CAPÍTULO 37 – AMOR Y ODIO

La ira de Sesshomaru transpiraba por todos los poros de su piel. Acechar a Kagome durante su baño en las aguas termales de palacio le parecía un castigo poco ejemplar después de haberse sentido desairado y ninguneado por ella. Su orgullo de Yokai maquinó aquel encuentro que había planeado desde que la descubrió en el desfile. ¿Por qué razón se habría infiltrado? No la dejaría marchar hasta que no le contase la verdad.

Le extrañó que acudiese sola al palacio. ¿Por qué no estaba Inuyasha con ella? Decidió pasearse desnudo sin ningún tipo de miramiento ni pudor para avergonzarla en señal de desafío, anunciando su compromiso con Hanna con el fin de que probase su propia medicina. En aquel momento poco le importaba su amor por Inuyasha ya que la ira le cegaba. Si hubo algún resquicio de sentimientos hacia él, Kagome llegaría a experimentar un mínimo pesar en su corazón, que jamás iba a ser comparable con su dolor de estos últimos meses echándola de menos.

—¿Q… qué haces desnudo? —preguntó Kagome, completamente ruborizada.

—No hay nada que no hayas visto antes. Así que no pretendas que me crea que sientes vergüenza. ¿Qué pasa, Kagome? ¿Acaso Inuyasha no permite que le veas? ¿Tan tímido es?

—¡Eres un idiota! —exclamó, enfurecida mientras intentaba propinarle una soberana bofetada en la mejilla, que el Daiyokai paró, agarrándole la mano sin dificultad.

—¿De verdad pretendes luchar contra mí? ¡Qué osada! —le susurró en el oído mientras a Kagome se le aceleraba la respiración —Seguro que el imbécil de mi hermano es más manso y aburrido que yo.

Sesshomaru se estaba comportando como un estúpido y se merecía una lección, pero no podía evitar que se le erizara la piel ante su imponente y sensual voz.

Sus cinco sentidos, completamente agudizados debido a su condición de Yokai, percibieron el inminente latido de su corazón, así como el rubor ante sus roces y susurros con el fin de desafiarla. Conocía perfectamente su mirada, que se estaba llenando de ira y emergente deseo hacia él. Una fiera mirada con la que había soñado a lo largo de innumerables noches echándola de menos y odiándose a sí mismo por no poder olvidarla.

La miró a los ojos con falso desdén. Aquel brillo en su rostro mientras intentaba taparse los pechos con sus brazos no hacía otra cosa que aumentar su ansia por ella.

Kagome estaba excitada, y eso le estaba poniendo las cosas mucho más difíciles de lo esperado.

Pensó que lo tenía controlado, que podía mantenerse frío y distante a pesar de sus impulsos. Pero la recuperación de sus poderes de Yokai no hacían más que acrecentarle los sentidos y estimular su ansiedad por ella. Debía luchar contra todo lo que sentía, contra sus ganas de abrazarla y hacerla suya para siempre…

Intentar odiarla por haberle deshonrado se había convertido en una excusa más para mantenerla alejada.

—¿Por qué me abandonaste? — preguntó Kagome, decidida a conocer el motivo de su marcha.

—Eso no importa ahora.

—A mí sí que me importa. Me dejaste destrozada. Por lo menos podías haberte despedido de mí.

—Ahora ya da igual… te vas a vestir y me vas a contar el motivo de haberte infiltrado en el palacio.

El Daiyokai prefirió no continuar la conversación en aquel estado. Su compromiso con Hanna tenía que seguir adelante para mantener a Irasue con la idea de que su plan de conquista estaba funcionando. Cualquier paso en falso no hacía más que poner en riesgo la vida de Kagome. Nada más importaba que su seguridad.

Nada más.

Se giró para alejarse de ella y salir del agua con cierto remordimiento. Había sido un estúpido por pensar que podía llevar a cabo un plan para herirla sin herirse a él mismo.

Kagome lo miró llena de rabia por su fría actitud, por haberle anunciado su compromiso sin ningún tipo de miramiento… se estaba comportando como un auténtico imbécil.

