Y aquí tenemos el final de esta travesía. Espero la disfruten.

Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.

Bueno a comenzar :D

La bendición del Caído

Capítulo 33

No me atrevía a moverme, no me atrevía a hablar… temiendo que cualquier cosa que hiciera me lo arrebatara de las manos.

Mi núcleo se estaba agitando como nunca ante las imágenes que comenzaron a correr en mi cabeza: Zhuran, el rostro de mi padre, la amable sonrisa de Ziyi, mi madre tan fuerte y sabia, la contagiosa risa de Meilin, Eriol y Layla teniendo su mano hacia mí, los ojos de mi duquesa… y la sonrisa confiada del hombre que se estaba desangrando entre mis brazos.

Viendo mis manos teñidas de su sangre, algo dentro de mí se quebró y un grito brotó desde lo más profundo de mi alma, exteriorizando la conmoción de mi ser oscuro sediento de venganza y muerte.

―¡Rodéenlos y protéjanlos! ―gritaron a mi alrededor, pero no me importaba. Mis ojos ardientes en cólera y dolor, sólo observaban a la escoria que me lo había arrebatado todo.

Y lo haría pagar por ello.

―Shao… ran. ―Su mano temblorosa se posó en mi hombro y sin fuerza trató de palmearlo con cariño, como solía hacer―. Siempre te lo dije… muchacho… que el abismo… no te devore, que no te seduzca... No se rinda… su majestad.

―Maestro…

―Eres el rey… a quién siempre quise servir… y por quién moriré orgulloso. ―Tosió con fuerza y me miró con sus profundos ojos azules que habían perdido ya casi todo su brillo―. Lo único que lamento… es no poder ver a mi pelirroja… una vez más. Cuida de ella… te encargo… mi tesoro.

Cerré mis ojos con fuerza en el momento que lo sentí exhalar su último aliento. Mis dientes crujieron y mi cuerpo experimentó la sensación de estarse quemado por dentro. Era el sufrimiento, era el rencor, el grito que tenía atorado en mi garganta por mi perdida y mi poder ansiando la liberación.

«Conoce tu propia oscuridad, Heiran. Aprópiate de las tinieblas. Son tuyas», susurraron las voces. Y tenían razón. Había sido un largo y tortuoso camino, pero gracias a ello podía caminar en las sombras sin miedo. La profecía en mi sueño se cumpliría, pero lo haría porque era mi decisión. Porque yo era el Heiran, el lobo de la oscuridad y me apoderaría de ella con garras y colmillos.

―Cumpliré con su última orden, general ―mascullé en voz mortíferamente tranquila―. General Yang.

―Majestad.

―Que los hombres se replieguen, y que el grupo de contención mantenga alejados a los enemigos con sus bendiciones para cubrir la retirada. ¡No quiero más vidas sesgadas hoy!

―¡Retirada! ―gritó y al fondo se escuchó una corneta.

El hombre se colocó a mi lado y tomó uno de los brazos inertes de mi maestro para compartir el peso. Sus ojos azules todavía estaban abiertos, mirando al vacío, sin embargo, había una pequeña sonrisa en su boca. Mi mano temblorosa fue la responsable de apagar ese azul cielo para siempre.

Le pedí a otro militar que ayudara al general con el cuerpo y miré al frente, hacia donde estaba mi enemigo.

―Vayan a los túneles. Yo me quedaré para darles la oportunidad de escapar.

―Pero…

―¡Es una orden!... Y cuiden del cuerpo del héroe de Cerenia.

Sin esperar respuesta, cerré mis ojos y me dejé caer voluntariamente en el abismo. Las sombras trataron de trepar por mis extremidades, justo como en mi sueño, buscando hacer suya mi alma, pero no lo permití. Yo era su dueño, yo las comandaba, no al revés. La oscuridad me pertenecía y respondería al aullido de dolor de mi alma.

El zumbido eléctrico me rodeó más ensordecedor que nunca, la energía fluía libre desde mi núcleo hacia cada centímetro de mi ser, y sin abrir los párpados vislumbré la energía vital de mis enemigos. Torbellinos de rojo sangre que habían sido enturbiados por sus acciones.

―Váyanse ahora. ―Ante su silencio, abrí los ojos y le miré, encontrando el asombro en todos ellos―. ¡Ahora!

Los dos militares que cargaban con el cadáver de mi maestro, fueron los primeros en salir de su estupor e inclinaron su cabeza ante mí.

―¡Le estaremos esperando en el punto de encuentro! ¡Es un juramento, majestad! ―Los hombres colocaron su mano en su pecho.

De esa forma, el grupo comenzó a moverse y detrás de ellos se formaron los místicos: hombres y mujeres que no dudaron en usar sus dones con destreza para proteger a aquellos que escapaban de sus perseguidores.

―¡No puedo creerlo! ―vociferó Xiong con emoción y se rio―. Tanto tiempo buscando, maldiciendo a los inútiles que habían acabado con los ángeles de la muerte… ¡Y siempre tuve uno a mi lado! ¡La oscuridad todavía existe y está al alcance de mi mano!

Guardé la información que se le había ido detrás de una máscara de calma letal, esa misma que ocultaba momentáneamente mi dolor. Pero si él quería ver lo que la oscuridad podía hacer, se lo mostraría.

Percibí a los traidores persiguiendo a mi gente, mi mano se alzó en su dirección sin desviar la mirada del Caído. No hubo necesidad de palabras ni de hechizos, la energía vital atendió a mi llamado sin resistencia, enriqueciendo mi poder y causando que el de ellos mermara hasta no dejar aliento en sus cuerpos.

No habría control esa vez, no habría limitaciones. Yo era la personificación de la muerte, y cumpliría con el deber que el dios de la oscuridad me dio desde mi nacimiento.

