Disclaimer: No me pertenece ningún elemento de FFVII. Esta historia es escrita por placer y sin ánimo de lucro.
El porqué de las cosas
Capítulo 38
"El verdadero Cloud"
Por Lady Yomi
El Potrillo aterrizó en las soleadas pasturas al este de Midgar donde se erguía el rancho de chocobos del viejo Bill. Allí cargarían el tanque de combustible, se abastecerían de provisiones y conseguirían ropa nueva para Aerith.
Hojo seguía atado de pies y manos en la cabina de la avioneta, por lo que Zack permaneció a su lado para frustrar cualquier intento de escape. Después de todo, nada era improbable con alguien tan desesperado e ingenioso como él.
—No recuerdo que Sephiroth experimentara algo parecido a la degradación —le dijo desde el exterior del vehículo, con los brazos cruzados y el rostro oscurecido por la sombra que proyectaba su ala—. ¿Qué hiciste para detenerla?
Hojo enseñó sus dientes amarillentos en una sonrisa mordaz.
—¡Cómo si hubiera hecho algo! La degradación es un inconveniente propio de la ineptitud de Hollander; yo jamás dejaría que una de mis valiosas creaciones se malgastara en vano. Los modelos defectuosos de Hollander demuestran su escasa creatividad y previsión científica.
—No lo entiendo. —Zack apretó los labios, asqueado por lo que se veía obligado a preguntar—. Tú fuiste el que me clonó, ¿correcto?
—Es correcto.
—¿Entonces por qué me estoy degradando? ¿No soy una de tus creaciones también?
—No me sorprende que estés sacando conclusiones apresuradas. —Hojo ladeó la cabeza y lo observó con detenimiento—. Teorizar sin un análisis previo es mera especulación, pero sospecho que tus síntomas pueden deberse a una condición diferente a la que padecieron Angeal y Genesis.
—¿Cuán diferente?
—No puedo determinarlo sin tomar algunas muestras. —Volvió a sonreír con un atisbo de malicia en la mirada—. Seguro que obtendría resultados concluyentes si me permitieras estudiar tu naturaleza.
—¡Olvídalo! —Su rostro se contrajo en un gesto de desprecio—. ¡Se acabaron tus días de jugar al profesor de ciencias!
Hojo se encogió de hombros y recostó la espalda en el asiento.
—Entonces muere como el cobarde de tu maestro.
—¡No te atrevas a mencionarlo! —le advirtió—. ¡Prefiero morir a dejar que me pongas una sola mano encima! —Giró sobre los talones y se alejó a grandes pasos del lugar, murmurando una sarta de maldiciones que hubieran escandalizado a su madre.
Sadie abandonó la cerca desde donde observaba la discusión y se acercó a su compañero con gesto conciliador.
—Imagino que no te dijo nada.
—Es como sacarle agua a las rocas. —Se detuvo para masajearse el entrecejo—. Intenta aprovecharse de nuestra angustia para recuperar su libertad; no podemos confiarnos de sus artimañas por bienintencionadas que parezcan.
—Estoy de acuerdo contigo, Hojo es un tipejo astuto y no deberíamos subestimarlo. —Se adelantó y volvió a treparse a la valla de un salto—. Además, esa ala no te queda tan mal.
—No digas estupideces. —Zack puso los ojos en blanco y se apoyó en el portón del corral—. Parezco un pajarraco manco.
—Sólo trato de ser positiva. —Suspiró—. ¿Recuerdas lo que te conté en Gold Saucer?
—¿Qué tu nombre significa "princesa"? —Le dirigió una sonrisa maliciosa—. ¿O que tenías miedo de perderme?
—¡Oh! —Sadie se sonrojó hasta las orejas y le empujó el hombro con la palma de la mano—. ¡E, eso no! ¡Lo de las alas! ¡En la góndola!
—Ah... —Torció los labios y desvió la mirada—. Sí, lo recuerdo.
—Dije que fue ingenuo creer que un par de alas podrían aliviar la angustia de Angeal, pero respondiste que lo habrían logrado de no ser por la influencia de Jenova. —Observó el fulgor de meteorito en lo alto del firmamento—. ¿Por qué cambiaste de opinión? ¿No quieres tomar mejores decisiones que él? ¿Hacer las cosas bien?
Zack se despegó del vallado con un gruñido.
—Es fácil juzgarme desde tu posición.
—¡No digas eso, me preocupo por tu bienestar!
—¡Bah! ¿Eso crees? —Se llevó las manos a la cintura—. Si pudieras volver en el tiempo, ¿te quedarías con tu tutora en lugar de escapar a las calles?
—¿Qué? —Las cejas de Sadie se derrumbaron sobre sus ojos—. Claro que no. Ni en un millón de años.
—¿Por qué no? Sólo tendrías que soportar unos años de maltrato para acceder a una vida privilegiada. Podrías haber heredado uno de los comercios más rentables de la placa superior.
—Esa no soy yo.
