-Miren, mis pequeñitos-
Se encontraba sentada con ellos en la orilla del mar. Llevaba un traje de baño color azul oscuro y enterizo, que enseñaba su espalda por completo, quedándole perfecto.
-Esto es un pepino de mar...- les enseñó un extraño animalito de cuerpo cilíndrico y con espinas, carente de extremidades -¿Pueden decirme a que familia de animales pertenece?-
Ambos levantaron sus manitos.
-Equinodermos- dijeron al unísono.
-¡Muy bien!- aplaudió feliz -Los equinodermos, como su nombre lo indica, son animales invertebrados, de cuerpo calcáreo y cubierto de espinas-
-¿Tía Gaia?-
-Si, mi ángel- acarició su hermoso rostro -¿Qué es esto?- señaló otro animal marino en las manos de su primo.
-Daven, amor- él picaba a esa criatura con un dedo -¿Quieres explicarle a Gaudy que animal es ese?-
-Si, mami- su sonrisa llegaba a sus hermosos ojos verdes -Esto es una medusa, primo- explicó, sabiamente.
Toda la familia, realizó un viaje a las playas de Okinawa, ya que los pequeños allí, no conocían el mar. Aunque sus madres le tenían terror, se sacrificarían por ellos.
-Están muy cerca de la orilla- mordía sus uñas, mirando a su hijo y sobrino con cara de terror -El mar se los tragará-
-Dea- su esposo la aferró de los brazos, inclinándose a su altura -Relajate, ¿Si?-
Pidió, pero ella temblaba como un diapasón y enfundada ese traje de baño de dos piezas color fucsia, que le quedaba como un guante.
-Le tengo terror al mar, Gojo- lo miró con ojos brillosos -No quiero estar aquí- miró más allá del horizonte -El mar es tirano, siempre sufrí como una desgraciada, cuando viajaba de Kaisalhima a Amestris en barco-
-Dea, escúchame...- habló su cuñado, colocando una mano en su hombro -Gaia también está asustada, pero intenta distraerse, ¿Por qué no vas con ella?- negó, rápidamente, con ojos enormes.
-No, están cerca de la orilla- los miró a ambos -Por favor, quiero irme- rogó con un nudo en la garganta -Hay magia rara aquí-
-No es magia rara, mi diosa- acomodó su sombrero con cuidado -Es el odio que las personas le tienen al mar, al igual que tú- bajó sus lentes -Ve a jugar con tu hermana y los niños, por favor- suplicó con sus ojos azules.
-Bueno-
Caminó temblando hacia ellos y abrazándose a si misma.
-Está aterrada, Gojo- tocó el colmillo colgando de su cuello -No sé como lo hacen, pero las dos pueden percibir cosas que nosotros no- lo miró de reojo -Cuando viviamos en Alemania, Gaia y Daven, se internaban en el bosque por horas, cuando yo estaba en el hospital- sonrió, mirándolos - Y las historias que contaban al regresar, eran de otro mundo-
Los cuerpos musculosos, atléticos, altos y atractivos de esos hombres, no pertenecían al mundo de los mortales. Era increíble, como los dioses podían crear algo así, con tanta generosidad y hacerlo tan bien.
-Mi esposa maneja diferentes tipos de magia y una parte de ella, es dragón- bajó sus lentes, mirando en la misma dirección que él -¿Creés que no sé de lo que hablas?- le dirigió la mirada -Pronuncia entre sueños cosas que no entiendo y narra historias de poderes ocultos en el mundo de la magia- apretó sus labios -Gaudy es igual a ella, en ese sentido, los dos me aterran- tragó con dificultad -No pensé que, podría ser tan destructivamente hermoso-
Una explosión se escuchó delante de ellos y voltearon, aterrados. La personas se alejaban del mar, mientras dos pequeños niños, corrían asustados hasta ellos. Tan sumergidos se encontraban en esa conversación que, bajaron la guardia por sólo unos minutos y se desató el caos.
-¡Algo se llevó a mamá!-
Gritó el pequeño Daven, con lágrimas en sus ojitos y aferrando de la mano a su primo que lloraba a su lado.
-¡La tía Dea lo atacó, pero también se la llevó a ella!- repitió en el mismo tono.
-¡Mami!- lloraba aterrado, aferrado a una de las piernas de su padre -¡Ese monstruo se llevó a mi mami y a la tía Gaia al mar!-
Él estaba inerte, no podía creer que sus seis ojos fallaran en algo como eso.
-Gaia...-
Susurró, despertando a su espada y corriendo hacia el mar, pero no había nada, ningún rastro de las dos.
-¿Un Yokai?-
Preguntó a si mismo, observando la huella de la cola de un pez y levantando de la arena una enorme escama.
-Es un Ningyo- aclaró Gojo, con su pequeño en brazos -No podemos hacer nada, Kylar- abrazó a su pequeño que lloraba en él -Solo rezar, si es que crees en algo, para que estén bien-
-Ven aquí, hijo- se sentó con él en la orilla, mirando el mar -Mami va a estar bien, te lo juro-
Las horas pasaron, lo mismo que el sol que caía en el horizonte y no había señales de ellas. Desconocían cuanto tiempo había transcurrido, pero era demasiado.
-Papi, tengo frío y hambre- rodeaba su cuello con sus pequeños bracitos.
