Epílogo

Rancho Aguas Frías, Wyoming, un año después

—Y, por el poder que me ha sido otorgado, yo os declaro marido y mujer.

Los aplausos me aturden.

Ay, Dios, ¡que me acabo de casar!

Enamorada hasta las trancas, miro al hombre que adoro.

Naruto no puede estar más guapo vestido con ese precioso traje azul, la camisa blanca, la corbata y, por supuesto, su sombrero de cowboy. Con el corazón acelerado, lo miro cuando él sonríe y dice:

—Lo hemos hecho, rubita.

—Dios, ¡lo hemos hecho! —repito atontada.

Mi marido me toma entonces entre sus brazos y me besa. Me da ese beso de amor que he tenido tan idealizado durante años y años, y yo lo acepto encantada, lo disfruto y se lo devuelvo. Mi pequeña Candela aplaude en los brazos de Chiyo, que, todo hay que decirlo, se adoran mutuamente, y la abuela se ríe cuando mi hija la llama Yaya Pocahontas. Y Kushina, que no puede aplaudir porque tiene en brazos al bebé de Flor y Shii, nos mira emocionada.

Con mi precioso vestido de novia —ese que siempre quise y que Hinata y Flor me regalaron un año atrás—, sonrío entre los brazos de mi ya esposo, que no puede estar más feliz, mientras salimos de la iglesia de Hudson convertidos en marido y mujer y, cómo no, además de arroz, nos tiran alubias. Esta vez cierro la boca: no quiero quedarme mellada el día de mi boda.

Cuando me suelta porque la gente así lo pide, ambos comenzamos a recibir besos, felicitaciones y abrazos. Madre mía, ¡qué jartón de besos nos dan! Son tantos que ya no sé quién me ha besado ni quién no lo ha hecho.

Mi madre y mi hermana están contentísimas. Han viajado de Tenerife a Wyoming para asistir a la boda, y veo la felicidad en sus ojos, como la veo en los de Kushina y Chiyo.

Tras hacernos mil quinientas fotos, nosotros y todos los invitados, que no son más de cien, nos montamos en los coches y regresamos a Aguas Frías. Vamos a celebrarlo allí.

En el camino, miro mi mano. En el dedo luzco un precioso anillo que Naruto me ha comprado, como él luce uno que le he comprado yo.

—¿Está feliz mi mujercita? —oigo entonces que pregunta.

—Mucho.

Enamorada, acerco mi boca a la suya para besarlo cuando Chiyo, que va atrás con mi hija, Kushina y mi madre, dice:

—Por el amor de Dios, Caramelito, ¡que vas conduciendo! Deja los besos para después.

Naruto y yo nos reímos, pero aun así nos besamos, ¡faltaría más!

Una vez en el rancho, todo el mundo deja los coches en la parte trasera de la casa y, en cuanto me apeo, busco a Sakura. No sé si nos hemos besado antes o no y, cuando nos miramos y ésta camina hacia mí, nos abrazamos y río al oírla decir:

—Señora Uzumaki, ¡enhorabuena!

La quiero. La adoro. Sin ella, mi vida nunca habría sido la que es, probablemente jamás habría conocido al hombre de mis sueños, y le estaré eternamente agradecida.

Meses atrás, tras solucionar mi situación con Naruto, cuando dije que quería llamar a mi local «Oye, rubita, ¿tú qué miras?», ella fue la primera en apoyar la moción. A los Uchiha les pareció un poco arriesgado, pero aceptaron y, hoy por hoy, puedo decir que es uno de los locales de repostería más visitado y mejor considerado de Rodeo Drive y de todo Los Ángeles.

De la mano de mi amiga, camino hacia el granero cuando ésta dice emocionada:

—Esto es precioso, Temari..., precioso.

—Te lo dije..., ¿lo recuerdas?

Estamos hablando cuando Hotaru, Mei y Valeria se acercan, y Hotaru, a quien le pareció un horror que le dijera que iba a celebrar mi boda en un granero, ahora que lo ve, iluminado y en todo su esplendor, no puede estar más de acuerdo.

—¡Me superencantaaaaaaaaaa! —grita feliz—. Es ideaaaaal.

—Sí, lo es —afirmo y, para hacerla rabiar, me subo el vestido de novia y, enseñándole mis pies, pregunto—: ¿Qué te parecen mis zapatos de novia?

—¡Qué puñetera es! —se mofa Valeria al ver mis botas camperas.

Mei suelta una carcajada.

—¡Lo has hecho! —chilla—, ¡no me lo puedo creer!

Hotaru, que sigue mirando mis pies con la boca abierta mientras Sakura ríe a carcajadas, murmura:

—Por el amor de Dios, cuqui..., pero... pero ¿dónde están los peeptoes tan ideales de Valentino que te regalé?

Encantada por los preciosos zapatos que me regaló mi loquita, la abrazo y, poniéndole morritos, murmuro:

—En la habitación, cariño. Prometo ponérmelos esta noche cuando me quite el vestido.

Estamos riéndonos por ello cuando Hinata y Flor llegan hasta nosotras y esta última murmura:

—Ay..., qué recuerdos más bonitos me trae esto.

Feliz, la abrazo al recordar su boda, y Hinata me mira y afirma:

—Sin duda, con ningún vestido de novia estarías más radiante que con éste.

