Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.


APPEASE

Capítulo treinta y tresRenunciar

Giro hacia un viejo camino rocoso medio cubierto de ramas y arbustos. Apenas es visible desde la carretera, pero lo conozco porque lleva a uno de los lugares de pesca favoritos de Charlie. Durante el verano, saca su pequeño barco desde aquí.

Edward sonríe ampliamente, asintiendo con aprobación.

―Las chicas de pueblos pequeños sabéis cómo divertiros.

―¿Has estado con muchas? ―pregunto, parando el motor―. ¿Chicas de pueblos pequeños?

―No...

―Sí, claro ―digo con una risita y un resoplido.

―Bella ―se queja, quitándose el cinturón de seguridad. Afortunadamente, los asientos de estos modelos antiguos de camioneta son enormes, así que nada evita que tire de mí hacia él. Me quito el cinturón de seguridad como ha hecho él, colocándome con dificultad sobre su regazo―. ¿Cuándo vas a dejar de acosarme por otras chicas?

―Ahora solo lo hago de broma ―digo, besándole la cara―. No te pongas tan a la defensiva.

―No es mi culpa...

―¡Ja! ―Le echo una mirada―. ¿Entonces de quién es? Debe de ser que esas chicas te perseguían...

―Algunas sí ―murmura, apretándome el trasero.

―De todas formas, en serio, no me importa. Ahora eres mío. ―Voy a su boca y le beso como es debido.

―Siempre seré tuyo ―declara él en voz baja.

Algo se retuerce dentro de mi corazón.

―¿Podemos quedarnos en el presente? ―susurro―. Por favor.

Pero él aparta la cara y me mira con la cabeza inclinada en la luz que se va desvaneciendo.

―¿Confías en mí, Bella? ¿De verdad?

Asiento, buscando en sus ojos.

―¿De qué tienes miedo?

―Yo no...

―Siento que sí. ―Mete sus manos bajo mi abrigo y luego bajo mi jersey. Las tiene frías y me hacen saltar―. Lo siento ―susurra cuando yo me retuerzo, pero su sonrisa engreída me dice que no lo siente para nada.

―He apostado por ti. Si me hubieras conocido antes... bueno, digamos simplemente que la forma en que era cuando nos conocimos es como era desde hacía tiempo. Era mejor así. Siempre he tenido demasiado en juego: mis becas, mi trabajo... ―Mi corazón...― No es que no confíe en ti, por que lo hago. Creo que eres... ―Sacudo la cabeza, incapaz de encontrar las palabras correctas para describirle. Es guapo, tonto y obviamente mucho más inteligente de lo que había creído si se había graduado en la universidad con tan altos honores... pero todas esas cosas parecen superficiales. Una lista de la compra, como la que él usó hace meses cuando intentaba convencerme de cómo se sentía―. El correcto para mí ―digo por fin―. Solo quiero que funcione.

―Funciona.

Asiento.

―¿Sabes? Me pones nervioso.

Río suavemente.

―¿En qué sentido?

―Tienes el listón a tal altura que me preocupa no llegar.

―Lo superas.

―Eso es lo que tú dices pero, ¿cómo voy a saberlo cuando es obvio que estás esperando a que haga algo mal? ―Me besa rápidamente, silenciándome antes de que pueda hablar―. Esto es importante para mí. Me haces querer no hacer nada mal.

―¿Estás diciendo que te hago querer ser un hombre mejor? ―le tiento, pasando los dedos por su pelo afectuosamente.

―Sí ―dice él, asintiendo―. Toda esa mierda que Alice te contó de mí y las cosas que habrás oído... todo era cierto, Bella. Yo era ese tío. No me leíste mal, lo único que quería era follarte y olvidarte.

Me encojo, con las manos cayendo a mis costados. Tragando, le pregunto:

―Entonces, ¿qué cambió?

―¿Además del hecho de que no hablabas conmigo? ―Sonríe sarcásticamente.

―Sí hablaba contigo.

―Bueno. No de la forma que yo quería. Me hablabas, es más correcto. ―Se encoge de hombros―. Supongo que siempre queremos lo que no podemos tener. Y yo no podía tenerte a ti.

―Hasta que pudiste.

―Y para entonces estaba más que intrigado. ―Me rodea fuertemente con sus brazos, abrazándome―. Me hiciste currármelo. Siempre estabas en mi cabeza. Y, cuánto más tiempo pasábamos juntos, más cuenta me daba de que me gustabas de verdad. No era solo porque no podía leerte, o tenerte, sino porque me retabas.

―Como un juego.

―Puede, pero un buen juego. No del tipo que estás pensando.

―¿En qué tipo estoy pensando?

―¿Ves? Ya lo estás haciendo ―dice con una risita―. Siempre cuestionándome. Es sexy.

―Y, ¿qué pasa cuando resuelvas este rompecabezas? ―sigo, no permitiéndome caer todavía.

―Dudo que alguna vez consiga descifrarte por completo. Y, de todas formas, ahora es mucho más que eso. La forma en que cuidas de Alistair e Irina, cómo luchas por ellos... Eso. Me asombra. ¿Quién hace eso?

―No sé qué tienen. ―Sacudo la cabeza, frunciendo el ceño―. Se han metido en mi corazón y... los quiero. De verdad.