—Entonces no me pidas lo mismo —sentenció con rigor—. Estoy procesando este embrollo de la única forma que sé, así que perdóname por no verle el lado positivo.
—Zack, espera. No te vayas. —Abandonó la cerca de un salto y se reunió rápidamente con él—. Está bien, lo entiendo. No intentaré que pienses como yo. —Suspiró al preguntar—: ¿Qué haremos ahora? ¿Cómo descubriremos la razón de la degradación?
—Supongo... que evitando que Hojo nos engañe con sus juegos mentales. No lo necesitamos para saber que la degradación está relacionada con mi estado de copia. —Volteó a verla para añadir—: No soy como Sephiroth y Cloud; no soy humano, Sad. El mako debió degradar las células del Zack original durante la clonación.
—Pero Angeal y Génesis eran humanos, y también se degradaron.
—Nada en ellos fue natural. Los intervinieron durante la etapa fetal y el mako causó estragos en sus cuerpos desde mucho antes de nacer.
—¿Y en Sephiroth no?
—Fue una invención más avanzada, Shinra no cometió los mismos errores que con sus predecesores y lo sometió al tratamiento de mako cuando ya tenía algunos meses de vida.
—Entiendo. ¿Y qué vamos a hacer con esa información?
Zack se pasó una mano por la frente y suspiró al admitir:
—No lo sé, necesito tiempo para pensar.
—No nos queda mucho de eso.
—Lo sé —asintió antes de sentarse en el césped con expresión pensativa, observando las nubes que se deslizaban a medio cielo—. El tiempo es un recurso inestimable.
—¡O, oye! —Sadie señaló las alturas cuando una sombra se interpuso entre el sol y su rostro—. ¡Es Viento Fuerte! ¡Los demás están de vuelta!
Ambos se incorporaron y se dirigieron presurosos a la zona de aterrizaje; sumándose a Reeve, Vincent, Aerith y Nanaki, quienes se les adelantaron tras avistar la nave desde la colina donde se alzaba la finca principal.
El poderoso viento de las hélices sacudió la hierba a medida que la puerta trasera se elevaba para que los ocupantes abandonaran el vehículo. Barret fue el primero en descender y su semblante abatido presagió malas noticias, pero un perro iracundo se arrojó en su defensa antes de que pudieran interrogarlo; ladrándole a Zack y Aerith con el lomo erizado y los dientes expuestos.
—Oh... —Aerith dejó caer los hombros, desanimada por la hostilidad del animal—. Esto no hace sino empeorar.
Zack le dirigió una mirada compasiva y le dio una palmadita alentadora en el hombro.
—No te angusties, Ae. Ya te acostumbrarás.
—Eso no parece posible. —Sus ojos verdes se humedecieron al posarse en el ceño fruncido del perro—. Las criaturas y yo... solíamos entendernos mejor.
—Aunque ellas no puedan hacerlo —admitió Zack con una sonrisa sincera—, yo todavía te entiendo.
Aerith se quedó boquiabierta, observando su perfil sereno como si fuera la primera vez que lo veía. El perro se comportaba con el mismo terror y confusión que experimentó ella al reunirse con el clon de Zack en su jardín. En ese entonces eran tan diferentes, pero ahora... ahora eran iguales. Aerith se sentía humana a pesar de ser una copia y esta revelación la llenaba de incertidumbre y remordimiento.
Si ella aún era Aerith, ¿él todavía era Zack?
Le sujetó el antebrazo de forma impulsiva, incapaz de expresar las preguntas que acudieron a borbotones a sus labios. Trató de ordenarlas bajo la mirada sorprendida de Zack, pero su atención la cohibió hasta reducirlas a meros balbuceos sin sentido.
—¿Aerith? ¿Estás bien?
—¡Maldición, Yuffie! —bramó Cid al abandonar la nave—. ¡Si ese chucho está rabioso lo echaré a patadas de Viento Fuerte!
—¡Qué no está rabioso! —Yuffie se adelantó para recoger a Wutai—. Sólo es precavido con los extraños.
—¡Y asegúrate que defeque antes de abordar! —Le ordenó sin considerar la explicación—. ¡No quiero que vuelva a ensuciar el puente de mando!
—Ya lo seeeeeé... —La adolescente puso los ojos en blanco y le dedicó un breve asentimiento al resto del equipo antes de alejarse a zancadas del lugar, pasando por alto la presencia de Aerith debido al hastío que le producían los regaños de Cid.
Su distracción le sacó una sonrisa a Aerith, quien se acercó a Vincent para susurrar:
—Yuffie nunca cambia, ¿eh?
El Turco cerró los ojos y meneó la cabeza como toda respuesta.
—¡Qué me lleven todos los diablos! —exclamó Cid cuando el comentario de Aerith lo hizo mirar en su dirección—. ¡¿Estás viva?! ¡¿C, cómo demonios reviviste?!
