CAPÍTULO 38 – HACIA LAS TIERRAS DEL ESTE

ERA FEUDAL – PALACIO DE LA LUNA

Kagome apenas logró dormir aquella noche. Abrazó fuertemente a Shippo, que se había vuelto a infiltrar en el castillo para estar a su lado.

—Por lo menos has encontrado la respuesta que venías buscando, Kagome —dijo el pequeño zorro recién despertado — Todavía existe algo entre vosotros.

—Lo sé… pero no es suficiente. Algo me está ocultando. A Sesshomaru nunca le ha interesado gobernar, y menos aliarse con su madre. ¿Por qué le interesa entonces casarse con Lady Hanna? Tampoco sé por qué quiere que le acompañe a las Tierras del Este. ¿Acaso quiere que sea testigo de su enlace?

—¿Y cómo sabes que Sesshomaru todavía tiene sentimientos por ti?

Kagome se sonrojó sin saber cómo plantearle a su inocente amigo lo que había ocurrido en las aguas termales.

—Lo vi en su mirada y en sus gestos. Incluso nos llegamos a besar… Soy una persona horrible. Lady Hanna me ha tratado bien desde que llegué y he intentado arruinar su compromiso.

—Eso es porque no te lo crees, Kagome. No crees que estén enamorados.

—Ya no sé qué creer. En breve anunciarán su compromiso.

Las lágrimas de Kagome volvieron a brotar.

— ¿Después de su rechazo vas a seguir luchando por él?

—Ayer me quise rendir, Shippo… pero me ha pedido que le acompañe como una de sus guardianes en el viaje al Palacio del Este. No me apetece estar a su lado, y Lady Hanna no se merece que me interponga entre ellos.

—Pero puedes escaparte si crees que vas a sufrir.

—No debo huir. Algo sucede en el Este con Kirinmaru. Inuyasha y Kyoko están allí y puede ser que me necesiten. Es mi oportunidad para poder hacer algo en esta guerra que no tiene ningún sentido. Me declaré y me dijo que era un error, pero ello no debe impedir que quiera seguir adelante, a pesar de la vergüenza que pasé.

—Uuufff… Pero has sido muy valiente. Pocas personas se atreverían a hacer lo que hiciste.

—Más bien una inconsciente. Ayer me dijo que acudiera hoy al dojo para enseñarme un par de técnicas, pero no quiero estar con él después de lo sucedido.

—No vayas, Kagome. Tienes derecho a estar así. No has hecho nada malo.

—Lo malo que he hecho es perder la cabeza por ese idiota.


El entrenamiento había sido especialmente duro por la mañana, pero ayudó a Kagome a evadirse de sus pensamientos. Cuando llegó el descanso, decidió practicar un rato con el arco. Se deshizo de su parche para apuntar mejor a las diferentes dianas del recinto mientras se ataba fuertemente el pelo con una coleta. Su puntería había mejorado notablemente desde que regresó a la era feudal, así como su forma física y concentración gracias a los ejercicios con Kyoko.

Se asustó al ver a su compañero de entrenamiento, Kyosuke, que la había seguido.

—¿Qué haces aquí?

—Hola Hiyori —respondió con una sonrisa —La verdad es que me aburría y he venido a entrenar mi puntería. ¿Puedo?

Kagome asintió con la mirada.

—¿Qué ha pasado con tu ojo? ¿Ya lo tienes mejor?

—S… sí —contestó con cara de circunstancias. Se había olvidado de que no llevaba el parche.

Kyosuke era un joven de su edad, humano con los cabellos marrones. Su mirada risueña le recordaba a la de Axel. Vestía un kimono negro y cinta roja atada en la cintura, como ella. Ambos llevaban manga corta debido al calor del verano. Apenas había intercambiado varias palabras con él desde que se unió a su equipo de entrenamiento, pero parecía una persona noble. Él pertenecía a la guardia de Lady Hanna, y Kagome era la única integrante de la guardia de Sesshomaru que entrenaba con ellos. La joven sacerdotisa procuraba entrenar sin sus poderes espirituales para no levantar sospechas.

Entrenaron un rato hasta que el comandante de la guardia, sir Touma, apareció de la nada.

—Hiyori. Lord Sesshomaru te espera en el dojo del palacio.

A Kagome le dio un vuelco en el corazón al escuchar su nombre.

"Mierda. Creía que se había olvidado" pensó para sus adentros. Odiaba tener que ceder después de lo que sucedió ayer, pero si el comandante le daba una orden, debía acatarla para evitar represalias.

