afueras de la ciudad, muy cerca de la zona boscosa de Ailid.
Como había esperado, muy pocas personas se mostraron sabedoras de su existencia durante la reunión, de hecho, contadas con una sola mano. Eso demostraba que era una buena opción, pero siendo conductos tan antiguos, me ofrecí a recorrerlos en compañía de Layla, para constatar que eran seguros y óptimos para usarlos.
―Debemos designar personal para que encienda las antorchas ese día y para que vigilen los caballos junto con las provisiones. Así ustedes podrán escapar sin problemas ―mencioné, escuchando el eco de mi voz.
―Afortunadamente, Meilin es buena jinete, aguantará el paso acelerado hasta Demin ―dijo Layla, siguiéndome a caballo―. Me gustaría poder quedarme a luchar con ustedes... ―suspiró.
―Quiero aprovechar este momento para decirte algo. ―Jalé las riendas para hacer que Arian se detuviera, y alcé mi antorcha hacia mi querida amiga. Sus ojos azules se mostraban enormes, expresivos y expectantes―. Cuando te pedí que cuidaras de Mei, fue porque no confiaba en nadie más que en ti para hacerlo y no me has decepcionado, aunque en realidad, nunca lo has hecho ―le sonreí―. Siempre has estado allí, a mi lado, y sólo quiero decirte: gracias.
―Oye, oye… eso sonó a despedida. ―La luz anaranjada delineó su ceño fruncido―. Acepto tus "gracias", pero bajo ninguna circunstancia aceptaré esto como una despedida, Shaoran. ¡Eres Terewyll! ¡Nuestro guerrero más valioso! Así que debes traer la cabeza de ese imbécil, y a la "risitas locas" atada con lacito para que yo pueda degollarla con gusto. ¿Entendido?
―Se supone que el que debe dar órdenes soy yo ―dije, divertido.
―Eso es en público, pero en privado sabes que soy yo quien da las órdenes ―mencionó a mi lado y me tomó la mano―. Siempre has dado todo de ti por el reino, pero si ves que tu vida corre peligro… huye. Nadie te tildará de cobarde ni mucho menos, sólo será una retirada táctica.
―Lo sé, capitana. Lo sé ―sonreí y apreté su mano.
―Entonces, no te despidas. ―Me soltó e instó a su corcel oscuro a avanzar―. Te prometo que Meilin y Sakura estarán a salvo conmigo, no dejaré que nada les pase hasta que tú nos alcances.
―¿Sakura? ―pregunté con mi ceja alzada.
―Oye… quien la lleva todas las noches a tus aposentos soy yo. ―Se giró y me miró con gesto burlón―. Desde un principio sabía que terminarían así.
―Entonces… ya que tocas el tema, ¿debo preguntar sobre lo que sucede entre tú y Zhao Han?
―Eso es algo que definitivamente no te importa ―sonrió y espoleó su caballo para huir.
―Cobarde ―me reí―. Vamos, compañera, cacemos a esa pelirroja. ―Mi yegua relinchó y se lanzó detrás de Layla.
Habiendo comprobado la ruta y molestado a mi amiga por su "no" relación con el siempre serio capitán, regresamos al palacio y terminamos de afinar detalles con su padre. Eriol y Han se encargaron de preparar las provisiones y los hombres del general trajeron los corceles que hacían falta desde las afueras, usando los túneles para no atraer la atención.
De esa forma, todo estuvo preparado. Los ánimos de los guerreros leales a Cerenia aumentaron por la acción… y por fin llegó el día tan temido y esperado por todos.
Me asomé en el jardín, luciendo los colores de mi ducado en mis ropas y reflejando mi estatus a través de las joyas, aunque en mi dedo meñique faltaba el anillo que mi duquesa portaba, hasta que pudiera colocar en su dedo el aro que le correspondía como mi esposa.
La visión que ofrecía el lugar era maravillosa, iluminado por hermosas lámparas de colores y decoraciones que mostraban las tonalidades predilectas de Meilin, resaltando el rojo entre todos ellos, por supuesto. Las mesas estaban dispuestas alrededor de una tarima circular techada, de cuyos pilares colgaban listones traslucidos y flores amarillas que simbolizaban los buenos deseos que todos les deseábamos a esas dos personas que iban a comprometerse.
Los nobles se desplazaban por el lugar con toda tranquilidad, ajenos a lo que pasaría o aparentando que no lo sabían. Así que nosotros debíamos hacer lo mismo para que los adeptos del Caído que estaban presentes, no se percataran de la calurosa bienvenida que les habíamos preparado.
Caminé un poco más, manteniéndome en los límites para no llamar la atención, y divisé a lo lejos a Touya que portaba sus llamativas ropas reales en blanco y naranja, los colores de su reino, y el aro dorado que se escondía entre sus cabellos oscuros. Desempeñaba muy bien su papel, sin mostrar tensión ni tampoco expectación ante lo que estaba por ocurrir, manteniendo una conversación fluida con un grupo de militares entre los cuales estaba el general Mao.
Mi maestro desvió su mirada por un momento hacia mí con disimulo, y sabiendo que tenía mi atención asintió con ligereza, eso significaba que todo estaba preparado para el gran acto final.
―Para haber planeado todo esto en siete días, han hecho magia, ¿no lo cree, mi señor? ―dijo Eriol a mi lado.
―De hecho, es así, señor Hiragizawa.
―Tuve el "placer" de encontrarme con el marqués de Blowel hace rato ―gruñó―. Me di el lujo de darle la espalda, ¿y sabes lo que hizo? Me siguió el muy imbécil para decirme que este no era mi lugar.
―Algo que no debe afectarte en lo más mínimo porque eres un hombre superior a él en intelecto y dinero, amigo mío ―dije, palmeando su hombro―. Sabes que sus finanzas están mal y por eso anda lamiendo los pies de Artaith. Solamente le queda su título.
―Pobres de sus hijos… la que tendrán que afrontar cuando ese viejo se muera. ―Negó con su cabeza.
―Ellos no tienen la culpa del padre que les tocó… así como tú tampoco la tienes.