Sabía que no podría hacer mucho contra El Caído, pues podía ver en su flujo de energía que era muy superior a mí y no podría absorberla, me lo decía el instinto, pero al menos conseguiría su atención y tiempo para que los demás lograran huir.

Bajé la mano y concentré mi energía oscura en ese punto. El poder comenzó a arremolinarse, pero no se formó la esfera oscura que yo esperaba. Un aullido potente se apoderó de la noche y una criatura dio un paso al frente: regia, negra y poderosa. La muerte había tomado la forma de un lobo fuliginoso que gruñía.

Era mi símbolo. Una extensión de mi alma que aguardaba deseosa de encajar sus dientes en sus presas, y me sentí casi frenético ante sus ojos de oro líquido como los míos.

Una sonrisa se apoderó de mi boca y así, creador y bestia, fijamos nuestros ojos en Xiong. Entonces mi creación dejó una estela purpura al correr hacia él y yo lo seguí.

Viéndose a la criatura encima, El Caído usó sus auras para crear una barrera que lo protegió, pero el asedió del lobo siguió.

Al sentir movimiento bajo mis pies, retrocedí al tiempo que se escuchaba el rugido de la tierra. Varios montículos se alzaron y se compactaron, tomando la forma de guerreros que truncaron mi camino. Divisé a un grupo de místicos a unos cuantos metros, pero sin importar cuán lejos estuvieran, o cuán grandes fueran sus creaciones, nada podría salvarlos de mi velo mortal.

Me hice a un lado para evitar un poderoso golpe, rodé sobre el suelo y levanté mis manos hacia ellos sin dudarlo. La energía fluyó sin oposición y cuando las vidas de sus amos se extinguieron, las figuras de tierra se deshicieron.

Atrás de mí percibí otro grupo de enemigos. Con presteza, extendí mi energía oscura hacia las armas que distinguí en el suelo. El acero adquirió el fulgor de la noche y cortó el aire, encajándose en los cuerpos detrás de mí. Sus vidas fueron mías y alimentaron aún más mi poder.

Alcé la vista hacia donde mi bestia seguía persiguiendo y atacando a Xiong, que usaba el poder del viento para moverse y esquivarlo, mientras le hacía frente. Tracé una línea con mis dedos frente a mí y enseguida aparecieron siete pequeñas esferas de energía. El caos acumulado en ellas voló hacia él. No obstante, Xiong logró convocar las cinco auras elementales, y salió ileso de las garras purpuras de la nada.

Justo debajo de él, divisé a un grupo de arqueros que estaban tensando sus armas en mi dirección. Y aun con su rostro ensangrentado y con su mano revelando la existencia de una herida en sus costillas, la usuaria del hyfel los dirigía para atacarme y ayudar a su señor.

Gruñí ante la sonrisa sórdida de esa maldita mujer.

Las flechas fueron disparadas. Junté mis palmas y al separarlas, un pequeño vórtice se formó y se explayó hacia ellos, tragándose todo a su paso.

―¡Suficiente!

De un momento a otro, Xiong desintegró la energía de mi lobo y del suelo brotaron raíces que me sujetaron de piernas y brazos. Luché por liberarme, pero mientras más me removía, la presión se hacía cada vez mayor. Treparon sin detenerse hasta aprisionar mi tórax y cuello. Luego se hicieron presentes las mismas dagas de oro que habían acabado con la vida de mi maestro, amenazándome desde todos los ángulos posibles.

―Fue divertido, pero ya es hora de rendirse, Shaoran. ―Los ojos de sangre del Caído intensificaron su brillo y con ellos las dagas mostraron mayor poder, dispuestas a cortar mi carne donde él lo dispusiera para doblegarme―. La oscuridad se someterá ante mí, quieras o no.

―La oscuridad no se somete ante nadie que no sea su rey ―dije y le mostré mi sonrisa de burla.

Era hora de que se hiciera el caos.

La energía que él creía haber disipado, volvió a reunirse entre destellos purpuras delante a mí. Entonces los ojos del Heiran aparecieron, centelleando en la oscuridad, y ansiando su liberación.

El iracundo viento nos rodeó y los rayos de energía se centraron en el lobo que, con un último aullido, se convirtió en una esfera que contenía toda la energía que yo había guardado para ese momento.

La gran esfera causó un estruendo y después su negrura tragó todo lo que conseguía a su paso, siendo yo mismo el epicentro de la destrucción.

Ese fue el momento que usé para escapar del lugar, sin mirar ni una vez atrás. Sabía que Xiong no había muerto, podía sentir su enorme poder a la distancia, pero al menos había acabado con muchos que le habían dado la espalda a su nación. ¿Remordimiento?, ¿miedo?, ¿inquietud?, ¿culpa? Nada… no había nada en mi pecho, sólo la enorme satisfacción de haber cumplido con mi misión de vida: sembrar la destrucción a mi paso.

Ese día mi enemigo había tenido una victoria, pero la guerra apenas había empezado y yo me aseguraría de acabar con su vida con mis propias manos. Cerré mis ojos para calmar mi núcleo y seguí corriendo hacia la incertidumbre, jurando a los dioses que volvería, que obtendría mi retribución y restituiría el honor de mi gente que ellos habían pisoteado esa noche.

Los largos pasillos que debía andar se habían convertido en ruinas, sin embargo, mis pies sabían dónde encontraría el pasadizo secreto que me llevaría bajo tierra.

Lo que quedaba de la galería de arte apareció frente a mí y corrí hacia el lugar donde antes había estado la pintura del tercer rey de Cerenia. Moví los escombros hasta encontrar las escaleras que iniciaban el camino descendente. Con cuidado, bajé los peldaños que apenas se veían, pero a medida que avanzaba el resplandor dorado de las antorchas que estaban casi en la base, fue despejando poco a poco la oscuridad.

