La investigación se había enfriado esos días. Heiji llevaba días sin llamar a Ran a falta de información. Apenas tenían nada e iban avanzando a medida que el moreno recordaba, que eso era demasiado lentamente.
El rechazo en el Black Moon había sido un fracaso total. La policía contaba plenamente en poder introducirse y así poder colar micrófonos para lograr pruebas sólidas. Ahora solo era una opción totalmente descartada.
La sede se movía demasiado rápido y sigilosamente.
"Entonces, ¿sigue sin recordarla?" Le preguntó Sonoko después de morder la tostada.
"No lo sé…siento que una parte de él quiere recordar a Aiko, pero por el momento solo ha progresado con su infancia y también recuerda su trabajo en la policía y poco más." Les explicó la morena.
Había quedado con su madre, Sonoko y Sera (la hermana pequeña de Akai, que había vuelto a Tokio recientemente) para desayunar y despejarse un poco. No le gustaba que las cosas se hubiesen pausado de este modo, así que decidió salir en vez de quedarse en casa llamando inútilmente a la pelirroja, que ya ni le cogía el teléfono.
"Bueno, y ahora que Kudo ha despertado y te recuerda…¿Vas a seguir con tu idea de divorciarte?" Le preguntó su madre al ver la duda que no salía de su rostro.
"No lo sé…"
"¿No lo sabes?" Preguntó Sonoko sorprendida. "Ran, te fue infiel. ¿Vas a volver a dejar que juegue contigo?"
Ran negó con la cabeza. "Sonoko cálmate. Se que me fue infiel, pero él no me dejó de querer ni un segundo y no jugó conmigo, al menos, yo no lo siento de esa manera. El amor era real y después de pensarlo tanto…he caído en que, los mejores años de mi matrimonio, empezaron cuando Shiho entró en nuestras vidas. Aunque yo no lo supiera."
Sonoko y Eri arrugaron la nariz, poco convencidas de las palabras de la morena.
"Eso no hay quien lo entienda. ¿Te estás escuchando?" Le preguntó su madre.
"Yo no sé si era porque Shinichi se sentía feliz o si era porque se sentía culpable, no lo sé. Pero cuando estaba conmigo era increíble." Les intentó explicar. "Más activo. Me hacía sorpresas. Como el día que llegó a casa con lo de las fotos artísticas. ¿Cómo me voy a poner unas medias con ligero y un corsé si no siento que estamos enamorados y que tenemos una gran complicidad?" Comentó agarrando la taza caliente entre sus manos mientras intentaba no sonrojarse. "Pues lo haces y te diviertes y no te planteas si… si viene de algún sitio o…no sé, de comer unas fresas en su vientre o…o de lavarle el pelo."
Sonoko y Eri se miraron de reojo mientras Ran se abría a ellas. Las emociones que sentía Ran, eran demasiado fuertes.
"No lo piensas. Lo haces y punto." Dijo Ran bebiendo de su taza sin mirarles, mientras recordaba el sonido del flash mezclado con la sonrisa del moreno. "Esta es la historia real."
"Es que, Ran, me estás contando la historia de un polígamo que parece un héroe. Y, perdona que te diga, pero Shinichi de héroe tenía bastante poco, eh. Bastante poco." Comentó Sonoko mientras daba otro bocado a su tostada.
"Todo el mundo puede acostarse con cien mujeres y disfrutar." Intervino Eri. "La cuestión es elegir y ser honesto."
"Ahora parece que un polígamo es como, no sé, un asesino en serie." Comentó Ran molesta. "¿Qué me ha hecho Shinichi a mi realmente?" Les preguntó abiertamente mientras Sonoko hacía una mueca de molestia ante su pregunta. "No me mires así. Yo no me enteré de nada hasta el accidente. He sufrido más por lo que le pasó a él, que por su historia con Shiho."
"Ran, yo creo que vuestra historia de amor es muy bonita y creo que puede ser real." Intervino Sera.
"¿A que sí?" Le preguntó Ran, agradecida de sentirse apoyada por alguien. "Claro que puede pasar. Kudo no se atrevió a decírmelo, pero a lo mejor así es mejor."
"Lo mejor, es decirlo." Dijo Sonoko.
"¿Lo mejor para quien?" Preguntó Ran. "Todo el mundo tiene sus propias ideas sobre lo que está bien y lo que está mal. Todo el mundo."
Su teléfono empezó a sonar interrumpiendo su conversación y Ran se levantó de la mesa para atender la llamada. Esta vez, agradecía que le interrumpiesen por trabajo.
Shiho cerró la puerta del cuarto de su hija después de lograr que se durmiera. Shinichi entró por la puerta en ese momento, con una sonrisa en la cara y el pelo aún húmedo.
"Hola cariño." Le saludó a la vez que se descalzaba y se quitaba la chaqueta.
"Se acaba de dormir, estoy agotada." Le dijo dejándose caer en el sofá. "¿Tú que tal?"
Kudo se acercó y se estiró a su lado. "Bien."
"Tienes el pelo mojado." Le comentó mientras le acariciaba el flequillo.
"Es que prácticamente vengo de la playa." Le explicó con una sonrisa. "Oye, ¿Cuánto tiempo hace que nos acostamos juntos?" Le preguntó.
"¿Y esa pregunta?" Preguntó ella volteándose para mirarle. "Pues no sé, ¿casi cuatro años?"
"Vaya…eso es bastante tiempo, ¿Y no has pensado en buscarte a otro hombre?" Le preguntó medio riendo.
