A/N: ¡Hola a todos! Vuelvo por fin con un nuevo capítulo. Ha pasado mucho tiempo, pero siempre termino actualizando. Sigo con el campeonato nacional, aunque no le daré mucho desarrollo. Pronto volveré a la historia de Bokuto y Narumi como tal. Ya queda poco para el final.
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El color de una sinfonía
Capítulo 37
Amuleto
Narumi observó a la psicóloga con curiosidad. En sus charlas, la mujer mantenía siempre sus manos quietas sobre su regazo. En las series o películas que Narumi había visto alguna vez, ese tipo de profesionales solían llevar una libreta en la que apuntaban cosas, pero ella en cambio no apuntaba nunca nada de lo que hablaban.
—¿Qué se le pasa por la mente, Matsuyama-san?
—Oh. No, nada —Narumi dio un pequeño respingo. La psicóloga era una mujer muy perceptiva. Quizás no sería ningún problema si le preguntaba directamente—. Solo estaba pensando que nunca apunta nada.
—¿Y por qué tendría que apuntar algo?
—Alguna valoración o reflexión sobre mí o las cosas que hablamos. Siento si he sido una grosera por meterme donde no me llaman —corrigió rápidamente al notar un ligero cambio de actitud en la psicóloga.
—Personalmente lo encuentro bastante poco práctico. Creo que distrae al paciente y se rompe con la dinámica de hacer que esto se convierta más en una charla entre dos personas que en una sesión. En mi opinión, de esta manera el paciente está más cómodo.
—Tiene todo el sentido… —murmuró Narumi.
—Hecho este pequeño inciso —continuó la mujer—, me estaba hablando de la relación con su hermano. Me estaba contando que él empezó a tocar el piano y que se apuntó al conservatorio.
Narumi asintió.
—Un día le acompañé y me fascinó todo lo que vi allí, así que yo también quise aprender. Terminé escogiendo el violín como primer instrumento y pronto empezaron a decirme que tenía mucho talento, que me quedaba enseguida con las melodías que escuchaba. Eso me dio muchos ánimos para esforzarme y mejoré muy rápido al violín.
—Ha dicho que escogió el violín como primer instrumento. ¿Cuál era el segundo?
Narumi guardó silencio por unos instantes. Tragó saliva antes de hablar, intentando deshacer el nudo en su garganta.
—El piano.
—Como su hermano.
—Sí.
—¿Y qué tal tocaba el piano?
—No tan bien como el violín, pero bastante bien —Narumi sintió que le fallaba la voz.
—¿Y su hermano?
Narumi agachó la mirada. No podía esperar menos de una de las mejores psicólogas del país. La actitud de la chica le había llevado a comprender inmediatamente que Narumi estaba dando un rodeo al asunto, intentando no profundizar en ello.
—Horaru era bueno… Pero lo terminó dejando.
—¿Por qué?
—Decía que no tenía el talento suficiente.
—¿Y cree que ese fue el motivo real?
—¿Por qué me hace esa pregunta? —Narumi se sentía dolida— ¿Es que cree que había otra razón?
—Quiero que me lo diga usted, Matsuyama-san.
—Pero si me pregunta eso es porque espera que le diga otra cosa.
—Matsuyama-san, ya se lo he dicho, no pretendo ser su enemiga, sino profundizar en los motivos de su dolor y ponerles solución.
Narumi suspiró y cerró los ojos. Era raro intentar poner en orden todos los pensamientos confusos que había tenido durante tantos años. Permaneció varios minutos en la misma postura, intentando aclararse y escuchando a las voces que le decían que le contara absolutamente todo a aquella desconocida y las que le decían que había sentimientos que era no mejor no compartir, que debían permanecer para ella.
—Creo que lo dejó porque yo era mejor que él —pronunció finalmente.
—¿Y cree que eso le frustraba?
