Un día más en esa vida finita, en esa vida que les tocó vivir de nuevo, en la misma en donde habían hecho una nueva familia y que además, adoraban.
-¿Dea?-
Habló a su lado, tocando su guitarra y mirando el cielo, sobre todos los mortales de aquel lugar. Era la época de la floración de los cerezos y merecían disfrutar de aquello.
-¿Hm?-
Respondió con un monosílabo, leyendo un libro en la misma posición, pero en sentido contrario, sus cabezas se tocaban. Habían ido al parque Yoyogi, después de visitar a la señora Selene en la tienda de antigüedades y la cual les rogó, hasta la humillación, quedarse con sus hermosos nietos el resto del día.
-¿Recuerdas esto?-
Comenzó a tocar un arpegio muy bonito, en acordes suaves y melódicos.
-Como olvidarlo...- bajó su libro con ojos melancólicos -Llega a tarde a casa con la bruma del mar...- entonó -Llega con la rabia enroscada, entra muy despacio para no secuestrar, el sueño más bonito que hay...-
-Sale de la niebla de un bostezo lunar...- siguió su hermana -Descalza y despeinada, corre...- sus dedos eran muy agiles en aquellas cuerdas -Corre hasta sus brazos como nadie lo hará, jamás, jamás, jamás...- dio los arpegios finales de esa introducción.
-Y María le dice que si...- continuaron juntas -Dice sonrojada que si y se esconde en sus brazos...- no habían cambiado de posición en lo absoluto -Y él contesta que todo irá bien...- se miraron de reojo una a la otra -Que las flores volverán a crecer, donde ahora lloramos...-
Finalizaron y aplausos se escucharon alrededor, se olvidaron complemente que, estaban en un lugar público y que ese país, era Japón, un lugar muy transitado. Se incorporaron de golpe y muchas personas las rodeaban con teléfonos en mano, mirándolas.
-No- detuvo a una señora mayor que iba a darle dinero -No somos artistas callejeras, por favor...- levantó sus manos con mucha vergüenza -Guarde ese dinero, señora- ella hizo caso omiso y se lo entregó -Gaia, esto es muy vergonzoso...- un niño se acercó e hizo lo mismo.
-Lo sé- ella tenía una rosa en la mano que le había regalado una niña -Creo que es mejor que nos vayamos- se incorporó -Gracias, cariño pero...-
Iba a devolver un yen que llegó a su otra mano, pero el pequeño, se marchó.
-Vámonos ya, los japoneses son muy intensos- levantó su libro y mochila del suelo -Gracias, pero no es necesario-
Agradeció a un hombre junto a ella, sin mirarlo y tomando el yen que le ofrecía con dos dedos.
-Bien, devuélvemelo-
Volvió a tomarlo de su mano y al fin, le dirigió la mirada.
-Hola, ¿Qué hacés aquí, Gojo?-
Habló, colgando del hombro su mochila y con una enorme sonrisa, al igual que él.
-Misión- señaló a unos edificios a lo lejos -Y justo pasábamos por aquí con los novatos...- levantó su celular y se lo enseñó -Y me llegó este video-
Eran ellas, cantando como lo habían hecho hace un momento atrás. Todo se hacía viral en cuestión de minutos, no había privacidad en ese país.
-Es una gran canción, ¿No creés, Gojo?- su hermana llegó a ellos con más rosas en las manos -Pero nos olvidamos que esto es Japón y no Amestris, todo se digitaliza aquí- le entregó algunas a ella y su celular, vibró -¿Kylar?- respondió extrañada y acomodando la guitarra en su espalda -¿Un vídeo?- cuestionó confusa -No sé de que hablas- se hizo la tonta -No, no me estoy mordiendo el labio para no reír- excusó, aguantando la risa.
-Hola, chicos- saludó al nuevo grupo de alumnos detrás de su esposo -¿Cómo están?- se acercó a ellos -Ami, tu cabello está hermoso y te queda el cambio-
Acarició el cabello corto y negro azulado, de esa pequeña chica de ojos añil y contextura delgada.
