Capítulo 34
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El invierno había pasado si mayor novedad que su mudanza definitiva y enero se había quedado con sus esperanzas de recuperar la relación que había estropeado.
Había sido divertido volver a compartir apartamento con Sakura, y revivir de cierta manera los años de universidad, pronto comprendieron que por más que disfrutaran la compañía, cada una se encontraba en un momento de la vida en el que necesitaban su propio espacio. Esos días de búsqueda de muebles y compras le sirvieron de distracción, y aunque estaba consciente que realmente no había sanado del todo sus heridas durante esos días, le sirvieron de descanso y pilar para las reflexiones en las que comenzaba a verse envuelta.
Detuvo su andar y luego de unos instantes se recargó en uno de los muros, quitándose del medio y mirando en silencio el cielo azul de aquel día, que brillaba con una pereza ajena a la primavera a través de blancas nubes que avisaban las probabilidades que habría aquellos días de que cayeran suaves lluvias. Acercó la botella de té helado a sus labios, pero no bebió, y limpió la lágrima que se había deslizado por su mejilla. Ese momento contrastaba con los días grises de enero, tanto en el clima como en su propio estado de ánimo… era un cambio agradable que no había notado, pero que tampoco traía consigo el esplendor de la felicidad y el verano.
Exhaló.
Luego de aquella lejana noche de octubre, llena de lágrimas y arrepentimientos, Sasuke y ella habían tenido una charla seria en la que se había aclarado todo lo que se encontraba brumoso o confuso y habían acordado marcar un final a aquella relación triste y asfixiante en la que se habían enfrascado el último año, dejando detrás a Shikamaru y a Karin, y todos los rencores que aún les pesaban en el pecho y los resentimientos que aún sentían por cada uno de sus antagonistas.
Habían tenido unas cuantas citas, siguiendo un plan trazado por un especialista que les ayudaría a construir los pilares que habían olvidado la primera vez. Retrasaron cualquier tipo de contacto, se llevaron las cosas con tranquilidad, conociéndose aún más en esas ocasiones y conectando por primera vez, pues Sasuke se había visto obligado a dejar caer sus barreras.
… pero la sombra de las traiciones se cernía sobre ellos y la luz de aquel sol perezoso de invierno no había logrado deshacerse de ella. Lo habían intentado… solo los dioses sabían cuánto y cómo lo habían intentado y parecían regocijarse con lo vanos que habían sido sus esfuerzos; solo le quedaba de consuelo que en esa segunda ocasión habían tenido una despedida más humana.
Acomodó el auricular en su oído y aprovechó el silencio de Chouji al otro lado de la línea.
—Deberíamos ir a desayunar… diría que fuéramos a la barbacoa, pero estás ocupado a esas horas —lamentó.
—Shikamaru está ocupado en las mañanas.
—Hmm, si es cierto —murmuró. —Podríamos ir solo tú y yo…
—Creí que ya habían arreglado las cosas.
Un sonido se arrastró de su garganta. —Sí y no… llegamos a un acuerdo, pero las cosas siguen siendo un poco incómodas… no es lo mismo.
—Bueno… nunca dijimos que volvería a ser lo mismo…
Sus ojos vagaron entonces por la vía, saltando de persona en persona y distrayéndose con los brillos de los autos que atrapaban al sol, escuchando las preocupaciones de Chouji en completo silencio. Un rayo de luz se asomó entre uno de los edificios y le golpeó en el rostro, iluminándole las pupilas en el momento en que una carcajada se escapaba de su garganta.
—… pero está bien. Así como van las cosas, está bien —concluyó.
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La carretera a Tokio había pasado rápidamente por la ventanilla y pronto el viaje había concluido, el tren se detenía en su destino y ellos bajaban, con la habitualidad de quién está acostumbrado a viajar en tren, pero el espíritu de cualquier otro turista.
—Ya estamos aquí, ¿ya vas a decirme por qué venimos a Tokio? —murmuró, bajando con dificultades por la estrecha escalerilla del tren bala.