Caminó nerviosa por los largos pasillos del palacio. ¿Qué pretendía después de lo sucedido? Ignoraba el macabro juego que se llevaba entre manos, pues no tenía sentido volver a verse a solas. .

Respiró profundamente al llegar a la puerta del dojo.

"Cálmate, Kagome. No me ha de ver nerviosa. No le des ese placer"

Al abrir la puerta se encontró con él, vestido con su mismo kimono negro sin mangas y cinta carmesí atada en la cintura. El pelo recogido con una coleta alta permitía dejarle ver su rostro al completo, incluidas las bellas marcas de su frente que delataban su verdadera naturaleza de Daiyokai ¿Por qué tenía que ser tan rabiosamente guapo?

—Llegas tarde —dijo Sesshomaru con semblante serio.

—Pensaba que no vendrías —contestó ella fríamente. No era capaz de hablarle de otra forma.

—Dije que te explicaría un par de técnicas antes del viaje, y eso haré — Se acercó a ella hasta tenerla de frente.—En primer lugar, partiremos hacia el Este por la tarde. Irás con los guardias de Hanna y con los míos. Sé que has estado usando un ungüento para disimular tu olor y a decir verdad, funciona perfectamente. Has de llevarlo siempre contigo. Irasue no puede saber que estás con nosotros.

—¿Por qué?

—Te lo explicaré a su debido tiempo. Cuando lleguemos al Este te quedarás en una casa donde te espera Jaken. No has de ir al castillo bajo ningún concepto.

Sesshomaru no podía arriesgarse a que Irasue descubriese la esencia de Kagome. Por lo menos hasta averiguar la cura que las desvinculara y así liberarla de la influencia de su madre.

—¿Pretendes que te obedezca ciegamente después de todo lo que ha pasado?

Kagome ya no era capaz de contenerse ante las órdenes que le imponía como si de un soldado de su ejército se tratase.

Sesshomaru la observó con una mirada que le heló la sangre.

—Hemos venido a entrenar. No a discutir.

—¿Cómo eres capaz, Sesshomaru? Nunca me había sentido tan utilizada. Estás prometido y aún así acudiste a mí, sabiendo lo que sentía… Eres ruin y cruel.

El Daiyokai caminó hacia ella y posó las manos sobre las suyas.

—Muéstrame tu aura.

—¿Cómo?

—Necesito saber si ya la controlas. Tienes que conseguir separar mis manos de las tuyas. Una vez lo logres, has de volver a tu estado normal.

Kagome se concentró en la tristeza de su corazón, en la rabia que sintió al ser rechazada por él y en lo frío que estaba siendo en aquel momento con ella.

Una luz cegadora surgió de pronto en su interior, tan potente como la ira que sentía, haciéndose cada vez más intensa y brillante. Sesshomaru la observaba, agarrando sus manos firmemente hasta que la fuerza purificadora le hizo soltarla al quemarse con ella.

Se apartó mientras la joven luchaba por volver en sí misma. La luz retrocedió volviendo a su cuerpo de forma controlada.

—Veo que ya dominas la técnica, incluso estando muy enfadada. Eso era lo que más me preocupaba.

—¿Estabas intentando hacerme rabiar para comprobar si dominaba mi aura? —Kagome se encontraba cada vez más confundida. ¿Acaso su frialdad estaba relacionada con querer ponerla a prueba para ver si sería capaz de aguantar en el combate?

—Te has puesto rabiosa tú sola —replicó el Daiyokai. —Probemos el combate cuerpo a cuerpo.

Kagome se ruborizó solo de pensar que debía luchar contra él, contra aquel cuerpo de infarto tan letal y majestuoso al mismo tiempo. Aquello se había convertido en un castigo divino.

—¡Atácame! —exclamó el Daiyokai con seriedad.

La joven sacerdotisa se lanzó hacia él, empezando por un puñetazo y varias patadas que esquivó sin dificultad. No había forma de alcanzarle. Era demasiado rápido.

—Has de usar tu aura mientras me atacas. Eso te dará velocidad y fuerza — decía mientras neutralizaba cada movimiento —Piensa que es una flecha sagrada. Eso te ayudará.

Kagome se concentró en su aura, y de su cuerpo brotó un destello descontrolado que la empujó fuertemente hacia el Daiyokai. Cayó en sus brazos, chocando el rostro contra su pecho.

—P… perdón —dijo ella con la cara sonrojada. Cualquier roce le hacía avivar la llama que intentaba apagar con desesperación.

"Esto es demasiado cruel" pensaba para sus adentros.