Pero no se saldría con la suya. Ya había sufrido demasiado durante aquellos cuatro largos meses sin saber nada de él. ¿Cómo se atrevía a darle órdenes y a ningunearla?

Se lanzó hacia él, dispuesta a encontrar la explicación por la que se infiltró en el palacio y hallar las respuestas que buscaba.

Lo agarró por el cuello, mientras le rodeaba las caderas con sus piernas. El Daiyokai no se esperaba notar el cálido cuerpo de Kagome en su espalda, y aquel acto le provocó un tremendo hervor que le erizó completamente la piel.

—¿Cómo te atreves? —le preguntó, enrabiado consigo mismo porque le estaba costando tremendamente no seguir los impulsos de su cuerpo.

—Quiero que me expliques el motivo por el cual huiste de mí.

Sesshomaru la agarró de los dos brazos y la lanzó al agua. El contacto de sus pechos mojados con su espalda le estaba volviendo loco. Kagome se reincorporó, dispuesta a repetir la pelea que tuvieron por la mañana en el dojo.

El Daiyokai se puso en guardia, dispuesto a noquear cualquier ataque de su rival. La joven sacerdotisa se lanzó a darle una patada que esquivó sin dificultad y él, aprovechando su desequilibrio, la tomó por la cintura hasta empujarla contra las piedras del borde de la piscina. Le tapó la boca con sus garras, acercándose a ella de forma que se quedaron a escasos centímetros el uno del otro.

—Deberías regresar al lado de Inuyasha —le murmuró mientras la joven se ruborizaba — Seguro que te echa de menos.

Kagome le apartó las manos para poder hablar.

—¡No tengo nada con Inuyasha! —exclamó, rabiosa.

—¿Es que ya te has cansado de él? — La agarró por el cuello a la vez que observaba detenidamente su reacción.

—Vaya…. ¿El gran Sesshomaru está celoso de un medio demonio? — se burló ella, deseando que sus palabras fuesen ciertas a pesar de sentir que cualquier movimiento en falso podría acabar con su corta existencia.

Su provocación empezaba a dar sus frutos. Necesitaba inducir reacciones en él que arrojaban luz a las innumerables preguntas formuladas desde que se marchó de su lado. Su voz, el brillo de sus ojos, la reacción a sus desafiantes palabras… Todavía quedaba un atisbo de humanidad en su interior, y se aferraría a esa esperanza pese a su alto precio.

—Qué poco aprecias tu vida para hablarme así. ¡Contéstame! ¿A qué has venido? —exclamó furioso consigo mismo porque si seguía interpretando las señales de Kagome tal y como pensaba, no sería capaz de poder controlarse.

La joven emitió un ligero gemido. Se hallaba tan cerca… No logró evitar acariciarle el cabello ante su penetrante mirada, que había perdido frialdad.

El roce de sus manos sobre su pelo plateado lo llevó al abismo de forma inconsciente. Había perdido la cuenta de las innumerables veces que soñó con ella, imaginándosela en el mismo estado mientras besaba cada parte de su cuerpo, o cómo sería su revancha tras haberle desairado con su hermano.

Todo quedaba lejano y borroso al darse de bruces con la realidad y percatarse de que aquella joven y preciosa humana era la razón por la cual se había aventurado a ponerse al frente de las tropas del Oeste y someterse a su madre en contra de sus principios.

Todo lo había hecho por ella… porque la amaba incondicionalmente y con desesperación a pesar de sus heridas.

¿Hasta qué punto había llegado su locura para amar y odiar a aquella joven humana al mismo tiempo?

Sus brillantes ojos y mejillas sonrojadas la delataban. Aquellos carnosos labios deseaban ser besados con pasión desenfrenada, y él ya no era capaz de luchar contra sus impulsos. Estaba olvidando la razón de su venganza.

Nada más importaba que volver a probar aquellos labios sabiendo que no había vuelta atrás.

Nada más.