En una bifurcación tomé el camino de la derecha y de esa forma llegué a otras escaleras que descendían en forma de caracol; el único sonido que me hacía compañía era el eco de mis pasos acelerados.

Al llegar al final, la amplia galería subterránea me recibió y no me sorprendió ver que los generales en verdad me habían esperado.

El grupo del alto mando militar se acercó y en total sincronía sacaron sus espadas para arrodillarse frente a mí, acción que copiaron los hombres y mujeres que habían luchado por defender a su nación.

―Hemos ordenado a los sobrevivientes que fueran avanzando y nos esperaran en la desembocadura del túnel, majestad ―dijo uno de ellos.

Mis ojos se fijaron en el único oficial que no estaba con ellos, uno que ya estaba montado en su caballo y llevaba a su espalda el cuerpo del hombre que había dado su vida por la mía.

El vacío de emociones que me había dominado durante todo el tiempo de la batalla fue llenándose con cada paso que daba hacia él: ira, odio, vergüenza, tormento… y el amargo sabor del adiós perpetuo. Su rostro lucía tranquilo y la pequeña sonrisa, casi imperceptible, perduraba en su boca. Tomé su mano grande y callosa, esa que una vez tomó la mía hace tantos años, prometiendo convertirme en alguien grande: «Tienes una espalda fuerte y una mirada feroz, muchacho. Los enemigos te temerán en el campo de batalla, te lo garantizo», aun… podía escuchar su voz grave en mi cabeza, y verlo sonreír mostrando todos sus dientes en un gesto travieso para darme confianza.

Apreté su mano con fuerza y me obligué a retener el sollozo que tenía atorado en mi garganta. No quería olvidar su voz, no quería olvidar sus enseñanzas, no quería olvidar su sonrisa, no quería olvidar la fuerza de sus ojos azules… Apreté mi puño libre y pensé en Layla… ¿Qué le diría?, ¿cómo podría verla a la cara?

―Majestad, ¿cuáles son sus órdenes? ―preguntó el general Yang desde su caballo. Alcé la mirada y me encontré con su condescendiente mirada café―. Debemos movernos, muchacho.

―No merezco ser llamado rey cuando no pude defender a Cerenia ―dije, limpiando la única lágrima que me permití derramar―. La he entregado al Caído.

―A cambio de nuestras vidas, mi rey ―intervino una voz que reconocí, al girarme, vi a aquel conde que era amigo de mi padre, regalándome una sonrisa―. El grupo de contención está aquí en su totalidad. No hubo sacrificios y todo gracias a usted.

―Sólo un verdadero líder se quedaría al último para garantizar que todos sus súbditos estuvieran a salvo ―dijo otro de los místicos.

―Aun cuando hemos perdido nuestras tierras, Cerenia vive aquí. ―El general Yang señaló su pecho―. Pero en el de usted, majestad, habita todo el pueblo. Eso fue lo que nos mostró Shen Mao y fue por eso que nosotros decidimos seguirle. Quizás no es un rey hoy, pero lo será en un futuro cuando tomemos de regreso lo que nos pertenece y el traidor haga honor a su nombre.

En ese momento comprendí las palabras de Xiong. Estando en el infierno se tenían dos opciones: rendirse o buscar una forma de sobrevivir; sin embargo, estaba en nosotros el camino que tomábamos para hacerlo.

Los recuerdos abordaron mi cabeza, mostrándome el tormento que había sido mi vida hasta ese momento, pero también centellearon las valiosas personas que habían dejado su legado en mí. Y viendo los ojos llenos de determinación que me observaban, y por todos aquellos que habían caído esa noche, me dije que no tenía más opción que levantarme, caminar y luchar.

Era mi deber, pero también era mi elección.

Busqué a Arian y aun con todo el dolor físico y emocional que me acompañaba, monté en ella con todo el porte y la seguridad que me habían definido toda mi vida.

―¡Tenemos un deber que cumplir con nuestro pueblo! ―dije―. ¡Es por eso que hoy, así como ha nacido el imperio de Abyss, nace su resistencia! ¿Están dispuestos a seguirme? ―Y aun sabiendo ellos que yo era un ángel de la muerte, de haber visto con sus propios ojos lo que yo podía hacer, todos alzaron sus puños al aire―. El rey de Arcana sigue siendo mi aliado, él me ofreció su mano si algo así llegaba a pasar, así que la nación del sol será nuestro destino.

Las personas montaron en los caballos de a dos y así nos pusimos en marcha. Paso tras paso, metro tras metro, íbamos dejando una pequeña parte de nosotros atrás, pero la recuperaríamos. Miré sobre mi hombro al grupo, aun me faltaba mucho para ser el líder que ellos esperaban que fuera, pero si estaban dispuestos a seguirme hasta el final… Para honrar tal demostración de valor y lealtad, como había dicho Clow, daría todo de mí para convertirme en un rey sol llegado su momento, como el de la fábula. Uno que debía brillar con el esplendor de la sabiduría, que debía brindarle el calor del amor a su pueblo y que, aun siendo tan magnánimo, debía ser tan humilde para reverenciar a su luna.

No sería sencillo, por los dioses que no, las heridas que tenía eran profundas y el odio había formado sus cimientos en mi alma, pero tenía una obligación que cumplir con Cerenia y con el continente entero. Xiong nos había arrebatado no sólo nuestras tierras, había destruido la armonía natural, y el poder de los dioses debía ser restituido.

Mis sueños habían cobrado sentido… y por eso también había tomado otra decisión. Una que terminaría por destrozarme, pero que era la correcta.

