Capítulo XXXIV


Las Claymore que ya saboreaban el triunfo sobre el ejército del Norte del cual ya solo quedaba algún rezagado; se quedaron estáticas por unos segundos al notar el yõki emergiendo de Priscilla, recordando porque esta no entrenaba cerca de ellas. Pues su poder era muy incómodo de sentir.

No obstante debían ir con ella y detenerla o intentarlo.

Flora y Verónica, junto con Galatea, fueron las encargadas de acercarse hasta su joven compañera.

–Priscilla esto ya ha terminado, debemos volver a la base. –llamó Flora.

La jovencita se giró sin soltar su espada en ristre:

–¡¿Volver?! ¡¿Acaso no lo ven?! –Señaló con la cabeza hacia Teresa que simplemente la miró con un clásico gesto Malfoy de desdén– ¡Eso es un yōma!

Las tres capitanas se cernieron buscando encerrar a Priscilla y que dejara de amenazar a la joven bruja.

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Deneve, se acercó a su amiga llevando consigo las dos espadas y Helen la miró con curiosidad, más no preguntó nada; porque ese desafío lanzado por aquella guerrera hacia Teresa, las tenía muy intrigadas y ciertamente molestas.

Mientras, los sobrevivientes se levantaban para dirigirse al hospital o a sus hogares; incluso algunos debían ser llevados por los demás.

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Jane otra de las guerreras, se acercó a los magos y brujas y les pidió:

–Deben salir de aquí. Algunos de los aurores ya fueron avisados y enviaron más de ellos; para que les ayuden a retirarse.

Entre los que la oyeron se encontraba el grupo de padres de las niñas guerreras y Hermione notó la urgencia en la voz de la Claymore, por lo que cuestionó:

–¿Por qué la urgencia? Ya se ha acabado el combate ¿no?

Jane vio a la bruja y dejó salir el aire:

–Por supuesto..., más nos sería más fácil limpiar el desorden y perseguir a los que huyeron si sabemos que esta área está libre de posibles víctimas.

Hermione vio con sospecha a la guerrera, más ya no cuestionó; en su lugar llamó a Theo:

–Ayudemos a llevar a Harry y salgamos de aquí.

Theodoro, asintió y comenzó a llamar a sus conocidos, para revisar que todos pudieran moverse con prontitud. Incluso llamó a Deneve, más la niña no se movió, ella al igual que las de su grupo esperaban sin moverse que Teresa se alejara de la loca Claymore que la acusaba de ser un yōma.

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Teresa bajó del cadáver el antiguo Abisal, dio un par de pasos antes de voltearse y ver con intriga a la guerrera.

–¿Que te sucede? ¿Y por qué apuntas tu espada hacia mí?

Priscilla siguió lentamente los movimientos de la adolescente o monstruo –estaba segura– sin dejar su pose ofensiva. Gruñó, pero las tres capitanas la volvieron a llamar.

–Ya basta con esto Priscilla. –Ordenó Galatea. – Ya puede irse ¿señorita...?

–Teresa Potter Malfoy.

–Gracias por su ayuda. –Confirmó Flora. Todas las Claymore mayores conocían perfectamente ese yõki a quien pertenecía, por eso no dejarían que Priscilla la molestara.

–No lo hice sola.

La jovencita Potter Malfoy se acomodó el cabello y optó por dirigirse hacia donde se encontraban sus amigas, hermana y familia; ignorando monumentalmente a Priscilla.

Esta siseó llamándola:

–No des un paso más, yōma.

Teresa ni se inmutó y claramente tampoco obedeció a la otra rubia. Lo notó, más no tuvo que defenderse del golpe de filo que lanzó la joven Claymore, pues otra espada detuvo el embate, seguido de una molesta recriminación.

–Si no sientes quien es tu General, de verdad no eres una Claymore. –rugió furiosa Verónica ya harta de tenerle consideración a Priscilla.

Con una orden, Galatea llamó:

–¡Todas conmigo!

Y a ese mandato las Claymore que quedaron vivas de la batalla, se reunieron frente a Priscilla cubriendo a Teresa de esta.

La joven y casi número uno, Priscilla gruñó dejando sus dientes ya convertidos en colmillos.

–¡¿Cómo no lo ven insensatas?! ¡Eso es un yōma!

