Durante las siguientes semanas, mi trabajo sólo fue permanecer en casa.
Aún recuerdo cuando Harold me llevó a la casa nueva, que había comprado para nosotros.
-¡¡Harold!! ¡Es preciosa! ¿Cuándo pensabas decírmelo?
- Era una sorpresa, ven.
Me tomó en brazos, y me metió adentro, fui con el mirando las habitaciones. La del bebé era preciosa: se había esmerado bien con la decoración.
- ¡Es preciosa, Harold!
- Me alegro de que te guste- Me besó cortamente.
- Bien, cariño, si me disculpas, he de irme, a trabajar.
- ¿Y yo que hago? - Lo miré
- Buena pregunta…Tengo a Helsa conmigo, si quieres ve a palacio.
- Estupendo, en un rato iré.
-Ten cuidado, ¿Eh?
Se fue y me dejó sola. Ese día lo pasé en palacio, junto a mi padre, y la reina, mi madre.
- Bueno, fierecilla, me alegro de verte de nuevo aquí. Verás. Tu madre insiste, en que la acompañes a la biblioteca, hay mucho que hacer allí.
- Evelyn Magne a su servicio.
Entré a la biblioteca,
- Evelyn, qué agradable sorpresa- Dijo la reina.
- Me pediste que viniera y aquí estoy.
La reina se levantó, y me señaló las estanterías.
- ¿Ves todo esto? Todo este saber, está perdiéndose. Todo desordenado, todo lleno de polvo, esto, podría valernos, ya lo hizo para saber tu origen, ¿Entiendes?
- Ajá.
-Bien, serás la bibliotecaria del infierno. Ahora, te dejo sola, Evelyn, mi hija Charlie me requiere.
- Entendido.
- Por cierto, Evelyn.
- ¿Sí, alteza?
- ¿Cómo llevas el embarazo?
- Bien, todo bien, majestad.
- Me alegro. Cuídate. Aquí estarás a Salvo.
- Gracias- Respondí sonriente.
Todo el día, lo pasé en la biblioteca, primero, limpiando el polvo. Estaba todo polvoriento, era terrible. Tuve que abrir las ventanas.
Me vibró el teléfono.
- ¿Qué tal, cielo?
- Bien, todo bien, cariño- Le envié una foto donde salía yo con las estanterías de fondo.
- "Todo está polvoriento. Soy la bibliotecaria del infierno"- Añadí al pie de foto.
- Esa es mi chica. Tengo que volver al trabajo, me requieren, luego nos vemos mi vida.
Seguí con el trabajo, ordenando libros, algunos eran pesados y tuve que hacerlo con magia.
A media mañana, me senté a tomarme el café. Abrí uno de los libros, sólo me sacó de mi trance, el sonido de unos pasos aproximándose.
- Buenos días, Centinela.
Levanté la vista. Era él.
- Buenos días, maestro Alastor, ¿Qué se le ofrece?
- Oh, nada en especial, querida, sólo me pasaba para interesarme por tu estado, no me olvido de mi alumna estrella- Sonreía como siempre.
- Fui su única alumna- Le devolví la sonrisa.
- motivo más que suficiente para interesarme por el bienestar de los dos.
- Vaya, las noticias corren como la pólvora- Dije bebiendo café.
- Querida, sabes cómo van las cosas por el Infierno, en unos meses, seremos padres, y me gustaría hablar unas cosas contigo, como tutora de mis hijos.
Suspiré hondo.
- Adelante, tome asiento.
Hice que nos trajeran unas tazas de café, y que le sirvieran.
- Bien sabes, que mis hijos deben tener una estricta educación.
- Bien- Respondí.
- Sé de buena gana, que eres buena con las artes, música, aparte de manejar varios idiomas.
- Exageran por ahí, pero algo sé, sí.
Alastor se arregló el monóculo.
- Evelyn, voy a serte sincero: Charlie quiere enseñarles a sus hijos a cantar, y a bailar, no me opongo a eso…
- Pero…- Añadí.
- Pero quiero que sean duros de pelar. ¿entiendes?
- Sí.
- Bien, conviértemelos en miembros duros de la realeza, mi esposa se encargará de hacerlos, por una parte, sutiles, y tú, duros.
- Bueno, no va a ser fácil, pero podré, entiende que yo también seré madre. Criaré a ambas familias juntas, ¿entiende, Maestro?
Alastor bebió del café, y me miró.
- Lo siento querida, pero no puedo permitírmelo.
- ¿Cómo? - Dije indignada.
- Querida Evelyn, tu hijo, o hija, y los míos, no son iguales, ¿Entiendes?
- ¿De qué me está hablando? - Me estaba empezando a hartar.
- Cuestión de raza. Los míos son descendientes de la realeza, y tu prole lleva el linaje Nefilim, ¿Entiendes?
- Son niños, maestro, no perros.
Estalló en risas, quería matarlo.
- No es eso, querida, sólo que no quiero que en un arrebato se lastimen entre ellos, además, tiene la sangre del leviatán, ¿comprendes?
- Maestro, no sé a dónde quiere llegar con todo esto, pero me está hartando.
- Evelyn, no puedo juntar a delicados niños con monstruos.
- Habló el caníbal…Maestro, me inclino ante la decisión del rey, pero no quiero verle cerca de mi hijo, o de mi hija, cuando haya nacido, no quiero verlo cerca cuando nazca. NO QUIERO VERLO RONDANDO A MI FAMILIA. El monstruo aquí es usted.
- Como quieras, cariño. Ya nos veremos-Sonrió y desapareció.
Eso fue la gota que colmó el vaso.
Aquella tarde, hablé con el rey.
- ¿Se puede saber de qué va todo esto? -
- ¿DE qué hablas, fierecilla?
- Déjese de tonterías. ¿Por qué Alastor habla de mi familia como si fuera a engendrar perros rabiosos sedientos de poder?
El rey me miró, y se sentó en su trono.
- No pensé que fuera a actuar así, Evelyn. Aun así, es su familia, y él elige qué educación darles a sus hijos.
- Sí, claro, eso lo entiendo. ¿Pero llamar monstruos a los míos?
- La reina llegó, y se sentó con él.
- No es correcto, usar ese término, y corregiré al demonio radio. Es normal, que tema tu linaje, es miedo lo que le mueve.
- ¿Miedo? Ja. Ese ser no conoce el miedo. Es pura maldad. Y Charlie, no sabe dónde se metió. Os diré una cosa: Si ese ser se acerca a mi familia, no respondo de mis actos, ¿Somos monstruos? Pues bien, monstruos tendrá. No culparé a sus hijos por los errores de su padre, pero él no culpará a los míos. Haré la tarea que me encomendaron sus majestades, pero no esperen mi simpatía por él, ni mucho menos.
- Es comprensible, fierecilla. Hazlo por Charlie, ella te pidió que los cuidaras.
- Lo haré, pero quiero respeto para los míos. Soy Magne, que no se olvide nadie.
La reina se levantó, y me miró.
- Bueno, querida Nefilim. No te alteres, todo está hablado. Haz tu trabajo, todo irá bien, ya verás.
- Eso espero.
Me retiré sin saludar, ni despedirme. Cerré de un portazo y me fui a casa.