—Deberás practicar más con esta técnica. Si la dominas podrás hacerlo con una katana, y entonces será letal.

Kagome volvió a concentrarse en su rabia y su tristeza. Aquellos sentimientos eran perfectos para estallar, y de pronto el destello de su cuerpo se hizo más fuerte. Sesshomaru la observaba con ojos de orgullo al ver el poder que brotaba de su interior.

—¡Ataca! —gritó cuando el aura se volvió lo suficientemente fuerte.

Se lanzó velozmente sobre él, con el cuerpo rodeado de una llama azulada que aumentaba su fuerza y reflejos. Sesshomaru frenó el puñetazo, pero no logró evitar que ambos cayesen al suelo, quedándose Kagome tumbada encima de él y a escasos centímetros de su boca. El corazón de la joven se exaltó al fijarse en sus perfectos labios, a los que había besado tan vorazmente el día anterior. Por un segundo se perdió en sus ojos, más felinos que de costumbre y de un brillo tan intenso que la abrumaba. No podía evitarlo. Amaba a aquel hombre con locura, por mucho que intentara negar lo evidente.

"Kagome…"

Sesshomaru apenas había dormido aquella noche. Las palabras de Kagome parecían sinceras, y no paraba de darle vueltas en su desordenada cabeza. Después de cuatro meses dolido por su supuesta traición, le costaba creer que la joven había acudido al castillo porque lo amaba.

"Amor…"

Tantas noches sin dormir odiando aquel sentimiento… y ahora que lo tenía en la palma de su mano no podía entregarse a él bajo ningún concepto. La vida de Kagome valía más que su deseo egoísta de volver a estar con ella.

La conocía perfectamente, y sabía que al mínimo atisbo de duda en él, lucharía con obcecación hasta averiguar la verdad. Una verdad que la salpicaría al tener su vida en las manos de Irasue. No podía mostrar debilidad. Su deber era protegerla, esconder sus sentimientos para alejarla de cualquier peligro… Por lo menos hasta averiguar la forma de desvincularla de su madre.

"¿Me esperarás?"

Su fuerte sentido del honor le impedía preguntarle tal cosa. Su plan tenía que ser creíble porque al mínimo error, Irasue podría percatarse y cumplir con su amenaza. Debía mantener a Kagome al margen para crear un escenario real con Hanna. Tenía que engañarlos a todos, y sin la joven sacerdotisa a su lado, su engaño sería más efectivo.

"No me mires así… me estás volviendo loco…"

Los hermosos ojos de Kagome se posaron sobre los suyos. Aquella mirada cándida que tanto había ansiado volver a ver, ahora lo observaba con rabia y tristeza por la frialdad manifestada desde que se reencontraron. Sus carnosos labios… tan cercanos e inalcanzables al mismo tiempo... Hubiese pactado con el mismísimo diablo para volver a besarlos aunque solo fuese por una milésima de segundo. Si le seguía mirando de aquella manera sería incapaz de continuar con la farsa por mucho tiempo.

La sensación que le producía el mero roce de su piel se había agudizado hasta límites insospechados con la recuperación de sus poderes de Yokai, y ni siquiera él podía librarse de su potente embrujo.

Le rozó suavemente las mejillas con sus manos. Su corazón le latía acelerado hasta el punto de empezar a perder el control sobre su cuerpo. ¿Por qué no podía dejar de acariciarla? Su ansia de tenerla entre sus brazos aumentaba de forma exponencial.

"Contrólate"

Kagome respondió a su caricia, palpándole las violáceas marcas de su rostro. Cerró los ojos, hipnotizado por las múltiples sensaciones que estaba experimentando. Tenía que controlarse por ella, por su vida… pero aquel suave contacto con su piel le abrasaba por dentro. La joven se apartó al darse cuenta de lo cerca que estaban, sintiendo su aliento cada vez más entrecortado ante la inevitable atracción que sentían el uno por el otro.

Se levantó del suelo con las piernas temblorosas y completamente sonrojada por lo sucedido. Su actitud le pareció adorable. Cualquier gesto o conducta suya le hacía quererla cada vez más… No existía remedio alguno para su corazón descontrolado.

—Me he de preparar para el viaje —dijo ella, cortante, sin mirarle a la cara mientras abría la puerta del dojo.

Su cuerpo seguía tembloroso con la situación.

—A partir de ahora voy a odiarte, Sesshomaru. No importa lo que me cueste… pero pienso conseguirlo.

El Daiyokai levantó la vista mientras pronunciaba aquellas duras palabras y cerraba la puerta a sus espaldas.

