El pequeño remolino que provocaba el rompeolas, chocaba contra las piernas desnudas de Aiko mientras jugaba alegremente con el cubo y lo llenaba de agua. El verano aún no había llegado, pero las altas temperaturas primaverales, les permitían disfrutar de esa bonita tarde de playa.

Después de tantas noches desaparecida en la oscuridad, no había nada mejor que sumergirse en el océano y sentir ese pequeño soplo de libertad entre las aguas que parecen infinitas.

Shiho se envolvió en una toalla, sin dejar de vigilar a Aiko de reojo y una vez su bañador se secó, se puso el vestido primaveral que se había quitado.

"No te metas más adentro." Le dijo mientras la pequeña seguía negándose a salir del agua. Le encantaba venir a la playa.

Se quedaron hasta que el sol empezó a anaranjar la playa y el agua con su reflejo, el aire se había levantado y los rayos apenas desprendían calor.

Shiho condujo una media hora con la ventanilla medio bajada, mirando con una sonrisa a su hija de vez en cuando por el retrovisor, que se había quedado dormida de camino a casa nada más subirse en el coche, completamente agotada de haberse pasado la tarde levantando castillos y fortalezas de arena.

Se sentía empoderada. Esos momentos le evaporaban los miedos y le hacían creer que realmente podía con todo. Kudo siempre había vivido a medias con ellas, para así decirlo, así que a pesar de que su ausencia fuese dura, se sentía capaz de poder con ella. Su hija la necesitaba, podía educar y mantenerla por su cuenta. Lo que le preocupaba, era esa falta de figura paterna que tanto añoraba.

Cruzó los campos de arroz una vez entró al pueblo, ya de noche y con las luces de cruce encendidas. Su casa era una de las pocas que estaban más apartadas del pueblo, pero para ella no era un problema, lo consideraba su pequeño paraíso y la ciudad tampoco estaba tan lejos. Su círculo social no era muy amplio y tampoco le gustaban las multitudes.

Redujo drásticamente la velocidad al cruzar su parcela y encontrarse un coche aparcado en su jardín, demasiado familiar. Puso el freno de mano y miró por el retrovisor que Aiko siguiese dormida. No le gustaba lo que presenciaba.

El conductor salió del coche antes de que lo hiciese ella, así que bajó la ventanilla con su mano derecha mientras apretaba el volante con la otra. Todos esos sentimientos tan agradables que sentía, desparecieron al clavar su mirada en la del rubio.

"¿Llevas mucho tiempo esperándome?" Se adelantó ella preguntando con la mirada alta, intentando tragarse el miedo.

El rubio medio rió y se apoyó en su ventanilla mientras le soltaba el humo de su cigarro en la cara. "No mucho, ¿Habéis pasado una buena tarde?" Le preguntó al percatarse de la niña que ocupaba el asiento trasero. "¿Por qué no bajas del coche y hablamos como es debido?" Le propuso apartándose de la puerta.

Shiho miró por el retrovisor mientras pensaba, no podía poner a su hija en riesgo haciendo ninguna tontería, así que soltó las manos del volante y abrió la puerta para salir.

"Tienes una niña preciosa, creo que se te olvidó mencionarnos que tenías hijos." Le comentó muy serio.

La pelirroja le miró fijamente, sabía que ese hombre podía leer sus dudas e inseguridades así que no podía permitirse sonar titubeante. "Ella no tiene nada que ver con mi trabajo." Le contestó cruzando los brazos, apoyando la espalda en la puerta cerrada.

Gin se acercó lentamente a ella mientras le daba una larga calada al cigarro antes de tirarlo al suelo. "No tolero las mentiras." Le dijo a centímetros de su cara. "¿Tenemos que esperar también a que tu marido llegue a casa?" Le preguntó sin dejar de mirarle a los ojos.

"Soy madre soltera." Confesó. No era del todo una mentira, ahora sí que lo era.

"¿Después de esconderme una hija, quieres hacerme creer que la niña no tiene padre?" Les preguntó alzando una ceja.

"Nunca me he casado, no planeé tener a mi hija, simplemente sucedió. Por eso ahora solo estamos ella y yo." Dijo llena de sinceridad. "Nunca me preguntaste." Se defendió.

