Capítulo 35
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Isla Honshu
Boruto ayudó a Sarada a Salir del barco mientras que Yakumo lo hacía con Sumire, los cuatro miraron a su alrededor y se percataron de los botes que comenzaban a llegar con los sobrevivientes. Boruto era consciente de que se habían perdido vidas pero él sabía que la prioridad en esos momentos eran las personas que planeaban algo mucho peor que lo sucedido en el barco.
—¿Qué vas a hacer ahora Boruto? —preguntó Sarada algo preocupada, se sentí impotente por no poder ser de ayuda como lo era antes.
—Aquí está el verdadero problema —Boruto la tomó de las mejillas para que esta le mirara —Te llevaré al hotel, estarás segura ahí con Sumire mientras me encargo de esto, después vamos a tener las vacaciones que nos merecemos, te lo prometo —le dijo con una sonrisa.
—Iré contigo —dijo de pronto y Boruto le miró con sorpresa.
—Sarada, es peligroso…
—Puedo ayudarte… tengo la experiencia…
—Tal vez tengas la experiencia pero… ya no tienes tus poderes de ángel —dijo con cautela, tampoco quería herir su orgullo de alguna manera —ahora seré yo quien te proteja.
Ella negó —Te amo, y no tengo una buena sensación de todo esto, por favor déjame acompañarte.
—No —dijo con firmeza.
—Boruto! —dijo con molestia.
—También te amo, pero eso ya lo sabes —sonrió de nuevo —ya pasamos por esto ¿cierto? Sé cómo te siente porque me sentí igual la primera vez que enfrentamos a Hidan y también debes saber cómo me siento al querer protegerte.
Ella bajó la mirada mientras se mordía el labio inferior —Esta bien.
Boruto asintió aún más relajado y la tomó de la mano, ambos fueron seguidos por Sumire y Yakumo.
Una vez las chica estuvieron en la habitación, Boruto se despidió de la pelinegra con beso profundo.
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—¿A dónde es? —preguntó Boruto a Yakumo.
Yakumo miró a su alrededor —La daga está… del otro lado de la isla.
Boruto apresuró el paso —entonces vamos, no perdamos tiempo.
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—¿Deberíamos acercarnos ya? —preguntó Ciel a Sebastián.
—No lo creo conveniente amo, no hasta que Boruto haya encontrado el ataúd.
—No será necesario pelear ¿cierto? Odio los enfrentamientos, además, sería desagradable para mí verle la cara al enterrador —dijo Ciel con desagrado.
Sebastián sonrió —Al parecer, no será necesario enfrentarse a él, ha hecho enfadar a alguien más además de nosotros.
—¿Crees que tu hermano pueda deshacerse de Undertake? —preguntó Ciel con cierta duda, pues incluso a Sebastián le había costado trabajo enfrentarlo la última vez.
—Joven amo, tal vez Yakumo sea menor que yo pero… eso no lo hace menos débil…
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Boruto corría a gran velocidad mientras se adentraba en la maleza, su capacidad receptiva le hacía ir ciegamente por el sendero sin cuidado alguno.
De pronto, el pelinegro se detuvo frente a una cueva. Ambos miraron en dirección al interior.
—Es aquí… —dijo Boruto de pronto y el demonio a su lado solo asintió. No era una pregunta, a pesar de que Yakumo era quien lo había guiado, en cuanto llegaron,
Ambos entraron a paso lento, Boruto iba adelante, el lugar se encontraba iluminado por antorchas, bajaron unos escalones de piedra que los condujo a un salón en donde había un ataúd oscuro rodeado de flores cuyos pétalos eran negros.
Sin embargo, justo antes de acercarse, Undertake apareció ante él con una tétrica sonrisa.
—¿Has venido solo eh? —dijo el peliblanco.
Boruto frunció el ceño al escuchar aquello y volteó a ver a su lado. No había rastro de Yakumo ¿Acaso lo había engañado? En fin, aquello no tenía importancia en esos momentos.
—Tú me ayudaste a dar con Sarada, ¿Por qué quieres dañar la humanidad de esta manera?
Undertake pasó sus largas uñas por el ataúd —Solo necesitaba a mi preciado…. Niño.
Boruto frunció el ceño mientras intercalaba la mirada entre él y el féretro.
—No puedo dejar que sigas con esto.
—Yo tampoco puedo deja que te metas en esto, así que… —sonrió con malicia —Vas a desaparecer ahora.