—¿No entiendes el concepto de sorpresa? —se quejó, rascándose la nuca y desviando la mirada, murmurando por lo bajo. —… que problemático.
—¡Oye!
—Ah… solo espera un poco más.
—¿Cuánto tiempo?
—Un par de horas…
Mordió con un poco más de fuerza la tira de dulce que iba comiendo y arrancó el pedazo fingiendo malhumor, pero sus ojos observaron la estación con curiosidad, y abandono pronto sus intentos, como llevaba haciéndolo desde que Shikamaru le dijera que apartara aquel fin de semana para escaparse a la ciudad.
—Al menos dime qué vamos a hacer…
—Dejaremos nuestras cosas en el hotel e iremos a comer… y quizá vayamos al mirador si nos da tiempo.
—Ok… ¿y después?
—No te voy a decir, Karin.
Gruñó, pero no volvió a insistir.
Sus manos escocieron todo el tiempo que perdieron en el hotel, pero sus ansiedades se vieron oscurecidas por el hambre y la faena de decidir a dónde ir a comer. En esos momentos caminaban entre la marea de gente, el sol no ayudaba a mitigar el húmedo calor de aquel día y no pudo evitar decepcionarse al comparar la ciudad a esas horas del día con la primera impresión que había obtenido aquella lluviosa madrugada.
Tokio era gris a la luz del sol.
Shikamaru observó su reloj y tiró de ella, desviándose hacia el mirador, confirmando que aún tenían el tiempo suficiente para perder allá arriba y volver al hotel para bañarse y al fin terminar con el calvario de Karin, que si bien no había vuelto a tocar el tema, tampoco había podido tranquilizar una pierna al encontrarse sentada. Caminaron unos momentos más entre la gente con la torre siempre a la vista, Karin no dejó de mirar la torre, aunque había exteriorizado su decepción al encontrarla tan gris como el resto de la ciudad, el diseño y su altura lograron arrobarla.
—Veremos todo lo que pueda verse desde allá arriba —indicó, señalando con su dedo la parte de la torre donde se encontraba la galería.
Miró en silencio la estructura y luego miró a Shikamaru con una sonrisa. —Imagina que se caiga estando nosotros arriba…
—No se va a caer.
—Ya lo sé, pero solo imagínalo.
—¿Por qué te encanta atormentarte con esas cosas? —inquirió, genuinamente interesado.
Se encogió de hombros y mordió la pajilla del vaso al que aún se aferraba. —Es como fantasear con matar zombies…
Aquella defensa dejó a Shikamaru con el mismo sentimiento en el pecho y se enredaron en una discusión que no aportó claridad al asunto pero los ayudó a pasar el tiempo de espera en la fila e ignorar un poco el incesante calor y a pesar de que el sol había bajado un poco mientras esperaban, agradecieron la temperatura fresca en el interior del mirador.
—Está anocheciendo —murmuró Karin, aferrándose a la baranda y mirando a través del vidrio.
—Sí, supuse que te gustaría más a estas horas…
La inmensidad de aquella ciudad logró cautivarla y se olvidó por completo de la monotonía de la que venía renegando en su fuero interno toda la tarde. Miró por el rabillo del ojo a Shikamaru, que se mantenía apenas un poco más atrás, sus ojos clavados al frente, observando al igual que ella. De un pequeño paso a un lado se acercó completamente a él y aunque no se atrevió a recargar la cabeza en su brazo, se contentó con la cercanía.
Observó al Monte Fuji que se iba ocultando en la oscuridad y sonrió ligeramente. Tokio despertaba al tiempo que el sol desaparecía, pronto las luces iluminaron las calles y los edificios, coloreando un mapa brillante debajo de ellos.
—Gracias… valió la pena la espera…
—¿Qué?
Lo miró de reojo y luego de lleno al rostro. —¿Qué?
Sonrió un poco, comprendiendo la confusión de Karin y luego miró el boleto, el tiempo de la visita se acababa.
—Esta no es la sorpresa de la que hablaba…
—¿Entonces cuál es?
