El viaje de vuelta a casa, después de esa cita semanal con el doctor, estaba siendo demasiado silencioso. La pareja llevaba una semana sin apenas hablarse. Ran no podía dejar de mirar a Shinichi de reojo, sabiendo perfectamente el lio mental que debía estar teniendo en ese momento. No quería esconderle nada, pero si era por su propio bien, no tenía otra opción.

"Irás entendiendo las cosas a media que vayas recordando." Le dijo para intentar apartar la incomodidad que se había instalado en el coche. Quería estar bien con él.

"Sería más fácil si me echaras una mano, en vez de esconderme las cosas." Contestó molesto, sin dejar de prestar atención a la carretera. "No es agradable saber que la persona con la que estoy casado quiere acabar con este matrimonio."

"Estaba muy enfadada cuando fui a tramitar esa demanda de divorcio." Le intentó explicar. "Tú también me has escondido muchas cosas."

Kudo no contestó, frunció el ceño y subió el sonido de la radio. Las pocas cosas que llegaba a recordar, apenas le daban para poder erguir con esa conversación. Odiaba estar en ese estado, sin recordar la mayoría de cosas que había vivido. ¿Hasta que punto había herido a su mujer?

Llegaron a casa unos diez minutos después y Kudo se adentró a su despacho, como había hecho prácticamente todo el tiempo que estaba en casa desde que había descubierto esa demanda. Sus ansias por recordar lo tenían encerrado en ese pequeño cuarto mientras buscaba las respuestas de sus preguntas sin descanso.

Había visto y estudiado cada fotografía de los álbumes que tenía en casa, pero seguía sintiendo que no lo veía todo. Había recordado a esas personas: A su madre, a su padre, a Ran, a sus amigos como Heiji, que no lo había visto desde que había despertado.

Pero seguía sintiendo la falta de algo, algo que no aparecía es ese pilón de imágenes, y no sabía porque le preocupaba tanto no poder descubrir de que se trataba.

Salió del despacho en son de paz y decidió poner fin a esa discusión que tenía con Ran. No le gustaba estar así con ella, después de todo, podía entender que fuese una situación difícil para ella, que a diferencia de él, estaba al corriente de todo lo que había pasado.

"Hey." Dijo entrando al salón, observando la espalda de su mujer, que parecía estar leyendo tranquilamente acomodada en el sofá.

Ran giró la cabeza al escucharle entrar y le sonrió amablemente. Siempre le recibía con una sonrisa en la cara, estuviese enfadado o no. "Hola, ¿Quieres un té?" Le preguntó señalando la tetera que había encima de la mesa.

"No, gracias." Le contestó observando el sol que entraba por la ventana. "¿Te apetece ir a dar un paseo?" Le preguntó acercándose a la ventana. El día se había despejado a medida que llegaban al medio día y las nubes se habían apartado para dejar pasar los cálidos rayos sin problemas.

"Claro." Contestó un poco sorprendida, cerrando el libro que tenía entre sus manos para ir a cambiarse de ropa.

Salieron uno al lado del otro caminando tranquilamente sin ningún destino marcado en sus mentes. Era agradable estar al aire libre y disfrutar de un paseo sin preocuparse por nada. Hacía muchos días que Ran no se sentía tan calmada. Agradecía que Shinichi hubiese cambiado de actitud esa mañana, por momentos pensaba que lo había recuperado, pero esa falsa ilusión desparecía rápidamente cuando su rostro se confundía al escuchar cosas que aún no entendía.

Pasaron cerca de un parque y una pelota de fútbol salió rodando de la entrada hasta parar cerca de los pies del antiguo policía. Kudo la miró y la rodeó con lo pies para empezar a dar toques y hacer trucos con ella como si se tratase de la cosa más fácil del mundo.

Un niño de unos siete años se acercó a ellos acompañado de sus dos amigos. "Perdonad, nuestro amigo no ha calculado la potencia." Se disculpó el más delgado.

"Si no se hubiese desvaído al final, habría sido gol." Se quejó su amigo cruzando los brazos.

"Tienes que vigilar tu puntería, podrías haberle hecho daño a alguien, Masao." Le regañó la niña.

"No pasa nada chicos. Pero tenéis que tener más cuidado." Contestó Ran con una sonrisa.

"Vaya, que bien que lo hace." Dijo la niña al observar el buen domino del moreno con la pelota.

"Eres muy bueno." Le comentó el delgado, con los ojos brillantes de la admiración.

"Si seguís practicando, vosotros también lo seréis algún día." Les contestó Kudo devolviéndoles el balón.

Los niños cogieron la pelota y se marcharon de nuevo al interior del parque, con una gran sonrisa en sus rostros.

El corazón de Kudo se estremeció al verlos marchar, la risa de esa niña le resultaba tan familiar.

"Ran, ¿Te puedo preguntar algo?" Le preguntó el moreno mientras reanudaban su camino.

"Dime."

