Era la mañana del tercer día desde que Sam y Bucky me obligaron a ir a descansar. Era gracioso que una de las cosas que siempre había criticado de Tony era la poca capacidad que tenía para separar lo profesional de lo personal se requería. Y ahí estaba yo, habiendo obligado a mis amigos a ir a por mí y llevarme a cuestas casi hasta la cama. Parecía un niño pequeño.

Mi mente estaba más clara, eso era indiscutible, pero la ansiedad no se había reducido ni un poco. Más bien todo lo contrario.

A ello se le sumaba presión externa añadida. Por un lado la prensa no dejaba de escarbar. Sabían que pasaba algo con el hombre araña, pero no el qué. Nosotros desde el primer día coincidimos en que lo mejor era mantener un perfil bajo de cara a la prensa, no veíamos necesario tener que lidiar con ella también. El problema era que conforme los días pasaban y la situación no cambiaba se hacía cada vez más evidente la necesidad de un comunicado oficial. Y es que esas ratas que se hacían llamar reporteros estaban empezando a cruzar límites para enterarse de algo, de lo que fuera que les pudiera dar dinero.

Pensamos que lo podríamos esconder más tiempo, porque a pesar de que Peter dijo en su rueda de prensa que la idea era mantener sus estudios como siempre, nosotros tratamos de hacer que se viera que había decidido estudiar desde casa. No sabemos si les convencimos, pero por unos días funcionó. El problema fue cuando el amigo de Peter también empezó a faltar al instituto.

Los padres de Ned tenían la puerta de su casa llena de reporteros desde entonces, y con cada día que pasaba se sumaban más, por lo que les tuvimos que aumentar la seguridad. No tenían bastante con la desaparición de su hijo que además les estaban arrebatando la libertad de hacer su vida todo normal posible mientras esperaban el regreso de este.

Por otra parte teníamos al Gobierno. Con los nuevos acuerdos nos dieron permiso sin demasiados problemas para seguirle la pista a Hydra y al Salón Rojo. A fin de cuentas, no tenían a nadie mejor preparados para ello. El problema era que con la desaparición de Peter se habían puesto más quisquillosos. Pedían informes todo el tiempo, exigían que demandáramos permiso cada vez que saliéramos a perseguir una mínima pista, incluso quisieron meter a agentes bajo su cargo que se creían con derechos de opinar algo en nuestra sede. John Walker en especial era un grano en el culo.

Cada vez que me cruzaba con ese impresentable recordaba por qué no quise firmar los primeros acuerdos.

En mi mente me repetía que todo eso daba igual, que yo me tenía que concentrar únicamente en una cosa. En una persona. Y en ese momento es cuando de verdad mi ansiedad aumentaba, porque la idea de que le estaba fallando no salía de mi cabeza de una forma que rozaba el masoquismo.

Pero es que solo había que encontrarle, no parecía un trabajo tan complicado, no podía serlo. El problema es que sí lo era. Y eso me hacía sentir más fracasado de lo que me había sentido alguna vez en mi vida. Más incluso que cuando medía metro y medio y mi escudo contra los matones de mi barrio consistía en la tapa de un gran cubo de basura.

- Sigue sin decir nada.- dijo Scott a mi lado.

- Si a estas alturas hubiera querido decir algo, ya lo hubiera dicho. Es un caso perdido.- contestó Clint desde la otra punta de la mesa.

Estábamos en la sala de reuniones, como hacíamos cada par de días para poner en orden lo que teníamos. Aunque eso siempre se resumía a una cosa: nada.

- Es la única baza que tenemos a corto plazo.- habló Tony.

Se le veía cansado, casi parecía el mismo hombre que el día que se levantó del coma en Wakanda. Tenía unas ojeras cada día un poco más oscuras que le bajaban casi a mitad nariz, y sus ojos… eran tristes, no había otra forma de definirlo.

No sabía cómo sentirme al verle así, porque sabía que yo debía lucir igual. O peor.

