Capítulo 34

Era casi el mediodía del día siguiente a Navidad y Demelza todavía estaba en cama. El día anterior había sido uno de los más felices de toda su vida. Ross había llevado el desayuno a la cama, y allí entre las mantas y acobijados por el fuego de la chimenea habían tomado té con leche y comido el pudín que había quedado de la noche anterior y el pan de navidad que ni siquiera habían llegado a cortar. Luego habían ido a dar una vuelta por la playa. Hacía semanas que ella no iba y la notaba diferente pues el invierno que había llegado había helado los campos y cambiado los colores de la arena y los pastos. Ross se había detenido junto a la Escalera de los Mineros, a contarle cómo la había encontrado. Le señaló el lugar, el hueco en el acantilado donde estuvo, Demelza se mareó de solo mirar para arriba, ¿en qué estaba pensando al subir por allí? Había tirado de la manga de Ross para que continuaran, pero él se detuvo un momento más. - "Prometeme que jamás intentarás algo así otra vez, que no te volverás a poner en peligro." – había dicho, su voz casi una súplica. - "Te lo prometo." Había respondido ella. Almorzaron temprano y luego partieron hacia Illugan. Ella cabalgando al frente en Rosie indicando el camino. Sus hermanos se alegraron muchísimo de verla otra vez, y se mostraron preocupados al enterarse que estuvo enferma. Al principio se habían comportado algo distantes con Ross, después de todo él era un caballero aristocrático. Para sus hermanos menores bien podría haber sido el Rey de Inglaterra; pero luego se relajaron y le hicieron muchas preguntas cuando Ross relató como la habían rescatado. "Esa mocosa nunca tuvo conciencia del peligro." – dijo su padre, quien no había abierto la boca desde que habían llegado, y todos parecieron estar de acuerdo pues después sus hermanos mayores pasaron a contar anécdotas de cuando eran pequeños y ella se metía en todo tipo de líos. Ross se había reído a lo grande. Mas tarde había salido a jugar a la calle con sus hermanos, como lo hacía habitualmente antes de irse a vivir a Nampara. Rosie, la niña de su madrastra, se pegó a ella durante todo el día y le pidió si podía montar a caballo otra vez. Podía sentir la mirada de Ross clavada en ella mientras correteaba con los niños. Por un instante se preocupó que su comportamiento y su familia humilde pudieran disgustarlo, pero luego él también ayudó a dar paseos a los niños en Darkie, y todos le perdieron el miedo y lo trataron como a un hermano más. Sam incluso así lo llamaba. Mientras cenaban de vuelta en Nampara, Ross le contó que había hablado con su padre. Casi se muere de vergüenza cuando le dijo que Tom Carne le había pedido dinero. "Al parecer, mi padre le había prometido una renta durante un año."

"¿Una renta? ¿Cómo si yo fuera un caballo?"

"No sé si eso es cierto. Pero aunque lo fuera, puedo entender a mi padre al querer alejarte de él."

"Y tú… ¿qué le dijiste?"

"Que no, por supuesto. Si mi padre tenía una deuda que vaya y se la cobre a él. Además, no tenemos un céntimo y si le doy dinero, ¿cómo nos aseguramos que no lo despilfarre en alcohol? No. Mejor es seguir con lo que tú estás haciendo, seguir enviando comida y mercadería a su esposa. Quizás pueda buscar algunas de mis ropas viejas que puedan servir para tus hermanos. Lo que si le ofrecí, como tu esposo y parte de la familia, es que tus hermanos mayores vengan a trabajar a Leisure como tributarios. Cuando encontremos cobre, claro."

"Oh, Ross. Eso es muy generoso."

"Podríamos reparar una de las cabañas para que vivan allí, creo que también les gustaría alejarse de tu padre."

"Les encantará, estoy segura. Gracias, Ross." Demelza se había emocionado por su generosidad y la idea de tener a algunos de sus hermanos cerca la hizo muy feliz.

Había sido un día espléndido. Demelza había charlado más que nunca, saltado y corrido con sus hermanos, había cabalgado junto a Ross durante horas, había pasado la noche haciendo el amor con su marido, y había comido por demás. Tanto, que lo que la despertó no fue Ross yéndose a la mina sino un ataque de náuseas que la hizo saltar de la cama y correr al cuartito privado.

Demasiadas emociones para un día, pensó luego de vaciar su estómago.

Se saltó el almuerzo, el solo hecho de pensar en comer otra porción de pastel de cordero le revolvía la panza, pero afortunadamente al caer la tarde ya estaba repuesta y llena de energía.