―El único hombre que es digno de portar el título de "mi padre" está en el mausoleo de los Li ―dijo, lleno de orgullo―. Fue Hien Li quien me rescató de las calles y me dio la oportunidad de tener una vida digna, una que tú me extendiste también al llamarme tu hermano, así que no tengo nada que ver con la familia Bai.
―Lo sé, amigo, lo sé… ¿Y qué sabes de nuestros asuntos? ―pregunté, tratando de cambiar el tema.
―Tú y Sakura tendrán que pagarme una indemnización porque esos malditos animales trataron de morderme ―gruñó―. Son tal para cual.
―No había tomado en consideración la idea de cruzar a Arian, pero si fuera así… Érebos sería una buena opción, los potrillos serían de piernas fuertes y llamativos si sacan el color de la madre.
―Tú y tu afición a esas bestias… ―suspiró.
―Por lo menos he logrado distraerte ―me reí.
Él resopló.
―Por cierto, ¿leíste la carta de tu madre?
Asentí, recordando la misiva que me había llegado el día anterior, donde ella me daba la buena noticia que el diario de mi padre estaba en sus manos y que ya se encontraba en Hust, su pueblo natal, como yo le había sugerido. Aun cuando estábamos dispuestos a dar todo de nosotros para defender el palacio, Xiong sería escoltado a Zhuran provisionalmente para sacarlo del peligro y eso convertiría la mansión en un punto peligroso, por eso le había pedido a mi madre que se refugiara hasta que yo fuera por ella.
―Accedió a movilizarse y espera poder regresar a casa pronto.
―Esperemos que esta noche salga de la mejor forma posible y logren repeler a ese tipo… Así podremos volver a Zhuran sin problemas.
―Así es… Y hablando de esto, ¿fuiste a ver a Clow?
―Lo hice, pero él y su bella esposa ya se habían marchado. Aunque no dejó dicho a donde.
En realidad, no me preocupaba su destino, siempre y cuando se mantuviera a salvo. Era un hombre que sabía demasiado y si Diem caía en manos enemigas, estaba seguro que él no bajaría su cabeza ante nadie y eso significaría su muerte.
Sí, lo mejor había sido desaparecer del mapa.
―Mi señor, creo que lo buscan ―dijo de repente Eriol y cuando observé hacia donde señalaba, me encontré con la visión más hermosa que había tenido en mi vida.
Sakura sonreía en mi dirección, ataviada con un hanfu rosa de mangas anchas con adornos en dorado que la hacía lucir como una ensoñación. Mis pies se movieron por sí solos hacia ella y a medida que avanzaba, las comisuras de mi boca se iban extendiendo más y más. Fuerte, valiente, hermosa, ingeniosa y belicosa; así era mi duquesa y la amaba por eso.
―No te ves mal, duque ―fue lo primero que dijo, con ese gesto travieso danzando en su boca.
―Lo tomaré como un cumplido, su gracia ―musité, controlándome para no besarla.
―¿No dirás nada?
―¿De qué? ―Alcé mi ceja, divertido.
―No todos los días me veo tan elegante, es incluso más bonito que el que usé en Arcana, y eso es decir mucho.
Fingí darle una rápida inspección y con rostro serio le di mi apreciación:
―Te ves como lo que eres, la duquesa de Terewyll. ―Ella se sonrojó y amplió su sonrisa―. Aunque… es demasiada tela, ¿no te parece?
―¿Ah, sí?
―Sí… pero no negaré que desenvolverte y descubrirte cada noche es algo que disfruto mucho.
―¡Ya, basta! ―musitó, tratando de no reírse―. Esas son cosas podrían escandalizar a las pobres damitas que andan por allí.
―¿Y desde cuando te importa eso?
Ella negó con la cabeza y se rio con ligereza, pero después el sonido fue apagándose poco a poco, dejando en su lugar una sonrisa triste.
―Su alteza, lo espera para que la escolte, su excelencia... Ha llegado el momento.
Entonces lo entendí, porque podía sentir en mi pecho su preocupación, su pesar y agonía. Y aun cuando lo deseaba, cuando ansiaba abrazarla y decirle que todo saldría bien, me limité a caminar a su lado para no atraer las miradas.
―Sé que me lo dijiste anoche, pero… prométeme que serás cauteloso.
―Te lo prometo.
―Y escapa… Por favor, escapa si ves que no podrás ganar ―dijo con voz partida―. Tenemos una misión que cumplir, Heiran… y un futuro que afrontar… Así que no te atrevas a dejarme viuda antes de tiempo.
―Estaré contigo antes de que empieces a extrañar discutir conmigo ―musité y moví mi mano para tomar la suya con disimulo―. Todo estará bien, querida, te lo prometo.
―Es que… ―Se mordió el labio, insegura, pero después negó con la cabeza y sonrió―. Sólo recuerda que te estaré esperando, siempre.
―Y yo iré a ti sin importar qué.
Después de ese pequeño intercambio, llegué al pasillo donde estaba un pequeño grupo de escoltas comandados por Han y Layla. A un lado, estaba Tomoyo, luciendo un hanfu idéntico al de mi duquesa, sonriendo como siempre lo hacía, aunque ese gesto era diferente. No sabía en qué… pero era diferente.
Ella inclinó su cabeza en mi dirección y mostró sus ojos brillantes por un momento, entonces resonó en mi cabeza su voz: «Debe fuerte, mi señor. No decaiga porque los dioses lo han escogido».
Fruncí mi ceño y cabeceé una respuesta afirmativa en su dirección. Lo sabía, debía serlo por mi familia, por mi reino y por las mismas deidades. No tenía otra opción.
Al ladear mi cabeza, ubiqué a mi sonriente prima en el centro del grupo, y por ese breve instante olvidé por completo donde estaba y el peligro que nos rodeaba, pues las emociones me abrumaron al verla vestida de dorado, tan encantadora como sólo ella podía verse.
Inmediatamente maldije a nuestro enemigo por querer destruir un momento tan hermoso que nos pertenecía únicamente a nosotros, pero no lo permitiría. Enderecé mi postura y traté de proyectar la presencia incorruptible que tanto caracterizaba al duque de Terewyll, tratando de hacerle ver a los enemigos escondidos que yo les enfrentaría y que no le harían daño a mi familia bajo ningún concepto.