—No lo sé. Pero creo que no. Después de dejarlo, Horaru se volcó conmigo. Me ayudaba en mis clases particulares de música y cuando estudiaba para el conservatorio. De hecho, él era el que elegía las piezas que yo tocaba en los recitales. Siempre sabía con qué podría rendir mejor… —la psicóloga no le hizo ninguna pregunta más. Por la manera en la que Narumi se mordió el labio supo que la chica iba a decir más, pero estaba buscando las palabras correctas— Creo que es posible que Horaru hiciera eso para que yo escogiera el camino de la música, no el del mundo de los negocios.
La psicóloga asintió con lentitud, como si absorbiera poco a poco las palabras de Narumi para intentar comprenderlas. A continuación, se puso en pie. El sonido de sus zapatos de tacón la acompañó hasta un enorme mueble de madera. Al abrirlo, Narumi vio que ahí era donde guardaba los archivos de sus pacientes. La mujer buscó en un archivador en concreto, lo sacó y lo colocó sobre su escritorio. Pasó varias hojas hasta dar con el contenido que le interesaba y sacó un par de folios para volver después al sillón sobre el que estaba sentada.
—Como ya le dije, hablé con varias personas sobre su hermano. En base a eso, llegué a varias conclusiones —la psicóloga pareció leer rápidamente algunos apartados—. Creo que su hermano Matsuyama Horaru tenía un coeficiente intelectual muy por encima de la media, lo que le convertía en una persona especial. Veía el mundo de una manera muy diferente al resto de personas. Sin embargo, tener un coeficiente intelectual alto no significa que pueda ir acompañado de talento y su hermano no tenía talento para la música. Él supo verlo muy bien y por ese motivo decidió dejarlo, en vez de esforzarse como hizo usted, Matsuyama-san. Porque el talento también hay que pulirlo.
—¿Qué me quiere decir con esto?
—Que el cerebro de su hermano funcionaba de una manera muy diferente al de una persona media y que tenía además cierta tendencia al abandono de aquellas cosas que no podía controlar.
—¿Cree entonces que podríamos haber evitado todo esto?
—Ya se lo dije, su hermano pertenece a ese pequeñísimo porcentaje de muertes por suicidio que no tienen ninguna explicación. Su hermano, como el resto de las personas, era imprevisible. Solo me he limitado a analizar en base a mis datos cómo funcionaba su mente igual que en base a nuestras conversaciones estoy aprendiendo cómo funciona la suya.
—¿Y cómo funciona mi mente?
—Es pronto todavía para que se lo diga. Debemos avanzar un poco más en nuestras sesiones, pero llegará el día en el que esté preparada para escuchar todo lo que le tengo que decir.
...
Las tres chicas dieron una palmada en perfecta sincronía y cerraron los ojos para concentrarse en sus oraciones. Cuando terminaron, se acercaron a uno de los puestos cercanos del templo y compraron unos amuletos de la suerte.
—¿Por qué has comprado dos? —preguntó Anri con curiosidad a Narumi.
—Es un secreto —la chica sonrió y dirigió una mirada de soslayo a su amiga— ¿Y tú? Has comprado uno.
—Es un secreto también —replicó, poniéndose ligeramente colorada. Anri dio rápidamente media vuelta y enfiló las escaleras del templo para ser la primera en salir. Narumi enarcó ambas cejas. Su pregunta había sido planteada más bien como una broma, pero la reacción de su amiga le daba a entender que claramente podía haber otras intenciones detrás de aquella compra.
—¿Ya lo has comprado? —Akari se le acercó, ajena a lo que acababa de suceder.
—Sí. Vamos o llegaremos tarde.
Las dos chicas corrieron hacia Anri para ponerse a su altura y tomaron el metro hasta el Gimnasio Metropolitano de Tokyo. Era el segundo día del campeonato y Fukurodani se enfrentaba a la preparatoria Morikawa, de la prefectura de Hokkaido. El equipo rival había estado exento de jugar la primera ronda, así que estaban sin ninguna duda ante un digno oponente.