"Mierda…"

—¡¡Mierda!! —exclamó al quedarse solo mientras golpeaba el suelo hasta el punto de agujerearlo. Sus sentidos estaban completamente agudizados, así como la ira que llevaba conteniendo desde hacía demasiado tiempo.


—No he podido, Shippo… —le decía Kagome a su amigo mientras se preparaba para el viaje a las Tierras del Este —El comandante quiere que esté lista en una hora y no puedo parar de llorar.

El pequeño demonio zorro se sentía impotente ante la tristeza de su amiga.

—¿Y si huyes, Kagome? Estás sufriendo demasiado.

—En realidad ya he huido de él. Me fui en medio del entrenamiento diciéndole que intentaría odiarle.

—¿Lo conseguirás?

Kagome miró al techo, resignada con todo lo sucedido y completamente confundida por el extraño comportamiento del Daiyokai. Su actitud en el dojo fue frívola hasta que ambos se acercaron lo suficiente como para apartarse, ruborizados. Algo le decía que no le estaba siendo completamente sincero, ya que sus actos diferían demasiado de sus palabras. En el momento que se miraron el uno al otro notó cómo ambos se abrumaban con solo observarse. Aquella intensidad debía significar algo. Pero por otro lado él ya había tomado su decisión de seguir con Lady Hanna a pesar de haberse declarado. Se sentía impotente ante los acontecimientos, pero aun así, algo le decía que debía seguirle a las Tierras del Este. Desconfiaba de las intenciones de Kirinmaru y de la Diosa Irasue. Podía ser de ayuda si las cosas se torcían ya que se había entrenado duramente desde que regresó a la época feudal.

A pesar de querer odiarlo, sentía la necesidad de seguir a su lado y averiguar lo que había sucedido con Inuyasha y Kyoko, que partieron en busca de una cura para el Lord del Este y convencerle de parar aquella absurda guerra. No podía quedarse quieta en palacio, y menos en la aldea de Kaede.

—Me gustaría que vinieseis Kirara y tú conmigo, Shippo.

—¿De verdad? ¿Sesshomaru te lo permitirá?

—Todos los soldados iremos encima de yokais voladores. No creo que les importe que me lleve a mi propia nekomata conmigo. Y tú eres pequeño. Pasarás desapercibido.

Shippo sonrió, contento de que por lo menos Kagome se olvidara por un minuto de su tristeza.


Sesshomaru miró al techo, suspirando por lo sucedido. Se había tumbado un rato en el lecho de sus aposentos, abrumado ante las duras palabras de Kagome. No había dudas. La joven se había sentido tremendamente herida por su comportamiento.

"El fin justifica los medios" se repetía una y otra vez hasta interiorizarlo. Las guerras se ganaban realizando sacrificios por el camino. ¿Y qué mejor recompensa que salvar su preciada vida?

Cerró los ojos pensando en todos los detalles. El encuentro de ayer le había dejado una huella imborrable, del que todavía se estaba recuperando. Sintió la necesidad de seguir pensando en su hermoso cuerpo, recorriendo cada parte con su imaginación y fantaseando cada momento vivido junto a ella.

Sus manos empezaron a deslizarse suavemente hasta llegar al interior de su kimono, sintiéndose completamente fuera de sí.

¿En qué sucia mente cabía excitarse ante tal abrumadora situación? Jamás en su larga existencia había caído en tales tentaciones a pesar de haber tenido diversas parejas por las cuales no sentía nada en absoluto. Su mente fría siempre se mantenía intacta como digno Daiyokai que era. Ninguna mujer le llenaba hasta el punto de caer en el abismo y enloquecer como lo estaba haciendo en aquel momento.

"Estás enfermo" pensaba para sí, odiándose por sentir la imperiosa necesidad de autocomplacerse pensando en toda ella, sus suaves caricias y pechos erectos con el roce de sus garras… la escuchaba jadear en su cabeza, disfrutando con cada beso y lamido en su cuello.

Aquello no era sano, pero no era capaz de frenar. En aquel momento no había honor, ni dolor por el daño que le había causado… solo una mente en blanco que ansiaba su olor, su cuerpo y sus labios…

Ya no era capaz de frenar…

Ni la culpa, ni la tristeza ni pensar en su larga soledad.

No había vuelta atrás.


La guardia personal ya estaba lista para emprender el viaje a las Tierras del Este. Los Yokais de Sesshomaru emprendían el vuelo mientras los humanos de Lady Hanna se quedaban en tierra esperando a los futuros señores del Palacio. Touma, el comandante del ejército, había permitido a Kagome viajar con Kirara. Shippo la acompañaba escondido entre su pelaje, aunque varios de sus compañeros ya se habían percatado de su presencia. Todos vestían con kimono negro, cinta roja en la cintura y una máscara que les tapaba el rostro. Kagome era de las pocas guerreras que empuñaban un arco, ya que la mayoría preferían usar katanas.

