Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.
APPEASE
Capítulo treinta y siete – Verano
―He oído que se ha casado con la niñera...
―¿Con su niñera? ¿Ya tenía hijos? ¡Pero si es muy joven!
―De verdad, Mimi, ponte al día. Con la niñera que tenían Edward y Tanya.
―¡Oh! Oh. Bueno. Ya sabéis lo que dicen...
Yo no sé lo que "dicen", pero está bien, porque ninguna de estas imbéciles sabe quién soy. Así que sonrío y asiento, y pongo expresión de disgusto en los momentos correctos. Y bebo mi spritzer, preguntándome cuándo podremos irnos.
―Isabella, ¿verdad? ―pregunta la pelirroja que está a mi derecha. Todavía no tengo muy claro qué pensar de ella; ha estado tan callada como yo durante toda esta insípida reunión.
―Sí. ―Le sonrío―. Y, ¿tú eres Gianna?
―Mmmm. ¿A qué se dedica tu marido?
―Trabaja en finanzas.
―¿No lo hacen todos, querida? ―dice Heidi, la rubia cotilla, con una risita nerviosa.
Le doy mi mejor sonrisa falsa y miro a mi alrededor en busca de Edward. Solo llevamos separados unos veinte minutos, pero parece que ha pasado una pequeña eternidad. En cuanto llegamos, el Sr. Masen llamó a varios de sus mejores trabajadores para una pequeña reunión en su estudio, así que Edward tuvo que ir. Me sentí un poco como si me echaran a los leones, pero creo que no lo he hecho nada mal.
―¿Ese es él? ―susurra de repente Mimi, enderezándose un poco. Sus perfectos y falsos pechos llaman la atención, pero el efecto queda rebajado por el modesto cárdigan que lleva sobre su vestido de tirantes.
Yo giro la cabeza, mirando para ver de quién habla. Ciertamente, los hombres han vuelto y Edward es, sin duda alguna, la estrella del grupo ―su tranquila sonrisa y el pelo despeinado le distinguen.
Mi corazón se salta dos latidos al pensar en el sexo al despertarnos esa mañana, sus manos inquietas en el coche cuando veníamos de camino, las promesas que nos hicimos...
―¡Sí! Sí que es. Está incluso mejor ahora que en el instituto. Ya sabéis que salí brevemente con él ―dice Heidi engreída.
―Querrás decir que te permitió hacerle una felación en la biblioteca de tu padre ―dice Gianna, sonriendo satisfecha.
Heidi se encoge de hombros, quitándole importancia.
―Semántica.
Espero a que lleguen los celos, pero no lo hacen. En su lugar, siento un poco de lástima por estas mujeres. Ninguna de las tres es mucho mayor que yo, pero ya están insatisfechas y aburridas ―no solo con sus matrimonios, sino con sus vidas en general.
¿Y yo? No estoy segura de haber sido más feliz en mi vida. El mes pasado celebré el primer aniversario de mi matrimonio con Edward en un largo fin de semana en las Bahamas.
Y, hablando de escapadas playeras, ahora tenemos nuestra propia casa en los Hamptons, a unos minutos de la casa de la playa de su padre. De hecho, vamos tanto como podemos, llevando a menudo a Alistair e Irina si el Sr. Masen no puede ir él mismo.
Después de todo, soy su niñera.
Pero, hoy, estamos aquí por negocios ―en cierto sentido. Se trata de la comida anual que da cada año Masen Financial. Es un evento un poco estirado y pretencioso, pero el lugar es bonito y la comida está de muerte. Me estoy debatiendo mentalmente sobre si debería tomar otro cóctel cuando mi compañía cae en el silencio. Los ojos de Heidi se abren como platos y entonces siento una cálida mano deslizarse contra la mía. Miro sobre mi hombro y ahí está, mi playboy personal.
―Hola ―susurro―. ¿Has acabado?
―Sí. Ven conmigo, hay alguien a quien quiero que conozcas. ―Sus ojos van al trío de mujeres que tengo detrás―. Heidi, Gianna, Mimi. Me alegro de veros, como siempre.