Estiré mi mano y la pequeña y suave de Mei no dudó en tomarla, ampliando su sonrisa.
―Mi caballero oscuro siempre está allí para mí ―susurró, haciendo alusión a mi bendición.
―Siempre. ―Besé el dorso de su mano―. Estás preciosa, cariño.
―Deja eso que me harás llorar ―se rio.
De repente, las trompetas resonaron llamando nuestra atención y en ese momento la voz del heraldo se alzó para anuncia la llegada de Xiong.
Era hora.
―¿Me permite escoltarla, alteza?
―Con gusto.
Ambos emprendimos el camino hacia el jardín, con Sakura y Tomoyo siguiendo nuestros pasos, mientras que el grupo de escoltas nos rodeaban. Estando en terreno abierto, observé en todas direcciones, pero nadie parecía tener intenciones de atacar, sólo observaban hacia donde su majestad estaba de pie, dando su discurso de apertura.
¿Cuándo se revelaría ese bastardo?
―Este no es un momento que sólo me regocija a mí, sino a toda la nación, ya que es un compromiso que representa el surgimiento de algo poderoso ―le escuché decir a Xiong mientras avanzábamos―. Y sepan que es difícil para mí dejar ir uno de mis mayores tesoros, pero sé que será por un bien mayor, por el nacimiento de eso que todos queremos ver. Por eso, príncipe Touya, sepa que es muy afortunado.
Visualicé al prometido de Meilin hacer una reverencia y esperar a unos cuantos metros de la tarima por nosotros, para que así los dos pudieran ir al lado del rey.
Xiong extendió su mano en nuestra dirección y sonrió. Desgraciadamente, no había tenido oportunidad de hablar con él entre tantas reuniones y no sabía cómo se sentía con todo lo que estaba pasando; era como si se hubiera formado una brecha entre nosotros, pero esperaba poder solventarlo antes de irme a la guerra, porque más allá de ser mi rey, Xiong era mi hermano menor.
Ya íbamos a mitad de camino, sentía como iba creciendo en mi interior la expectación, aguardando a que alguno alzara la voz para anunciar que era El Caído, pero nada ocurría. Los segundos seguían avanzando y todos se mantenían en la misma calma y ambiente festivo que había dominado el evento… ¿Acaso nos habíamos equivocado? Mis ojos divisaron al general a un lado, su expresión era inescrutable, pero sus ojos vigilantes y su postura dura, con sus piernas ligeramente flexionadas y su mano derecha que yacía en la empuñadura de su sable, decían mucho.
Estaba por suceder.
Y entonces, estando a escasos metros de la tarima, una risa estridente se oyó entre las personas; ese sonido del infierno que conocía perfectamente. Mis pies se detuvieron y enseguida el grupo de escoltas nos rodeó. La busqué entre todos los presentes, pero no daba con ella, hasta que por fin… vislumbré un abanico dorado en el aire y una mujer que daba un paso al frente.
―¡Bravo! ¡Maravilloso! ¿No les parece un evento único?
La marquesa de Blendal aplaudió y volvió a reír, haciendo que el desdén y la ira me recorrieran entero. Era ella, la desquiciada portadora del hyfel. ¡La había tenido tanto tiempo frente a mis narices y no lo había notado, con un demonio!
Sin dudarlo ni un segundo, desenvainé a Suejin, y Touya Yamagawa no tardó en posicionarse a mi lado apuntando con su espada en llamas. Ambos dispuestos a proteger a las mujeres que estaban detrás de nosotros.
―¡Hoy Cerenia hará historia! ¡Y será escrita con la sangre de los mártires de esta noche! ―gritó ella y se giró para luego hincarse de rodillas, mirando al frente―. Porque para poder ascender a los cielos, primero hay que caer al abismo, ¿cierto, mi amo?
Primero, silencio, pero después se alzó una voz que me erizó la piel:
―Cerenia debe arder en las llamas de la destrucción. ―Poco a poco fui girando mi cabeza y cuando mis ojos se encontraron con los suyos… no pude dar crédito de la sonrisa torva que lo acompañaba―. Y de sus cenizas, surgirán los cimientos de mi nuevo imperio. ―Alzó su copa en mi dirección―. He ganado, duque de Terewyll.
El alma se me fue a los pies.
―Imposible… ―musité, sintiendo como si unas ramas espinosas de hielo estuvieran trepando por mis piernas, cubriendo cada centímetro de mí, hincándose en mi carne, provocándome un dolor que jamás había experimentado y haciéndome tiritar, no sabía si era de ira, consternación o desespero.
«No es posible... No es él».
Eso era lo que repetía una y otra vez en mi cabeza, mientras mis ojos veían a la persona que me extendía esa copa llena de veneno; sentimientos que provocaron una opresión en mi pecho al punto de costarme respirar. Mi cabeza exteriorizó mi deseo, esa negativa a creer lo que mis ojos venían: la burla reflejada en los suyos que antes me habían mirado con cariño, y esa sonrisa cínica que destilaba desprecio y superioridad.
Mis labios se abrieron y temblaron sin voz, como si fueran incapaces de pronunciar el nombre de esa persona… Miles de imagines pasaron por mi cabeza: recuerdos de nuestra niñez, de nuestra juventud juntos… los momentos difíciles que ambos habíamos pasado y en los que nos habíamos apoyado. Inconscientemente di un paso atrás y seguí negando con mi cabeza, no escuchaba, no sentía y no miraba nada más que no fuera él. Me sentía paralizado por primera vez en mi vida… aterrorizado de que todo eso fuera real, de que él fuera mi enemigo… y de que sus manos estuvieran manchadas de tanta sangre… incluida la de mi padre.
―¡Xiong! ―El silencio sepulcral fue roto por el grito de Meilin, que se contorsionaba entre los brazos de Han y Touya que la estaban haciendo retroceder―. ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! ¡Hermano, háblame! ¡Te lo suplico! ¡¿Quién te está obligando a hacer esto?!