"Bueno, ahora que tengo una niña de dos años, no tengo tiempo para nadie más. Apenas duermo tres horas seguidas."
"¿Tanto duermes?¿Tres horas? Wow.." Bromeó, haciendo que ambos rieses. "Pues, yo creo que es por mi."
"¿Por ti?"
"Estás completamente enamorada de mí. Soy muy buen amante, que todo ayuda. Pero sobre todo, es por eso. Estás muy enamorada de mi..."
Shiho empezó a reír y acercó su rostro al suyo para que sus narices se rozasen.
"…Por eso quiero pedirte que te cases conmigo." Le pidió el moreno mirándole a los ojos fijamente.
"¿Qué?" Preguntó ella incrédula, reincorporándose en el sofá para observarle mejor.
"A ver, que me da igual si es por el rito Zulú, ¿Sabes? También nos puede casar Heiji delante de la autoridad. Pero…quiero que te sientas mi mujer. Siempre." Le dijo sacando un pequeño anillo de oro de su bolsillo para entregárselo.
Ella lo cogió delicadamente y lo observó fijamente antes de volver a mirar al moreno con curiosidad. "¿Me estás pidiendo que nos casemos por el rito Zulú?" Le preguntó con una pequeña, pero sincera sonrisa.
"Sí, exactamente eso." Le contestó cogiéndole las mejillas.
"Y…¿Dónde vas a llevarme en nuestra luna de miel?" Le preguntó alzando una ceja.
Kudo lo pensó brevemente y volvió a clavar su mirada en ella. "Alquilaría un velero y recorreríamos las costas más bonitas de Japón."
Shiho ensanchó su sonrisa. "Pero si tú odias los veleros." Medio rió.
"Pero a ti te encantan."
"¿Cómo puedes ser dos personas tan distintas?"
"Yo creo que todo el mundo puede ser dos personas." Le comentó Shiho.
"¿Cómo Kudo? Que tenía dos vidas."
"No, dos personas a la vez. En el mismo instante." Le especificó. "Una es la persona domesticada, la que piensa en el que dirán, en si algo está bien o está mal…Y la otra es puro instinto. Es, indomable. Y sólo sale cuando desconectamos el cerebro. Como con el sexo o con la ira. El problema de esa parte, es que hay veces que ni nosotros mismos la conocemos."
Ran volvió a guardar su teléfono después de comprobar la bandeja vacía. Había pensado más de una vez en volver a Hakone para visitarlas, pero ahora que Kudo iba recordando, no podía salir de Tokio.
Con ella, había aprendido tanto en tan poco tiempo…Y ahora, se sentía en deuda. No podía evitar entristecerse cuando la mirada de Kudo se ausentaba por minutos.
Lo observó a través de la ventana mientras lavaba el coche en el jardín. Esas pequeñas cosas del día a día, conseguían distraerle de las sombras de su mente.
Lavar el coche le tranquilizaba en cierta manera y con el tiempo libre que tenía ahora con la baja médica, solo quería matar el tiempo con lo que fuese. Dejó la manguera a un lado y enchufó la aspiradora para limpiar el interior. Pasó el tubo por los asientos y por debajo de ellos. Y cuando levantó las alfombrillas, apagó la aspiradora para no absorber el pequeño objeto que brillaba. Dejó la alfombrilla a un lado y se acercó para cogerlo.
Era un anillo.
Lo cogió delicadamente entre los dedos y lo estudió detenidamente. Era un anillo muy simple y fino, pero le extraño su presencia al percatarse de que él ya llevaba puesto su anillo de bodas.
Se sentó en el asiento piloto y lo estudió más detenidamente. Era un anillo exactamente de su tamaño, pero se veía reluciente, como si no hubiese sido estrenado nunca. ¿Por qué tenía dos anillos?
Cerró los ojos al recibir un pinchazo en la cabeza a la vez que un recuerdo olvidado volvía a su cabeza.
Shinichi la frenó en el embarcadero del jardín mientras sostenía sus manos entre las suyas. "Shiho…no, espera." Dijo arrodillándose y sacando el anillo de su bolsillo. "Shiho Miyano. Natural de aquí, Hakone. Y madre de mi hija de dos años…¿Quieres ser mi mujer?"
Shiho miró a su alrededor sin apagar su sonrisa. Cerrando los ojos un par de segundos para absorber ese cálido atardecer mientras la brisa bailaba con el vestido veraniego que llevaba puesto. Y cuando volvió a mirarle no puedo evitar reír. "Perdona que me de la risa, pero…Es que cariño, me has comprado un anillo."
"Solo tienes que decir que sí." Le dijo aún de rodillas.
"A, vale, perdona. Tienes razón." Dijo intentando aguantare la risa, respirando hondo un par de veces para ponerse más seria. "Sí, quiero."
Kudo se levantó y alzó la mano para lanzar el anillo al lago.
"¿Pero que haces?" Le preguntó ella sorprendida antes de romper a reír, acercándose a él para besarle.
"Que ya sé que a ti no te gustan los anillos." Dijo cogiéndole el rostro para besarla. "Una vez, me dijiste que estuviera contigo solo si podía estar."
"Ahá"
"Y quiero que sepas que voy a estar. Quiero que sepas que para mi no hay una primera y una segunda mujer. Voy a estar aquí."
Dos mujeres, dos vidas. Dos personas distintas en una. La que juzga y la que siente sin prejuicios. La pregunta es, ¿en que momento se pierden los papeles? ¿En que momento se pierden las riendas del pura sangre que todos llevamos dentro?
