EPÍLOGO

.

.

La luz es muy brillante. No sé qué ocurrió. Mi cabeza está en blanco.

¿Qué fue lo último que me ocurrió?

¿Qué fue lo último que pasó?

Yo estaba...

Yo estaba...

Yo acababa de acostarme para ir a dormir, ¿cierto? Tenía que trabajar al día siguiente.

Pero morí. Mi corazón comenzó a fallar y fallecí. ¿Es eso?

Por eso estoy viendo esta luz tan brillante. Debería tener miedo, quiero decir, no quiero morir tan joven, no quiero abandonar a mi familia, aún tengo sueños que cumplir. La luz hace que me sienta en paz, que solo la tranquilidad me envuelva, como contemplar el atardecer después de un extenso día. Sin embargo, hay algo que me falta. Hay una emoción... abrumadora envolviendo mi cuerpo.

Tan fuerte, tan aplastante, que comienzo a sentir las lágrimas en mis ojos, el picor en mis ojos y la nariz anunciando el llanto.

Esa paz que cubría mi corazón es rápidamente reemplazada por una asfixiante tristeza. Empiezo a llorar. Es un dolor desgarrando mi corazón, como nunca antes lo sentí. Igual a sentir la necesidad de alguien, de desear que alguien esté a mi lado, y me cubra con sus brazos. Mi mente, mi corazón, mi alma está suplicando con desespero a ese ser que hace falta.

Ven.

Necesito que estés aquí.

No me dejes sola.

No sé qué ocurre, tengo miedo.

Ven.

¿A quién estoy llamando?

¿A quién estoy necesitando?

Solo sé que puedo llorar, dejándome caer de rodillas, mis mejillas, mis manos se empapan con las lágrimas.

Estoy echando en falta la paz que me envolvió al principio, porque este dolor en mi pecho es insoportable. Asciende y alcanza mi cabeza, que palpita de la misma penetrante y dolorosa forma que mi corazón, que mi alma. ¿Qué me está ocurriendo? ¿Es por la pérdida de mi familia? ¿Es por la pérdida de mi vida anterior? ¿No se suponía que, a pesar de todo, morir es estar en paz?

Si morir significa vivir esta agonía, entonces empiezo a temerle. Entonces, definitivamente no quiero morir.

No quiero morir.

¡No quiero morir!

.

•—•—•—•—•—•—•—•—•—•—•—•—•—•

.

—¡Haz callar a esa niña! Me tiene harto con sus llantos. —La voz que escucho es masculina, horrible y fuerte.

Mis sentidos comienzan a ser conscientes de un entorno desconocido para mí. La antes luz que me rodeaba ahora solo se limita a un foco sobre mi cabeza, iluminando una habitación algo destartalada. Una mujer entra en mi campo de visión, dejándome atónita.

Es hermosa. Su cabello negro como el ébano cae en cascada tras su espalda, ondulado, sedoso. El rostro en forma de corazón es decorado por dos ojos grandes, de un color ámbar, cuyas pestañas revolotean al parpadear. Las ojeras arruinan su mirada, a su pesar. Sus labios no armonizan con el rostro, muy pequeños, delgados, pero me brindan una sonrisa.

—¿Por qué lloras tanto? William se enojará otra vez. ¿Tienes hambre?

¿Quién es esta mujer? Me está cargando con mucha facilidad. ¿Cómo es posible?

Levanto mi mano para limpiar mi rostro de las lágrimas, pero me quedo petrificada.

Mi mano

... ¿empequeñeció?

No.

No...

¡NO ME JODAS!

¿Por qué mi mano es de bebé?

¡DETENGAN ESTA MIERDA!

¿Soy un bebé ahora?

.