―Xiong Li... ―Mi cabeza se giró lentamente ante el llamado severo del general Mao. Él no lucía sorprendido como nosotros, pero en sus ojos acusadores vi reflejada también la desilusión―. Eres una deshonra para la familia real y para los cerenios, ¡no mereces portar nuestra corona y ser llamado nuestro rey!
Sentí que mi estómago daba un vuelco al ver como mi maestro sacaba su sable y apuntaba a mi primo, y detrás de él se colocaron varios militares de alto rango, aquellos que se habían estado reuniendo con nosotros, que también apuntaron sus armas al frente.
―¡Hoy será el día en que El Caído pague por sus crímenes! ―exclamó uno de ellos, dispuesto a iniciar el ataque, pero mi voz lo detuvo.
Preso del desespero, caminé apresurado hacia la pequeña tarima, pero entonces un grupo de hombres enmascarados, guiados por la marquesa de Blendal, rodearon a Xiong, y me detuvo al apuntarme con sus armas.
―¿De qué se trata todo esto, majestad? Está siendo amenazado de alguna forma, ¿cierto? ―Mi voz denotó mi consternación―. ¡¿Cierto?!
Traté de encontrar en Xiong algo que delatara el estar siendo obligado a ser un mártir más en esa lucha, una señal de auxilio, ¡cualquier cosa!… Pero su rostro sólo expresaba una sonrisa satisfecha.
―Siempre jactándote de ser tan correcto, vanagloriándote por ser un guerrero de élite y aclamado por tu gran visión de estratega. Pero la verdad es, Shaoran Li, que eres una farsa. ―Xiong dio un paso al frente sin dejar de verme con ese aire de superioridad―. Deja de negar lo evidente y, más bien, siéntete orgulloso de mí ―se rio, haciendo que el piso se moviera bajo mis pies―. ¿Quién iba a pensar que el débil e indigno rey de Cerenia, estaba moviendo los hilos para apoderarse del continente?
―¡Xiong! ―rugí ante su risa despiadada.
―¡No vale la pena hablar con él! ―espetó el general Mao a mi lado―. Además, nuestra lealtad no está sujeta a un hombre, sino a Cerenia y a su pueblo… Y aunque nos cueste, haremos lo que tengamos que hacer para protegerlos.
Sus palabras eran ciertas. ¡Maldita sea, lo eran! Y sabiendo que anteriormente había estado dispuesto a enfrentar a mi maestro, pensando que era mi enemigo, ¿por qué me costaba tanto alzar mi espada? Mi mano izquierda temblaba y sentía como si el metal quemara mi piel.
―¿Por qué? ―lancé en un gruñido tembloroso de rabia, sin dejar de verlo―. ¡¿Por qué te involucraste en todo esto?!
―No, no, Shaoran. La pregunta correcta es: ¿cómo orquestaste todo esto? Porque sólo yo y nadie más que yo, soy responsable de tal obra de arte ―sonrió y bebió un sorbo de su copa de oro.
―¡Xiong, contesta la maldita pregunta!
―Oh, bien. Te complaceré por el lazo que nos une ―rio y miró al frente―. Cuando eres humillado, vilipendiado y pisoteado, tienes dos opciones: rendirte o buscar una forma de sobrevivir ―expresó, sin alterar su tranquila posición―. Y yo, sumergido en el infierno, descubrí mi propósito en esta vida: ¡la búsqueda del verdadero poder! Ese que solamente les pertenece a los dioses ―sonrió y avanzó un paso más―. ¿Por qué someternos a su voluntad?, ¿por qué conformarnos con lo que ellos nos dan?, ¿por qué aceptar el destino que según ellos nos toca vivir? ―preguntó, señalándome―. ¡Somos los amos de nuestras vidas y sólo nosotros podemos escoger el camino a seguir! Es por eso que yo decidí abandonar el apellido Li y dije basta. ¡No más! No iba a permitir que siguieran controlándome. ―Con el rabillo del ojo noté movimiento a mi izquierda, entre los invitados comenzaron a surgir más personas que portaban máscaras de plata. Apreté la empuñadura; estaban preparándose para atacar―. Y si para hacerle la guerra a las deidades, debía convertirme en una, ¿qué podía hacer más que lograrlo?
―¡La codicia te ha enloquecido! ―soltó mi maestro.
―No es locura, mi estimado general, pero no todos están preparados para comprender el verdadero trasfondo de las bendiciones. ―Bebió de su copa y nos señaló a todos―. ¡Vean a su alrededor! Vean la desidia, la deslealtad, la miseria, el odio y la discriminación, ¿creen que yo soy el responsable de tales cosas? ―Su risa sarcástica me hizo apretar los puños―. No, señores. Yo no me imputaré los desastres provocados por los dioses y sus errores… pero sí me atribuiré lo que he estado haciendo para instaurar el orden correcto. El poder, las bendiciones, deben residir sólo en los que estamos moral e intelectualmente capacitados para ello.
―¿Orden correcto según quién? ¡¿Tú?! ―lo cuestioné en tono irónico.
―Querido primo, tú deberías entenderlo mejor que nadie, porque es debido a esta ignorancia que has estado escondiéndote toda tu vida ―dijo para mi sorpresa―. Lo desconozco, pero siempre vi en tus ojos el temor al rechazo por algo que… en realidad no es tu culpa. ¿No estás cansado de ello? ¿No es esa una injusticia que debe ser reparada?
Mi pasado fue convocado sin poder hacer nada más que recordar el dolor, el terror, el encierro, las lágrimas de mi madre, la desesperación de mi padre y las infinitas heridas de mi cuerpo. Una infancia había sido robada por la ignorancia, eso era cierto, pero gracias a todas esas experiencias me había fortalecido y me había convertido en lo que era en ese momento.
La oscuridad no me había devorado, yo no lo había permitido. Me había convertido en su señor y estaba orgulloso de ello.
―En realidad, primo, ese no es tu maldito problema ―espeté con la misma ironía.
―Ya veo… una lástima en verdad porque te quería a mi lado para llevar a cabo nuestra misión sagrada.
―¡Tú único deber como rey era proteger a tu reino, a tu gente y guiarlos sabiamente, pero lo has violentado con tu ambición y sed de poder!
