Saint Seiya: Siguiente Generación.

Fanfic escrito por: Andrómeda

Primera Fecha de publicación: 3 de junio del 2011; para la página de Facebook: Yuna De Águila (Saint Seiya Omega Ω)

Edición: Rankakiu

Disclaimer: Saint Seiya es propiedad de su autor Masami Kurumada; así como de TOEI Animation LTD.

Nota del editor: Muy buenas a los lectores de este Fanfic. Es un gusto dejarles el trigésimo octavo capítulo de Siguiente Generación, escrito por la autora Andrómeda. Sin más que agregar, los dejo con la lectura, esperando sea de su completo agrado. Saludos.

Rankakiu


Advertencias: Este capítulo contiene escenas implícitas de abuso sexual infantil. Se ha marcado con un signo de exclamación (!) antes de su inicio y después de su final, por si el lector ha optado por no leerla. Se recomienda discreción.


En el capítulo anterior de Siguiente Generación: Aarón de Piscis, junto con Selenia de Pegaso y Helena de Cisne improvisaron una estrategia que ayudó a la derrota del cuarto Héroe Mítico, Ícaro. Tras su triste despedida, Aarón y sus compañeras de bronce partieron de inmediato hacia la explanada de la estatua de Athena. Mientras tanto, Kimiko de Casiopea dio una pelea formidable al dios Deimos, con la finalidad de ganar tiempo para que Idalia de Fénix preparase su estrategia para derrotar a Deimos y salvar a Sharon. Aarón llega justo a tiempo, salvando a sus colegas dorados y listo para enfrentarse a Belerofonte. Kimiko, por desgracia, cae rendida ante Deimos, y el dios ahora se dispone a acabar con la vida de Idalia…


Siguiente Generación

Capítulo 38: Corriendo contra el viento (Parte II).

Deimos encaminó sus pasos hacia Idalia de Fénix, quien aún mantenía su postura de loto y su meditación, no moviéndose en lo absoluto. Estando demasiado cerca de la santa de Fénix, Deimos encendió su cosmos. Al parecer ya no habría obstáculos que se interpusieran en su camino para liquidar a Idalia. El dios levantó su brazo y lo infundió en su cosmos oscuro, listo para decapitar a la santa de bronce.

—¡Ya basta de juegos, Fénix! —Exclamó e Idalia seguía sin moverse. —Es hora de terminar con los lazos del pasado… —Dijo, sonriendo macabramente.

No obstante, antes de dar el golpe final, había algo que seguía inquietando al dios Deimos. ¿Acaso su enemiga estaba dispuesta a dejarse matar?

—No se intentas Fénix, ya que no siento ningún cosmos de tu parte. —Dijo con desdén. —Y al parecer tampoco estas aquí. —Dio un bufido, restándole importancia. —¡Muere, Fénix! —Gritó Deimos, y su brazo bajó a toda velocidad, con su mano dirigiéndose al cuello de Idalia.

Sin embargo, en el último instante ocurrió algo que tomó por sorpresa al dios. Antes de que su mano siquiera tocara el cuello de la santa de bronce, se materializó un circulo de fuego alrededor de ella y este terminó por convertirse en una onda expansiva flamígera que hizo que Deimos se alejara de Idalia, trastrabillando. El dios miró sorprendido las flamas danzantes, mientras Idalia flotaba a una altura suficiente para enderezar sus piernas.

Un segundo después de ponerse de pie, Idalia exhaló y abrió sus ojos. Deimos se sorprendió aún más, ya que la mirada de la santa era totalmente vacía y carente de emociones. Tan penetrante eran aquellos ojos muertos que el dios quedó paralizado. Por más que lo intentaba, ya no podía moverse a voluntad.

Lo más sorprendente vino a continuación. Idalia dio un paso, y al siguiente, ya estaba frente a frente con Deimos. El miedo pareció apoderarse del dios, mientras Idalia colocaba sus manos en los costados de la cabeza del cuerpo de Sharon.

—¡FENIX RESURRECTION! —Exclamó Idalia. Tras pronunciar su ataque, hubo otra onda expansiva de menor intensidad que solo cimbró los alrededores del bosque, como un pequeño temblor de corta duración.