Al llegar al gimnasio, el ambiente era incluso más animado que el del primer día. Los equipos se habían reducido considerablemente y la emoción por seguir avanzando puestos en el campeonato aumentaba.
En aquella ocasión, los chicos de Fukurodani jugaban en el Gimnasio A, donde se sucedían varios partidos a la vez. La atención estaba puesta sobre todo en el partido que enfrentaba a Karasuno e Inarizaki. O eso le pareció escuchar a Narumi. Al caminar entre las gradas la gente parecía muy emocionada con lo que estaba sucediendo en esa pista y cómo sorpresivamente el Karasuno había sido capaz de ganarle el primer set a un equipo tan potente como Inarizaki.
Sin embargo, su interés y su atención estaban puestos sobre Fukurodani. Habían aprendido la lección de la jornada anterior y ella, Akari y Anri se habían levantado muy pronto para conseguir buenos sitios, así que gozaban de una más que satisfactoria segunda fila. Lo único que lamentaban era no haber podido llegar antes incluso. El madrugón que se habían dado tenía también un segundo objetivo, que era pasarse por uno de los templos a pedir suerte para el equipo de cara al campeonato. Habían comprado incluso algunos amuletos, pero no habían podido dárselos. Akari había llamado a Konoha y el chico les había prometido que podrían verse después del partido, en la entrada del gimnasio.
Durante el partido contra Morikawa, las chicas animaron junto al resto de compañeros de la escuela. El equipo de animadoras se movía al ritmo de la banda de Fukurodani, haciendo que el ambiente fuera muy festivo. Los alumnos gritaban, aplaudían y animaban a los jugadores. Narumi creía o, al menos, quería creer que ese entusiasmo por parte de todos estaba llegando al equipo porque Fukurodani estaba haciendo un partido brillante.
Narumi no entendía de deporte en general y mucho menos de volleyball. Sin embargo, podía ver que, si bien durante el primer set el resultado había sido un poco más ajustado, en el segundo Fukurodani estaba arrollando a Morikawa. Y parte de ese buen rendimiento del equipo venía provocado por Bokuto.
Narumi tampoco había visto mucho jugar a Bokuto, pero era un Bokuto diferente al de la primera jornada, que había deambulado durante varios minutos por la pista, triste porque Akaashi no le pasaba la pelota. En aquella ocasión, el chico estaba siendo como una apisonadora. Se le veía en un estado de forma excelente. Pero más allá de lo físico, podía apreciarse que mentalmente se encontraba también en un buen momento. Se le veía seguro de sí mismo y lleno de determinación en todos los movimientos que realizaba sobre la pista.
Finalmente, Fukurodani estaba a tan solo un punto de hacerse con la victoria y pasar de ronda. Komi recibió el saque de Morikawa con facilidad. El equipo comenzó a moverse por la pista, todos perfectamente coordinados. El balón cayó en los dedos de Akaashi quien rápidamente lo colocó a un Bokuto que ya estaba en el aire esperando. La barrera de Morikawa ya estaba cayendo, pero era como si el chico flotara en el aire. Ese instante en el que estuvo más tiempo en lo alto, le dio la ventaja y remató por encima de la barrera de Morikawa. El balón hizo una trayectoria descendente muy rápida, casi vertical, y golpeó con fuerza en el suelo. El árbitro levantó los brazos, indicando que el punto había sido válido y que, por lo tanto, Fukurodani ganaba aquel partido.
Un rugido se extendió por gran parte del Gimnasio A. Akari, Anri y Narumi se abrazaron y a su alrededor el resto de los estudiantes lo celebraba también con el mismo entusiasmo.
—¡Bokuto ha estado hoy alucinante! —Anri lucía verdaderamente entusiasmada.
—Totalmente —Akari asintió—. Le veo en muy buen estado de forma y hoy ha estado muy concentrado.
—Esperemos que siga así porque la diferencia es abismal. Y os digo una cosa —Anri señaló a Akari y a Narumi—, creo que este año podemos ganar.
—¿No te estás precipitando mucho? —Narumi se cruzó de brazos.