―¿Y quién te dice que no lo estoy haciendo? ―Negó con su cabeza y prosiguió―: Shaoran, en ninguno de mis discursos he mentido, mi objetivo es alcanzar la armonía en el continente, y esta se logra por la vía pacífica, cuando es posible, o por la fuerza, si es necesario.
―¡¿Sacrificando inocentes como Ziyi o mi padre?! ―grité.
Xiong guardó silencio por un momento, pero no mostró señales de perturbación.
―A veces, los sacrificios son necesarios para lograr un bien mayor… y siendo yo el líder, decidí cargar con tal responsabilidad y dolor. ―Jamás… me había sentido tan asqueado en mi vida―. Primo, quizás no logras comprenderlo ahora, pero te aseguro que todo eso fue necesario para llegar hasta este momento glorioso. ―Miró al frente y exclamó con los brazos abiertos―. ¡Hoy están siendo participes de la historia, señores! ¡El surgimiento de nuestro gran imperio de Abyss!
―¡Todo por el imperio y nada fuera de él! ―gritaron al unísono y con fuerza entre las personas.
―¡Les daré una oportunidad porque son mis compatriotas! ―exclamó―. Entréguenme su lealtad absoluta y persigamos juntos el bien común. Nosotros, la elite, debemos regir los destinos de aquellos que no están preparados para la grandeza de los dones sagrados, y de la nueva generación que enfrentará un destino sin ellos… Y yo, como el gran emperador, los guiaré hacia esa paz que todos ansiamos. ―Xiong desvió su mirada hacia mí―. Shaoran, te daré una nueva oportunidad. Tú juraste apoyarme, protegerme y seguirme a donde fuera. ―Tendió su mano libre hacia mí―. Renuncia a tu nombre y toma el apellido Wen conmigo.
En ese instante, todo cobró sentido en mi cabeza. Xiong había renunciado a los Li para portar el apellido de su madre… y de allí venía X.W.
―Sométete ante tu emperador y como prueba de tu lealtad… tráeme tú mismo a aquella mujer. ―Al seguir la dirección en la que apuntaba su dedo, sentí mi cuerpo congelarse al encontrarme con el rostro lloroso de mi duquesa, que inmediatamente fue cubierta por Layla y Tomoyo―. ¿Creíste que no me daría cuenta que estabas ocultando un tesoro valioso, codiciándolo para ti? ¡Una Amamiya viva, portadora del leuniwyd! ―rio―. Ella me pertenece por derecho, así que entrégala. Tráela ante mí y olvidaré tu ofensa de haberla poseído primero.
Ante tales palabras… las dudas desaparecieron. Mis dientes crujieron y mi mano apretó con tanta fuerza la empuñadura que la hice temblar entre mis dedos. Miré sobre mi hombro hacia Layla, Han y Touya, sin querer encontrarme con mi prima o mi duquesa. Y ellos, entendiendo mi ruego silencioso, asintieron sin dudarlo.
El grupo comenzó a retroceder, siendo guiados por Han. Entonces, los ojos del príncipe de Arcana se incendiaron mucho más mientras que los de mi amiga mostraron el color del cielo furioso y así, uniendo sus dos bendiciones, crearon una potente cortina de fuego, alimentada del poderoso viento, que lo ayudó a extenderse y dividió el jardín en dos.
El plan había iniciado. Aunque no podía verlos entre las llamas, sabía que ellos ya estarían corriendo hacia el grupo de contención que los esperaba para ayudarlos a escapar.
Sakura y Mei estarían bien… ellos las protegerían y era lo único que importaba.
―Eso será completamente inútil ―dijo Xiong, sin alterarse―. Sin importar lo que hagan o a dónde corran, la portadora de la luz será mía. Diem está completamente rodeada.
Sintiendo como la empuñadura dejaba de arder y que su peso se alivianaba; miré al frente y alcé mi espada sin dudas. Xiong tenía razón en una sola cosa: fui ciego, no quise ver las señales que ahora me resultaban tan claras, y por ello… todos esos inocentes que él había silenciado, eran mi responsabilidad también.
La hoja plateada apuntó hacia mi enemigo, y todos aquellos que estaban dispuestos a pelear por Cerenia, también alzaron sus armas. Cumpliría con mi deber como hermano, como duque, como miembro de la familia real y como cerenio, aunque eso me destrozara por dentro.
―¡El juramento que hice hace tantos años, lo hice hacia un monarca que jamás existió! No tengo palabra que cumplir y no te debo nada ―expresé con todo el resentimiento que sentía hacia él―. Así que hoy, tomo la responsabilidad que sólo a mí me compete como un Li. Por todo el caos que has provocado, por todas esas vidas que has tomado, yo, Shaoran Li, acabaré contigo Caído.
―Siempre tan soberbio ―suspiró y negó con su cabeza―. Es una lástima que te quedes en el lado equivocado de la historia, pero esa ha sido tu decisión… Hui Ying.
―Sí, mi señor.
―Que un grupo vaya y me traiga a la mujer, la quiero ilesa ―ordenó sin desviar sus ojos de los míos.
―¿Y los demás?
―Eso lo sabes muy bien: están conmigo o están contra mí ―dijo, haciéndome arder en furia―. Quien haya decidido pelear esta noche, será castigado con la muerte y usado como ejemplo para todo aquel que ose enfrentarme.
―¡Ya escucharon a nuestro emperador! ¡Muévanse! ―A su orden, los enmascarados, incluidos los nobles que la acompañaban, se desplegaron.
―¡Que suenen las campanas! ―grité y la señal de fuego fue lanzada al cielo por un místico―. ¡Defiendan el palacio y expulsen a los enemigos!
El grito de batalla se dio y de esa forma todo inició, el sonido del metal con metal resonó en el jardín, y se mezcló con los gritos alarmados y confundidos de aquellos que no comprendían lo que estaba pasando.
La marquesa no miró a su alrededor y tampoco le importó el repiqueteo de las campanas de ataque, sólo estaba allí, mirándome y con su arma apuntando hacia mí.
―¿Por qué? ¡¿Por qué rechazaste a nuestro emperador?! ―gritó en voz mortalmente venenosa.
Mi respuesta a su pregunta fue adoptar mi posición defensiva.