Me encerré, y las náuseas se apoderaron de mí, corrí al retrete, lo vomité todo, menudos mareos, me tumbé, hasta que me llamó Harold.
- Hola cielo, ¿Cómo estás?
- Con mareos y vómitos…
- Bueno, es normal, ya lo dijo el doctor, ahora túmbate, y relájate, iré luego, en cuanto termine esto.
- De acuerdo, te quiero.
Colgué, y me puse a ver videos con mi teléfono.
Me entretuve como pude, y me quedé dormida. Me despertaron unos toquecitos, en mi cabeza.
Desperté. Miré a mi alrededor, era una habitación, cerrada, húmeda, con las paredes formadas por planchas metálicas, rematadas por pernos.
Fui a moverme, y estaba maniatada, en una silla, quise gritar, pero estaba amordazada. Junto a mí, una mesilla, con una bandeja metálica, en las que distintos útiles quirúrgicos, con muchos de ellos, sierras, tenazas, esto me daba mala espina.
De pronto, una silueta, entró en la sala.
- Así que… ¿amenazándome? Eres muy divertida, ¿Sabes? No creí, que llegaras a este punto, de creer poder conmigo. Sabes, me fuiste muy útil, entretenida, pero ya no disfruto de tu compañía, tú y tu prole, sois un problema para mí…
La silueta, me era familiar, pero no lograba a distinguir, me daba escalofríos. Se acercó a la mesilla, y sacó uno de los útiles. Un escarpelo…Santo infierno, eso corta la carne como mantequilla… Se acercó, y puso el acero sobre mi cuello.
- ¿Miedo? No…no temes a la muerte…Porque ya has estado allí…pero, sé qué miedo tiene una madre…
Puso el acero sobre mi vientre, juro que se me paró el pecho, me puse a moverme, a intentar gritar, pero la silueta se echó a reír.
- ¿Miedo? ¿Tienes miedo? ¿Miedo a que te lastime al bebé, verdad?
Escuché un tronar de huesos, y la figura, con sus afiladas manos, me tomó de la cara, pude ver sus ojos como brasas, y dientes afilados.
- Es inútil que te resistas, cariño, mi prole, reinará el infierno, y tú, estarás a mi servicio. ¿Tenemos trato?
Me levanté, empapada en sudor, miré alrededor mío. Mi cuarto, bien. Me comprobé la tripa. Bien, todo intacto, me dejé caer sobre la cama, resoplando.
-Ufff…fue sólo un sueño.
Sonaron las llaves de la puerta.
- ¡Cariño, ya llegué!
- Hola, cielo- Bajé a recibirlo.
- ¿Cómo te fue el día, ¿eh? - Me tomó en peso.
- DE eso quería hablarte.
Se sentó conmigo, y le conté todo.
- Este demonio radio, como lo agarre, le parto la cara- Estaba bien furioso.
-No te alteres, el rey mismo va a solucionar eso, no te preocupes.
- Eso espero, como vuelva a llamar monstruo a mi hijo, lo mato. Me da igual quien sea.
- Seremos dos matando a ese idiota. Oye Harold.
- Dime, cielo.
- Quiero, que tú y tu familia, cuidéis del bebé, si me pasa algo.
- ¿¿Y eso a qué viene ahora??- Me dijo irritado.
- Bueno, soy el centinela, ¿Entiendes?
- Estás loca, Evelyn. ¿Crees que dejaría que pasara algo? Evelyn Magne, escúchame bien, soy, el guardián, del Seviathán. Invocaré a la Bestia, si veo que a ti intentan tocarte sólo un pelo. Sólo que lo intenten. ¿Entendido?
- Entendido- Su respuesta me dio paz y tranquilidad.
- ¿Qué tal, si vamos pensando más nombres, ¿eh? -Me preguntó.
-No, Alexei me gusta y Beth también.
- ¿Enserio? ¿De verdad?
-Claro Sevi
- ¡Bien! ¡Se lo diré a mis padres, estarán contentos! Me levantó en peso, y fue a hablar por teléfono.
Me tembo el Hellphone.
"Fierecilla, quiero verte"
- Sevi, debo irme, mi padre me reclama.
- Claro, cielo, ve- Sostuvo el teléfono, y se fue a la habitación, todo feliz, hablando.
Me presenté en palacio, con el uniforme de Centinela.
-Me llamaron y aquí estoy.
Charlie, Alastor, la reina, y el rey.
- Acércate, Evelyn.
Así lo hice.
- Bien, ¿se puede saber qué pasó esta mañana? - Preguntó la reina.
- ¿Por qué me hacen preguntas cuya respuesta conocen? - Respondí.
- Evelyn, no juegues conmigo.
Permanecí en silencio.
Alastor habló.
- Majestad, fue mi culpa, usé los términos que no debí. Lo siento, Evelyn.
Giré mi cabeza, arqueando la ceja.
- Pues yo no. Mi familia no son monstruos.
- ¡Vamos, Evelyn! ¿No es suficiente? - Añadió Charlie.
- Mejor me largo… Me giré, y caminé hacia la entrada.
- ¡Centinela! - Gritó Lucifer. Me paré, sin girarme.
- No dejes, que te controle.
Me giré, y lo miré.
"Sabéis tanto como yo, que esto no está bien"- Le dije telepáticamente.
"Lo sé, mi niña, pero Charlie sufre, ¿Entiendes?"
"No sufrió tanto al saltar de cama en cama, Vaggie también lo sabe"
El rey se levantó, y se acercó a mí, con esa mirada, de enojo, y esa aura sombría.
- Evelyn Magne…ya basta…no quiero tener que poner fin a ninguna discusión más…
- ¿Y por qué habría de hacerlo, señor del infierno? Todo lo contrario, me retiro, por no discutir con nadie más. Sólo, cumpliré con la tarea de educar a sus nietos, pero, por favor. No quiero ver al demonio radio cerca de mi familia.
- Bien. ¿Entendiste eso, Alastor?
- Claro como el agua, Alteza- Dijo Alastor desde lejos.
- Bien, ahora escúchame, fierecilla, no quiero más rebeldía o si no…
- ¿Oh si no, ¿qué? ¿Me mataréis? Dejadme hacer mi trabajo, majestad. No soy la guardiana del infierno por nada. Si me permitís…
Satanás se apartó, y me despedí con el protocolo.
Salí de palacio, acojonada, en el jardín, Noche me siguió.
- ¡Hola Noche! - Se frotaba contra mí. Me metí en la limusina, pero me seguía.
- Mi niña. ¿A dónde vas?
Se metió dentro, y se posó sobre mi vientre.
- Bueno, si te empeñas…
Cuando entré en casa, Harold se sorprendió al ver a Noche.
- ¿Qué hace él aquí? -
-Me sigue, y pensé que vendría bien un guardián.
- No me parece mal, es un animal espléndido… ¿Cómo ha ido?
- Sin comentarios. No sé cómo, pero he podido más que Satanás.
- Madre mía…cuéntamelo.
Estuvimos hablando, y se echó a reír.
- ¡Esa eres tú! Pero debemos tener cuidado con el demonio radio, es un cabrón.
