Sábado, el día libre de todos ellos, el día sin hijos, alumnos o pacientes que atender. El día perfecto para sentirse humano e ir al gimnasio, para distraerse o quemar las energías por unas horas.
-¿Cómo estuvo tu clase de yoga, hermanita?-
Preguntó, llegando a su lado con una botella en mano.
-Muy relajante- suspiró encantada -Amo el yoga- estiró su cuerpo saludando al mundo -¿Y a ti en fitness?-
Sus disciplinas eran tan diferentes como ellas mismas, a Gaia le encantaban los ejercicios de fuerza física y movimiento extremo, mientras que a Dea, le fascinaba la meditación y la paz mental que ofrecía el yoga. Tan distintas, pero tan iguales a la vez, que eran las caras de la misma moneda.
-Enérgica- sonrió, complacida -Hoy hicimos aerobox- dio dos golpes al aire -En eso soy muy buena- dejó de moverse y bebió de su botella -¿Kylar y Gojo?- cuestionó.
-En las maquinas de musculación, compitiendo, como siempre-
Señaló a su derecha el salón de maquinas de entrenamiento, en donde ambos hombres, se encontraban levantando enormes pesas, uno junto al otro, con su propio equipo de seguidores dándoles ánimos.
-Te apuesto lo que quieras, que alguno de los dos se le cae la pesa en la cara- murmuró a su lado.
-No seas mala, Gaia- negó divertida -Pero acepto, seguro que se le cae a Gojo-
Rieron y se dieron la mano cerrando el trato, porque eso era muy probable, a él siempre le pasaban esa clase de cosas.
-Disculpen...- tocaron sus hombros a sus espaldas y voltearon, levemente -Pero...- les enseñó la pantalla de un teléfono celular, invadiendo su espacio personal -¿Estas son ustedes?-
Abrieron sus ojos al tope y Gaia escupió el agua que estaba bebiendo. Delante de sus ojos, se desarrollaba una escena de lo más cómica y extraña. Las dos se encontraban en completo estado de ebriedad, abrazadas una con otra y cantando a todo pulmón en plena calle. No lo hacían mal, pero era vergonzoso.
-No- negó con su cara desencaja y un gesto más que impactado en su rostro -No, no somos nosotras- su hermana, acompañó su gesto -¿No es así, Gaia?-
-No- negó, rápidamente -No lo somos-
-Pues, que lástima...-
Bajó su teléfono y las miró a ambas. Era un hombre joven, cabello negro y ojos oscuros, un típico asiático con vestimenta deportivo.
-Mi amigo aquí y yo...- señaló a un sujeto con aire europeo -Hemos estado buscando a estas dos chicas por mucho tiempo- las miró de una a otra -Somos buscadores de talentos y hay mucho dinero de por medio, si saben algo de ellas, nos ayudarían mucho-
-A ver, permíteme- tomó el celular entre sus manos, lo alejó un poco y luego, lo acercó -Pues, mirándolo bien...- lo acercó un poco más -Si, creo que somos nosotras- se lo entregó a su hermana -¿No, Dea?-
-Ahora que lo veo mejor...- agrandó la imagen con los dedo, después de pausarlo -Puedo decir que si, somos nosotras- aseguró sin titubear -Me había olvidado por completo de esa noche- indicó, fingiendo demencia -Dea Fleming, un placer- se presentó, estirando su mano.
-Hamada- respondió él, estrechándola -Kirito Hamanda- ambas suprimieron una risa -Si, lo sé, es un nombre horrible-
-Owen Grey- estrechó su mano con la otra muchacha allí -Aquí está mi tarjeta-
-Gracias- la tomó con su mano libre, leyéndola de ambos lados -Gaia Curtís, encantada-
Dos intimidantes presencias, se ubicaron tras sus espaldas, haciéndolas temblar y voltear a duras penas. El poder de ambos y sus esculturales portes, era algo terrorífico y aterrador. Ni hablar de sus crueles y déspotas miradas.
-¿Qué es esto?- quitó la tarjeta de su mano, rápidamente -¿Owen Grey? ¿Cazatalentos y representante artístico?- leyó en voz alta y lo miró -¿Qué significa esto?-
Le habló al sujeto allí, que no respondió, ya que no tenía las agallas para hacerlo.