El pelo platino le miró un par de minutos sin decir palabra, estudiando interiormente cada palabra que acababa de escuchar. Miró a su compañero , que se encontraba apoyado en su coche y le hizo un gesto para que se acercase a él, le susurró un par de cosas al oído y volvió a acercarse a la pelirroja. "Os venís con nosotros."

"¡¿Qué?!" Contestó alarmada, estirando su espalda hacia atrás, presionándola contra el coche para intentar alejarse de él.

"Una científica de tu calibre no debería vivir en un lugar tan abandonado como este."

"Es mi casa."

"Os buscaremos otra mucho mejor." Le comunicó mientras la apartaba del coche y abría la puerta para indicarle que recogiese a su hija aún dormida. "¿O acaso tienes algo más que esconderme?"


Kudo condujo con los dedos bien apretados al volante y el pie sin apenas despegarlo el acelerador. Observó la distancia que le quedaba en el GPS mientras disfrutaba del paisaje que le ofrecía esa parte de la ciudad y sus nervios crecían a cada kilometro que se acercaba.

No podía dejar de pensar en esa pequeña figura que aparecía en sus recuerdos y que ahora recordaba con tanta claridad. Aiko. ¿Cómo había sido capaz de olvidar a su propia hija?

Se sentía emocionado, inquieto y avergonzado. Había salido corriendo de Tokio sin decirle una sola palabra a Ran al respecto. No sabía como enfrentarla en una situación así. La vergüenza le pesaba, ¿Cómo no iba a querer divorciarse de él si acababa de descubrir que no le había sido tan fiel como había jurado?

Había cruzado la línea demasiadas veces, tanto en su trabajo, cómo en su vida privada.

Entró en un pueblo bastante familiar para su ojos y redujo la velocidad para buscar su objetivo. Había ido a parar ahí después de descubrir que Ran, había empezado a visitar ese pueblo a raíz de su accidente, la dirección se había guardado demasiadas veces en el GPS de su coche. Tenía que encontrar algo, no podía dejar que se le escapase de entre los dedos nuevamente.

Paró en frente de una casa blanca un poco alejada del pueblo y el corazón le empezó a bombear con fuerza cuando salió del coche y el aire chocó en su cara.

Se había marchado muy pronto esa mañana, podía escuchar a los pájaros piar por un nuevo día a la vez que la brisa mañanera le hacía encogerse de hombros.

Se acercó a la entrada de la casa con precaución pero el paso decidido. Necesitaba ver a su hija y la misteriosa mujer que aún no podía ponerle rostro, por la que su vida se había convertido en un rompecabezas sin sentido.

Dejó el dedo en el timbre sin presionarlo, sintiendo el corazón en la boca.

Dong Dong

Presionó el timbre finalmente y observó su alrededor mientras esperaba. No se imaginaba viviendo en un lugar como ese. No se parecía en nada al ambiente que vivía en Tokio. La tranquilidad invadía cada rincón y el embarcadero y el gran lago le daba un toque mágico a los alrededores.

Cerró los ojos y respiró hondo antes de volver a picar a la puerta, esta vez, con los nudillos de su mano.

Toc Toc

El desasosiego e inquietud crecían al ver que la puerta no se abría. ¿Se habían marchado pronto esa mañana?

"¿Hola?" Preguntó acercando la oreja a la puerta. Resopló y se alejó de ella al no recibir respuesta. Chutó un par de piedras mientras ponía sus manos en sus bolsillos y volvió a parar delante de la puerta, convencido de no irse hasta que encontrase algo que le ayudase a clasificar el lio de su cabeza. Apoyó la mano en el pomo y abrió la puerta con cuidado, que para su suerte, no estaba cerrada con llave. "¿Hola? Voy a entrar." Avisó antes de introducirse en el interior.


Heiji ordenó el papeleo de su escritorio mientras le daba un buen sorbo a su café caliente y se tapaba la boca para cortar el bostezo de cansancio que no pudo reprimir. No había dormido muy bien esas últimas semanas con todo lo que pasaba en la central. Estaba muy preocupado por su amigo y por Shiho, si seguían de esa manera, acabarían cerrando el caso o cediéndoselo a otro departamento. Y no iba a permitir que sucediera nada parecido.