ERA FEUDAL – PALACIO DEL ESTE

Dos días quedaban para el esperado enlace de Kirinmaru con la Diosa Irasue que forjaría la alianza de ambas tierras con el propósito de reunir a un poderoso ejército que ayudaría a someter a la humanidad. El palacio del Este se llenaba de invitados que Irasue recibía tal y como exigía el protocolo. La noche de luna llena se acercaba y Kirinmaru no era capaz de soportar el dolor sin tomar la sangre de jóvenes doncellas que sufrían un trágico destino.

Ryukotsu, Señor de las Tierras del Norte, acababa de llegar rodeado de su séquito. Irasue lo recibió en privado.

—¿No viene Lord Kirinmaru a presentar sus respetos? —preguntó el Daiyokai.

—Está algo fatigado, pues ha tenido que salir a poner orden en una aldea que se ha declarado en rebeldía —mintió.

—Espero que no sean ciertos los rumores de su enfermedad. Sería fatal para la alianza. Debemos mostrarnos fuertes ante el enemigo.

—No os preocupéis mi Lord —sonrió —Se encuentra perfectamente. En breve tendréis una audiencia con él.

—¿Os ocupasteis del problema de la humana?

—Por supuesto, mi Lord. Sé que había rumores al respecto. Pero ahora mismo mi hijo no piensa otra cosa que en casarse con vuestra preciosa hija para así unir los frentes del Norte con el Este y el Oeste. Después de nuestra boda anunciaremos el compromiso de forma oficial.

—Así me gusta. Sesshomaru ha de seguir siendo el demonio cruel y sanguinario que siempre ha sido. La única forma de gobernar es que nos teman. No pueden amarnos ni debemos mostrarnos débiles ante ellos. Perder la cabeza por una humana es un signo infalible de debilidad. Me ha llegado a mis oídos que actualmente está haciendo un buen trabajo.

—Por supuesto, mi Lord. No os defraudará.


—¡Llevaos estos cadáveres! Me dan asco — ordenó Kirinmaru a sus soldados. Necesitaba la sangre de sus víctimas para mantenerse cuerdo, pero ello no implicaba que le agradase descuartizar jóvenes campesinas. Su maldición estaba provocando aquel derramamiento de sangre que necesitaba para poder fingir su poder en aquel estúpido compromiso con su enemiga. Pensó en aquella joven que alguna vez se le apareció en sueños. Parecía tan real y lejana al mismo tiempo… pero ya no volvió a verla a pesar de su intento de recordarla. Pensar en ella le calmaba la ansiedad que se volvía tremendamente horrible cuando la noche de luna llena se acercaba. Irasue intentaba ocultarle para simular su enfermedad, pero los rumores eran cada vez más evidentes. Necesitaba la cura, y la Diosa se la había prometido después de su enlace.

—Ha venido Lord Ryukotsu —dijo Irasue al entrar en sus aposentos —Le extraña que no hayas venido a recibirle.

—¿Cómo quieres que lo haga en este estado?

Sus ropajes, manchados de sangre, le daban un aspecto terrorífico y nada presentable.

—Deberías darme a la sacerdotisa… no sé cómo me encontraré el día de la boda.

—No te preocupes —sonrió la Diosa — Lo tengo todo controlado.

—¿Qué estás tramando?

—Pronto lo sabrás.


"Estúpidos Daiyokais" pensó Irasue mientras bajaba por las escaleras del castillo, de camino hacia las mazmorras. Aquel estúpido de Ryukotsu era audaz, y se había percatado de la enfermedad de Kirinmaru que le hacía peligrar la alianza.

El Lord del Este era muy inteligente, y estaba claro que aceptó el compromiso por la desesperación de obtener una cura. La única forma de someterlo y llevarla a término era mediante su coacción deliberada para conseguir su propósito: Un mundo mejor con los seres humanos sometidos a su voluntad, reinando sobre ambos mundos.

Ella no deseaba aniquilarlos. ¿Para qué si podían serle de utilidad? Aliarse con Kirinmaru y unir a su hijo con Lady Hanna imperaba sobre todo lo demás.