- Si, por eso Voy a Blindar mi casa. Tengo unos hechizos, en Enoquiano, con eso no puede.
- Estupendo, ¿Qué haremos con los hijos suyos?
- Lo que me pidieron, nada más.
- Estupendo, mi vida, mira, mira lo que me han regalado hoy.
Me llevó al cuarto del bebé, era toda una locura: cuna nueva, juguetes, ropa, accesorios.
- ¿Y todo esto? - Reí, feliz.
- La familia, amigos, y demás. Están encantados, Evelyn, va a ser el niño, o la niña con más suerte de todo el infierno.
Se arrodilló, y besó mi vientre.
- Sé que me oyes, cuando vengas al mundo, vivirás mejor que nadie.
Me agaché y lo besé.
- No me queda duda. Descansemos, anda.
Esa noche dormí bien, todo fue bien las semanas, posteriores, que se convirtieron en meses.
Y llegó el nacimiento de Charlie.
Nunca vi a Lucifer, tan nervioso, ni a Lilith tan inquieta, tampoco.
Lucifer daba vueltas, de un lado a otro. Seviathán me acompañaba.
- Padre, por favor…relaja un poco esos nervios, todo va a ir bien…
- ¿Cómo lo sabes, ¿eh? - Respondió.
- Porque noto el alma de los dos bebés, llegando a este mundo.
Lucifer me miró, y me tomó por los hombros.
- ¿¿Enserio?? ¿¿Qué más ves??
- Que están bien, ahora cálmate, por Satanás.
Una sierva, llamó a Lucifer, que corrió.
- Recuérdame que lo hagamos en una clínica privada, no pienso dar a luz en mi cama…- Dije en voz baja a Harold.
- Conforme. Qué asco…
Me aguanté la risa, junto a Seviathán. Nos tembló el teléfono a los dos.
Era una foto de Lucifer, junto a Alastor, Charlie en la cama, con la sonda, y los dos mellizos en brazos.
- "Mis dos nietos, Axel y Arcadia"
Miré con detenimiento la foto, eran dos hermosos bebés, de mejillas rosadas, y la niña tenía esas orejitas de cervatillo, y el niño esas astas tan diminutas, y pelo rojizo. La niña era rubia, y el niño pelirrojo.
- Mira, que dos bolitas de carne- Dije riéndome.
- Desde luego, son muy bonitos, pero el nuestro será mejor.
- De eso no tengo duda, cocodrilo… ¿Qué será?
- Niño, algo me dice que será niño…
- ¿Enserio?
- Ya verás, Evy. Ahí viene la reina.
- Evelyn, ven un momento.
- Me llevó aparte, para hablar conmigo.
- Dígame, alteza.
- Escúchame, quiero, que des todo tu apoyo a Charlie, desde aquella discusión está algo inquieta, quiere que tú, protejas a los niños, quiere que estés con ella.
- Tranquila, majestad, lo haré, ahora, volvamos todos a calmarnos, que ya están a salvo los bebés. No hay peligro rondando el palacio, y debo volver a casa, en unas dos semanas me toca a mí, y debo descansar.
- Gracias Centinela. Retírate, y descansa. Estaremos en contacto.
- Evelyn Magne a su servicio.
Me despedí, y volví a casa con Seviathán, al tumbarme, noche se puso junto a mí. Me vigilaba en sueños.
A los pocos días, pude conocer a mis sobrinos.
- Vaya, vaya, así que aquí los tenemos…
Me incliné sobre la cuna: Dos criaturas, bellas, puras e inocentes, Aradia me miró.
- Hola pequeñina…
Axel seguía durmiendo.
- ¿Y bien? - Dijo el rey.
Posé mi mano sobre Aradia. Recité unas palabras en Enoquiano, en muy bajita voz, e hice lo mismo con Axel. Me piché el dedo, y una gota de mi sangre cayó sobre la frente de los bebés.
- ¿Qué haces, Evelyn? - Charlie se extrañó, limpiando la frente de sus hijos.
- Tranquila, Charlie, sólo los protejo. Calma, cielo.
- Ay, menos mal, gracias.
- ¿Creías que los lastimaría? Vamos, son mis sobrinos- Sonreí simpática.
Mi padre se dirigió a mí.
- ¿Todo bien, Centinela?
- Hasta donde yo veo, sí- Dije guardando el seax.
- ¿Nada de maldades, ni seres rondando?
- ¿Por qué todos me preguntan mirando cosas de esta clase? No hay nada.
Me giré, moviendo la cabeza.
- Qué manía con sacarle problemas a todo…Están bien, son hermosos, sanos, deberían celebrarlo, y ser felices.
- Evelyn, hazme un favor.
- ¿Sí, Charlie?
- Tómalos en brazos, porfa.
-Eh…bueno vale…- Estaba descolocada, nunca tomé un niño en brazos.
Me pusieron a cada uno en el brazo, y los miré.
- Ey, ¿qué tal, Axel? - me di cuenta de que me miró, y rió. En ese momento el flash de la foto de me dejó medio ciega.
- Muy bien, que me recuerden que no me fíe más de mi padre- Dije con los ojos cerrados.
La reina se reía de fondo.
- ahora mismo, ando a ciegas…papá, ya te vale.
Sin la vista bien, por unos segundos, mis sentidos pudieron notar algo: El aura de Axel. Era tremendamente fuerte. Curiosamente, no me produjo, inquietud, o soledad, miedo, ni nada parecido.
Aradia me tomó el dedo, con su manita, y me miraba.
- Hola, chiquitina. Tú, vas a ser la poderosa hechicera más grande del infierno, lo veo, sí.
Los reyes se miraron extrañados.
- ¿cómo sabes eso, Evelyn? - Preguntó la reina.
- Porque se nota, su aura lo dice todo- Sonreía, mientras Aradia me apretaba el dedo.
- ¿Y Axel? - Charlie estaba ansiosa.
Me quedé por un momento en blanco, pensando. Axel, con sus manitas, llamó mi atención.
- Pues, este pequeño diablillo, tiene mucho que contar, pero se esconde, hasta para su tía, ¿Eh, travieso?
- Toma, Charlie, cariño. Felicidades, están bien sanos, y con un gran futuro por delante.
- Ahora, debo irme, a mí me queda poco, y estoy cansadísima.
- Fierecilla, ¿Y Noche?
- Pues en mi casa, papá, no quiere irse.
- Me agrada de que sea tu guardián, ese animal es poderoso. Retírate, y descansa.
- A su servicio. Tan pronto como llegue el momento, lo sabrán.
- Cuídate Evelyn, gracias por venir, cielo- Dijo La reina.
- A sus majestades.
Justo cuando salía, me topé con Alastor.
- ¿Todo bien, querida? - Me preguntó, con esa sonrisa Eterna.
- Bien, por suerte para ti.
- Te queda poco, ¿me equivoco? Tengo ganas de ver cómo será el futuro primogénito.
Me acerqué a su cara.
- Aléjate de mi familia, Alastor.
Marché de palacio, y me dirigí a casa. Estaba agotada, pero feliz, de ver que esas dos criaturas, no tenían problema ninguno, que serían poderosos.
Al cabo de una semana, estaba con Harold, en casa.