—Eso es lo de menos —intercedió Zack para evitar que Aerith se incomodara por la pregunta—. Lo importante es que la trajimos de vuelta. ¿Verdad, chicos? —Intercambió miradas de complicidad con Vincent, Reeve, Sadie y Nanaki; esperando que obviaran el asunto de la clonación. No quería que Aerith volviera a llorar como lo hizo al despertar.
—¡Claro! —concedió Reeve con una sonrisa nerviosa—. ¡Nada más nos topamos con una pluma de fénix única en su especie!
—¿De veras? —Cid arqueó una ceja mientras Barret abrazaba a Aerith con todas sus fuerzas—. Vaya, pues me alegra que lo solucionaran. —Quiso argumentar que ninguna pluma podría conseguir tal proeza, pero la reputada teoría de "Rachel", la doncella que revivió gracias al espíritu del fénix, lo obligó a silenciar. Se llevó una mano al mentón tras permitirse un instante de reflexión—: Aunque me inquieta que las cosas se estén resolviendo con tanta facilidad.
—¿A qué te refieres? —preguntó Vincent por debajo del cuello alto de su capa.
—Arma Última nos atacó en Mideel, pero se desvaneció apenas inició la pelea.
—¿Cómo se desvaneció? —Zack miró a Aerith, consciente de que Arma Diamante se retiró de Midgar bajo sus órdenes.
—Bah. —Cid se rascó la nuca, avergonzado por lo anticientífico de la conversación—. Se convirtió en un charco de agua y flores bonitas.
—Es lo mismo que pasó con Diamante. —Sadie buscó la mirada de Aerith—. Dinos, ¿también lo hiciste tú?
—Sí... —Aerith tomó aire y quedó viéndose los pies—. Las Armas comparten una consciencia colectiva. Al hablar con una de ellas, lo hice con todas las demás.
—¿Hablarles? —Barret arqueó una ceja—. ¿Cuándo? ¿Qué les dijiste para que nos dejaran en paz?
—Les dije que no requeríamos su protección porque todavía quedaba un Cetra dispuesto a ocuparse de meteorito.
—¿Significa que sabes cómo detenerlo? —preguntó Barret con los ojos brillantes de esperanza.
—Yo... —Aerith apretó los labios, se estrechó las manos y negó suavemente con la cabeza—: No lo sé, pero prometo que intentaré descubrirlo.
—¡Bah! ¡Cómo si eso sirviera de algo! —bramó Cid—. ¡¿Abandonan el grupo y para qué?! ¡¿Para volver con un montón de promesas vacías y un ala mutante en la espalda?! —Señaló a Zack al decir lo último y este hizo un mohín ante la acusación.
—Basta de melodramas. —Sadie se adelantó para defender a sus compañeros—. Si no fuera por Aerith, Arma Última les habría pateado el trasero en Mideel.
—¡Tonterías! —Cid dio un respingo—. ¡Ese bicharrajo no era rival para nosotros!
—¡Pues lo era para los civiles! ¡No podemos pelear con las Armas, Jenova, Sephiroth y todas sus copias al mismo tiempo!
—¡Habla por ti! ¡A mí me sobran motivos para enfrentarlos!
—¡Ay, ya cállense los dos! —gruñó Barret, separándolos de un empujón para dirigirse a Zack—. Oye, Soldado. ¿Quieres explicar lo que te ocurrió en la espalda?
—Fue culpa de Hojo. —Sadie le enseñó la avioneta, ignorando su pedido de silencio—. Lo encerramos en la cabina del Potrillo hasta que decida ayudarnos a revertir la mutación.
—¿Mutación? —Barret torció los labios y examinó el apéndice con la mirada.
—Suponemos que es un efecto secundario del tratamiento por mako.
—¿Y si la mutación avanza y pone en peligro a uno de los nuestros? —Barret suspiró y se cruzó de brazos—. No tengo nada en contra de Fair, pero sabes que los monstruos de Shinra son tan impredecibles como-
—Él no es un monstruo de Shinra. Zack es tan víctima de Hojo como lo fueron Vincent, Nanaki y Cloud. —Sadie frunció el ceño y cerró los puños, insegura de sus propias palabras. Ella compartía los temores de Barret, pero no se atrevía a admitirlo frente a los demás.
—Concuerdo con Sadie. —Aerith dio un paso adelante y clavó sus ojos verdes en los de Barret al agregar—: Yo también sufrí a manos de ese sujeto y sé que Zack se repondrá tal y como hice yo.
Zack se quedó boquiabierto, entre avergonzado y enternecido por la forma en la que Sadie y Aerith intercedían a su favor. No se sentía merecedor de su compasión, pues sabía que la degradación podía llevarlo por el mismo camino de Angeal y Génesis; convirtiéndolo en una quimera vengativa que no escucharía de súplicas ni razones.
Su mirada se posó en la figura determinada de Aerith cuando recordó que ella también era una copia. ¿Se degradaría con el paso del tiempo? No, si la degradación de las copias fuera inevitable entonces Reed, Rosco, Thanatos y Rita Cadence la habrían padecido meses antes de arrojarse al interior del cráter. Pero... eso significaba que el mako no era culpable de su situación, ya que la mujer Soldado se sometió al mismo procedimiento que Zack cuando se enlistó en las fuerzas.