-Melkar, te dije que dejaras los esteroides anabólicos- apretó el enorme bíceps de un chico rubio, fuerte y ojos cafés -No, espera, esto es real- rió al igual que él -A ti te quería ver...- quitó los lentes de sol del adolescente delante de ella -No me gusta que ocultes tu heterocronía, Juno-
-Pero, maestra...- excusó, avergonzado -¿Usted sabe lo raro que se ve esto en público?- señaló sus ojos, uno era verde y el otro, azúl.
-A mí me gusta y es lo que eres, corazón- le acarició una mejilla con sus nudillos -El lunes en mi clase, habremos de eso, ¿Si?-
Ella impartía la clase de criaturas mitológicas, fantásticas y de leyenda, en ambas instituciones de magia del país, una vez a la semana.
-Si, maestra- hizo una reverencia -Me encantan sus clases-
-Lo sé, cariño- agregó con ternura -¿Puedo ir con ustedes a la misión de hoy, Gojo?-
Habló con él que, la rodeó, cruzando su brazo delante de ella, de lado a lado y descansando su cabeza sobre su hombro.
-No, hoy es tu día libre- la besó en la mejilla -No puedo concentrarme cuando vamos juntos a misiones- levantó la venda de su ojo izquierdo -Me vuelvo loco cada vez que eso ocurre-
-No se porque dices eso- miró su perfil -Hemos ido juntos a una sola y única misión desde que llegué aquí, ¿No, hermanita?- ella asintió, seguía al teléfono por una consulta que él le hacia -Y nunca más, después-
Cortó la llamada después de responder, para unirse a la conversación.
-Si, recuerdo que, fue caótica- guardó su celular en la funda de la guitarra -Ocurrió unos días después de que regresaras a la escuela de Kyoto-
Afirmaron con la cabeza. Les encantó ser parte de ambas instituciones en aquel entonces y volverían a hacerlo, si tuvieran la oportunidad, pero se olvidaban que eran casadas y sobre todo, adultas.
-Ahora que lo recuerdo...- dijo él, mirando a ambas -Me enfrenté con un ejecutor esa vez-
Se hundieron en el recuerdo, fue una misión bastante complicada y estresante, para una de las personas presentes allí.
-¿¡Qué dijiste, Utahime!?- exclamó con el teléfono sobre su oído derecho -¿¡Quién la envió allí!?-
-Eso no importa, idiota- respondió ella del otro lado -¿Vas a venir o no?- preguntó, molesta -Dos niños se perdieron en Aokigahara y ella se ofreció a buscarlos- él la sacaba de quicio -Tú sabes que el director jamás le niega nada y además, no fue sola, Mai y Kamo la acompañaron, los tres son un gran equipo-
-No me vengas con eso- contestó a punto del colapso -Hace tres días que desaparecieron en el bosque de los suicidas y recién me avisas de esto- tenía ganas de matar a alguien -Voy para allá- cortó.
-¡Gojo!- gritó al encontrarlo al final del pasillo -¡Algo le está pasando a Dea!- tocó su pecho con dolor -¡Es algo horrible!- estaba inquieta -¡No me preguntes como lo sé! ¡Pero lo sé y lo siento aquí!-
No apartó la mano de su corazón, ni por un segundo. Ellas tenían una conexión única y especial, algo muy difícil de entender, pero era real, existía.
-Nos vamos ya- tomó su celular y convocó a todos los estudiantes allí -Emergencia, afuera, ahora-
Envió ese audio y corrieron a la salida.
-Cálmate, Gaia-
Habló Yuta frente a ella, dentro de esa furgoneta y en donde estaban todos los demás.
-Estará bien, es muy fuerte- volvió a decir.
-No es eso, Yuta- se estremeció, un torrente de energía magnética podía percibirse en aquella zona -La mente de Dea es muy frágil, mucho más que la mía, puede pasar cualquier cosa en ese lugar- juntó sus manos y apuntó hacia el bosque que se veía a lo lejos -La energía magnética aquí, es muy alta- miró más allá -Es culpa de ese volcán- señaló el monte Fuji a lo lejos -El hierro que produce, causa alteraciones magnéticas en esta zona-
-Si, es lo que incita a las personas al suicidio en el bosque y por ende, a la congregación de maldiciones- respondió él -¿Por qué dices que la mente de tu hermana es frágil?-
Ella abrió su boca y levantó un dedo, pero no pudo emitir palabra.
