Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.


APPEASE

Capítulo treinta y seisEchar

Sé que no existe nada parecido a la perfección, pero eso es difícil de recordar cuando todo es tan simple, tranquilo y... bueno, perfecto: rayos de sol y castillos de arena durante el día, bengalas, nubes de azúcar y estrellas por la noche. Los amigos de Irina y Alistair se unen a nosotros al final de la semana y, el 4 de julio, junto a Jasper y Alice, hacemos una enorme barbacoa. Hasta el Sr. Masen invita a algunos amigos, un par de familias que viven todo el año en Southampton. En lugar de ir al club de campo, vemos los fuegos artificiales desde la comodidad de nuestra terraza.

Un poco más tarde, dejamos a los gemelos con su padre y conducimos hasta otro tipo de reunión.

La fiesta de James y Victoria del 4 de julio es una réplica exacta de la del año pasado, hasta el detalle de la gente medio desnuda en la piscina y las groupies que rodean a chicos guapos que fuman. Bueno, eso sí que es una diferencia, supongo: Edward ya no es uno de esos chicos. Tampoco fuma ya como solía hacerlo, aunque no ha sido capaz de dejarlo del todo.

Estoy sentada con él, Alice y Jasper cuando veo a alguien que me parece familiar; un momento después la reconozco como la Castaña del Año Pasado. Pasa por delante de nosotros con un par de chicas, mirándonos solo el tiempo suficiente como para que me de cuenta con seguridad de que recuerda a Edward ―y puede que a mí también.

No estoy segura de cómo la recuerdo con tanta claridad. Puede ser porque toda esa noche está grabada a fuego en mi cerebro. Fue la noche en que Edward y yo nos besamos por primera vez, la noche en que finalmente cedí a la atracción que había estado sintiendo ―y de la que había estado huyendo― desde el día que nos conocimos.

―¿Quieres otro? ―pregunta Edward, señalando mi cóctel casi terminado. Me lo ha hecho Victoria. Es azul, eso es todo lo que sé. Ella respeta que no me guste emborracharme, así que lo ha hecho flojo, pero sigue siendo suficiente para que me sienta un poco achispada.

―No, estoy bien. ―Sonrío, besándole la mejilla―. Pero gracias.

Asintiendo, me aprieta la rodilla y se levanta, seguramente para rellenar su copa.

Llevo un rato hablando con Alice cuando me doy cuenta de que hace mucho que Edward se fue. De todas formas, tengo que hacer pis, así que me excuso y me abro paso entre la multitud hasta las puertas francesas de cristal. Los recuerdos de estar en esta casa con Edward me llegan de golpe y, durante un segundo, me siento casi abrumada.

Han pasado muchas cosas en el último año.

Uso el baño tan rápido como puedo para que la chica siguiente pueda pasar. Parece a punto de vomitar y lo último que Victoria necesita es tener que limpiar vómito del pasillo mañana por la mañana.

―...pero...shhh...no...― Se escuchan voces venir del segundo piso―...ella...no...

Frunciendo el ceño, me detengo en la oscuridad. Parece Edward. Debe de estar cerca de las escaleras ahí arriba porque, aunque la música de fuera hace que sea difícil escuchar, sigue siendo bastante audible.

Una risita y luego más susurros. Me limpio las manos en la parte delantera de mi vestido, dándome cuenta de que estoy sudando.

Confío en él. He aprendido a hacerlo.

Pero este tipo de situaciones no hacen nada más que avivar mis inseguridades y las partes más débiles de la historia de nuestra relación. Mi corazón late a un ritmo salvaje y sé que, si no subo ahí ahora mismo, voy a perder la cabeza.

Tragando, sigo el sonido de los murmullos hasta que puedo ver con quién está hablando. Es Victoria.

Ella me ve antes que él.

―Hola, Bella ―dice contenta, dándole un codazo a Edward.

Él se da la vuelta, sonriendo.

Estoy confundida; no parecen pillados ni nada. Debo de estar leyendo toda la situación mal.

―Hace mucho que te has ido... ―murmuro, dando un paso atrás.

―Sí, solo tenía que hablar un momento con Vic ―dice él, asintiendo. La sonrisa se desvanece de su cara cuando se da cuenta de que algo no parece ir bien conmigo―. ¿Qué...? ¿Estás bien?