―Mi señor ―llegaron dos hombres que me cubrieron.
―¡No interfieran, asquerosos seres inferiores!
―Protejan a los civiles y condúzcanlos a un lugar seguro. Yo la distraeré hasta que lleguen los refuerzos ―decreté sin desviar mis ojos de la marquesa, sabiendo que ella no me dejaría huir.
―¡Tú eres mío, Shaoran! ¡Y esta vez nadie va a interferir!
―¡Vayan, es una orden!
Los escuché aceptar mi dictamen y después se alejaron de mí. Y aun cuando el caos y la devastación nos rodeaban, en ese instante sólo éramos ella y yo.
Lanzando su risa estridente, se lanzó hacia mí con su espada en alto, pero yo no me moví de mi posición. Esa vez no cometería el mismo error de confiarme. Sabía que no tenía oportunidad contra ella sin usar mi poder, pero al menos la mantendría enfocada en mí para que no mermara nuestras fuerzas.
Teniéndola a un par de pasos, moví con presteza a Suejin en un tajo oblicuo haciendo que se encontrara con su enemiga, ambas chillaron en la oscuridad. Los gritos a nuestro alrededor eran casi ensordecedores, los refuerzos ya habían llegado y se habían sumado a la batalla sin dilación, pero mirar a los lados era un lujo que no podía darme y ella lo sabía y lo disfrutaba. Sus ojos destellantes por el frenesí de la pelea y esa sonrisa que mostraba todos sus dientes, me lo decían.
De repente, el brillo de una espada centelleó por mi derecha y lo esquivé justo a tiempo al hacerme hacia atrás. En ese instante, me guardé para recibir otra estocada, pero una espada atravesó el estómago de mi atacante desde atrás. Cuando el arma fue retirada, la marquesa sacudió el arma y me observó con mirada desquiciada.
―Tú eres mío, querido Shaoran. Mi presa y de nadie más ―se carcajeó.
No respondí. Sólo me limité a gruñir con toda mi fuerza al mover en círculo mi espada para hacerla retroceder e intenté asestarle una patada en su abdomen, pero ella se alejó en el momento justo.
Los silbidos de las flechas me hicieron darme cuenta de que los arqueros ya se habían unido. Mi atención se mantuvo en ella y en su filosa espada, pero a través de mi vista periférica divisé las llameantes puntas surcando la noche. Los místicos y los guerreros cerenios estaban dejando su alma en esa batalla.
Con un estridente grito de batalla, la mujer continuó su asedio. Trataba de seguirle el ritmo y predecir sus ataques para adelantarme, pero ella era pequeña, escurridiza y certera con sus golpes; era imposible. No me daba descanso y me obligaba a mantenerme en defensa por su rapidez.
Dando un salto hacia atrás y cubriéndome con la espada de una estocada, me alejé buscando un respiro, pero ella me dio alcance de inmediato. Sentí varios cortes en mi piel tras una serie de ataques y enseguida maldije para mis adentros, porque si eso continuaba no duraría más de cinco minutos contra ella. Así que, tomando aire y soltándolo en una fuerte expiración, dejé mi mente completamente en blanco y permití que me gobernara el instinto de supervivencia. No pensar, no analizar, sólo dejar que mi cuerpo respondiera ante la presión de su espada.
«Izquierda», me moví y me cubrí con Suejin al momento que vi venir un destello por ese lado. Más chispas saltaron ante el encuentro de los metales.
Sentí un corte en mi costado izquierdo, pero no tuve tiempo de quejarme siquiera porque la mujer me atacó con un mandoble cruzado, el cual apenas pude evadir al girar mi torso hacia la izquierda en el momento justo.
En respuesta, desplacé mi peso hacia mi pierna diestra y moví mi espada hacia la derecha y hacia abajo, pasándola por delante de mi cuerpo en semicírculo descendente, obligándola a retroceder de un salto hacia atrás.
Miré al frente, ella me había obligado a retroceder demasiado y me alejó de Xiong. Bien, había llegado mi turno de presionar para ganar terreno.
Avancé dos pasos y lancé varias estocadas frontales que ella desvió sin problema, entonces, usando una sola pierna de apoyo, me giré para dar un barrido horizontal lleno de fuerza que dejó una estela plateada, y después impulsé mi cuerpo hacia abajo y hacia adelante, logrando así impactar mi codo en su estómago. Eso habría sido suficiente para dejar a una persona sin aire, pero ella era diferente. Eso no la detendría.
Retrocedí y me cubrí cuando la vi agitar su espada.
―No sabes cuánto había ansiado este momento. ―Se enderezó y limpió un pequeño hilo de sangre de su labio con su lengua―. Estar frente a frente, sin máscaras, sin secretos. Solos tú y yo.
No contesté, volví a mi pose defensiva y me cubrí con el filo de Suejin, alzando mi pierna derecha flexionada. Ella sonrió y volvió a lanzarse al ataque, reanudando nuestro encuentro. Las estocadas iban y venían, sus risas me ofuscaban, y con cada segundo que pasaba mis probabilidades de mantener el ritmo caían en picada. Mientras yo me hacía más lento, ella se hacía cada vez más rápida y aunque no quisiera, me hacía retroceder más y más. Ese era el verdadero poder del hyfel.
De un momento a otro, un grito brioso se escuchó y la tierra rugió debajo de pisadas fuertes y vigorosas. Un puño enorme de piedra apareció a nuestra derecha y embistió a la mujer, lanzándola lejos de mí.
―¡Rodeen y protejan a su majestad! ―rugió la voz de mi maestro. Sacudió su brazo y este volvió a la normalidad. Al poco tiempo varios militares me rodearon―. ¿Cuáles son sus órdenes, mi señor?
El general me miró por encima de su hombro y sonrió de lado; ese pequeño gesto… ¡¿Se había vuelto loco?!
―¡Sus órdenes! ―volvió a exigir, dándome el mando completamente.
Maldita sea, estaba furioso, pero luego lo hablaría con él. No era el momento ni el lugar.
Entre el grupo que me escoltaba con sus armas en alto, observé todo a mi alrededor y a Xiong que estaba en la lejanía. Él se mantenía inmóvil en su lugar, observando indolente lo que su ambición había provocado: la destrucción de su propio palacio y el sufrimiento y la muerte de su gente.
