Capítulo 33- Día tras día.—Hola, cariño —habló la mujer.
Todomatsu se quedó estático y sonrió casi por costumbre. Después enfocó la vista y se dio cuenta de que atrás de su madre se encontraba su hermano Choromatsu.
—Hola, mamá. Y Choromatsu nii-san... —hizo una reverencia ultra leve. —¿Qué están haciendo aquí? A esta hora... —trató de ser lo más educado posible, aunque su pregunta de por sí no era muy adecuada.
—Mamá quería verte —soltó Choromatsu sin sentimiento alguno.
—Hola otra vez —la mujer se dirigió a Atsushi y soltó una risita al verlo.
Atsushi de inmediato notó el porqué de aquella sonrisa en el rostro de la mujer. Su cabello estaba todavía desastrosamente alborotado.
Casi automáticamente se peinó a como pudo pasándose la mano por la cabeza; su expresión somnolienta desapareció por unos instantes.
—Hola, señora Matsuno —respondió. —¿Qué tal?
Todomatsu exhaló y la mujer sonrió.
—Bueno, en vista de que ha pasado un tiempo creí que sería buena idea dar una visita. Perdón por no avisar... Vine en cuanto tu padre se ausentó —dijo Matsuyo a Todomatsu.
—Oh, de acuerdo, no hay ningún problema, ¿no, Atsushi-kun? —Todomatsu exclamó con una expresión de sorpresa la cual no podía disimular. Abrió más la puerta para que pudieran pasar.
Atsushi sonrió y asintió a la vez que saludaba a ambos con una reverencia, no obstante, detuvo a Choromatsu para darle un amistoso y firme apretón de manos. Éste último sonrió también.
Una vez que entraron en la casa Todomatsu pensó que un buen lugar para una visita era la sala principal, donde estaba la televisión y la pequeña mesita de vidrio frente a ésta, cerca de la cocina. Hizo y sirvió té; tres tazas, Atsushi no quiso beber nada.
Ante la repentina visita tuvo una mezcla de sentimientos. Estaba emocionado, contento, pero al mismo tiempo sintió cierta incomodidad ante algo no previsto y no sabía cómo lidiar con ello, todo lo contrario a Atsushi. Éste por su parte se hallaba completamente tranquilo y aunque a veces un rostro sonriente suele ocultar los verdaderos sentimientos, este no era el caso, pues Todomatsu no pudo percibir semejante aura proveniente de él. Se preguntaba cómo Atsushi era tan flexible en todo momento con cualquier persona y en cualquier circunstancia... Sin duda se le atribuía a ello algo que a Todomatsu le gustaba.
—Señora Matsuno, ¿qué tal estuvo el camino? Para no conocer la zona tuvo que ser algo tedioso —preguntó Atsushi.
—Oh, no fue nada. Mi hijo cuidó de mí y se encargó de todo —respondió a la vez que ponía una de sus manos en la rodilla de Choromatsu. —Me sorprende que la estación de metro esté algo alejada de aquí.
—Lo entiendo, está algo alejado de la ciudad —asintió. —Y Choromatsu-kun, ¿cómo están tus hermanos? Hace tiempo que no los veo.
—Están igual que siempre —respondió el mencionado sin mucho ánimo. —Quiero decir, no hay novedades...
—Mientras todo se mantenga igual y nada empeore debe de estar bien, ¿no? —esbozó media sonrisa y Choromatsu se la devolvió. —Ahora que lo pienso, ¿te gustaría ver algo en especial? —preguntó mientras encendía la televisión.
Choromatsu respondió que no, pero aún así Atsushi le tendió el control remoto por si cambiaba de opinión. Todomatsu rellenó la taza de su madre con más té.
—De nuevo, una disculpa por el atrevimiento —habló Matsuyo, dirigiéndose a Atsushi. —Tenía la necesidad de verte, no podía olvidarme de la última vez. Es decir, no tengo en especial algo qué decir, pero quería que supieras que todo está bien entre nosotros —se tocaba sus propias manos con torpeza y nerviosismo.
—Lo sé, no se preocupe por eso. Eso lo sé —se apresuró a decir Atsushi. —Creo que usted sufrió más en ese momento que yo... ¿no es así?
—¿Eso cómo se puede saber? —dijo con cierto tono dulce. —Cariño, eso quedó atrás, pero aún así quería que supieras que por mi parte todo está bien, ¿sí? En caso de que eso pueda aliviar un poco tu corazón, quería venir y decírtelo yo misma a que tú te hayas hecho tu conclusión.