-Dame eso...- Gojo le quitó el teléfono que ella tenía en las manos -No me interesa saber quién eres- bajó sus lentes, mirando al asiático frente a él -Pero no tienes la autorización legal, para llevar un vídeo con imágenes de mi esposa- todo era silencio allí -Bórralo- ordenó.
-No puedo hacerlo- respondió serio -Una importante disquera, está interesado en ellas- apuntó a cada una -Hace años que las estamos buscando, son rostros nuevos para la industria y yo...-
Un crujido se escuchó y todos abrieron sus ojos, impactados. Bueno, al menos cuatro de ellos, los otros dos, estaban furiosos y a punto de pelear por su territorio, en cualquier momento.
-No me importa-
Soltó el teléfono hecho añicos, que cayó de su mano al suelo, lentamente. Nadie iba a tener imágenes de su esposa, mientras él estuviera vivo.
-Guárdate esto- arrojó la tarjeta a la cara al europeo, arrugándola, previamente -No nos interesa nada de lo que quieran ofrecernos- aferró a su esposa de los hombros -Buenas tardes-
Giró con ella sobre sus talones y salieron los cuatro de allí en un silencio sepulcral.
-Bueno...- movió sus brazos en vaivén, algo que siempre hacía cuando se ponía nerviosa -¿Quién quiere darse un baño, ir a buscar a su hijo y comer una pizza?- su hermana levantó una mano en alto, quería irse ya -Perfecto. Vámonos, Dea-
La aferró de un brazo, huyendo de allí o huyendo de ellos, más bien.
-¡Alto!- su esposo la detuvo -Gaia, ven aquí- negó, rápidamente -Ven- señaló hacia abajo y volvió a negar -Voy a contar hasta tres...- advirtió -Uno...- levantó un dedo -Dos...- levantó otro -Y...-
-¡Bien!- exclamó, soltando a su hermana -¡No tengo nada! ¿¡Ves!?-
Extendió sus brazos y él, la palpó de pies a cabeza, buscando la prueba del delito y su deshonra.
-¡Aja!- extrajo otra tarjeta de su sostén -¡Descarada! ¡Mintiéndome en la cara como sino te conociera!- le golpeó la nariz con la misma -¡Ya vete!- ordenó con burla.
-Vámonos, Gaia- pronunció, dulcemente, algo más que extraño en ella bajo esas circunstancias -Los peques nos esperan-
Su esposo entrecerró sus ojos, bajando sus lentes y atravesándola con su poder ocular.
-¡Dámelo!- extendió su enorme mano -Dea, dámelo- le escondía algo detrás de su espalda -¿No vas a dármelo?- movió su cabeza en negativa, apretando los labios -Bien, no quiero hacer esto, pero...- juntó sus manos y desapareció, reapareciendo detrás de ella -No tengo opción- le quitó el teléfono destrozado que ocultaba -Gracias- le besó el cabello -Adiós y cuídate-
Caminaron en sentido opuesto, dándoles la espalda y con sonrisas triunfales en sus rostros. Pero sin poder soportar la impotencia y la rabia, Gaia les arrojó la botella que tenía en mano y como la buena arquera que era, dio justo en el blanco, la cabeza de Kylar. Voltearon con semblantes asesinos, ya que Gojo, fue salpicado en el proceso. Eso era una declaración de guerra.
-¡Corre, Gaia! ¡Corre!- gritó su hermana a lo lejos, había huido antes que ella -¡Corre por tu alma!-
Huyó, huyó de allí, como sino hubiera un mañana. Estallaron en carcajadas al verlas correr sin sentido, la vida con ellas, era toda una aventura.
-¿Otros cien más, Gojo?-
Propuso, desafiándolo y flexionando su bíceps en un puño.
-No quiero excusas cuando pierdas-
Lo palmeó al pesar y volvieron al gimnasio.
-¿Está rico, hijito?-
Habló a su hijo Gaudy, que amaba la pizza casi tanto como ella.
