La chica del vestido azul
Angielizz
Zapatilla de cristal
Es una suerte que su madre trabaje los sabados y que Tanya haya decidido aprovechar su mañana desde temprano para ir de compras, aunque desde que regresó de casa de Isabella no ha hecho otra cosa que mirar desde la ventana de la sala hacia la calle en espera de ella. Se aleja de la ventana y se sienta en el sillón individual con las manos recargadas en las rodillas. No vendrá.
La noche anterior sólo había querido convencer a Bella para llevarla de regreso a su casa y alejarla de los peligros que una fiesta suponía en su estado. Pero luego del último intercambio de palabras entre ellos apenas había podido dormir la noche anterior, malgastando el tiempo en llamar y dejar mensajes a Rosalie y Alice; frente al espejo convenciéndose que debía seguir adelante en aquello de dejar a la chica del vestido azul y a Isabella en el pasado; e intentando llenar sus pulmones del rencor que había mantenido dentro de sí los días pasados.
Todo era en vano, siempre regresaba a Bella en su cabeza. En su risa, sus ojos tristes y el llanto de ella mientras conducía hacia su casa la noche anterior. Miró el celular, eran ya las dos de la tarde y si no aparecía pronto Isabella, lo haría su madre o Tanya.
Salió por la puerta de la entrada, pero ambos lados de la calle se encontraban vacíos. Regresó al sillón repasando los eventos de la noche anterior antes de conseguir hacerla entrar a su automovil.
—Bella, por favor.
Ella dio un paso hacia el frente, tambaleante hasta agarrarse del brazo de Edward que la mira con una línea delgada en sus labios.
—No sigas mintiendo. ¿Qué hice mal?
Los ojos de ella se le clavan en la mirada, no lo mira con el odio que se esperaría, ni con molestia o cinismo, es una pregunta atormentada y sincera. Ni siquiera tiene idea de lo que los separó.
—Sube, mañana hablaremos.
—No lo harás, no voy a recordar nada de esto —Edward sonríe mientras niega con su cabeza, ahora las manos de ella no sólo están en sus brazos sino también en sus hombros y espalda, de alguna manera lo está abrazando y no tiene la fuerza para separarse de ella.
—Lo sé —admite—, pero no puedo dejarte aquí —se permite apretarla contra su cuerpo y oler la fragancia que ella emana aunque ahora mezclada con el vodka—. Es peligroso.
—Estoy mareada —lo aleja de ella y da un par de pasos hacia atrás, para después sentarse en el suelo.
—Ven, arriba —intenta levantarla por segunda vez de la banqueta, sin éxito.
—Llamaré a mamá.
—No es una buena idea —se arrodilla frente a Isabella ignorando el impulso de mantener distancia con ella, la música de la fiesta y el barullo de los jóvenes a unos metros de distancia parecen distraer a Isabella porque no deja de mirar hacia la casa—, ¿por qué tienes que ser tan complicada?
—¿Eso fue? —pregunta Bella regresando la vista a él mientras le sonríe borracha.
—¿El qué?
—Te alejaste de mí, porque soy complicada —afirma ella mientras frunce el ceño, él niega con la cabeza—. Te extraño tanto —él lucha contra el repentino impulso de tomarle la cara y besarla, aprieta su mano en un puño y lucha contra sí mismo—, no soy una niña, podríamos ser amigos.
—No es eso… no podemos hablar de esto ahora, mañana. Sube al auto —vuelve a levantarse y agarrarla de la cintura para ponerla de pie, se quedan parados de frente con sus manos aún sobre la cintura de ella—. Eres hermosa, Bella, ¿por qué no me di cuenta antes? —hasta que ve la sonrisa triste en el rostro de ella no se da cuenta que habló en voz alta.
—¿Antes de qué? —Bella se acerca peligrosamente a su rostro, la detiene acariciando sus labios con sus dedos mientras niega con su cabeza, Bella cierra los ojos y él se maldice al tiempo que abre la puerta del auto, la empuja suavemente para que camine aprovechando su distracción.