"Todo saldrá bien" se repetía mientras bajaba los peldaños de una de las torres del castillo. Sesshomaru le causaba gran preocupación. Había regresado muy cambiado de su viaje a la era actual, y todo era debido a los encantos de aquella sacerdotisa. Su hijo no reconocía sus sentimientos, pero sus acciones demostraban otra cosa muy diferente… debía de tener cuidado con él. Se encontraba muy voluble y Ryukotsu no debía darse cuenta por el bien de la alianza.

Irasue lo tenía todo calculado. Sus informantes acudieron en busca de la joven que podía curar a Kirinmaru y al no hallarla en la aldea, decidieron rastrearla. La necesitaba con el fin de que su futuro esposo se alimentase de su sangre el día de la boda. Aquel día se mostraría con toda su fortaleza y así acallaría los rumores para siempre.

Al llegar a las mazmorras, los soldados que las custodiaban permitieron la entrada de la Diosa a una de las celdas en las que se podían distinguir dos figuras encadenadas.

—¡Qué suerte la mía! —dijo Irasue al distinguir a los prisioneros.

—¡Serás perra…! Teníamos un trato…

Aquella voz era la de Inuyasha, que había sido capturado junto con Kyoko por los Yokais que los estaban rastreando. Fue la propia Irasue la que se encargó de hacerles una emboscada mientras vagaban por el pueblo.

—Sigues siendo tan descortés como siempre —sonrió Irasue —No sé qué estabas haciendo por la aldea, pero nos has hecho un gran favor, Inuyasha.

—¿Hacía falta darnos un somnífero? Habíamos venido a ver a Kirinmaru —dijo Kyoko.

—Vaya, qué detalle. Teniendo en cuenta de que tú eres el arma que puede derrotarlo, no sé cómo tomármelo.

—Irasue, tú sabías que yo no quería sacrificar a nadie para acabar con él —dijo Inuyasha —¿O es que acaso no lo recuerdas?

—Prometí que no tocaría a la sacerdotisa. Pero ella no es la sacerdotisa, aún siendo el ingrediente que faltaba para forjar la espada —contestó la Diosa.

—¿Entonces qué pretendéis? ¿Salvarlo o darle el golpe de gracia? —preguntó Kyoko —Sabemos que está terriblemente enfermo.

Irasue la miró con desdén.

—Kirinmaru se encuentra perfectamente bien. No digáis tonterías.

—¿Entonces a qué has venido, si lo que buscas no es acabar con su vida? —preguntó Inuyasha.

—He venido a vigilaros y a encargarme de que no arruinéis nuestra boda. Es muy extraño encontraros tan lejos de vuestra aldea.

—Lady Irasue… os hemos dicho que nuestra intención es salvarle. ¡Su enfermedad es fruto de una maldición! — exclamó Kyoko, pues estaba perdiendo la paciencia.

—¿Pretendes que confíe en vosotros? ¿Por qué ibais a querer salvarle? Sabéis perfectamente la amenaza que supone para la humanidad. Pero no te preocupes, humana. El día de nuestra boda te llevaré ante él, pues necesito que tome de tu sangre.

—¿Así que reconoces que está enfermo? —preguntó Inuyasha.

—Nunca he dicho que estuviese enfermo.

—¿Para qué necesita la sangre de Kyoko, entonces?

—Digamos que es mi regalo de bodas para él. Le gustan las doncellas indefensas.

—¡Mentirosa! —exclamó Inuyasha.

Irasue abandonó la celda, dejándoles completamente solos.

—Por lo menos hemos cumplido el objetivo —dijo Kyoko. En dos días podré acercarme a él.

—Es peligroso, Kyoko. ¿Y si no puede controlarse y te desangras?

—Le conozco. Nunca me haría daño —sonrió ella.

—Pero te ha olvidado.

—No del todo. Le voy a convencer que me deje con vida para descubrir quién le ha maldito. Con un solo mechón de su pelo bastará. Hemos de parar esta guerra de humanos contra Yokais como sea. ¿Qué soy yo a cambio de salvar a la raza humana?

