Capítulo 33: Mezcla de emociones
Sintió la piel de su cuello rajarse y la sangre correr por su piel. Un bramido de ira y sorpresa brotó de los labios del rey de los vampiros e hizo temblar las paredes del lugar lo que inevitablemente, alertó a los demás que estaban en la mansión.
Antes de que Valerie pudiera herirlo nuevamente la sujetó del rostro con brusquedad. Sin embargo, algo dentro de Vladimir pareció quebrarse, pues a pesar de la ira en sus facciones su mirada se llenó de pesar.
—Valerie…Detente.
La vampira se retorció con horrible desesperación en un vano intento de soltarse y volver a atacarlo.
—¿Intentas matarme? —le cuestionó Vladimir con pesadumbre y la voz tirante.
—¡Es tu culpa! —le gritó ella iracunda e intentó acertarle un manotazo en el rostro—. ¡Es tu puta culpa! ¡Si no hubieras regresado ella no habría muerto!
—Estaba enferma, iba a morir tarde o temprano.
—¡Pero hubiera sido por una causa natural! Podría haberme despedido o haber pasado tiempo con ella. ¡PERO LA ASESINARON! Es tu culpa, es tu culpa…
En aquel momento los dos clavaron, fugazmente, sus orbes rojas sobre las del otro y ninguno estuvo preparado para lo que ocurrió después.
Vladimir soltó el cuerpo de Valerie y se tambaleó dando pasos hacia atrás, se sujetó el pecho y ahogó un gemido de sorpresa mezclado con terror. Mientras tanto, la vampira cayó de rodillas contra el suelo y se sujetó el cuello con ambas manos, su respiración se volvió agitada y encogió la espalda apretando los músculos.
Ambos, sin pretenderlo, comenzaron a sentir y experimentar las emociones del otro. Una capacidad que por años habían compartido, pero que con la distancia habían olvidado, sin embargo la repentina restitución de aquella conexión sacudió sus cuerpos de manera brusca y dolorosa.
La mitad del cuerpo de Vladimir se sintió entumecido mientras la otra parte se retorció de agonía. La aguda sensación de ardor que invadió su pecho era todo en lo que pudo concentrarse. Fuertes escalofríos recorrieron su espalda y le temblaron las manos y piernas. A pesar de su esfuerzo, no logró recuperar la compostura y los pensamientos conflictivos plagaron su mente.
Pudo sentir el dolor de Valerie como si fuera el suyo propio. La desolación, la ira y sobre todo la inconmensurable pena. Al mismo tiempo, su propia ira carcomió su interior, pues se negó a aceptar que ella lo culpara por lo ocurrido. Ella no debía atacarlo, jamás debía herirlo físicamente, el era su marido, sin embargo detrás de la furia que lo llenó una aplastante tristeza se coló en sus huesos.
¿Tanto podía llegar a despreciarlo como para que la vampira quisiera matarlo? Sabía que la herida que le había proferido no era mortal, pero el hecho de que lo hubiera intentando era lo que más lo estaba destruyendo.
Valerie contrajo su cuerpo e intentó lanzar una exclamación de miedo, pero su garganta se rehusó en dejar que algún sonido saliera de ella. A su vez, sintió como si su cuerpo se hubiera roto, quedando débil, aplastado e irreparable. El torbellino de emociones que la embriagó la comenzó a debilitar en cada segundo que transcurrió.
Un fuerte mareo hizo presencia, todo giró a su alrededor y sintió que podría desmayarse en cualquier minuto. No podía mover sus piernas ni sus brazos, de hecho casi parecía que ya no podía sentir ninguna de sus extremidades, solamente las emociones.
El dolor por la perdida de su amiga y sobre todo la desgarradora pena. Aquella pena, que se había transformado en una sofocante ira que no dudó en culpar a Vladimir.
Como si eso no fuera suficiente, sintió la ira de Vladimir como si un fuego la quemara viva, sin embargo lo más doloroso era la sensación que apretaba sus entrañas al sentir que, detrás de toda aquella ira, el rey de los vampiros también estaba herido.
Herido por hacerlo sentir culpable, herido porque se sentía responsable de lo ocurrido y sobre todo, porque no deseaba verla sufriendo.
El cuerpo de Valerie pegó un salto y se derrumbó en el suelo, su respiración se volvió lenta y dolorosa, mientras que con la mirada borrosa trató de enfocar al rey de los vampiros.
La vio desmoronarse contra el piso y algo en su interior se partió por la mitad.