—Hablaremos mañana —insiste, decidiendo que no pueden seguir conversando ahí, con ella tan ebria y el tan sobrio y molesto consigo mismo. Necesita poner distancia de ella antes de que sus impulsos lo hagan cometer una estupidez como besarla o lo que sea.
Pero Bella no ha llegado, y luego de una madrugada de insomnio había decidido cumplir a su palabra y darle fin a todo de una buena vez, ella necesita respuestas y él también. Está a punto de volver a caminar hacia la ventana cuando el timbre suena y luego unos golpeteos en la puerta.
Isabella está ahí con ojeras, los ojos rojos y su cabello un desastre incluso con su habitual nido de pájaros, no se le ocurre nada para decir excepto hacerse a un lado para que entre a su casa. La guía en silencio hasta llegar a la sala, se sienta en el sillón grande dejando la posibilidad en el aire de compartir mueble, pero Isabella toma lugar en el asiento individual con el corazón bombeando con fuerza y su estómago dando piruetas dentro de ella.
¿Cuánto podría durar aquella conversación? Él había elegido una semana atrás qué hacer con el detalle de la chica del vestido azul, con ella. Era evidente que la noticia no había sido de su agrado y que contrario a las ilusiones previas a su primer y última cita, ella no le daba justicia al ideal de la persona con la que él había estado en la fiesta de disfraces.
Se quedan en silencio algunos minutos tomando mutuamente el valor dentro de ellos para decir las palabras que habían sido censuradas durante todo aquel tiempo.
—Supongo que necesitas una explicación.
—Si esa es la manera en la que dices una disculpa y un motivo para haberme mentido… entonces supongo que necesito la explicación.
Edward la mira en silencio, sin miradas asesinas de por medio, pero tampoco con la ternura a la que estaba acostumbrada de él, un silencio analítico que desata una dosis de nervios a su cuerpo. Inhala y exhala aire antes de hablar:
—¿Qué quieres saber? —pregunta ella con tono derrotado dejando caer los hombros y recostando su cabeza en el respaldo del sillón.
Edward lleva más de diez días con toda clase de preguntas en su cabeza, todo tipo de interrogantes se le ocurren, algunas respuestas las adivina y con otras posibles respuestas espera estar en un error, pero ahora sentados uno frente al otro no sabe por dónde iniciar, así que pregunta lo más simple y a la vez lo que más lo ha atormentado durante esos días.
—¿Por qué no lo dijiste?
—No lo habrías creído. Además, supongo que prefería que ella fuera sólo alguien de una noche y no yo.
Isabella mantiene la vista fija entre sus manos mientras los ojos de él evalúan su rostro buscando una señal de mentira.
—¿Qué querías que dijera? Yo sabía que eras tú, nosotros nos conocíamos de vista y ni siquiera nos hablábamos, no había manera de explicar toda la conversación de la noche anterior, esa misma noche dijiste que sentiste la química entre nosotros y yo sólo podía pensar que era por el alcohol, la única química previa era el ácido de tus comentarios hacia mí y tus miradas envenenadas de pocos amigos. Me divertí, en mi defensa yo creí que no volvería a salir el tema el lunes que volviéramos a clases.
—Pero salió, estuvieron todos esos carteles, tú pudiste decir algo a Alice y Rosalie y todo habría sido diferente.
Bella explota por primera vez y lo mira con el ceño fruncido, mientras alza la voz.
—¿Diferente?, ¿Diferente cómo? Seamos sinceros, si ellas lo hubieran sabido sólo habrían intentado jugar a cupido contigo y conmigo, tú habrías dado media vuelta y evitado estar en el mismo lugar que yo, justo como ha sido toda esta semana y eso habría sido todo —Edward guarda silencio un momento intentando encontrar un contraataque que no le dé la razón a ella— sólo quise ahorrarme esa vergüenza, ¿es tan imposible de entender?
—Pudiste decirme algo, cuando comenzamos a ser más unidos, habría sido mejor que la manera en que me enteré.
—Lo intenté, lo hice aquella vez que apareciste en mi casa después de que papá se fue, cuando estaba borracha, el primer día que estuvimos en tu sala y lo intenté varias veces más tarde, pero tú no quisiste tocar el tema, decías que te gustaba que yo no hablara de ella.
