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Una adaptación a Crepúsculo por Redana Crisp.


Disclaimer

Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer. La historia a Rainbow Rowell. Yo sólo los mezclo y juego con ellos. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este trabajo, que solamente es publicado en Fanfiction / . / Net.


Capítulo 36

Edward llamó a Tanya la mañana siguiente y la siguiente. Su madre seguía diciendo que Tanya no estaba en casa. Ella no le devolvió la llamada hasta la víspera de Año Nuevo.

—Recibí tu carta —dijo—, ¿puedes encontrarte conmigo en el parque?

— ¿Ahora? —preguntó él.

—Ahora.

Edward tomó prestado el carro de su hermana y condujo hacia un pequeño parque infantil cerca de la casa de Tanya. Era donde iban cuando no tenían dinero o gasolina. Estaba vacío cuando llegó, así que se sentó en el carrusel a esperar. No había sido una blanca Navidad, el suelo estaba pelado y marrón, pero aún hacía frío.

Edward pateó el carrusel para moverlo y lo dejo girar lentamente hasta que vio a Tanya caminando hacia él, todavía a una cuadra. Estaba usando un lápiz labial rosa brillante y un minivestido floreado sobre ropa interior térmica. Esperaba que se sentara a su lado. Lo hizo. Ella olía a gardenias. Quería tocarla, saltar sobre ella. Cubrirla como a una granada de mano.

Tanya exhaló sin emoción.

—Pensé que probablemente deberíamos hablar —dijo ella—, pensé que debería explicar…

—No tienes que hacerlo —dijo Edward, sacudiendo la cabeza. Ella plegó su falda bajo las piernas.

— ¿Tienes frío? —preguntó.

—Quiero que sepas que lo siento —dijo ella.

—Puedes tomar mi chaqueta.

—Edward, escucha…—se volvió hacia él. Se dijo a sí mismo que no mirara a otro lado—. Lo siento—dijo—. Pero siento que lo que pasó probablemente sucedió por una razón. Trajo todo hacia la superficie.

— ¿Qué todo?

—Todo entre nosotros—dijo, impaciente—, nuestra relación.

—Te dije, no tenemos que hablar sobre esto.

—Sí, tenemos. Me viste con otro hombre. ¿No crees que vale la pena hablar sobre eso?

Jesús. Otro hombre. ¿Por qué lo había dicho de esa manera?

—Edward…—dijo ella. Él negó con la cabeza, pateó el suelo otra vez hasta que estuvieron moviéndose.

—No era mi intención que esto sucediera —dijo ella después de dos o tres vueltas—. Llegué a conocer a Quil cuando estábamos ensayando The Straw. Estuvimos juntos todo el tiempo, y solo se convirtió en algo más.

—Pero esa obra fue en septiembre. —dijo Edward, con nueva angustia.

—Sí.

—Fue justo después de que llegáramos a California.

—Te debería haber dicho antes.

—No —dijo Edward—, debías haber… no hecho esto.

Ambos estuvieron silenciosos por unos pocos minutos. Edward se mantuvo pateando, haciendo que el equipo del parque infantil girara cada vez más rápido, hasta que Tanya lo agarró del brazo.

—Detente —dijo—, me estoy mareando—. Clavó los talones en la fría, dura tierra y se aferró a una de las agarraderas.

— ¿Cómo creías que iba a terminar nuestra relación? —preguntó Tanya cuando se detuvieron, parecía molesta—. Y no digas que creías que no iba a terminar. No eres tan ingenuo—lo era. —Estas cosas terminan —dijo ella—. Siempre terminan. Nadie se casa con su primer amor. El primer amor es tan sólo eso. El primero. Se insinúa que algo más seguirá.

—Nunca pensé que te oiría contradecir a Romeo y Julieta —dijo.

—Habrían roto si hubieran vivido para la secuela.

—Te amo —dijo él, muy parecido a un gemido—. Dime que no me amas.

—No diré eso. —Su rostro era frío.

—Entonces di que lo haces.

—Siempre te amaré —dijo ella, objetivamente. No lo miraba.

—Siempre—dijo—, pero no ahora. No lo suficiente… Si estuviese destinada a estar contigo —dijo Tanya—, no me habría enamorado de Quil.

Una vez, cuando Edward estaba jugando croquet con su hermana, ella accidentalmente le había abierto una herida en la sien con un mazo. Instantes antes de caer al suelo, Edward pensó: "Podría morir ahora, esto es todo". Así es como se sintió cuando Tanya le dijo que estaba enamorada de Quil.

—Lo haces sonar como si te hubiera sucedido —dijo—, como que no tuviste nada que ver con eso. Haces que la infidelidad se parezca a un agujero en la acera. Pudiste elegir.

— ¿Infidelidad? —Ella rodó los ojos— Bien. Supongo que elegí ser infiel. ¿Todavía quieres estar conmigo, sabiendo eso?

—Sí.

Ella echó hacia atrás su cabeza con disgusto. Edward se acercó a ella. Había una fría barra de metal entre ellos (exactamente del tipo que no pretendes lamer).

— ¿Por qué querías que viniera contigo a California? —preguntó—. ¿Si sabías que íbamos a romper?

—No lo planeé de esta forma —dijo ella. Menos molesta ahora y tal vez un poco avergonzada—, no sabía cuándo íbamos a romper.