Boruto no tuvo tiempo de reaccionar, una fuerte ráfaga lo lanzó contra las rocas y de inmediato el tipo del barco lo tomó del cuello con una fuerza impresionante y lo sacó del lugar con gran rapidez.
Era el mismo que parecía una marioneta y claro que lo era, era como un muñeco con vida, todo su aspecto se lo decía y la forma en que crujía su cuerpo lo terminaba de comprobar, entonces, ¿Cómo era posible que tuviera tanto poder como para lanzarlo?
Foto.
Boruto se incorporó y le miró con molestia.
—Me presento —hizo una venia —Mi nombre es Drossel Keinz
—Ahora que lo recuerdo… tu… mencionaste algo sobre los cuerpos… —dijo Boruto de pronto.
Aquella marioneta humana sonrió de pronto —Ah… eso…
De pronto se produjeron dos explosiones alrededor del hotel que se encontraba a una gran distancia de donde estaban.
Boruto abrió los ojos con evidente sorpresa y de pronto, su cuerpo tembló.
—¿No es hermoso? El caos, las personas huyendo… y siendo asesinadas al momento.
Boruto entró en cólera, solo podía pensar en Sarada y en Sumire, ambas estaban ahí. Finalmente miró a Drossel.
—Maldito… —de pronto, el Jogan apareció en el ojo de Boruto y el otro… por primera vez se volvió rojo, casi rasgado.
—Ya veo —sonrió el otro —También eres una rareza de la vida.
—Me importa una mierda lo que tengas que decir, no puedo perder mi tiempo contigo… maldita cosa.
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Mientras tanto, Undertake sonreía al verse solo nuevamente, tenía que apurarse para lograr su cometido, hasta ahora, todo había sido una distracción, sabía que Sebastián y Ciel enviarían a alguien más para evitar lo que está a punto de hacer, pero ahora, aquello ya estaba resuelto.
Todo marchaba bien, o eso pensó.
Justo cuando sacó de su túnica aquella daga, escuchó una voz tras de él que por primera vez le sorprendió.
—Esa daga… es mía.
El peliblanco volteó y saltó a un par de metros de él mientras sacaba su guadaña.
—No puede ser… ¿Qué haces aquí?
Yakumo sonrió —Que pregunta más estúpida ¿No crees? Vamos, creí que eras un hombre inteligente —el pelinegro caminó con evidente tranquilidad a su alrededor mientras lo miraba como si fuera su presa —Tiene algo que es mío ¿y me sales con esta mierda?
De pronto Yakumo desapareció y apareció a lado del féretro y lo abrió sin mover sus manos.
La reacción de Undertaker fue defensiva, pues se lanzó a atacarlo mientras liberaba todo su poder de un momento a otro.
—¡No lo toques!
Yakumo apareció en su mano una lanza de plata, esta tenía sangre seca aún y comenzó a contra atacar a Undertaker quien le respondió de igual forma.
Ambos parecían estar al mismo nivel pero en realidad, Yakumo solo estaba jugando con él y con una patada del demonio, el enterrador fue lanzado fuera de la cueva mientras traspasaba con una fuerza mostruosa toda la pared rocosa.
De un momento a otro, Undertaker ya estaba demasiado golpeado. Aún así, intentó llegar a la daga que había soltado producto del impacto pero que solo estaba a una corta distancia de él.
Yakumo sonrió, y sin dudarlo un segundo, tomó su daga y la clavó en la espalda del peliblanco cuando estaba cerca de tomarla.
—¿Cómo se te ocurrió robarle a un demonio del que no sabías si iba a acabar contigo? —dicho esto, dejó la lanza clavada en la espalda del contrario y se agachó para tomar su daga, la cual vibró al estar de nuevo en manos de su dueño.
Yakumo se inclinó cerca del rostro del moribundo shinigami —Un niño como tú no debería jugar con cosas que no son suyas ¿Sabes? Es una maldita decepción saber que ibas a usar mi daga para traer a la vida a un mocoso que murió hace años…. Y no solo eso… esa alma está en el infierno, lo sé, porque fue usado en un ritual. Si lo hubieras traído —Yakumo negó —estoy seguro que no hubieras podido controlar su sed de sangre.
—¿Estás… preocupado por los humanos? —rió el shinigami— eres igual que él.
Yakumo se levantó y retiró la lanza provocando que escupiera sangre, sin dudarlo, el demonio volvió a clavarla en su cabeza matándolo al instante.