La mira a los ojos, mientras asiente derrotado, es cierto, no lo habría hecho. Y no porque no fuese atractiva sin antifaz, sino porque Bella jamás le pasó por la cabeza como una opción a la chica del vestido azul, para empezar, había creído que no era de su agrado, y además Alice había dicho que ella no estaba en la fiesta aquella noche.
—¿Y el beso?
Isabella se muerde el labio inferior y baja la mirada.
—Te dije que necesitábamos hablar esa noche, yo estaba dispuesta a decírtelo todo, pero fuiste tú quien dijo que no hablaramos, que no podía ser más importante que… —que nosotros, deja la frase inconclusa sintiéndose una tonta sentimental. Edward la mira y casi quiere levantarse, dar los cuatro pasos que los separan y tomarle la cara para besarla como lo había querido hacer la noche anterior antes que por fin la convenciera de subir al carro con él —pensé que si nunca lo descubrías, si lo enterraba en el pasado, pronto Alice y Rosalie también lo dejarían atrás y nadie volvería hablar de ella.
—De ti —le recuerda Edward con voz suave.
Isabella vuelve a asentir jugando con sus manos, después de la llamada telefónica a Edward en casa de Rosalie se había quitado la pulsera plateada que le había obsequiado, de pronto le pareció que el dije del ave era sólo un constante recordatorio de que todo había sido por lástima y que ya había terminado de jugar a la beneficencia con ella.
—De mí.
—Habría sido diferente si me lo hubieses dicho, Isabella.
—No, nada habría cambiado —dice mirando sus manos con voz baja.
—¿Cómo es que nadie supo de ti esa noche? —Edward no ha terminado, Bella parece hundirse un poco más en el sillón antes de volverlo a mirar.
—Alice me amenazó con asistir, ella quería ganarte esa apuesta que hicieron ese día y yo estaba decidida a hacerte perder —Edward sonríe pero pronto vuelve a su cara seria—, terminé temprano de estudiar… había rentado el disfraz y comprado el antifaz una semana antes porque tenía intenciones de ir, mamá me ayudó con el maquillaje, yo sólo estaba buscando a Rosalie en la fiesta cuando apareciste. No es como si lo hubiese planeado.
—Entonces, ¿por qué no dijiste nada en ese momento?
—Era la primera vez que me hablabas a mí —Isabella vuelve a mirar sus dedos nerviosos mientras las siguientes palabras van saliendo lentas de su boca, a la fuerza— sin Ali ni Rose cerca, y sólo podía imaginar que en cuanto me quitara la máscara tú te irías. No creí que te quedarías conmigo toda la noche, pensaba que sólo conversarías un rato y te irías a hacer lo que fuera, sobre todo cuando me negué a bailar.
—Todo este tiempo… —Edward negó con su cabeza sin quitar la vista de Isabella— ¿y las cartas?
Isabella lo mira a los ojos esperando que pueda creer en sus palabras.
—Las escribí cuando apareció Cindy con mi vestido, yo sólo no quería que te usara para conseguir el dinero. No tenía intenciones de confundirte.
—¿Ellas realmente habrían pagado la recompensa? —quiso indagar, Isabella negó con su cabeza.
—No. Sólo tenían cincuenta dólares entre sus ahorros, ¿de dónde habrían sacado el resto?
—¿El resto?
—Trescientos dólares. La recompensa fue en aumento al pasar las semanas, Rosalie dejó de publicarlo en el periódico, pero pasaba la voz por mensajes o de una manera un tanto más discreta.
—¿Y aún así estás segura que no quieres revelar tu identidad? — en el rostro de Bella se asoma una sonrisa triste.
—Completamente. Ahí lo tienes, caso cerrado.
Isabella se levanta del sillón y se atreve por primera vez a mirar a Edward a los ojos.
—Yo no voy a decir nada si tú no lo haces —le propone ella esperando que su silencio sea la manera justa de disculparse por mentirle.
Edward imita sus movimientos para impedir que se vaya, aun quedan muchas cosas de las cuales hablar, ella también merece escuchar una explicación de su parte.