Un fuerte dolor de cabeza lo azotó sin piedad y de pronto una imagen golpeó su mente, un recuerdo que no estaba seguro fuera de él reemplazó la imagen de Valerie tirada en suelo. El cuerpo de una mujer de rasgos similares a la vampira, pero con el cabello rojo apareció desplomada en el piso, sus extremidades despedazadas y parecía estar luchando por mantenerse viva. Un charco de sangre se esparció tras su espalda y un gemido débil intentó salir de sus labios.
—¡No! ¡Lilith, Lilith! ¡POR FAVOR NO TE MUERAS! ¡LILITH!
Aquella voz rasposa retumbó en la cabeza de Vladimir haciendo que cayera de rodillas al suelo y gritó de dolor. El suelo tembló ante su desesperación y la imagen de aquella mujer agonizando se mezcló con la de Valerie volviéndolo loco.
Al oír el desgarrador grito de su rey, Razvan supo que debía retirarse inmediatamente.
En un movimiento fugaz agarró el cuerpo de Valerie entre sus brazos y la alejó del vampiro lo más rápido que pudo. Ojeó a Vladimir, él cual se sujetó el rostro desesperado y bramó, colérico. En ese momento Razvan notó que Ginny, Hermione, Dumbledore, Greyback y Ron habían aparecido en el lugar, alertados por los gritos.
No, ellos no debían estar ahí. ¡Tenía que alejarlos!
Cargó el cuerpo de Valerie sobre sus hombros y corrió hacia los humanos y el hombre lobo.
"¿Dónde está Ileana?". Justo cuando las cosas se complicaban la general no hacía acto de presencia.
Greyback observó la tensión en el semblante del vampiro pelirrojo que acercó a ellos y como el cuerpo de Valerie se meció inconsciente entre sus brazos. ¿Qué era lo que estaba ocurriendo?
—¡Largo! ¡Vayanse! —les gritó Razvan, desesperado.
Fue entonces que Greyback notó el brusco cambio en el aire cuando Vladimir comenzó a gruñir en un tono bajo y golpeó el suelo con los puños, quebrando la loza del pie. Los instintos del hombre lobo se activaron de inmediato, advirtiéndole del inminente peligro.
—Pero… —quiso rebatir Ginny, confundida.
—Tenemos que irnos ahora —replicó Greyback con rapidez.
—Pero, Vladimir —titubeó Ron.
—¡Cállate y corre mierda! —bramó el hombre lobo.
Vladimir rugió y clavó sus orbes rojas sobre ellos. La cólera que irradió su mirada fue espantosa y los humanos corrieron despavoridos. Segundos antes de irse, Greyback notó como el vampiro chilló frenéticamente, pero lo que le siguió fue una escena que jamás creyó que vería, ya que no fue algo solamente horrible, sino un crudo ejemplo de la brutalidad en persona.
Vladimir, en un acto de cegada y espantosa desesperación se comenzó a arrancar la piel del rostro y el cuello. Su sangre se escurrió por su ropa hasta caer en las lozas de mármol del piso y el hombre lobo supo que aquella imagen lo perseguiría por años.
Aquella acción, terrorífica y sin sentido para Greyback, fue solo un intento desesperado de Vladimir por olvidar el dolor emocional que sentía en aquellos momentos e intentar ahogarse en un sufrimiento físico que no le permitiera pensar en otra cosa.
—¿No deberíamos ir a ver que está ocurriendo? —les cuestionó Dolohov.
—No deseo intervenir en lo que no me corresponde —se limitó a responder Yaxley tras un largo suspiro y continuó sirviendo whisky de fuego en los pequeños vasos que tenía en frente.
Un bramido grave resonó a lo lejos y las paredes de la mansión se removieron con fuerza.
Los hermanos Lestrange se miraron por unos segundos y se cruzaron de brazos sin decir nada.
—Sea lo que sea que está pasando es cosa de los vampiros —señaló Rabastan con seriedad.
Dolohov frunció la nariz ya que Lestrange tenía razón, al fin y al cabo su presencia no serviría de nada en aquel momento, pero no pudo evitar la sensación de preocupación que lo invadió pues temió que Hermione pudiera estar en el lugar.
Un gruñido frustrado escapó de sus labios, dio un par de pasos decididos, le quitó un vaso a Yaxley y se tomó al seco el contenido. El otro mago alzó una ceja al verlo, pero no le dijo nada. Volvió a servirle más wisky y aprovechó de entregarle a los demás un vaso.
Los cuatro ex mortifago se estudiaron en silencio por unos segundos. Un nuevo temblor movió el suelo de la mansión, pero ninguno pareció sorprenderse por ello.