-Pueden cerrar la boca- habló Gojo, era el conductor del vehículo -Llegaremos en unos minutos y no es el momento para hablar de eso-
-El profe está muy alterado- susurró Yuuji al resto -Es raro verlo así-
Todos asintieron en silencio, pero un destello rojizo, se percibió a un lado del camino.
-¡Deten esta cosa!-
Gritó y abrió la puerta, arrojándose afuera y comenzando a correr hacia el bosque, dejando a todos atrás.
-¡Yuta y Maki! ¡Siganla!- ordenó él -¡Nosotros seguiremos hasta la entrada!-
Aceleró a fondo, ya que tenía que desplegar un velo y pedir detalles a Utahime de la misión, sólo esperaba que todos estuvieran bien.
-Sabía que ustedes vendrían-
Habló agitada a sus compañeros cuando la alcanzaron.
-¿Qué fue lo que vimos, Gaia?- preguntó su amiga.
-Una señal- respondió y otro destello, se divisó a lo lejos -Es una torre del sol, un hechizo- juntó sus manos y materializó un arco entre ellas -Algo está peleando con Dea-
Lanzó una flecha al firmamento que, explotó en un resplandor azúl y haciendo temblar todo alrededor. Algo había hecho con la energía de ese lugar y alterado el orden del caos. Estaban seguros que, los espíritus saldrían al combate después de eso.
-¡Yuta!- gritó de nuevo -¡Ocúpate de eso!- un enorme grupo de maldiciones y espíritus malignos, los hizo detenerse -¡Maki!- se inclinó y tocó el suelo bajo sus pies -¡Mai está en aquella dirección!- señaló a su izquierda y unos disparos, se escucharon -¡No puedo encontrar a Kamo, pero me voy con Dea!-
Siguió corriendo con toda su alma, pero una figura encapuchada y completamente armada, la detuvo a mitad de camino.
-¿Tú eres la alquimista?-
La apuntó con su espada, sus ojos eran verdes y sombríos. Era alto y fuerte, pero sobre todo, peligroso.
-No te interesa- transmutó una lanza -Te agradecería que me dejes pasar- advirtió en guardia.
-Me encantaría, bonita- la miró en detalle, pero el ocaso, ocultaba sus facciones en la penumbra -No es personal, pero tu hermosa cabeza vale mucho y yo necesito el dinero-
Blindó su arma, apuntándola de nuevo.
-Ya nos hemos visto antes, ¿Verdad?- descansó la lanza sobre su hombro, muy tranquila e indiferente -Tu voz me resulta familiar-
-No, jamás olvidaría a alguien con esas curvas- mordió sus labios, mirándola de arriba a abajo -Es una pena que tenga que aniquilarte, un total desperdicio- negó de un lado a otro -Te haría tan feliz en la cama- silbó, admirándola y desapareció de su vista, era muy rápido -Eres del tipo de mujeres que me gusta- habló a sus espaldas, tomando un largo rizo entre sus manos y llevándolo a su nariz -Hueles a jazmines, lirios y tierra mojada- ella rodó los ojos, hastiada, le tocó un asesino acosador -Eres como la naturaleza- levantó su espada -Recuerdalo, bonita, no es personal-
Iba a atacarla, pero una mano, detuvo su brazo en el aire.
-Vete de aquí, Gaia- habló Gojo a su lado -Yo me encargo- le dio un golpe, derribándolo -Que gusto me da volver a verte, ejecutor- sonrió perverso, haciendo tronar sus dedos -El único ser humano inmune a la hechiceria, se vuelve a enfrentar a mí, que irónico- bajó la venda de sus ojos.