Miro de la cara de él a la de ella, intentando entender lo que estoy viendo pero, honestamente, no hay mucho que ver. Los dos parecen preocupados por mí, no culpables y, de todas formas, la idea de que estos dos se estén liando es completamente ridícula. Simplemente, la situación es... extraña, supongo.

―Estoy bien. Estaré abajo ―digo por fin. Bajo los escalones rápidamente, ansiosa por volver con Alice y por el fresco aire nocturno.

Edward está a mi lado en cuestión de minutos.

―¿Seguro que estás bien? ―pregunta.

Asiento, dándole una palmadita en la rodilla.

Es como si ese raro interludio en las escaleras no hubiera pasado y una voz en mi cabeza me advierte de que será mejor que no me convierta en esa chica ―la celosa que sospecha todo el tiempo.

Él se recuesta en el sofá, rodeándome con un brazo y acercándome a su lado.

―Los fuegos artificiales empezarán pronto ―dice en un susurro―. Al parecer ese año van a ser una locura.

Asiento, quitándome las sandalias para poder subir los pies y acurrucarme más contra Edward.

―Apuesto a que sí. Los del año pasado fueron bastante espectaculares.

―Ni siquiera supe que estabas aquí hasta que iban por la mitad ―dice―. Miré y ahí estabas.

―Bueno, yo ya te había visto.

―Sabía que lo habías hecho.

―¿Cómo lo sabías?

―Porque te estabas esforzando demasiado en no mirarme.

Río, pellizcándole el costado.

―Qué engreído.

―Engreído no, solo honesto ―dice, inclinando mi cara para poder besarme.

Se me hace fácil perderme en ello. Todavía puedo oír la música y las risas, los murmullos de conversaciones a nuestro alrededor, pero lo único que siento es a Edward. Y no solo contra mi boca, sino en cada parte de mí.

Y sé, solo con eso, que estamos bien. Siempre lo hemos estado y, probablemente, siempre lo estaremos.

―Te quiero ―digo cuando se aparta. De verdad lo hago, mucho. Sale de mi corazón como la sangre, nutriendo todo mi cuerpo. Es perderme a mí misma, pero también encontrarme en él.

Él asiente con seriedad, buscando en mis ojos con los suyos.

―Yo también te quiero.

Los fuegos comienzan. Giramos las caras al cielo, mirando el elaborado espectáculo que, como Edward ha dicho, es incluso más asombroso que el año pasado. Las explosiones van al compás de música, algo que ni siquiera creí que fuera posible, y todo el mundo jalea y canta.

De repente, hay una pausa entre canciones y el cielo queda vacío excepto por el humo residual antes de la gran traca final. Son tres o cuatro minutos sin parar, precioso y abrumador.

Edward coge mi mano y le miro, sonriendo. Él se inclina hacia mí, acercando su boca a mi oreja.

―Quiero pasar así cada 4 de julio ―dice.

―Yo también ―contesto, riendo. Siento un pequeño nudo en la garganta por la intensidad de los fuegos.

―Cada 4 de julio ―repite él.

Levanto la mirada de golpe y nos miramos fijamente un momento. Está diciendo mucho más que lo que significan las palabras que han salido de su boca. Él se inclina y vuelve a besarme.

―¿Tú quieres?

Me muerdo el labio y bajo la mirada, asintiendo.

―Sí.

Él se levanta, estirando la mano hacia mí. Mi corazón vuelve a galopar en mi pecho, pero esta vez por una razón diferente. De repente ya no estoy segura de nada ―de lo que he creído ver antes, o de lo que Edward acaba de decirme, o de si va a hacer lo que creo que va a hacer.

―¿Vienes conmigo? ―pregunta.

Me levanto, alisándome la parte de atrás de la falda, y vuelvo a ponerme los zapatos. Alice está hablando con Jasper, pero sonríe un poco cuando nuestras miradas se encuentran y me lanza un beso.

―Te quiero ―vocaliza antes de volverse otra vez hacia su chico.

Sacudiendo la cabeza, sonrío ampliamente y aparto la mirada, siguiendo a Edward entre la multitud. Me lleva hasta la puerta y bajamos un par de peldaños hasta un camino flanqueado por hierba de playa a los lados. La arena está fría y se me mete por las sandalias mientras los ruidos de la fiesta se van quedando en la distancia, reemplazados por el tranquilo susurro de las oscuras olas.