Aquel movimiento terminó por hacer que Kimiko recobrara la conciencia. Miró un poco confundida sus alrededores, con el cuerpo adolorido, pero dentro de lo soportable. Se agarró uno de sus costados para mitigar un poco el dolor y se levantó.

—¿Qué fue lo que pasó? —Preguntó en voz alta. Kimiko reaccionó dando un respingo y con la preocupación carcomiéndole el alma, volteó un par de direcciones, hasta encontrar a Idalia, con sus manos en las sienes de Deimos. Ambas estaban de pie, sin moverse en lo absoluto.

—¿Qué demonios pasó? —Su tono era más preocupado aún. —No siento ningún cosmos por parte de ninguna… —Dijo, acercándose un poco con cautela debida. —¿Acaso es el resultado de lo que estaba entrenando Idalia? —Preguntó.


El desvanecimiento de los cosmos de Deimos e Idalia no pasó tampoco desapercibido por parte de los presentes en la explana de la sagrada estatua de Athena. Al dejar de sentir esos dos cosmos, todos ahí quedaron estupefactos, volteando hacia aquella zona.

—No puede ser… Deimos-sama… —Dijo Belerofonte, con los ojos como platos.

—¿Idalia? —Los peores escenarios estaban pasando por la mente de Selenia, incrédula ante la posibilidad de haber perdido a su amiga. —Su cosmos…

—Desaparecieron… —Aarón terminó por completar la frase de Selenia, tan sorprendido como su compañera de menor rango.


No obstante, Idalia, contra todo pronóstico, aún estaba lejos de morir. Sucede que lo que hizo dicha técnica fue permitirle entrar en la mente de Sharon, ahora poseída por el dios Deimos.

Ahora mismo se encontraba en un lugar totalmente en blanco, tanto el suelo, como los muros de alrededor, como el cielo que se alzaba lejos. Un blanco brillante y prístino. En algunos de los muros había puertas, igualmente blancas, con diseños muy antiquísimos de la Grecia mitológica.

—Pude entrar a su mente, —Dijo Idalia, exhalando un poco de alivio. —Pero si no abro la correcta, todo esto será en vano… —miró fijamente las diversas puertas. —Sharon, ¿en dónde te tiene Deimos? —Tras unos momentos de reflexión, se dejó llevar por su instinto y se dirigió a una puerta que estaba detrás de ella; a punto de tocar la perilla, escuchó un suave tintineo.

—¿Que es ese sonido? —volteó y observó en el suelo como una cadena, perteneciente a la armadura de Andrómeda, salía de una puerta. Idalia abrió desmesuradamente los ojos. —¿¡Sharon!? —Gritó y la cadena comenzó a retroceder. —¡Espera! —Idalia corrió hacia aquella puerta, esperando a encontrar a su querida hermana.


—"Idalia-san, —pensó Sara, —veo que lograste entrar en Deimos; pero por favor… cuídate" —La diosa le deseó suerte a su guerrera de bronce.

—Athena, —dijo Belerofonte, volviendo su mirada hacia la diosa, —al parecer estamos en el último acto de esta batalla… —dijo.

Aarón se limitó a observar a Darío, Yaro de Libra y a Elliot de Sagitario, quienes, a pesar de haber recuperado el conocimiento, están derribados sin poder levantarse. Tras asentir a sus camaradas, Aarón miró fijamente al Héroe Mítico.

—Yo opino lo mismo. —Respondió.

Belerofonte ahora volteó a ver al santo de Piscis.

—Tú, —el Héroe Mítico señalo con el índice al santo dorado, —a ti también te llegó tu último acto, viejo amigo…

Selenia intervino, colocándose frente a Aarón y mirando desafiante al campeón de Ares.

—¡Espera! ¡Tú y yo tenemos una cuenta pendiente! ¡Te hare pagar el haberme quitado a mi familia! —Exclamó Selenia, con una furia palpable.

Aarón colocó una mano gentil en el puño de Selenia y la castaña le miró sorprendida de su actitud.

—Selenia, —Aarón bajó el puño de Selenia y soltó su mano, —por favor déjame esto, tu ve con Darío-san y Elliot. —Lo pidió con un tono amable.

Darío, aun con el dolor en su cuerpo se reincorporó, con su ardor de combate intacto. Él también se colocó frente al joven santo de los peces gemelos.