Tenía que ser otra cosa, ¿pero qué? Se llevó una mano al mentón, empeñándose en descubrir lo que lo separaba del resto de las copias. Estaba a punto de llegar a una conclusión cuando la voz de Aerith lo distrajo de sus cavilaciones:
—¿Cloud está... intoxicado?
—Sí. —Barret dejó caer los hombros y se pasó una mano por la frente—: El médico dijo que es grave. Tifa se quedó en la clínica para vigilarlo mientras nos ocupamos de meteorito. —Su voz apenas se escuchó cuando murmuró—. Ella está... destrozada. Ya no le importa nada más.
—¡Tengo que ir con él, Barret! ¡Yo sé como ayudarlo!
—¡¿Hablas en serio?! —Zack retrocedió por la impresión—. ¡¿Los Cetras pueden sanar el envenenamiento por mako?! ¡Diablos, de saberlo lo habría llevado contigo la primera vez que se enfermó!
—No diría que puedo curarlo —se excusó—, pero sí hacer de puente entre la persona que puede y él.
—¿Qué? —Barret se sujetó la nuca, confundido—: ¿Quién? ¿Quién puede traer al cabeza de nido de vuelta?
Aerith sonrió con un atisbo de añoranza al revelar:
—Tifa. Tifa lo hará.
Pueblo isleño de Mideel. Cayendo la tarde.
—Adelante, señorita —invitó el doctor, señalando la habitación contigua—: Su amiga la recibirá.
—Se lo agradezco. —Aerith ingresó a la clínica y su mirada se encontró con la silla de ruedas en la que reposaba Cloud. Su primer instinto fue el de ir a su encuentro, pero la cara pálida de Tifa, quien estaba de pie a su lado, se apoderó de su atención—. Oh, Tifa. ¿Cómo estás? ¡Te eché mucho de menos! —Se acercó para saludarla, pero Tifa retrocedió a los tumbos, golpeando el porta suero de Cloud por error.
—¡No puede ser! ¡Estás... estás muerta!
Aerith torció los labios y suspiró, sujetándose la frente al murmurar:
—Eso es técnicamente correcto. —Extendió la mano y materializó su lanza mágica, rajándose la palma con su punta afilada tras unos segundos de reflexión.
Los ojos de Tifa se clavaron en las venas luminosas que palpitaban bajo el poder del mako.
—¿Q, qué has hecho? ¿Qué es eso? ¿Acaso eres...?
Aerith asintió, cerrando la herida con su mano sana gracias a sus habilidades curativas.
—Una copia, sí. —Podía ocultarle la verdad a los demás, pero jamás a Tifa. Ella debía conocer su verdadera naturaleza—. No sé más que eso. Por más que le pregunte al planeta si la otra Aerith está allá afuera, lo único que escucho es silencio. Supongo... que tendrán que conformarse conmigo, al menos por ahora.
—¡Eso es más que suficiente! —Tifa la abrazó en un arranque de desesperación, poco le importaba su condición cuando podía estrecharla como nunca creyó volver a hacer. Sonrió entre lágrimas al admitir—: ¡Oh, Aerith! ¡Llegaste cuando más te necesitaba y lo apreciaría aunque fuera a través de Cait Sith!
Aerith soltó una risa nerviosa, disimulando la incomodidad que le producía el haber perdido su cuerpo humano.
—Ah, supongo que él y yo tenemos muchas cosas en común ahora. —Volteó hacia Cloud cuando Tifa se desprendió del agarre, todavía emocionada por el añorado reencuentro—. ¿Hace cuánto que está así? —Caminó lentamente hacia él y le tocó la mejilla con la punta de los dedos, encontrándola fría y pegajosa al tacto.
—El doctor dijo que un pescador lo encontró hace días en la playa. —Suspiró al susurrar—: Padece de una intoxicación severa por mako.
Aerith asintió con el ceño fruncido, consciente de la gravedad de la situación.
—Ce... ro. Eri, Eri... to —farfulló Cloud desde el sopor que lo invadía.
Aerith giró hacia Tifa para apartar la angustia que le producía el estado de Cloud.
—¿No lo está atendiendo una enfermera?
Tifa se encogió de hombros, frotándose la nuca al murmurar:
—N, no lo sé... no se me ocurrió preguntar. —Sus ojos volvieron a humedecerse al posarse sobre la expresión ausente de Cloud—. No sé que hacer, estoy tan preocupada por Cloud. Él está así... por mi culpa.
Aerith se dirigió al sitio de reposo del susodicho, sujetándolo por la cintura y levantándolo con gran esfuerzo de la silla.
—¡E, espera! —Tifa extendió una mano en su dirección—. ¿Qué estás haciendo?
—Ayúdame en vez de preguntar, hay que... ponerlo en la cama.
