Capítulo 35

Ross se quedó en casa después almorzar. Tuvo una reunión con Richard Tonkin, un hombre robusto, de cara y gestos amables, que quizás estuviera interesado en invertir en la mina. Ojalá así fuera para tranquilidad de Ross, y de todos claro. Pero principalmente por Ross, que estaba tan preocupado y no dejaba de trabajar de sol a sombra, codo a codo con los mineros. A Joshua no le gustaría, le había dicho él, pero ella no creía que fuera así. De seguro su suegro estaría orgulloso de su hijo y de todo lo que hacía para sacar la mina y a sus empleados adelante. Por ella en particular, no estaba preocupada. Había vivido años sin una moneda de más y haciendo malabares para poner comida en la mesa para sus hermanos, y alguna vez hasta no lo había conseguido. Ross decía que también le afectaría a ella, que una dama no podía vivir con la incertidumbre de que su esposo no tuviera un ingreso asegurado. Pero Demelza ponía los ojos en blanco, haciéndolo sonreír. Había solo una cosa que ella quería y como estaba fuera de su alcance pues, daba gracias por lo que si tenía. Ya no intentaba ocultar sus sentimientos, ni de él ni de ella misma. Si esta era su vida estaba decidida a vivirla a pleno. Prudie tenía razón, no tenía que importarle los demás, solo lo que sucedía entre ellos. Y en esos últimos días ellos, Ross y Demelza, era todo lo que había existido. Se habían vuelto a unir en la pasión, a compartir no solo momentos de erotismo y sensualidad, sino también de intimidad en forma de gestos cariñosos durante el día y conversaciones en donde compartían más de lo que habían hecho hasta entonces.

Demelza estaba en la huerta cuando el Sr. Tonkin la saludó al pasar ya montado en su caballo. Ese era otro de los motivos por los que no se preocupaba por ella. En el peor de los casos, según Ross, vivirían de la tierra. Se convertirían en granjeros. Y de eso Demelza sí que sabía. Había trabajado mucho tiempo en la granja de los Armitage y sabía que podrían mantenerse de lo que cosecharan, incluso podrían ayudar a sus vecinos también. Era una vida dura y de mucha labor, pero Ross nunca dejaría que les faltara nada.

"¿Alguna novedad?" – preguntó asomándose detrás de la puerta de la biblioteca. Ross estaba sentado detrás del escritorio acomodando los papeles que había preparado para la reunión.

"Tonkin es un buen hombre, no pude decirle más que la verdad."

"Nunca creí lo contrario. Aunque esta quien es sincero y quien es pesimista; y me temo que tú entras en esta última categoría." - dijo dando un paso dentro y cerrando la puerta lentamente tras ella.

Ross curvó los labios en una sonrisa. "Mi padre solía decir lo mismo."

"Entonces tengo razón. ¿Qué te dijo Tonkin?"

"Está interesado en invertir el poco capital que tiene. Ya sea en una mina o en un aserradero."

"El retorno en una mina siempre es mayor."

"Sí, siempre y cuando la mina produzca. Y no sabemos si en Wheal Leisure queda algo de cobre o no. Un aserradero es dinero asegurado."

"A muy bajo interés." – afirmó Demelza.

"Quizás la próxima vez deberías estar presente en la reunión."

"Quizás estés en lo correcto. Aunque sea para asegurarme de que no espantas a posibles inversores con el cuento de que todo está perdido."

Ross rio de nuevo. "Tal vez lo está. No puedo hacerle creer que obtendrá una gran ganancia cuando no sabemos si es así."

"¡Es una mina! Todos saben que invertir en una mina es una apuesta arriesgada. No hace falta que se lo recuerdes. Entonces, ¿no invertirá?"

"Entonces…" dijo terminando de guardar los últimos papeles en un cajón. – "…va a venir en los próximos días a inspeccionar los túneles y el trabajo en superficie."

"¡Ross! ¿Lo ves? Aún hay esperanza. Siempre lo haces ver de forma negativa."

"Casi no la hay."

"La hay o no. Y sí la hay. Fin de la discusión."

"¡Ja!" Ross echó su cabeza hacia atrás al soltar una carcajada. "Veo que eres una excelente negociadora. De verdad, la próxima vez te quiero presente en la reunión de inversores."

"¡Como si alguno de esos hombres fuera a escucharme!"

"Mhmm, tal vez tengas razón. De seguro estarán muy distraídos contemplando tu bonita figura."

"¡Ross!" - exclamó con aire indignado. Las cosas que decía...

