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XXXV

Durante la primavera del año 1778, el Rey George William Frederick, conocido como George III, todavía estaba lejos de ser el monarca que pasaría a la historia por su comportamiento errático afectado por la porfiria. Se encontraba irritado con la pérdida de las colonias americanas que apenas dos años antes habían cometido la insolencia de firmar su independencia. El reino se hallaba batallando contra los estados americanos y contra Francia, que le estaba brindando ayuda a los colonos. En medio de semejante clima, el rey se alegró de recibir a Charles y platicar con él de temas que no fueran ni guerra, ni impuestos, ni problemas de estado. Lo recibió en una sala privada y ordenó a ministros, amigos y pajes que se retiraran para tener intimidad. Duque y soberano se sentaron alrededor de una mesita sobre el que estaba servido té y dulces para acompañarlo y hacer la charla más amena.

Ya al entrar, Charles había advertido un juego de ajedrez ubicado en una mesa adyacente, y esto le recordó inmediatamente a su amante.

El rey tomó la palabra como anfitrión y lo felicitó por el nacimiento de su primer hijo y heredero. También le preguntó a modo de chisme quién era esa madre desconocida a lo que el Duque respondió con una sonrisa enigmática que prefería preservar su identidad porque se trataba de una joven que no deseaba saber nada con el niño.

─Es una pena ─ suspiró el monarca ─. Los niños son lo más bello del mundo, ya lo verás a medida que crezca ─ le advirtió y tenía suficiente experiencia porque con su esposa, la reina Charlotte, contaba ya con doce hijos, y la menor todavía no había cumplido un año.

─Lo entiendo, pero me encargaré de que sea el niño más feliz del mundo ─ contestó Charles sin modestia para luego añadir con respeto ─. Tan felices como los de Su Majestad.

George se sintió halagado y sonrió también. El Duque aprovechó el clima placentero para lanzar su propuesta:

─Su Majestad, en estas tierras así como en el resto del mundo, existen mutantes y muchos son súbditos vuestros. Se trata de personas discriminadas por su condición, una condición que no eligieron poseer sino que nacieron ya con ella ─ guardó silencio para esperar la reacción del monarca y pensó en Erik que a diferencia de muchos hermanos, se sentía orgulloso de su don y de ser lo que era. George reposó la mejilla contra el puño cerrado para escucharlo con más atención ─. La sociedad teme a los mutantes porque teme a lo desconocido y por esta razón los humilla, persigue, tortura y asesina.

─ ¿A dónde quieres llegar, Charles? ¿Cuál es tu punto?

─Me preguntaba si podría haber alguna manera de protegerlos.

El rey rio con ganas. Solo después de un momento comprendió que su interlocutor no estaba bromeando.

─ ¿Estás hablando en serio, Charles?

─Vos mejor que nadie sabéis la carga que conlleva portar una condición especial, me refiero al peso de la corona en vuestro caso. Habéis nacido con tal deber, que os vuelve diferente al resto.

─ ¿Estás comparando a tu rey con un mutante? ─ replicó el soberano ofendido.

Charles sonrió para apaciguar los ánimos:

─Disculpad porque no fue mi intención.

─Tu intención es defender a los mutantes y tratar de convencerme de que son personas desprotegidas que necesitan mi apoyo y comprensión.

─Así es, Su Majestad.

George se puso de pie. El Duque percibió que estaba tenso.

─Te guardo un increíble aprecio y respeto, Charles, por la admiración y confianza que le tenía a tu difunto padre. Me agrada que me plantees temas polémicos con honestidad, pero los mutantes son peligrosos y si se los persigue y encarcela, es para salvaguardar a la sociedad.

Charles volvió a pensar en Erik, al que en un pasado no lejano hubiera temido y habría bregado porque se lo encarcelara y ajusticiara si convenía. Ahora razonaba distinto. El motivo principal era que se había enamorado, pero también Erik le había enseñado que por haber nacido rodeado de privilegios, le era difícil comprender la situación de los que no contaban con ninguno. También le resonaba la frase que su amante le había soltado cuando discutieron: "Tu clase no necesita empuñar un arma porque asesina más con la indiferencia." Era cierto.

─ ¿Me permitís opinar con franqueza?

George asintió y volvió a sentarse.