Ross terminó de quitarse el resto de la ropa y entró en el dormitorio. Demelza se había acostado una hora antes que él ya que tenía algunos asuntos que atender después de la cena. Henshawe y Zacky habían venido después del último turno para estudiar los mapas de las minas que guardaba en su biblioteca, según ellos ya no podían estar muy lejos de los túneles perdidos de Wheal Maiden. Demelza se había mostrado alegre durante la cena, hablando con entusiasmo de sus hermanos y hermanastras. Había hecho un comentario al pasar, sobre lo mucho que extrañaba jugar con sus hermanitos y lo mucho que le hubiera gustado tener una niña a la que cuidar. Ross había levantado la cabeza del plato mirándola con suspicacia, pero notó que ella no quería insinuar nada con ese comentario. Fue solo una expresión sin importancia. Pero aun así no fue un comentario que él tomara a la ligera. Había pasado dos días seguidos viéndola interactuar con niños, y se veía tan natural. Claramente tener bebés a su alrededor la hacía feliz, y él quería que ella estuviera contenta. Y mientras tanto, quizás podrían disfrutar de un rato agradable intentando hacer a esos bebés imaginarios. Con suerte ella todavía estaría despierta, no es que despertarla para satisfacer sus deseos carnales fuera una tarea difícil, pero siempre se sentía un poco culpable cuando interrumpía su sueño. Incluso si disfrutaba cuando ella estaba lánguida y somnolienta, era una Demelza completamente única que el resto del mundo nunca llegaría a ver.

Afortunadamente, todavía estaba despierta. Sentada en la cama leyendo un libro y usando un fino camisón de gasa que se pegaba a sus curvas y que nunca antes la había visto usar. El leve rubor de sus pezones era visible a través del material en la luz parpadeante de las velas. Ross sonrió y caminó hacia dentro de la habitación, su miembro erecto y listo contra su vientre. Estuvo así desde que comenzó a desvestirse, anticipando reunirse con su esposa en la cama.

Demelza se sentó mejor, dejando su libro a un lado mientras sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa de bienvenida. Había mucho que decir sobre una Demelza apasionadamente predispuesta, aunque tenía que admitir que también disfrutaba el juego previo de seducción cuando ella quería ser persuadida. Demelza realmente lo cautivaba en todos sus estados de ánimo, incluso en los malos.

"¿No eres una bonita imagen, esperándome a la luz de las velas?" - murmuró, acercándose. Podía sentir su sangre subiendo mientras ella lo esperaba pacientemente, la excitación encendía su rostro y esos brillantes ojos verdes. Debajo de los pliegues de su camisón, sus pezones se estaban endureciendo en pequeños brotes que se asomaban para él, pidiendo atención.

"¿Quién dice que te estaba esperando?" - respondió ella mordazmente. "Quizás mi libro me capturó mi atención."

"Quizás." - respondió él, sonriendo maliciosamente mientras se acercaba, sabiendo cuánto disfrutaba cuando él jugaba al galán con ella. "Pero lo dudo."

Agarrando las mantas, las levantó de su cuerpo riendo entre dientes ante su grito ahogado. Pero ella no se resistió cuando él reemplazó las sábanas con su cuerpo, insertando su rodilla entre sus piernas y flotando sobre ella, sus labios descendiendo en los de ella y tomándolos con un beso conquistador. Sus manos subieron para presionar contra su pecho, los dedos se deslizaron por su piel y cabello.

Luego, sin previo aviso, lo empujó a un lado, tomándolo completamente por sorpresa y Ross aterrizó de espaldas sobre la cama.

"¿Qué estás haciendo?" - preguntó desconcertado, mientras ella inmediatamente tomó ventaja y se sentó a horcajadas sobre sus muslos. La suave tela de su camisón acariciando sus piernas e ingle.

"Tú siempre tomas la iniciativa." - dijo, mirándolo de una manera desafiante, con la obstinada barbilla hacia afuera. "Quiero tomar la iniciativa esta noche." - Había necesitado de todo el coraje y una gran cantidad de planificación para tener el descaro de hacer eso. En la cama, a Demelza siempre le encantaba cómo él la hacía sentir. El deseo, la creativa pasión e incluso las cosas indecentes que él hacía y le decía, le hicieron preguntarse si él también disfrutaría si ella intentaba hacer lo mismo por él.