—Entiendo —Atsushi asintió con una sonrisa en los labios; sus facciones se relajaron aún más. —Muchas gracias.
Todomatsu sonrió ante la dulzura con la que su madre se dirigía a Atsushi.
Choromatsu suspiró y al poco tiempo cambió el canal de la televisión; eligió un reality show.Todomatsu se arrellenó en el sillón.
No sabían qué más decir con exactitud, a veces pretendían distraerse con la televisión o con cualquier otra cosa sin importancia. De repente sin pensarlo mucho a Atsushi se le ocurrió algo que podía decir y entonces se dibujó una sonrisa en su rostro.
—¿Sabes, Choromatsu-kun? Debo agradecerte por algo —dijo para llamar su atención y lo logró.
—¿Agradecerme?
—Sí, creo que Totty ya te lo dijo pero bueno, igual necesito decírtelo yo. Gracias por... las cartas que escribiste para mí en aquel entonces. Tocar el piano no era tan tedioso gracias a eso.
—¡¿Mis...?! Oh, sí, sí. No fue nada. Yo sólo... —inmediatamente su rostro se tornó color rojo. Rascó su nuca con nerviosismo, tenía vergüenza de tener que ver a Atsushi por primera vez en esa situación. "¡En aquel entonces era tan cursi!", pensaba para sí mismo. —De nada... —desvió su mirada. Sus manos habían empezado a temblar un poco.
Atsushi sonrió, pero esta vez había sido una verdadera sonrisa. Una sonrisa en la que había mostrado su dentadura. Sus rasgos japoneses no eran muy marcados en sí, pero al sonreír de aquella manera sus ojos se vieron mucho más rasgados de lo usual.
—Lo agradezco —volvió a decir Atsushi.
Matsuyo los miraba con expresión relajada aunque no entendía del todo de lo que estaban hablando, pero se daba una idea por algo que escuchó del resto de sus hijos mientras merendaban. Todomatsu rió ante la reacción de su hermano mayor.
—No fue nada. Yo este... Bueno, jamás pensé que podría verte —habló Choromatsu al cabo de unos segundos en silencio.
Atsushi asintió y volvió a decir una y otra vez cuánto lo agradecía y cuánto significaba aquello para él. En realidad a Todomatsu ya no le sorprendía que Atsushi estuviese tan obsesionado con el tema y que cada que pudiera volvía al asunto y hablaba de ello. Antes de haber hablado de las cartas nunca las mencionó pero en efecto había marcado una parte importante de su vida.
El resto de la velada siguieron hablando todos juntos. Al final ya nadie le ponía atención a la televisión. Todomatsu arrimó otra tetera llena y de una vez trajo galletas, las cuáles Atsushi amaba; ocho tipo de galletas, en realidad. Desde que el menor había llegado a vivir a aquella casa Atsushi se había vuelto inesperadamente adicto a las cosas dulces.
Matsuyo volvió a recordarle a Atsushi que era totalmente bienvenido a su casa por parte de ella aunque desafortunadamente su marido no pensara lo mismo y actuara de una manera estrepitosa ante la pura mención del muchacho. De cualquier manera, al igual que su hijo y compañía, había aprendido a pensar y tomar decisiones por su cuenta aunque resultara a veces doloroso el actuar solitariamente. Ahora, había recién resentido con más fuerza todo aquello que había permanecido escondido en los corazones de sus seis hijos; miedo, confusión y los dolorosos secretos que se perdían en el silencio forzado de éstos.
A su vez Atsushi le había concedido el derecho a la mujer de presentarse en su vivienda cada que lo desee. Y además siguió jugando con las reacciones de Choromatsu que jamás paraban de divertirle, nunca se sabía qué diría o cómo actuaría ante algún comentario o situación.
Las tardes se volvían diferentes conforme pasaba el tiempo. En días y meses anteriores la rutina era siempre la misma, esperando a que Atsushi volviese del trabajo a una hora indefinida y éste por su parte sólo pensando en Todomatsu y cómo debería de compensar el hacerlo desperdiciar sus días de aquella manera. Bueno, todo aquello había cambiado.
Ahora Atsushi conocía a la familia de Todomatsu y de vez en cuando recibía saludos de Matsuyo. Ella iba a veces a la cafetería con su hijo pequeño, donde de nuevo se encontraba al joven oficinista y podían charlar un rato. Incluso ambos muchachos ayudaban a la mujer a realizar sus compras cada que podían.