—¡S, sí! ¡Claro! —Se apresuró a asistirla y su fuerza innata bastó para depositarlo en el lecho.
Aerith inspiró hondo y dejó caer los hombros mientras procedía a quitarle las botas, los guantes y la hombrera.
—Así está mejor —suspiró—. Él no debería estar sentado de uniforme en ese armatoste incómodo. —Le pasó una mano por la frente antes de voltear hacia Tifa, quien se sujetaba las manos con gesto vacilante.
—Se te da bien cuidar a los enfermos —dijo con una sonrisa que no le llegaba a los ojos.
Aerith se dejó caer en una silla cercana, cerrando los ojos al explicar:
—Mi madre estuvo enferma desde que tengo memoria, los experimentos de Shinra siempre la- —se forzó a guardar silencio, frunciendo el ceño al recordar que ese cuerpo nunca sintió las caricias amorosas de su progenitora.
Tifa no notó su turbación, pues toda su atención estaba fija en Cloud.
—Debí hacer eso antes de que vinieras. Dije que me quedaría a cuidarlo, pero no hice más que llorar por su suerte. ¡Qué tonta soy! Hasta me había resignado a morir a su lado cuando cayera el meteorito.
—Yo tuve tiempo para procesar la información durante el viaje; tú no. Además, eso no importa ahora, en este momento debemos procurar que Cloud vuelva en sí.
Tifa se cruzó de brazos y arqueó una ceja.
—¿Y cómo planeas hacer eso? El doctor dijo que-
—El doctor no sabe lo que yo sé. —Se inclinó hacia adelante para estrechar la mano de Cloud y dirigirle una mirada de soslayo a Tifa—. Ven, acércate. —Tifa obedeció con paso vacilante y Aerith continuó—: Tú lo conoces desde que eran niños, ¿verdad?
Tifa se detuvo en seco y negó bruscamente con la cabeza.
—No, no, eso no va a funcionar.
—¿Qué? ¿Por qué no? ¿No son amigos de la infancia?
Tifa soltó un respingo amargo.
—Pensé que ya lo sabías.
—¿Saber qué?
—Que no fuimos cercanos. Sé que esto sonará como una locura, pero... —Se cubrió el rostro con las manos, avergonzada de confesar lo que consideraba un delirio producido por los efectos del gas venenoso—. Escuché tu voz luego de que moriste; dijiste que debía decirle a Cloud que le mentí respecto a nuestra relación pasada.
—Entiendo. —Aerith se mostró pensativa, pero comprensiva—. No recuerdo nada de eso, pero podría haberlo olvidado durante la resucitación. —Frunció el ceño, mirándola fijo—. ¿Entonces es cierto que ustedes no eran amigos? Tifa, ¿por qué le mentiste a Cloud?
Tifa se sentó a los pies de la cama y suspiró tras frotarse el entrecejo.
—Es que... es una historia muy larga.
La expresión de Aerith se suavizó.
—Tanto Cloud como yo tenemos tiempo para oírla.
Tifa empalideció. Se sentía más preparada para compartir sus inquietudes con Aerith que con Cloud.
—¿Crees que puede oírnos?
—Supongo. Que su espíritu esté roto no significa que se haya desconectado de su cuerpo. De hacerlo, Cloud no estaría vivo.
—Pero el doctor dijo que-
Aerith soltó una risa floja y meneó la cabeza.
—Te pido que confíes en mí, al menos en esta ocasión.
Tifa torció los labios y desvió la mirada.
—Lo intento, pero... no sé si funcione. ¿Qué tal si se lo digo todo y ni aún así despierta?
—Quedarse con la duda es peor, además te hará bien sacarlo al exterior.
—Es verdad —asintió Tifa—. Nunca se lo dije a nadie, ni siquiera a Barret o Marlene. —Se sujetó la frente—. Pero no es de extrañar, considerando que no nos une nada excepto el techo que compartimos.
—¡Oye, no digas eso! ¡Es obvio que Marlene te quiere mucho!
—Tonterías. No deja de hablar de ti y de lo mucho que desea imitarte. Yo no conseguí que se encariñara conmigo en todos estos años y... —Observó a Cloud con amargura—. Es lo mismo que pasó con él; quedó deslumbrado contigo apenas te conoció.
Aerith se removió en el asiento y forzó una sonrisa incómoda.
—Sabes que yo jamás me interpondría entre él y tú. Mucho menos ahora... siendo una mera copia y nada más.
Tifa se sonrojó hasta las orejas cuando notó que habló más de la cuenta.
—¡N, no! ¡No lo dije de esa manera!
Aerith suspiró y la miró a los ojos tras una breve pausa.
—No soy tonta, Tifa. Sé que quieres a Cloud, pero tienes que ser honesta para demostrar que esos sentimientos son puros y no egoístas.
—Es que... no lo sé. —Frunció el ceño y apoyó el rostro ardiente en las palmas de sus manos—. No estoy segura de si es cariño o... miedo a quedarme sola. —Le sorprendió que Aerith se inclinara en su dirección, tomándole la mano derecha para estrecharla entre las suyas.
