37. Un charquito de estrellas
La relación de Sakura, Naori y sus locas amigas se hizo más estrecha.
A veces salía con ellas a comer o a cenar y siempre se divertía de lo lindo. Incluso Genma e Iruka se apuntaron alguna que otra vez. Por su pasado, Sakura nunca había tenido un grupo de amigas, de chicas, con las que divertirse, y ahora disfrutaba con ellas todo lo que podía y más, mientras Itachi la observaba contento de ello.
Una mañana, Hotaru las llamó a todas y las convocó en un restaurante para comer. Cuando Sakura salió de trabajar, tras avisar a Lola de que regresaría más tarde, se dirigió hacia allá.
Dio un par de vueltas a la manzana y, al no encontrar aparcamiento para Harry, decidió meterlo en un parking público. Lo dejó en la planta menos tres y luego se encaminó hacia el ascensor con rapidez. Nunca le había gustado ese tipo de sitios. Le hacía recordar las pelis que había visto, en las que la protagonista huía despavorida por alguno de ellos, seguida por un loco psicópata cuchillo en mano.
Mientras esperaba el ascensor, oyó unos pasos. Miró hacia atrás, pero no vio a nadie. Eso la inquietó. Volvió a pulsar el botón del ascensor, esta vez con más ahínco. Miró el panel y vio que estaba parado en el piso menos uno.
Esperó unos segundos, pero la impaciencia por salir de allí le pudo y se dirigió hacia la escalera. Antes de llegar a ella, oyó a alguien silbar. Era una canción que ella había escuchado en el pasado y se le aceleró el corazón.
Tenía miedo. Si era Nagato y la pillaba a solas en aquel sitio, la cosa no iba a terminar bien. Acelerando el paso, llegó a la escalera y comenzó a subirla de dos en dos, mientras oía cómo los silbidos se acercaban.
En su prisa, se le enganchó el asa del bolso en la barandilla y tuvo que retroceder. El que silbaba se acercaba cada vez más. Cuando soltó el asa, subió corriendo al piso menos dos y oyó que alguien subía tras ella con su misma prisa. Horrorizada y tremendamente asustada, aceleró todo lo que pudo, hasta que, al llegar al piso menos uno, chocó con alguien.
—Pero, cuqui, ¿qué te pasa?
Era Hotaru y, agarrándole la mano, Sakura murmuró:
—Corre, salgamos de aquí.
Hotaru no entendió lo que ocurría, pero subió con ella a toda mecha y, una vez salieron a la calle y estuvieron rodeadas de gente, preguntó con la respiración agitada:
—¿Por qué hemos corrido así?
Sin apenas aliento, Sakura iba a hablar cuando del parking salió un hombre con las manos en los bolsillos, silbando. Sin mirarlas, prosiguió su camino y Hotaru susurró:
—¿Te ha ocurrido algo con ese hombre?
Ella negó con la cabeza. Se estaba volviendo una paranoica por culpa de Nagato y al ver que todo había sido una falsa alarma, sonrió y dijo:
—Me dan claustrofobia los parkings.
—¡Ay, pobre!
Más tranquila, Sakura miró a su rubia amiga, que la observaba preocupada, y suspiró.
—Venga, vamos al restaurante. Seguro que las otras ya están allí.
Y así era. Cuando llegaron al reservado que Hotaru había pedido, allí estaban Naori, Valeria y Temari. Tras saludarse entre ellas, Temari miró a Sakura y dijo:
—Oye... tú estás más delgada, ¿verdad?
Ella asintió. Los nervios se la estaban comiendo por dentro, pero respondió:
—Estoy a régimen, ¿se nota?
Todas asintieron y, durante un buen rato, hablaron de regímenes, carbohidratos y todo lo prohibido, y cuando el camarero acudió a tomarles nota y todas pidieron lo prohibido, Temari preguntó:
—Pero ¿tú no estabas a régimen?
—Sí —respondió Sakura, sonriendo—, pero hoy me lo salto. ¡Hoy es fiesta!
Cuando acabaron de comer, se encaminaron hacia la glamurosa tienda de novias de una amiga de Hotaru, que estaba cerca del restaurante.
Al entrar, las cinco empezaron a mirar vestidos de novia y, cogiendo uno, Valeria dijo:
—Mataría por casarme con un vestido así.
—Pues lo podrías haber hecho —replicó Hotaru—. Solo tenías que marcharte con Alain a Francia. Él te lo pidió.
Valeria asintió, pero ella no quería regresar a Europa a no ser que fuera de vacaciones.
—Por amor he hecho muchas tonterías —respondió—. Ahora, si alguien quiere estar conmigo, espero que haga esas tonterías por mí.
—Di que sí, Valeria, ¡con dos cojoncios! —afirmó Temari, mirándola.