—Un salud por Walburga Black —dijo repentinamente Rodolphus Lestrange—. Que en paz descanse.
El resto de los mago alzó su vaso respectivamente.
—Salud —dijeron al unísono.
—¿Tal vez sería bueno ver cómo está Valerie? —preguntó repentinamente Harry tras escuchar el relato de Greyback.
El hombre lobo había ingresado al pequeño estudio donde Abraxas, Harry y Draco se encontraban tras lo ocurrido entre Vladimir y la vampira para contarles los hechos.
Draco asintió e hizo ademán de ponerse de pie.
—No —la fría respuesta de Abraxas hizo que todos lo observaran extrañados—. En estos momentos Valerie necesita un tiempo a solas. Su pena ha nublado su sentido y un claro ejemplo de ello es su reciente pelea con Vladimir. Acercarnos a ella en estos momentos no le hará ningún bien.
—Pero abuelo… —comenzó a decir Draco.
—Valerie esta lidiando con un dolor grande —le interrumpió el mago—. Todos sabemos que Walburga no solo era una de sus mejores amigas, eran como hermanas en todo menos en sangre. Walburga siempre estuvo ahí para ella, la comprendió y la acompañó de una forma que ninguno de nosotros ha sido capaz. Su asesinato le pesará más que a cualquiera ya que se siente responsable por ello. De seguro Razvan estará haciéndole compañía y dado que es un vampiro, estoy seguro que podrá lidiar mucho mejor con ella que nosotros.
—Pero no es su culpa—, replicó Harry—. Walburga pidió quedarse.
—Lo sé, pero en estos momento ella no lo verá así —señaló Abraxas.
—Esperen un momento —añadió Greyback confundido—. ¿Cómo es eso de que Walburga decidió quedarse? Creí que no viajo con nosotros a Rumania porque así lo decidió Vladimir.
Harry negó con la cabeza.
—Ella dijo que quería terminar su investigación —explicó.
—¿Investigación? ¿Investigación sobre que? —preguntó el hombre lobo.
—Nuestro enemigo está buscando algo y ella creía que iban tras un arma, por lo que quería cerciorarse cuál era y qué podía hacer —le respondió el mago de anteojos.
—¿Un arma? —inquirió Draco—. ¿Un arma para…?
—Walburga creía que Azriel encontró un artefacto mágico capaz de acabar con Vladimir —replicó Abraxas y dejó escapar un largo suspiro—. Aunque creo que esa no fue la única razón por la que se quedó… Si lo que dice Greyback es cierto, Walburga estaba más enferma de lo que jamás nos confesó y creo que un viaje a Rumania solo habría empeorado su salud. Por otro lado, sospecho que ella sabía que nuestro enemigo la estaba acechando y de alguna forma se enteró que estaba por descubrir algo que no le convenía… La pregunta es: ¿habrá logrado encontrar la respuesta antes de que la asesinaran?
Todos se quedaron callados por unos minutos.
—Debe haber descubierto algo de lo contrario no la habrían matado —replicó Draco frustrado.
—O porque quisieron asegurarse que no descubriera nada —le rebatió Harry.
—Hay algo que todavía no me hace sentido de todo esto —dijo Greybck acaparando la atención de todos—. Walburga estaba sola en la mansión. Este tal Azriel fue capaz de burlar las protecciones y asesinarla cuando no estábamos, sin embargo… ¿Cómo pudo Valerie saber que algo le había ocurrido a pesar de estar en Rumania? Ya que fue ella quien guió nuestro repentino retorno.
Abraxas y Harry se observaron por unos segundos, pasmados, como si les hubiera caído un balde de agua sobre la cabeza.
—Ella… Ella pudo saber que le ocurrió algo por el lazo —murmuró el mago de anteojos.
—Y el lazo no ha aparecido en tus manos o en las de Ginny al ser la siguiente mujer en la línea de la familia Black —señaló Abraxas—. Lo que significa que…
—Todavía está en la muñeca de Walburga —agregó Harry.
Abraxas se puso de pie de un salto ante las confundidas miradas de Draco y Greyback.
—¡Traigan a Valerie de inmediato, necesitamos su lazo de Andrómeda!
Valerie tuvo que desviar la vista del cuerpo de su vieja amiga.
—Entonces… ¿qué es lo que quieres intentar? —le preguntó a Abraxas con la voz tensa.
—Fíjate en su muñeca —le respondió su amigo-
La vampira la observó fugazmente, sin ser capaz de mantener sus ojos sobre Walburga.