—Nunca lo estarás —musitó cuando un resplandor verdoso brotó del contacto, alterando la percepción de Tifa para trasladarla a un escenario de su pasado distante—. Adelante —ordenó mientras liberaba su mano izquierda para apoyarla sobre el pecho de Cloud, uniéndolo a la conexión establecida—, te escuchamos.
Tifa abrió la boca un palmo, maravillada ante el paisaje que se dibujaba a su alrededor. Las montañas cubiertas de nieve y las cabañas de madera se cerraban en torno al viejo tanque de agua del pueblo; aquel donde Cloud prometió que la rescataría cuando estuviera en problemas.
—Nibelheim —susurró con un hilo de voz—. Estamos de vuelta.
—¿Cuánto tardará esto? —gruñó Zack, de brazos cruzados en el exterior de la clínica. Inspiró hondo sin dejar de golpetear la punta del pie contra el suelo al preguntar—: ¿Por qué no pudimos entrar con Aerith? ¡Quiero saber si Cloud está bien!
—Ella dijo que necesitaba hablar a solas con Tifa —respondió Sadie—. ¿No puedes darle el gusto después de todo lo que le tocó vivir? Tú, más que nadie, deberías entender.
—Ya, ya. Ya lo sé —bufó—. Pero podrían haberse puesto a charlar en la plaza.
—Dudo que estén charlando y nada más. —Sadie husmeó por una rendija de la persiana que cubría la ventana que daba a la habitación de Cloud—. Parece que están meditando o algo así.
—¿Meditando?
—Sí. Están sentadas junto a su cama, pero parecen dormidas. Quizá sea parte del proceso para traerlo de vuelta.
—Diantres. —Un escalofrío recorrió su espalda y se frotó los antebrazos para aliviar la sensación—. Siempre olvido que Aerith posee esa clase de poderes, atrás quedaron los días cuando creía que era una muchacha sencilla de los suburbios.
—Igual yo —murmuró Sadie, extendiendo y retrayendo los dedos de su mano derecha—. Me sorprende que curara la herida de mi brazo sin hacer uso de ninguna materia. Aún siendo una copia, su genética Cetra la hace increíblemente poderosa. Me pregunto qué más podrá hacer.
—¿De qué están hablando ustedes dos? —Barret se acercó a ellos, seguido de cerca por el resto del grupo—. ¿Hay noticias del cabeza de nido?
—No —negó Zack—, pero Tifa y Aerith están trabajando en eso.
—Bien, me alegra escucharlo. Odio admitirlo, pero no podremos detener a meteorito sin su ayuda.
—Opino igual. —Cid meneó la cabeza y se recargó en el brazo con el que sujetaba su lanza—. Aunque espero que haya recuperado la cordura que perdió en el cráter del norte. Si empieza a balbucear sobre reuniones y a caminar por el techo lo bajo a tierra de un palazo.
—No serías el primero en hacerlo —murmuró Nanaki, frunciendo el ceño al recordar cómo interrumpió su posesión en el templo de los ancianos—. Cloud es muy importante para mí, pero eso no evitará que proteja a Aerith si la situación lo demanda. —Pegó las orejas al cráneo al añadir—: No permitiré que desaparezca de nuevo.
—¡Péguenle cuánto quieran que yo me quedo con su materia! —Yuffie le codeó las costillas a Vincent con una sonrisa maliciosa.
—Lo último que necesita es que desconfiemos de su lealtad —dijo para mitigar las inquietudes de sus compañeros. La situación le resultaba demasiado familiar como para aferrarse a su neutralidad habitual—. La culpa con la que cargará al despertar lo obligará a purgar sus pecados.
—Sí... —Barret se frotó la nuca—. Recuerdo que estaba muy arrepentido de lo que ocurrió en el templo. Tifa y yo... debimos ser más pacientes con él.
—No te culpes, jefe. —Sadie le apoyó una mano el hombro—. De contar con la información que tienen ahora habrían tomado otras decisiones. Si hay alguien que se preocupa por el bienestar de los miembros de Avalancha, ese eres tú.
Barret la miró largamente, frunciendo el ceño al admitir:
—Yo no estaría tan seguro de eso.
Sadie parpadeó lentamente, sorprendida por la declaración.
—¿A qué te refieres?
—Yo... —Barret se obligó a callar cuando la voz de Tifa se elevó por encima de la conversación, dejándose oír desde la habitación del convaleciente:
«—¡Oh, Cloud! ¡Era hora de que regresaras! ¡Prometo... que sólo te diré la verdad a partir de ahora!»
—¿Escucharon eso? —Sadie volteó hacia Zack, pero su compañero ya se había precipitado al interior de la clínica; deseoso de comprobar el estado de su mejor amigo—. Vaya, parece que sí.
Barret le dio una palmadita en la espalda, animándola a avanzar para evitar que notara la incertidumbre que le oscurecía la mirada:
—Adelante, Darcy. Ya hablaremos después.