-Si, mami- mordió su porción -Hoy la abuela Selene nos hizo pastel-
-Mmmm- se saboreó su tía -Que rico, ¿Y nos dejaron algo?- negó con inocencia -Bueno, no importa, otro día será- miró a pequeño que no había probado bocado -Daven, hijo- acarició su rostro -¿Qué pasa, amor?-
-No me siento bien, mami-
Tocó su cabeza con dolor y ella colocó una mano en su frente. Él era un niño muy sano, jamás se enfermaba o sentía malestar.
- Estás ardiendo en fiebre, corazón- aseguró, preocupada -No tenías fiebre esta mañana-
-Mami, me duele la cabeza-
Sus ojitos se pusieron en blanco y comenzó a convulsionar, era obvio que, su fiebre era altísima.
-¡Dea! ¡Ayúdame!- colocó a su hijo en una posición segura y lo sostuvieron con fuerza -¡Kylar!- gritó en pánico, cuando él la entendió al teléfono -¡Daven está convulsionando!-
Recuerdos. Miles de recuerdos llegaron a su mente, la peste que arrasó al mundo, sufrimiento, dolor y la muerte de sus hijos frente a sus ojos. Todo volvió como una inmensa ola.
-Mi pequeñito- susurró, sentada en la sala de espera, con la mirada al suelo y sosteniendo su cabeza -No puede estar pasandome esto otra vez- no lloraba en lo absoluto, se mantenía en calma -Otra vez no-
-Gaia, cálmate- su hermana, siempre firme a su lado -Kylar está con él, sabrá que hacer- acarició su espalda de arriba abajo -Es uno de los mejores aquí-
-Si, pero es su padre- respondió sin cambiar de posición -No es lo mismo diagnosticar cuando se trata de un extraño-
-Lo sé, pero hará lo mejor que pueda-
Él atravesó la puerta vaivén que separa las salas de espera y emergencias, quitándose los guantes de las manos, hasta llegar a ellas. Su rostro no transmitía nada, sólo seriedad y profesionalismo.
-¿Cómo está?- se incorporó, desesperada.
-No sabemos lo que tiene- respondió sin titubeos -La fiebre es muy alta y tuvo que ser asistido por insuficiencia respiratoria-
-¿¡Cómo que no saben lo que tiene!?- estaba en shock y repetía cualquier cosa que atravesara su mente -¡Se supone que eres médico y además, su padre!- sus ojos se llenaron de lágrimas -¡Tienes que hacer algo!- exigió, estrangulando la angustia.
-¡No puedo saberlo todo, Gaia!- se defendió -¿¡Crees que es fácil para mi ver a mi hijo así!?- tocó su pecho con la palma de su mano -¡Tiene cuatro años y una máquina respira por él!- señaló en la dirección en donde estaba.
-¡Ya lo sé!- rompió en llanto -¡Ya lo sé!- cubrió su rostro -¡Es muy pequeño!-
Su hermana la abrazó, no sabía que pensar, su sobrinito era muy fuerte y era extraño que enfermara así.
-Te juro que estoy haciendo todo lo posible- la apartó de ella y la estrechó entre sus brazos -Pero sus exámenes no mostraron nada anormal y su fiebre no baja, no sé que hacer- besó su cabello -No hay infección, toxinas, virus o heridas, no hay nada-
Ella proceso sus palabras y se iluminó. A su pequeña Ivi y a su nieto Elliot, cuando vivían, les sucedía lo mismo cuando Levi o Zafira se enfermaban, ellos también padecían los síntomas.
-Aslan- murmuró en su abrazo -Aslan...- miró a su hermana y a él -Aslan está enfermo-
-Gaia- ella se acercó, consternada -¿Qué estás diciendo?- cuestionó con cuidado, sus nervios eran una bomba de tiempo -Daven no es un cazador como lo era Ivi o un amo de dragones, como para que pase algo como esto- no sabía que decir -Ni siquiera es un alquimista-
No podía creer lo que decía, pero era una posibilidad, su hermana conocía tantas cosas sobre el concepto de la vida y seres extraños, más que cualquier otra persona allí. Todo era posible en su mente.
