Capitulo 38:
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—Por cierto, hay algo que he querido preguntarte, ¿Y tú qué haces con ese perro Sebastián? —preguntó de repente Ciel.
Sebastián apartó la mirada del can y le miró con una sonrisa —Joven amo, este es un pequeño favor que le he hecho a Boruto.
Ciel elevó la ceja. No entendía nada.
Sebastian lanzó la pelota y Colmillos corrió directo a buscarla.
—Verá señor —comenzó a explicar —antes de que todo el caos en el barco comenzara, busqué a Boruto para advertirle sobre la presencia de Saitou, no le expliqué mucho, a decir verdad y antes de que me retirara, Boruto me pidió que sacara a Colmillos de allí, pues cuando todo comenzara le sería difícil con él hacer las cosas.
El perro regresó con la pelota y se la devolvió mientras movía la cola efusivamente.
Ciel estornudó.
—Espero que lo devuelvas cuanto antes, ya sabes que tengo alergia —dijo dándose la vuelta para ingresar a la mansión.
Sebástian acarició la cabeza del canino —Bien, creo que es hora.
Y sin más. Desapareció.
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Sarada caminaba de un lado a otro —Ya pasaron uno días desde que volvimos y Colmillos…
Antes de que Boruto le contestara, Sebastián apareció en la sala con el perro y dio un leve saludo al estilo mayordomo.
—¡Colmillos! —gritó la pelinegra cuando lo tuvo en sus brazos.
El perro era enorme pero ella sabía manejar su efusividad.
Boruto sonrió y se acercó —Gracias por cuidarlo Sebastián, aunque por un momento pensé que no lo habías salvado.
—Es un buen perro, quise tenerlo unos días conmigo.
—Pues te agradezco que no hayas decidido quedártelo.
—Lo hice, pero el amo es alérgico.
Boruto le miró sorprendido y sin decir más, el mayordomo desapareció.
Sarada miró en su dirección —Oh! ¿Se ha ido? —preguntó con sorpresa.
Boruto volteó a verla y asintió. Se acercó unos pasos a ella con las manos en los bolsillos de su pants —¿Más tranquila?
Ella sonrió —Claro que sí. Colmillos representa una parte importante de nuestra historia —dijo sin dejar de darle mimos en las orejas puntiagudas al perro.
Boruto sonrió —Ya lo creo que sí hermosa.
De un momento a otro, el sonido de la puerta los alertó. Los golpes incesantes seguido de la voz desesperada de Himawari no le permitieron a Boruto dudaren abrir.
—¿Hima? —preguntó preocupado al verla llorar.
—Boruto… papá envió unas cartas… leí la mía… —rebuscó en su bolso y sacó un sobre tendiéndosela al rubio.
Este la tomó. Sarada se acercó a ambos mientras que rápidamente y con manos temblorosas comenzó a leer.
Tenía un mal presentimiento, y a medida que leía la carta, supo que algo andaba mal con su padre desde la última vez que había conversado por teléfono y este le hablara sobre su madre.
Su padre se estaba despidiendo alegando que se iría de viaje y que probablemente no regresaría. Él ya se imaginaba algo doloroso… pensar que su padre seguía sufriendo por no estar con su madre.
Miró a su hermana, quien aún hipeaba en los brazos de Sarada, quien le miraba preocupada a él.
—¿Qué te dice a ti Boruto? ¿También habló de ese viaje? —dijo entre sollozos.
Boruto asintió y luego suspiró, tendría que mentir para que Himawari no sufriera.
Llevó su mano a los hombros de su hermana para abrazarla.
—Tranquila hermanita —luego de un rato, suspiró y la apartó para sentarse los tres en el sofá. Boruto continuó —Escucha, tú pasaste más tiempo con papá después de que… mamá muriera, y tal vez te das cuenta de lo que trata de hacer con esto. Tal vez él no lo demostraba pero ambos sabemos que con la muerte de mamá él ya no era el mismo. Lo fue con nosotros y se quedó a nuestro lado hasta que fuéramos independientes. Este viaje era necesario para él porque la extraña y esta es la forma que encontró para sanar.
Himawari sorbió y luego asintió —Entiendo… pero ¿Y si de verdad no regresa?
—Puede ser que no lo haga…
Ella negó —¿Y si le pasa algo? Nosotros jamás lo sabremos…
—Lo sé hermana, pero fue su decisión y sé que suena cruel…
—Me estás pidiendo que ignoremos que se fue y…
—No lo vamos a olvidar, es papá y fue uno bueno, estuvo con nosotros hasta que crecimos. ¿si sabes que para haber tomado esta decisión tuvo que soportar la soledad?
—Pero nos tenía a nosotros.
Boruto sonrió levemente y negó con lentitud —No como padre, me refiero a su soledad como un hombre, uno que perdió al amor de su vida ¿Puedes comprender eso Hima?
—¿Tú si lo comprendes? —dijo en forma de quejido.
Boruto de inmediato miró a Sarada y sonrió —Lo comprendo Hima, porque ahora tengo a Sarada y la amo, ella es la mujer de mi vida como hombre… y… de solo pensar en que pueda faltarme un día yo… —Boruto mordió su labio inferior, no sabía que imaginar aquello podría incluso dolerle, ahora comprendía a su padre.
—Hima, lo entenderás cuando conozcas al hombre de tu vida.
Himawari mordió su labio, sin embargó asintió y se abrazó nuevamente a él.