- Le terminaremos encontrando.- siguió Tony, intentando convencerse más a él mismo que al resto de nosotros.- Pero si conseguimos hacerle hablar nos ahorraremos meses de búsqueda.

- Y no le van a mantener vivo tanto tiempo.- añadió Wanda, ganándose una mirada de advertencia de varios compañeros, y logrando que el nudo de mi estómago se apretara aún más.

Todos sabíamos lo que había y cómo trabajaban esos hijos de puta, pero prefería no escucharlo en voz alta. Llamadme cobarde, pero eso solo mataba más las ya de por sí pocas esperanzas que tenía. Y en ese momento, esas esperanzas eran lo único que me mantenían en pie.

- Opino como Clint.- habló Sam de forma cuidadosa, como si estuviera estudiando cada una de las palabras que decía, y seguramente lo hacía por mí, algo que me tendría que haber inquietado, pero no era así.- Si no ha dicho nada ya, no creo que lo vaya a hacer.

- ¿Y qué propones?- pregunté intentando no sonar tan cortante como sé que lo hice.

- Solo podemos seguir como hasta ahora.- intervino Rhodey salvando a Sam de una contestación incómoda. Yo estaba siendo un capullo, era consciente.- Intentar acelerar los trámites, seguir atentos de los rumores que van corriendo...

- Eso es una mierda.- dije levantándome de la silla sin mirar a nadie en especial.- Y todo esto es una pérdida de tiempo.- seguí diciendo mientras me giraba camino a la puerta siendo consciente de la forma en la que me estaba mirando todo el mundo.

- Esa lengua.- pude escuchar a Tony decir mientras cruzaba al pasillo.

Caminé sin pensar demasiado en lo que acababa de pasar, solo en lo que iba a hacer. Tenía una opción y una oportunidad, y no la podía desperdiciar.

Cogí el ascensor para bajar donde teníamos escondida a ese intento de Viuda Negra que lo único que había conseguido era manchar el recuerdo de Natasha que teníamos. Deseaba con todo mi corazón que no hubiera vuelto de esa forma. Ella se fue a lo grande, dejando huella, inmolándose por una causa grande y común, como una heroína. No se merecía esa imagen que inconscientemente nos estábamos creando de ella.

Llegué a las puertas. Ni me di cuenta de cómo había llegado hasta ellas. Era como si mi mente se hubiera desconectado durante el camino desde la reunión hasta esas puertas.

Entré sin pensar demasiado. En esas últimas semanas lo mejor era no pensar demasiado.

Era una habitación mucho más grande que en la que se encontró los primeros días. Caminaba libre, y nosotros la podíamos observar y hablar con ella a través de un gran cristal. Tenía una cama, un retrete y una ducha. Le llevábamos un pijama nuevo para cambiarse cada dos días y comida tres veces al día por una puerta tan blindada que ni un Hulk enfadado podría salir por ella. En resumen, una celda de muy alta seguridad.

Vi que levantaba su mirada de la cama en la que se encontraba tumbada para mirarme. No había expresiones en su rostro. No era algo nuevo, parecía más un robot que una persona. Y puede que en parte lo fuera.

Me acerqué hasta el cristal que nos separaba solo observándola, pensando en lo que le iba a decir. Debía ser extremadamente cuidadoso, porque si esta vez no hablaba sabía que la descartaríamos como opción. Ya habíamos perdido demasiado tiempo con ella.

- Buenos días.- hablé tratando de reunir toda la amabilidad que pudiera.

No recibí respuesta.

- Sabes para qué estoy aquí.- volví a intentar con un habla suave.

No recibí respuesta.

Solo estaba sentada, mirándome como quien mira una pared. Sin miedo, sin alegría, sin rabia, sin dolor. Sin más.

- ¿Por qué eres leal a ellos?- pregunté borrando todo rastro de buenas intenciones.

Sabía que no respondería siendo amable con ella. Llevábamos intentándolo durante muchos días, y no había respondido ante ninguna de nuestras opciones.