-Pero es un guía de Fenrir- miró a ambos -Deben pensar que estoy loca pero, él tiene el mismo vínculo con Aslan, que Ivi tenía con Levi- se puso inquieta -Tengo que ir a verlo- levantó su mochila de las sillas de espera -Prometo que volveré pronto-
-En ese estado de crisis e histeria, no irás- él detuvo su avance -No quiero que mi esposa también termine en urgencias, por un ataque de locura-
-No estoy loca, mi realidad es diferente a la tuya-
Respondió rápido y sin pensar, citando la popular frase de un libro.
-Yo la llevaré- propuso la otra persona allí -Te prometo que no pasará nada, Kylar-
Él levantó un dedo, haciéndola callar, ya que estaba al teléfono.
-Gojo, ven aquí, ahora- ordenó y cortó -Me dijo que ya viene- lo miraron extraño, no habían escuchado respuesta alguna -¿Qué?, así somos los hombres- levantó sus hombros -Me voy a ver a Daven- caminó de regreso a emergencia -Te llamaré si hay avances- lo perdieron de vista detrás de esas puertas.
-¿Amo de dragones?- indagó, perdido -¿Familiar animal?- repitió en el mismo tono -¿Dragón Elmekiano? ¿Lobo oscuro?- negó de un lado a otro -Sea lo que sea que estén consumiendo y procedente de su mundo, quiero probar- un golpe llegó a él desde atrás.
-No te burles de nosotras, Gojo- lo apuntó con un dedo -Tú realizas exorcismos con energía de no sé qué y leyes matemáticas- volvió a golpearlo -¿Qué demonios en eso? ¡No hay lógica ahí!-
-Nada es lógico en el mundo de la hechicería- excusó -Todo tiende a infinito y a la divergencia o convergencias del universo- explicó, como si eso fuera obvio -¿No, mi amor?-
-A mí no me vengas con eso- movió sus manos produciendo chispas -Que esto si es magia- apuntó con su mano arriba -Que venga en rayo- pronunció y una luz atravesó el firmamento, junto con un trueno -Tú no puedes hacer eso- se burló -O esto- entrecerró sus ojos y cambió las luces de los semáforos, en un instante -O esto- le enseñó un pequeño remolino en su palma.
-No, pero puedo crear un dominio completo y destruir hectáreas de bosque en un chasquido- ella sonrió, hipócrita.
-Pobrecito- le acarició el rostro con lástima y misericordia -Que ingenuo eres...- lo besó en la mejilla -¿No recuerdas el poder del Giga Slave?- tragó grueso, al recordarlo -Ves, no tienes porque burlarte de nosotras- le susurró al oídio -Nuestros poderes aquí, son difíciles de explicar, al igual que los tuyos-
-Si- acotó su hermana, mirando sus manos -¿Podré ayudar a Aslan?- dirigió sus ojos a ellos -Mi alquimia es muy limitada, cuando no se trata de daños físicos-
-Eres la madre naturaleza encarnada, hermanita, sabrás que hacer- miró el cielo azul sobre sus cabezas, moviendo sus manos -Hace mucho calor, tendría que llover un poco- sonrió con malicia -Hoy el dios de la lluvia, llorará- recitó y comenzó a llover de la nada.
-Acabo de lavar el auto- se lamentó, descansando su cabeza en el volante -¿Podrías cambiar el semáforo?- señaló el objeto frente a ellos -Hace más de quince minutos que estamos esperando que cambie el rojo-
-Lo siento, me olvidé- bocinas y gritos histéricos de algunos conductores, se escuchaban por doquier -Es que, me emocioné mucho- mordió su lengua por la vergüenza.
-Y que pare de llover, también- sonrió cómplice, su esposa era muy poderosa -Por cosas como esas, a veces pienso y creo que, eres una diosa- besó sus nudillos, avanzando con el auto -Pero, al fin de cuentas, eso significa tu nombre-
-¡Aslan!- gritó al ingresar a la casa y silbar con dos dedos en su boca -¡Aslan!-
-¡Gaia! ¡Está aquí!
Escuchó el grito de su hermana. Corrió hacia la cocina y lo encontró allí, esforzándose por vivir, acurrucado junto a Rocky, el gato gordo de la casa.