Una excitación aguda, caliente y necesitada, se disparó a través de él y apenas pudo resistir el impulso de ponerla de espaldas y tomarla de inmediato. Era el instinto de un hombre que siempre tenía el control, que nunca había considerado renunciar a él. Pero cada día lo hacía más con Demelza. Antes de esto, antes de casarse, ocasionalmente se había encontrado con alguna mujer que deseaba tomar la iniciativa; pero a él nunca le entusiasmaba demasiado. Pero ella era Demelza. Su esposa. Y la una vez inocente niña quería ahora tomar la iniciativa.

Solo una vez él se había acostado inmóvil sobre el colchón mientras ella se familiarizaba con su cuerpo al principio de, bueno, esto. Pero ahora era algo diferente. Ross se obligó a recostarse sobre las almohadas y dejó caer las manos a los costados. Dolorosamente consciente del escrutinio de Demelza mientras él tomaba la decisión.

"Muy bien." dijo brevemente, algo incómodo con la idea, pero queriendo complacerla ahora que ella había hecho una solicitud en la cama.

Su recompensa fue una brillante sonrisa que hizo que cada pequeña incomodidad valiera la pena.

Inclinándose sobre él, su camisón rozando fugazmente contra su cuerpo y haciéndole estremecerse, le dio un beso en los labios. Su beso fue mucho más suave que los de él, y Ross abrió la boca, lo que le permitió a Demelza tomar la iniciativa en eso también. El movimiento de su lengua fue inquisitivo, casi vacilante, antes de crecer en confianza y entusiasmo.

Cuando presionó sus suaves curvas sobre él, Ross inmediatamente levantó las manos para sujetar los amplios montículos de su trasero. Rápidamente, Demelza se apartó.

"No... no intentes tentarme para que vaya más rápido." - dijo con firmeza, empujando sus manos hacia a los costados.

Él gimió. "¿No puedo tocarte en absoluto?" - Sonaba deprimentemente quejumbroso.

La pequeña sonrisa burlona que brilló en sus labios no fue en lo más mínimo reconfortante. Ella estaba disfrutando de este nuevo poder sobre él. Esperaba que lo aprovechara al máximo, porque no iba a estar en el menú de forma regular.

"No hasta que te diga que puedes. Quiero explorar."

Fiel a su palabra, comenzó sus 'exploraciones'. Sus gentiles dedos se arrastraron por su piel, seguidos de sus labios, acariciándolo ligeramente al principio y luego con más firmeza. Constantemente volvía sus ojos hacia su rostro, buscando pistas sobre lo que disfrutaba y lo que no. Eso era fácil: le encantaba todo.

La leve caricia de sus dedos, el húmedo beso de sus labios. Cuando sus senos presionaron contra su pecho y ella chupó el lóbulo de su oreja con la boca, arrastrando los dientes por el sensible lóbulo, casi perdió el control. Sus caderas empujaron hacia arriba, sus manos moviéndose, antes de que ella se alejara, obviamente complacida con su respuesta, pero irritada porque se había movido de nuevo.

Tomando sus manos, Demelza las llevó hacia las barras de madera de la cabecera. "Aférrate a eso y no lo sueltes." —le advirtió, entrecerrando los ojos verdes. Apretando los dientes por dentro, siendo lo más estoico posible por fuera, Ross obedeció. No estaba en su naturaleza aceptar fácilmente algo como esto. Demelza se inclinó hacia atrás, estudiándolo, y una pequeña sonrisa cruzó su rostro.

"Tengo una idea." - dijo. Su peso lo abandonó y Ross dejó escapar un largo suspiro, aprovechando la oportunidad para recuperar su fuerza de voluntad bajo control. Demelza parecía empeñada en ponerlo a prueba y, aunque parte de él disfrutaba de su descaro, tampoco se sentía del todo cómodo con esto. Pero ella estaba contenta y eso contaba para algo.

Cuando regresó, con uno de sus pañuelos colgando de su mano, Ross la miró con el ceño fruncido.

"Absolutamente no. No me atarás las manos."

La mirada que ella le dio fue como si hubiera dicho algo realmente estúpido.

"¡Judas, no!" La idea no se le había pasado por la cabeza.

Era reconfortante saber que ella sabía en cierta medida qué tipo de hombre era él, al menos. Le estaba permitiendo tener el control, pero él podría recuperar el mando en cualquier momento que le quisiera. Incluso sujetar sus muñecas no la ayudaría. A decir verdad, probablemente solo haría más probable que lo recuperara más temprano que tarde. Nunca se le había ocurrido, pero ahora la imagen de su esposa atada a la cama y a su merced hizo que su polla se irguiera más. Realmente, ella tenía las ideas más creativas.