«Maldito».
―¡Si lo que dijo el enemigo es cierto y la ciudad ya está sitiada, no podremos esperar nuestro ejército! ¡La única oportunidad para hacernos con la victoria es ir por él! ―exclamé y todos asintieron―. ¡Nuestra misión no puede prolongarse! ¡Creen una brecha para mí y acabaré con el traidor de Cerenia!
―¡Formación zafiro con escudos en alto!
―¡Sí, señor! ―gritaron todos y tras golpear sus escudos con sus armas, se movieron en completa sincronía para crear una pared de metal con sus lanzas apuntando al frente.
―¡Vaya por él, majestad!
―Luego hablaremos de esto, maestro.
Escuchando su profunda risa, me lancé en carrera hacia Xiong. Debía llegar, debía enfrentarlo… y debía matarlo para salvar a mi pueblo.
Dos hombres enmascarados aparecieron en mi camino, no dude siquiera en agitar mi espada hacia ellos, enfrentándolos al mismo tiempo. Sentí un corte en mi pecho, pero no me detuve. Seguí blandiendo mi arma para atacar y defenderme, logrando herir a uno en su brazo y lo aparté de una patada. Retrocedí y giré para enfrentar al otro. El metal rugió, ambos empujamos en la dirección del otro, y aprovechando que había dejado su lado derecho desprovisto de protección, me agaché y blandí mi espada para herirlo en los muslos. Él gritó de dolor, aun así, no soltó su arma y la empuñó en mi contra. Me agaché y desde allí impulsé la hoja hacia arriba, encajándola en su abdomen sin titubear. Tosió sangre y el líquido caliente que emanaba de la herida tiñó mis manos de rojo. Lo empujé para sacar mi arma y me giré hacia otro que aun con un solo brazo sano, trató de hacerme frente.
No tuvo oportunidad.
De repente, llamaradas poderosas me atacaron desde ambos lados y sólo atiné a lanzarme hacia adelante, girando sobre el suelo, pero no sería suficiente. Mis ojos vieron acercarse el fuego y el calor ya podía sentirlo en mi piel, entonces una pared de agua se levantó frente a mí y me protegió de las llamas. Cuando la espesa nube de vapor se disipó, pude ver a lo lejos que el místico que me había salvado era el conde de Rhewgals.
―¡Siga su camino, majestad, nosotros nos encargaremos de los místicos!
Asentí y retomé mi camino hacia Xiong.
«¡Rápido, más rápido!», me decía una y otra vez porque con cada segundo que pasaba nuestra oportunidad se desvanecía. Los hombres que estaban fuera del palacio se apersonarían pronto.
Y aun cuando pasaba cuerpos y cuerpos que habían sido víctimas del asedio, no podía detenerme. No podía dudar. Tenía un único objetivo y estaba justo al frente.
Más obstáculos aparecieron, pero los valientes cerenios cumplieron su parte. Abrieron mi paso sin vacilar con sus armas en alto y haciendo uso de sus grandiosas bendiciones. De esa forma, por fin pude darle alcance a mi enemigo.
Grité furioso su nombre y me impulsé sobre la baranda hacia el aire. El tiempo se ralentizó en ese instante. Yo mantenía la espada sobre mi cabeza mientras descendía hacia él, pero Xiong no se había inmutado y tampoco hizo ademán alguno de querer defenderse con su arma… Sólo sonreía.
En el último momento, un sujeto apareció de la nada y se interpuso en mi camino, pero no pude frenar mi ataque. Terminó cortado por el filo de Suejin.
Xiong retrocedió varios pasos y me miró sin borrar el gesto de burla de su cara.
―Veo que estás muy dispuesto a matarme, ni siquiera lo dudaste. Eso me duele en el corazón.
―Ríndete, no tienes escapatoria ―mascullé y sacudí mi espada al frente, haciendo que la sangre enemiga salpicara el suelo.
―¿Y quién te dijo que quiero escapar?
De reojo detecté movimiento a mi derecha y no dudé en girar mi torso y cubrirme con Suejin para desviar el ataque; era el marqués de Rygore. El hombre no dudó en embestir de frente con su jabalina y me hizo retroceder varios pasos lejos de Xiong. Me apuntó con su arma dispuesto a lanzarse en mi contra.
―Yo le protegeré, mi emperador ―sonrió y giró la jabalina con seguridad.
Me preparé para recibir su arremetida, pero inesperadamente, un potente gemido brotó de su boca.
Cuando el cuerpo cayó al suelo, observé como Xiong sacudía su espada manchada de sangre.
―Por fin me dio el motivo perfecto para deshacerme de él. ―Apuntó su filo hacia mí y sonrió de nuevo―. ¿Estás seguro que tienes lo necesario para enfrentar a un dios?
Nada. No quedaba nada del Xiong que yo alguna vez había conocido… o quizás jamás existió. Apreté la empuñadura con toda mi fuerza y lanzando un grito que mostraba mi dolor y mi furia, blandí el acero hacia él. Mi núcleo ansiaba su vida, pero yo quería darme el placer de atravesarlo con mi espada.
Xiong no alteró su expresión y recibió mi ataque sin dudarlo. Irremediablemente los recuerdos de cuando entrenábamos juntos en ese mismo maldito jardín durante nuestra adolescencia, me traicionaron e hicieron flaquear mi voluntad por un momento, oportunidad que él supo aprovechar para herirme en mi muslo derecho. Pero yo también me beneficié de lo que siempre había considerado su defecto: la excesiva confianza que tenía en su ofensiva.
Abrió demasiado su guardia al lanzar un barrido vertical y logré herirlo en el pecho al agitar a Suejin. Xiong soltó un quejido, pero no retrocedió. Nuestras espadas siguieron colisionando, una y otra vez, respuesta tras respuesta, y herida tras herida. Cortes que hacían arder mi piel, pero que no hacían flaquear mi voluntad pues la nociva sonrisa en su rostro incrementaba mi ira.
―¡¿Acaso no pensaste en Mei?! ―le grité en el momento que nuestras espadas quedaron enfrentadas.