Como no hubo atisbo de duda en las otras Claymore, la jovencita intentó pasarlas e ir por la bruja. Más no en vano había una barrera de guerreras que no se lo permitieron.

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Helen dejó salir el aire teatralmente y ayudó a subir a su prima Teresa hasta la plataforma.

–Esa tipa está loca.

Teresa miró con diversión a Helen y se encogió levemente de hombros.

–Probablemente, pero dejemos que su gente lidie con ella.

Deneve asintió y las tres caminaron hasta su familia. Clare ya estaba muy cerca de Harry que la consolaba, pues esta lloraba a moco tendido.

–¡Perdón papi por no protegerte a tiempo!

Draco acercó a su hija y besó el cabello de esta.

–Está bien cariño, papá ya está mejor y lo hiciste bien no te culpes. Mejor apresurémonos a salir de aquí.

–Sí, estoy de acuerdo con tu papi, es mejor irnos. –dijo un cansado, pero más recuperado moreno.

Severus se unió al grupo cuando los últimos magos se retiraron con los aurores y uno que otro medimago igualmente. Irene era abrazada –estrujada– por Sirius que la revisaba de todo a todo; digamos que si alguien dudaba que Irene era hija de Severus Snape, disiparon esas dudas al ver la cara sufrida de esta, tan similar a la del pocionista.

Helen no tardó ni un minuto en pedir alimento a sus padres y Duddle tuvo que suspirar:

–Hijita solo traigo una rana de chocolate, nada se salvó cuando corrimos. –El rubio sacó la golosina, que sin preámbulos devoró la Weasley.

Fred abrazó a sus dos golosos, aliviado de que ninguno salió lastimado.

Deneve llegó hasta sus padres, mostrando la espada que no era de ella. Charly la vio y estiró los brazos, Deneve se echó a ellos y comenzó a llorar silenciosamente; si bien ese mismo día conoció a la capitana Undine, la guerrera le dejó una huella a la pequeña que la admiró por su fuerza y valor. Y es que cuando Undine la vio, la consideró de inmediato como una gran combatiente a pesar de su edad.

Miria sintió que sus padres la abrazaron y ella correspondió, sin embargo no dejó de seguir las acciones que se llevaban a cabo con la joven guerrera y sus compañeras, más allá de las vías del expresso.

El rubio mayor vio que los de su grupo se encontraban bien y expuso:

–Yo me adelanto, debo ver a Remus; antes de que quiera venir por no quedarse sin saber nada.

Draco asintió y agregó:

–Yo voy con Harry a San Mungo, las niñas deberían irse contigo, papá.

–Me parece bien. Esto no se ve bien como para iniciar clases. Vamos Teresa y Clare.

Las jovencitas escucharon. Clare se reunió con Lucius, más Teresa pareció dudar, pues aun sentía el yõki de la guerrera aumentando y eso no era buena noticia.

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Rimt fue informado por Rubel y el mago mayor se mesó el cabello...

–Creí que este día no llegaría.

–No quiero ser condescendiente, más aún hay esperanza; ella no ha despertado del todo.

–¿Y cuándo crees que resista? –Rubel no respondió, por lo que Rimt siguió– Sabía que esa niña no sería buena guerrera... su historia de por si es tan oscura...

–¡¿Lo sabe?! –se asombró Rubel, pues el creyó que el jefe de los Inefables no supo bien el secreto de Priscilla. El mago de más edad movió la cabeza afirmando la respuesta.

–Por supuesto, algo tan atroz no se puede esconder. Que esa niña sobrevivió la cuarentena encerrada y como único alimento el cadáver de su padre o yōma que ella misma mató... Por eso mismo, no confió en que regrese por sí misma.

–Dae ya salió para allá. Mandamos más guerreras. –afirmó Rubel.

Rimt, asintió, sin embargo esperó que ese secreto que los Potter y él, guardaban; sirviera de cadenas o verdugos de Priscilla.

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Con las guerreras. Flora insistió:

–Deja de liberar yõki, se acabó. Nos han ordenado regresar.

La chica respondió en ese momento con la voz deformada:

–Ya no les haré caso alguno, son cómplices de ese monstruo.

–Baja esa espada o nos veremos obligadas a detenerte. –dijo serena Galatea.