Lo que Demelza quería rápidamente se hizo evidente cuando le colocó el pañuelo sobre los ojos. Mientras se cernía sobre él, susurró: "Me debes un castigo." Ross sonrió y gimió al mismo tiempo. Le gustaba mirarla incluso si no podía tocarla, y sabía que sus caricias se volverían mucho más intensas ahora. Demelza y él habían hecho el amor en completa oscuridad varias veces. Encontraba la experiencia enormemente erótica, poder sentirla, pero no verla. Y si esta concesión venía a pagar por el maltrato que la hizo padecer hacía unas semanas, bueno, si ella lo disfrutó en ese momento, tal vez él lo disfrutara también.

Así que le permitió atar el pañuelo sobre sus ojos, antes de dejar caer su cabeza hacia la almohada debajo de ella. Sus dedos agarraron la barandilla que sostenían con tanta fuerza que la cama crujió.

Absolutamente delicioso.

Si se le pidiera a Demelza que describiera cómo se veía su esposo en ese momento, esas eran las palabras que le vendrían a la mente. Su cuerpo duro estaba tenso, extendido ante ella, un verdadero banquete para sus ojos. De hecho, eso era parte de la razón por la que había querido vendarle los ojos, para poder mirarlo abiertamente sin sentirse incómoda, ya que él no podía verla observándolo.

Deslizando un dedo por el centro de su pecho hasta su ombligo, ella miró con fascinación mientras sus músculos se tensaron y temblaron. Con el rabillo del ojo pudo ver sus dedos volver a apretarse alrededor de la barandilla de la cabecera, como si se estuviera recordando a sí mismo que no debía soltarse. Lamiendo sus labios, bajó la boca hasta su pecho, besando un pezón plano y marrón.

Su polla se sacudió y Ross aspiró aire en respuesta. Por la forma en que apretó la mandíbula, le había gustado eso tanto como ella disfrutaba que él jugara con sus pezones. Cuando sus dientes pellizcaron el pequeño capullo, él gruñó entre dientes y Demelza se rio.

"Será mejor que no te rías de mí, niña." Dijo sombríamente, girando su cabeza hacia ella. Demelza solo podía imaginar la mirada que estaba recibiendo debajo de su pañuelo.

En lugar de responder, ella simplemente bajó la boca a su otro pezón, su mano en su estómago trazando con su dedo una línea más abajo para rozar el eje sedoso de su polla. Ross gimió. Y una ráfaga de poder embriagador la atravesó. ¿Era así como se sentía cuando la tenía a su merced?

No, claro que no. Inevitablemente él sentiría más. Porque cuando ella estaba acostada, estaba realmente a su merced, mientras que ahora era muy consciente de que en cualquier momento él podría decidir que estaba cansado de complacerla y ella se encontraría boca arriba con él entre sus piernas en un santiamén. La idea de que se diera la vuelta hizo que su corazón latiera más rápido, pero ese no era el objetivo de esta noche.

Quería explorar. Para ver si podía complacerlo de la forma en que él la complacía a ella. Quería saber más sobre su cuerpo.

Levantando la cabeza de sus pezones, rozó sus dedos sobre su polla, observando cómo se tensaba y se estremecía con su caricia. Era de un color furioso, de aspecto rojizo, y la punta supuraba una sustancia blanquecina y cremosa: su semilla. Fascinada, Demelza pasó su dedo sobre de ella y Ross gimió de nuevo, su fuerte cuerpo moviéndose hacia ella.

"¿Te gusta eso?" preguntó, frotando su dedo sobre la punta de su polla de nuevo, recogiendo la humedad y extendiéndola sobre la cabeza bulbosa de su eje.

"Sí, me gusta." - respondió él con los dientes apretados.

Demelza presionó los labios para no volver a reír. Desplazándose por la cama, apretó labios contra su cadera, su rostro muy cerca de su firme miembro mientras reunía el coraje para poner el órgano turgente en su boca. Solo lo había hecho una vez y con su guía. Pero recordaba cuánto lo había disfrutado.

Parecía gustarle sus labios contra su cadera, especialmente cuando mordisqueó suavemente el hueso que sobresalía. Dejando que sus dedos jugaran a lo largo de su polla, se abrió camino hasta el pesado saco de debajo. Era arrugado, suave, y el gruñido de sorpresa de Ross seguido de su grave jadeo cuando sus dedos rodaron suavemente los testículos en su mano le dijeron que también eran muy sensible.