La puerta de la entrada se abre, Bella gira su rostro hacia donde proviene el sonido de los pasos como reflejo para encontrarse a la joven del supermercado, la misma que iba del brazo con Edward la semana pasada, esa por la que él había estado tomando durante la fiesta en la cocina en lugar de estarse divirtiendo, la misma que ha hecho que ella pase horas de su vida llorando en su cama. ¿Qué hace ella aquí? Aunque en realidad es Isabella quien no debería estar ahí, todo el asunto de la chica del vestido azul ha llegado a su fin, así como la relación, de cualquier tipo, que tenía con él.
—No sabía que tendrías visitas —dice la joven con cabello corto acercándose amistosa a Isabella.
Tanya es aún más bonita de cerca, dientes brillantes, delineado perfecto, uñas y ropa en total sintonía en el color, en zapatillas a medio día. Y ahí está ella, con el cabello agarrado en aquel estúpido nido de pájaros, una sudadera con dibujos animados y unos deportivos sucios.
Se da cuenta por las cejas levantadas de Tanya, que ella sigue esperando algo de su parte, su nombre, pero Isabella no cree que su voz pueda salir de su garganta en ese momento, no mientras intenta contener las lágrimas mordiendo con todas sus fuerzas su labio inferior.
—Tengo que irme —tartamudea Isabella.
Edward hace un movimiento con su brazo para detenerla, pero ella no tiene nada que pensar. Necesita salir de ahí. Esquiva con facilidad la mano de Edward que pretende sujetarla y sale corriendo dejando confundida a la recién llegada.
—¿Interrumpí algo? —Edward mira a Tanya con la boca semiabierta, hay tanto que procesar.
—Ella es Isabella.
Tanya lo mira entrecerrando los ojos.
—¿Y qué hacía ella aquí?
Tanya lo sabe todo. Por supuesto. ¿A quién iba a recurrir durante aquellos días? Su mejor amiga era Rosalie, y Rosalie era la última persona que necesitaba saber algo sobre su descubrimiento. La persona que en las últimas semanas se convirtió en alguien importante en su vida, también era la razón de su tormento. Mateo había demostrado ser un traidor y no necesitaba al nuevo novio de Rosalie como testigo de su trio amoroso, que al final resulto ser sólo un engaño, o una confusión, ya no sabía cómo considerar todo aquello. Pero todo eso había terminado hacerlo confesar su romance de una noche y la serie de mentiras de Isabella a su hermana menor, quien, apropósito y a manera de venganza, había hecho pasar con su nueva novia a los ojos de Bella.
—¿Y bien?, ¿Qué hacía ella aquí?
Su hermana seguía esperando una respuesta.
Él sabe que deberá contarle todo más tarde, Tanya le pedirá la historia con lujos de detalles y él incluso se verá en la necesidad de exagerar algunos detalles para hacer la historia más atractiva para su hermana mayor, pero ahora necesita estar en otro lugar contando otra historia a otra persona.
Sale corriendo de la casa, Isabella está caminando a paso lento y apenas ha llegado a la esquina cuando la ve, acelera el paso y la alcanza.
—Espera. Necesito hablar contigo.
Isabella se limpia las lágrimas del rostro, toma un gran trago de aire y sólo hasta que cree estar lista para enfrentarlo se gira sobre sus talones.
—¿Qué necesitas?
—Yo también te debo una explicación.
—No me debes nada —dice tajante.
—Sí que te debo —se quedan en silencio, Edward comienza a buscar las palabras en las nubes mientras Bella se arma de valor para levantar la mirada del suelo.
—¿Y bien?
—No sé cómo empezar.
—¿Cuál era tu plan? ¿Salir conmigo mientras aparecía la chica del vestido azul? ¿Salir conmigo porque ser soltera y con padres divorciados es lo peor? ¿Te parece que soy alguna clase de experimento depravado para que juegues a ser terapeuta?
—No, claro que no.
—Odio que Rosalie tenga razón, lo odio tanto. Pero ella tiene razón, sólo jugaste conmigo y ella intentó advertírmelo y yo sólo supe tildarla de loca cuando en realidad todo este tiempo... —la interrumpe.