Al llegar al final del túnel, cabalgué hacia la parte superior de la colina y fijé mi vista en la lejanía, una aurora naranja e infernal cubría a Diem y pude ver que Xiong no había mentido, sus hombres tenían rodeada la gran ciudad y se batían contra nuestro ejército.

―Que la señal de retirada sea lanzada ―ordené y enseguida dos hombres partieron para cumplirla.

Apreté las riendas con toda mi fuerza, sintiendo como el cuero se encajaba en mi piel; mi camino a la redención sería tortuoso, pero por los dioses y los colosos de aquellos que habían dado sus vidas por defender nuestra nación, juraba que volvería y le haría frente a ese que había dejado de ser mi sangre para convertirse en mi enemigo.

La pesadilla llegaría a su fin, yo me aseguraría de ello, pero las cicatrices de la traición en mi alma quedarían para siempre.

Yo había dejado de ser el mismo.

Volví al grupo y juntos emprendimos la cabalgata por el denso bosque de Ailid. Los árboles eran tan frondosos y altos que apenas podía distinguirse la luz de la luna llena, por eso y por la tierra tenebrosa dominada por los cerezos muertos en el oeste, pocos se atrevían a atravesarlo y eso lo convertía en la ruta más segura para avanzar hacia Arcana sin ser vistos.

―¡El grupo de su alteza debe llevarnos una hora de ventaja! ―dijo el general Yang que iba a mi lado.

Asentí y fijé mi vista al frente. Tenían planificada una pequeña parada para descansar, así que debíamos mantener el paso para darles alcance y cruzar todos juntos a Arcana.

Irremediablemente pensé en Zhuran, mi gente y en mi madre. Ellos estaban a salvo gracias a las previsiones que había tomado con mi maestro, pero debía enviar a alguien de inmediato para que fueran trasladados a la nación del sol sin dilaciones.

Quise reírme de mí mismo porque en ese instante comprendí el secretismo de mi maestro con respecto a Xiong. No sabía desde cuándo él había comenzado a sospechar, pero eso sólo demostraba cuan perspicaz había sido en vida Shen Mao… y cuanto me había sobreprotegido. Maldita sea, tenía tanto para decir, tanto para corresponder y para reclamarle… Apreté mis dientes para no soltar el grito que tenía en mi garganta. ¡Él debió decírmelo, con un demonio!

«No le hubieras creído», me recriminó mi consciencia en el acto… y aunque no quisiera aceptarlo, era cierto. Estaba tan… malditamente ciego que jamás le hubiera creído aun con pruebas.

«La confrontación directa es la mejor forma de abrir los ojos, Shaoran. Menos mal tú y yo nos parecemos en eso», pude escuchar su voz en mi cabeza y luego su risa jocosa, un sonido que no escucharía nunca más.

Entre recuerdo y recuerdo, perdí la noción del tiempo. No supe cuánto habíamos cabalgado, un par de horas quizás, cuando en la lejanía distinguimos la luz danzante de una fogata. Hacia allá nos dirigimos sin dudarlo, pero estando cerca del pequeño campamento, fuimos detenidos por un grupo que no dudó en hacernos frente, encabezados por Zhao Han que ordenó frenar el ataque al reconocerme.

―No lo esperábamos, coronel ―fue su saludo apenas me vio descender―. ¿El palacio?

―¡Shaoran! ―gritaron al fondo y enseguida sentí un escalofrío recorrerme entero.

Avancé los pasos mecánicamente y después sentí el cuerpo menudo de Mei abrazarse al mío. No me importó el ardor en mis heridas… cerré mis brazos a su alrededor y la dejé llorar en mi pecho para que descargara todo su dolor y decepción. Uno que seguramente superaba la mía.

―Lo siento…

―¡No! ¡No lo sientas! ―dijo y alzó sus irises rojizos hacia mí, tomando mis manos con fuerza―. Él tomó sus decisiones y nosotros tomaremos las nuestras… No cargues con el dolor tú solo… no me alejes.

―No lo haré, te lo prometo ―musité.

―Decidimos descansar aquí para retomar el paso hacia Demin en una hora ―informó Touya―. Es tiempo suficiente para que se recuperen, y seguir el paso para encontrarnos con los hombres que mi padre apostó en el Paso del Nian Shou.

Sí… era tiempo suficiente, pero todavía tenía cosas que hacer y que no podían esperar.

Miré sobre el hombro de Meilin y me encontré con las dos mujeres a quienes les debía tanto. Mi duquesa me observaba con sus manos puestas en su pecho; gracias a nuestra conexión, Sakura debía estar sintiendo mi dolor como suyo, la herida que la traición de Xiong había dejado en mi alma y mi desesperanza oculta. Por eso sus lágrimas, ella lloraba por mí.

Y a su lado, Layla me observaba con esos ojos azules que tanto me recordaban a mi maestro. Su cabello rojo destellaba gracias a la luz de la fogata, brindándole una mayor desolación a la expresión en su rostro. Ella ya lo sabía.

Caminé hacia mi amiga de la infancia, me arrodillé ante sus pies y clavé mi espada en la tierra. Inmediatamente los hombres que me habían acompañado hicieron lo mismo.

―Hoy hemos perdido a valiosos guerreros. Hombres y mujeres valientes, dignos herederos del orgullo del cerenio, que dieron sus vidas por su nación… Y entre todos ellos estuvo un hombre de intachable reputación. Un héroe que dio cada segundo de su vida para proteger a su nación. ― Tomé aire para calmar el temblor en mi voz y seguí―: El valor… la templanza… la lealtad y el honor, fueron parte de su código de vida… y por ello… ¡Por ello Shen Mao hoy pasará a la historia como el líder impecable que fue! ―dije con fuerza y levanté la mirada hacia los zafiros que me observaban―. Las nuevas generaciones oirán la historia de su fuerza, de cómo la tierra retumbaba cuando embestía usando su poderosa bendición… y del amor profundo que le profesó a su nación… y a su hija. ―Tomé su mano y dejé un beso en ella―. Seguir sus pasos… capitana Mao, se convertirá en mi meta, es el juramento que le hago, pues será la mejor forma de rendirle tributo al hombre que fue… a las enseñanzas que me legó… y la huella indeleble que dejó en cada cerenio que lo conoció. ¡Por el inmortal búfalo de Rhuddem! ¡El gran héroe de Cerenia!