- Harold…
- ¿Sí, Evelyn? - Dijo ojeando una revista.
- ¿Podrías llevarme a la clínica?
- Sí…- Siguió leyendo, por unos segundos, sin percatarse.
- ¡COÑO! - Tiró la revista al suelo, agarró las llaves del coche, y me llevó al coche. No pude evitar si no reírme, porque verlo con esos nervios era un shock.
Llegamos a la clínica, y allí me atendieron, antes de entrar, Harold me tomó de la mano.
- Cuando vuelva a verte, quiero que estés consciente, ¿Ok?
- Claro, cocodrilo.
Me metieron y me tumbaron en la camilla. Era la clínica más exclusiva del infierno.
Llegó una doctora, con aspecto de animal, no sé qué cojones era, pero empezó a soltarme el discurso, y la tomé de la bata.
- Me da igual cómo lo hagas, pero haz que nazca sano, ¿Entendido? - Dije sudando, empezaba a ser difícil aguantar el tipo.
- Claro, tranquila, aquí tengo algo que hacen milagros.
Me inyectó algo en el cuello, no sentí dolor.
Tras horas, de incertidumbre, contracciones, y esfuerzo, llegó la hora, dejaron pasar a Harold, que no se fue ni un segundo de mi lado, sostenía mi mano, calmándome. Tuve a mi hijo, Alexei, me lo pusieron en brazos, os juro, que no sentí tal fuerza, ni poder en mi vida, miré al pequeño, que lloraba, al venir al mundo, Pero curiosamente, cuando miró a Harold, se calló.
- Hola, Alexei. Bienvenido, pequeño- Dijo Harold, con los ojos llorosos.
Acto seguido, se llevaron a Alexei, a lavarlo, y a adecuarlo, a mí me llevaron, y tras unos minutos en la sala postparto, me quedé dormida.
No duré ni un día en la clínica, me recupero rápido, y al día siguiente, estaba en casa, con Alexei y Harold.
- Bienvenidos a los dos- dijo mi esposo feliz.
Dejé a Alexei en la cuna, y me puse descansar en la cama.
- Cariño, mira, Noche está junto al bebé- Dijo.
Levanté la cabeza, y era verdad: Noche lo olía, curioseaba, luego empezó a lamerlo.
- Buen chico, Noche, vigila a mamá, y a Alexei, iré a palacio, cariño, descansa, voy a dar la buena nueva, a ambas familias.
Dormí con Noche, vigilando a Alexei, me llamaron por teléfono.
- ¿Si…?
- ¡Fierecilla! Harold nos mandó fotos! ¡Trae a tu hijo al palacio!
- Ay, papá, déjame descansar, luego te lo llevo…
- Esta bien, fierecilla, tú ganas, luego quiero ver a mi nieto.
- Como gustéis- Colgué el teléfono y seguí durmiendo.
Esa misma tarde, me puse el traje de ropa de mi padre, y tomé a Alexei en brazos.
- Vaya. Me parece que necesitas un cambio, ¿Eh?
Le cambié el pañal, y le puse una ropa, parecida a la de su padre, un conjunto de bebé muy lindo.
- ahora estás bien, Alexei, ¿A que sí? - Froté mi nariz contra la suya, se rió mucho.
- Eres un golfillo…
Lo miré, era de piel pálida, como Amenadiel, pero tenía ese color de ojos de Harold, aparte de una cabellera que heredó de él. Sus mejillas eran rosadas, como los Magne, pero me di cuenta de un detalle: era largo para ser tan pequeño. Iba a ser alto, muy alto.
Llamé a la Limusina, que me llevó a palacio, allí presenté a Alexei al rey, que tomó al niño en brazos, y lo miró.
- ¿Eres tú, pequeño, el que traerá equilibrio? Eres igualito a mi hermano. Tienes su misma cara, y…miró la espalda de mi niño-La misma marca de nacimiento.
- El bebé no parecía inquietarse con el rey, era curioso, entró la reina, en el salón.
- Así que éste es mi pequeño nieto.
- Madre- Besé su mano, y se inclinó a besarme la mejilla.
- ¿Cómo te encuentras, pequeña? - La reina se preocupaba.
- Respuesta, mi salud se recupera pronto, alteza, me regenero rápido, y Alexei no dio problemas.
- Alexei, bonito nombre, ¿Quién fue el responsable?
- Seviathán.
- Ya veo, ¿Y dónde está el papá?
- Pues, trabajando, hablando con su familia, que deben de estar al llegar…
No terminé la frase y anunciaron a los Von Eldritch.
- ¡Majestades, Evelyn! ¡Qué alegría de verlos aquí! - Lord Seviathán se acercó.
- El gusto es mío, milord.
-Me alegro tanto, de verte sana, Evelyn, y éste es mi querido sobrinito…
Se acercó a Lucifer, que lo acunaba.
- Lord Seviathán, querrá conocer a su nieto, aquí lo tiene-
- ¡Beth, mira, tiene los mismos ojos que Harold! ¡Y ese pelo! ¡Es igualito a el de pequeño!
- por Satanás, es verdad…Evelyn, tiene tu misma nariz, y esas mejillas sonrosadas, además, es un niño bastante grande, será alto.
- Eso parece, Fred- Beth lo tomó en brazos, y besó a Alexei en la frente.
- Fierecilla, estoy orgulloso, trajiste vida al palacio, gracias, mi niña.
- No hay de que, majestad.
- Evelyn, cariño, me gustaría, que pudieras venir a casa, a comer con nosotros, ¿Podrías?
- Claro, miladi, no será problema.
- Tan cortés como siempre, querida Evelyn, bueno, te dejamos a Alexei, cuida de él, y de mi Harold.
-Eso está hecho- Tomé a mi hijo en brazos- Luego conocerás a la tita Helsa, ¿sí, campeón?
- Ahora hablemos de una cosa, Evelyn, nos gustaría que cuando creciera, recibiera una educación, con nosotros.
- Claro, debe aprender de todo, sin olvidar ser niño- Dije.
- Exacto, bien hay que saber que no todo en esta vida es trabajar o estudiar, cariño- Respondió Beth.
-Bueno, señores, todo está dicho, siento irme, pero asuntos importantes me reclaman. Hasta luego, fierecilla.
- Evelyn Magne a su servicio-
- Adiós, pequeñín- Besó la cabecita de Alexei.
-Bueno- Dije cargando a Alexei, vamos, a ver tu tía, ¿Eh?
Nos dirigimos a casa de los Von Eldritch, prácticamente no me dejaron ni tomar a mi hijo en brazos, lo tuvieron todo el rato ellos, haciendo carantoñas, al recién nacido.
- ¿Quién es el pequeño de la casa? ¡Eres igualito a Harold, cuando nació! - Beth estaba encantada con su nieto, Lucifer decía que se parecía mucho a Amenadiel, otros a Harold, esto es de locos, pero sí, sí que se le parece a Amenadiel.
Llegamos a casa, y vi todo lo que habían comprado a Alexei.
- ¿Os habéis vuelto locos?
- Vamos, vamos, cariño, todo es poco para mi niño Alexei, ¿A que sí? - Fredrich tomó a Alexei en brazos.