- Ellos no van a hacer nada por ti.- seguí, notando como la ira ascendía por mi pecho hasta mi garganta.- No les importas, te van a dejar aquí y se van a olvidar hasta que mueras y puedan reiniciar a otra como tú.

Noté cómo frunció levemente el ceño. Tan leve que dudé si había pasado de verdad. Pero era lo único que había conseguido, así que era a lo que me aferré.

- ¿Y entonces qué vas a hacer cuando eso pase? Porque el Gobierno tampoco está interesado en mantenerte aquí encerrada mucho más tiempo, y la otra opción no es nada agradable.

Seguí sin recibir respuesta. Tenía que haber algo que la hiciera reaccionar y que consiguiera despertar algo en ella por muy leve que ello fuera.

- Mira, te conozco Natasha, y sé que…

- No me conoces.- me interrumpió.

Su voz era grave y ronca, posiblemente del tiempo que se había pasado sin hablar, solo observando.

La miré con los ojos más abiertos de lo que me gustaría admitir. Había bajado para esto, quería que funcionara, pero seamos sinceros… ni yo ni nadie pensaba que lo fuera a hacer de verdad.

- ¿Perdona?- fue lo único que conseguí pronunciar.

- Siempre hablais como si me conocierais. Todos vosotros. Y no es cierto, ninguno me conoce.

Me quedé unos segundos en blanco observándola. Crisis de identidad, ¿ese era su punto débil? Al parecer compartía la misma inseguridad que tres cuartas partes de adolescentes americanos.

- Discúlpame,- contesté tratando de pensar rápido en mis siguientes palabras.- pero creíamos que vuestros recuerdos…

- Y así es.- me volvió a interrumpir.- Tengo los recuerdos de todas las Natashas anteriores, pero eso no me convierte en ellas.

- Tienes razón.- dije lentamente.- Supongo que a nosotros nos cuesta separar recuerdos.

Volví a quedarme sin respuesta, pero después de aquello estaba loco si pensaba rendirme.

- No sé por lo que has pasado, no entiendo lo que has hecho ni por qué lo has hecho. Es verdad, no sé nada de ti, pero tú lo sabes todo sobre mí. Lo sabes porque mi Natasha lo sabía.- notaba los latidos de mi corazón resonando en mis orejas y ninguna reacción de su parte. Pero seguí, y pensaba seguir hasta el final.- Y ella sabía que nunca hubiera jugado ni mentido con algo tan importante para mí como lo es Peter, así que cuando te digo… cuando te suplico que me ayudes a cualquier precio, lo digo en serio.

Se hizo un silencio tan pesado que lo podía notar haciendo fuerza contra mi cuerpo. Sentía la necesidad de decir algo más, de gritar, de llorar y de reír, de hacer cualquier cosa que la hiciera reaccionar. Pero le acababa de suplicar, ella lo sabía, yo lo sabía, y eso ya era suficiente como para no insistir más. La cuerda ya estaba todo lo tensada que se podía, era decisión de ella destensarla o romperla.

- Esas son palabras mayores, Capitán.

Solté todo el aire que no sabía que estaba manteniendo tan fuerte que no me habría extrañado que ella lo hubiera escuchado. Pero si lo hizo no lo mostró.

- Estoy desesperado.- contesté sabiendo que los de arriba me lincharían por esto. Pero me daba igual, porque la sinceridad era lo único que parecía que había funcionado con ella en las últimas tres semanas.

- ¿Pero qué puedo querer yo tan importante como para traicionarles?- preguntó a la vez que se levantaba de su asiento en la cama.

- No vayas por ahí.- dije pretendiendo tomar la poca ventaja que pudiera.- Si fueras tan leales a ellos lo hubieras demostrado. No dudarías, habrías hablado ya. No eres leal a ellos. Eres leal a ti. Así que di lo que quieres y acabemos con esto.