Adentro, Tifa abrazaba a Cloud con una fuerza incontenible, farfullando palabras entrecortadas de agradecimiento por su extraordinaria recuperación. El doctor y la enfermera acudieron a su encuentro, tan sorprendidos como el resto de los presentes ante lo que consideraban un milagro de los cielos y Nanaki no tardó en seguirlos, profiriendo un gruñido de afecto cuando la mano de Cloud se posó sobre su cabeza gacha.
Aerith los vio ingresar uno por uno desde un rincón del recinto, esbozando una tenue sonrisa cuando los brazos de Zack se cerraron alrededor de quien consideraba su hermano del alma. Para gran sorpresa del primero, Cloud correspondió al gesto; disculpándose esmeradamente por sus acciones pasadas mientras se esforzaba por explicar la ironía que los separó durante sus días como mercenario. Claro que esto no pudo importarle menos a Zack, quien chasqueó la lengua y apartó el tema con sobrada generosidad.
Barret y Sadie le destinaron unas bromas sosas de zombis, Reeve lo saludó con una sonrisa cordial y Yuffie agitó la mano libre desde la distancia (pues sostenía al perro con la otra), temiendo conmoverse y arruinar su reputación despreocupada. La alegría no tardó en contagiarse a los individuos más distantes del grupo y tanto Vincent como Cid se acercaron para expresar el alivio que representaba su regreso.
Los ojos de Aerith se posaron en el semblante amable de Cloud y un orgullo insondable se adueñó de su razón. Al fin había accedido a la totalidad de sus recuerdos y aceptado lo bueno, lo malo y lo inimitable de su identidad; su admirable, leal y compasiva personalidad.
Traer al verdadero Cloud a la superficie fue una de sus metas más importantes, pero la voz insistente de la inseguridad proclamó que no le correspondía reclamar el crédito. Era evidente que Tifa y la conexión que compartieron en la infancia fueron la contraseña del laberinto, la llave que lo devolvió al mundo de los vivos. Poco importaba que su amistad estuviera basada en un malentendido, pues la influencia de Tifa en el pasado de Cloud fue suficiente para generarle un complejo de inferioridad que motivó todas sus decisiones posteriores.
Cloud se marchó a Midgar por Tifa.
Cloud se unió a Avalancha por Tifa.
Cloud se encontró a sí mismo por Tifa.
Y este Cloud... ya no necesitaba a Aerith. Mucho menos una copia de Aerith.
—¿Aerith? —La pregunta de Sadie alcanzó los oídos de Cloud, pero no los de su destinataria—. ¡Espera! ¿A dónde vas? Cloud está-
No escuchó más que el aliento agitado que escapaba de sus labios resecos, perfectamente sincronizado con los pasos que levantaban tierra a su alrededor. Se llevó una mano a la frente y ahogó un gemido de congoja, resuelta a seguir el sendero que la alejaría de ellos dos. Porque Tifa era su amiga... y Cloud el campeón de su corazón. Gaía sabía que ambos merecían la felicidad, especialmente tras derrumbar las murallas de inexactitudes que demoraron su codiciada reunión.
Y ella se apartaría gustosa, repitiendo su marcha solitaria al continente del norte para ocuparse de Sephiroth, Jenova y meteorito. Entregaría su vida prestada por segunda vez y lo haría con una sonrisa de conformidad. Lo que fuera por Tifa y Cloud, lo que fuera por los demás.
Estaba tan ensimismada en sus planes de inmolación, que la sobresaltó oír la voz de su madre bajo sus pies:
«—¿Por qué insistes en hacerlo todo sola? ¿Por qué no escuchas a los demás?»
—¿M, mamá...? —Pasó saliva, desconcertada por el mensaje que no esperó recibir en su estado de copia. ¿Por qué el planeta permanecía mudo, pero su madre aún podía comunicarse con ella?
«—No entregué mi vida para que me imitaras, Aerith.»
Aerith quiso responder, pero la interrumpió la súbita llegada de Cloud. El ex Soldado se detuvo a un metro de distancia, jadeando a causa del esfuerzo realizado.
—Si esto es un sueño, no me despiertes —susurró con las pupilas clavadas en la mujer que creyó perdida para siempre—. ¿Cómo... regresaste? ¿Tú fuiste la que ayudó a que Tifa diera conmigo?
—¿Te di un buen susto, eh? —Giró sobre los talones para enfrentarlo y le dedicó una sonrisa traviesa—. Prometo que no lo haré más.
—Aerith. —Dio un paso débil en su dirección y la joven se sorprendió por la dulzura con la que pronunció su nombre, tan diferente a la frecuente aspereza del pasado—. Yo... fui un pésimo guardaespaldas. Lo... lo siento tanto.
—No digas eso. —Trató de sonar casual, pero no lo consiguió—. Te pagué muy poco por los servicios, debí ofrecerte algo mejor.