El Duque esperó hasta sentir la mente del rey más sosegada:

─Nuestra posición, la mía como noble, la vuestra como soberano, nos otorgan privilegios y también deberes. Uno de los más importantes es velar por los desprotegidos como dije hace un rato, pero a veces, nuestros problemas y la situación que nos rodea, hace que nos olvidemos de aquellos que necesitan nuestro amparo. Pienso que hay ocasiones en que no nos ocupamos de nuestras funciones y nuestra indiferencia mata más que un arma.

El soberano lo miró con una expresión reflexiva. Charles continuó:

─Muchas personas, súbditos vuestros, recurren a la violencia porque sienten que aquellos que deberían defenderlos actúan con indiferencia. Agreden para protegerse a ellos mismos y a su familia, y entonces, los que deberíamos protegerlos, reaccionamos atacándolos. Es complicado comprender desde nuestra posición pero me parece necesario esforzarse en hacerlo.

─Y, ¿qué es lo que buscas al plantearme esto, Charles? ─ George sonaba calmado ─. ¿Qué tienes en mente para paliar esta indiferencia de nuestra clase?

─Ayudarlos y yo tengo los medios para hacerlo ─ propuso el Duque con una sonrisa.

─ ¿Cuáles son esos medios? ─ se interesó.

─Genosha, la casa en Irlanda que mi tío William le legó a mi madre. En estos últimos meses terminé de refaccionarla y podría albergar a personas que necesiten un techo.

─ ¿Por personas te refieres a mutantes exclusivamente?

─Sí, Su Majestad. Ellos no tienen un lugar donde refugiarse ni aquí ni en el continente. Les brindaría techo, comida y educación, ya que muchos son analfabetos por la marginalidad en la que viven ─ al notar que el rey lo escuchaba atentamente, prosiguió con entusiasmo ─. Diseñé un proyecto para otorgarles los recursos para que después, ellos mismos puedan trabajar y autoabastecerse.

─ ¿Qué hay de la patrulla anti mutante?

─Allí es donde solicito vuestra ayuda para se permita a vuestros súbditos mutantes llegar hasta esta casa ─ iba a añadir que además de ingleses, escoceses, galeses e irlandeses, también pensaba socorrer a ciudadanos de otros rincones europeos, pero esperó con prudencia a la reacción del monarca.

George volvió a ponerse de pie, cruzó las manos en la espalda y caminó por el amplio aposento con actitud pensativa. Charles aguardó pacientemente. Al final, el rey se detuvo junto a un tapiz y lo observó, o. parecía observarlo:

─Me estás pidiendo que otorgue un salvoconducto por todo el reino para que los mutantes lleguen hasta tu propiedad, donde vivirían sin vigilancia.

─Yo los supervisaría.

─ ¿Cómo, Charles? ¿Mudándote a Irlanda? Además, no olvidemos que el motivo por el cual se crearon las patrullas fue para proteger a la gente como tú, como yo, como la mayoría de mis súbditos, de mutantes con poderes que nos superan abiertamente ─ hizo silencio y suspiró ─. No, es imposible que acepte tu propuesta.

─ ¿Ni siquiera discutiéndola?

El rey se alejó del tapiz para mirarlo de frente:

─El hecho de que me propongas que quite autoridad a las patrullas donde tienen jurisdicción, y autorice que un grupo de mutantes de los que desconozco el peligro vivan tranquilamente en una casa dentro de mi reino, no tiene discusión ─ expuso en tono severo y luego lo apaciguó para confesar ─. Lo siento, Charles. Comprendo la caridad de tu propuesta y la admiro pero no es viable.

El Duque suspiró. No tenía otra salida y no había querido llegar hasta este punto. A fin de cuentas, si abusaba el mismo de su telepatía, estaría demostrando el alcance del poder de los mutantes. Sin embargo, sus hermanos necesitaban ayuda y había soñado tanto con Erik en este proyecto que le pareció el medio más rápido y simple. Pensó en Erik primero, después en Peter, los dos habían perdido a su primera familia por ser especiales, en David, del que no sabía si heredaría algún don especial, en Kurt, que tanto había sufrido, en sus amigos Hank y Logan, en Laura, que era una niña aun y tenía que vivir ocultando lo que era, en Emma, Sean, Worthington, que ponía en riesgo su reputación para ayudar a Magneto pensando en Warren, en fin, había tantas personas que dependían de ello, que no le quedó otra opción. Hizo lo último que hubiera deseado hacer: utilizó su mutación y convenció al rey.