—Lo siento Aarón, —expresó Darío, —pero mi sobrina tiene razón; debemos vengar a nuestra familia… mi hermano Dalton, ¡su esposa e hija…! —Exclamó con rabia en su corazón al recordar a sus seres queridos, cruelmente arrebatados por el Héroe Mítico.

—Darío-san, respeto su deseo; pero si yo no le doy fin a este asunto, haber nacido no tendría sentido para mi… —Contestó Aarón.

De repente, un inmenso cosmos, tan inmenso para cubrir el mismo infinito universo, lleno de ira y maldad inigualable, inunda el templo de Athena, ensombreciendo el panorama a tintes rojizos y escarlatas, como la sangre derramada en la gloria de la guerra. El ultimo Héroe Mítico al servicio de Ares, reconoció el cosmos de su señor e inmediatamente hizo una reverencia, agachando la mirada en señal de profundo respeto. Todos los demás presentes se sorprendieron ante la magnificencia del cosmos divino.

Ya que la mayoría de los caballeros dorados habían sido derrotados por Belerofonte, el dios Ares no tuvo ninguna dificultad en atravesar el camino de los doce templos zodiacales. El cosmos se hacía cada vez más intenso, a medida que se acercaba el dios de la guerra. Luego, de algunos agónicos minutos, los presentes, por fin, pudieron ver la imponente figura de Ares, subiendo las escaleras. Era como ver una enorme torre siniestra avanzar lenta pero segura. Ares siguió caminando, hasta quedar un par de metros lejos de Athena y de sus santos, quienes inmediatamente se prepararon para pelear.

Ares sonrió.

—Ya veo, —dijo con aires de suficiencia, —ahora veo que tenía razón. —Expresó Ares en toda su divina gloria, con sus cabellos largos tan negros como el ébano; su cicatriz atemorizante en el ojo derecho; su rostro de gesto intimidante, y portando una armadura de tonos dorados y rojos; Su mano derecha cargaba una espada de diseño exquisito y su mano izquierda un escudo circular enorme y con elementos decorativos que narraban la propia guerra. A continuación, siguió hablando.

—Pero para concluir mi teoría, querida hermanita Athena, ¿cuantos años mortales tienes? —Preguntó con una sonrisa burlona.

—Yo… tengo 15 años… —Respondió Sara confundida y con cautela, mientras el Patriarca Kiki y la anciana Oka se pusieron a su lado para protegerla.

—Entonces mi teoría es correcta, —alzó su espada, apuntando con ella a Athena, —tu eres humana; ¡tal vez tengas un cosmos muy poderoso, pero ahora volviste a escoger ser humana! —Dijo y se rio con maldad.

—¿Volver a ser humana? —Selenia se sorprendió ante esa declaración. —¿A qué se refiere? —La castaña no era la única sorprendida por la revelación.

—Athena, ¿porque no les dices? —Preguntó con sorna. —O tú humano, —Ahora señalaba a Aarón con su espada, —¿porque no les dices que tu usurpaste el lugar de Athena? —Preguntó con un tono claramente irritado.

—Ares-sama, ¿a que se refiere? —Preguntó Belerofonte, intrigado. —Se supone que Athena nació hace ya 17 años.

—Mi fiel Belerofonte, —dijo, bajando su espada, —estas en un error; el que nació hace 17 años fue la persona que te traicionó, el mocoso que les dio la espalda. Y Athena le ofreció nacer como un santo y para lograrlo debía nacer de manera obligada en cierto tiempo. —Dijo, apoyando ambas manos en la base de la empuñadora de su espada. —Hace 17 años el poder divino que bajó a este mundo no fue el de ella, fue tu "amigo", —esto último lo mencionó con sarcasmo, — protegido por el cosmos de Athena. — Explicó.

—Imposible…—Musitó Selenia con los ojos bien abiertos. —¿Significa que Aarón es un dios y que Athena es una humana? —Preguntó, alzando un poco la voz.

Afortunadamente Selenia no se percató de como todos los presentes ahí aguantaron magistralmente las ganas de palmearse la frente ante la pregunta de la castaña.