-Aleh, Aslan- acercó su oreja a su pecho, escuchando su respiración, que era muy débil -También convulsionaste, amiguito- acarició su hocico llenó de saliva -Lo lamento mucho- lo besó -Tendría que haber estado contigo-
-Gaia- su hermana miraba unas macetas tiradas en el jardín de esa pequeña casa -Parece que estuvo aburrido y rompió tu jardín-
Señaló el desorden afuera, mientras Gojo recogía los restos del suelo. Levantó una rama con muchas espinas y volvió adentro.
-¿Esto es belladona o estramonio?-
Preguntó a ambas, esas plantas eran muy peligrosas por su toxicidad.
-Es belladona- aseguró su esposa -¿¡Por qué tienes una planta como esta aquí!?- reclamó con mala cara -¡Sabes bien que es venenosa!-
-Soy una alquimista- abrió las fauces del Fenrir -Siempre tengo esa clase de cosas- miró dentro y revisó su lengua -Microvesículas- aseguró, tocándola -Pero no pensé que él se comería las vayas- suspiró -Eran cinco, tiene solución- miró al animal, sonriendo -Eres un chico muy malo, no sabés como se encuentra Daven por tu culpa- lo besó en la cabeza -Yo te voy a curar, lo prometo- su hermana tocó su hombro.
-Toma, necesitas aserina- le entregó una vaina color café -Tienes Haba de Calabar, al menos a esas no se las comió-
-¿En qué puedo ayudar?- habló el hombre presente.
-Necesito que me ayudes a lavarle el estómago, sólo tendrás que cargarlo, yo haré el resto-
-Bien- lo levantó sin problemas -¿No se supone que es pequeño en tamaño?-
-Si, lo es- le abrió los párpados y sus pupilas estaban dilatadas, signo de narcolepsia -Pero está muy débil para volver a la normalidad, es muy pequeño, a penas tiene un año y es un cachorro juguetón, eso explica mucho lo que pasó- lo besó -Vamos al baño y Dea, ¿Podrías quemar cáscaras de nueces hasta hacerlas cenizas y aplastar las vainas?-
-A la orden- obedeció y sacó todo lo necesario para eso.
-Bueno, amiguito- tenía su enorme cabeza sobre su regazo -Mi alquimia hiladora de vidas, sólo sirve para el daño físico y la reconstrucción celular, así que, te encomendé a mi cerebro y el de mi hermana- la miraba con sus ojos rojos, muy apagados -Trágate esto y te sentirás mejor-
Con un enorme gotero, dosificó el antídoto, poco a poco, hasta que lo terminó.
-Bueno, parece que sirvió, ¿No, Gaia?- se sentó a su lado y ella, descansó su cabeza en su hombro -Se ve que respira mejor y además, se durmió- acarició ese bello pelaje negro con los dedos -Tenías razón, Aslan estaba enfermo-
-Viví muchos años con Ivi y Levi- su voz estaba rota y lágrimas caían de sus ojos sin contención -Aprendí muchísimo de ellos, Dea- se ahogaba entre temblores -Mi niña era muy fuerte, más fuerte que yo, pero le ganó la peste-
-Basta, Gaia- bajó su mirada, ella también lloraba, era inevitable -Ellos ya no están y no volverán, sólo son parte de nuestras memorias- Gojo se mantenía al margen, era durísimo verlas así -Tenemos dos piernas, hay que caminar hacia adelante- limpió sus lágrimas y levantó sus ojos -¿No es así, Gojo?- él asintió en silencio.
-Kylar- habló al teléfono -Si, le quitaron el respirador- ahogó un sollozo -No es un milagro- rió, limpiando su rostro -Aslan estaba enfermo, se comió los frutos de la belladona- volvió a reír -Voy para allá- se incorporó -¿Rocky?- ese gato gordo y manto blanco, apareció frente a ella -Cuídalo, ¿Si?- señaló al Fenrir y él, maulló -Gracias, enanito- acarició sus orejas -Vámonos-
Llegaron a su casa después de esa tarde de caos, nunca iban a dejar de pasar cosas extrañas a su alrededor, era perturbador en cierto aspecto.