—¿Qué hay con su muñeca? —replicó mordazmente.
—Su lazo de Andrómeda sigue ahí.
—¿Y? —el tono de Valerie se tornó más arisco.
—Cuando una portadora del lazo de Andrómeda fallece, este regresa a sus descendientes para que las siguientes generaciones puedan utilizarlo. En este caso, Harry es el siguiente en la línea dado que Sirius fue escogido como su padrino, sin embargo el lazo no ha abandonado a su antigua dueña.
Las palabras de Abraxas hicieron que la vampira pestañeara varias veces y estudió el brazalete de su amiga, extrañada.
—Pero… ¿por qué sigue en su cuerpo?
—Creo que el brazalete esconde algo o Walburga se aseguró de hacer algo antes de morir —el mago notó la desconfianza en los ojos de la vampira, por lo que la tomó de la mano y entrelazó sus dedos con los de ella—. ¿Confías en mi?
—Con mi vida —le respondió ella sin dudar.
—Acerca tu brazalete al de Walburga…
Albus, que estaba detrás de ellos levantó el escudo que había formado sobre el cuerpo de la bruja mientras Valerie, lentamente, se arrodilló frente a su vieja amiga y acercó su muñeca a la de ella.
Para asombro de todos los presentes el lazo de Valerie se movió como si tuviera vida propia y comenzó a enroscarse con el de Walburga. Ambas serpientes se enrollaron entre ellas hasta que sus cabezas quedaron mirando hacia el cielo, para luego desprender un humo blanco que se elevó en el aire.
Fue entonces que, entremedio de aquella extraña nubosidad blanca, se escuchó la voz de Walburga.
"No tengo tiempo para decir mucho. He descubierto lo que el enemigo busca. Stonhege es la clave. Es probable que no podamos vernos cuando vuelvan, pero lo tenía previsto. No me arrepiento de nada y le enviaré a Sirius sus saludos. Recuerden que los amo".
El humo blanco desapareció en el aire y Valerie dejó caer su brazo con pesar. Su brazalete se deslizó nuevamente a su cuerpo mientras que el de Walburga se esfumó de su piel. Un silencio sepulcral los invadió a todos, pero a los pocos segundos fue interrumpido por un par de fuertes pisadas.
Vladimir se abrió paso entre todos, sus facciones habían vuelto a la normalidad y no había rastro de que se hubiera arrancado la piel, por el contrario, en aquellos momentos su rostro demostraba una clara determinación.
El vampiro se arrodilló ante Valerie, le levantó el mentón con una de sus manos y la observó con detenimiento.
—Te juro que vengaremos su muerte, pequeña. No descansaré hasta lograrlo.
Valerie estudió aquellas orbes rojas y su pecho se apretó ante la ola de emociones tanto suyas como de Vladimir que la embriagaron, pero la determinación del rey de los vampiros fue el sentimiento que más se abrió paso en su cuerpo y le permitió mantener sus extremidades en calma.
La vampira se apoyó en los hombros del vampiro y enterró el rostro en su pecho para esconder el dolor en sus facciones. Vladimir no dudó en abrazarla con fuerza sin decir nada.
Greyback dejó escapar el aire que había acumulado en sus pulmones ante la escena y relajó los músculos que había tensado. Inconscientemente presto atención a los demás, cuando repentinamente una pregunta explotó en su mente: ¿dónde estaba Riddle?
ADELANTO: PRÓXIMO CAPÍTULO
Tom Riddle levantó el rostro y estudió las diferentes tumbas del cementerio de Brompton. No supo bien que lo llevó a regresar a ese lugar, pero su magia lo arrastró en esa dirección y él solía confiar en sus instintos.
—Siempre supe que tendríamos la oportunidad de conocernos antes de tiempo — murmuró una voz.
El mago se giró sobre sus talones y se topo con un hombre alto que le regaló una mueca maliciosa.
—Azriel.
—Riddle —le respondió el vampiro todavía con una sonrisa en el rostro.
No les voy a mentir, fue difícil escribir sobre la muerte de Walburga y como ello logró afectar a Valerie. No es usual que escriba sobre ese tipo de emociones y la verdad tampoco quería que todo el capítulo se centrara en eso, pero creo que logré plasmar de la mejor manera como sus emociones sumadas a las de Vladimir.
Nos estamos acercando al final y todavía quedan muchos misterios por revelarse. Veamos en sus comentarios qué les ha parecido hasta ahora.
Los quiere,
Florence!