Otras veces, los sextillizos se reunían con Futsuumaru después de sus clases y comían comida deliciosa juntos. Todomatsu pasaba las tardes con Sacchi y Aida las tardes en que Atsushi se quedaba hasta una hora insana en su trabajo, e incluso en otros días más favorecedores éste último llevaba en su auto a las dos chicas y al menor por la plaza comercial y alrededor de todo Tokio para pasear un rato, justo como si fuese una cita grupal. Pasear por la ciudad era entretenido, tanto que se volvió una costumbre recurrente.
Aquello por supuesto no significaba que fuese muy seguido, pues Atsushi estaba usualmente muy ocupado, pero por alguna razón lograba zafarse a veces de sus deberes. Aquel cansancio era reflejado en su rostro, no obstante, sabía disimular bien; había aprendido a vivir con ello simplemente.
Después de aquella primera visita de Matsuyo a casa de Atsushi, hubo muchas nuevas oportunidades de volver a convivir. El tiempo pasaba monstruosamente rápido y de aquello ya habían pasado casi tres semanas. Entre aquello se llevó a cabo la salida que Todomatsu había acordado con Futsuumaru y Atsushi. Aquel día Shibuya había estado de lo más deslumbrante, siempre en constante movimiento. Fue un día divertido.
Pasaba el tiempo, y nadie se daba cuenta de exactamente en qué se iba cada respiro.
De pronto Todomatsu cayó en cuenta de que ya casi se cumplían seis meses desde que Atsushi le había dicho sobre aquellos cambios en su trabajo que estaba llevando acabo y que le comentaría después, los cuáles eran la supuesta razón de su esfuerzo. Y conforme pasaban los días, el menor se seguía preguntando una y otra vez qué sería y por qué Atsushi ya no hablaba más de ello.
Es decir, aunque se encontraba feliz y disfrutando de una nueva vida plena en su querida juventud junto a la persona que amaba, había algo chiquito, realmente muy chiquito, que no dejaba de molestarlo una y otra vez.
Atsushi estaba aprendiendo a controlar su vida, sin embargo volvía a caer en lo mismo. Horarios que se asemejaban a una prisión y lo alejaban de las personas que apreciaba, y le hacían evadir momentos que quizá estaban destinados a convertirse en sus preciadas memorias. Todomatsu se daba cuenta de todo aquello.
¿Desde cuánto tiempo había sido así?
Era increíble pero en un cerrar de ojos, Todomatsu y por supuesto sus hermanos, estaban a punto de cumplir veinticuatro años. Faltaba tan poco para el veinticuatro de mayo...
No había sido nada fácil. ¡En un sólo día pueden pasar cientos de cosas! Era demasiado para todos tener que pensar en las cosas que habían hecho en aquellos tres años. Porque, tres años es mucho tiempo.
Las mentes de todos estaban tan cambiadas, pero para bien afortunadamente.
Y justo cuando los sextillizos volvieron a celebrar su cumpleaños, con el pasar de los días se dieron cuenta de que pronto Atsushi cumpliría sus veintisiete primaveras.
Había pasado ya los años anteriores; Atsushi se encontraba siempre en la oficina para aquel día desde la mañana hasta la noche y quizá así varias semanas.
Sus amigos intentaban siempre organizar alguna fiesta sorpresa o una salida especial, pero había resultado siempre imposible.
Quizá el hecho de que Kumi y Miwa le dieran algún obsequio pequeño lo hacía menos solitario, pero no era lo mismo y jamás lo sería.
Después de salir del edificio de oficinas Todomatsu solía dejarle algún recado con un regalo junto a éste, es decir, cuando lo veía después de uno o dos días.
Pero para el año actual, Todomatsu, Futsuumaru y sus hermanos habían planeado algo especial y loco. ¡Realmente loco e inesperado!
Hasta que llegara el día, esperarían. Se emocionaban de hacerse la idea, pero bueno, faltaban todavía varias semanas para ello. Casi un mes y medio exactamente.
Todavía podían pasar muchas cosas, el año era demasiado joven.
Existe una extraña combinación de sentimientos que te hacen sentir abatido por causas desconocidas.
Sientes que quieres que el mundo te entienda, pero cuando te das cuenta de cuán insignificante eres para él, te invade el miedo, temiendo que el mundo pueda hacerte algo perjudicando tu vida. Y también, quieres entender al mundo, pero conforme vas viendo los verdaderos colores de éste, deseas de repente no entenderlo más; olvidar todo lo que sabes de el.