Me miró impasible durante unos segundos, justo antes de mostrar una pequeña sonrisa saliente de la comisura derecha. Se parecía tanto a ella que dolía.

- Creo que no hay mucho que pueda pedir bajo estas condiciones.

Y tenía razón. No lo había. Sabía lo que iba a pedir. Lo único que podía pedir. Y sabía que me iba a buscar muchos problemas con ello.

- Total libertad cuando volváis a tener al chico y desmanteléis a Hydra. Sin cargos, sin controles, sin nada. Para vosotros y para el Gobierno seré una ciudadana más- habló impasible, como si estuviera comentando con un amigo las noticias del mediodía.

- Está hecho.- contesté sin pensar, porque si pensaba me daría cuenta de todas las lagunas que había en aquel trato.- Sabes que tendrás que firmar un contrato en el que te comprometas a abstenerte de la participación en cualquier organización privada.

- No esperaba menos.- habló impasible.

- Bien.- dije cada vez más nervioso. Había una posibilidad. Había conseguido una posibilidad por pequeña que fuera.- Ahora habla.

- ¿Cómo sabré que cumplirás tu parte?

- Lo haré. Sabes perfectamente cómo actúo y sabes que cumpliré mi palabra. Siempre lo hago.

- No lo dudo, pero no estoy segura de que tus compañeros estén tan de acuerdo.

- Lo estarán.- le aseguré ansioso.

Cada minuto contaba, y ahora que estaba a punto de saber dónde le tenían escondido no podía evitar sentirme más ansioso. Aunque nada me aseguraba que después de tantos días lo tuvieran en el mismo sitio que nos iba a revelar esta Natasha, era más de lo que habíamos conseguido en mucho tiempo. Mucho más, y pensaba hacer lo que fuera para que mis compañeros lo entendieran.

Pasaban los segundos y no contestaba, solo me miraba analizándome, pensando en si confiar en mí o no.

- Por favor.- dije acercándome al cristal y empezando a notar temblor subir por mi garganta.- Lo conseguiré, sabes que lo haré, pero necesito la información ya.

Por unos breves instantes creí realmente que no hablaría, pero pude notar a mi corazón calmarse cuando también se adelantó unos pasos hasta estar a menos de un metro de mí, solo separados por el cristal.

- Están en un portaaviones que robaron de SHIELD hace años antes de que fueran destapados. La mayoría de la tecnología que han tenido siempre es robada a lo largo de los años.- hablaba con tranquilidad, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.- Lo tienen aterrizado en las Montañas de Catskill, si me dais un papel os apunto las coordenadas exactas.

- Ya hemos buscado en ellas y no hemos encontrado nada.

- Están escondidos con paneles de retroreflexión, y ocultan su actividad desde hace años con una máquina que disimula las frecuencias de las ondas de energía. No sé más allá de eso, no es mi trabajo.

- Te traeré un papel y un boli en cuanto terminos.- aseguré impaciente, esperando a que continuara con la información.

- Debéis saber que después de muchos intentos, Hydra ha logrado despertar a otra Viuda Negra.

- ¿A quién?

- A mí.- dijo sorprendiéndome... ¿dónde quería llegar?

- Ya sabíamos que…

- No.- me interrumpió, cosa que me comenzaba a incordiar.- Yo no soy la Natasha a la que lleváis un tiempo persiguiendo.

Y por primera vez desde que empezó la conversación fui yo el que no encontré una respuesta.

¿Había dos Natashas?, ¿qué se les pasaba por la cabeza?, ¿qué trataban de lograr? Todo el esquema mental que había ido construyendo a lo largo de las últimas semanas se estaba desbaratando porque no encontraba un hueco para la nueva información

Pero entonces el hueco se creó solo.

- Fuiste solo una distracción.- afirmé.- No fue solo Belova la que se llevó a Peter, tuvo ayuda.

- Exacto. Pero no han podido despertar a más, despertarme a mí ya tuvo sus consecuencias en la Natasha anterior.