"¿Qué? ¡Es cierto! Así que mejor me dices tus ideas a mí, no me gusta que otros hombres admiren las cualidades de mi esposa."

"¿Las admiras tú?" - respondió ella, sonrojándose ligeramente ante sus piropos encubiertos.

Ross frunció los labios conteniendo una sonrisa y como repuesta solo la observó con ojos halagadores, generando una sonrisa en los labios de Demelza que pareció iluminar todo su rostro, toda la habitación... toda su alma.

Ross se rio de nuevo ante la obvia sorpresa de Demelza por el cumplido, a medida que se arrimaba al escritorio. Le hizo señas para que se acercara más y ella siguió sonriendo mientras caminaba por el costado del mueble. Ese día se veía particularmente atractiva, con un vestido de mañana del color de un bosque oscuro que enfatizaba sus ojos verdes y hacía que su cabello se viera aún más cobrizo de lo habitual. Con la luz del sol que entraba por la ventana, su piel pálida era casi luminiscente. Los suaves pliegues del vestido se pegaban a su esbelta figura y a sus redondeados pechos. Extendiendo su brazo, la tomó de la mano y la sentó en su regazo, que era donde más le gustaba que estuviera.

"¡Ross!" - Demelza se sentó riendo, moviéndose sobre sus muslos y despertando su interés mientras sus curvas femeninas se apretaban contra él. Colocando su brazo alrededor de su delgada cintura sonrió al darse cuenta de que no estaba usando un corsé. A menudo no lo usaba cuando estaba en casa, a menos que estuvieran esperando a alguien o viniera algún vendedor. Ross lo prefería de esa manera, y no era como si ella realmente lo necesitara. No después de perder peso luego de su enfermedad.

"¿No hace demasiado frío para que estés afuera?" - Ross dijo, mirando por la ventana.

"Es un día hermoso y el jardín necesita cuidado. Pero ya terminé y vine a ver si la biblioteca se desocuparía pronto. Tengo que responder una carta de Verity."

"¿Y me estoy interponiendo en tu camino?" - preguntó él.

"Un poco... no, en realidad. Pero ella espera mi respuesta. Pregunta por tu comida favorita para tenerla lista para mañana."

"Auff..." Ross puso los ojos en blanco. - "¿Eso sigue en pie?"

"¡Por supuesto que sí, Ross! ¡Lo ha estado planeando durante semanas! Verity es tan generosa. Y estoy deseando conocer a tu tía, parece todo un personaje según lo que ella dice."

"Lo es. Aunque cuídate de la tía Agatha, cariño. No dejes que te meta cosas perversas en la cabeza." - Dijo y le dio un rápido beso inesperado en la mandíbula.

"¡No, solo tú puedes hacer eso!" - replicó ella riendo. Demelza le dirigió una mirada siniestra y le dio una palmada en el pecho. "Estoy segura de que es una anciana muy agradable." Había una pizca de duda en su voz, pero no mucha. Algo que Ross había notado era que Demelza tendía a juzgar a las personas por su primera impresión de ellas. Algo que no siempre era prudente, pero que adoraba de ella.

"Si tú lo dices, cariño. Dejaré que lo descubras por ti misma." - Ross dijo, inclinándose hacia adelante para acariciar su rostro en la suave curva de arriba de sus pechos, con una sonrisa traviesa en su rostro. Aspiró su aroma, lavanda, mujer y completamente embriagadora; apretó su brazo alrededor de su cintura y bajó su otra mano para sujetar su muslo.

"¡Ross!" Riendo, Demelza trató de apartarlo, pero él solo gruñó y la agarró con más fuerza, girándola ligeramente para poder enterrar su rostro entre sus encantadores senos. Su vestido no mostraba mucho escote, pero lo suficiente para tentarlo, lo suficiente como para permitirle besar piel entre sus pechos. Ross deslizó su mano hacia arriba desde el muslo para ahuecarla en un pecho. Lo apretó suavemente y ella jadeó, su voz se redujo a un susurro. "¡Ross, no podemos! ¡la puerta está abierta!"

