Capítulo 36
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Isla Honshu
Sebastián y Ciel habían llegado al féretro. Por un momento, Ciel se había quedado contemplando el cuerpo pálido de su gemelo.
—Ya es hora de que descanses… no tienes nada que hacer aquí… lo sabes… —dijo mientras delineaba las mejillas inertes de aquél cuerpo.
Miró a Sebastián son emoción alguna y luego se retiró de ahí —Quémalo —dijo fríamente.
Sebastián sonrió y con gran maestría sacó llamas de sus dedos para prender fuego al féretro y lo que se encontraba ahí, una vez todo reducido a cenizas, ambos desaparecieron.
Sabían que ellos se harían cargo del resto y Boruto ya no tendría una deuda con ellos por haber despertado sus habilidades.
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Drossel salió volando luego de un golpe certero propinado por el rubio, quien no se detuvo y volvió a atacarlo con puñetazos que finalizaron en una patada directa que terminó por enterrarlo bajo tierra provocando una explosión por el impacto.
Boruto le miró con la respiración agitada, sin embargo, Drossel se levantó.
Aquél muñeco no sentía dolor, no tenía muestras de cansancio.
No estaba vivo después de todo.
Los gritos y el ruido del caos provenientes del Hotel en la lejanía lo ponían desesperado por acabar con aquello, sin embargo, aquella cosa tenía algo distinto.
Los ataques continuaron y esta vez, fue Boruto quien recibió una fuerte patada que incluso sintió romperse una de sus costillas, lo que provocó que tosiera con algo de dolor. Mientras se sostenía y escupía algo de sangre. Miró a su distancia y observó el rostro falto de emociones de Drossel.
—Vamos niño ¿No tienes algo que hacer? —canturreó el enemigo mientras señalaba con diversión a donde provenía el humo.
Boruto mordió su labio, llevó su mano a sus costillas y tras un golpe en el lugar logró restaurar sus costillas.
Se levantó y sin pensarlo, dejó salir por todo su cuerpo aquella energía roja mezclada con azul cielo y desapareció de la vista de un sorprendido Drossel, quien antes de que pudiera moverse para buscarlo ya había sido tomado de la cabeza.
Boruto se paró en los hombros del muñeco y con ambas manos colocadas en cada mejilla logró hacer presión y aplicar toda su fuerza en él para arrancarle de tajo la cabeza, pues con su espada no había podido hacerle corte alguno anteriormente.
Finalmente y sin dudarlo un segundo, seguido de aquella acción, Boruto destrozó el cuerpo de Drossel.
Una vez verificado el hecho de que lo había derrotado por fin, Boruto se incorporó y sintiendo una gran inquietud, corrió solo para ver que ella estuviera bien.
Casi a medio camino, su cuerpo comenzó a temblar debido al exceso de poder utilizado en poco tiempo y tropezó cayendo estrepitosamente, sin embargo, al instante y como pudo, se levantó y siguió corriendo en dirección al hotel con algo de dificultad. Sin embargo, con ayuda del Jogan logró mantenerse de pie.
Cuando llegó a una de las áreas que rodeaban el hotel, una horda de aquellos muertos se dirigió a él y el rubio no dudó en defenderse, uno a uno iba cayendo a su paso mientras intentaba avanzar.
Él solo podía pensar en Sarada y en que estuviera a salvo con Sumire. Confiaba en su capacidad de escape y solo quería poder buscarlas entre tanto lío. Cada paso era más difícil, pues cuando derribaba uno, tenía a dos sobre él.
Cuando se los quitó de encima, se sorprendió del número de muertos que comenzaban a rodearlo definitivamente.
Y justo cuando iba a hacer uso una vez más del Jogan, un impacto del cielo le obligó a cubrirse y cuando miró frente a él, unas enormes alas se sacudieron con fuerza acabando con los muertos restantes.
Boruto respiraba agitadamente y con sorpresa observó a la persona frente a él.
Sarada se dejó ver con sus alas extendidas.
Boruto no pudo apartar la mirada de tan hermosos ser. Ese que le había robado el corazón de mil formas, ese que había demostrado dar y arriesgar su vida por él, ese que con el simple hecho de existir, a él le daba una razón para continuar hacia adelante.
Ella estaba descalza y vestía un vestido ligero color azul cielo. Justo como la había dejado en el hotel. Ella le miraba mientras respiraba agitadamente y con algo de duda debido a como él podría reaccionar.
Boruto sonrió finalmente mientras extendía sus brazos en señal de querer recibirla.
Ella sonrió de igual forma y como una niña emocionada, se impulsó con sus alas y de un rápido movimiento llegó has él para ser encerrado por los brazos del rubio, quien la sostuvo de la cintura y ella se aferró a su cuello con los brazos.
Ambos se miraron con amor y emoción y sin esperar más, unieron sus labios en un beso lento y pausado.
Cuando se separaron, Boruto fue el primero en hablar.
—¿Cómo sucedió esto?
—No lo sé… el dije… brilló de nuevo y yo… me transformé —dijo sonriendo —Había un pequeño en peligro y yo solo quería salvarlo desesperadamente.