El ruido de gritos y mucho caos llamó su atención, frunció el ceño al ver humo cerca del hotel. Iba a regresa por aquél cuerpo que había dejado atrás pero sintió la presencia de Sebastián, entonces desapareció del lugar.
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Sarada se encontraba con Sumire en una Suite, ambas estaban aburridas y preocupadas.
—Me siento una inútil, hasta hace… unos años yo era quien estaba ahí para protegerlo y ahora… —Sarada bufó con molestia.
Sumire se acercó —Lo sé, yo misma vi lo fuerte que eras… —pareció pensar en algo —¿Qué tal si salimos un rato? El lugar es hermoso.
Sarada la miró y de pronto pareció recordar algo —¿Sabes? Tengo curiosidad por ese tipo.
Sumire se sonrojó al escuchar mencionarlo por primera vez.
—¿Cómo?
—No te hagas, me doy cuenta que también te gusta y de él no hay dudas, si de pronto marca territorio contigo como lo hizo en el crucero.
—Es un tonto… no sé por qué diría algo así, apenas y nos conocemos.
—El no es normal —aquello fue una afirmación por parte de Sarada.
Sumire suspiró, ni siquiera le sorprendía que para ella fuera algo tan normal el tocar esos temas sobrenaturales como si fueran algo cotidiano en la vida.
—No lo es… ciertamente.
—¿Confías en él?
—Sarada —dijo mirándole con amabilidad —estuve a punto de morir en varias ocasiones y el simplemente me salvó —dijo mientras ambas tomaban asiento en el suelo.
—¿Te dijo porqué lo hizo?
—él… dijo que solo lo hizo y ya…
—Pues si no le gustaras diría que sus intenciones son otras.
—Pues dudo mucho que sea para dañarme si desde que lo conocí ha estado evitando justamente eso.
Sarada asintió —¿Y qué piensas hacer?
—Solo…. Supongo que —ella soltó un suspiro —No lo sé…
Saeada le sonrió de pronto —Vive la vida Sumire.
Y la pelimorada le miró sorprendida la caer en cuenta con aquellas palabras.
De pronto el rostro de Sarada se volvió melancólico.
—Boruto y yo… hemos pasado por cosas que nos han puesto al borde de la muerte y creo que… lo único bueno que nos ha pasado fue el habernos conocido y enamorarnos, nosotros… nos hemos separado y ahora, lo que acaba de pasar solo me confirmó que no sabes en qué momento podríamos separarnos… algo podría pasarnos y… —se encogió de hombros —simplemente pensé que debíamos vivir todo lo que podamos.
A Sumire le lloraron los ojos —Tienes razón—ambas se abrazaron.
De pronto, dos explosiones se escucharon y los vidrios de las ventanas salieron volando, ambos se cubrieron y el lugar comenzó a temblar. Ambas se incorporaron con gran velocidad y corrieron fuera de la habitación, afuera, las personas gritaban aterradas y algunas estaban manchadas en sangre, algunos iban heridos.
—¡¿Qué sucede?¡—gritó Sumire ante todo el ruido.
Cuando las personas pasaron por el lugar y el espacio quedó libre, el ruido de gruñidos alertó a ambas, la curiosidad las llevó a dirigirse a una de las habitaciones en donde a través de las puertas entreabiertas, observaron con terror como una de aquellas cosas que estaba en el barco se comía a una persona, quien aún viva, escupía sangre a borbotones.
Instintivamente, Sarada colocó a Sumire tras ella mientras ambas retrocedían lentamente y en silencio.
Un ruido más seguido de gruñidos y ambas se dieron cuenta de que aquellas cosas estaban también en el hotel.
Y otra vez… tenían que escapar.
Sarada sintió a Sumire temblar y supo que debía protegerla.
Una de aquellas personas muertas corrió hacia ellas mientras Sarada tomaba la pelimorada de la mano para correr por el pasillo, más de aquellas cosas se unieron tras ellas, quienes alcanzaron a tomar el asensor, el cual estaba ya cubierto con algunas manchas de sangre.
Ambas respiraban agitadamente mientras trataban de asimilar la situación.
—¿Cómo es que esas cosas están aquí? —Preguntó Sumire con voz agitada.