—Sé que todavía quedan partidos por jugar, pero veo al equipo fenomenal. Son muy fuertes y creo que, después de haber vencido de esta manera a Morikawa, Fukurodani va a ser de los favoritos al torneo. Es más, no considerarlos como un serio candidato me parece un insulto.
—Quién te iba a decir a ti hace unos meses que te ibas a convertir en la fan número uno del equipo —Akari rió.
—Bueno, tampoco hay que pasarse… —Anri se cruzó de brazos— Pero tampoco se lo digáis a los chicos, que no quiero que se lo crean.
Akari y Narumi intercambiaron miradas para romper a reír a carcajadas a continuación. Sin ninguna duda, Anri era única. Se hacía la dura, pero era la que más creía en las posibilidades del equipo y era la que más sufría y más animaba de las tres durante los partidos.
—La jornada no ha acabado todavía —añadió Akari, cambiando un poco de tema—. Imagino que será entonces cuando podremos verlos.
—¿Te avisará Konoha-san? —preguntó Narumi.
—Sí. Me ha dicho que me llamará.
—Pues habrá que hacer tiempo —comentó Anri—. Se está jugando todavía uno de volleyball femenino. O, si queréis, vamos a echar un ojo a la tabla. Quiero saber contra qué equipo jugamos mañana.
Las tres chicas decidieron ir a comprobar cómo había quedado el cuadro tras el segundo día de campeonato. Los equipos habían vuelto a reducirse considerablemente y ya solo quedaban los dieciséis mejores. Los ojos de las chicas viajaron por el panel, leyendo los nombres, hasta que Akari encontró el de Fukurodani. El siguiente rival sería el instituto Matsuyama Nishi Shōgyō. Ninguna había oído hablar mucho de ellos, pero, teniendo en cuenta que habían logrado clasificarse para el campeonato nacional, muy débiles no debían de ser.
—¡Fíjate! ¡El Karasuno ha ganado a Inarizaki!
—¡Qué pasada! Ha tenido que ser un partidazo.
—¡Y se enfrentan mañana a Nekoma! No nos coincide con nuestro partido, ¿no? Entonces tenemos que ir a verlo.
Narumi miró con curiosidad a los dos chicos que tenía a su lado. Vestían un uniforme verde y blanco y parecían bastante emocionados por los partidos del día siguiente.
—¿Karasuno es un equipo importante? —preguntó Narumi a Akari y Anri en tono confidente. Sus amigas se encogieron de hombros.
—Ni idea —respondió Akari—. ¿Por?
—Porque son los próximos rivales de Nekoma.
—¿Cuándo juegan? —se interesó Anri.
—Mmmm… —Narumi miró el cuadro— Mañana estará complicado. Si ganan, jugarán dos partidos.
—¿Y si ganamos contra quién jugamos?
—Contra Mujinizakawa —Narumi vio cómo Anri sacaba su teléfono y escribía algo en él–. ¿Qué haces?
—Apunto el nombre. Hay que investigar al rival —apretó el puño con fuerza y llena de determinación.
—Me parece que te estás tomando esto demasiado en serio… —una gota de sudor cayó por la frente de Narumi.
—¡Ah! ¡Por ahí vienen! —les avisó Akari.
Anri y Narumi se giraron. El equipo de Fukurodani, liderado por Bokuto, se acercaba hacia donde estaban ellas. Al verlas, les saludaron entusiasmados. Anri fue la primera en salir corriendo hacia ellos. Cuando se puso a su altura, la chica golpeó a Bokuto en el brazo y los dos se pusieron prácticamente a gritar sobre lo increíble que había estado durante todo el partido. Aquello solo alimentó más aún el ego del capitán, pero de poco sirvió que Saru o Komi le pidieran a Anri que parara porque luego serían ellos los que tendrían que aguantar al chico.
Narumi sonrió. Entre el campeonato y que los exámenes finales estaban cerca, habían tenido poco tiempo para verse y reunirse. Echaba de menos aquellos momentos que pasaban todos juntos hablando de tonterías y riendo.
