La devastación, era algo increíble en esa noche sin luna. El accidente de tren con destino a Kioto desde la capital, fue algo nunca visto en sus años de servicio como médico residente. Lo habían convocado junto al equipo de rescatista y bomberos, para socorrer a las víctimas.

-Reacción de pupilas a la luz y contusión neumotóraxica- revisó a un hombre sobre una tabla -Vivirá, a terapia- informó a los paramédicos.

-Doctor, la encontré dentro del tercer vagón-

Un bombero, cargaba a una joven de unos veinte años en sus brazos. Él apartó su cabello del rostro, para comprobar sus signos vitales.

-Está muerta- aseguró, serio -Llevala con el resto- señaló un sector donde se encontraban más víctimas fallecidas -Una pena, era muy bonita-

Suspiró y miró alrededor, era inminente la muerte en sitios como ese. Escuchó la ruptura de vidrios muy cerca de él, dirigió su mirada en esa dirección y por los fragmentos de lo que antaño era una ventanilla, un cuerpo emergía de allí, incorporándose tambaleante y sosteniendo su abdomen con una profunda herida en él. Era una mujer, podía deducirlo por su contextura física y su largo cabello rizado. Caminó apresurado hacia ella, pero la perdió de vista, cuando una camilla con paramédicos se atravesó en su camino. Los apartó y logró divisarla, mientras se adentraba a un campo de cultivos sin mirar atrás. La siguió sin perder tiempo y a los pocos metros, cayó, después de producir luz entre sus manos y detener la hemorragia al tocar la zona.

-¿Qué es lo que eres? ¿Una hechicera?-

Susurró al voltearla y un olor muy particular, inundó sus sentidos, la escencia del alfa. Se paralizó, él conocía a ese inconsciente rostro y al collar que portaba.

-¿Quién eres? ¿Y por que llevas a Tokijin contigo?- escuchó su respiración y tomó su pulso -Estás viva, respiras, aunque tu pulso es débil- revisó la herida en su abdomen -Es profunda y tiene orificio de salida, pero ya no sangra- ejerció presión y ella, emitió un débil quejido -Vivirás- la cargó en sus brazos -Te juro que te salvaré-

Sin ser visto y rompiendo con todas las reglas o leyes éticas posibles de la medicina, corrió hacia su motocicleta, para llevarla a casa.

-¡Mamá!- golpeó la puerta delante de él con un pie -¡Abreme!- su madre abrió aturdida y en camisón, mirándolo asustada -No digas nada- ingresó con ella en brazos, parecía muerta -Necesito agua caliente, vendas, toallas, un equipo de costura y todo el desinfectante que puedas tener-

Se adentró a su habitación, pateando la puerta. Sería una noche muy larga y no tenía tiempo que perder.

-Si, hijo- se encaminó al baño -¿Quién es ella?- preguntó, revisando el botiquín.

-Eso es lo que quiero saber, por eso la traje aquí-

Le apartó el cabello del rostro y le quitó la ropa con cuidado, su cuerpo se encontraba peor de lo que imaginó.

-Es la chica del retrato- tocó el colgante con forma de colmillo que tenía en su cuello -Y lleva a Tokijin con ella-

-Si, es Gaia Curtis, hace unos días estuvo en la tienda con un amigo- indicó -Tú sabés de las historias que te contaba de ella cuando eras niño- aseguró, ingresando a la habitación -¿Qué le sucedió?-

La miró desde su lugar, después de entregarle todo lo pedido.

-Es una de las víctimas del accidente de tren- tomó una gasa y la empapó en alcohol -Lo siento, bonita- la presionó contra la herida -Lo siento, sé que duele-

Ella se retorció de dolor, entre el mundo de la inconsciencia e intentando apartar sus manos.

-No, linda, tiene que hacerlo-

La sostuvo con fuerza, pero la apartó de un empujón. Abrió sus ojos por el dolor que la invadía, pero sin ver nada, su vista estaba nublada. Era una agonía.

-Ayúdame...- le tocó el rostro con sus dedos, manchándolo de sangre -Ayúdame, por favor- se desmayó.

-Pasame aguja e hilo- pidió serio y sin mirar a su madre -Yo te voy a salvar, te lo juro-

Murmuró entre dientes, suturando la herida.

Los días corrían y ella no despertaba. La morfina en su cuerpo, ayudó bastante a suprimir el dolor y las dos unidades de sangre, la estabilizaron, pero la fiebre, no la abandonaba.

-Está peor que ayer, hijo-

Él inyectaba antibióticos y analgésicos en la intravenosa conectada a su brazo.