―¡Por el inmortal búfalo de Rhuddem! ¡El gran héroe de Cerenia! ―repitieron detrás de mí al unísono.

La mano temblorosa de Layla se cerró en un puño, y con los ojos bañados en lágrimas, pero sin emitir ni un sollozo, se la llevó al pecho e inclinó su cabeza, aceptando los honores que le estábamos rindiendo a su padre. Después de eso, se dejó caer en el piso y me abrazó como nunca antes lo había hecho.

―Gracias por volver a mí… y por traérmelo ―musitó entre lamentos.

―Perdóname… perdóname. ―La apreté contra mí y dos lágrimas humedecieron mi piel en contra de mi voluntad. Pero la situación me estaba superando de tal forma que no creía poder seguir resistiendo.

Layla dejó un beso húmedo en mi frente y se levantó. Pasó por mi lado arrastrando sus pies y no fui lo suficientemente valiente para ver el encuentro entre ella y su padre. Simplemente, no podía… o más bien, no quería verlo porque si lo hacía me vendría abajo.

Sentí que una mano se posaba en mi hombro y me brindaba un profundo apretón de apoyo, uno que acepté con mi mano estremecida.

―Estaremos bien ―susurró Eriol―. Estaremos bien y te seguiremos hasta el final.

Asentí y me levanté, encontrándome al fin con los brazos de la mujer que amaba. No importaron las miradas, las palabras o las personas que nos rodeaban, sólo me concentré en el calor que emanaba de su cuerpo y su aroma que tanta paz me daba.

―Lo siento tanto, amor… Lo siento… Si hubiera estado allí… Si tan sólo hubiera estado allí ―dijo entre lágrimas.

―Si hubieras estado allí… ―No pude continuar, porque la imagen de Sakura en manos de Xiong fue demasiado grotesca y eso hubiera acabado conmigo.

No sabía la forma en la que él se hacía con los elementos, pero que nos hubiera marcado a Sakura y a mí como sus objetivos para apoderarse de los nuestros, causaba en mi interior una desesperación que simplemente no podía controlar. Sabía que debía haber una pista de ello en el diario de mi padre, pero esa noche ya había perdido suficiente… y no estaba dispuesto a que Xiong me la arrebatara a ella también. Bajo ninguna circunstancia.

―Eriol… dile a los demás que nos veremos en Demin ―dije, sin soltar a Sakura―. Estaré allí sin falta.

―Pero… ¿a dónde vas?

―Debo… debemos hacer algo. ―Tomé la mano de Sakura para guiarla lejos del grupo.

―¡Shaoran, espera! ―me llamó, pero lo ignoré y seguí caminando.

―Espera, Shaoran… ¿A dónde vamos? ―preguntó ella, haciendo un poco de resistencia―. ¡Estás herido y debo curarte! ¡También necesitas descansar! ¿Me estás escuchando?

No contesté. Seguí caminando hasta donde estaban los caballos y habiendo ubicado al corcel tan negro como la noche, coloqué mi pie en el estribo de la montura de Érebos y subí en él, causando que el animal relinchara inquieto.

―Ven conmigo ―dije, tendiendo mi mano hacia ella.

―Pero tus heridas…

―Sakura, necesito que vengas conmigo ahora ―remarqué, tratando de transmitirle mi desespero con la mirada.

Ella miró hacia atrás por un momento, pero no dudó en tomar mi mano y aun con el dolor de mis heridas, la alcé hasta colocarla entre mis piernas y no perdí tiempo en espolear el caballo para iniciar el viaje… El último que haríamos juntos.

Cabalgamos en total silencio. Sabía que ella tenía un montón de preguntas que hacer y le agradecía internamente por no hacerlas, porque en el estado en el que estaba con seguridad me hubiera puesto en evidencia y no podía permitirlo. No hasta que estuviéramos en ese lugar.

Lo que le había dicho aquella primera noche de entrega, era cierto: para el duque, Cerenia siempre sería lo primero, pero para Shaoran, el hombre que la amaba con devoción, ella siempre sería prioridad. Incluso por encima de mí mismo.

Así que mientras avanzábamos por el bosque, me dediqué a memorizar cada uno de sus aspectos. Como su cabello caramelo se agitaba en el aire, el aroma de su cuerpo que yo añoraría con mi vida, su calor que me transmitía siempre tranquilidad y sosiego… y cuando elevó por un momento sus preciosos ojos hacia mí… me dije que aun muerto no podría olvidar las sensaciones que esos irises habían provocado en mí desde el primer día.

La dirección que había tomado era el oeste, rumbo al lindero muerto de los cerezos. Allí yo le diría adiós a mi amor, porque por encima de mí y de ella, estaba la promesa que yo le había hecho desde el inicio: la protegería sin importar qué.

Una media hora después, la vista cambió drásticamente. Jalé las riendas de Érebos y me di el tiempo para observar la tierra árida y los árboles muertos que nos rodeaban. Tenía años que no pasaba por ese lugar… el ambiente era frío y lúgubre, y me causaba una tristeza enorme porque en su momento de gloria había sido uno de los bosques más mágicos de Cerenia.

Otra cosa que Xiong había destruido con su ambición.