—Lo siento. Tú merecías que yo te escuchara y lo único que hice fue apartarte. Puedo decir que me sentí traicionado al descubrir las mentiras como excusa, pero no es suficiente.
—No lo es.
Ella cruza sus brazos sobre su pecho, frunce las cejas y lo mira desafiante pero sus ojos siguen irradiando tristeza, la misma tristeza que ha tenido que soportar ver en ella cada que la veía de lejos en el instituto. Cada día desde que descubrió el antifaz había sido más insoportable que el anterior.
Se había acostumbrado a estar alrededor de ella, enviándole mensajes con imágenes de animales haciendo ridiculeces y conversando, no le había importado ser el hombro para llorar de Bella, ni ser la persona a quien usará para desahogar sus penas sobre el divorcio, todo hasta irse a los puños con James Ecco había valido la pena.
Se da cuenta entonces que ellos han tenido química desde el principio, es por eso que pudo hablar durante toda una noche con ella y había estado ilusionado con volver a encontrarla después de la fiesta en casa de Alice. Quizá lo único que había necesitado para darse cuenta de su existencia era que ella llevara un antifaz para poder verla. Y después casi por azar habían coincidido sin disfraces.
—Siento lo del supermercado. Y no haber llamado para aclarar las cosas. Y haberte evitado. También lo que dije de ti al teléfono con Rosalie, siento mucho eso último, pero debes saber que no lo decía en serio.
Bella se queda mirándolo en silencio, él le sostiene la mirada intentando demostrarle que no miente. Isabella finalmente asiente.
—Tengo que irme. Acepto tus disculpas, no quiero hacerte perder más el tiempo.
Edward la mira con confusión. ¿Acaso no estaban intentando aclarar las cosas?
—Tienes visita —le recuerda ella.
Isabella muerde con fuerza sus mejillas, su corazón está pateándola por dentro y siente como si sus costillas se incrustaran en su interior del esfuerzo que está haciendo para sostener el aire y no llorar.
—Es Tanya.
Isabella asiente pretendiendo desinterés, no quería saberlo. Se necesitaron sólo dos días para ser cambiada por una modelo de revista, no necesitaba la historia de eso. Edward está mirando el suelo avergonzado por lo siguiente que dirá.
—Ella es mi hermana —la mira con culpa, Bella tiene que parpadear un par de veces para procesar la información.
—¿Me has hecho creer que ella era tu…
Asiente sin levantar la vista de los tenis de Isabella.
—Eso no tiene sentido.
—¿No?
Él la mira ahora confundido.
—Yo te vi en la fiesta de anoche. Estabas con Emmet emborrachándote por una chica. ¿Eso también te lo has inventado?
¿Así que ella lo había visto? Tampoco era como que esperará que intentará acercarse a él, no después de todas las señales de desprecio que le había lanzado durante la semana o de la puesta en escena con su hermana mayor.
—No estaba emborrachándome, ¿tú me viste?
—Te escuché. Así que puede que yo te haya mentido una vez, pero no parece justo que tú sigas haciéndolo.
—No estoy mintiendo, tampoco es mentira eso.
La expresión de Isabella vuelve a ser seria, otra vez se está mordiendo las mejillas y enterrando sus uñas en la piel de las palmas de sus manos.
—Sí, quería emborracharme. No lo hice, porque no tenía ganas de estar más tiempo ahí. Y yo estaba a punto de volver a casa hasta que supe que también estabas ahí. Y pensé, si Alice está bailando sola, y Rosalie besándose con Emmet, Bella debe estar emborrachándose ahora mismo.
Intenta bromear, pero el rostro de Bella sigue la misma expresión: apretando los labios y con arrugas en la frente.
—¿Y si Tanya es tu hermana, entonces cuándo pasó?
—¿Cuándo pasó qué cosa?
—¿Cuándo se conocieron tú y ella?
—¿Ella?
—La chica de la que hablabas en la fiesta.
La mira: los tenis sucios, los pantalones de mezclilla viejos, la sudadera de dibujos animados, su cabello en un nido y las ojeras que no estaban ahí la última vez que estuvieron juntos. Avanza un paso hacia ella, pero Bella retrocede dos. Se detiene.