Priscilla dudó un poco, sin embargo volvió a recordar el monstruoso yõki y la portadora de este, haciendo que sus pesadillas y recuerdos se combinaran y no pudiera dilucidar la realidad. Se removió inquieta e intentó reconocer a sus compañeras, sin embargo sintió también el yõki alterado de estas al mismo tiempo que la voz de Verónica le llegó a los oídos.

–Ellas son las líderes ¿Cómo no puedes sentirlo? ¿Cómo la magia no te lo dice?

–¡¿Magia?! Somos Claymore no tenemos magia..., ella nos abandonó.

Gruñó de nuevo la chica con facciones alteradas y ojos amarillos, signo inequívoco de que estaba transformándose.

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En la Mansión Malfoy. Nulo revisó a Lucían que siguió durmiendo en lo que Remus vigilaba que Raki comiera. El licántropo se encontraba muy nervioso, sin embargo deseaba creer que sus seres queridos no tardarían en llegar.

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Draco y Harry ya se habían retirado, confiados en que Lucius se llevaría a sus hijas. Al mismo tiempo los Nott; igual que los Weasley Dursley también se habían retirado. Hermione y Ron agarraron a Miria de los hombros, más ella los detuvo.

–Esperemos solo un momento...

Pidió la niña; pero Hermione no en vano estudió de cerca todo sobre las Claymore y los Kakuseishas y consideró que estar lo más lejos de ese lugar era lo mejor. Estaban todos cansados y allí más que ser de ayuda serían una distracción.

–No cariño. Nos vamos. Lucius vámonos ya. –urgió la bruja.

El Malfoy dilucidó el tono en la voz de la bruja:

–Ya Teresa. Nos vamos.

Lucius volvió a llamar a su nieta mayor y esta avanzó de nuevo. Irene se acercó a ella:

–Debemos de sacar a nuestra familia de aquí. Ellas son fuertes y han sido entrenadas; además si te vas ella dejara de buscarte ¿no crees?

–Pero ya se ha transformado más.

Irene negó y buscó con la mirada a sus padres. Severus revisaba que ya no hubiera ni estudiantes ni padres, seguido de cerca por Sirius. La chica desde que llegó a esa familia estuvo cerca de las gemelas y conocía bien el poder de estas; nunca tuvo miedo de ellas y mucho menos de los yōmas, pero no pudo evitar sentir que un escalofrió recorrió su piel al percibir el yõki cada vez más alto de Priscilla. Sin dejar el lado de su amiga, alzó el brazo agitándolo para llamar a sus padres y pedirles que se fueran ya.

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Creyeron que podrían detenerla y le dieron el beneficio de la duda; sin embargo Priscilla les demostró de mala forma que ya se hallaba más allá de poder detenerse; por eso ese corte con la fuerza de un huracán las arrasó. Una espada Claymore manejada por una semitransformada Priscilla, cortó a la mayoría de las guerreras por la mitad, dejándolas sin saber cómo y en que segundo, habían dejado el mundo de los vivos.

Verónica se encontraba sin uno de sus brazos, más aun de pie. Galatea tenía un corte a través de sus dos ojos. Flora yacía tendida cortada por la mitad como las otras guerreras de rango menor.

Y de Priscilla no había rastro. Más no era difícil saber hacia dónde saltó, casi al mismo tiempo que dio ese fenomenal golpe. Con el mismo impulso brincó y con el filo listo para decapitar... a Teresa.

Al instante en que Irene agitó el brazo en dirección de sus padres, vio por un segundo como la espada que deseaba probar la sangre de su mejor amiga le cercenaba casi por completo el brazo a ella; si no lo perdió del todo, fue porque Teresa se giró, aventándola para quitarla del camino, al mismo tiempo que detuvo el golpe de Priscilla, hundiendo los pies sobre la plataforma incluso resquebrajando todo a su alrededor.

Irene cayó sosteniéndose el brazo y sintió como Sirius la cargaba para sacarla de ahí.

–¡No padre, ella me necesita!

Severus que se acercó a su familia, vio a su hija y luego a Teresa.

–Cariño... no creo que puedas hacer nada en este momento y debes de tratar de salvar tu brazo...

–¡No, aunque lo pierda...!– se negaba Irene.

–¡Basta! –exclamó Sirius. –Si quieres ayudar a Teresa, confía en ella... en ellas.

Aclaró el mago notando que Clare se soltó de Lucius y ya iba a unirse a Teresa, para el combate.