- Ay mamita…- Me sonó el teléfono.
- Evelyn al teléfono- Dije.
- Hola cariño, ¿Cómo va todo? ¿Cómo está mi niño?
- Está bien, Lucifer dijo que está sano, y tus padres no me dejan ni tomarlo en brazos, Jejeje.
- Es normal, estaban ilusionados, oye, Helsa va para allá, le di el día libre, quiere conocer a su sobrino, y no para de comprarle cosas.
- Por Satanás, que paren, que ya hay muchas cosas aquí.
- ¡Déjalos! ¡Nunca sobran las ayudas, cariño!
- Bueno, creo que tienes razón, cielo. Te dejo, acaba de llegar la zumbada de tu hermana, encanto. Luego nos vemos, ¿Sí?
Se oyó a Seviathán reírse al otro lado del teléfono.
- Vale, ya te dejo, te quiero.
- Y yo a ti.
Colgué, y vi que Helsa tenía a Alexei en brazos, y no paraba de menearlo.
- Helsa, cuidado, no lo muevas mucho o te…
-¡¡AAGG!!- Demasiado tarde, Alexei vomitó sobre Helsa.
Tuve que sentarme del ataque de risa que me dio, Beth tomó al bebé en brazos.
- ¡Qué asco! ¡Alexei! - Corrió a cambiarse, luchando contra las arcadas.
- Si es que te avisé…es un bebé, mujer…jajaja…
Me levanté a ayudar a limpiar al bebé, mientras mis suegros se reían.
- Madre mía, la que has liado, peque- Puse a Alexei en mi regazo, se quedó dormido.
Helsa bajó, cambiada de ropa, y se sentó junto a mí. Aguanté la risa.
- Menudo primer encuentro, ¿Eh?
- ¿De qué hablas? - Me pidió tomar a Alexei en brazos, se lo di con cuidado de no despertarlo.
- Ya sabes a qué, Helsa- Miré con malicia.
- Qué cabrona eres…-Se puso colorada.
- Me alegro de que lo pases bien- Dije riéndome.
- Calla, no seas perra, mira, a todo esto, dile al siervo que traiga las cosas que compré, están en la limusina.
- Ahí voy, espera.
Cuando el criado llegó con las cosas, me quedé pálida.
- ¡Helsa, por Lucifer! ¿Te volviste loca?
- no exageres, además, mi sobrinito debe tener lo mejor, sí, porque es el más guapo, nada más mira a los de Charlie, no le llegan a Alexei ni a la mitad. Además, mira que naricita, es ¡igual a la tuya!
-Madrecita…- Eran muchas cosas.
- Bueno, al menos no le faltará de nada- Dije sentándome.
- Evelyn- Dijo Helsa sin dejar de mirar al bebé.
- Dime, Helsa.
- ¿Te importa que yo lo cuide mientras tú trabajas los fines de semana?
- Para nada, eres su tía, además me vendrá bien, los fines de semana son un desmadre.
- Gracias- Dejó al bebé en la cuna.
Llegó Harold.
- ¡Hola a todos! - Dijo feliz.
- ¡SHHH! - Todos dijimos al unísono.
- Oh, perdón, jeje… ¿Dónde está mi hombrecito? - Me besó cortamente, le señalé la cuna.
Se acercó, y acarició la cara de Alexei.
- Evy…
- ¿Sí? -Me acerqué a él.
- Lucifer me dijo que se parece a Amenadiel, que tiene un poder tremendo, ¿Sabes?
- Eso me temo- Dije en voz baja.
- ¿Qué murmuráis? - Dijo mi suegro.
- Oh, bueno, verás, padre, este niño, tiene un poder tremendo, va a ser la envidia del infierno.
- Evelyn, cariño, en unas semanas, me voy, por viaje, al mundo de los vivos, sabes, quiero que te quedes en palacio, y dejes a Alexei con mis padres, necesitan que vigiles a los bebés de la princesa.
- Está bien, no habrá problema, Alexei está muy bien aquí.
Las dos semanas siguientes fueron de carantoñas, mimos, y atenciones para Alexei.
Me acerqué al Avernus una noche que Helsa lo cuidaba.
Cuando llegué, los susurros, se oían, y los asistentes me saludaban.
- ¡Es Evelyn! ¡Cuánto tiempo!
- ¡Hola, es un gusto volver a veros a todos! ¡Pasadlo bien! ¡una ronda general para todos! ¡Pago yo!
Los aplausos y los vítores se oían por todo el Avernus. Mimzy vino a mí, la Abracé.
- ¡¡Evelyn, coño!!
- ¡¡Mimzy!!
- ¡¡Sube el volumen coño!!
Cantamos juntas, me puso una cerveza, nos hicimos fotos.
- ¿¿Cómo estás?? ¿¿Y ese pequeño??
- Mira, aquí lo tienes- Le mostré fotos y videos.
- ¡¡Madre mía!! ¡¡Tiene el pelo y los ojos de Harold!! ¡Y tú misma nariz!
- Es un cabroncete. Gracias por los regalos Mimzy, ¡Fueron bestiales!
- No hay de qué, mira lo que puse en la pared.
Era la máscara de Miguel.
- ¿Cómo?
- Se la pedí al rey, que me dejó hacer la réplica, por haberte ayudado. Todos quieren ver la máscara del siervo de Dios.
- Es ella… La que mató a Miguel…
- Parece ser que no pasaste desapercibida.
- Ya veo…ya- Dije bebiendo.
Vinieron para hacerse fotos.
- ¿Podemos? ¿Te importaría, Evelyn?
- claro que no.
Un par de chicos, y una chica, se hicieron fotos conmigo.
- Gracias, ¡Eres lo más!
Reí suavemente.
- No es para tanto, cuidaros, eh.
Seguí bebiendo, y hablando con Mimzy.
- Oye, ¿Y ese pedazo de tipo que fue a tu boda?
- ¿Pelo blanco, ojos anaranjados? - Dije
- ¡Sí, ese! ¡Ha estado rondando por aquí últimamente! ¡Siempre se sienta ahí, bebe unas cuantas cervezas, y se pone a charlar conmigo!
- ¿Enserio? No sabía que eso lo hiciera…
- ¿Quién es? No me habla mucho de él.
- Es un brujo. Geralt de Rivia…Si se pone a hablar contigo, es que le interesa tu conversación, porque no suele hablar mucho.
- ¿Enserio? ¡Eso es increíble!
- Es cazador de monstruos, es un tipo duro, pero no insensible. Es buen tipo, Mimzy.
- Un cazador de monstruos…interesante.
- Sin duda, oye, si ves que viene algún grupo en condiciones, avísame, no quiero perderme un concierto, Mimzy.
- ¡Claro! estoy intentando traer a los Behemoth, pero son demasiado caros.
- ¿Qué coño caro? Dime cuánto valen, y los pagos yo.
- ¿Qué? ¿Té volviste loca?
- No, tranquila Mimzy, tú ponme en contacto con el mánager. Y ya.
- ¡Gracias! Esto traerá mucha afluencia al local, Evy.
- Bueno, he de irme. Cuídate, y dale saludos al brujo de mi parte. Dile que repita lo de la boda, Jejeje.