"Agrega un cierto estímulo a la situación, ¿no lo crees?" Susurró en respuesta, bromeando mientras sus dedos pellizcaban su pezón y luego pasó a desabrochar los broches en la parte superior de su vestido. Le encantaban los broches en la parte delantera del vestido. "Nadie vendrá. ¿O entretienes invitados mientras no estoy en casa?... "

"¡No! ¡Ross, Judas!" - Demelza exclamó, riendo nerviosamente, aunque obviamente insegura de si hablaba en serio o no en su insinuación. Las pequeñas miradas rápidas que dio en dirección a la puerta y el rubor ardiente que se elevó en sus mejillas, combinado con su trasero retorciéndose en su regazo y su inútil intento de apartar sus manos del frente de su vestido, era una delicia. La polla de Ross estaba presionada contra la parte inferior de sus nalgas, ya dolorosamente duro mientras la seducía. Las solapas de su vestido se abrieron, revelando los cremosos montículos de sus pechos a través de la delgada enagua que llevaba y que traslucía el rosado de su pezón.

"¿De verdad quieres que me detenga?" - Murmuró, tirando de ella hacia abajo para darle un beso mientras su mano se deslizaba por la parte superior de su vestido. Su pecho estaba tibio y pesado en su mano, el pequeño pezón ya se estaba endureciendo hasta convertirse en un capullo. La protesta que trató de expresar fue amortiguada primero por sus labios y luego por su lengua cuando la metió en su boca. Pellizcando su pezón, lo tiró completamente hasta endurecerlo, sintiendo su estremecimiento en su regazo mientras ella gemía en su boca.

Inclinándola hacia su espalda, de modo que Demelza tuvo que sujetarse de su camisa para no caer completamente hacia atrás, Ross profundizó el beso y aprovechó su precario equilibrio para abrir más completamente el vestido de modo que, aparte de la delgada enagua, sus pechos estuvieran desnudos al aire. Ross ignoró su ahogada protesta. Era poco probable que Jud o Prudie entraran en su estudio sin llamar y le agradaba mucho la idea de corromper a su esposa a la mitad del día, en su biblioteca, con la puerta abierta. Sobre todo porque, obviamente, a ella le parecía una propuesta escandalosa. Pero sin duda alguna estaba tan ansiosa como él.

Liberando sus labios del beso, Ross movió su boca por su cuello y sus pechos. Demelza gimió cuando él cerró los labios sobre uno de sus pezones, chupando el pequeño y duro brote a través de la enagua. La tela mojada mostraba claramente su contorno rosado cuando terminó con el primero, y transfirió su atención al otro. Ella gimió su nombre y la sangre en su cuerpo pareció fluir hacia su miembro, la dura vara presionando contra las mejillas de su trasero mientras ella se retorcía y estremecía.

Sus manos ahora estaban agarrando las solapas de su chaqueta y había dejado de luchar contra él, todos sus movimientos eran los de una mujer excitada y apasionada. Exactamente cómo la quería. Ross quería llevar a su esposa más allá del punto en el que le importara si alguien entraba o no, hasta el punto en que toda su atención estuviera en él y en las cosas que le estaba haciendo a su sensual cuerpo.

"¿Estás mojada, Demelza?" - preguntó, agarrándola por la cintura y levantándola sobre su escritorio. Sentándola directamente frente a él, deslizó su silla hacia adelante para insertarse entre sus muslos, sus manos en el interior de cada una de sus piernas para mantenerlas abiertas. La parte delantera de su vestido se abrió, las solapas desabotonadas caían a ambos lados, de modo que solo estaba realmente cubierta por la enagua. La tela húmeda sobre sus pezones se pegaba a las puntas duras, haciéndola lucir aún más provocativa. Su rostro estaba sonrojado y sus ojos tenían esa mirada brillante y aturdida que él asociaba con su excitación. Demelza bajó la mirada y negó con la cabeza, incapaz de mirarlo a los ojos. Él sonrió. "Creo que podrías estar mintiendo esposa... supongo que tendré que verificarlo."

"Ross noooo..." Demelza miró por encima del hombro hacia la puerta cerrada, su protesta era débil, mientras trataba de empujar sus faldas hacia abajo cuando él las estaba levantando.

Riéndose de ella, Ross se inclinó hacia adelante para poder empujarla suavemente hacia abajo hasta que estuvo acostada boca arriba en el escritorio, con las piernas colgando sobre el borde. Con la parte superior de su vestido completamente abierto y la falda levantada alrededor de las caderas, su esposa parecía más sensual que lo era pertinente. Su polla palpitaba de emoción al verla tendida así; en sus fantasías, ella siempre estaba completamente desnuda a esta altura, pero la ropa abierta agregaba un cierto sabor a la realidad que simplemente era mejor que lo que podría haber imaginado.