Inuyasha sonrió amargamente. Kyoko tenía razón, pero no dejaba de preocuparse por ella.

—Prométeme que tendrás cuidado.

—Por supuesto —contestó ella, con un guiño.


ERA FEUDAL – PALACIO DE LA LUNA

Sus suaves caricias estaban haciendo un efecto peligroso en Sesshomaru. Ya no era capaz de simular frialdad en su mirada, aun la rabia contenida que surgía de cada poro de su piel. Kagome se percató de que todavía albergaba sentimientos por ella. Sus gestos lo delataban, y nombrar a Inuyasha no hacía más que manifestar los celos que sentía hacia él.

"¿Por qué has venido?"

La respuesta a su pregunta era bien fácil. Pero no lograba pensar con claridad ante el cúmulo de sensaciones que estaba experimentando. Aquel demonio la enloquecía hasta el punto de no acordarse ni de su nombre, y eso le hacía perder la compostura. Pero ya no podía ocultarlo más. Ver su reacción ante la caricia de sus cabellos le provocó querer dar un paso más.

¿Qué ocurriría si se atrevía a volver a probar sus labios, sabiendo la rabia contenida que albergaba en su interior? El Daiyokai la miró fijamente mientras sus manos seguían agarrando su delicado cuello. Aquella sensación de estar al borde de la muerte al mínimo gesto le daba pavor, pero su mirada no engañaba. No era la mirada de un asesino a punto de acabar con su víctima. Era más bien la de un hombre desesperado y confundido con su repentina aparición en su vida. Un hombre que no entendía cuál era el motivo de que su mundo hubiese vuelto a desmoronarse por su culpa. Un hombre plagado de sentimientos hacia ella, y de los que no era capaz de deshacerse por completo a pesar de su compromiso con otra mujer.

Aquello le dio fuerzas para poder ofrecerle una clara y concisa explicación a su visita inesperada.

—He venido porque te amo… —confesó Kagome, finalmente.

La mano que sostenía el cuello de la joven empezó a temblar. Sesshomaru cerró los ojos, desconfiado ante su declaración. El Daiyokai estaba reaccionando a sus palabras.

—Mentirosa… —respondió, soltándola tras una dura batalla en su interior.

—¿Qué te ocurre, Sesshomaru? ¿Tan poco te quieres a ti mismo para no creer que una mujer como yo pueda amarte?

Las lágrimas de Kagome empezaron a brotar por sus mejillas. ¿Cómo había sido capaz de reaccionar de aquella forma ante su confesión?

El Daiyokai la miró con sus ojos dorados que se habían vuelto del color del fuego.

—¿Cómo puedes decirme eso si te vi besando a mi hermano? —dijo por fin, repleto de furia.

Kagome comprendió entonces el motivo de sus celos. Recordó la noche en la que desapareció, justo cuando Inuyasha y ella tuvieron la conversación en la que él se declaró.

—Aquella noche le rechacé, Sesshomaru —respondió ella, con voz entrecortada debido al llanto — Sí que es cierto que me besó, pero fue un beso robado. ¡Aquella noche le conté que te quería a ti!

Kagome empezó a respirar aceleradamente ante la mirada atónica del Daiyokai que no se esperaba en absoluto aquella declaración.

—Yo era una persona triste, aburrida y anclada al pasado porque había perdido la ilusión de vivir. Enterré mi arco y mis poderes, pues me dolía demasiado tener que aferrarme a los momentos que viví junto con Inuyasha y el resto de mis amigos. Escapé a Londres por el bien de mi salud mental, pero no lograba emocionarme con nada. Mi vida estaba vacía, sin sentido y yendo a la deriva… hasta que apareciste tú, Sesshomaru. Viniste a secuestrarme, a desafiarme… a poner mi mundo del revés. En una sola semana me hiciste sentir más viva que nada ni nadie en toda mi existencia. Me respetaste, me dejaste luchar a tu lado y me trataste como a una igual.