"También te gusta esto."

"Sí." Su voz era seria, casi enojada. La cama crujió de nuevo.

Demelza se dio cuenta de que era mejor que llegara pronto al evento principal o tal vez no tendría la oportunidad.

Reuniendo su valor, agarró su miembro por la base. Estaba caliente y duro en su mano, y la respiración de Ross comenzó a acelerarse cuando sus dedos se envolvieron alrededor de su vara.

Por un momento vaciló y luego se inclinó hacia adelante, llevándose toda la cabeza a la boca. Era suave contra su lengua, con textura, y su semilla tenía un sabor ligeramente amargo y un poco dulce al mismo tiempo. No estaba segura de sí le gustaba. Pero le gustó el dejo de sabor que dejaba, una especie de gusto masculino almizclado y picante que la hizo querer más.

Ross jadeó, levantó las caderas, tratando de empujar más de sí mismo entre sus labios, y ella estaba tan sorprendida que lo dejó. Sí, le gustaba mucho esto. Cuando algo de su saliva comenzó a acumularse en su boca, chupó para evitar babear su polla, provocando otro gemido y un tirón de caderas de su marido. Oh... eso también le gustó, no lo había dicho la primera vez. Experimentalmente chupó de nuevo, moviendo la cabeza hacia arriba y hacia abajo un poco, de la forma en que él empujaba su cuerpo cuando hacían el amor.

No pudo soportarlo más. Soltando la cabecera de la cama, sacó el pañuelo de sus ojos y deslizó su mano en su cabello y suavemente inclinó su cabeza hacia arriba. Su rostro estaba parcialmente ensombrecido, pero aún podía ver sus labios hinchados y entreabiertos mientras jadeaba, y la cremosa hinchazón de sus pechos colgando debajo de su camisón. Ross estaba demasiado perdido para articular alguna palabra; y Demelza bajó los labios hasta la cabeza de su polla de nuevo mirándolo con ojos lujuriosos buscando su permiso para continuar. Todo lo que pudo hacer fue asentir.

"Dios mío." - Murmuró y apoyó la cabeza de nuevo contra la almohada, sus bolas palpitaban de necesidad cuando la suavidad de sus labios presionó contra su sensible piel.

Un calor húmedo lo rodeó mientras ella bajaba la cabeza hacia él, una mano todavía enredada en su cabello, usándola para sostener su cabeza, y apoyó la otra sobre la baranda de la cabecera de nuevo para poder mantenerse con vida. Doblando un poco el cuello observó cómo metió su miembro en su boca. La imagen shockeante de sus labios alrededor de su polla lo hizo sentir tremendamente posesivo; disfrutaba de saber que era el único hombre con quien haría esto. Ella era toda suya. Toda suya. Para unirse, suya para moldear y enseñar, conquistar y reclamar, y compartir algo que pensaba que estaba perdido. Estaba en llamas por ella, y no creía que ese fuego jamás se apagaría; cada toque de sus dedos sólo parecía alimentarlo, como el fuelle de un herrero. Incluso cuando parecía estar apagado, las brasas brillaban, esperando ser reavivadas con toda su fuerza.

Sintiendo las vibraciones de sus gemidos viajando a lo largo de su polla, Demelza tuvo que reprimir su propio gemido mientras él comenzó a levantar las caderas hacia arriba y hacia abajo en su boca. Sus pequeñas manos presionaron contra sus muslos; no trataba de apartarlo, sino que se estaba apoyando contra él mientras él empujaba más adentro.

"Cariño..." murmuró preocupado cuando la sintió respirar con dificultad, los pequeños músculos de la parte posterior de su garganta masajeaban la cabeza de su pija. Ross clavó los dedos en la base de su cráneo, masajeando su cuero cabelludo para ayudarla. "Respira por la nariz. Dios, Demelza, se siente tan bien."

La intimidad era abrumadora. Esto era mucho más crudo, mucho más primario. Y ella se sintió increíblemente poderosa por primera vez en su vida, de rodillas en la cama para su esposo, tomándolo de esa forma. El deseo de complacerlo era abrumador, y no era algo que ella hubiera esperado. El sabor de la carne masculina era salado, almizclado y había despertado una especie de anhelo en su interior. Su lengua exploró la parte inferior de su polla, saboreando los sabores prohibidos, mientras las lágrimas ardían en la parte posterior de sus ojos por tratar de no ahogarse.