—¿Qué pasa con los guerreros humanos? —preguntó Shippo — ¿Van a ir a las Tierras del Este caminado?

—Parece ser que no hay suficientes Yokais voladores —contestó Kagome, con su rostro cubierto y cabello recogido con una coleta alta.

Saludó a Kyosuke, el compañero con el que había entrenado por la mañana.

—Veo que has conseguido transporte, Hiyori —dijo, risueño, al verla aparecer encima de Kirara —Nosotros iremos a pie.

—¿Quieres que te lleve? —preguntó Kagome —Hay sitio para los dos.

—¿En serio? ¿No te importa?

Kagome asintió con la mirada y lo agarró por el brazo. Le presentó a Shippo, que estaba escondido en el pelaje.

—¡Un kitsune! —exclamó Kyosuke —Hacía mucho tiempo que no veía ninguno.

La conversación fue interrumpida al vislumbrar un gran carruaje a lo lejos sostenido por varios Yokais voladores, entre ellos una bestia de dos cabezas que a Kagome le resultó tremendamente familiar.

—¡Es Ah-Un! —exclamaron Shippo y Kagome al mismo tiempo.

—¿Conocéis a ese bicho? —preguntó Kyosuke.

—Bueno…. Lord Sesshomaru se paseaba mucho con él cuando venía a visitar la aldea —intentó disimular Kagome.

La joven sacerdotisa observó a Sesshomaru y Lady Hanna, que se hallaban sentados en la carroza, y la apariencia de él le evocó recuerdos del pasado, al verlo vestido con su blanco kimono de antaño y bordados de flor de cerezo rojas en el cuello y mangas. En su obi amarillo portaba las dos míticas espadas "Colmillo Sagrado" y "Colmillo Explosivo". Su pelo plateado ondeaba fieramente con el viento, tal y como lo recordaba en el pasado, aunque ya no lo llevaba tan largo debido a que se lo había cortado en la era moderna. Irradiaba respeto y majestuosidad al mismo tiempo. Desde luego, a pesar de sus asperezas, aquel Daiyokai había nacido para gobernar. Lady Hanna lo agarraba del brazo, vestida con un precioso kimono rojo con las mismas flores de cerezo. Su cabello, adornado con flores rojas y una preciosa tiara, le daban un aire de nobleza y distinción. Kagome odiaba admitir que la belleza de aquella mujer era digna de la del Lord del Oeste.

El comandante hizo un gesto para acercar los soldados al carruaje, tanto Yokais como humanos, que se arrodillaron ante ellos como gesto de respeto.

Kagome y Kyosuke se bajaron de Kirara para hacer lo mismo que sus compañeros. Sesshomaru se levantó empuñando "Colmillo Explosivo" dando un grito de guerra, a lo que el resto de soldados hicieron lo mismo con sus katanas.

—Lady Hanna es preciosa… —murmuró Shippo, sorprendido ante la belleza de la mujer.

—Lo sé… soy una Idiota pensando que podía competir con ella… Encima es un buen acuerdo para unir los frentes del Oeste con el Norte.

—Tú también eres preciosa, Kagome.

—Gracias… —sonrió forzadamente.

—A este paso serán invencibles. ¿Qué pasará con la humanidad?

—Por eso hemos de ir con Inuyasha y Kyoko. Si todo sigue según el plan, con un poco de suerte podremos parar esta guerra, Shippo.

Kagome suspiró mientras observaba a la pareja en la lejanía. Parecían haber nacido para gobernar juntos. Ambos eran guapos, elegantes, poderosos… cualquier ejército caería rendido a sus pies ante el inmenso poder que transmitían. Sesshomaru tenía unas tierras que gobernar, un propósito en su era en el que ella no encajaba. Verlos juntos le había hecho darse cuenta de lo importante que era aquel enlace para unir fuerzas y así seguir adelante con la guerra. Tarde o temprano, si la raza humana se enfrentaba a la Yokai, acabarían siendo enemigos.

¿Y por qué razón la acechó en las aguas termales? Parecía celoso con lo sucedido con Inuyasha. ¿Acaso fue un momento de debilidad por parte del Daiyokai? Le extrañaba que simplemente se tratase de un mero impulso sexual. Sesshomaru no era de esa clase de hombres, y la confundió hasta el punto de revelarle todo lo que sentía por él.