Ross le levantó las piernas y las pasó por encima de sus hombros para que se sintiera más cómoda - tenerlas colgando así se veía bastante incómodo - y para que ella no pudiera cerrarlas. Le sonrió mientras envolvía un brazo alrededor de su muslo y ponía su mano sobre su montículo con sus rizos cobrizos, acariciando con un dedo entre sus pliegues. Salió empapado.

"Mentiste, mi niña."

Demelza cerró los ojos mientras el calor subía a su rostro ante el tono de satisfacción de su marido. Cuando había entrado en el estudio, esto era lo último que esperaba, ¡o habría trabado la puerta detrás de ella! Y al mismo tiempo, la posibilidad de ser atrapados hacía, de hecho, que todo este encuentro fuera aún más emocionante. Se sentía como si su pulso latiera por sus venas, su ansiedad se sumaba al ardiente deseo que él encendía en ella. Su piel estaba zumbando con sus caricias, sus pezones demandaban por más atención de su boca y dedos, y la humedad entre los pliegues de su feminidad aumentaba con cada segundo.

Ella gimió cuando sintió sus dedos separar esos pliegues, su aliento caliente llegó un momento antes de que su lengua se deslizara por el centro y golpeara la pequeña protuberancia de placer en el ápice de sus piernas. Demelza sabía que debería resistirse más, debería al menos cerrar el vestido sobre sus pechos, pero no lo hizo. En cambio, solo gimió y pasó los dedos por el cabello de su esposo mientras él lamía la crema que se había producido por sus atenciones.

La silla detrás raspó el suelo cuando él se acercó aún más, y ella se dio cuenta de que Ross se había sentado cómodamente para poder atenderla con todo el tiempo del mundo. Sabía que a veces su esposo tenía deseos que no se parecían en nada a lo que ella podría haber imaginado, y tenía que preguntarse si otros matrimonios también eran así, o si eran solo ellos. Si hubiera sido así con cualquier otra mujer o era así por ella. Esto... esto tenía que significar algo más para él. Ciertamente lo era todo para ella.

Se sentía como si estuviera desojando los pétalos de su cuerpo, tomándose su tiempo mientras mordisqueaba cada uno y pasaba la lengua por cada hendidura. Las sensaciones hicieron que su cuerpo se tensara y temblara, pero no era suficiente para llevarla al máximo placer... no, él se estaba burlando de ella, mofándose de ella con la boca, burlándose por su afirmación de que no estaba mojada.

"¡Judas! Ross, por favor." - suplicó, jadeando cuando sintió que su lengua se deslizaba dentro de ella. Su cabeza se movía de un lado a otro sobre el escritorio, sus caderas se movían hacia arriba y hacia abajo mientras trataba de forzar la cabeza de Ross a la posición que quería. La presión se estaba acumulando dentro de ella y no tenía adónde ir.

"¿Estás mojada, Demelza?"

"¡Sí!"

"¿Para quién?"

"¡Para ti! Ross yo... "

Como recompensa por su honestidad, su lengua se deslizó dentro y fuera de ella de nuevo, de la misma manera que lo harían sus dedos o su miembro y Demelza se retorció y gimió. Sus piernas se tensaron sobre sus hombros, tratando de atraerlo más hacia su cuerpo, necesitándolo desesperadamente.

"¿Quieres correrte, cariño?"

"Sí, Ross..." - suplicó, olvidándose de la necesidad de mantener la voz baja. Sus movimientos hacían que sus pechos se agitaran, los pezones se frotaban contra la tela de su enagua que se sentía áspera y rasposa donde había sido mojada por su boca. Los tiernos brotes parecían latir al mismo tiempo que las apretadas paredes de su núcleo. "Hazme venir, Ross... cariño, cariño, ¡oh!"

Su lengua rodeó su clítoris, succionando de él, y las caderas de Demelza se sacudieron mientras se retorcía con la sensación de éxtasis. La presión dentro de ella pareció aumentar, pero no se rompió cuando él volvió a sumergirse en su abertura antes de volver a subir para provocar de nuevo el capullo hinchado. Trató de hacer palanca para presionar el punto sensible con más firmeza contra la lengua de su marido, pero él simplemente hizo un círculo y volvió a desaparecer. Sus burlas la estaban volviendo loca.

"¡OH! ¡Ross, por favor!"

"¿Quieres que te folle, mi niña?"

Demelza gimió, la cruda palabra la hizo estremecerse incluso cuando una oleada de anticipación la hizo tensarse. Él había aumentado su apasionada necesidad hasta el punto en que se sentía trastornada por ello.