—¿Tan mal estaba? —ahora la peliazul se sentía culpable.
—Solo… la amaba mucho hima y ya sabes… papá nunca tuvo una familia a excepción del tío Sasuke… además… nuestra madre le dio todo lo que siempre anheló.
—Esta bien —ella terminó por comprender.
Sarada se acercó aún más a ella —¿Te quedas con nosotros?
Himawari sonrió levemente y asintió.
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Boruto se encontraba en el jardín, después de un tiempo, habían regresado a la casa que era para ambos. El rubio era feliz con Sarada y visitando o siendo visitado por su hermana. El mal que hace poco había amenazado sus vidas se había detenido y ahora su preocupación era el de una vida normal a lado de su ángel, aún cuando los dos no podían considerarse humanos normales ahora querían vivir su vida tal cual y debían mantener sus habilidades ocultas y tratar de llevar esa anhelada vida normal con precaución. Boruto ni siquiera quería pensar en que alguien podría aparecer en sus vidas nuevamente para causar caos por ser quienes eran ahora.
Pero en esos momentos, Boruto no podía pensar en otra cosa que en su padre… un día después de que Himawari se fuera de casa luego de pasar unos días con ellos porque se sentía sola con lo ocurrido; Boruto había ido a ver a Sasuke, pues sentía que él podría saber algo, y como lo supuso, Sasuke fue sincero con él.
El pelinegro conocía bien a Boruto y sabía que él comprendería todo a la perfección. Boruto había llorado el día anterior, por su padre y por su madre. Ahora, estaba en el jardín admirando los girasoles. Guardando los recuerdos de su niñez, atesorándolos como lo más hermoso de su vida y pedía disculpas en silencio por haberse portado como lo había hecho con su padre antes de conocer a su ángel.
Sarada, con Colmillos a su lado le observaba. Ella sabía que él estaba triste, pero que necesitaba aquello para poder seguir adelante. Himawari creía y esperaba que su padre regresara cuando estuviera curado, pero él… él sabía cuál era la verdad y tendría que cargar con eso… siempre.
Más tarde, Boruto se recostó en la cama. El ruido de la puerta le hizo voltear y sonrió cuando miró a Sarada con una blusa y unos shorts cortos como pijama.
Él extendió los brazos, sentado y recargado sobre el respaldo de la cama y la recibió gustoso. La pelinegra se sentó en su regazo y rodeó sus brazos en su cuello, ambos sonriendo mientras él la tomaba de la cintura.
—Te amo Boruto —Besó su nariz.
—Te amo Sarada —repitió la acción.
Ella le miró con detenimiento —¿Cómo te sientes?
Aquello tomó por sorpresa al rubio pero luego se recompuso —Estoy bien. A ambos (refiriéndose a sus padres) les hubiera gustado que continuáramos con nuestras vidas y eso voy a hacer.
Sarada acarició sus cabellos y asintió —Te prometo que voy a hacerte feliz.
Boruto la acarició levemente —Ambos lo seremos… espera, ya lo somos.
Ella soltó una leve risa —Me refiero a nuestro futuro… yo… —ella carraspeó, de pronto estaba nerviosa.
Boruto abrió los ojos con impresión y la respiración se le cortó ¿A caso…?
Sarada colocó una pequeña caja de cristal frente a él, adentro, sobre una almohada en miniatura se encontraba un anillo de plata y con tres piedras pequeñas de esmeralda, la de en medio un poco más grande. Se veía muy hermosa y sencilla.
—Boruto ¿Quieres casarte conmigo? —dijo con nerviosismo.
Boruto se sonrojó violentamente, abrió la boca pero no sabía que decir —Se… se supone que… que-yo… —tragó, sentí que el corazón se le iba a salir por la boca.
—¿No quieres…? —dijo ella con miedo.
Boruto le miró inmediatamente y sostuvo entre sus manos las manos de ella con la cajita —¡No! Es decir ¡Si! ¡Si quiero mi amor!
Sarada sonrió con los ojos llorosos. Con rapidez y alegría abrió la cajita y tomó el anillo para colocarlo en su dedo.
—Vaya… —dijo él con una sonrisa nerviosa —Es que no me lo esperaba, yo… tendría que habértelo pedido antes… —se sentía eufórico, aquello había sido extraño pero le había encantado la sorpresa. Boruto miraba como el anillo se deslizaba por su dedo medio.
—No importa amor, yo quería hacerlo.
—Aún así —dijo mientras que con una mano buscaba bajo su almohada.
Sarada se sorprendió cuando le vio sacar una pequeña caja roja.
—Boruto… eso…
El rubio asintió y sonrió mientras abría la cajita frente a ella —También estaba esperando a dártelo amor. Este es para ti.
Sarada llevó las manos a su boca y contuvo un grito. Aquella situación realmente era extraña. Pero eran ellos, ya de por sí eran más que simples humanos.
—Sarada Uchiha ¿Quieres casarte conmigo?
—¡SIIIIII! ¡SI! ¡SI! ¡SI QUIERO! —Dijo mientras gritaba y brincaba sobre él como si fuera una niña emocionada por un juguete que siempre esperó.
Finalmente la pelinegra le abrazó con efusividad, y después rodaron por la cama mientras se besaban con fuerza. Boruto se separó luego de dar una leve mordida en su labio inferior y le colocó el anillo con una sonrisa dibujada en su rostro.
—Ambos estamos muy comprometidos —dijo el ángel y Boruto no pudo evitar carcajearse por aquello.