-Su herida fue muy grande, es normal la fiebre, mamá- le colocó un termómetro en la frente -39,8- murmuró -Es muy alta, convulsionará cuando llegue a 40- la destapó y quitó la intravenosa con cuidado -Vámonos- la cargó despacio y se encaminó al baño -Muy bien- la sentó en la ducha -Esto te calmará- abrió el grifo y la empapó completa -Vas a estar bien-

Aseguró, apartando su cabello e hincado frente a ella, tocando con su pulgar sus resecos labios y soportando la inmensa necesidad de probarlos. Lo tenía encantado y ni siquiera, había abierto los ojos.

Despertó y era lo más brillante e incandescente que haya visto en su vida, lo cegaba con su luz. Lo iluminaba todo y sobre todo, a él.

-¡No puedo creer que hayas fallado como guitarrista!- exclamó entre risas, sosteniendo una guitarra en su regazo -Es el instrumento más fácil y noble de tocar- interpretó unos acordes y arpegios con mucha destreza -¿Ves?, yo lo hago desde que era una niña-

-No todos somos tan talentosos como tú- revisaba su pulso y presión cardíaca -Además, era un pasatiempo que me distraía de tantas horas de estudio- palpó su abdomen con cuidado -¿Te duele?- negó -Bien- se alejó hasta su mochila -No quiero verte levantada cuando regrese de mi guardia- advirtió, escuchando su respiración con un estetoscopio -Si no quieres que te ocurra lo mismo que la otra vez-

Amenazó y bajó sus párpados, sus ojos eran preciosos y muy expresivos. Miró sus labios y aún seguían resecos, tenía el hábito de morderlos mucho y lastimarlos todo el tiempo. Él moría por hacer lo mismo y curarlos con los suyos pero, estaba al límite de romper con el protocolo ético que había establecido y con muchísimo pesar, se apartó.

-¡No puedes regañarme todo el tiempo!- dejó la guitarra a un lado y cruzó sus brazos -¡Tampoco controlarme o manejarme a tu antojo!- agregó, desviando la mirada -¡Y además!- lo apuntó, molesta -¡No tuve la culpa de que la herida se abriera sola! ¡Te recuerdo que me desmayé!- justificó, sin éxito.

-Pruebame y terminarás internada en aislamiento- advirtió tranquilo y guardando su instrumental -Y te desmayaste, por no te alimentas bien- le entregó un bento con comida -No lo diré de nuevo, te quedas en esa cama hasta que regrese-

Señaló, con su semblante serio. No iba a permitir que hiciera ese tipo de cosas, otra vez. Ella era su paciente y su prioridad.

-Si, señor- respondió con la boca llena y tragó -Nos vemos mañana, Kylar- bebió de su botella de agua -Que tengas una linda guardia-

-Nos vemos, bonita- colocó la mochila en su hombro, mirándola por última vez -Adiós, mamá- la besó en la mejilla -Te la encargo y me llamas, si intenta hacer alguna otra estupidez-

-Cuídate, hijo- lo vio partir -Parece que alguien está olvidando su ética profesional- habló a la muchacha allí -¿No creés?- ella hizo un gesto incómodo y apartó su bento vacío -Buenas noches, linda- apagó la luz al salir.

-Buenas noches, señora Selene-

Se arropó en la cama y se adentró al mundo de los sueños. Despertó con la dulce voz de la dueña de la casa, avisándole que iría a la tienda y que cualquier cosa que necesitara, estaría pendiente al teléfono. Después de otra hora de sueño, se levantó somnolienta y se dirigió al baño para tomar su ducha mañanera, se quitó la ropa con desgano y tocó la herida de su estómago, más que agobiada, la cicatriz, sería enorme. Se adentró a la ducha y dejó que el agua se llevara todos los males, que la purificara, como tanto lo necesitaba.

-Está ocupado-

Susurró una voz profunda en su oído y a sus espaldas. Abrió sus ojos bajo el agua, al comprobar que, no estaba sola y que jamás había abierto el grifo de la ducha. Giró su rostro y un par de hermosos ojos verdes, la observaban, cargados de deseo.

-Lo siento, no sabía que estabas aquí- volteó, lentamente, cubriendo su pudor y descendía -Ya me voy-

Sus ojos estaban fijos en los suyos. Era mucho más atractivo de lo que había imaginado, era fuerte, viril y poderoso. Verlo en ese estado tan natural, le hizo comprender que, era totalmente diferente a su difunto esposo, su piel era mucho más clara, al igual que su cabello, era más alto, casi un metro noventa de estatura y tonificado, haciéndolo más musculoso. Sin contar, ese hermoso lunar que adornaba el lado izquierdo de su barbilla, dándole un toque de gracia a su persona. Dio unos pasos para salir de allí, pero él aferró la parte trasera de su cuello y en un rápido movimiento, juntó sus labios, al regresarla a su lugar.