—¿Y por qué queríais vernos? —preguntó Akaashi para intentar reconducir la situación.
—Hemos estado en el templo para pedir suerte para vosotros —les explicó Akari.
—¡Sois las mejores! —los ojos de Komi brillaron.
—Así que esperamos que os vaya muy bien mañana. Será un día duro —añadió Narumi, a lo que sus dos amigas asintieron—. También te he comprado algo, Bokuto —el muchacho dio un respingo y se inclinó hacia delante, lleno de curiosidad. Narumi rebuscó en su bolso y sacó un bonito amuleto de la buena suerte—. Toma.
—OOOOHHHH —los ojos de Bokuto brillaron de emoción—. ¡Eres la mejor, Narumi! —la rodeó con sus brazos y apretó con fuerza en un abrazo, haciendo que a Narumi se le escapara el aire.
—¿Así que ya estáis en esos términos de hablaros por el nombre? —Saru se cruzó de brazos.
—No diría tanto —Konoha emitió una risita—. Creo que es solo Bokuto. Matsuyama le sigue llamando por el apellido.
—Yo también he comprado un amuleto para ti, Akinori.
Konoha parpadeó varias veces, incrédulo. Akari sostenía un amuleto con ambas manos, esperando a que él lo aceptara. La chica mantenía los ojos puestos sobre el suelo y sus mejillas se habían teñido de un rojo intenso.
—Gra-Gracias —una gota de sudor cayó por la frente del chico, que cogió el amuleto dubitativo. Akari al principio parecía aliviada, como si se hubiera quitado un peso de encima, y finalmente sonrió.
—¿Y no nos habéis comprado amuletos al resto? —Komi puso los brazos en jarras.
—Bueno, he comprado también para Akaashi-san —Narumi rio nerviosa. Ahora que Komi lo decía, la verdad es que había sido bastante feo por su parte no haber pensado en el resto. La chica sacó otro amuleto de su bolso y se lo entregó al colocador—. Para ti.
—Muchas gracias, Matsuyama-san —Akaashi sonrió, verdaderamente conmovido por el gesto de la chica—. Es un detalle por tu parte. Lo guardaré con mucho cariño.
—¡No nos queréis nada! —protestó Komi.
—¿Pero a ti quién te va a querer? —broméo Saru.
—¿¡Aaaah!? —el líbero fulminó con la mirada a su amigo, despertando las carcajadas del resto.
—¡El hada!
Todos se giraron al escuchar una voz aguda interrumpir su conversación. El chico con el que Narumi se había topado el día anterior estaba a un par de metros de ellos y les señalaba con el dedo.
—¿Hada? —cuestionó Saru.
—¡Vaya! —Narumi mostró una amplia sonrisa— ¡Me alegro de volver a verte!
—Espera, ¿le conoces? —le preguntó Akaashi con curiosidad.
—¡Oi! ¡Hinata! —exclamó Bokuto antes de que Narumi pudiera responder a Akaashi.
—¡Bokuto-san! —el peli naranja dio un respingo y se puso completamente firme.
—¡Hemos visto que habéis ganado a Inarizaki! ¡Enhorabuena!
—Sí, nos hemos enterado del resultado cuando hemos terminado nuestro partido —comentó Konoha.
—Debéis estar agotados —añadió Akaashi.
—¡Sí! ¡No! ¡Bueno, un poco! —balbuceó el muchacho.
Bokuto le dio unas palmaditas en la espalda y soltó una sonora carcajada.
—Te presento a mi discípulo, Narumi —dijo lleno de orgullo—. Hinata Shoyo. Juega en Karasuno.
—¿Desde cuándo tiene Bokuto un discípulo? —Akari no deba crédito.
—No le buques mucha explicación. Son los dos igual de simples… —le comentó Akaashi por lo bajini.