Ellos siempre habían sido letales en cuanto se trataba de resolver misterios, este no iba a ser una excepción.

"¿Cómo vas?" Le preguntó Akai, sentándose en frente suyo. "¿Has podido hablar con Shiho?"

El moreno negó con la cabeza mientras repasaba una y otra vez todos los interrogatorios que habían realizado. "No he sabido nada de ella desde que nos marchamos de su casa." Contestó con el ceño fruncido. "Creo que nos pasamos un poco…"

Akai entrecerró los ojos mientras recordaba el último encuentro con claridad. "Tsk…sabes que sabe más de lo que nos ha dicho ¿Y la defiendes?" Preguntó.

"Ella no me mentiría y menos con algo así." La defendió el moreno. "La conozco muy bien. Solo está dolida por la situación."

Shuichi lo miró poco convencido. "¿Alguna novedad en el Black Moon?" Preguntó cambiando de tema.

"No gran cosa. Tengo un par de agentes vigilando la zona, pero no parece suceder nada fuera de lo normal. Son muy conscientes de que la policía está merodeando…"

Akai arrugó el ceño. "No creo que escojan el Black moon para hacer ninguna operación, pueden utilizar cualquier otra tapadera."

"No puedo enviar agentes a todas, son demasiadas. Tenemos que reducir el círculo de búsqueda." Le explicó observando la lista de propiedades que poseían.

"¿Y Kudo?¿No ha progresado? Si se había involucrado más profundamente, seguro que sabe como se mueven los miembros de rangos más altos."

"No creo que sea bueno que Kudo lo recuerde todo ahora, es una persona muy impulsiva y podría volver a ponerse en peligro con demasiada facilidad."

Bip bip bip

"Es él." Comentó Heiji al ver el identificador de llamadas. Hizo un gesto de silencio y descolgó la llamada. "Hey Kudo, ¿Cómo estás?" Le preguntó intentando sonar despreocupado.

"Heiji, tienes que venir a Hakone. Tienes que ver esto." Le contestó rápidamente.

Heiji de heló. "¿A Hakone?¿Que hacer ahí?" Preguntó observando a Akai, abriendo los ojos ante la sorpresa.

"He recordado a Aiko...a mi hija." Contestó el detective con la voz nerviosa. "Tienes que venir, ha pasado algo. Te acabo de enviar la ubicación." Dijo justo antes de colgar.

"Kudo, no puedes ir investigando por tu cuenta." Contestó el moreno hablando solo. "¿Kudo?...Me ha colgado."

"¿Qué ha pasado?" Preguntó Shuichi.

Hattori tragó saliva y se levantó rápidamente cogiendo sus llave y chaqueta. "Ha recordado a Aiko. Vámonos."

Ambos estuvieron todo el camino en silencio, intentando descifrar la escena que debía haberse en contrato su viejo amigo. ¿Había recordado también a Shiho? ¿Cómo se habría quedado la pelirroja al verle cruzar la puerta en busca de su primogénita?

Volvió a marcar el numero de la bióloga a medida que se acercaban al pueblo, pero saltaba el buzón una y otra vez. ¿Por qué lo tenía apagado?

Llegó a la casa un cuarto de hora más tarde y salió del coche nada más poner el freno de mano. Kudo estaba sentado en el embarcadero, con una apariencia tranquila pero la mirada angustiada.

"Kudo." Le saludó parando a su espalda. "¿Qué estás haciendo aquí?¿Sabes lo peligroso que es que estés aquí?"

El moreno se levantó y le miró con la mirada baja y las manos en los bolsillos. "Necesitaba venir a verla…Pero se han ido."

"¿Qué?" Preguntó mirando hacia la casa. La moto de la pelirroja, seguía aparcada en el jardín, pero el coche no estaba por ningún lado.

Kudo apretó los puños ante la impotencia. "El interior parece estar intacto, pero la ropa y las maletas de viaje han desaparecido de los armarios."