- ¿Qué clase de consecuencias? - pregunté sin estar seguro de querer saber la respuesta.

- Cambió su forma de actuar. Dejó de ser tan racional, comenzó a ser más impulsiva, me atrevería a decir que más agresiva. Pero otra vez, no sé cómo funciona, no era parte de mi trabajo.

- ¿También hay dos Belovas?

- No, ella no es tan importante.

- Entiendo.- contesté comenzando a dejar mi mente vagar a otros lugares fuera de esa habitación. Tenía que montar un equipo y rápido, no había más tiempo que perder.- Solo una pregunta más.

- Adelante, Capitán.- dijo con coquetería.

La miré con el ceño fruncido, intentando comprenderla, pero con cada palabra que decía me costaba más. Si no hubiera sido necesario conseguir la información hubiera preferido que no hubiera hablado nunca.

- ¿Por qué ahora?- pregunté con voz grave interesado de verdad en la respuesta. Había tenido más de tres semanas para hablar, y lo había hecho solo ese día y solo conmigo.

- Solo esperaba el momento. Ahora he conseguido lo que buscaba.


Desde que Romanoff me advirtió del plazo máximo para los dispositivos y de las consecuencias que habría si no los tenía, no sabía cuánto tiempo había pasado. A mí me parecieron por lo menos cinco días, pero no podía ser así porque si no ya estaría muerto.

Había estado pensando mucho. En la muerte principalmente. No es que nunca me la hubiera planteado, al fin y al cabo trabajaba para el Gobierno en misiones que requerían cierto riesgo. Mayor o menor, pero siempre un riesgo.

El problema era que aunque siempre estuviera ahí, nunca la había tenido encima, nunca había sentido que me acechara tan estrechamente como en ese momento.

Y tenía miedo.

Tenía mucho miedo y me daba miedo admitir que tenía miedo.

¿Cómo se lo dirían a mi tía? Ella siempre había estado en contra de Spiderman. Lo había aceptado porque sabía que formaba parte de mí, pero eso no significaba que estuviera de acuerdo. Ya había pasado por la muerte de sus padres, de mis padres y de su marido, y las había superado todas. Era seguramente la persona más fuerte que había conocido. Pero si era sincero no estaba seguro de que superara la mía.

Mi muerte.

Sonaba muy mal.

¿Y el Sr. Stark? Morgan no habría problema, puede que ni lo entendiera hasta que no viera que pasaban las semanas y que yo no volvía. Pero era una niña, y los niños se acoplan a todo mucho mejor que los adultos. Pero el Sr. Stark llevaba demasiado peso encima y, conociéndole, no dudaría ni un segundo en echarse las culpas a sí mismo… ojalá tuviera alguna forma de hacerle saber que nada de esto era culpa suya. Solo era culpa mía y de mi exceso de confianza.

Y Steve… pensar en él hacía que se me cerrara el estómago aún más de lo que ya lo tenía. Tenía miedo de que cuando yo no estuviera se rompiera tanto que necesitara completar su plan de empezar una vida en su propia época. Una vida con Peggy Carter… y eso solo me hacía sentir la persona más egoísta del mundo. Sabía que Steve pasaría uno de los peores tragos de su vida y yo solo pensaba en si se iba a ir con otra…

Puede que fuera un mecanismo de defensa propio para no echarme a mí mismo en cara una y otra vez lo destrozado que le iba a dejar. Lo destrozados que les dejaría a todos.

Y en la familia de Ned no quería ni pensar, porque entonces iba a terminar perdiendo la poca cordura que me quedaba en la jaula en la que me encontraba.

Lo único que me confortaba era que Hydra no se haría con la fórmula para viajar en el tiempo. Por lo menos no por mi parte.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuché cómo volvía a abrirse la puerta. Algo había cambiado, porque no el mismo sonido de siempre. Era más fuerte, más agresivo.