"Ross, por favor..."

"Dilo, Demelza."

Demelza abrió los ojos mientras bajaba las piernas y Ross se ponía de pie. La mirada hambrienta que le dirigió cuando comenzó a desabotonarse la parte delantera de sus pantalones no le dejó ninguna duda de que él estaba tan excitado como ella. La posición en la que la había dejado no era del todo cómoda, pero podía ver cómo le afectaba a él.

Algo nuevo, algo poderoso, se despesrtó dentro de ella. Había visto esa expresión en su rostro antes, pero nunca pensó en usarla. Ahora quería hacerlo sentir como ella se sentía cada vez que la tocaba. Demelza se humedeció los labios y descubrió que la mirada de Ross se fijó repentinamente en su boca cuando lo hizo.

"Hazme el amor, Ross." - susurró, llevándose las manos a los pechos, que le dolían con ardor. Se sentía asombroso. Pasó las yemas de los dedos por los montículos, su espalda se arqueó un poco cuando el suave toque provocó sus pezones. Los ojos de Ross se encendieron de pasión y ella apretó sus pechos, observándolo mirarla. "Por favor..."

"Demelza..." Su voz sonó repentinamente entrecortada, y ella se dio cuenta de que estaba congelado en el lugar, completamente consternado. Fue como si hubieran encendido una cerilla dentro de la cabeza, incitándola, animándola. Demelza hizo algo que muy raramente hacía delante de él por propia voluntad; soltó un pecho y movió su mano sobre la suave tela de su enagua y las faldas amontonadas, hasta el ápice entre sus piernas, y presionó su dedo justo contra el lugar donde más le enardecía. Se sintió casi tan bien como cuando Ross la tocaba.

"Ross..." gimió, deslizando sus dedos sobre la carne húmeda. "Por favor, hazme el amor..."

"Maldita sea, Demelza..." La voz de su marido chirrió, un movimiento violento arrebató su mano, sujetándole la muñeca entre sus largos dedos, y de repente su vara estaba presionando contra ella, presionando dentro de ella.

Había logrado eludir lo que él quería en favor de lo que quería ella, comportándose como una completa mujerzuela. Fue empoderador. Erótico. Y la recompensa fue maravillosa. No es que tuviera sentimientos particularmente fuertes en contra de decir "follar", pero eso no era lo que lo que quería que él hiciera. Ella quería que él la amara. Apasionadamente, incluso si eso solo ocurría cuando se unían de esta forma. Pero Demelza sabía que no era solo así, él la había querido de otras formas durante las últimas semanas. Incluso si no llegaba a amarla.

Demelza jadeó cuando Ross empujó fuerte y profundo, abriéndola de repente. Tan bien lubricado como estaba su canal, todavía fue un shock para esos músculos tensos ser empujados a un lado con tanta fuerza mientras su longitud dura como una roca se enterraban dentro de ella. Ross enganchó sus brazos debajo de sus piernas, levantándolas para poder empujarla hacia sus embestidas, tomándola más profundamente.

Se sentía como si la estuviera llenando por completo, más duro y más fuerte que nunca, y ella se agarró a los bordes del escritorio, junto a sus caderas, mientras él comenzó a entrar y salir de ella. Cada vez que él usaba sus brazos para apalancar su cuerpo contra el suyo, ella gemía por la increíble sensación. Las embestidas eran salvajes, como si estuviera fuera de control, y la cruda pasión animal que ella vio en su rostro era emocionante y la hizo sentir más fuerte que nunca.

Gritando su nombre, el cuerpo de Demelza se inclinaba y ardía mientras la tomaba. La pasión la consumía, la fricción de sus rápidos y profundos empujes haciéndola sentir como si estuviera ardiendo por dentro y por fuera. La presión que se había acumulado dentro de ella aumentaba y pulsaba hasta el punto que pensó que iba a perder la cordura...

"Jesús, Demelza... ven para mí... quiero que grites mi nombre..."

Y luego Ross se inclinó hacia adelante, su cuerpo presionando contra su clítoris mientras se mecía contra ella, y su cuerpo estaba envuelto en llamas. El éxtasis brotó hacia todo su ser, desde un punto singular en lo profundo de ella, y la llenó por completo. Y ya no pudo contenerlo. Lo que sentía por él era demasiado poderoso para reprimirlo. Gritó en éxtasis, su nombre y algo más.

"¡Oh Ross! ¡Te amo!"