-Yo también, Gaudy- miraba el mar de pie y con sus ojos azules envueltos en locura -Pero hay que esperar a mami- escondió su rostro en él -Ella vendrá pronto- susurró en su abrazo.
-Papá...- el pequeño Daven aferró su rostro con ambas manos, para verlo a los ojos -Mami se fue y no volverá-
Él hiperventilaba ante la repentina verdad que pronunció su hijo, aún seguían sentados en la arena y no iba a moverse de allí, por nada del mundo.
-Si, hijo- acomodó su voz que vibró al hablar -Mami va a volver con nosotros- lo abrazó -Tiene que volver con nosotros- suplicó al mundo.
-¡Maldita porquería!- renegó una voz detrás de ellos -¡Te juro que lo haré sushi cuando todo esto termine, Dea!-
Voltearon aturdidos al reconocerla, allí estaban ellas, con algunas heridas en sus cuerpos y agujeros en sus trajes de baños, pero vivas, arrastrando a un pez gigantesco con cara de mujer. Gojo tenía razón, era un Ningyo lo que las había atacado.
-¡Cállate, Gaia!- respondió rabiosa -¡Hace kilómetros que estamos tirando de esta cosa, porque quieres tomar muestras!- levantó su mano y lo apuntó -¡Que venga el juicio!-
Lo envolvió en llamas, reduciéndolo a cenizas en cuestión de segundos.
-¡No! ¡Mis muestras!- se lamentó, cayendo de rodillas -¡Ah! ¡No! ¡Espera!- escarbó con un palo las cenizas allí -Aquí hay algo...-
Levantó con sus dedos una pequeña joya azul con forma de lágrima, mirándola a contra luz.
-¡Juh!- caminó hacia el mar y volvió a arrojarlo con fuerza a las profundidades -Era una mujer muerta de dolor, al fin de cuentas y de la que sólo el mar sabía su nombre- sacudió sus manos y los miró -Lo único que ella quería, era volver a ser mortal- se sentó junto a su esposo e hijo, que estaban impactados al verla -Hola, chicos- juntó su frente con la de su pequeño, besándolo en la nariz -Estoy muerta de cansancio y tengo mucha hambre, caminamos kilómetros con Dea cuando pudimos salir del mar, hasta aquí- dirigió sus ojos al hombre a su lado -Kylar, estás muy pálido, ¿Te encuentras bien?-
Eso no era normal, para una persona que estuvo todo el día bajo el sol a la orilla del mar.
-Si, no saben el día horrible que hemos pasamos, Gojo- tomó a su hijo en brazos y lo besó, ya que él, no reaccionaba a ningún estimulo -Resulta que, lo que nos atacó, era una mujer encerrada en una maldición de hace siglos y que sólo quería recuperar su cuerpo, al igual que su mortalidad- él seguía igual, mirándola con sus ojos enormes -Pero bueno, Gaia no aceptó el intercambio de darle un cuerpo y yo tuve que darle fin a su calamidad- sonrió, como si nada.
-Me voy a sentar un momento-
Fue lo único que dijo y cayó a plomo junto a su rival, que seguía pálido como un papel, mirando el mar.
-Gojo...- pronunció a su lado -Creo que tuve un lapsus cerebral, ¿Podrías golpearme?-
-No- respondió serió y después, sonrió -Si yo te golpeo, ¿Quién me golpeará a mi?-
Lo rodeó con su brazo, para reconfortase mutuamente. Ellas estaban bien, sólo tenían que recomponerse y superar ese terrible shock que los golpeó ese día.
-¡Kylar!- se inclinó delante de él con su hijo en brazos -¡Tenemos hambre!- reclamó con mala cara -¡Quiero carne y mucha!- exigió.
-Si, amor- se incorporó, sonriendo -Lo lamento, es sólo que, estaba evitando que me de un ataque- sonrió, abrazándola -Me alegro que estés bien- la besó en la mejilla infinidad de veces -Viste, hijo. Te dije que mamá volvería con nosotros-
El niño sonrió y besó a su madre en la otra mejilla, para luego, emprender camino hacia el auto.
-Dea Fleming llamando a Satoru Gojo- le dio unos toquecitos en la cabeza para que se incorporara -¡Con Gaudy queremos unas hamburguesas gigantes y muchas patatas fritas!- levantó a su pequeño sobre su cabeza -¿No, hijito?-
Él rió, asintiendo. Ellos odiaban la comida tradicional de ese país, preferían cualquier otra cosa, en vez de eso.
-¡Vengan aquí!- tiró de ellos, sentándolos en su regazo y envolviendo a ambos con sus fuertes brazos -Sólo denme unos minutos para recuperarme del susto de hoy, ¿Si?- exhaló fuerte -Después les compraré el mundo entero, si quieren-
-No es necesario...- negó divertida, mirando las olas -Con una hamburguesa para cada uno, somos felices- besó las mejilla de su hijo -Con una montaña de patatas fritas y un gigantesco helado-
-¡Muy bien, mis pequeños universos!- incorporó a los tres de un salto -¡Despidanse de este horrible lugar para no volver jamás!-
Así lo hicieron, nunca más volverían a las orillas de ese mar en Okinawa, guardaba muchos secretos y nombres en él, que no querían conocer.