-El placer es todo mío, Satoru Gojo- se incorporó, dándole la espalda a ella y quitando la capucha que lo ocultaba -Es un honor para mí, volver a enfrentar a mi eterno rival- guardó su arma en la funda de su espalda -Hoy veremos quién es el más fuerte-
-No quiero excusas cuando pierdas- lo apuntó con un dedo -Gaia, vete ya- acató la orden y salió de allí -Prepárate para sufrir, Kylar Azoth-
-Eso lo veremos-
Una feroz batalla a puño limpio y velocidad inhumana, se desató entre ellos, sin piedad alguna. El hijo ilegítimo del clan Zenin y el chamán más fuerte, se enfrentaban, otra vez.
-¡Dea!-
Gritó, al ver a su hermana peleando contra Kamo.
-¡Quedate ahí, Gaia!- la detuvo, levantando una mano -Él no es Kamo- lo miró con sus ojos cambiantes -Es un impostor-
Ella la ignoró y llegó a su lado, dispuesta a luchar como siempre.
-¿Cómo sabes eso?- habló, sin cambiar de actitud.
-Porque él asesinó a los niños que estaban conmigo- movió sus manos, invocando magia del silencio -Los transmutó en maldiciones con solo tocarlos y murieron, al no soportar lo que les hizo- ella abrió sus ojos al tope, era un ser despreciable -Es una maldición especial, Kamo está con Mai e intentó engañarme de nuevo- formó una fecha con su poder -Pero ya no más- se la lanzó, pero él, la esquivó.
-Eres muy buena- rió como psicópata y cambiando su aspecto -Esta es la segunda vez que nos vemos y sigo subestimándote, al igual que a ti, alquimista- relamió sus labios -Si él no estaría tan interesado en ti- la apuntó -Ya te habría asesinado-
-¿Él?- cuestionó su hermana -¿Hablas de Gojo?-
-No- respondió como un niño, moviendo sus brazos en vaivén -Hablo de Kenjaku-
No tenían ningún tipo de interés en saber quién era ese sujeto, sólo querían acabar con el mal frente a ellas y lo harían.
-Bien, ya me cansé de ti y de tu estupidez- bajó su rostro, apretando su entrecejo -Hace tres días que, estoy caminando como una errante por este maldito bosque...- bufó agotada -Tengo hambre, sueño y cargo con muy mal humor- todo vibraba a su alrededor -Hoy te mueres- levantó la visto y miró a su hermana de reojo -Gaia, Drag Slave- ella descolgó su arco y lo tensó.
-Más negro que la oscuridad, más rojo que la sangre...-
Recitó y su flecha brillo con el mismo destello anterior.
-Perdido en la corriente del tiempo...- un poder oscuro, se materializaba entre sus manos -Junto con tu poder y el mío...-
No pudieron terminar, el resplandor purpura de Gojo, destruyó y arrasó con todo a su paso. Estaba, realmente, furioso y se materializó frente a ella, en un parpadeo. Se encontraba herido, con diversos cortes y golpes en todo el rostro. Lo habían destrozado, prácticamente.
-Me dijo...- sus ojos azules estaban perdidos y fijos en ella -Me dijo que...- limpió la sangre de sus labios -Me dijo que quería asesinarte con su espada maldita- aferró sus brazos con fuerza -¡Me dijo que quería matarte!- ella estaba tiesa e inmóvil -¡Matarte! ¡Y yo me volví loco!-
Comenzó a reír como un demente, pero una bofetada, lo interrumpió. Estaba padecido sus tan temidos ataques de locura.
-Lo siento, pero tenía que sosegarte- se disculpó, sosteniendo su mano por el golpe que le dio -Pero sino sueltas a mi hermana, te daré otra peor- la soltó, lentamente.
-Lo lamento- se disculpó -Pero en este estado, no siento nada- la sangre en que lo adornaba, era demasiada -No siento nada- repitió.
-Está bien- lo miró con lástima, era terrible verlo así -Viniste a buscarme- su voz se quebró y desvío el rostro -Estuve en el infierno y no pude salvar a los niños- limpió una lágrima que escapó -Pero estoy bien- bajó la mirada a sus pies -O lo estaré, creo-
Su hermana rodeó sus hombros y la sacudió, se repondrá, era fuerte. En unos días estaría bien y lo superaría.