Me giré abruptamente para ver qué pasaba. Ese pequeño movimiento me hizo sentir dolorido y cansado de forma inmediata. Pero ya me estaba acostumbrando, porque era así como me llevaba sintiendo desde que entré en este lugar y me empezaron a inyectar lo que fuera que me inyectaran.

Pero esa sensación desapareció muy rápido cuando vi al matón de turno de ese día venir directo hacia mí, sin vacilación ninguna.

Me gustaría decir que me resistí, que luché, pero la verdad era que solo intentarlo hacía que me temblara todo el cuerpo y que comenzara a dolerme de nuevo la cabeza hasta el nivel de tener que luchar contra el mareo.

- No intentes nada, chaval.- dijo mientras me levantaba de una forma muy poco delicada de la silla y se ponía detrás mío para cogerme los brazos por detrás y ponerme de rodillas.

Me era imposible moverme, y no por falta de ganas. Me habían dado muchas palizas en este sitio, pero nunca me habían inmovilizado de esta forma. Solo quería decir una cosa.

Se habían acabado los tres días.

- ¿Qué está pasando?- hice el esfuerzo de preguntar, queriendo confirmar la respuesta.

Si iba a morir por lo menos quería saberlo.

Pero no me respondió, solo giró un poco el ángulo en el que nos encontrábamos para ponerme de cara a la puerta.

Lo que entró me dejó helado. Tan helado que las lágrimas no tuvieron que esperar para empezar a derramarse. Sentí la respiración pesada y el pecho muy oprimido.

Ned entraba por la puerta sujetado por las dos espías rusas. Tenía el peor aspecto que había visto en mi vida. Probablemente parecido al que tenía yo.

Tenía el labio partido por dos zonas, y su cara se inclinaba más al morado que a su tono de piel natural. Tenía el ojo derecho tan hinchado que había desaparecido entre la inflamación y un hilo de sangre le caía desde una brecha en la frente.

- Ned…- susurré. O dije en voz alta, no estaba seguro. De todas formas tampoco importaba.

Vi cómo lo colocaban de rodillas en la misma posición que a mí. Exactamente en la misma posición. Justo en frente solo a unos metros. Hasta podría haberse descrito como una escena bonita, digna de un cuadro: "Los fusilamientos del 3 de mayo" versión organización secreta.

Ned levantó la mirada, recorriendo la habitación desorientado, ¿cuánto tiempo habría estado desorientado?.

"Y todo por tu culpa, Peter" me dijo una voz en mi cabeza. Una voz a la que no le faltaba razón.

Por fin sus ojos se clavaron en mí. O su ojo, mejor dicho.

Esperaba muchas cosas, enfado, asco, traición… pero no la alegría que brilló en su mirada. No me la merecía.

- Peter. Estás vivo.- habló incrédulo. Su voz sonaba gangosa, como si tuviera que hacer un esfuerzo para articular cada palabra. .

- Dios, Ned, ¿qué te han hecho?- dije todavía notando cómo las lágrimas recorrían burlonas mi cara.

- Lo mismo te digo, tío.- contestó en el mismo tono, regalándome una pequeña sonrisa.

Parecía que hacía meses desde que no había visto una sonrisa de verdad, ¿cómo podía hacerlo Ned?

- Supongo que sigues sin tener nada para nosotros, chico araña.- habló Romanoff hastiada.

No contesté, solo negué con la cabeza rápido, tratando de parar las lágrimas, pero fracasé. No me había sentido tan inútil en la vida.

- Lástima, os estaba cogiendo cariño.- dijo sacando un revólver y apuntándolo directamente a la cabeza de Ned.

Se me paró el corazón.

- No, no, no, no, no, por favor, por favor.- hablé entre lágrimas. Sabía la triste imagen que tenía que estar dando, pero daba lo mismo, no podía dejar que esto pasara, no podía…

- Hemos tenido mucha paciencia contigo, pero no vamos a esperar ni un día más.- declaró seria, pero había algo en su voz, un pequeño atisbo de diversión, como si llevara tiempo deseando en silencio que aquello pasara.