Me aferré al recuerdo de Inuyasha porque no había nada más en este maldito mundo que me incitara a seguir luchando. Es por ti que ahora estoy aquí. Porque mientras exista un atisbo de esperanza, pienso luchar por ti hasta que comprendas que lo que te digo es real.

Estos son mis verdaderos sentimientos.

Kagome observó cómo el rostro del Daiyokai se ruborizaba ante su confesión. No recordaba haberlo visto así nunca.

—Si crees que Inuyasha…

—¿Quieres dejar de hablar de mi hermano de una maldita vez? —interrumpió él.

Aquella confesión inesperada le había dejado sin aliento, y ya no era capaz de luchar contra sus verdaderos sentimientos. Se lanzó hacia sus labios con el ansia de no querer dejar de besarla jamás, mientras sus lenguas volvían a encontrarse, voraces, después de tantos meses separados el uno del otro.

Kagome cerró los ojos, jadeando intensamente ante sus ansiosos besos y caricias que le recorrían el cuerpo, desde su níveo cuello hasta la cintura. Cualquier roce con sus fuertes manos la llevaba al cielo.

El Daiyokai, preso de su locura, empezó lamerle los senos a la vez que la joven chapoteaba en el agua, intentando agarrarse a las piedras para no desfallecer de placer. Le rodeó la cintura con sus piernas de forma que notó su prominente erección. Ejercer tal poder sobre él la hacía sentirse viva e invencible.

Sesshomaru la obligó a girarse velozmente de forma que su cara chocase contra las piedras, a la vez que le acariciaba los pechos con sus fuertes manos. Kagome se encontraba de espaldas, desnuda y completamente a su merced, exhalando gemidos que le hacían despertar a la bestia que habitaba en su interior.

La penetró fuertemente sin juego previo ni piedad, sin darle tiempo a asumir que el hombre al que amaba se encontraba dentro de ella confundido por la mezcla de sentimientos que le causaba: Ira, pasión, odio y amor… todo un cóctel explosivo de emociones que en breve estallarían al alcanzar el éxtasis más desesperado de su existencia. La agarró por su delicado cuello mientras la embestía fuertemente, gruñendo como las bestias y embriagándose con su esencia. Sus ojos se tornaban rojos ante el deseo descontrolado de poseerla para siempre, a la vez que ella gemía desesperada, sin miedo alguno a ser escuchada en aquella casa de baños termales del Palacio de la Luna. El Daiyokai le tapó la boca para ahogarle los gemidos que lo estaban llevando al abismo de su perdición.

¿Por qué las cosas eran tan complicadas?

Odiaba tener que desposarse con Hanna cuando lo que realmente anhelaba era convertir a Kagome en su princesa.

Alcanzaron el clímax al mismo tiempo, con el temor desesperado de no poder volver a compartir aquel momento entre los dos. Las piernas de Kagome temblaban ante lo que acababa de suceder. Probar a Sesshomaru en su condición de demonio le había ofrecido un sexo completamente salvaje, sin delicadeces ni romanticismos. Era él en su esencia, sin palabras bonitas ni promesas que no se podían cumplir. Aquel salvaje Daiyokai la volvía loca en cuerpo y alma, y estaba dispuesta a luchar por él.

—No puede volver a repetirse —sentenció Sesshomaru mientras le ofrecía una toalla.

—No te creo.

Kagome se acercó a él, con enojo en su rostro.

—Me voy a casar, Kagome. Es necesario que esta alianza llegue a buen término.

—Mírame a la cara y dime que amas a Lady Hanna. Si es así, despareceré de tu vista para siempre.

—No importa lo que yo sienta.

—¿Desde cuándo no importan tus sentimientos? ¡Vas a compartir el resto de tu vida con ella! ¿Es que no te das cuenta? Nunca has ansiado el poder. ¿Por qué ahora es tan importante gobernar sobre estas tierras?