-Vámonos, antes de que los dragones despierten-
Sugirió, caminando a la salida y buscar al resto de sus compañeros. Todo terminó bien, al fin de cuentas.
-Aquí no hay dragones, Gaia- refutó él, siguiéndolas.
-Si, si hay Gojo-
Señaló a una roca y un ojo verde con pupila rasgada, apareció en ella. Era un detalle soberbio y aterrador.
-Cada vez que la tierra se mueve o escupete lava- narró su adorada novia -Son los dragones, recordándonos que, están ahí y que van a despertar-
-Que miedo-
Murmuró, mirando alrededor y envuelto en pánico. Todo lo que ellas decían, de alguna forma u otra, era verdad.
-¡No puedo creer que hayas querido matarme!- le gritó a su esposo, golpeando su escritorio con la palma de su mano -¡Eras tú el del bosque de los suicidios!- aseguró, en el mismo tono.
-Si, era yo- reafirmó, aferrado a los apoya brazos de su silla e inclinado hacia atrás -Te juro bonita que, después de eso, me retiré del negocio y además, estaba tan oscuro que, no te reconocí- apretó sus labios -Bueno, aún no nos conocíamos, tú salías con Okkotsu, en ese entonces-
-¡Eso no justifica nada!- lo apuntó -¡Quisiste matarme!- repitió -¡Exijo saber!, ¿¡Quién te mando a hacer ese trabajo sucio!?-
-No lo recuerdo...-
Mintió y ambos lo sabían. Guardaron silencio por unos eternos minutos, pero no pudo soportarlo más, ella era muy terca y no daría su brazo a torcer, tan fácilmente.
-Fue Uraume- confesó -Es un chamán endrogino, viste de monje o sacerdotisa- apretó sus labios -No sé decirte si es hombre o mujer-
-Si, sé de quién me hablas- rascó su frente, abrumada -Fue aliado de Sukuna por siglos, ya quiso matarme antes, pero él no se lo permitió- estiró su cuerpo, mas calmada -Él jamás permitiría que maten a su esclava o a su descendencia-
-Si, eso me dijo Uraume- sonrió, mirándola -Por esa razón, me contrató para matarte- se acercó a ella, llenándola de besos en todo el rostro -Pero gracias a Gojo, no pude hacerlo- separó sus labios con su pulgar -Le debo mucho a ese idiota-
-Pobre hombre, no sabe lo que dice-
Se burló, rodeando su cuello con los brazos, iba a besarlo, pero su teléfono, vibró.
-Selene...- habló al atender -Por favor, tranquilizate, ¿Qué ocurre?-
Palideció al escucharla y él, le quitó el teléfono de las manos.
-¿Mamá?- su madre lloraba del otro lado y hablando entrecortada, al contar que había pasado -No puede ser...- susurró, impactado.
-Mi niño, Gojo- su cara era todo, menos la de una persona cuerda -Tiene tres años...- estaba en shock -No puede desaparecer así, ¿A dónde estará?-
-No lo sé, mi amor-
Se encontraba hincado delante de ella, acariciando su rostro y mirándola a los ojos. Su hijo Gaudy había desaparecido, al igual que el pequeño Daven, cuando estaban al cuidado de la abuela de ambos, Selene. Llegó a buscarlo a la escuela, fuera de sus cabales, después de que su hermana le comunicara el extravío de ambos.
-Lo encontraré- la acarició con su pulgar -Te juro que lo haré- tragó con dificultad -Los chicos me ayudarán y los encontraremos-
-Está ciudad es muy grande, pueden estar en cualquier lugar- tomó su teléfono con las manos temblorosas -Gaudy es un vidente, puede ver a las maldiciones y está oscurecido, se asustará y llorará, me necesita- mordió su meñique, incorporándose -¡Gaia!- gritó, cuando respondió -¡Reune a la tropa!- caminó de un lado a otro en esa habitación -¡Nos vemos en Ginza en quince minutos!- iba a cortar -Espera...- inhaló profundo -Necesito elixir de mandrágora- finalizó la llamada -Vámonos, Gojo-
Sus manitos estaban aferradas una con la otra y no iban a soltarse por nada del mundo, se habían alejado de la abuela Selene para comprar un helado y no pudieron hallarla más. Estaban perdidos en esa enorme ciudad, pero no llorarían, eran valientes, sólo tenían que buscar a un policía para encontrar a sus mamis y todo estaría bien.