—Ay, Cuqui, ¡no seas malhablada! —protestó Hotaru.
Todas rieron al escucharla y la que más Temari, que, tras aquello, soltó una buena ristra de palabras malsonantes y al final Hotaru, horrorizada, se tuvo que reír.
Durante un par de horas, esta se probó varios de aquellos modelos exclusivos, pero a todos les encontraba un pero. Unos la hacían gorda, otros baja, otros ancha o estrecha, ninguno le acababa de gustar, hasta que salió del probador con uno y, mirando a sus amigas, dijo:
—Lo he encontrado.
Sin duda, aquel vestido de la colección Zuhair Murad, con falda vaporosa de tul y cuerpo semitransparente era una auténtica preciosidad. Hotaru estaba increíble con él y, cuando se recogió el pelo y se colocó el velo, Temari exclamó:
—Joder, cuqui, ¡estás para comerte!
Encantada, ella se miró al espejo. Aquel vestido le entusiasmaba, la hacía sentir segura, guapa, estilosa y poderosa.
—¿Tú crees que el cura te va a querer casar con esas transparencias? —preguntó Valeria.
—Pero ¡si es ideallllllllllllllll y tiene un estilazo bárbaro! —dijo Hotaru y, mirándolas, añadió—: En mi boda con Utakata tuve que ponerme lo que eligió mi madre. Ella quería estar más guapa que yo en mi boda y lo consiguió. Pero en esta ocasión quiero un vestido sexy y acorde a cómo me siento.
—Di que sí, estás fantástica —afirmó Sakura.
Temari, que siempre había pensado que Hotaru tenía un estilazo increíble, afirmó:
—Estás de quitar el hipo. Pero tú, aunque te pongas un pimiento chuchurrío en la cabeza, lo lucirías como la mejor joya del mundo.
Hotaru, encantada de oír eso, la abrazó agradecida y murmuró:
—Cómo no te voy a querer, aunque digas palabrotas.
Naori, emocionada al ver cuánto se querían sus amigas a pesar de lo diferentes que eran todas entre sí, miró a su excuñada y dijo:
—Sin duda alguna, este es tu vestido, Hotaru. Estás muy guapa con él.
La futura novia se miró en el espejo y, sumergida en su burbuja, murmuró soñadora:
—Ya estoy deseando que me vea Utakata.
—¿Utakata? —repitió Valeria.
—¿El mandril? —preguntó Temari—. No me jodas, Hotaru.
Conmocionada por lo que decían, ella las miró y susurró:
—¿He dicho Utakata?
—Sí, cielo, lo has dicho —contestó Naori.
—Mira, Hotaru —intervino Temari—, como lo vuelvas a nombrar te voy a lavar la boca con jabón. El nombre de Utakata no existe en tu vocabulario, ¿entendido?
—Que no, ladies... que yo no he dicho Utakata —insistió ella.
—Lo has dicho te pongas como te pongas —zanjó Valeria.
—¡Imposible! ¿Cómo voy a nombrar a ese... ese mandril, teniendo el pedazo de novio que tengo?
Ante el silencio de las otras, ella las miró desconcertada. ¿Por qué había nombrado a Utakata? Y, bajando el tono de voz, dijo:
—Ay, qué tontita estoy, ¡querría decir Alexei y me he equivocado! En qué estaría yo pensando.
Mientras Temari y Valeria se burlaban de ella por su error, haciéndola rabiar, Sakura se acercó a Naori y cuchicheó:
—La maldición de los Uchiha. ¡Aquí hay salseo, te lo digo yo!
Naori soltó una carcajada y Hotaru declaró enfadada:
—Vamos a ver, cuquis. Si algo tengo claro en mi vida son tres cosas. La primera es que soy rubia natural. La segunda, que mi bolso de cabecera es el Madison de Gucci y la tercera que nunca... nunca... pero nunca de los nunca jamases, volveré con ese Uchiha. Antes me cristalizo las venas. ¿Me habéis entendido?
—¡Qué dramatismo por favor! —se mofó Temari.
De pronto, la amiga de Hotaru, ajena a lo ocurrido, se acercó a ellas y, abriendo una caja, dijo:
—Y estos preciosos Manolo's te quedarán estupendos con el vestido. ¡Pruébatelos!
Hotaru, al ver aquellos zapatos, se los puso rápidamente y, levantándose el vestido para mirárselos, exclamó:
—¡Son idealesssssssssssssss!
Todas sonrieron y Naori, para relajar la tensión, se acercó a su excuñada y dijo:
—Sin duda alguna, Alexei va a tener a la novia más guapa del mundo.
Con una cándida sonrisa, Hotaru asintió, se miró al espejo y afirmó convencida:
—Eso quiero, que Alexei se sienta orgulloso de mí.