—No, Aarón nació de manera divina, pero es humano; Athena-sama nació como una persona normal, pero es una diosa. —Respondió Kiki un tanto molesto (aunque disimulándolo muy bien) por la tamaña tontería de Selenia. Por un instante dudó si Selenia tenía algo de perspicacia. En fin.

—¡Eres ridícula, Athena! ¡Tú escogiste nacer del vientre de una mortal, mientras ese humano nació como un dios! ¡Es una burla! —A Ares le hervía la sangre de indignación de tan solo pensarlo. —¡Nunca pensé que llegaras a tales extremos por un simple humano! —Exclamó, con el rostro deformado por la irritación.

Aarón tuvo suficiente de Ares.

—¡Ya basta, Ares! —Exclamó, sacando una rosa azul. —¡No permitiré que te expreses así de Athena-sama! ¡Yo le estoy agradecido por la oportunidad que me brindó! — Expresó desde lo profundo de su corazón. —¡Por eso daré mi vida por ella y cumpliré mi promesa! ¡Tal y como te lo dije hace 200 años, Athena-sama siempre te ha vencido y esta vez no será la excepción! —Exclamó.

—Eres un tonto sin remedio, mortal. —Respondió Ares, riendo unos instantes. —Volverás a cometer el error de rebelarte contra mí. —Por enésima vez, volvió a señalar a Aarón con su espada. —Pero dime algo muchacho, ¿qué pasará si acabo con tu vida? —Preguntó de manera astuta, mientras volteaba a ver a Athena.


Kimiko de Casiopea, tras unos minutos de ver como las dos seguían sin moverse, comprendió en parte lo que había ocurrido. No pudo evitar sentir algo de tristeza por Idalia y Sharon. Kimiko ahora solo observaba a Idalia. Escuchó, de repente, numerosos pasos corriendo, acercándose cada vez más a ella.

—Cuídate mucho, hija…—Kimiko le dio una última mirada a Idalia. Con la frente en alto, con sus fuerzas renovadas y con una nueva determinación, dirigió una mirada intimidante a los soldados de Ares, dispuestos a matar a ambas santas para salvar a su señor Deimos. Los soldados, armados con espadas y lanzas, iniciaron su aproximación hacia Kimiko con cautela. —Porque ahora, ¡yo protegeré tu misión! —Exclamó, elevando su cosmos.


Desafortunadamente Idalia había perdido el rastro de la cadena de Andrómeda, por lo cual no le quedó otra opción que revisar puerta tras puerta, recorriendo los infinitos pasillos. Esperaba por lo menos volver a encontrar dicho rastro. Por ahora no tenía otras opciones.

—Necesito encontrar la conciencia de Sharon; —Se dijo a sí misma, mientras corría en uno de los pasillos para encontrar otra puerta que aún no había abierto, —el cosmos no funciona en esta zona, es muy frustrante. —gruñó de molestia. Sin embargo, mientras corría, divisó algo que llamó poderosamente su atención, y se detuvo de golpe. Era una puerta abierta, y poco a poco sus sospechas de que memoria representaba de Sharon se estaban haciendo en amarga realidad. —Im… imposible… esta puerta es…—Idalia apenas podía contener sus lágrimas de furia, ante la memoria de ese trágico día.

En la entrada de esa puerta se estaba reproduciendo, incesante, una memoria desagradable.

La memoria consistía de una Sharon cuando era una pequeña niña, con un vestido de varios tonos rosa y peinada a dos coletas. Se encontraba llorando a raudales, mientras un hombre ya viejo de edad salió sin arrepentimiento alguno de lo que parecía ser una capilla de rezo. Aquel recuerdo estrujó violentamente el corazón de Idalia.

—¡Hermana! ¡Hermana! —Gimoteó desgarradoramente. —¿Por qué…? —Sus lágrimas no cesaban. —¿Qué pasó? —Preguntó, con la mirada llena de lágrimas y totalmente vacía.

—No puede ser… esto es… —Ante la memoria revivida, Idalia, por instinto se acercó poco a poco a la memoria de su hermana. —Sharon… hermanita… esto no es real… —Musitó, tratando de abrazar a la pequeña Sharon.