-Aquí tampoco está la tienda de helados, Daven- reclamó a su primo que tiraba de él -Y estoy cansado de caminar tanto-
-Yo también, Gaudy- respondió, caminando entre la gente -Pero mi mami me dijo que, si algún día me pierdo, tengo que buscar a un policía para que me ayude-
-Pero es de noche y hay muchos monstruos-
Había maldiciones por doquier, en ese lugar, él podía verlas y eran muy raras.
-No son monstruos, primo- se detuvo y señaló a una maldición sobre el hombro de una chica -Son alebrijes y ese parece un monito-
-Pero tienen caras muy feas-
Nos les tenía miedo, pero sus caras, lo perturbaban mucho.
-Es porque les duele la panza- tiró de la manga de un hombre frente a ellos -Señor policía...- habló y él giró a verlos, ya que estaba controlando el tránsito -Me ayuda a encontrar a mi mami y a la tía Dea-
Habló a la radio portátil sobre su hombro, informando sobre el hallazgo de dos niños perdidos, en pleno centro de Shibuya.
-Te juro que lo encontraremos- conducía con la vista fija en el camino.
-No quiero hablar de eso, Gojo- se encontraba angustiada, mirando por la ventanilla -Sólo quiero que mi hijo esté bien y nada más-
-Nuestro hijo- rectificó -Nuestro hijo, Dea-
Ella lo aniquiló con sus ojos al voltear a verlo.
-¡Es mi hijo!- señaló a su propio pecho con un dedo -¡Te recuerdo que, los miembros de tu clan, no recocen a Gaudy como parte de él!- detuvo el auto para hablar mejor -¡Porque es mi hijo y manché la pureza del mismo con mi sangre!- escupió con veneno.
Habían tenido una terrible discusión, hace unos días atrás, con respecto a ese tema. Un grupo de personas, alegando que eran parte de unas de las ramas del clan Gojo, irrumpieron en su casa de una forma muy violenta, reclamándole a la cabeza del mismo, la imprudencia que había cometido al casarse con una hechicera por fuera del clan y tener descendencia impura con ella.
-Soy la cabeza del clan, nadie más que yo, puede decir quién es parte del mismo o no- quitó la venda de sus ojos -Acaso, ¿Estás culpándome a mí porque nuestro hijo desapareció?-
-¡Mi hijo!- volvió a decir -Y no te culpo a ti, los culpo a ellos- su voz vibró y miró al frente -Me insultaron de la peor forma que pueden insultar a una persona- inhaló profundo y entre temblores, para no llorar -Quisieron maldecir a Gaudy, por ser sólo un niño que nació de mí- frotó sus ojos, quitando esas estúpidas lágrimas -Sólo espero que, esté perdido en algún lugar de la ciudad, porque si alguien de tu clan es parte de esto...- lo miró de reojo, suprimiendo su poder -Los destruiré, uno por uno y nunca más volverás a vernos-
Juró ante los dioses y sobre todo, ante la Dama del Caos. No mentía, hablaba en serio, nunca más volvería a verlos.
-No tienes que amenazarme- dio marcha al vehículo, para seguir con su camino -Sé muy bien que no volveré a verte, si mi clan está implicado en esto- aferró su pequeña mano entre la suya -Pero eso no pasará, porque yo los destruiré primero- besó sus nudillos con ternura -Ustedes no tienen porque cargar con un peso que no les corresponde, son mi familia y siempre estarán primero-
Esperaban fuera de esa casa con Yuuji, Nobara y Yuta, mientras hablaba al teléfono con Aoi, que buscaba a los pequeños en el parque Shiba, junto a Maki, Mai y Megumi. Su esposo, por otro lado, se encontraba dentro, asistiendo a su traumatizada madre e intentando calmarla.