La abrazo emocionada. Ella no podía faltar allí. Acude acompañada por su nuevo novio y con su incipiente barriguita de embarazada y, sólo con verle la mirada, sé lo feliz que es.

Durante un rato, charlo con ellas y con mis amigas y, cuando veo que Flor está muy participativa, sonrío y me pregunto cuántas cervecitas se habrá tomado ya.

Ise y Minato hablan con Kushina y Chiyo. El día anterior, ellos llegaron de Chicago, donde me consta que son felices disfrutando de su nueva vida y de su libertad.

Al fondo veo a Menma, que no ha rehecho su vida con nadie, junto a Sasuke, Itachi e Utakata. Encantado, les está enseñando un poco el rancho y yo los observo feliz cuando oigo la risa cristalina de mi hija y la de los niños de mis amigas, que corren perseguidos por Shii y el novio de Valeria.

Por expreso deseo mío, me encargué de la decoración del granero para la boda como lo hice para la de Flor. Organicé los primeros platos con una empresa de catering que me gusta mucho, y contraté a los camareros y dos grupos de música, uno de country y otro de salsa.

También le pedí a Betsy que hiciera sus famosas croquetas para la cena y ésta aceptó encantada, como Kushina y sus amigas aceptaron hacer carne asada. Yo me curré una de mis famosas tartas, que, todo sea dicho, me ha quedado preciosa y con un sabor superior.

Saori está que no se lo cree: Sakura, ¡la cantante!, está allí, y se hace cientos de fotos con ella que luego sube a las redes sociales para chulear. En un año, la jovencita ha cambiado para convertirse en una chica responsable de sus estudios y con la cabeza mejor amueblada de lo que pensé en su momento.

Kushina está bien. Controlada por su neurólogo por su problema con el párkinson, pero bien. Si ella es feliz, ¡todos somos felices!

La cena comienza, los invitados disfrutan de los manjares que los camareros sirven en ese granero lleno de vida y de luz y todos brindamos varias veces. Y, por supuesto, Naruto y yo nos besamos y animamos a que la gente nos lo pida. Chiyo pone los ojos en blanco, pero sonríe. Sonríe y es feliz.

Cuando la cena acaba y uno de los grupos de música se prepara para comenzar a tocar, de pronto oigo por los altavoces la voz de Sakura.

Sorprendida, levanto la vista y ésta, mirándome, dice:

—Vamos..., vamos..., los novios. Los quiero en el centro de la pista para que abran el baile.

Naruto y yo nos miramos y, cogiéndonos de la mano, hacemos lo que nos pide entre los aplausos de todos. Cuando estamos donde Sakura quiere, sigue hablando:

—Temari, Naruto, no hace falta que os diga lo especiales que ambos sois para mí. Naruto, porque es el maravilloso hombre que me cuida en las giras y que, además, ha enamorado a mi amiga, y Temari..., ¿qué puedo decir de ti? Eres mi amiga, mi hermana, mi Gordicienta, mi todo. Siempre hemos estado juntas para lo bueno y para lo malo, y espero que la vida nos dé la oportunidad de que así sea durante muchos... muchos años. —Me emociono. Mi tulipana me va a hacer llorar, pero entonces añade—: Bueno..., no voy a seguir diciendo cosas de la recién estrenada señora Uzumaki porque, si no, se va a echar a llorar en cualquier momento, pero quiero cantarles a los novios dos canciones que sé que son muy especiales para ellos. La primera, para los que no entiendan la letra porque la voy a cantar en español, os diré que trata de dos amigos que viven en la playa y se encuentran un perro al que deciden cuidar juntos. — Naruto y yo sonreímos divertidos—. Y la segunda es una canción country llena de positividad que habla sobre un amor precioso que hace ver el mundo de otra manera. Ambas canciones son hoy para vosotros. Os quiero y os deseo una larga y maravillosa vida juntos.

Dicho esto, comienzan los primeros acordes de No existen límites, mi amor, mirándome, pregunta:

—¿Bailas conmigo, rubita?

Yo acepto encantada mientras Sakura, con su preciosa voz, interpreta esa canción tan especial para mí, para nosotros.

Cierro los ojos. Disfruto. Nada, absolutamente nada de lo que imaginé en toda mi vida podría ser tan mágico y especial como lo está siendo mi boda. Sin lugar a dudas, esto supera mis expectativas.

Cuando la canción acaba y todos aplauden, estoy a punto de llorar.

¡Qué momento más bonito!

Luego, cuando comienzan los acordes de Somebody Like You, Naruto me da una vuelta sin soltarme que hace que todos vuelvan a aplaudir y empezamos a bailar como si allí no hubiera nadie más excepto él y yo.

Durante horas, bailamos country, salsa, pop, que canta Sakura, y todos disfrutan de la fiesta. Estoy emocionada mirando a mi alrededor mientras saboreo mi felicidad y la de toda esa gran familia que tengo cuando siento las manos del amor de mi vida rodeándome la cintura.

—¿Todo está como tú querías? —me pregunta al oído.

Asiento. Mi boda es perfecta. Y, volviéndome para mirarlo a los ojos, sonrío con picardía y me acerco a su boca.

—Sólo falta una cosa para que se cumplan todos mis sueños —murmuro mirando en dirección al establo.

Naruto sonríe. Conoce mis locuras. A continuación, me coge entre sus brazos y, mientras camina hacia allí, dice al tiempo que yo me río:

—Rubita, será un placer gritar «¡Viva España!».

FIN.