Irene apretó los dientes y lloró de impotencia, más rogó a la magia que no dejara a Teresa, pues ese monstruo al que afrontaba era pavoroso por el poder que poseía.

Sirius cargó a su hija, más se la entregó a Severus:

–Yo me quedaré. Sé que no podré hacer nada, pero por lo menos no las dejaré solas. Se lo debemos a sus padres.

Severus no pudo negarse. Ahora Lucius y Sirius eran los únicos magos en el andén.

Severus se desapareció. Sirius corrió a donde Lucius miraba todo sin saber cómo auxiliar a sus nietas. El mago de cabello negro agarró del brazo al rubio y se alejaron, más; sin perder de vista el combate y rogando porque los Inefables enviaran ayuda.

Teresa respondió golpe a golpe la ofensiva de Priscilla. Clare esperaba en segundo plano sin perder detalle por si su hermana la necesitaba. Siempre supo que su gemela era la General y ella estaba bien con ello, porque su fuerza no era la misma, más siempre estaría con Teresa así fuera como respaldo.

" Monstruo", "Yōma" "Debo matarte". Todas esas palabras salían de Priscilla combinadas con gruñidos.

–Que fea te has puesto y ni por ello te detienes... –dijo la gemela mayor.

–¡Mataste a papá! –chilló la media guerrera. Teresa arqueó una ceja y supo que la mente de la chica estaba combinando pasado y presente, sus recuerdos o sus culpas se revolvían en una marea de odio. – ¡Papá era muy bueno conmigo! ¡Monstruo!

Verónica y Galatea llegaron hasta la batalla, más Teresa las detuvo.

–Curen sus heridas, así no podrán hacer mucho.

Priscilla ni siquiera volteó a ver a las capitanas, las única sobrevivientes de todos los equipos que enviaran al combate contra Isley. Clare se acercó a las guerreras y las guió hacía donde Sirius y Lucius se cubrían sin dejar de ver la pelea.

Priscilla ya tenía una apariencia de monstruo musculoso con la ropa de Claymore hecha trizas, su rostro ya no era humano. Semejaba el de un demonio, con una boca singularmente grande que abarcaba casi de lado a lado su rostro, lleno de colmillos; sus ojos eran amarillos solo con unas pequeñas líneas negras en el centro y su cabello estaba levantado en puntas... y a pesar de todo ello, lloraba llamando a su padre y exigiéndole a Teresa que se lo devolviera.

Teresa la sonriente exhaló aire y se concentró, ya no era justo que esa chica que luchó tanto por ser una buena Claymore, que entregó su magia para poder usar una espada, siguiera ese camino hacia su catastrófico Despertar. Sostuvo su Claymore y avivó levemente su yõki, haciendo que sus ojos se volvieran de un color amarillo, solo eso se requería para detener a Priscilla, antes de que se convirtiera en Kakuseisha.

Los tajos fueron certeros y sin pisca de consideración. Como si fuera Confringos en sucesión, hicieron retroceder a la medio yōma, el ultimo casi fue un Avada... que hincó a Priscilla y que logró que esta viera hacia sus manos –convertidas en garras– que apenas sostenían su filo. La realidad la golpeó y en posición arrepentida, rogó entre gruñidos con muy poco de humanos...

–Mátame... por favor... No quiero ser un monstruo...

Teresa se quedó un instante indecisa, pues sintió compasión por la chica... Y ese fue su gran error, porque Priscilla alzó su espada para cortarle la cabeza...*

O eso pretendió hacer la traicionera Priscilla, pero otro filo detuvo el golpe y sin dilación, la cabeza que rodó fue la de ella. La Claymore de Clare aun goteaba sangre, cuando esta vio con odio el cuerpo de Priscilla, y siseó.

–Olvidaste que Teresa tiene una gemela...

Teresa sintió compasión y Clare no; entones ¿Quién poseía herencia leonina y quien herencia viperina?... La verdad es que las dos, eran una perfecta mezcla de ambas.

Fin


...


Por desgracia esto si sucede y por eso odio que digan que Priscilla venció a Teresa, cundo considero que fue una traicionera.

...


Muchísimas gracias María Luisa, espero que puedas ver este final. A noona-kane que me recordó con un florido reviews que debo terminar la única historia que dejé inconclusa.

Y no se molesten que aun falta un epilogo.