-No te irás- murmuró entre besos -Quiero hacerte mía, aquí y ahora- besó su barbilla, su cuello y descendió a su clavícula -Eres lo más antitético que he hecho en mi vida- confesó, mientras ella se derretía en sus brazos -Pero necesito de ti, como nunca he necesitado a nadie- la cargó contra la pared -Dejame ser parte de ti-

No supieron como, pero terminaron en la cama y enredados en las sabanas, después de tanta pasión junta.

-Eres lo más hermoso que he visto jamás- besaba su pequeño estómago que, había suturado hace unas semanas atrás -Perfecta, me encantas-

-Kylar- apretó sus labios, sin saber que decir -Lo de hoy fue muy impulsivo, ¿No te parece?- él se encontraba sobre ella, mirándola la cara -A penas y nos conocemos hace unas semanas-

-Si, lo sé- separó sus labios con su pulgar -Tú me encantas y no podía dejar pasar la oportunidad que se nos presentó en la ducha- le mordió el labio como tanto lo anhelada -No tienes idea del animal que despiertas en mi- inhaló profundo -Hueles tan bien-

Frotó su frente, abrumada, al oírlo.

-¿Cómo a qué?-

Preguntó con cautela, había una posibilidad de que fuera un alfa y percibiera su aroma, pero no apreció ninguna marca en él o estaba tan sedienta de deseo que, no prestó atención en ese detalle.

-A jazmines, lirios y tierra mojada, eres como la naturaleza o como un profundo bosque que quiero descubrir- aseguró, sonriendo -Además...- separó sus piernas con cuidado y despacio -Quiero otra ronda- cubrió a ambos con una sabana.

-¡Dioses, Kylar!- gritó, al ser tomada otra vez por él.

No lo iba a permitir, ella no se iría de su vida, así como si nada, como sino hubiera pasado algo entre ellos. Pasaron muchas cosas e iban a seguir pasando, aunque negaran sus sentimientos e instintos más bajos.

Ingresó por la puerta de la tienda de su madre y la encontró allí, detrás del mostrador, como el sol más hermoso que iluminaba su existencia. Por suerte, acepto su propuesta y trabajaría con él, codo a codo, en el hospital. No podía ser más feliz en ese momento.

-¿Cómo estás en tu primer día?-

Preguntó desde la puerta de su consultorio, tomando un café.

-Bien, me gusta, es entretenido- respondió, mirando la pantalla y atendiendo el teléfono junto a ella -Consultorio del doctor Azoth, ¿En qué puedo ayudarle?- bajó la cabeza y apretó su entrecejo, agotada -Te dije en el almuerzo, que no saldría contigo, Hero- respondió, bufando -¡Deja de llamarme! ¡Estoy trabajando!- gritó, perdiendo la compostura.

El doctor le quitó el tubo de la mano y dispuesto a matarlo, si lo tenía en frente.

-¿¡Cuál es tu problema, Hero!?- el encargado del laboratorio, respondió -¡No me interesa que ella sea nueva en el hospital y quieras darle la bienvenida!- frotó sus ojos, para no perder el juicio -¡Ella es mi secretaria! ¡Ubicate y enfocate en tu trabajo! ¡Idiota!- cortó, mirándola.

-Que agresivo- se burló con una pequeña sonrisa y mirando la pantalla -Eso fue un despropósito innecesario-

Él cerró la cortina metálica delante de ellos, para darles privacidad, ya que no había más pacientes por ese día.

-Silencio- la giró en su silla y la aprisionó contra esta -Soy un cazador loco por ti-

Abrió sus ojos, después de ese extraño sueño. Últimamente, soñaba con el día en el que conoció a su esposa, a la chica del tren, que resultó ser una intrépida alquimista que sosegó a su alfa y con sólo una mirada.

-Hola, buen día-

Susurró adormilada, al encontrarse con él, contemplándola.

-Buenos días, bonita- separó sus labios con su pulgar -¿Cómo dormiste?-

Se acercó a ella, regalándole un beso en la nariz.

-Muy bien- se incorporó con su cabeza hecha un nido, fregando sus ojos y mirando a la puerta -Tres...dos...uno- contó.

-¡Mamá! ¡Papá!-

El pequeño terremoto, producto de ambos llamado Daven, azotó la puerta, montando a su Fenrir Aslan, a gran velocidad y metiéndose a la cama con ellos. Un nuevo día, acababa de empezar.