Cargó la pistola y volvió a apuntar.

- ¡NO!- grité, removiéndome con todas las fuerzas que pude reunir, las cuales sabía que no eran muchas.- ¡NO!, ¡POR FAVOR, NO!, ¡POR FAVOR! ¡ÉL NO TIENE NADA QUE VER CON ESTO!

Sentí cómo el matón a mi espalda me sujetaba con más fuerza e intentaba volver a colocarme de rodillas.

- Oh, pero pequeño… ya sabes que si tiene que ver contigo, tiene que ver con nosotros.- dijo con voz burlona, esa vez sin esconder ni un ápice de la diversión que estaba viviendo.

- Por favor, mátame a mí, por favor pero no a él, no a él por favor.- espeté entre más lágrimas que ya no me molestaba en tratar de detener.

- Para de moverte o vas tu primero, chaval.- escuché una voz detrás mía junto con el sonido de otro arma cargándose.

Sentí el frío contacto de otro revólver en la parte superior de mi cabeza. Pero me dio igual. Tenía que intentar salvarle a él, y si iba a morir intentándolo que así fuera.

Puede que esa fuera la única forma de morir con la conciencia tranquila.

- Peter, tranquilo, tranquilo.- me paré en seco al escuchar a Ned hablar.

Le miré directamente. Él también derramaba lágrimas. No sabía si desde que llegó o desde que se dio cuenta de lo que estaba a punto de pasar.

- Ned…- era lo único que mi temblorosa voz pudo articular.

- Nada de esto es tu culpa, ¿entiendes?- habló sonando extrañamente tranquilo, todo lo contrario a la imagen que retrataba.

- Lo siento, lo siento, lo siento...- contesté como un tonto rindiéndome en mi lucha, sin poder hacer otra cosa que mirarle y seguir llorando intentando que reconociera la culpa en mis ojos. Que supiera que ni más allá de la vida me perdonaría a mí mismo por ello.

- No, Peter, no es tu culpa, yo también conocía los riesgos.- siguió hablando, cada vez con la voz más inestable.- Y no me arrepiento de nada, ¿me entiendes?

No lo entendía. No lo hacía, pero sus palabras me sentaron mejor de lo que me había sentado nada en mucho tiempo.

- No me arrepiento Peter, volvería a ser tu amigo una y mil veces más.- respiraba tan atropelladamente que sus palabras eran difíciles de entender. Pero lo hice.

- Yo también.- logré responder consiguiendo sacar una pequeña mueca de Ned que sabía que en otras circunstancias habría sido una sonrisa. Llorar mataba muchas energías, y a mí ya me quedaban muy pocas.

- No les has ayudado en nada, ¿verdad?- me preguntó ansioso pero más relajado.

Negué con la cabeza, lo que pareció darle un poco de tranquilidad.

- Bien… yo no merecía la pena, no por ese precio.- respondió. Le conocía lo suficientemente bien como para saber que aquello era lo que pensaba y lo que diría, pero eso no hizo que doliera menos.

- Tú vales mucho má…

- Ya me estoy aburriendo.- interrumpió Romanoff, consiguiendo que por segunda vez se me parara el corazón.

Quería volver a gritar y a patear, a rogarle que dejara ir a Ned. Pero cuando vi a este buscarme con la mirada no lo hice. Él me miraba serio, pero con una intensidad que me dejó sin aliento.

Sabía lo que me quería decir, y era que no gastara fuerzas, que no merecía la pena, que me relajara y pasara esos últimos segundos con él. Juntos, como siempre lo habíamos estado.

Las lágrimas seguían cayendo, pero por primera vez eran ordenadas y tranquilas.

Vi como Romanoff apuntaba el arma a la cabeza de mi amigo, y pude sentir de igual manera cómo había otra dirigida a mi propio cráneo.

Pero Ned y yo no dejamos de mirarnos. Nunca apartamos nuestras miradas.

BOOM.

BOOM.