—¿Qué pasa, Fénix? —Una voz oscura susurró, sobresaltando a Idalia. La santa se voltea e inmediatamente ve a Deimos, esta vez como una masa, un miasma de rojo oscuro, en donde se podía observar estrellas y universos en decadencia. —¿Te sorprende que tu hermanita este aquí? —Preguntó, con un tono que dejaba en claro su burla y falta de empatía. —Yo la deje entrar… tenía que ver que su hermana mayor no era tan buena como ella creía; es decir, ¿¡esconderle algo tan delicado como esto!? —Y rio, para disgusto de Idalia.

—¡Cállate! —Idalia vociferó a todo pulmón, a punto de cargar sus puños en contra del dios; sin embargo, la culpa que sentía la hizo dudar bastante y perdió sus deseos de pelear. Sólo le quedó bajar la mirada. —Yo… —titubeó, —yo lo hice porque… no tenía opción… —Idalia comenzó a temblar, —Sharon… Sharon es muy pura para saber lo que le pasó cuando tenía cinco años… —Expresó.

A Deimos, aquello le pareció una respuesta muy patética, y al parecer también muy divertida, ya que se rio escandalosamente.

—¿Pura? —Se rio nuevamente. —Ella ya no es eso. —Sonrió con malicia.

Si antes estaba enojada, ahora estaba llena de ira; Idalia recuperó sus deseos de pelear y machacar al dios, pero en cuanto se voltea, el miasma oscuro ya no se encontraba en ese lugar.

—¡Muéstrate, cobarde! —Exigió, mientras volteaba a todos lados, lista para atacar a la mínima señal que diera el dios.

—¡La cobarde fuiste tú! —Gritó Deimos. Apareció detrás de Idalia, como un manto oscuro, envolviendo a la joven de cabellos azules. Idalia no tuvo tiempo de reaccionar y pronto se vio en un mundo oscuro. —¡Tu no la ayudaste! ¡En cambio, preferiste esconder la verdad! —Recriminó.

—Yo… yo… —La santa de Fénix llevó su mano, tocando aquella cicatriz en su mejilla derecha que desató recuerdos al contacto.


!


Hace diez años, cuando Sharon e Idalia eran unas pequeñas niñas, vivían en un orfanato llamado Santa Minerva, un lugar pequeño, pero muy acogedor y de un ambiente familiar cálido y confortable. Idalia y Sharon vivían alegremente su infancia, sin ninguna preocupación o deber que abrumara sus almas. Era una noche de luna llena cuando ocurrió aquella tragedia. Las dos hermanas compartían la misma cama; antes de dormir, ambas estaban hablando, siendo Idalia la que narraba diversas cosas como si fuera un bello cuento, y su hermanita Sharon la escuchaba embelesada. Justo ahora Idalia estaba encandilando a Sharon sobre sus posibles destinos como santas de Athena.

—Ya verás Sharon, alguien vendrá a llevarnos algún día con Athena. —Dijo la pequeña Idalia, sonriente con su cabello azul y largo para cubrir parte de su rostro. Curiosamente vestía como todo un niño.

—¿En serio, hermana? —Preguntó la pequeña Sharon, ilusionada. Esa noche llevaba un lindo vestido blanco, y con su peinado habitual en ese entonces de dos coletas. —¿Y Athena es muy bonita?

—¡Claro! —Respondió, segura. —Ella es tan linda y bondadosa como mamá.

—¡Ya quiero verla! —Exclamó llena de entusiasmo e ilusión infantil.

Idalia sonrío ante la respuesta de su hermanita. Sin embargo, esa alegría se desvaneció de inmediato cuando sintió que algo no andaba bien.

—Sharon… —Dijo Idalia, hablando quedamente para no alertar a quien fuera que estaba cerca de ellas. Acto seguido, Idalia se levantó bruscamente, aunque sin hacer ruido. —Vámonos de aquí… —Musitó, jalando a su hermana de uno de sus brazos y huyeron, con Idalia caminando apresuradamente.

Sharon se preguntaba del porque el cambio de humor tan repentino de su hermana mayor. Aún seguía siendo arrastrada por su hermana con cierta tosquedad. Finalmente, ambas terminaron en una capilla, escondiéndose bajo la mesa de un altar.

—¿Qué pasa, hermana? —Preguntó Sharon.