Toda la noche es irreal, desde la lechosa luna hasta lo que sea que está pasando entre Edward y yo. Él se detiene y me mira.

―He tenido esta conversación contigo cientos de veces en mi cabeza y cada vez dices algo diferente, así que... ―Me suelta, pasándose las manos por el pelo―. Simplemente voy a decirlo porque, últimamente, es en lo único en lo que puedo pensar.

Levanta un poco la mirada. Yo estoy helada en mi sitio, esperando a que continúe.

―Bella, mi vida no ha sido la misma desde que tú entraste en ella. Para nada. Y, sí, me haces querer ser un mejor hombre. No puedo ver un futuro sin ti en él y yo solo... quiero estar contigo. Siempre. ¿Te casarás conmigo? ¿Por favor?

Suelto un grito ahogado, bajando la mirada a mis manos, dónde está dejando un anillo.

―Y podemos esperar. No quiero apresurarte. He pensado que a lo mejor después de que te gradúes al año que viene...

―Shh, shh ―digo, peligrosamente cerca de echarme a llorar mientras ahueco las palmas de mis manos en su cara―. Sí.

Él cae contra mí, besándome con locura mientras, moviéndose con dificultad entre nuestros cuerpos, intenta ponerme ese anillo en el dedo antes de que caiga a la arena.

―Me alegro mucho de que hayas dicho que sí ―dice con voz temblorosa y aliviada―. No estaba seguro... por eso desestimé una proposición pública...

No puedo dejar de reír, de felicidad, pero también porque está divagando y eso era algo que nunca había presenciado. Edward siempre está tranquilo y con el control.

―Te quiero, Edward. Siempre lo haré ―digo, besándole de nuevo.

No sé cómo, pero la noche estalla de nuevo en fuegos artificiales, reflejándose en el agua rosas rojos y morados. Pego un chillido, lanzándome a los brazos de Edward.

―¿Has hecho tú esto? ―exclamo, sobresaltada pero feliz.

Él asiente, levantando su teléfono. Me muestra un mensaje de texto... dirigido a Victoria.

Ha dicho que sí.

* . *

―Me siento fatal por haber sospechado de ti ―susurro, limpiándome lágrimas de las mejillas―. Has sido tan... perfecto. Y te quiero. Nunca volveré a dudar de ti.

―Está bien ―dice con una risita―. Supongo que parecía un poco turbio. Me estaba preguntando porqué parecías tan asustada; creí que estabas borracha o algo.

―Edward. ―Le doy una patada bajo el edredón. Estamos en mi cama, desnudos y enrollándonos, intentando ser silenciosos.

―Lo sé, lo sé... Solo digo.

―Sí, bueno. Yo debería haber sido más lista. ―Paso mis manos por su espalda―. Soy más lista.

Nos besamos otra vez, y otra, acercándonos más y más hasta que él me está tumbando boca arriba y penetrándome. Es la primera vez en toda la semana que hemos caído, pero no hay otra forma en que desee celebrar nuestro compromiso que haciendo el amor. Ni siquiera quiero que se vaya cuando acabamos pero, con los gemelos y el Sr. Masen al final del pasillo, no sería muy apropiado.

Haremos el anuncio por la mañana en el desayuno. Estoy un poco nerviosa, pero el Sr. Masen siempre ha apoyado nuestra relación ―no sin diversión ante la devoción de Edward. Supongo que habrá cambios cuando volvamos a la ciudad, sobre todo en cuanto a la situación del alojamiento. Edward lleva una eternidad intentando que me mude con él, pero siempre he pensado que un compromiso como ese requería un verdadero compromiso. No era algo que yo me tomase de forma casual y él lo comprendía.

Pero, ¿ahora? Sé que él está en esto a largo plazo.

Y yo también.


¡Hola!

Bueno, aquí tenéis el penúltimo capítulo con pedida de matrimonio y todo. Yo creo que se veía venir, pero... ¿qué os ha parecido a vosotras? Estoy deseando leer vuestras opiniones.

Nos vemos mañana con el último capítulo. Gracias por estar ahí.

-Bells :)