-Si, lo sé, besto- caminaba de un lado a otro -Están haciendo un buen trabajo- silencio -Los encontraremos- sonrió tranquila -¡Vamos equipo padrinos! ¡Los cuatro juntos pueden encontrarlos!- finalizó la llamada y guardó su teléfono -Bien-
Soltó todo el aire de su sistema, llegó el momento de pedir más refuerzos.
-Ven, Fenrir- susurró y juntó sus manos, invocándolo a través de un sello -Aleh, Aslan- hizo una reverencia delante de él -Aleh- acarició su cabeza -¿Vamos a buscar a tu amo?- él gruñó en respuesta -Si, sé que se encuentra bien-
-Nunca dejas de sorprenderme, pequeño sol- dijo Yuta, acercándose a ellos -Es enorme-
Levantó una mano para poder tocarlo, pero no pudo hacerlo.
-No lo toques- advirtió una voz profunda, detrás -Detesta a los extraños- era Kylar que salió de la casa -Es más, a penas y me tolera a mí- miró al Fenrir a los ojos -¿No es así, pulgoso?- volvió a gruñir, pero enseñando los dientes -No puede haber dos alfas en la misma casa- tocó su espada pendiendo de su cuello, en advertencia -Guarda esos dientes, porque te irá mal y lo sabes- dejó de gruñir y desvío el rostro.
-Se llevan pésimo- rió, después de besar al Fenrir en su enorme cabeza -Pero a ti te amo más- susurró por lo bajo y su esposo, tocó su pecho, dolido -No es cierto- se excusó, rápidamente -Bueno, si, pero...- escarbó el suelo con el pie -En orden de méritos están, Daven, Dea, Aslan y después, tú- lo señaló y Yuuji, tosió, falsamente -Bueno, Yuuji, junto a Sukuna, Aoi y Maki, te siguen- juntó sus dedos índices con inocencia -Y después, el resto- rascó su nuca con un gesto raro -¿Cómo está tu madre?-
Cambió de tema, ya que él, la asesinaba con sus ojos esmeraldas. Ella era su prioridad, en cualquier lista que armara, ¿Por qué él no en la suya?
-Con la presión arterial por las nubes y muy alterada- tiró de su cabello y exhaló profundo -Pero logré calmarla, dándole un sedante muy fuerte, ahora está dormida y lo hará hasta mañana- un problema menos.
-Pobre Selene, es tan buena abuela que, no se merece pasar por esto- miró la hora en su teléfono, su hermana estaba tardando demasiado -No es culpa de nadie que esto haya pasado, son dos niños muy inquietos- iba a llamarla, pero un auto, se detuvo frente a ellos -¡Por fin, Dea! ¡Tardaron toda la vida!- reclamó, mientras ella, descendía.
-Lo siento- cerró apresurada -¿Trajiste la mandrágora?-
-Si- le enseñó un pequeño frasco en su mano -¿Para que la quieres?- cerró su puño cuando quiso tomarla.
-Para inducirme a visiones con ella- todo fue silencio.
-Ni loca te daré esto- la guardó en el estuche amarrado a su cintura -Puedes perder la cordura con sólo probar una gota-
-No voy a ingerirla, Gaia- extendió su mano -Dámela- exigió.
-No- se negó -No te la daré, no eres una vidente, tu cuerpo no resistirá a los efectos de la droga-
-¡Dame la mandrágora!-
Gritó, expulsando energía de su cuerpo, sus nervios iban a estallar y en cualquier momento.
-¡Te dije que no!-
Pisó el suelo con fuerza y todo tembló producto de su alquimia. Eran poderosas cuando se enojaban. Se abalanzó sobre ella para lograr su objetivo, pero Gojo, la atrapó entre sus brazos.
-¡Suéltame!- estiraba sus manos y pateaba al aire -¡Quiero la mandrágora, Gaia!- estaba histérica -¡Es la única manera que tengo de encontrarlos!-
-¡Cállate!-
Caminó hasta ella a paso furioso, dispuesta a golpearla y calmarla de una forma muy cruel, pero su esposo la detuvo, cargándola sobre su hombro para evitar la catástrofe.