Me apeé del caballo y extendí mis manos hacia Sakura, sus ojos de jade observaban todo con sorpresa y cierta melancolía.

―¿Son cerezos? Yo jamás pensé que…

―Lo son… ―dije y la recibí, colocando mis manos en su cintura y sin poder evitarlo la atraje contra mí y la abracé con fuerza.

Dioses… no me sentía preparado. No quería hacerlo.

―Heiran…

―Sólo un momento… Te necesito sólo un momento así, mi duquesa… por favor.

Sakura, sin decir palabra, pasó sus brazos por mi cuello y me apretó con fuerza, permitiéndome llenarme de su esencia, de su vitalidad, de esa candidez que me había enamorado y de su recuerdo. El abrazo formado entre dos amantes que se separarían sin saber si volverían a verse.

―Si quieres llorar, hazlo… Puedo sentir tu dolor en mi pecho, mi duque ―dijo con voz quebrada―. No te juzgaré, jamás lo haría.

―Sabes que te amo, ¿cierto?

―Y yo a ti, Shaoran. Como jamás creí amar a alguien.

Rompí el abrazo y en esa quietud nocturna, tomé sus mejillas y abordé su boca con todo el desespero, desconsuelo y desdicha que me acompañaban, teniendo de único testigo a la luna llena. Un beso húmedo y salado por sus lágrimas y las mías, que pesaba y ardía por las remembranzas que compartíamos y que habían hecho crecer ese sentimiento de a poco… hasta hacerlo desbordarse de mi pecho.

Todo lo que habíamos vivido juntos, todas las caricias brindadas y el amor transmitido… lo que ella me entregó y lo que yo le entregué… todo estaba allí, en nuestros labios, en nuestras lágrimas, en los sollozos de ambos y en esas caricias que serían las últimas que nos brindaríamos.

Deslicé mis manos por su piel, barriendo el húmedo rastro compartido y lo seguí hasta su cuello. Dejé que mis dedos lo recorrieran con paciencia y con amor, y cuando sentí que había logrado grabar en ellos su calor, seguí bajando para hacer lo mismo con su cintura, haciendo presión en ella para apegarla más a mí, queriendo transmitirle lo que había quedado de mí para que se lo llevara con ella, sin importar quedarme vacío por dentro.

Todo el amor que tenía para dar, toda mi fuerza, toda mi esencia… Todo fue de Sakura Kinomoto.

Y aun cuando me sentía enganchado a su boca y mi alma rogaba por no dejarla ir… fui disminuyendo la intensidad del beso y activé mi bendición. Lo que mi duquesa y yo habíamos vivido había sido efímero, fugaz… pero me había marcado de por vida y por ella yo estaba dispuesto a todo.

No habría marcha atrás aun cuando sabía que no volvería a escuchar su voz diciéndome que me amaba, que no podría encontrar su cuerpo a mi lado en el lecho, que no disfrutaría más de sus labios de corazón, de nuestras peleas absurdas y de su contagiosa y melodiosa risa que adoraba con locura.

Al separarnos, mi duquesa cereza abrió sus ojos y expresó su confusión al verme.

―Xiong quiere tu poder, pero yo no dejaré que él te haga daño ―dije con seguridad.

―Espera un momento, ¿qué es lo que tienes pensado hacer? ―preguntó con sus ojos llenos de miedo.

Tomé la cadena que guindaba de su cuello, donde relucía mi anillo y el de los Amamiya, y dejé un beso.

―Tú representas mi esperanza, duquesa cereza ―musité y la miré directamente a los ojos―. Así que… mientras tú estés bien, yo tendré las fuerzas para continuar luchando.

Una luz azulada iluminó la noche a su espalda, justo en el tronco de un cerezo. Sakura tembló entre mis manos y giró su cabeza para después volver a mirarme con terror.

―¡¿Qué has hecho?!

―Inconscientemente quieres volver a casa…

―¡No! ¡No me iré! ¡Este es mi hogar! ―Se abrazó a mi cuerpo con todas sus fuerzas y soltó un profundo sollozo. Y aunque no debí hacerlo, no pude no responder. Mis brazos se movieron por si solos y le brindaron refugio―. ¡Tengo miedo, lo admito! Pero lo superaremos juntos, Shaoran… No me hagas esto… por favor… No me alejes de ti ―lloró.

―He perdido mucho esta noche ―sollocé con ella, observando como la luz que la apartaría de mi lado se hacía cada vez más grande―. Y no estoy dispuesto a perderte a ti también… No soy tan fuerte.

―¡Lo seremos juntos! ―Colocó sus manos en mis mejillas y me obligó a mirarla―. Somos un equipo Heiran. ―Me besó―. Ciérralo… ¡Ciérralo, maldita sea!

―Quiero que entiendas… que lo único que quiero es que estés a salvo y seas feliz. ―La tomé de sus mejillas y me obligué a sonreír―. Te llevas una parte de mí contigo, Sakura Kinomoto. Mi duquesa, mi compañera, mi amante y mi esposa. Siempre aquí ―dije, colocando su mano en mi pecho―. Aquí estarás siempre.

―¿Cómo me dices… eso? ―Pegó su frente a mi pecho―. Quiero odiarte, quiero odiarte con todas mis fuerzas… pero no puedo ―lloró.

De la luz surgieron unos lazos brillantes que la envolvieron y comenzaron a jalarla hacia el portal. Y a medida que ella retrocedía yo avanzaba con ella sin querer soltarla.

―Perdóname…

―Ciérralo… por favor ―rogó cuando sus pies comenzaron a sumergirse―. ¡Ciérralo!

―Te amo…

Sakura usó toda su fuerza para lograr abrazarme y me besó con desesperanza, consternación, y yo respondí de la misma forma, pero entonces una fuerza la jaló hacia atrás, separándola de mí. Caí de rodillas.