"Soy una estúpida"

—¡Soldados! —gritó el comandante subido encima de un demonio nekomata —Aquellos que vayáis por tierra, tenéis que acudir al bosque que se encuentra a medio día de camino. En él os esperan compañeros con criaturas aladas que permitirán que podáis alcanzarnos durante el viaje. Cuando llegue la noche pararemos en la gran llanura a acampar. Aquellos que vayáis por aire, adelantaos al carruaje de Lord Sesshomaru y Lady Hanna. Me han llegado a mis oídos que los sureños planean un ataque.

—¿Desde cuándo los sureños planean algo? —preguntó Kyosuke sin esperar a obtener respuesta. Se había vuelto a subir encima de Kirara para poder viajar por el aire.

Las Tierras del Sur eran salvajes sin ningún Lord que les gobernase. Kagome había escuchado algunas historias terroríficas sobre ellos, aunque no estaba segura hasta qué punto eran ciertas.

—El comandante parece muy enérgico hoy —apreció Kagome.

—Por fin se encontrará con su amada Irasue —contestó Kyosuke.

—¿Qué me he perdido?

—Es lo que se rumorea en el castillo. Touma siempre ha estado enamorado de Lady Irasue, pero ella lo dejó aquí cuando viajó a las Tierras del Este para averiguar la verdad sobre Lord Kirinmaru. Imagínate la decepción que se llevó cuando anunció su compromiso con él. Desde entonces ya no ha vuelto a ser el mismo.

—Pero… el comandante no es un demonio completo…. Me cuesta creer que Lady Irasue lo haya aceptado como su hombre de confianza.

—Es el único Hanyo al que trata. Nadie se lo explica, pero siempre han luchado juntos. Antiguamente era su capitán, pero ascendió a comandante hace poco.

Kagome se fijó en Touma. Su aspecto era completamente humano excepto los ojos de color violeta. Sus cabellos, negros y largos, los llevaba recogidos con una cuidada coleta que le ayudaba a despejarse la cara durante el combate. Su piel, curtida con algunas cicatrices, demostraba haber librado grandes batallas. Era un hombre atractivo, con una mirada que expresaba sabiduría. Ignoraba su edad, pero aparentaba la de un hombre en sus cuarenta años. La joven sintió una tremenda empatía hacia él, pensando en que si los rumores eran ciertos, él también emprendía un viaje para ser testigo de cómo le rompían el corazón.

"Qué poco conozco a mis compañeros" pensó. Se había centrado tanto en Sesshomaru que no prestó atención a nada más. Ni siquiera a las historias que circulaban por el palacio.

—Sabes muchas cosas —dijo Kagome, con una ligera sonrisa.

—Es cuestión de estar atento a lo que sucede alrededor —contestó Kyosuke, risueño.

El comandante Touma se acercó a ellos mientras volaban delante del carruaje.

—¡Hiyori y Kyosuke! ¡Mirad al frente! No podéis estar hablando porque cualquier despiste puede ser letal.

—¡Si, señor! —contestaron al unísono.


El viaje estaba siendo tranquilo para el séquito del Lord y la futura Lady del Oeste. Kagome calculó que habían transcurrido tres horas desde que emprendieron la marcha, quedando poco tiempo de sol antes de que acechara la noche.

—Si todo va bien, en un rato pararemos a acampar, y por la mañana llegaremos a las Tierras del Este.

—¿Y por qué no viajamos de noche? No parece que quede mucho camino.

—Por la noche el ejército de los sureños es más peligroso. Existen muchos tipos de Yokais espirituales que extraen su poder de la luz de las luna. Lo mejor es acampar creando una barrera de fuerza para que no nos moleste nadie.

—Vaya…

Cuántas cosas le quedaban a Kagome por aprender de la historia de aquellas tierras. Pudo haberlo estudiado cuando se quedó en la época actual después de que el pozo se sellase, pero necesitaba olvidarlas para seguir adelante. Además, todas ellas podían ser objeto de fantasías en los libros de su era, sin saber a ciencia cierta si se trataba de la realidad o mero folclore.

Se giró para observar el majestuoso carruaje que todos estaban protegiendo. El semblante de Sesshomaru,serio y estoico, no perdía detalle en observar todo lo que sucedía a su alrededor, como si de un ave rapaz se tratase. ¿En qué estaría pensando? En el fondo debía darle igual, ignorarle tal y como estaba haciendo él, pero su vista le traicionaba sin poder evitarlo.