Entiende bien porque ella cree que él podría olvidarse de ella y cambiarla por Tanya o por cualquier otra persona, él mismo llegó a pensar así antes de conocerla, Isabella no usa ropa cómoda y pasada de moda, Isabella se disfraza todos los días de alguien a quien no le importa lo que usa ni lo que hace porque no se encuentra a sí misma atractiva en ningún aspecto. No es que sea amante de las bandas de rock, es que es lo más simple de escoger y las pocas veces que Isabella llevaba algo distinto a eso era por culpa de Rosalie y Alice o porque saldrían juntos.
Isabella no se conoce y sólo ahora lo entiende. Se disfraza con camisetas holgadas y zapatos viejos, y se disfraza detrás de sus dos amigas que siempre se roban las miradas de todos para camuflajearse y mantenerse en el anonimato. El único par de chicos que le dirigen la palabra durante este año es un idiota acosador y él. Y él se ha encargado de romperle el corazón a un nivel que no puede siquiera imaginarse.
—No lo entiendo. Si tuvimos una cita y nos llevábamos mejor que antes, ¿por qué te desagradó tanto enterarte?
Las palabras salen de su boca despacio intentando que la verdad aparezca y pueda enmendar todo lo que hizo durante esos últimos días.
—No sé lidiar con las mentiras, todo este mes me han mentido toda clase de extrañas a la cara pretendiendo ser tú. Incluso caí en un par de trampas de Rosalie y Alice para encontrarme con alguna de ellas; pensé que podía confiar en ti y admito que mi cualidad favorita de ti es que eres pesíma mentirosa, pero no es así, si yo no hubiese entrado a tu habitación te habrías llevado tu secreto a la tumba, ¿me equivoco?
—Yo… —al final niega con su cabeza.
—No fue sólo tu mentira, fue todo lo que esa mentira trajo consigo. Si tú me lo hubieses dicho yo lo habría entendido, quizá habría podido disfrutar toda esa tontería de locas haciendo fila por trescientos dólares para pretender ser tú. Lo he pensado estos días, ¿sabes? Es en todo lo que he pensado y en todos los escenarios me siento rídiculo por no haberlo descubierto antes.
—No es así, habría sido igual.
—No digo que no me habría molestado al principio, pero al final se habría convertido en nuestro chiste privado y habríamos disfrutado de Rosalie y Alice desgastándose en esa tontería.
Isabella lo mira a los ojos y se da cuenta que eso tampoco es mentira, todo habría sido diferente y quizá, sólo quizá para mejor.
—Me mentiste, y lo ocultaste hasta que por casualidad lo descubrí. Y sólo te sinceraste hasta que te acorrale.
—Quise decírtelo muchas veces hasta que sólo quería que quedara en el pasado. Incluso la apuesta con Alice y Rosalie había terminado y…
—¿La apuesta?
La interrumpe Edward y se da cuenta que nuevamente ha metido la pata, aprieta los ojos y suelta el aire de sus pulmones, en realidad no puedo empeorarlo más, ¿no?
—Apostaron unas zapatillas a que la encontrarían. Alice dijo que la encontrarías a las dos semanas, Rosalie decía que al mes. Por eso se han empeñado tanto en esto, es una competencia para ellas.
—¿Y tú?
—Yo dije que jamás la encontrarías. A que casi gano.
Se resbala una lágrima de su mejilla, Isabella la limpia casi con brusquedad con el dorso de su mano.
—Tengo que irme —se da la media vuelta dispuesta a no seguir ahí, no tiene la fuerza para continuar sin venirse abajo.
—Tú también me rompiste el corazón, Bella.
Ella abre los ojos, y la boca, pero nada sale de sus labios, así que el continúa.
—No conocí a nadie, ¿cómo podría?, ¿de verdad crees que podría sacarte tan fácil de mi vida? —Isabella sigue dándole la espalda así que él no vacila al tomarle la mano, ella no aleja su mano, pero tampoco vuelve la vista— No soy un imbécil, es decir, te lo hice creer con mi hermana, que ha sido una verdadera mierda de mi parte, pero... ¿cómo podría? Ni siquiera me di cuenta cómo pasó cuando sólo quería estar contigo. Lamento mucho hacerte creer lo contrario.