Sonrío ampliamente, incapaz de suprimir mi felicidad interna mientras él empieza a alejarme de allí.
―La felación en la biblioteca está bien ―digo en un falso susurro especialmente dirigido a Heidi, disfrutando de las manchas de color rosa que aparecen en sus mejillas―. Pero es incluso mejor cuando él devuelve el favor. En el resto de habitaciones.
* . *
Estamos sentados uno al lado del otro en una pequeña mesa que mira al mar.
Su padre ha sido miembro de este club de campo desde que Edward tiene memoria y ahora quieren que él también se una. Vimos la invitación en el correo justo antes de venir esta mañana.
―Es solo mi nombre ―dice con un suspiro, metiéndose otro canapé en la boca―. No les importa una mierda lo que haya hecho, ¿sabes?
―¿Eso te molesta? ―pregunto en voz baja, enganchando mi tobillo con el suyo bajo la mesa.
―En realidad no. ―Se recuesta en su silla―. Pero no quiero unirme.
Asiento sin sentir una pizca de sorpresa. Edward y yo somos muy tranquilos en lo que respecta a nuestra vida social. Él casi ha terminado su post-grado, pero también hace prácticas en Masen Financial, así que el tiempo que tenemos es escaso. Intentamos pasar juntos cada momento que él tiene libre. Valoramos nuestro tiempo a solas ―comprendemos las posibles consecuencias de no poner nuestro matrimonio por delante―, pero no somos completos hermitaños. Además de las cenas y fiestas ocasionales que da la compañía de su padre, como esta, la mayor parte de nuestro tiempo la pasamos con pequeños grupos de amigos cercanos, como los recién comprometidos James y Victoria. Y, por supuesto, están Alice y Jasper, que, después de pasar casi un año separados, han vuelto y tienen una relación más sólida que nunca. Un típico sábado por la noche, puedes encontrarnos en Locanda Verde o ABC Kitchen, disfrutando tanto de la comida como de la compañía.
También me gusta invitar a gente a cenar al loft. Son eventos tranquilos, pero igualmente satisfactorios. Cuando Edward vivía allí solo, su cocina estaba sin estrenar. En mi primera noche, preparé pizza de cero. Él se sentía escéptico, siendo nativo de New York y, por tanto, un buen conocedor de la pizza, pero le dejé sin habla. Y, desde entonces, he bautizado esa cocina varias veces.
Miro mi reloj, con los ojos entrecerrados por la luz del sol. Como tanto yo como el Sr. Masen estamos aquí, Tanya tiene a los niños durante el fin de semana. Ha mejorado con el tiempo; es menos mordaz con Edward y conmigo, y más atenta con los gemelos. Nunca será la madre del año, pero me alegro de que esté cerca de ellos. También me alegro de que fuera lo suficientemente abnegada como para darse cuenta de que ellos están, en su mayor parte, mejor con su padre.
Los gemelos pasan mucho tiempo con nosotros, hacemos fiestas del pijama y noches de películas. Preparamos una de las habitaciones de invitados para ellos, con litera y todo. Seguramente tengan que despedirse de ella cuando Edward y yo decidamos tener hijos pero, por ahora, es toda suya.
Nunca renuncié a mi puesto como la niñera de los gemelos. El Sr. Masen me ofreció dejarme ir después de la boda, pero me negué... por razones sentimentales. Estoy tan encariñada con ellos como ellos conmigo. No solo han sido mi trabajo de más larga duración, sino que ahora son también mis cuñados. Quedarme como su niñera parece lo natural.
Además, el tiempo pasa rápido. En unos pocos años, estarán en el instituto y ya no necesitarán que les sigan cuidando. Siempre estarán en mi vida, gracias a Dios, pero de una forma diferente.
―Estás pensando en los gemelos, ¿verdad? ―pregunta Edward, estirando el brazo por el respaldo de mi silla―. Están bien, ya sabes.
―Lo sé ―digo, asintiendo―. Es solo... algo automático, supongo.
Él sonríe un poco.
―Serás una gran madre algún día.