Boruto le miró con curiosidad sin apartar las manos de su cintura.
—Tampoco quería que nada te pasara… aún a con todo esto, solo podía pensar en que… no te pasara nada mi amor.
Boruto le miró intensamente y volvió a unir sus labios. Ella lo recibió gustosa.
Luego de separarse, ella lo examinó —¿No estás lastimado?
Boruto negó con una sonrisa —Solo un poco lastimado.
Ella le miró preocupada.
—Descuida hermosa, esto no es nada.
Ella asintió y guardó sus alas al instante.
—¿Y Sumire? —preguntó el rubio de repente.
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Yakumo llegó a donde estaba el cuerpo inconsciente de Sumire y la tomó en brazos de inmediato. Pasó la palma de su mano sobre su rostro y ella comenzó a reaccionar hasta estar completamente consciente.
—¿Estás bien? ¿te duele algo?
Ella se sostuvo de él una vez la colocó de pie en el suelo y lo miró confundida.
—Si… yo… no sé que me pasó… estaba con Sarada y luego… no lo sé —de pronto se puso nerviosa y miró a su alrededor —¡Sarada!
—Ella está bien al parecer y el rubio igual. Ellos no me importan, solo tú.
Sumire, quien había suspirado luego de escuchar que sus amigos estaban bien, se sonrojó por completo al escuchar lo último.
—¿Qué… qué quieres de mí? —preguntó ella.
Yakumo sonrió y se acercó aún más a ella mientras la tomaba de la cintura.
—Soy un demonio que ha vivido por siglos, he conocido a muchas mujeres pero ninguna ha despertado en mí el interés que tengo en ti. Eres la mujer que quiero para mí.
Ella le miró con la boca abierta.
—¿Tú… me quieres?
—Llámalo como quieras mujer, lo único que sé es que te quiero para mí y no pienso dejarte. Quiero que seas mía… —susurró lo último en su oído.
Sumire no pudo evitar sentirse alagada y… excitada por aquello. Ambos se besaron con hambre, como si sus labios hubieran estado esperando por unirse por fin después de mucho tiempo.
Pues el alma de Sumire era pura, es decir, esta era la primera vez que vivía una vida, por lo que no había tenido aún su primera reencarnación. Debido a ello, Yakumo nunca encontró a esa alma que estaba destinada para él, y debido a que no había mujer que provocara emociones nuevas en él es que la maldad era una de sus cualidades, nunca tuvo compasión por nadie, incluso por aquella prostituta que se había embarazado de él en un descuido. Yakumo no dudó en asesinarla cuando se enteró de aquello. Por alguna razón sintió repudio por un hijo suyo que crecía en aquella mujer.
—Sumire! —el grito de Sarada hizo que se separaran mientras Yakumo gruñía en el proceso —¿Estás bien? —preguntó la pelinegra.
—Si, ¿Ustedes?
La pareja contraria asintió.
—¿Y el niño? —preguntó Sarada de pronto mientras miraba desesperada a su alrededor.
Sumire le miró confundida —¿Cuál niño?
Sarada Boqueó —El pequeño… el que… dejé… —de pronto, Sarada se notó confundida —¿De qué estaba hablando? —dijo de pronto.
Boruto acarició su espalda y la miró —¿Sarada? ¿Pasa algo?
Ella sonrió —No es nada.
Los tres asintieron excepto Yakumo, quien se había dado cuenta de que aquél comportamiento era un claro signo de lagunas mentales, pero… era algo que había sido intencionado, sin embargo aquello no era importante para él.
Incluso Boruto lo había olvidado, pues se trataba del niño que ella le había comentado minutos antes que había salvado.
Los cuatro miraron a las personas sobrevivientes, las cuales eran pocas, la mayoría había sido mordida y transformada en el proceso. La ayuda médica estaba llegando y helicópteros de rescate sobrevolaban el lugar.
No había riesgo de aquella epidemia de muertos vivientes, pues Sarada se había encargado rápidamente de limpiar todo el lugar.
Cuando las chicas se habían ido a buscar unos sanitarios y arreglarse antes de partir, Boruto y Yakumo se quedaron solos.
Boruto miró al pelinegro.
—¿Huiste? —preguntó de repente.
—Me encargue de Undertake… —sonrió con malicia al ver el rostro sorprendido de Boruto —No era alguien a quien hubieras podido vencer fácilmente —le miró de arriba abajo —Y por lo que veo, tuviste tus complicaciones.
Boruto soltó un suspiro y miró hacia el mar —Gracias.
Yakumo le miró con el ceño fruncido.
—Estás loco.
Boruto sonrió —Espero que no lastimes a Sumire.
—No me digas que hacer con mi mujer.
—Confiaré en ti—dijo el rubio sin inmutarse.
—No te pedí que…
—Se acercan las chicas —cortó Boruto mientras se dirigía a la pelinegra y Sumire se acercaba a Yakumo, quien la guio al interior del barco que estaba por zarpar de regreso a Tokyo.
El recuerdo de lo vivido en aquél lugar probablemente se convertiría en una mala experiencia o tal vez… ese recuerdo volvería en algún momento.