Esto era, lo que Todomatsu sentía constantemente muy al fondo de su corazón. El sentimiento se había disipado poco a poco en sí, pero algo de ello quedaba aún en él.
¿Cómo vives cuando sientes que ya sabes lo suficiente, y simplemente te da miedo saber más?
Después de haber pasado momentos difíciles solo y también con Atsushi, aprendió a vivir de una manera tranquila consigo mismo. Cumpliendo sus sueños poco a poco y sin exigirse demasiado. Siempre había algo nuevo por hacer, escondido por allí y esperando por él.
Es que... ¡Podían pasar miles de cosas en tres años!
Una tarde en la que Atsushi se encontraba ausente en casa, Todomatsu se hallaba preparando sushi y un pastel de plátano para cenar más tarde.
Hornear se había convertido en uno de sus hobbies favoritos en las últimas semanas; había probado con casi todo lo que no había hecho antes: tartas de fresa, pasteles de manzana, tartaletas de canela e incluso había empezado a decorar los hot cakes con moras azules cuando antes sólo lo hacía con miel y mantequilla.
Atsushi a veces se quejaba diciendo que había subido de peso por culpa de Todomatsu y éste último se reía. Fue a partir de aquella rutina de alimentación que resultó para ambos muy atrayente la idea de ir al gimnasio, por lo que comenzaron a ir juntos.
Todomatsu creía que realmente ninguno de los dos lo necesitaba, pues a sus propios ojos los dos se miraban igual que antes, pero Atsushi era demasiado exigente consigo mismo en cuanto a la manera en que se sentía y no dejaba de decir una y otra vez que había engordado mucho. Para Todomatsu aquello eran sólo mentiras.
Hubo varias ocasiones en las que se llevó parte de los postres a la cafetería para compartirlos con Sacchi y Aida. Y cuando de verdad eran demasiados, llamaba a alguno de sus hermanos para que fuera por ellos, e incluso aprovechaba para que se llevara todo aquello que eran pérdidas para la tienda y que simplemente ya no se vendía. Había demasiados pasteles y otros postres que se marcaban como caducados y que seguían viéndose y oliendo bien, pero que ya no podían ofrecer más al público.
Sólo en aquellas ocasiones se ofrecían Osomatsu y Jyushimatsu para ir a ver a Todomatsu primero que cualquier otro de sus hermanos. Es decir, eran postres. No se negaban a ello siempre que convenía y que sonaba como una buena noticia.
El resto del tiempo de esos días Todomatsu había salido a beber con las chicas a lugares nocturnos y divertidos, y muchas otras prefería ir a casa y leer algún libro de la estantería de Atsushi que creía ya haberlos acabado casi todos. Pero nunca era suficiente, cada que podía se pasaba por la librería y compraba nuevos ejemplares. Había juntado tantos que ahora le resultaba casi imposible poder terminarlos todos con su últimamente escaso tiempo libre, pero le emocionaba siempre pensar en qué nuevos mundos podría descubrir.
A veces, amanecía de lo más cursi y se le metía en gana dejar cartas escondidas para Atsushi en lugares donde éste pudiese encontrarlas; quizá se había inspirado por su tercer hermano.
Se aseguraría de dejarle una por semana, hasta que fuese su cumpleaños.
Esta costumbre al principio resultó extraña para Atsushi pero después de la tercera carta le dio gracia y le hizo emocionarse incluso cuando le esperaba un día pesado y aburrido por delante.
La primera carta la encontró en su maletín de trabajo, pensando que quizá era algo que debía entregar. La segunda, fácil: en el asiento trasero del auto. La tercera la pudo encontrar de inmediato al abrir su pc y verla puesta ahí sobre el teclado.
Después dio lugar a la cuarta y a la quinta...
Una doblada y metida en la billetera, y la otra simple y sencillamente sobre la mesa del comedor en ausencia del remitente.
Pronto llegó el momento de escribir una sexta, pero sería después del cumpleaños de Atsushi. Y para ello ya faltaba una semana... Era tiempo de poner manos a la obra.
Esta vez, todo debía ser perfecto. No quería que Atsushi volviera a tener un cumpleaños solitario incluso cuando había personas pensando en él. No como los años anteriores...
Después de hacer anotaciones de varias cosas pendientes, envió algunos mensajes e hizo dos llamadas. Una dirigida a sus hermanos y la otra hacia Futsuumaru, aunque, tenía la sensación de que quizá debería realizar una tercera.