Se aventura y da un paso hacia ella, Isabella se mantiene en su lugar.
—Si lo deseas, este va a ser ahora nuestro secreto, ¿qué dices? Las zapatillas todavía podrían ser tuyas.
Da un paso más hacia ella. Ella lo mira y se asoma una sonrisa triste en el rostro de ella.
—No fue por la apuesta.
—Lo sé.
—No lo sabes. Yo...
—Tenías miedo que justo lo que pasó ocurriera. Lo sé —ella asiente — ¿puedo tener ahora mi oportunidad?
—¿De qué?
—De revelar un secreto.
Asiente frunciendo la frente.
—Te amo y soy un idiota por reaccionar como lo hice.
Las arrugas de su frente se desvanecen y ahora sólo queda su boca semiabierta del asombro.
—Esos son dos secretos.
Él mira las manos de ella, ya no lleva la pulsera que le había obsequiado en su cumpleaños.
—Debí reaccionar diferente, quizá ni siquiera debí reaccionar de ningún modo. Hasta Cindy lo dijo, y si no hubiera estado tan ciego lo habría descubierto por mi cuenta.
—No pasa nada.
—Hemos pasado un mes juntos, siento que te conozco de toda la vida. Y me bastó sólo unos días para echarlo a perder. Creo que llegué a la conclusión que todo eso lo hacías para vengarte de mí.
—¿De ti?
—Acepto que he sido un idiota contigo durante años antes de esa noche. Creo que llegué a la conclusión que si tú no me hablabas tampoco te debía nada para esforzarme, y al final éramos dos desconocidos que coincidíamos todos los días. Apenas nos dirigíamos la palabra para lo necesario y si nos encontrábamos en algún lugar fuera del instituto fingíamos no darnos cuenta. Así que elegí creer que todas las mentiras eran alguna manera de vengarte de todo eso.
—Pero fuiste tú quien me ignoró todo este tiempo.
—Lo sé ahora.
Edward aprieta su mano como si intentara convencerla que todo eso es real y cierto. ¿Dijo que me amaba?
—Tú fuiste un verdadero idiota.
Es la primera vez que la escucha decir una palabrota, pero se la merece y otras más. Ni siquiera tiene idea de la larga lista de estupideces que hizo desde que encontró el antifaz: el mero hecho de no haber insistido en saber de ella después de la cita del día anterior ya es importante, o la manera en que la evadió durante la semana en el instituto, y el modo en que le pasaba de largo entre los pasillos pretendiendo que ella no existía, no le devolvió las llamadas, ni los mensajes y lo único que escuchó de él fue que no la quería cerca en una conversación por teléfono con Rosalie, sumado a llamar a su hermana con el apodo molesto que había estado empleando en ella mientras le hacía creer que Tanya era alguna especie de nueva conquista. Era un verdadero idiota.
—Lo sé.
Ella le mintió cuando eran dos desconocidos que apenas se dirigían la palabra, pero él hizo algo peor que eso cuando ella era alguien importante para él, totalmente consciente de los sentimientos de Isabella. Todo el rencor que había sentido por ella, se vuelca en odio a sí mismo. De no haber sido tan infantil, habría tenido esa explicación de una manera más simple y todo el dolor de ella habría sido innecesario.
—Tengo que irme, papá pasará por mí a las cuatro.
Suelta la mano de Isabella, no tiene ninguna palabra más para retenerla, había esperado tener el valor para confrontarla durante todos esos días, pero en ningún panorama imaginó que él sería el villano de la historia. Mira el suelo mientras piensa que, de todas las maneras para perderla a ella, se le ha ocurrido utilizar todas en la misma semana.
El tenni de Bella golpea la punta de su zapato, levanta la mirada para encontrarse con las mejillas ruborizadas de Isabella, ni su frente arrugada, ni sus ojos tristes o sus mejillas siendo mordidas por dentro para aguantar el llanto se encuentran en su rostro, sólo sus mejillas coloradas y una sonrisa pequeña del lado izquierdo de su labio. Siente como si su corazón diese un vuelco de emociones y ahora se permite un atisbo de esperanza.
¿Tomatazos?