- ¿Eh? Bueno, vale. ¡Hasta pronto Evelyn!
Las semanas pasaron, y los gemelos crecían, Alexei crecía, y Harold se tuvo que ir, por viaje de negocios, me encontraba en palacio, haciendo la ronda nocturna, por los pasillos.
- Todo en orden, creo, que puedo irme ya a dormir.
Llegué a mi cuarto, me saqué la ropa, el seax lo dejé a un lado de mi mesilla de noche.
Todo en orden.
Todo bien.
De repente, un grito, desgarrador, me sacó del sueño.
- ¡¡ALASTOR!! ¡¡VEN!! ¡¡HAY ALGO AFUERA!!
Me levanté corriendo, agarré el seax, salí descalza, corriendo por los pasillos, fui la primera en llegar, eché la puerta abajo, prácticamente, entré a la suite de Charlie, la encontré abrazando aterrada a sus niños, junto a Alastor.
- ¿¿POR DÓNDE HA IDO??- Grité
- ¡¡POR ALLÍ, POR ALLÍ!
Salí corriendo, salté por la ventana, descalza, recorrí la terraza, que conectaba la suite con el enorme balcón, lo recorrí con el seax, esperando ensartar a ese ser con mi seax, pero no vi nada. Salté al jardín, creyendo ver algo, no sé ni cómo me maté. Con la altura, me podría haber matado, pero no me pasó nada, recorrí el jardín, de cabo a rabo, sin resultado.
- ¡MALDITA SEA! - Dije con rabia.
De vuelta a palacio. Descalza, con el seax en la mano, y llena de hojas, ramas, y tierra del enorme jardín.
Los reyes estaban calmando a Charlie.
- ¿Y bien, Centinela? - mi padre me miraba.
- Nada, he peinado los jardines, el perímetro, pero nada, sea lo que fuere, ya no está- Dije guardando el seax.
- Vaya, se te escapó- Dijo molesto.
- No se me escapó. No estaba. Si hubiera estado, lo habría cortado a pedacitos- Dije molesta.
- ¿Insinúas que mi hija inventó todo esto?
- No insinúo nada. Esa cosa, sea lo que fuere, no estaba. Eso es todo.
- ¿Y ese pijama? ¿Dormías? - El rey pasó al ataque.
- Acababa mi turno. ¿No tengo derecho a dormir?
- Los Centinelas no descansan hasta que el día llega, Evelyn.
- Je. Se ofenden, cuando ni su padre pudo percatarse- Encendí mi puro.
- Querida, no me gustan esas insinuaciones tuyas- Respondió Alastor.
- A mí menos las del rey. Bueno, si no me necesitan, me cambiaré, y me largaré a patrullar. Evelyn Magne a su servicio.
La noche pasó sin incidentes. Durante esos días, no hablé con nadie, no comí nada en compañía de otros. Hablaba con Harold por teléfono, visitaba a mi niño, me mantenía ocupada.
Los días que yo no andaba en palacio, no pasaba nada. Era curioso.
Una noche, patrullando, me planté junto a la puerta de la suite de los príncipes.
- "Esa flor de loto…Samurái…"- Cantaba.
De repente, sonó un pitido, tan agudo, que me neutralizó, mis oídos me dolían, la cabeza me iba a estallar.
- ¡ALASTOR, OTRA VEZ! - Charlie gritaba desesperada.
- ¡AAAGGG! - Luché contra el pitido, abrí la puerta, y como pude, entré, la habitación era un desastre: todo patas arriba, las cunas volcadas, Charlie protegiendo a sus dos hijos, y Alastor Emitiendo estática, y hechizos vudú, para proteger a sus hijos.
- ¿Qué mierdas pasa aquí? ¿Otra vez en la ventana? La puerta del balcón estaba abierta.
- ¡Salid, ¡Salid de aquí, ya! ¡Yo me ocupo!
Salieron, pero el pitido continuaba, registré la habitación, pero nada. El pitido iba a matarme, así que salí, y cerré la puerta, fui dando tumbos por el pasillo, y me desplomé, apoyada en la pared. El pitido cesó.
Fue el mayor alivio sentido en mi vida.
Cuando me di cuenta, el rey me ayudaba a sujetarme, levantándome.
- ¿Estas bien, centinela?
- Si, padre, estoy bien, mi cabeza… ¡Jamás oí semejante ruido!
- ¿Qué ruido? Yo no digo nada
- ¿Qué? ¿Estás de broma, papá? ¿No oíste el pitido?
- ¿De qué me hablas? Sólo vine porque oí a Charlie.
- ¿Es que nadie oyó el pitido? - Miré a los demás. Negaron con la cabeza.
-Esto no es normal…casi me quedo sorda…
- Evelyn, se te volvió a escapar.
- ¿Otra vez? ¿Es que alguien vio algo? – Me harté.
- ¡Yo no me invento nada, Evelyn! - Dijo Charlie irritada. -
- ¡Yo tampoco! - Le respondí.
- Vale, ya, chicas. Esto es grave. He pedido ayuda, ya que la Centinela no puede hacer nada.
- No es que no pueda hacer nada, es que no veo nada. Y de dónde no se ve, no se puede hacer- Dije desafiante. Vi una silueta por el pasillo.
- Geralt de Rivia, querido cazador de monstruos.
- Alteza. Gracias por llamarme.
- Perdón por llamarlo a estas horas, pero hay un problema, que mi Centinela no logra solucionar.
- ¿Enserio? En fin, mejor me callo- Encendí mi puro.
- Evelyn…-Dijo la reina, que había estado en silencio.
- Bueno, decirme, ¿Qué sucede? - dijo el brujo, mirándome de reojo.
- Geralt, eso no es normal, cada vez que Charlie grita de noche, afirma que ve una sombra oscura en palacio, pero hago ronda, la busco, no veo nada, ni antes, ni durante, ni después, y hace un momento todo el cuarto andaba patas arriba, como si algo buscara a alguien, y había un pitido, que casi, casi, me revienta los oídos y la cabeza.
- ¿Un pitido? ¿Que sólo tú podías escuchar?
- ¡Sí!
Se giró a Charlie.
- Alteza, ese ser, ¿Era más oscuro que la noche en sí?
-Sí, era más negro que la noche.
- ¿Ojos color verdoso?
- Si…- Abrazó a Aradia, Axel lo tenía Alastor.
- ¿Sabes de lo que habla, Brujo? - Añadió Lilith.
- Sí. Es un ser parásito. Un ser que se adhiere, como un parásito, a alguien y lo ronda, y no parará hasta conseguir su objetivo, que en este caso son los dos gemelos.
- ¿Y por qué mi Centinela no es capaz de verlo? - Dijo el rey.
- No es que no sea capaz. Ni el rey, pudo verlo. Es que se maneja en un plano astral distinto. Por eso nadie lo ve. Ese pitido fue porque ese ser se conectó a Evelyn. La neutralizó, para llevarse a los gemelos, pero por suerte, Evelyn es más fuerte que él y pudo evitarlo.
Miré con alivio al brujo. Acababa de salir en mi defensa.
- Vaya. Debemos actuar contra ese ser, esa sombra maligna.