-¡No puedo creer que quieras hacer semejante estupidez, Dea!- exclamó -¡Te desconozco! ¿¡Qué ocurre contigo!?- la señaló, rabiosa -¡Tendría que acomodarte las ideas a golpes!- amenazó -¿¡Quién te creés que eres!? ¿¡Eyra o Lai!?- se excedió y cubrió su boca, al darse cuenta de su error -Lo siento- se disculpó, inmediatamente.
-¿Lo sientes?- preguntó irónica y con sus ojos en sus propios pies -¿Escuchaste eso, Gojo?- había dejado de luchar después de eso -¡Dice que lo siente!- comenzó a reír como una desquiciada, entre sus brazos -¡Dice que lo siente!- repitió, dejando de reír y la miró con sus ojos cambiantes, empañados en locura -No sabes el monstruo que has despertado- pronunció sombría, apuntándola -Valthanders-
Recitó e invocando la espada en su mano.
-Bájame, Kylar- pidió con cautela y él, negó -Bájame y vete de aquí- titubeó, pero la bajó despacio -Suéltala, Gojo- pidió y juntó sus manos -Y tú también vete de aquí- transmutó una lanza -Todos, váyanse de aquí- dio tres pasos hacia delante, girando su arma con mucha destreza -Esto será destructivo-
Un teléfono timbró, dentro de ese oscuro silencio y su dueño, lo atendió.
-¡Ahora no!- vociferó al mundo -¡Les dije que no me llamaran esta noche, maldita sea! ¿¡No pueden hacer nada sin mí en ese hospital!?- guardó silencio -¿¡Qué!?- abrió sus ojos al tope -¡Mi hijo está ahí!-
Miró a todos que, estaban detenidos en el tiempo. Los habían encontrado.
Corrían por esos pasillos hacia la sala de emergencias, era increíble la cantidad de personas que ingresaron a ese hospital, como una enorme ola destructiva. Esos pequeños demonios, les habían dado un susto de muerte a todos.
-¡Daven!- gritó llena de emoción al cruzar el umbral, arrojándose sobre él y levantándolo de esa silla -¡Pequeño monstruo!- lo besó muchísimo, cuando su alma, regresó -¡No sabes el castigo que te espera!- nunca iba a cumplir esa amenaza.
-¡Ay! ¡Dioses!- cayó de rodillas y cubriendo su rostro, al abrir esa puerta -¡Gaudy!-
Su esposo la incorporó por debajo de los brazos y la acercó a la camilla, sentándola a su lado.
-¿¡Por qué me asustaste así!?-
Lo estrechó entre sus brazos, llorando como no había llorado en todo el día.
-No encontramos la tienda de helados, mami- respondió con inocencia.
-Si, caminamos mucho, tía- siguió su sobrinito.
-Un policía los encontró en Shibuya y los trajo aquí- ingresó el director del hospital a la sala, leyendo el informe -Cuando Daven le dijo que, su papá era el mandaba en este hospital-
Todos rieron al escucharlo, era increíble lo inteligente que era ese pequeño. Por suerte, pudieron mantenerse a salvo el uno al otro y sin mayores problemas.
-Dea...- dijo si hermana, muy seria -Lo siento-
Le arrojó un pequeño frasco que atrapó al vuelo.
-Yo también- se lo devolvió, tal cual llegó a sus manos -Guárdala para la próxima-
-Espero que no haya una segunda vez- levantó a su hijo en brazos, tan igual a él -Tu mami y la tía, casi destruyen Tokio por ustedes dos, Gaudy-
-Por favor, no vuelvas a irte así, Daven- suplicó, inclinándose y pellizcando la nariz de su pequeño -Las son aterradoras, no nos hagan pasar nunca más por esto, ¿Prometido?-
Todos y cada uno de los presentes, levantaron sus manos de manera inconsciente, realizando esa promesa. No querían que su país fuera destruido por una pequeña e inocente travesura infantil, alguna vez.