―¡Volveré por ti! ¿Me oíste? ¡Volveré, Heiran! ¡Te lo juro! ―Estiró su mano hacía mí y en un acto completamente desesperado hice lo mismo… buscando tocar sus dedos por última vez y en ese momento… desapareció de mi vista.

Las lágrimas cayeron por mis mejillas y por fin… pude dar el grito que había tenido atorado en mi garganta. Golpeé el tronco del cerezo marchito incontables veces como si él fuera el responsable de habérmela quitado… una ira ciega contra mí mismo que ardía y dolía como el infierno. Me dejé caer y refugié mi cabeza entre mis manos… sintiendo que me faltaba el aire y lloré… Maldita sea, lloré como nunca lo había hecho en mi vida.

Una mano se posó en mi hombro de repente. Asustado y furioso en partes iguales alcé la vista dispuesto a enfrentar lo que fuera, pero me encontré con unos ojos amatistas que me observaban resplandecientes en la oscuridad, con tristeza y un deje de compasión.

―¿Cómo…?

―Sabía lo que haría… y decidí seguirlos.

El silencio fue mi respuesta.

―Hizo lo que creyó correcto, mi señor, eso debe bastarle. ―Se arrodillo frente a mí―. Todo estará bien, ella es una mujer fuerte y le aseguro que sus caminos volverán a cruzarse.

―¿Para matarla? ―dije con voz partida.

―Para que su destino se cumpla, majestad, porque usted nació para ser rey ―dijo y esbozó una sonrisa―. Hoy permítase llorar, permítase ser débil, para mañana alzarse con el sol. Este es sólo el comienzo del camino que lo llevará a la gloria y nosotros lo seguiremos. Usted es Shaoran Li, el Heiran, el rey oscuro que porta la bendición de la noche, y que le devolverá la armonía al mundo… junto a su luna que le aseguro volverá a usted para ayudarle.

Alcé la mirada hacia el cielo nocturno, observando como la luna brillaba sobre nuestras cabezas. Era cierto, en ese momento no me sentía con fuerzas y sólo quería dejarme caer, pero cuando el sol naciera de nuevo… me levantaría y cabalgaríamos hacia un destino incierto.

Ser rey jamás había estado dentro de mis intereses y mucho menos en ese instante que me sentía tan débil, pero si debía convertirme en uno para salvar a mi pueblo y hacerle frente a mi enemigo, lo haría.

Me levanté con ayuda de Tomoyo y tras agradecerle, tomé las riendas de Érebos. Aun cuando estaba vacío por dentro, la bendición de la noche había marcado mi destino… y era hora de afrontarlo.

Abrí mis ojos y comencé a aspirar el aire como si hubiera estado privada de él por mucho tiempo. Mi cabeza daba vueltas a toda velocidad y hasta sentía náuseas. Traté de enderezarme sobre mis rodillas y parpadeé varias veces para enfocar la imagen que tenía frente a mí. Cuando por fin logré hacerlo… me encontré de cara con un cerezo en flor… y varios faroles que alumbraban el espacio. Ahogué un grito y retrocedí con terror.

Los recuerdos comenzaron a rodar en mi mente cual película, uno tras otro. Todos ellos, desde mi llegada a aquel mundo y el duque… Mi duque.

―Shaoran… ―susurré y con angustia comencé a barrer todo el espacio con la mirada―. ¡¿Shaoran, dónde estás?! ―grité y traté de levantarme, pero mis piernas me fallaron y caí de rodillas.

Eso no podía estar pasando. ¡No podía!

Golpeé con fuerza el pasto y reuní toda mi fuerza para ponerme en pie. Mi respiración se iba haciendo más agitada con cada cosa que veía y reconocía a mi alrededor: los árboles, el parque infantil desierto por la hora… y a lo lejos las luces de la ciudad. Sumergí las manos en mi cabello y negué con la cabeza una y otra vez, sin querer creer lo que veía. Mi cuerpo temblaba, las lágrimas se deslizaban por mis mejillas y grité en un sollozó que me destrozó. Estaba de vuelta… estaba de vuelta, pero mi corazón se había quedado en el otro mundo… con él.

―¿Por qué? ¡¿Por qué me hiciste esto?! ―le reclamé con toda mi furia, aunque no lo tuviera conmigo―. Te pedí… te rogué… ¡y aun así me enviaste aquí!

Me dejé caer de rodillas. Sabía por qué lo había hecho… ¡lo sabía y lo comprendía! Pero no por ello dejaba de doler. ¿Ahora como sanaba yo ese sufrimiento?, ¿cómo me acostumbraba de nuevo a la soledad?... porque ahora sentía que ni la música podría llenar tal vacío.

Tomé los anillos que colgaban de mi cuello, observando el que él me había dado para expresarme su amor. Lo besé, lo besé incontables veces… tratando de recordar su rostro, sus sonrisas que eran todas para mí, sus caricias, sus besos electrizantes… y el sonido de su voz que erizaba mi piel al decirme duquesa cereza, querida, cariño.

«Mi esposa».

―Prometí que volvería… pero… ¿cómo lo hago sin ti? ―dije y miré a la luna―. Dime como volver… por favor.

De repente, sentí algo agitarse en mi pecho. Me llevé las manos hasta ese lugar y me concentré… era cálido y tranquilizador, como si fuera una pequeña llama que brindaba calor en pleno invierno. Abrí mis ojos con sorpresa y comencé a reír… era él… ¡Era él!

Volví a alzar la mirada al cielo y sonreí llena de confianza. Que yo pudiera sentir en mi pecho a Shaoran, significaba que nuestra conexión no se había roto, ¡estaba viva aún! Y sentía en mi alma… que precisamente ese lazo que nos unía me llevaría de regreso a él.