- Sólo hay una manera de hacerlo: en su mismo plano.
- ¿Cómo lo haremos, querido brujo? - Añadió Alastor.
- Alguien debe ir, y combatirlo allí. Evelyn, tú eres quien debe ir.
- ¿Qué? Venga ya, Geralt- Palidecí.
Geralt puso una mano sobre mi hombro.
- Evelyn, no hay ser en ningún reino, que pueda, yo, te guiaré, pero debes ser fuerte, y hacer ver tu valía. Créeme, donde otros fallan, tu triunfas.
Su mirada me decía que debía hacerlo para limpiar mi nombre.
- Está bien, Geralt, déjame, que avise a mi esposo. Lo necesito aquí.
- Por supuesto.
Me fui, y llamé a Harold, Se transportó al instante.
-¡¡Evelyn!!- Me abrazó, nervioso.
- ¿¿Estás bien, Evelyn??
- Sí, claro, tranquilo cariño, quiero que estés conmigo.
El brujo le explicó todo.
- ¿¿Por qué siempre tiene que ser ella?? ¿Sabéis lo nervioso que me pongo cuando la exponéis? ¡Ella tiene familia, parece ser que sólo os importan ellos! - Señaló a Charlie, Alastor y los pequeños.
- Seviathán, calma, Evelyn es de la familia, recuérdalo.
- ¿¿Enserio?? -¡¡Pues no se nota!! ¿¿Por qué el demonio radio, tan poderoso no va?? ¿Por qué el no pudo hacer nada, ¿eh? ¡Sólo la usáis para matar, y para cubriros las espaldas! - Harold tenía los ojos encendidos.
- Cuidado, Seviathán. No juegues conmigo- Alastor se irguió amenazante.
- ¿Qué te crees que eres, Alastor? Cuidado, demonio radio, antes de que existiera tu estirpe de pacotilla vudú, mis antepasados hacían temblar ambos mundos, ándate con cuidado…
Los dos se retaron: Alastor con su estática y símbolos vudú, y Harold con hechizos demoníacos y su poder levítico, con tentáculos de bestia acuática que surgieron de su espalda.
- ¡YA VALE! – Gritó el rey.
- Sujeté a Harold- calma, mi vida.
Harold me miró, y poco a poco se calmó. Geralt lo retuvo.
- Señor del leviatán, cuidaré de Evelyn, yo, la guiaré.
- Brujo, temo que le pase algo, ¿Entiendes?
- Si, más que nadie. Sé lo que es eso, pero Evelyn debe acabar con ese ser, porque si no, el próximo objetivo puede ser tu hijo.
Harold desvió su mirada al brujo.
- Antes que eso congelaré el infierno.
- Pues vayamos a por ese bastardo- Dijo el brujo, tendió la mano a Harold.
- Entendido. Guía a mi mujer a ese hijo de puta.
Nos reunimos en el gran salón.
- Siéntate, Evelyn.
El rey hizo aparecer un sillón, y me senté con calma.
- Ánimo, cariño, luego nos vemos- Un corto beso, y Harold se sentó cerca.
El brujo se sentó frente a mí, y encendió algo, en un cuenco ceremonial de cerámica. El humo me relajó.
- Centinela del infierno. Hija de Amenadiel. Relájate.
Sacó un tarro de pociones, y me dio una.
- La necesitarás.
La bebí, y noté como subía a mi cabeza, mis músculos se tensaron, y noté mis ojos arder, pero veía todo aumentado, el aura de cada uno.
- Santo Infierno, Evelyn- La reina me miraba algo asustada
- Bien, ahora- sacó un metrónomo- Cierra los ojos, y relájate.
Me dejé caer sobre el sillón, con el tic, tac, de fondo.
- Tu alma, no es de este mundo, ni del otro, ni de ninguno. Si alguna vez, te preguntaste quién eres, te diré que eres un híbrido, como yo. Deja, que tu alma, tu ser, despegue de su cuerpo.
- Esto es una idiotez- Me levanté, pero vi mi cuerpo, sentado en el sillón.
El brujo se giró, me miró, su aura, era poderosísima, más de lo que nadie imagina. Nadie. Sus ojos, eran dos brasas, con el resto en negro.
-Nadie puede saber, dónde nacimos, porque nadie sabe qué somos. Un alma no elige su cuerpo, ni un padre sus hijos, pero si su destino. Búscalo, Centinela.
Asentí.
Me miré, sólo llevaba la ropa de mi padre, andaba descalza, y el suelo frío cortaba mis pies. Ante mí, el palacio, en penumbra, con un frio que cortaba el aliento, y unos susurros que me helaban el alma.
Recorrí las estancias, todas vacías, pero llegué al cuarto del rey. El aire se volvió, denso, muy denso.
- Señor del infierno… ¿Qué pasa aquí?
Noté algo rondando a mis espaldas. Me giré, pero se ocultaba.
-Es inútil que te ocultes…
- ¿Crees que puedes conmigo, Centinela? - Retumbó la voz.
- Vamos, ¡Da la cara!
Aquella negra sombra, se plantó ante mí. Tomó forma. Un ser negro, como la noche, ojos verdosos, garras afiladas, negro como la noche, parecía una sombra evaporándose.
- ¿Quién eres?
- ¿Me preguntas quién soy? Soy el miedo en tus ojos, el cáncer en tus huesos, la maldad en tu alma…
- Déjate de sermones. ¿Por qué acechas a Charlie y a los gemelos?
- ¿A Charlie? No, ella no me interesa, te acecho a ti.
- ¿A mí?
- Exacto, centinela. Alguien disfrutaría viéndote lejos.
- Bueno, me gustaría quedarme a charlar, pero creo que se acabó la fiesta.
No dije nada más, y se abalanzó sobre mí. De un golpe, me tiró, y choqué contra una de las paredes, lastimándome.
Me tomó por el cuello, quería ahogarme, y lo estaba consiguiendo, se me iba el aire.
- ¡Centinela, recuerda que él necesita del miedo y odio, pero tú no! - Oí al brujo.
Noté una fuerza en mi brazo tremenda, y con eso, le di un golpe en la cara, que lo separó de mí.
- ¡Voy a matarte, maldito hijo de puta!
En ese momento, decidí soltar mi poder, sobre ese ser.
Le golpeé, con todas mis fuerzas, el me devolvió los golpes, era una lucha con espadas en lo alto, pero nadie, nadie, iba a poder conmigo. La ira, la rabia, iban aumentando en mí, y el efecto de la poción iba aumentando.
- ¡No podrás conmigo! ¡Soy pura maldad!
- Yo soy puro poder- respondí-
El ser sacó todo su poder, y me atacó, me mordió el hombro, grité de dolor, pero sujeté su cabeza, y de un sonoro cabezazo, lo tumbé de golpe.
- ¡vamos, hijo de perra! - Me tiré sobre él, le golpeé con lo que encontraba, con uno de los candelabros de plata adosados a la pared. Una, y otra, y otra vez. Su cara se estaba empezando a deformar, por mis golpes.
Aun así, no se rendía, y clavó sus garras en mi pecho, grité de dolor, mientras la sangre brotaba.