—Encantada de conocerte, Hinata-kun —Narumi hizo una leve reverencia. Al verla, Hinata gritó un "Encantado" e hizo una reverencia perfecta de 90 grados que a Narumi le pareció de lo más adorable—. Eres discípulo de Bokuto, así que te estaré animando también mañana.
—¡Sí! ¡Muchas gracias! —el muchacho volvió a hacer otra reverencia llena de ímpetu, provocando en Bokuto una gran carcajada.
—Lo que me sorprende es que nadie diga nada del hecho de que ha llamado "hada" a Narumi —Anri enarcó una ceja.
—Porque de tal palo tan astilla. Así es el maestro y así es el discípulo.
Anri se giró ligeramente. Washio se había situado a su lado. El bloqueador central había estado muy callado y había aprovechado el escándalo formado por Hinata y Bokuto para ponerse al lado de Anri de forma discreta.
—¿No tienes nada para mí? —se agachó ligeramente para susurrar a la chica al oído.
Anri sintió un escalfrío y tragó saliva. Los latidos de su corazón se habían acelerado, pero intentó mantener la compostura. En un movimiento rápido, metió la mano en su bolso, sacó algo de él y golpeó a Washio en el pecho, sosteniendo con su mano un amuleto. Washio lo cogió y curvó ligeramente la comisura de sus labios con satisfacción.
—Sabía que me habías comprado uno.
–No te hagas ilusiones –le espetó Anri, mirando para otro lado–. Solo lo hago porque sí.
–Tu cara me dice lo contrario.
Anri posó sus ojos sobre el chico. Washio sonrió y Anri sintió que sus mejillas se sonrojaban y que, en definitiva, su rostro le ardía por el calor que sentía.
–¡Pues entonces devuélvemelo!
–¿Qué? No. De eso nada. Este será a partir de ahora mi amuleto de la suerte –le guiñó un ojo.
–¿Se puede saber qué estáis cuchicheando vosotros dos? –preguntó Komi.
–Nada –Washio guardó el amuleto de forma discreta en el bolsillo de su pantalón de chándal–. Deberíamos irnos. El entrenador Yamiji nos ha dejado escaparnos solo unos minutos.
–Sí. No me gustaría tener que cumplir unos de sus castigos –añadió Saru, diendo el primero en ponerse en marcha.
El grupo hizo un gesto a las chicas a modo de despedida. Bokuto, en cambio, permaneció inmóvil al lado de Narumi. La muchacha le tomó de la mano y la apretó de forma cariñosa, sonriendole. Qué guapa es, pensó Bokuto.
–Yo... –balbuceó el capitán, buscando algunas palabras que sonaran bonitas y reconfortantes.
–¡Bokuto! –le llamó Komi.
–¿Qué diablos estás haciendo? –le espetó Konoha desde la distancia.
–¡Voy! –Bokuto dirigió una última mirada a Narumi.
–Mucha suerte –la chica hizo una pausa–, capitán.
Los ojos de Bokuto se iluminaron.
–¡Gracias! –exclamó emocionado para darle un beso rápido en la frente y salir corriendo hacia sus compañeros de equipo.
Narumi se quedó paralizada por el gesto de Bokuto y se llevó la mano a la frente, sintiendo todavía el roce de los labios del chico sobre la zona.
–Sois asquerosamente adorables –farfulló Anri, despertando las carcajadas tanto de Akari como de Narumi.
Las chicas emprendieron su camino hacia el exterior del gimnasio para regresar a casa. Antes de salir del edificio, Narumi miró hacia atrás, pero ya no había ni rastro del equipo de Fukurodani. Aún así, sonrió. Deseaba de todo corazón que los chicos pudieran conseguir grandes cosas en el campeonato.
"Solo en contadísimas ocasiones encontramos a alguien a quien podamos transmitir nuestro estado de ánimo con exactitud, alguien con quien podamos comunicarnos a la perfección. Es casi todo un milagro, o una suerte inesperada, hallar a esa persona"
— Haruki Murakami
¡Nos leemos!