—No lo sé… debí suponer que esto no terminaría aquí —Sarada la miró y la tomó de los hombros —Tranquila, yo voy a estar contigo, tal vez no tengo poder ahora pero tengo la experiencia y sé lo que debo hacer, no te preocupes ¿Si?
Sumire asintió y el sonido del ascensor que indicaba que habían llegado a la primera planta las hizo prepararse para lo que viniera. Sarada la tomó de la mano mientras la colocaba tras ella.
—Tranquila —volvió a calmar Sarada.
Las pertas se abrieron y como esperaban, había cuerpos y personas aún corriendo de un lado a otro mientras eran perseguidos por aquellos ya podridos cadáveres.
Los ojos de Sarada viajaron rápidamente por todo el lugar hasta dar con algo que le sirviera como arma para defenderse hasta que logró divisar a un policía tirado en el suelo bajo un charco de sangre. Tenía una macana y un par de armas, aquello serviría.
—Vamos! —alentó la pelinegra y ambas fueron corriendo directo al cuerpo inerte, esquivando a cualquiera.
Sarada tomó la macana y las armas con gran rapidez y pronto ambas estuvieron corrieron fuera del hotel, había fuego alrededor y aquellas cosas salían de todos lados dispuestas a atacarlos.
Sarada se enfrentó a varios muertos, los golpeaba con agilidad recordando sus habilidades. A medida que avanzaban, había comenzado a sentir cierto hormigueo en sus brazos y espalda y aunque era molesto e incómodo, su prioridad era defenderse de aquellas cosas a cualquier costo hasta conseguir un lugar seguro y esperar por Boruto.
—¡Sarada!
El grito de Sumire la alertó y con ello logró disparar en la cabeza a uno que casi estaba sobre ella. Siguió disparando mientras ambas corrían y se ocultaban tras un árbol.
De pronto, Sarada escuchó el llanto de un niño y lo observó en el suelo mientras lloraba desconsoladamente, era tan pequeño, parecía tener unos cuatro años, era rubio y cargaba con una especie de cintas de cuero oscuro cruzadas por su espalda.
Sintió una opresión en el pecho, jadeó y miró a Sumire —Sube al árbol, yo iré por el niño.
Sumire titubeó, pero por la situación, sabía que no podía objetar nada —Ten cuidado Sarada.
La pelinegra asintió y sumiré escaló el árbol mientras Sarada corrían sin dudarlo por aquél niño, tres de aquellas cosas corrían hacia el pequeño y ella entró en desesperación.
Se lanzó sobre el niño antes de que se fueran sobre él y rodó con él mientras lo protegía con sus brazos.
Ella se incorporó con el niño en brazos, el pequeño se había aferrado a su cuello con sus bracitos y sus piernas en su cintura. Sarada sintió una extraña calidez y un sentimiento protector nació en ella. Cuando miró al frente, una horda de aquellas cosas se dirigían a gran velocidad hacia ella, miró a su alrededor, venían de todos lados, estaba rodeaba.
El pequeño le miró a los ojos con curiosidad y ella lo hizo también.
Sus ojitos azules le recordaron a Boruto y aquello bastó para que el hormigueo que sentía se detuviera. Su dije, el que le había sido devuelto por Boruto el día anterior comenzó a brillar. Miró con determinación a todos "ellos" y pronto sintió a sus alas abrirse nuevamente tras su espalda, tan blancas y un poco más grandes que las anteriores, mismas que cuando se extendieron provocaron una ráfaga que hizo retroceder a los muertos que casi estaban cerca.
No lo dudó, un aleteo y desprendió una gran cantidad de plumas que con un increíble filo lograron derribar a la mayoría de ellos.
De los que quedaban, Sarada, aún aferrada al pequeño logró aparecer una espada fina, muy delgada con la cual comenzó a cortar las cabezas de los muertos.
Cuando el lugar estuvo libre de aquellas cosas se detuvo. Gritos a lo lejos llamaron su atención y entonces decidió dejar al niño con Sumire, quien la miraba sorprendida y alegre.
—¿Sarada? wow! Eres…. Tus alas!
Sarada le sonrió levemente y le dio al pequeño en brazos —Cuídalo Sumire —miró a su alrededor —El lugar está despejado, tengo que ayudar a esas personas.
Sumire asintió —Esta bien.
Sarada corrió y sacudió sus alas con fuerza para salir volando sobre el fuego más adelante.
Mientras tanto, una sombra se posicionó tras Sumire y el pequeño.
Ella cayó desmayada.