—¡Shhh! —Siseó Idalia, dando a entender de que no hiciera ningún ruido. —No digas nada… —Susurró.

—Pero… —Sharon trató de hablar, pero entonces, en la entrada de la capilla, ambas pudieron ver como ingresaba un hombre cuyo rostro estaba arrugado por la avanzada edad que tenía y de cabello cano, casi platinado, vistiendo un hábito de padre. —Sharon lo reconoció como el Padre Johan, un hombre de confianza a su juzgar. Por esa razón, y en su inocencia, Sharon salió del escondite improvisado para saludar al anciano. —¡Padre Johan! ¿Pasa algo? —Preguntó, inocente.

—Justamente las buscaba, niñas. —Dijo con un tono muy natural, dedicando una mirada sincera y una cálida sonrisa. —Sharon, quiero contarte algo. —Dijo.

Sharon estaba cómoda con el Padre. No así Idalia, que presentía las intenciones ocultas de ese hombre, intenciones nada buenas para con su hermana menor. Por lo mismo, Idalia actuó impulsiva y llena de agresividad hacia el Padre Johan.

—¡Lárguese! —Gritó, empujando con todas sus fuerzas al padre, quien tambaleó un poco. —¡No se atreva a tocar a Sharon, usted es un viejo mañoso y sucio! —Exclamó.

—¿¡Hermana, pero que te sucede!? —Sharon se asustó con la actitud de su hermana.

Johan por su parte tuvo suficiente. Su rostro cambió drásticamente; su mirada sincera se convirtió en una malvada; su sonrisa cálida se convirtió en una retorcida, llena de lujuria. Se acabó su acto de Padre y hombre bueno.

—¡Basta ya, niñas! El Padre tomó el brazo de Idalia y con todas sus fuerzas la tiró al suelo. Johan se acercó a Sharon, y antes de que siquiera le pusiera una mano encima, la otra niña tomó la mano del padre con las suyas y lo mordió a tal punto que las marcas de sus dientes empezaron a sangrar. Johan soltó un alarido de dolor.

—¡Maldita niña! —Totalmente furioso, Johan agarró un rosario que contenía una cruz de oro; se volteó rápidamente y con su furia le dio de lleno a Idalia en la mejilla derecha. Los bordes biselados de la cruz, provocó un corte profundo en la piel, haciéndola sangrar. La furia del Padre Johan no se detuvo ahí, ya que volvió a darle un segundo golpe, que terminó en un segundo corte en la misma mejilla. Idalia estaría marcada de por vida con esas cicatrices.

Idalia, por el dolor, retrocedió; aun llorando trató de ir con su hermana menor, quien sólo miró toda la escena atónita. —¡Sharon! —Exclamó Idalia, tratando de alcanzarla y de huir de ahí, desgraciadamente, antes de tocarla de la mano, el hombre tomó a Sharon por el cabello de forma tosca y hostil. La pequeña de cabello verde lloró por el tirón

—¡Suélteme, viejo! ¡Suélteme! —Chilló Sharon y el desalmado hombre, sin decir nada, se encerró con la niña en un pequeño cuarto. —¡No! ¡No, déjeme salir! —Se escuchaba débilmente la angustia de Sharon por la gruesa puerta de madera.

Idalia, al escuchar esas suplicas vanas, tocó desesperadamente la puerta, usando sus puños en un vaivén violento. —¡Sharon! ¡Sharon! —Llamó a todo pulmón, con la esperanza de que su hermana la escuchara y que actuara para defenderse. —¡Huye de él! —Lo único que ahora escucharía Idalia serían los sollozos y suplicas aterradoras de su hermana. Era demasiado tarde. —¡Sharon! —Exclamó Idalia, gimoteando de la frustración y la impotencia de no haber protegido a su ser más querido.


!


El manto negro y rojizo la dejó libre, e Idalia cayó de rodillas, dejando escapar involuntariamente unas lágrimas.

—Fui débil, —admitió con dolor, —yo sabía lo que ese hombre planeaba y no la pude proteger… —apretó los ojos y puños en señal de su miseria. Volteó a mirar de nueva cuenta a la pequeña Sharon, que, al igual que ella, estaba llorando. El odio hacia Deimos solo crecía con cada segundo que pasaba.