- ¡Vamos, cariño, sé que puedes, usa tu poder! - Escuché de fondo a mi esposo.
No sé cómo pero su voz me dio ánimos, y levanté mis brazos.
- ¡voy a mandarte al asqueroso agujero del que no debiste salir!
De mi brazo, surgió una lanza, que brillaba, como el fuego del infierno, la empuñé. El ser me miró, con terror en los ojos. Lo ensarté, lo empalé con la lanza de mi padre.
- ¿Quién eres? - Dijo, con el último aliento.
Sonreí al ver su cara, con el pánico en ella, mirándome, mientras desaparecía.
- Soy la muerte, soy quien no descansa, hasta darte caza. Soy la Centinela del Inferno.
Me aferré a la lanza de mi padre.
- Gracias, padre todo poderoso, Amenadiel. Sé que me ayudaste.
Me senté en la cama, y me dejé caer, de repente, desperté, con un frío espantoso, Harold me despertaba con toquecitos en los hombros, me tomó por los brazos. Me costó enfocar la vista, veía borroso, cuando pude ver bien, vi que el brujo me miraba, fijamente, y que Harold me abrazaba.
- ¡Está helada, unas mantas, rápido! - Gritó a los siervos, que las trajeron.
Estaba tiritando, confusa. Harold, me tapó, y me habló.
- ¿Cómo estás, cariño?
- ¡Harold! - Lo abracé, contenta.
- Estoy aquí, Evelyn mía. Ya pasó - me abrazó, y me puso contra su pecho, sus latidos, me calmaron, me dio su calor.
- Te oí, y gracias a ti pude vencer a ese bastardo… Sin ti no podría haberlo logrado…- Tomé su cara.
El brujo vino con algo caliente en una taza.
- Es algo que te recuperará, es bueno.
- Gracias Geralt. Ha sido una salvajada, la verdad.
- ¿Y bien, Centinela? ¿Cómo fue? - Dijo el rey.
- Ese ser…se escondía en tu cuarto, majestad.
- ¿Qué? - Se quedó petrificado.
- Sí, y no iba a por los gemelos, ni a por Charlie, iba a por mí. Alguien, me quiere ver lejos de aquí.
- ¿Ah, ¿sí? ¿Quién?
Miré a Alastor. - ¿No tendrás nada que ver, demonio radio? - Le pregunté.
- Querida, por mucho que no me gusten ciertas cosas de ti, te considero una excelente tutora para mis hijos. Me gusta tenerte cerca, eres un buen refuerzo.
- Un cabrón hijo de perra, pero dice la verdad- dije con sarcasmo.
Charlie me miró. Con odio, asco, e indignación.
- Oh…mierda…no puede ser… ¿¿Enserio?? ¿¿Tú??- Dije negando con resignación.
- ¡Déjate de tonterías, Evelyn! ¿¿Cómo va a ser mi dulce Charlie??- Exclamó el rey.
- Tan dulce como una crema agria…- susurré bebiendo la infusión que me dio el brujo.
Charlie calló, la reina la miró.
- Charlie, por favor, dime…que no fuiste tú…- Lilith se lo temía.
- ¡Estoy harta de ella! ¡Siempre atrae a monstruos! ¿No recordáis a los tres v's?
- Eso fue por Alastor- Dijo Harold.
- ¡Fue porque ella se metió con Val! ¡Me lo dijo Angel Dust! ¿Qué me decís de los exterminadores? ¡Miguel la buscaba a ella! ¡Ella es quien atrae a monstruos! ¡Ella es el monstruo!
Esas palabras sonaron demasiado crueles.
- Si lo fuera, estarías muerta- Dije bebiendo- No te pases, Doña arcoíris.
- Evelyn, calma, no estás para broncas- Me dijo el brujo en voz baja.
- ¡Siempre que estás rondando, vienen monstruos, no te quiero rondando mi familia!
- El sentimiento es mutuo, "manzanita"- Dije eso último con tono irónico.
- Evelyn Magne, ya vale, yo me encargaré de esto- Dijo el rey con severidad.
- Estupendo, alteza. Me voy, ya que no me quieren, me iré.
- Evelyn…
- Evelyn ¿Qué? Ya escuchaste a tu hijita, no quiere verme. No quiero estar donde no me quieren.
El rey, suspiró- Todos fuera. ¡YA!
Me quedé con el rey a solas.
-Bien, ¿Qué pasa, padre?
- Evelyn Magne, te di todo lo que quisiste, te defendí, te presenté como mi hija, ¿Así me lo pagas? ¿Dándome la espalda?
- Casi me mata un ser, que tu hija alimentó, por envidia, celos, o yo qué sé. ¿Enserio? -
- Ella sólo tiene miedo por sus hijos, Evelyn.
- Y yo por el mío. Mi familia vale tanto como la suya, Luxfer.
- Evelyn, por favor, no te pases, o tendré que castigarte- Su voz empezó a sonar ronca.
- ¿Encima la mala soy yo?
- Evelyn, para, no quiero tener que castigarte…no me obligues, sabes cuál es el castigo por dar la espalda a tu rey.
Me levanté. Y me puse cara a cara con él
- No hace falta, Lucifer, estrella de la mañana, portador de Luz, señor del infierno. Me iré, antes de que me destierres.
Me dirigí a la puerta, y me di la vuelta.
- Evelyn Magne a su servicio.
Llegué a casa con Harold, miré a Alexei, estaba dormido, profundamente.
- Harold, mi vida.
- ¿Sí, Evelyn? - Me abrazó por detrás, abrazándome.
- Cuida de Alexei. Que no olvide de dónde viene, quién es, ni quien es su madre.
- ¿Qué vas a hacer?
- Me he exiliado, voluntariamente-
Harold me tomó por los hombros, furioso.
- ¿¿Qué coño dices?? ¿¿Te volviste loca??
- Harold, cielo, no puedo, dejar, que los monstruos, que yo atraigo, vayan a por mi familia. Charlie tenía razón, los atraigo yo.
- ¿Y te vas, así, sin más? ¿Dejas a tu hijo sin su madre?
- Tranquilo, cariño, volveré, cuando Alexei, tú, o el rey lo solicitéis, cunado todo se calme, cuando mi hijo pueda defenderse de los monstruos, ¿entiendes?
- Ahora, cuando más falta me haces…-Lloraba, lo tomé por la cara.
- No voy a dejarte, volveré, para no irme, para quedarme. Recuerda, que tú eres parte de mí, y yo soy parte de ti, cariño, no voy a dejarte solo nunca. Estamos conectados. Pero sabes que es lo mejor, por un tiempo.
Abracé a Seviathán, mientras lloraba silenciosamente.
- Volveré. Para hacer valerme.
- Te esperaré, junto a nuestro hijo.
- Lo sé, cariño. Te amo, más que a mi propia vida.
- Besé la frente de mi hijo, lo acaricié.
- Pórtate bien, Alexei. Te quiero, mi niño.
Besé a Harold.
Sin decir más, desaparecí. Caí a la tierra, con un estruendo, tremendo, di con mi cuerpo en la tierra. Había un gran cráter donde caí.
- Así es como cayó mi padre. Bueno, allá vamos