Era obvio que Ross disfrutaba de que usara su boca de esta manera, y era mucho menos vergonzoso y doloroso que su propio castigo. A pesar de que la estaba poniendo algo mareada, Demelza también lo estaba disfrutando. La decadencia de tener sus pechos expuestos por su camisón nuevo, que la señora Trelask había incluido en su último envío. La mujer le había dicho, aquella vez que la vio antes del accidente, que los camisones eran una parte importante en una pareja de recién casados. Y Demelza se dio cuenta de lo que quería decir cuando vio la expresión de Ross al entrar en la habitación y la vio esperándolo. Y ahora, la revelación de la polla de su marido entre sus labios, la necesidad que sentía en él a pesar de que no podía ver su rostro... y todo ello templado con los gemidos que escapaban de sus labios. La hacía sentir que él también era suyo, como ella era suya.

"Chupa más fuerte, cariño..." - gimió entre dientes, las embestidas en su boca se volvieron más duras, más rápidas. Los dedos presionando en la parte posterior de su cabeza la ayudaban a mantenerse relajada, aunque casi entró en pánico cuando sintió que él llegaba a su garganta.

Era impetuoso, excitante, aterrador... pero se sentía tan bien de rodillas junto a él, sintiendo su fuerza masculina y sabiendo que él estaba tan perdido como ella e intentando no morderlo. Trató de hacer lo que él le dijo, relajar su garganta y succionar la gruesa vara que bombeaba entre sus labios. Inmediatamente fue recompensada con un llanto ronco y bajo, y sintió que se hinchaba más dentro su boca.

La piel suave en la parte inferior de su pene pulsó contra su lengua y ella trató de retroceder cuando algo caliente se deslizó por la parte posterior de su garganta. Demelza levantó los ojos hacia él, Ross la miraba con ojos deslumbrados.

"Traga o escúpelo." - jadeó.

No es que le dejara muchas opciones con su mano presionando firmemente en la parte posterior de su cabeza, manteniéndola en su lugar mientras se vaciaba dentro de ella. Podía sentir el pulso de cada chorro de líquido presionando en su lengua, antes de que su garganta se tensara, tragando convulsivamente el chorro subsiguiente. El firme agarre en la parte posterior de su cabeza comenzó a aflojarse, su respiración se volvió irregular, y su miembro se suavizó dentro de su boca, disminuyendo lentamente de tamaño. Insegura de qué hacer, continuó succionando, succionando suavemente, fascinada por la forma en que se sentía mientras él menguaba. La mano que sostenía su cabeza comenzó a acariciarla dejando que los largos mechones cayeran hasta sus hombros, y pasó los dedos por sus hombros, murmurando algo en voz baja en agradecimiento.

Mirando a la joven que todavía estaba lamiendo su polla con atención, Ross nunca se había sentido tan malditamente afortunado en su vida. Estaba saciado y, al mismo tiempo, no era suficiente. La agarró del hombro y tiró suavemente de ella para que se tumbara a su lado. No podía hacer mucho más.

Ross yacía flácido y satisfecho a su lado, seguramente como ella cada vez que él la hacía alcanzar la cima de placer. Él siempre la acunaba en sus brazos para dormir, así que ella hizo lo mismo. Colocando un brazo debajo de su cuello para rodear sus hombros, lo acercó más a ella. Ross no se resistió, estaba dócil y apacible, su cabeza aterrizó junto a la de ella, sus ojos medio cerrados.

"¿Lo hice bien?"

La sensual voz de Demelza, templada por la incertidumbre, casi lo hizo reír en voz alta. Pequeña descarada.

Abriendo los ojos, miró a los suyos brillantes, que lo miraban como si buscaran pistas.

"Sí, cariño. Lo hiciste muy bien. Eso fue... eso fue increíble." - murmuró, disfrutando de la mirada de orgullo y placer que iluminaba su rostro. Incapaz de contenerse, se inclinó y tomó su boca en un beso, aprovechando la oportunidad para acariciar sus tentadores pechos. Por la forma en que ella murmuraba y se retorcía contra él, estaba seguro de que quería que avivara las llamas de la pasión de nuevo.

"Sólo dame un momento, mi niña."

"¡Oh!... sí. Por supuesto." - Ella dijo contra sus labios, el color subiendo a sus mejillas ahora, ¡después de lo que había hecho!

Fin del Capítulo 34


NA: ¡Gracias por leer! Disfrutemos ahora mientras son felices ;)