―Y tú serás un padre increíble.
Su mirada va al océano y se pasa una mano por el pelo.
―Sí, eso espero.
―Lo serás. Veo cómo eres con los gemelos y, además... eres demasiado consciente como para estar ausente todo el tiempo. Sabes qué hacer, Edward. ―Dejo mi mano sobre su rodilla y él pone la suya encima.
Durante un rato nos quedamos en silencio, disfrutando del verano en Southampton ―el salado olor del océano, la constante brisa que calma el calor.
―Ah, ahí está mi chico. ―Un hombre mayor con barba entrecana se detiene junto a nosotros, sonriendo ampliamente―. Llevo un rato queriendo sentarme contigo...
Edward me echa una mirada de disculpa antes de centrarse completamente en el caballero.
No es la primera vez que esto pasa hoy. Y no será la última.
Y, aun así, me parece bien.
* . *
De vuelta en la ciudad, las semanas pasan rápidamente, lanzándonos al otoño. Yo paso mis días con los niños y Edward los pasa en la oficina. Nos juntamos por la noche y los fines de semana y, a veces, más si encontramos el hueco.
―Estaba pensando en aligerar las cortinas ―murmuro una mañana, tocando las cortinas grises del dormitorio. Son básicas y elegantes, y probablemente fueran ridículamente caras, pero siento que quiero algo más ligero en el dormitorio.
―Oh no, no vas a hacerlo ―dice Edward―. Los toques femeninos que puedo soportar son limitados. Lo siguiente será una alfombra rosa alrededor del váter y tampones bajo el lavabo.
―Ya hay tampones bajo el lavabo.
―Sabes a qué me refiero.
―Solo digo... aligerarlo un poco. Sutilmente.
Él me mira con duda.
―Me diste poder absoluto sobre la casa de la playa y mira que bien quedó ―le recuerdo.
Arqueando una ceja, me mira sobre el borde del New York Times. Le hace parecer intelectual y maduro... pero, luego, el pecho desnudo y los pantalones de deporte cuentan una historia diferente. Me pone un poco juguetona.
Cruzo la habitación hasta dónde él está recostado en la cama, leyendo, y le quito el periódico de las manos. Él finge mirarme con dureza, pero puedo sentir su erección cuando me subo sobre su regazo.
Balanceándome lentamente adelante y atrás, me desabrocho la camisa que llevo. Es suya; él la llevaba puesta cuando llegó a casa anoche. Era tarde, así que le di la cena en la cama.
Y luego tuvimos sexo adormilados hasta que los dos nos quedamos dormidos.
―No estás demasiado cansado, ¿verdad? ―murmuro, inclinándome hacia delante para besarle la oreja.
Apartándome las mangas de los hombros y deslizándolas por mis brazos, dice:
―No.
Entonces sus brazos me rodean, sus manos se extienden por mi espalda. Nos besamos, dejando que se profundice hasta la desesperación, y luego me levanto lo suficiente como para bajarle los pantalones.
Levantando el brazo, él enreda sus dedos en mi pelo ya enredado, mirándome de esta manera que me enamora y me excita al mismo tiempo.
Y luego sonríe.
―Prácticamente perfecta en todo.
FIN
¡Hola!
Bueno, aquí está. El último capítulo. Sé que algunas esperabais leer sobre la boda pero, personalmente, me encanta este capítulo y la posibilidad de ver cómo les va la vida a estos dos un tiempo después.
Estoy deseando leer vuestras opiniones sobre este capítulo.
Por otro lado, os voy a dejar el summary de Venture, el otro fic que Rochelle Allison subió junto con Brighter y Appease, y que empezaré a publicar el sábado 12 de junio.
Summary: Tenía cuarenta dólares, una mochila y un billete de autobús. Las oportunidades de que encontrase a alguien entre este lugar y Seattle eran tan pequeñas que eran prácticamente invisibles.
Son seis capítulos y, como con las anteriores, el drama está bajo mínimos. Espero que también la disfrutéis.
Nos leemos pronto. Gracias por estar ahí.
-Bells :)