-Qué día más extraño, ¿No?- ella asintió, abriendo la puerta del auto -Espera...- le aferró un brazo, antes de que bajara completamente -¿Estás segura que te encuentras bien?-
-Nunca lo estuve- sonrió triste -Es sólo que, estas cosas, me desequilibran mucho- mordió sus labios, pensando -Pero, no pasa nada, cuando regreses estaré bien-
Lo besó en la mejilla, para tranquilizarlo.
-Bien, te creo- suspiró profundo y la soltó -Voy a estar en la escuela, cuando Kylar me llamó, me encontraba en una reunión de última hora con Yaga- sonrió, mirando al frente -Lo abandoné a la mitad, va a matarme cuando regrese-
-Si, lo hará- bajó del vehículo -Cuídate, te esperamos para la cena- encendió el auto, dio marcha y ella, ingresó a la casa -¡Ya llegué!-
Gritó y un pequeño trote, se escuchó. Su niño de tres años, recién cumplidos, era tan rápido como su padre.
-¡Mami!- se lanzó a sus brazos -¡Mis amigos vinieron a jugar!-
-¿Amigos?-
Preguntó, desconcertada, mirándolo en sus brazos.
-Si, señora- una mujer mayor y pequeña, hizo una reverencia delante de ella -Ha estado jugando con ellos, desde que el señor Gojo lo dejó a mi cuidado- guiñó un ojo en complicidad.
-Parece que alguien tiene amigos imaginarios- le regaló un millón de besos -¿Tus amigos tienen nombres?- él movió su cabecita en afirmación -¿Si? ¿Cómo se llaman?-
-Eyra y Sebastián- le lanzó un proyectil que le atravesó el pecho.
-Ten dulces sueños...- arrullaba a su hijo en sus brazos -Llenos de luz...- descansaba su cabeza en él -Encuentra la magia, no pierdas, la ilusión- lo besó y lo abrazó fuerte.
-Mami, cantas muy bonito- dirigió sus ojos verdes a ella -Pero no tengo sueño, dormí mucho- rió, llena de ternura.
-Lo sé, pero siempre te cantaré-
Su esposó ingresó dentro con su uniforme de guardia, era su día libre, pero el deber llama.
-¿Soñaste algo bonito, enano?- le despeinó el cabello.
-Si, con mis hermanos-
Respondió, jugando con el osito que tenía en sus manos.
- Tú no tienes hermanos, mi amor- lo observó de perfil a contestar.
-Si tengo, mami- arrugó su frente, él tenía hermanos -Se llaman Ivi y Nicholas-
El aire se fue por completo de su sistema, al dejar de respirar.
-Mi mami vino a jugar con nosotros-
Abrió la puerta de su habitación con ella de la mano y no había nadie allí, estaba completamente vacía, sólo juguetes y peluches adornaban ese lugar.
-Hola- saludó, con miedo -Hijito, ¿Tus amigos están aquí?-
Miró en varias direcciones sin ver nada, ¿Cómo podía ser eso posible? Su hijo le había dicho que, dentro de su habitación, había una chica muy bonita, de cabello largo y ojos verdes, muy brillantes, acompañada de un muchacho de cabello negro con destellos verdes y ojos igualitos a los de ella.
-Si, mami- caminó hacia un castillo de bloques -Eyra esta ahí- señaló sobre la cama -Y Sebastián allá- apuntó hacia el alféizar de la ventana -Dicen que están feliz de verte y que eres muy linda-
Una sensación de frío la invadió, como si alguien la rodeara en un abrazo y otra persona, tocara su cabello. Eran ellos, sus hijos la saludaban como siempre lo hacían, con abrazos y caricias.
-Hola...- pronunció entre temblores y ahogos, por el llanto contenido -¿Cómo están, mis niños?- una lágrima escapó de ella.