Shikamaru sonrió de nuevo y la sonrisa se quedó en su rostro lo que tardaron en volver al hotel para bañarse y cambiarse y recorrer de nuevo las calles hasta su destino. Karin observó la fachada del restorán en completo silencio y luego lo miró a él; mentiría si dijera que estaba al tanto de las atracciones principales de Tokio, cuando más joven se había llevado varias decepciones, junto a Kin y Tayuya, al escuchar los precios que debían pagarse en la mayoría de los lugares de aquella ciudad, así que se había cortado las alas.
—¿Robots? —preguntó, con un ligero gesto de desagrado.
—Sí —dijo sin más, mostrándole su teléfono móvil a uno de los encargados.
Cruzaron la calle. La sonrisa que Shikamaru había tenido en los labios se volvió más y más insoportable con cada paso; rodó la mirada y negó, convencida de que aquel hombre se había confundido al intentar entenderla.
—Cierra los ojos.
—No.
—Bueno, no me dejas de otra.
—¡Oye-!
Sus lentes se alejaron de rostro y de sus manos y pronto los dedos tibios de Shikamaru se apretaron contra sus párpados, impidiéndole ver. Sintió los labios de Shikamaru junto a su oído y se encogió por acto de reflejo, escuchando pronto la voz que la guiaba y le avisaba sobre el escalón y las vueltas. La música no tardó en llenarle los oídos y ser lo único que escuchara si el muchacho se alejaba lo suficiente de ella y el olor a aromatizante solo logró confundirla un poco más.
—Dijiste que no volverías a los colores —arrastró, quitándole las manos de los ojos —, pero no veo porqué deberías renunciar a ellos.
No supo si aquella incapacidad de ver de inmediato había sido provocada por la ligera presión de las manos de Shikamaru o por la ausencia de sus lentes; parpadeó rápidamente y dio un paso atrás ante las luces y los colores que había en todos lados. Sus lentes volvieron a acomodarse torpemente sobre su nariz y seguía parpadeando mientras los acomodaba. Miró a Shikamaru sorprendida y empezó a caminar al notar que había gente detrás de ellos; siguió el pasillo lleno de luces y colores y pronto se encontró con una habitación llena de muebles con diseños estrambóticos y pantallas en los muros que le atrapaban los ojos.
Observó boquiabierta el lugar… aturdida por la música.
—¿Te gusta?
—¿Gustarme? —arrastró, tomándolo del brazo y tirándolo de él. —¡Me encanta!
Se alejó unos cuantos pasos y pegó un par de brincos, dejando salir una de esas risas sorprendidas que habían descubierto hace poco. Sonriendo ampliamente volvió sobre sus pasos, ahogando el chillido que había querido subir por su garganta y arrojándose sobre él, enredándole los brazos en el cuello.
—¡Te amo tanto! —sonrió.
Enarcó las cejas al escucharla y aún más al sentir el impacto de un beso sobre sus labios. Sonrió cuando ella se alejó de él y notó el súbito recato que la atacaba, como siempre que abría la boca de más y prefería hacerse la occisa; agradeció que ahí dentro las luces le cambiaran el color a todo y confundieran la mirada, pues nadie había notado aquella explosión de cariño y mucho menos el sonrojo que ahora les hacía hervir los rostros.
La abrazó por la cintura y le besó la sien mientras caminaban hacia su mesa.
—Yo también te amo, Karin.
Después de siete años (?) no tengo pinche cara para venir a decirles lo que voy a decir de todas maneras xD
A quienes están aquí desde que publicara el primer capítulo, a quienes me hayan encontrado a mitad del camino o en este punto (e incluso si me llegan a encontrar después de este momento) les agradezco por igual la oportunidad que le han dado a esta historia. Quizá sea irónico, pero no sé cómo expresar mi gratitud, así que: Muchas gracias.
No es perfecta y quizá haya caído en el ooc y hay cosas que pude haber desarrollado mejor (*cof, cof* a Shikamaru), pero espero estas palabras les hayan gustado aunque fuera un poco c:
Viernes, 16 de abril de 2021