Cloud se frotó los ojos con rudeza para apartar las lágrimas y el dorso de su guante le manchó la mejilla derecha de tizne.
—No. No fue tu culpa. —Empalideció al devolverle la mirada; Aerith estaba tan llena de vida, una visión completamente opuesta a la de su último encuentro, cuando su frágil cuerpo ensangrentado pereció bajo la suela de sus botas de combate. Retrocedió por instinto cuando su mente lo castigó con el recuerdo de su sacrificio, tragedia de la que todavía se consideraba responsable—. Pude detener a Jenova... y no lo hice. —Se sujetó la cabeza con las manos, torturado por la pena y la vergüenza—. Te dejé morir para seguir siendo el héroe de mi patético mundo de ilusiones. Era más fácil ignorar lo que sucedía con mi cabeza y echarle la culpa a Sephiroth, que salvarte y admitir que nunca fui más que un triste perdedor. —Soltó una risa ronca que sonó casi como un sollozo—. Un triste, inepto y cobarde perdedor.
—¡Cloud! ¡No digas eso! —Avanzó, pero él mantuvo la distancia que los separaba—. ¿Es que no recuerdas nada de lo que hablaste con Tifa?
—Claro que sí. —Dejó caer los brazos a los lados del cuerpo y asintió con un breve movimiento de la cabeza—. Y es por eso que me aferraré a la verdad. De ahora en más, voy a enfrentar mi vida sin engaños o excusas de ningún tipo.
Aerith se encogió de hombros para restarle importancia al asunto.
—No deberías estar de pie, tardarás un poco en recuperar tus fuerzas así que volvamos a la clínica con los demás. Tómate las cosas con calma antes de plantearte metas tan drásticas, ¿quieres? Aceptar nuestros defectos es importante, pero también lo es reconocer nuestras virtudes. ¿Qué tal si retomamos la conversación durante la comida? Apuesto que-
—Quiero que te mantengas lejos de mí.
—¿Qué? —Sus cejas se encontraron en el medio de su frente—. ¿Por qué? —Se sujetó las manos en un gesto conciliador y apretó los labios en una línea al explicar—: Escucha; te encontraste a ti mismo y ya nadie puede obligarte a dañarme. Todo estará bien, Cloud. Estás a salvo, estamos bien.
—¿A salvo? —La miró por debajo del flequillo—. Te golpeé... y provoqué que te quitaras la vida un poco después. ¿Olvidas que le entregué la materia negra a Sephiroth y arruiné la única posibilidad de ganar que teníamos? ¿Qué importa que estés de vuelta si meteorito te aniquilará junto con todos los demás?
—¡Eso no ocurrirá si te empeñas en evitarlo! —Aerith enseñó las palmas para enfatizar su argumento. Ella podía sentirse una copia fracasada, pero jamás permitiría que Cloud sufriera el mismo destino—. ¡Ahora estás mejor que antes! ¡Recuerdas tu pasado, sabes que no eres un clon! ¡Sé que puedes lograr lo que te propongas!
Cloud esbozó una sonrisa cansada, conmovido por su devoción, pero reacio a cambiar de opinión.
—Ninguna certeza, por real que sea, me convencerá de ponerte en peligro. Si nuestra distancia te mantiene segura... entonces que así sea.
—¡Cloud, espera! —suplicó cuando él comenzó a retirarse—. ¡Te culpas de cosas con las que no tuviste nada que ver!
—Claro que lo tuve. —La miró por encima del hombro sin dejar de caminar—. No mentí cuando dije que te dejé morir. Siempre estuve ahí, Aerith, observando el desarrollo de los eventos como un espectador pasivo e indiferente. Egoísta, farsante y mudable; este es el verdadero Cloud, el que tanto ansiabas conocer. Un sujeto que no merece tu cariño ni tu amistad, así como tampoco merecía el de Tifa o su pandilla de admiradores. Nadie me forzó a ser un bastardo presumido, pero lo elegí porque era más fácil que acercarme y exponerme al rechazo. Típico del cobarde de Cloud —se burló—, siempre anteponiendo sus miedos a los sentimientos ajenos.
—Pero —murmuró Aerith con el cabello enredado por el viento furioso que se levantó desde la costa, impidiendo que la confesión alcanzara los oídos de su querido guardaespaldas—, a mí me gustas así, Cloud.
Nota de autor:
¡Al fin! ¡Un nuevo capítulo de "El porqué de las cosas"! Estoy tan feliz de compartir esta entrega con ustedes, no sólo porque incluye una de mis escenas Clerith favoritas en lo que va de la historia, sino porque se retrasó por varios problemas ajenos a mi control y prácticamente contaba los días para llegar a este momento.
Agradezco de todo corazón la paciencia, el aprecio y el apoyo que le obsequiaron al fic en los últimos meses. Prever sus reacciones me motivaba a seguir escribiendo aún cuando mi salud me limitaba a escribir cincuenta palabras por día, ja ja. ¡Mil gracias por la lectura! :')