Por un momento pareció que sus ojos se dirigían a los suyos, lo que provocó que Kagome se girase en el acto, avergonzada. El comandante Touma seguía delante dirigiéndoles y haciéndoles señas de que el frente se hallaba despejado. La joven respiró cuando empezaron a descender en busca de cobijo.

Aterrizaron en una gran llanura rodeada de montañas. Era un lugar ideal para guarecerse durante la noche, a la espera de que la guardia de tierra se uniese a ellos una vez hubiesen conseguido hacerse con bestias aladas para seguir con el viaje.

Kagome ayudó con los preparativos de la acampada, en la que encendieron diversas fogatas, además de montar dos tiendas hechas con tela, una para cada soberano. Sesshomaru y Lady Hanna se encontraban cerca de la orilla del río a la espera de que el campamento estuviese preparado.

—¿Una tienda de campaña para cada uno? —preguntó Shippo —¿Es que duermen separados?

—Por supuesto —contestó Kyosuke. —Todavía no están casados.

Kagome respiró aliviada, aunque consciente de que dormir separados podía ser por apariencia. Al final, todos los monarcas hacían lo que les venía en gana, disponiendo de amantes o concubinas para su propio placer. Sesshomaru no tenía por qué ser una excepción, teniendo en cuenta lo sucedido en las aguas termales.

A la hora de la cena, todos los soldados se sentaron junto a la hoguera, compartiendo carne de caza, así como algunas frutas que llevaban como provisión. Kagome apenas probó comida, pensando en el banquete que les habían preparado a los futuros monarcas dentro de una de las tiendas. La pasividad no era propia de Sesshomaru, pero se estaba comportando como un Lord al que se debía proteger, cuando él era el Daiyokai más temible de todos. ¿Acaso lo hacía para agradar a Lady Hanna?

Después de cenar empezaron a cantar junto a la hoguera, mientras uno de ellos repartía bebida entre el ejército.

—Pensaba que el alcohol estaba prohibido —dijo Kagome al ver que sus compañeros se emborrachaban.

—El comandante se ha ido a dormir y han aprovechado para divertirse un poco —respondió Kyosuke sonriendo, mientras bebía un trago de vino —Es normal, Hiyori. Todos lo hacen a escondidas.

Kagome se levantó mientras Shippo y Kirara dormían. No le apetecía beber ni divertirse. Se acercó a la tienda sigilosamente, donde las luces de las velas seguían encendidas en su interior. Un par de guardias vigilaban la entrada, y solo lograba escuchar algún murmullo de vez en cuando. Se sintió idiota por estar atenta a cada paso que daba, cuando el Daiyokai no le había prestado la menor atención. Quizás era mejor así… una forma de enterrar su historia de una maldita vez por todas.

La joven se sobresaltó al escuchar unos gritos a lo lejos. Al girarse sobre sus espaldas logró distinguir unas enormes llamaradas. Corrió velozmente hacia donde estaban Kirara y Shippo.

—¡Nos están atacando! —gritó un soldado que apenas lograba sostenerse en pie. La mayor parte del ejército había bebido demasiado vino como para estar alerta del ataque.

El comandante apareció empuñando su katana para emprender el contraataque. Kagome subió encima de Kirara junto con Shippo para poder visualizar mejor al enemigo.

—Parecen Yokais —dijo Shippo.

—Pensaba que habían puesto una barrera para alejarlos.

—La barrera no ha funcionado.

Kagome empezó a sospechar del soldado que había repartido la bebida a la hora de la cena. ¿Y si se trataba de una trampa? Les estaban atacando desde dentro.

Se acercó a un grupo de soldados que estaban batallando contra diferentes demonios. Kagome empuñó su arco y empezó a lanzar flechas celestiales que resultaban tremendamente eficaces. Volvió a alzarse en el cielo en busca de otro grupo de enemigos contra los que luchar, cuando de pronto empezó a notar un aura tremendamente poderosa.

—¿Quién anda ahí? —preguntó mientras apuntaba con su arco en la nada.

Escuchó una risa desconocida a su lado. Se giró a sus espaldas hasta que logró distinguir una figura humanoide que la estaba observando.

Kirara gruñó ante el desconocido, que se mantenía flotando por sus propios medios.

—Así que tú eres la sacerdotisa —dijo el hombre, que parecía un poderoso Daiyokai. Su apariencia era la de una persona, excepto por sus orejas puntiagudas y ojos amarillos con pupilas de serpiente. Sus cabellos, verdes como el musgo, los llevaba largos y desdeñados. Vestía una armadura de samurái con una gran katana guardada en su obi.