—No sabía que alguna vez íbamos a romper —dijo él—, si me hubieses dicho que era una conclusión inevitable, no te habría seguido a través del país…

Se interrumpió para mirarla. Incluso en la oscuridad, incluso en enero, hasta rompiendo su corazón, era rosa y radiante. Le recordaba a un rosal floreciendo en cámara lenta.

—Dios… —dijo— ¿Sabes qué? Probablemente lo habría hecho.

Ambos estaban en silencio de nuevo. Edward no podía confiar en sí mismo para hablar. Todo lo que quería decir estaba mal. Todo lo que quería decir la haría quererlo menos.

—Quería que vinieras conmigo —dijo Tanya finalmente— porque estaba asustada de viajar sola. Me dije a mí misma que estaba bien, dejándote seguirme… ya que era lo que querías. Y no tenías otros planes. Y… porque supongo que no estaba lista para decirte adiós.

Estuvieron en silencio por otro largo rato.

—No es que ya no esté enamorada de ti —dijo Tanya—, simplemente no soy la misma persona que era cuando me enamoré de ti.

Silencio.

—La gente cambia —dijo ella.

—Deja de hablarme así —dijo.

— ¿Cómo así?

—Como si fuera Lord Greystoke (1), y necesitara ser educado en los caminos del hombre. Sé que la gente cambia. Pensé… pensé que íbamos a cambiar juntos, pensé que eso es lo que significa estar enamorado.

—Lo siento.

Más silencio. Tanya observó cómo su aliento se helaba. Se apoyó en sus codos e hizo que su rostro luciera distante. Luego afligido. Luego apenado. Se quedó con el apenado. Edward la había visto hacer esto tantas veces, probar rostros, que no le molestaba.

—Hace rato —dijo Edward—, dijiste que no lo planeaste de esta forma. ¿Cómo lo planeaste?

—No lo planeé —dijo—, tenía la esperanza de que ambos sabríamos cuando llegara la hora… Que tendríamos uno de esos momentos. Como en las películas extranjeras cuando algo pequeño sucede, algo casi imperceptible y lo cambia todo. Como cuando hay un hombre y una mujer tomando el desayuno… y el hombre alcanza la mermelada y la mujer dice: ―Pensé que no te gustaba la mermelada y el hombre dice: ―No me gustaba. En otro tiempo.

O tal vez ni siquiera fuese tan obvio. Quizás él alarga la mano hacia la mermelada, y ella simplemente lo mira como si no lo conociera ya. Como si, en el momento en que tomó el frasco, ella no pudiera reconocerlo. Después del desayuno, él iría a dar un paseo, y ella iría a su cuarto y llenaría una delgada maleta marrón. Se detendría en la acera y se preguntaría si debería decir adiós, si debería dejar una nota. Pero no lo haría. Simplemente tomaría un taxi y se iría. Él sabe que en cuanto gire en su entrada, ella se habrá ido. Pero no se voltea. No se arrepiente de un solo día que pasaron juntos, incluido éste. Tal vez encuentra uno de sus listones en las escaleras…

Tanya se recostó sobre el carrusel. Se había convencido a sí misma de estar en un lugar tranquilo. Edward se acostó a su lado, de modo que sus cabezas casi se tocaban en el centro.

— ¿Quién me está interpretando en tu película? —preguntó gentilmente.

—Daniel Day-Lewis (2) —dijo ella. Sonrió.

Edward probablemente podría besarla ahora si quisiera. En su lugar, se inclinó hacia su oído para que pudiera oírle susurrar.

—Nunca ha habido un momento —dijo apenas— en el que no te reconociera.

Ella se secó los ojos. Su rímel estaba corrido. Él empujó el carrusel para que se moviera. Podría besarla ahora si quisiera.

—Te reconocería en la oscuridad —dijo— desde miles de kilómetros de distancia. No hay nada en que pudieras convertirte para que no me hubiese enamorado.

Podría besarla.

—Te conozco —dijo.

Incluso cuando se volteó hacia él, incluso cuando su mano fue a su mejilla, Edward sabía que esto no significaba que Tanya había cambiado de opinión. Estaba diciendo "sí" al momento, no a él. Intentó decirse a sí mismo que esto era suficiente, pero no podía. No lo era. Ahora que ella estaba en sus brazos, necesitaba que le dijera que todo estaría bien.

—Dime que me amas —dijo entre besos.

—Te amo.

—Siempre —dijo. Salió como una orden.

—Siempre.

—Sólo a mí.

Ella lo besó.

—Sólo a mí —dijo él de nuevo.

—No me hagas esto—dijo ella.

—Tanya… —dijo él.

—No puedo.

Edward se incorporó. Caminó de forma irregular fuera del carrusel.

—Edward—dijo ella—, espera.

Él negó con la cabeza. Quería llorar de nuevo, pero no enfrente de ella. No enfrente de ella otra vez. Comenzó a caminar hacia el carro.

—No quiero que te vayas —dijo Tanya. Estaba molesta—. No quiero que esto termine así.

—No tienes elección —dijo Edward—, ya sucedió así, sin más.


1 Lord Greystoke: Es el nombre verdadero de Tarzán.

2 Daniel Day-Lewis: Actor británico. Sus películas más conocidas son Lincoln, Las Brujas de Salem y La Edad de la Inocencia. (Es gracioso porque el protagonista de esta historia se llama Lincoln :o y este actor interpreta a Abraham Lincoln en Lincoln lol).