Demasiado absorto en la pasión del momento, Ross escuchó lo que ella había dicho en el fondo de su mente y la agarró por las caderas, atrayéndola aún más firmemente contra él mientras su respiración se hacía más irregular. Doblada casi por la mitad, sus piernas abiertas y sostenidas con fuerza por sus brazos, no tenía defensa contra las oleadas de placer que continuaban hinchándose y surgiendo a través de ella hasta el punto de volverse casi dolorosas en su intensidad. Ella sollozó de nuevo su nombre, suplicándole que no se detuviera, que no se detuviera, y sus súplicas sólo parecieron aumentar su pasión.

Demelza ni siquiera podía soltarse del escritorio para tratar de usar sus manos para tocarlo, sus embestidas eran tan salvajes, tan fuertes, que se estaba sujetando por la vida misma, con los dedos apretados alrededor de la madera. Ella gritó, un grito alto y penetrante, mientras él parecía crecer aún más dentro de ella y el éxtasis ardiente y hormigueante se volvió insoportable. Su útero se contrajo y se retorció, sus pechos se agitaron y su cuerpo lo apretó con fuerza una y otra vez.

Lágrimas corrieron por sus mejillas cuando la dureza dentro de ella se volvió completamente inflexible, y luego Ross gritó su propio éxtasis triunfante. Demelza jadeó en busca de aire mientras su esposo se mecía contra sus sensibles pliegues, la dura vara dentro de ella latía mientras liberaba su semilla profundamente dentro de su cuerpo. Podía sentir cada impulso, cada latido de su miembro, y se apretó alrededor de él, lo que hizo que él gimiera y cerrara los ojos. La cabeza de Ross se inclinó hacia atrás mientras la llenaba, su cuerpo se relajó lentamente. Luego su cabeza volvió a caer hacia adelante y el resto de su cuerpo lo siguió, inclinándose hacia adelante para descansar su cabeza sobre sus pechos mientras el último cosquilleo de su clímax se estremecía a través de él.

"Mmmm..." Ross frotó su cabeza contra sus pechos, haciéndola jadear y apretarse a su alrededor de nuevo.

"Te amo." Dijo Demelza otra vez. Cada centímetro de su cuerpo se sentía exquisitamente sensible después de sus orgasmos. Demelza se soltó del borde del escritorio y se estremeció un poco cuando flexionó los dedos doloridos y los estiró para abrazar a su marido. Levantando la cabeza ante sus palabras y sus caricias, le dedicó una mirada que Demelza no pudo interpretar. Se quedó en silencio por un instante, y luego abrió la boca para hablar, pero sus labios fueron cerrados por un dedo rápido de su esposa sobre ellos.

"No tienes que decir nada. De hecho, no quiero que digas nada. Eso es lo que siento por ti, una realidad. Te amo, Ross. Y no puedo evitarlo. Pero no lo volveré a decir si eso te desagrada o te hace sentir incómodo." Ella se sonrojó con vehemencia. Aun continuaba descendiendo de las alturas del placer, y su confesión le pareció inesperada e impactante, incluso a ella misma. Sus ojos eran curiosos y penetrantes, su dedo todavía presionaba sus labios. Al contrario de lo que había pensado, no tenía miedo de lo que él dijera a continuación. Sabía que él no podía corresponder a sus sentimientos, pero la pasión que hacía nacer en ella... no podía callarla. Tenía que decírselo, incluso si esta sería la única vez.

A regañadientes, movió su dedo y lo quitó de sobre sus labios. "No me desagrada" - susurró él, moviéndose hacia atrás y levantándola con él mientras se sentaba en su silla, sus piernas a horcajadas sobre las suyas. Él bajó sus labios, besándola profundamente, sus cuerpos aún unidos. Cuando finalmente la soltó, continuó mirándola con ojos deslumbrados.

"Demelza... eres tan hermosa. Por dentro y por fuera. Y yo... yo... "

"Ross... está bien..." Demelza comenzó a alejarse al recordar que la puerta estaba abierta y que alguien podía entrar en cualquier momento. Especialmente ahora que no había ruidos provenientes de detrás de la puerta cerrada. Pero Ross la mantuvo atrapada en sus brazos.

Ruborizándose profundamente, aceptó su ayuda para ponerse de pie. Cuando ambos estuvieron completamente vestidos de nuevo y lo suficientemente decentes, Ross tomó sus mejillas en sus manos y acercó sus labios a los de ella nuevamente. El beso fue dulce y tierno, y con una devoción que llegó a lo profundo de sus corazones.

Fin del Capítulo 35