—¿Quién eres tú? —preguntó ella, desafiante, mientras lo apuntaba con su arco.

—Esas flechas celestiales son las de una sacerdotisa. De eso no hay duda —sonrió mientras la observaba —Permíteme que me presente. Me llamo Tetsuo. Soy el Lord de las Tierras del Sur.

—¡Mentiroso! —gritó Kagome —¡La gente del sur no reconoce a nadie como su Lord!

La joven disparó la flecha, que fue interceptada por el Daiyokai sin dificultad alguna.

—¿Crees que vas a poder derrotarme con una simple flecha? No soy un Yokai normal, por si no lo habías notado.

"Mierda. Es muy poderoso" pensó.

—¡Huyamos, Kagome! —gritó Shippo.

Kirara voló en dirección contraria, pero Tetsuo no tardó en alcanzarles, interponiéndose en su camino.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó Kagome.

—He venido a matarte —contestó él. —Como bien dices, la gente del Sur no reconoce a nadie como su Lord, excepto si logro traer la cabeza de la sacerdotisa más poderosa de estas tierras. Conseguiré mi propósito gracias a tu sangre.

—¿Cómo sabías que estaba aquí?

—Tengo espías por todos lados, querida. No es nada personal. Simplemente has de desparecer para que yo pueda gobernar sobre las Tierras del Sur.

Kagome alentó a Kirara para huir de nuevo, pero no había escapatoria. Tetsuo era demasiado rápido para la nekomata. El Daiyokai emitió un destello que lanzó sobre Kagome, desequilibrándola al intentar defenderse y provocando que cayera al vacío desde una gran altura.

Cerró los ojos mientras escuchaba los gritos de Shippo a lo lejos. Se notaba tremendamente cansada y herida. ¿Aquello era el final para ella? Siguió descendiendo hasta que Kirara la interceptó de nuevo antes de caer estrepitosamente contra el suelo.

Intentó incorporarse una vez en tierra, pero el cuerpo le pesaba demasiado. Aquel destello la había alcanzado y estaba herida. Escuchó a Kirara gruñir mientras Tetsuo emitía una poderosa carcajada.

—Esto va a ser pan comido, sacerdotisa.

Desempuñó su espada a la vez que surgía una luz de su interior. Aquella luz iba a ser lanzada contra ella. Necesitaba concentrarse para repelerla, pero su cuerpo le pesaba demasiado.

"No puedo rendirme ahora…. Si tan solo pudiese verte por última vez…."

Intentó crear una barrera de poder espiritual mientras algo se interponía entre la honda expansiva de su espada y ella. Por un momento le pareció escuchar un grito que reconocería en cualquier parte. Un grito ahogado y visceral seguido de un estallido que dejó a Tetsuo fuera de juego.

"¿Estoy soñando? ¿Eres tú?"

Le miró a los ojos de color de oro mientras pronunciaba su nombre con desesperación al verla herida. Su bella mirada expresaba ira y preocupación ante lo que estaba sucediendo.

—¡Kagome! Aguanta… por favor….

La joven sonrió, feliz, antes de desmayarse en sus brazos.


Este es otro capítulo de los más largos. Espero que lo hayáis disfrutado ;) Ya veis que tengo cuerda para rato xDD

Esperaré vuestros comentarios con ansias (ya sabéis que los escritores de fanfics vivimos de la ilusión de que interactuéis con la historia, así que ya sabéis. Darle mucho amor) 3 3

Contesto a algunas reviews:

Chechy14: Gracias por tu review, como siempre ;). Me alegra saber que sigues fiel a la historia. Irasue la verdad es que es muy odiable, jajaja.

Mayloren: Me alegro haber superado las expectativas. Eso es genial ;)

Marijo García: Gracias por la review. Irasue va acumulando odios por todas partes, jeje.

Didivet: Sí. Por fin Sessh y Kag hablaron. Aunque las cosas no han ido tan bien como se esperaba.

BitterCandy: Gracias! Kag se ha quitado un peso de encima contándole lo que sentía, pero él aún no puede entregarse a ella. Todavía no hasta que no resuelva el hechizo que la vincula con Irasue.

Yami96: Muchas gracias por tu review. Aún queda un poco para saber si la boda de Irasue y Kirinmaru se desarrollará normalmente. Respecto a la Emperatriz divorciada, la tengo apuntada en Webtoon pero todavía no la he empezado a leer. Quizás lo hago para coger ideas, jajaja. Es broma ;)

Annie Pérez: Bienvenida a esta historia. Espero que la disfrutes.

Nos leemos!!