—Tú usaste este recuerdo para poder ocupar su cuerpo… ¿verdad? ¡Por eso perdió su fuerza de voluntad! —Exclamó. —¡Por eso yo no fui tu cuerpo! ¡Eres un cobarde! —Se limpió las lágrimas. Ahora no tenía ningún caso llorar, tenía que actuar. Idalia se acercó a su hermana y trató de tocarla del hombro, pero inesperadamente una corriente eléctrica se lo impidió. Su mano retrocedió por instinto.

—¡Imposible! No puedo acercarme a Sharon… ¿pero por qué? —Ahora se le atravesaba otra dificultad en su misión.


Aarón comenzó su feroz ataque en contra del dios de la guerra Ares. Elevó al máximo su cosmos y lanzó docenas de rosas tan negras y hermosas como la noche.

—¡PIRANHAN ROSE! —Exclamó el santo de Piscis.

Ares tan solo bufó ante un ataque insignificante a su parecer. Solo le bastó sacudir su espada en un movimiento semi-circular para destruir todas esas rosas. Para empeorar las cosas, el tajo de la espada produjo una onda expansiva como ataque, que terminó por derribar a Aarón, junto con Selenia, Darío y Helena.

—Todos ustedes son muy débiles ante mí. ¿Cómo esperan ganar en contra de un dios? —Preguntó. Ares se dirigió hacia Sara, la encarnación de la diosa protectora de la tierra. —Terminemos con esto de una buena vez, Athena. —Dijo, caminando hacia la deidad.

Ni el Patriarca Kiki, ni la venerable anciana Oka retrocedieron ante la magnificencia de Ares. Ellos estaban gustosos de entregar su vida hacia la diosa a la que juraron fidelidad, y ahora mismo lo demostrarían sin contemplaciones.

—¡STARDUST REVOLUTION! —Exclamó, liberando centenares de estrellas fugaces.

—¡ROZAN HYAKU RYU HA! — Oka, por su parte, liberó cientos de feroces dragones.

Ambas técnicas combinadas suponían una muerte segura para cualquier oponente, pero no para el omnipotente Ares, quien veía una vez más un esfuerzo inútil.

—¡Ridículo! —Gritó Ares, enfurecido. Hizo otro movimiento semi-circular, esta vez de abajo hacia arriba. Al igual que la vez anterior, el tajo al aire destruyó los dragones y las estrellas por completo, y el choque de los poderes generó otra onda expansiva que derribó a ambos combatientes ancianos. —¡Si los jóvenes no hicieron nada, ustedes menos, insolentes! —Rugió Ares.

—¡Patriarca, anciana Oka! —Exclamó Athena, preocupada por sus leales consejeros y generales. Sara se acercó a ambos y comprobó, para su alivio, de que aún seguían vivos. No obstante, su pensamiento fue interrumpido cuando escuchó pasos enfundados en metal, detenerse justo en frente de ella. Ares se alzaba en todo su esplendor.

—¡Ares, aun tienes la oportunidad, detén esto por favor! —Pidió.

El dios de la guerra solo hizo una mueca de disgusto ante la petición tan ridícula de su enemiga.

—Athena, hermanita, ¡todo esto acabará cuando mueras! —Exclamó.

Y Ares alzó su espada, que despidió un intenso fulgor rojizo, lleno de su cosmos de maldad e ira.

Continuará…


En el próximo capítulo de Siguiente Generación: ¡La diosa Athena peleará cara a cara contra el dios Ares! ¡Idalia de Fénix dará todo de sí para rescatar a Sharon del abismo de la oscuridad, a manos del dios Deimos! ¿Lo logrará? Belerofonte tomará acción y con ello una decisión difícil; ¿Qué es lo que escogerá el Héroe Mítico? ¿Qué consecuencias tendrá para él? ¿Quién es esa mujer, de cabellos negros, ojos azules y una armadura platinada llena de brillo? ¡La Guerra Santa está cada vez más cerca de su conclusión!


Nota final del editor: Recientemente, ha llamado mi atención las dos últimas reseñas que han dejado. De una buena vez lo diré: Seiya y sus amigos NO APARECERÁN en lo que resta de la historia. De hecho, creí que había quedado bastante claro desde el summary. Saludos.