En aquel momento hubiese deseado abrazarla fuertemente mientras se ahogaba en lágrimas, pero aquel error no podía volver a repetirse. Era demasiado peligroso. Si Hanna se enterara, anularía el compromiso y la vida de Kagome correría peligro. Pero no podía contarle la verdad. Decirle que lo estaba haciendo por ella complicaría aún más las cosas. Había decidido su destino, y así debía ser.

—Mañana partiremos hacia el Este. Vendrás como mi guardia personal, tal y como te adelanté en el dojo.

A Sesshomaru le estaba costando tremendamente sacar las palabras de forma que pareciesen frías y distantes. Aquel mismo día le llegó a sus oídos que su madre había apresado a su hermano, y la joven cuyo cuerpo albergaba el alma de Kikyo estaba con él. Había agotado todas las posibilidades de encontrar el hechizo de desvinculación. Quizás si pudiese tratarlo con la sacerdotisa habría esperanzas de obtener alguna pista. Para ello necesitaba traer a Kagome. Kikyo debía examinarla con el fin de conocer el hechizo al que estaba sometida. No se le ocurría otra salida que llevarla a la boca del lobo, pero era necesario para liberarla de la Diosa Irasue y de su influencia sobre ella.

—¿Así que me has utilizado para desquitarte? ¿Para ti ha sido un simple calentón? —preguntó ella, completamente dolida.

—Qué poco te quieres a ti misma para afirmar tal cosa…

—Me quiero demasiado como para no seguirte y así no ser testigo de cómo te casas con otra.

—Vendrás conmigo. ¡No se hable más!

Kagome salió de la sala, devastada por el comportamiento tan frío y déspota del Daiyokai. Lo que había sentido con él no podía ser mentira. Algo le estaba ocultando y tenía que averiguarlo.

"Quizás es mejor así" pensó Sesshomaru para sus adentros. Tenía que aprender a controlarse, pero la declaración de Kagome le había dejado fuera de juego. Si ella supiera sus verdaderos sentimientos, lucharía por él poniendo en peligro su vida. No merecía formar parte de aquel juego macabro en el cual todos eran peones de su madre. Algún día, cuando todo hubiese acabado, regresaría a por ella, tal y como le prometió hace unos meses en aquel recóndito hotel situado entre Osaka y Shizuoka.


Queridos/as lectores/as,

Muchas gracias por seguir fieles a esta historia. Cada review me llena de alegría y me incita a escribir más. Si os habéis fijado, empecé a hacer capítulos de 1.500/2.000 palabras y ahora hago una media de 3.500/4.000 palabras. No está mal, ¿verdad? Intento ser fiel a colgar un capítulo por semana, aunque también depende un poco de mi vida laboral y familiar. Soy madre de dos niñas y a veces me cuesta encontrar tiempo. Así que voy a comentar algunas reviews:

Faby Sama: Siempre fiel desde el principio de la historia. Recuerdo que te confundí al principio al aparecer Rin en los primeros capítulos, aunque a estas alturas yo creo que ves por dónde va la historia con el triángulo amoroso ya cerrado ;). Sé que te hago sufrir (sorryyy!) pero también procuro ofrecer momentos esperanzadores. Me alegro que te gustase el anterior capítulo.

Didivet: Gracias por comentar. Sesshomaru es muy listo y poco iba a durar Kagome disfrazada.

Marijo: Me alegra que te emocionase tanto. Fue un reencuentro extraño, pero muy de "ellos" jejeje.

Mayloren: La regadera queda lejana, jaja. Aquí ha habido un poquito de todo.

Yami96: Soy mala, lo sé. Pero después de la que se avecinaba, tenía que cortar por algún sitio, jejeje.

Selenekou: Espero haber compensado algo haberos dejado a medias ;)

Chechy14: Sí! Por fin la descubrió. Pero las cosas no van a ser fáciles para la pareja. Aún queda mucho camino por delante (y una guerra por en medio). Un abrazo desde Barcelona!!

Candy01234: Qué bien que te parezca brutal la historia. Me alegro mucho. Mil gracias ;)

Nos leemos!!