―Cumpliré mi promesa… mi duque. Encontraré la forma de regresar a casa y más te vale estar preparado para rogar perdón ―dije, mirando mi anillo y volví a besarlo, deseando que todos esos sentimientos le llegaran a él, porque, en definitiva, yo encontraría la manera de ir a su lado o dejaba de llamarme Sakura Kinomoto.

Ese no había sido un final para nosotros, sólo la conclusión de una larga travesía. Ahora debía prepararme para iniciar una nueva que estaría llena de misterios y retos, más difíciles y siniestros, pero no temería y no dudaría. Les haría frente con valentía, porque yo era la luz que resplandecía en las noches más oscuras, y despejaría la oscuridad que se cernía sobre el monarca que yo amaba.

La llama de la esperanza ardía dentro de mí. Volvería y guiaría a mi rey oscuro hacia su trono. Esa era mi misión, había nacido para ello, pero también se había convertido en mi elección.

Era mi historia y el final… sería escrito con mi puño y letra.

Imagino que estarán preguntándose: ¿cómo se atreve a dejarlo aquí? Pero como sucedió en su momento con "El príncipe de la Máscara", esta historia cumplió con sus propósitos: El título nos llevaba a descubrir cuál era la Bendición de Caído y su identidad, y habiendo llegado a este punto, vemos que la conclusión era inminente. Sin embargo, como Sakura misma dijo, es sólo el comienzo de una nueva travesía.

Fue un final emotivo que me hizo llorar escribiendo y leyendo, pero era necesario porque esto construye los cimientos de quienes serán los personajes en la próxima parte. Un Shaoran que se ha convertido en un rey sin corona, pero que está dispuesto a todo por su pueblo; una princesa que ya no tiene reino, y que tendrá que afrontar miradas en Arcana por ser la hermana de un tirano; lo que queda del continente que deberá hacerle frente al imperio, y una Sakura que buscará prepararse para su retorno y cumplir con su misión.

Y, como siempre sucede con mis historias, busqué dejarles varios aprendizajes y espero que hayan podido captarlos y hacer suyos :)

Muchas cosas quedaron pendientes: ¿cómo Xiong se apoderó de los elementos?, ¿a dónde fue Clow?, ¿qué hay en el diario de Hien? Y, lo más importante, ¿se cumplirá al final la profecía de la muerte de Sakura en manos de Shaoran? Y todo esto formará parte de la siguiente parte. ¿Y qué puedo adelantarles de ella? Bueno, puedo decirles tres cosas: 1) El título que la misma Sakura le dio: "La oscuridad del Monarca", un viaje que ella y Shaoran tendrán que realizar, para combatir a Abyss y restaurar la armonía del mundo, 2) La narrativa: esta primera parte, la narró en su mayoría el duque, pero en la siguiente parte será Sakura quién nos cuente lo que pasará en su mayoría. Como lo dijo: el final lo escribirá ella con su puño y letra, porque serán sus decisiones las que la llevarán a él, y 3) Que tengo cuatro capítulos escritos. Sin embargo, es una trama compleja y no publicaré hasta que tenga avanzado mucho más para no correr el riesgo de que algo escrito en el capítulo trece, me modifique algo del segundo xD Así que, aquí es cuando les pido: paciencia con esta escritora que los entretiene los domingos xD

Debo decir que esta historia tiene un espacio en mi corazón, por dos motivos: 1) Durante el tiempo que estuve en hiatus, los que me siguen desde hace años lo saben, esta idea estuvo rondándome. Y cuando comencé a escribirla me dije que necesitaba mejorar si quería transmitirla como estaba en mi cabeza. Así que estudié, busqué información y ese fue el inicio de mi formación como escritora. 2) Porque representó un enorme reto para mí. Saben que soy de tramas tranquilas y románticas, pero quise demostrarme a mí misma que podía desarrollar un romance incluso en tiempos de guerra. Así surgió el "Príncipe de la Máscara" y ahora "La bendición del Caído", que ¿están en el mismo universo? xD Y en verdad me siento muy satisfecha con esto que he creado y que ustedes amablemente leyeron.

Por eso les digo: muchas gracias, de corazón, por haberme acompañado en este viaje maravilloso que inició hace más de tres años. En este caso en particular, es como un cierre para mí y ahora se abrirá un nuevo capítulo y, por supuesto, espero me acompañen en él :D

Sin embargo, como bien sabrán, además de estar trabajando en la continuación de "El príncipe de la Máscara", ya les tengo otra sorpresa para entretenerlos los domingos xD Saben que no paro quieta nunca, así que tendrás noticias sobre esto muy pronto en mi página de Facebook y ahora tengo Instagram también :D

De nuevo, muchas gracias por haberme leído y espero que, cuando inicie "La oscuridad del monarca", acompañen a esta Sakura que vendrá con todos los hierros a patear "mascaritas de plata" xD y a nuestro rey oscuro, Shaoran, que estará haciendo de las suyas para hacerle contra al tirano emperador, porque como el mismo dijo: nació el imperio, pero también nació su resistencia :D

Espero hayan disfrutado de la historia y del nacimiento de lo que vendrá.

Por último, pero no menos importante, les agradezco a mis lectores cero Pepsipez y WonderGrinch, porque más que prestarme sus ojitos para leer, corregir y comentar, me acompañaron en este camino y me animaron para seguir adelante cuando más lo necesité :D Gracias, chicos.

Espero sus opiniones y estaré encantada de leerlas y contestarlas :D

Nos leemos muy pronto en otra historia y prometo que será más tranquila, pero... llena de seducción. Sólo diré eso xD

Los quiere,

CherryLeeUp.