-Dijeron que están bien, mami- respondió su pequeñito -Que están felices de conocerme y que tengo ojos del cielo- comentó con inocencia y el frío, la abandonó -Y que podré ver muchas cosas- guardó silencio, escuchando algo -¿Si?- habló solito -Mami, Eyra dice que soy como ella- rió y tomó asiento delante de él, podía sentir sus presencias a su lado -Y Sebastián dice que eso es muy genial, porqué seré poderoso como él-
-Eso está muy bien, mi amor- suspiró profundo -Me alegro mucho por ti-
-Si- todo fue silencio -Ellos tienen que irse- jugaba con su castillo de bloques, sin mirarla -Dicen que ya no volverán, pero que van a cuidar de mi, porque me quieren mucho- cerró sus ojos, para no soltar más lágrimas -Mami- levantó sus ojitos a ella - Tú siempre vas a ser su mamá-
Cubrió su boca para no quebrarse, él se levantó y la rodeó con sus pequeños bracitos y el frío, volvió.
-Te queremos mucho, mami-
-Y yo a ustedes-
Abrió sus ojos y logró verlos, ellos estaban allí, como entes etéreos, sonriéndole y felices por ella.
-Los amo-
Y al decir eso, desparecieron. Besó a su hijo, por última vez, se incorporó y salió a traspiés de allí.
-Gojo...- habló al teléfono, entrecortada, descansado en la pared -Si, estoy bien- llevó una mano a su pecho, para contenerse -Si, estoy llorando, pero no importa eso...- quitó las lágrimas de sus ojos -No, no vengas, estoy bien, sólo quiero que me escuches- silencio -¿Qué posibilidades hay de que en este mundo nazca un vidente?- escuchó su respuesta -¿Ninguna?- reafirmó, incrédula -Pues, déjame decirte que, tu hijo es uno- la llamada, se cortó.
-¿Cómo que es uno?-
Habló a sus espaldas, asustándola. Aún llevaba su teléfono en la oreja. Eso si que era ser rápido.
-Si, lo escuchaste- bajó su teléfono, al igual que él -Gaudy es un vidente, Eyra y Sebastián se lo dijeron-
Corrió hasta él y se refugió en sus brazos, necesitaba su calor en ese momento.
-Gracias por todo, Gojo- escondió su rostro en su pecho -Gracias-
Ninguno de los dos, volvería a estar roto, nunca más.
Sus padres lo miraban con sus ojos bien abiertos y desde sus respectivos lugares, esperando que contara su sueño. Ellos jamás hablaron con él sobre la vida anterior de su madre, ¿Cómo podía saber eso?
-Ivi y Nicholas, son mis hermanos y jugamos mucho- repitió con inocencia -Ella es una cazadora, igualita a ti, mami. Pero sus ojos son como los míos- aseguró -Y tiene un lobo oscuro enorme, más grande que Aslan- extendió sus bracitos mostrando su tamaño -Se llama Levi y hablan con la mente- señaló su cabeza -Nicholas es alto, muy alto y se parece a papá- lo señaló -¡Y sus brazos tienen muchos dibujos!- exclamó, feliz -Hizo así...- chasqueo los deditos de ambas manos -Y fuego y hielo apareció en sus dedos, creo que es mago-
Ella reía entre lágrimas, mirándolo con una ternura infinita, sus hijos eran únicos y los amaba tanto. Los amaría por siempre.
-Después me dijeron que, estaban felices de tener a un hermanito con corazón de Fenrir, como yo...- tocó su pecho sin saberlo -No sé que es eso, pero me dijeron que era bueno- rieron al escucharlo -Y que cuando sea grande, lo iba a saber usar- miró a su madre -Y antes de despertarme, me dijeron que siempre jugarían conmigo y que te querían mucho, mami-
-Yo también los quiero, mi amor-
Lo abrazó tan fuerte que, se desintegró en lágrimas. No podía ser más emocional en ese momento.
-No llores, mami- besó su mejilla y acarició uno de sus rizos con sus deditos -Mis hermanos no quieren que estés triste-
-No estoy triste- lo separó de ella y lo miró a los ojos -Estoy muy, muy feliz, porque tu sueño fue muy bonito, mi amor- lo besó en todo el rostro -Nunca estaré triste, ¿Y sabes por qué?- juntó su cabeza con la de él -Porque no estoy sola y los tengo a ustedes-
Había cumplido su promesa, al fin.