…..

Worthington llegó a la Corte temprano la mañana en que el Duque tendría la audiencia, con un séquito de diez hombres entre los que integró a Erik para camuflarlo. Acostumbrado a colarse en ambientes hostiles y pasar de incógnito, Magneto se mantuvo cerca del noble sin llamar la atención aunque sus ojos y oídos estaban abiertos buscando con disimulo a Charles.

Cerca del mediodía, oyó la adorada voz en su mente: "El rey aceptó nuestra propuesta. Genosha será el nuevo hogar de nuestros hermanos."

Erik esbozó su sonrisa de tiburón y una dama que lo estaba observando detrás de un abanico, le devolvió la sonrisa creyendo que se la dirigía a ella. Magneto, rápido, se puso serio y volteó para perderla de vista.

Enseguida un valet anunció que se serviría un almuerzo en una sala preparada para la ocasión. Worthington estaba platicando con un ministro y le hizo una seña a Erik para que lo siguiera. En el salón devenido en comedor, se cruzaron con Charles. El Duque se concentró para no intercambiar miradas con su amante y se acercó a Worthington para unirse a su conversación con el ministro.

Más tarde se sirvió la comida pero el rey no participó del almuerzo.

Días después, Charles visitó a Worthington para reencontrarse con Erik antes de regresar juntos a Escocia. El anciano les brindó la misma sala privada donde se habían despedido la última vez para darles intimidad. Se besaron y abrazaron un buen rato. Después se sentaron en unos sillones enfrentados y bebieron el té servido en una bandeja. El Duque le explicó punto por punto cómo había sido la audiencia, y admitió que al final tuvo que abusar de su poder para conseguir la aprobación real.

─ ¿Cómo te sientes al respecto? ─ interrogó Erik con preocupación y curiosidad.

─No me agradó pero sentí que era la única salida ─ confesó con sinceridad ─. Y de esa forma entendí la vida difícil que llevabas teniendo que tomar decisiones violentas que no apoyabas pero que eran tu única opción.

Magneto sonrió porque sintió que la persona que amaba al fin lo comprendía. Fue una sensación extraña y reconfortante.

Charles hizo la taza a un lado.

─El Rey se comprometió a decretar que los mutantes que aleguen viajar a Genosha, tendrán un salvoconducto por todo el reino. Enviará notificaciones a las distintas patrullas para que no intervengan. De esta forma, lo único que deberá preocuparnos va a ser que nuestros hermanos puedan llegar desde el continente.

─Emma se encargará de ello ─ declaró Erik convencido de la eficacia de su amiga.

─Cambiando de tema, ¿cómo las has pasado aquí en mi ausencia? ─ sonrió con picardía.

Magneto se frotó la sien.

─Me han tratado de maravilla, solo me dolió tu ausencia, como dices, y la presencia de ese jovencito, Warren. He tratado de evitarlo y él a mí.

─Entiendo que te cueste perdonarlo ─ observó el Duque, poniéndose serio y volvió a alzar su taza.

Erik se echó hacia atrás y cruzó las piernas.

─Cuando viajó conmigo para rescatar a Peter, pude tolerarlo porque lo necesitaba, pero ahora se me hace insufrible. Pienso en mi hijo, cuánto lo despreció, y en el niño que perdió Peter por su culpa.

─Comprendo.

─ ¿No vas a decirme algo así como que con el tiempo aprenderé a perdonarlo, o que él sufrió tanto como Peter al enterarse de la noticia?

─No soy un sermoneador ─ rio Charles ─. Aunque a veces, me gusta dar consejos.

Erik rio también. Después se puso serio.

─Me alegra saber que pudiste comprenderme, Charles. Mis acciones pasadas no son admirables, pero hice lo que hice para proteger a mi hijo y a nuestros hermanos.

─Nuestro hijo ─ lo corrigió el Duque condescendiente ─. No olvides que Peter es mío también ahora.

Magneto asintió.

Siguieron platicando sobre actividades que realizaron los pocos días que estuvieron separados y más tarde salieron para reunirse con Worthington. El Lord invitó a Charles a cenar y como era de noche, le propuso que pernoctara en su casa. El Duque aceptó dichoso y por la mañana regresó a la casa de su tío para prepararse para el viaje de regreso.