"Nosotros… No tenemos hijos, ¿verdad?" Preguntó dudoso mientras daba un último vistazo a los niños. "Ya sabes, me dijiste que llevábamos diez años casados, ¿Nunca hemos pensado sobre ello?"

Ran se quedó parada por un momento. Era una respuesta complicada de responder.

"No…nosotros no tenemos hijos." Le dijo sin poder mirarle a la cara directamente. Las manos le habían empezado a sudar. Ellos no tenían hijos en común, pero él sí que era padre de una niña.

Kudo siguió caminando con ambas manos dentro de sus bolsillos. Era consciente que en la casa en la que vivían, no había rastro de que viviese nadie más que ellos dos, pero su pecho se seguía oprimiendo al observar a los pequeños pasear junto sus padres o jugar por las calles.

Se pararon en una cafetería para comer y tomar algo, pero Kudo se había quedado muy pensativo desde el encuentro con aquellos niños.

Se había pasado diez años luchando contra viento y marea por mantener viva la llama de su amor. Y también por el amor de su mujer. Cuando te preguntan cuantas personas esenciales has conocido en tu vida, nadie es capaz de dar más de dos o tres nombres. Y Shinichi, era una de esas personas esenciales para las dos.

Bip Bip

Ran sacó el móvil del bolso para leer el mensaje con la esperanza de que se tratara de un texto de la pelirroja, que cada día le respondía menos a los mensajes. Le preocupaba, la notaba distante la mayoría del tiempo y no le gustaba nada ese cambio.

Pero el mensaje solo era uno de los muchos recordatorio que su amiga le hacía esos días. Estaba tan involucrada en la recuperación de Kudo, que su trabajo y demás, se había convertido en algo secundario. Sonoko le ayudaba a mantener los pies en la tierra y a no faltar a las reuniones.

"No deberíamos tardar en volver. Tengo una reunión esta tarde y debería preparar el papeleo antes de presentarme." Le comentó mientras volvía a guardar el teléfono.

"Claro." Contestó alzando la mano para que el camarero les trajese la cuenta. Se acabó el bocadillo que había pedido y se bebió el café tranquilamente.

"Papá, ¿podemos ir cuando venga mamá?" Le escuchó preguntar a una niña que estaba sentada junto a su padre en la mesa de al lado.

"Se lo tendremos que preguntar a mamá primero." Le contestó su padre.

"Pero, yo quiero hacer volar la cometa." Dijo la niña haciendo pucheros.

"Hoy apenas se mueve el aire, podemos ir mañana a la playa y probarla ahí." Le propuso, haciendo que la niña volviese a emocionarse.

"¡Vale!"

Shinichi los observó de reojo, familiarizado por completo en esa conversación.

"¡Papá! Mira que alto vuela"

Una pequeña y borrosa silueta se le apareció por la mente como un flash. Cerró los ojos para intentar reconocer esa dulce voz que se apagaba lentamente a la vez que la sombra desaparecía. Era tan real y tan confuso a la vez.


El profesor volvió a casa de Shiho tal y como habían acordado. Después de convertirse en uno de ellos, había necesitado la ayuda del profesor para poder marcharse por las noches y no dejar a Aiko sola.

Se había distanciado de todos. De Ran, de Ayumi, de Heiji e incluso de Rei. Después de destruir su relación al meter a Kudo en la boca del lobo, no quería que nadie más saliese magullado. Era su problema, no el de ellos.

"¿Estás segura que vas a volver ahí?" Le preguntó el profesor preocupado. Apenas llevaba una semana y poco con ellos y la preocupación que sentía cada vez que cruzaba la puerta, solo se hacía mayor a cada noche. "Tienes lo que necesitas para entregárselo a la policía. No tienes que continuar."

"Profesor…no tengamos esta conversación otra vez." Le comentó con un tono bajo, sin querer despertar a Aiko. "Se muy bien lo que hago."

Agasa se sentó en una silla de la cocina y apoyó su mochila encima de la mesa para entregarle un pequeño estuche con un par de minúsculos localizadores dentro.

"He hecho esto para ti." Le comentó entregándoselo. "Los he modificado para poderlos camuflar y tener una distancia más larga, pero ten cuidado de todas maneras."

"Gracias." Contestó ella aceptándolos y guardándolos en el bolsillo del interior de su cazadora. "¿Todo bien?" Le preguntó al ver que su ceño seguía fruncido.

"Sí, bueno…" Comentó apretando los labios. "…Es que, llevo días pensando en si debería o no visitar a Kudo. Sus padres me llamaron comentándome de ha llegado a recordar las personas de su infancia, pero no se si seré capaz de verle y no decirle nada."

La pelirroja se quedó sorprendida. No podía evitar sentir impotencia, una parte de ella había renunciado a él, sí, pero la otra deseaba que llegase a recordarle. Apretó los puños y se acercó a él apoyando una mano en su espalda.

"Deberías ir. Estoy segura de que se alegrará de verte." Le apoyó. "Será bueno para él, pero no puedes decirle nada."

Él asintió y ella se alejó tras despedirse para salir de la casa y subir a su moto.