―Sé que lo haces. Es una de las razones por las que me enamoré de ti. A la mayoría de las chicas que conozco no podrían importarles menos y... para muchas niñeras solo es un trabajo...

―Se suponía que solo era un trabajo.

―Pero ya no lo es, ¿verdad? ―Me saca el pelo de la coleta, pasando los dedos por él―. Y esa es la razón por la que fue fácil renunciar a toda esa mierda del soltero de oro. Tú no tienes nada que ver con lo que esperaba.

―Bueno... ―Exhalo lentamente, intentando calmar las mariposas de mi estómago―. Tú tampoco.

No puedo evitarlo, me inclino para besarle. Es tan guapo, tan cálido y tan... no sé. Todo es tan... primario. Biológico. Siempre lo ha sido. Incluso aunque en alguna parte del camino nos enamoramos, la chispa física entre nosotros siempre ha ardido eléctrica, brillante, escalofriante y hermosa.

Me muevo contra él, empujando hacia abajo cuando él lo hace hacia arriba. Él me besa profundamente, explorando mi boca con su lengua de esa forma en que lo hace cuando sabemos que vamos a hacer más que solo besarnos.

―No puedes traerme hasta aquí y no esperar que lo desee ―dice un momento después, tumbándome en el asiento. Apoyándose en una mano, empieza a desabrocharse los pantalones.

―Estos son difíciles de quitar ―me quejo, peleándome con mis vaqueros―. Ayúdame...

Él les da un fuerte tirón y yo me deslizo por el asiento con una risita.

Fuera se está poniendo cada vez más oscuro. Pienso distantemente en Charlie y Renee, y sé que se preocuparán si no volvemos pronto.

Edward me quita las bragas y se coloca sobre mí, deslizando sus dedos en círculos antes de introducirlos. Mordiéndome el labio, le miro y siento, estirando las manos hacia su bóxer.

Mi teléfono suena.

―Maldición ―digo con un jadeo―. Seguro que esa es mi madre...

Cojo mi teléfono del suelo, dónde se ha caído en algún momento. Mientras tanto, Edward se quita la ropa interior.

―¿Hola?

―Bella, cariño, ¿os habéis perdido?

Sonrojándome, cierro los ojos. Edward se detiene un momento y luego empieza a entrar en mí. Le doy un golpecito en el pecho, intentando que se detenga. Él sería capaz de sacar placer de esto...

―No, mamá. Estamos yendo.

Edward resopla al oírlo y luego entra completamente.

―Hm... Bueno, deberíais querer daros prisa. Charlie empieza a tener hambre y su partido casi ha terminado. He puesto whiskey extra en su último café, pero... ya sabes lo irascible que se pone.

―Mmm, vale. ―Jadeo―. Adiós.

Cuelgo antes de que ella pueda decir nada más, mirando furiosa a Edward. Bueno, o algo así. Seguro que parece una lujuriosa petición de más.

―¿Sabes... lo difícil... que es... hablar... mientras alguien hace eso?

―Entonces no hables... nena ―gruñe, sonriendo y descendiendo para cerrar su boca sobre la mía.

―Ugh ―gimo. Pero la verdad es que, si sigue haciendo lo que está haciendo, puede llamarme lo que quiera.

Él sale y se sienta, poniéndome encima como estaba antes, solo que ahora estamos desnudos de cintura para abajo. Desciendo, agarrándome al respaldo del asiento detrás de él.

―Eres una chica tan buena ―susurra tembloroso―. No creí que te fuera lo del sexo al aire libre...

―No estamos al aire libre ―digo, moviéndome más rápido. Estoy tan cerca...

Él me agarra las caderas y embiste con fuerza, y estoy perdida.

* . *

Renee me echa una mirada cuando volvemos.

―Dame las compras. Yo empezaré mientras vosotros... ―Su mirada va de Edward a mí―. Oh, por el amor de Dios, Bella. ―Coge las bolsas y se va rápidamente a la cocina.

Charlie está dormido en el sofá. Mi madre, Dios la bendiga, le ha emborrachado.

Cuando yo termino de limpiarme, Edward se da una ducha. Al menos él tiene la excusa del viaje. Me uno a Renee en la cocina, dónde está haciendo todo lo que puede para preparar la cena. Está rodeada de alimentos.

―No tengo ni idea de lo que necesitas, así que...

―No, esto está bien, mamá. Gracias. ―Le sonrío, besándole la mejilla.

―Mmmm. Bueno, debo decir que Edward es una buena influencia.

Me atraganto, casi escupiendo el agua que tengo en la boca.

―¿Qué?

―Ya me has oído. ―Inclina la cabeza, sonriendo, y me coloca el pelo tras la oreja―. Estás más relajada desde la última vez que te vi. Eso está bien. Siempre has sido un alma vieja y me encanta eso de ti, pero... a veces me preocupaba.

―Lo sé. ―Suspirando, empiezo a marcar la carne para la lasaña―. Definitivamente, él me hace muy feliz.

―No se parece en nada a los otros chicos.

―Eso está claro. ―Resoplo.

―Ya que estamos teniendo esta conversación, Bella Marie, espero que estéis tomando precauciones. No dudo que sus genes vayan a dar unos bebés preciosos, pero soy demasiado joven para ser abuela.

Me muero.