―Ese es tu problema, Shaoran ―espetó―. Un verdadero gobernante no se detiene en sentimentalismos. Hace lo que debe hacer y punto. Además, ―Retrocedió y mostró un gesto cínico―, es una bastarda.
El fuego en mis venas se acrecentó ante tales palabras: lo mataría. Juraba por los dioses que lo mataría.
Embestí con potencia y arremetí al verlo perder el equilibrio. Mi respiración era irregular, pero no me importaba. Ya no había molestia ni ardor por las cortadas en mi cuerpo, sólo el rencor que él había hecho germinar en mi pecho. Comencé a lanzar estocada tras estocada; Xiong no podía hacer más que defenderse.
Lancé un corte horizontal hacia la derecha y después un tajo circular en su dirección que lo hizo perder su arma. Ya era mío y no perdería la oportunidad.
Flexioné mis muslos y giré sobre mis pies para coger impulso. Los segundos pasaron y vi como poco a poco la punta se Suejin se acercaba a su pecho, casi podía sentir la victoria en mis manos. Pero de repente, una ráfaga potente y sorpresiva me hizo retroceder con violencia y me impactó contra el suelo. Mis huesos crujieron, el dolor me recorrió entero y el aire abandonó mis pulmones de golpe.
Tosí con fuerza y busqué recuperar el aliento, y aun cuando cualquier movimiento me hacía gemir, giré sobre mi cuerpo con lentitud.
―¡Cuando te dije que me había convertido en un dios para hacerle frente a las deidades, no estaba exagerando!
Al dirigir la mirada hacia él, observé atónito como sus ojos resplandecían en rojo sangre… y su cabello se tornaba completamente plateado. Xiong alzó su mano y en el aire aparecieron varias dagas que resplandecían en luz dorada; todas ellas apuntaron en mi dirección.
¿Qué… demonios estaba pasando?
―¿Querías descubrir la bendición del Caído, Shaoran? ―se rio―. ¡Pues aquí te la muestro! ¡Los elementos sagrados me pertenecen! ¡Sólo me falta la luz y la oscuridad, pero pronto las tendré y mi transformación será completa! ¡Así podré destruir al fin a los dioses que se creyeron dueños de nuestros destinos!
Las dagas se lanzaron hacia mí a toda velocidad. Me levanté como pude y me cuadré para proteger mis puntos vitales, porque no me daría tiempo esquivarlas… Pero en el último segundo una sombra se atravesó frente a mí y después escuché un grave quejido ahogado… y como la carne era atravesada.
Mis ojos estaban completamente abiertos, viendo como la colosal figura del hombre que siempre había cuidado de mí… se deslizaba hacia el frente. Porque aun cuando había utilizado su poderosa armadura de piedra, las hojas de oro se habían clavado en su espalda sin piedad.
Sólo atiné a recibirlo, sintiendo como su frente caía en mi hombro sin fuerza. Yo… no reaccioné más allá de eso. Mi mente viajó lejos. ¿Cuántas batallas habíamos librado juntos, luchando espalda con espalda? ¿Cuántas veces habíamos burlado a la muerte y reído después? Incontables, pero cuando mis temblorosas manos se posaron en su espalda y sentí su sangré brotar de las heridas… el vacío me invadió y la hiel me recorrió el esófago.
Y aquí tenemos el penúltimo capítulo de esta historia.
Debo decir que me encantó crear este antagonista, su historia, su sufrimiento y el camino que lo llevó a convertirse en El Caído. Fue gratificante como escritora porque puso a prueba mi corazón de azúcar xD
Sé que muchos ya lo sabían y sólo esperaban la confirmación, después de todo, dejé incontables pistas a lo largo del camino, pero otros estarán todavía en negación, uno de ellos es mi buen lector cero Pepsipez xD que me dijo: ¡me iré a llorar a una esquina! Y a pesar de que las apuestas ya estaban sobre la mesa, espero haberlos sorprendido con su verdadera personalidad. El rey era una mera actuación y ante ustedes se presenta el verdadero Xiong Wen xD Un hombre que fue humillado en su juventud y encontró en las tinieblas su redención. Y con el surgimiento del imperio de Abyss, nuestro antagonista desea instaurar la supremacía de las bendiciones en el continente. Algo que no compartimos, (estamos del lado del duque bebé de luz), pero que sus seguidores idolatran y por ello lo ven como un héroe.
De verdad que es un personaje que muchos podrían odiar, pero para escribir un buen villano hay que amarlo, comprenderlo y estar en sus zapatos. Eso me lo dijeron y decidí aplicarlo en esta historia. No fue sencillo y no es perfecto, pero estoy muy satisfecha con él y le tengo un inmenso cariño por lo que logró como villano xD
Ahora vemos que el general nunca fue el malo, que él, siendo un hombre perspicaz, se dio cuenta al final de que el enemigo estaba mucho más cerca, pero siendo el rey, no podía simplemente acusarlo basado en sospechas sin pruebas. Nadie le creería, pero se encargó de que los militares se centraran en que su lealtad estaba con la nación y no con el hombre que porta la corona. Y su objetivo final: que todos reconocieran a Shaoran como rey, porque es quién dedicó su vida y su esfuerzo por su nación.
Quizás no porta la corona, pero es un rey de corazón :)
Y como todo héroe, nos deja un aprendizaje y una muerte gloriosa en batalla. Repito, Pepsipez todavía no me perdona esta muerte xD
La escena entre Shaoran y Sakura, cortita, pero valiosa, al igual que el momento que tuvo con Meilin. No me odien por destrozar a la princesa, era necesario :(
Espero hayan disfrutado de este capítulo porque ya sólo nos queda el final. La noche oscura ha llegado al fin y veremos el nacimiento de lo que vendrá.
Les agradezco a mis lectores cero Pepsipez y WonderGrinch que me prestaron sus ojitos para la revisión y por sus comentarios oportunos :D
Espero sus opiniones y estaré encantada de leerlas y contestarlas :D
Nos leemos en el capítulo final.
Un beso para todos y recuerden que dejo mis adelantos los miércoles en Faceboook ;)
CherryLeeUp.
