Creía que nadie podía verla, que nadie sabía de sus escapadas hacia el bosque en las noches pero, estaba equivocada, unos celestiales ojos azules, no le perdían pisada, podían verlo todo.

-Tengo que descubrir a donde vas-

Murmuró, sentado en una de las torres de esa enorme escuela y observándola marchar hacia el bosque. La seguiría, nunca lo había hecho antes pero, esa noche, lo haría. Esperó que se adentrara un poco más, entrelazó sus manos y reapareció en la entrada del mismo.

-¿Algún día vas a dejar de seguirme?- le habló a su lado, materializándose -¡Es increíble que no pueda tener privacidad aquí!- reclamó, molesta.

-Tú sabés que eso nunca va a pasar- se inclinó a su altura -Y mucho menos, teniendo en cuenta lo que pasó entre nosotros-

Le cubrió la boca, desesperada, mirando en todas dirección.

-¡Cállate!- pronunció entre dientes -¡Te van a oír!-

Lo soltó, lentamente y él, sonrió arrogante. No le importaba nada, que el mundo se enterara lo que pasó entre ellos, si de todas formas, ella no quería nada con él, ¿Qué más le daba lo que dijera la gente?

-¡Oigan!-

Gritó como un demente, usando ambas manos como un megáfono alrededor de su boca.

-¡Tuve intimidad con esta mujer hace un par de semanas! ¡Y fue increíble!-

Volvió a decir y esperó la respuesta, llevando una mano a su oído para poder escuchar mejor y nada pasó.

-Ves, a nadie le importa-

Le palmeó la cabeza con burla y ella, apretó un puño, aguantando las ganas de golpearlo.

-A mi sí me importa, dijiste que sería un secreto entre nosotros y lo estás divulgando a viva voz- reclamó y giró sobre sus talones, caminando hacia el bosque -Ven, si quieres- habló, dándole la espalda -De todos maneras, vas a seguirme-

La siguió unos dos pasos atrás, llevando ambas manos detrás de su nuca y mirando alrededor, tranquilo y despreocupado.

-Todavía tengo el violín- no soportaba el silencio -Es tuyo si lo quieres- no respondió, intentaba ignorarlo -Además, te compré lo necesario para que practiques todo lo que quieras...- tampoco respondió -Un atril, cuerdas de repuesto, un cuaderno pentagramado y plumones con tinta que pueden borrarse, por si te equivocas-

Seguía en silencio y él tocó su hombro con una mano, pero ella, la apartó.

-Si no lo quieres, puedo dárselo a otra persona- volvió a llevar sus manos a su nuca -Utahime canta muy bien...- miraba su espalda, intentando descifrarla -Quizás también quiera un violín-

-Ella no querrá nada de ti- al fin respondió, podía sentir que estaba sonriendo, levemente -Te odia con tanto fervor que, la admiro por eso- suprimió un risa y volteó -Ahora, mi incógnita es, ¿Por qué?-

-No entiendo porque lo dices...- levantó una venda de sus ojos -Soy una persona muy querible-

-No es cierto- refutó y guardo silencio, como escuchando un llamado del bosque -Ven- tomó su mano y lo llevó con ella -Hoy despertaron antes-

Susurró por lo bajo, escondiéndose detrás de un árbol y con él a sus espaldas, que disfrutó del aroma de su cabello con los ojos cerrados e inclinándose un poco, se habían quitado las vendas al percibir que no estaban solos.

-Quédate aquí-

Volvió hablar en el mismo tono y salió de allí con cuídado, mientras él, la observaba aferrado al tronco.

-Vengan a mí...- pronunció, acercando sus manos al llegar a un claro rodeado de arboles -Espíritus de la primavera-

Luz blanca se materializó entre ellas y la lanzó al aire con un delicado movimiento. Todo fue silencio por unos cuantos segundos, hasta que pequeños seres de luz, comenzaron a rodearla provocando risas en ella.

-¡Hola!- saludó alegre -¿Cómo están, amiguitos?- dirigió una mirada hacia él, que se encontraba oculto e inerte -Me alegra escuchar eso...- volvió a reír con mucha emoción y uno se esos entes, se detuvo en la palma de su mano -No puedo creer que sigas molesta- respondió a algo inentendible que le dijo -Sí, lo sé, era tu árbol pero, lo hizo para protegernos a todos- presentó su lógica -Y si te pide una disculpa, ¿La aceptarías?- escuchó su respuesta -Si, es lo justo-

Le hizo señas para que se acercara y así lo hizo, pero esos diminutos seres huyeron de su presencia, excepto, el que se encontraba en su mano.

-Kodamas- murmuró sorprendido, al llegar junto a ella -¿Hablas con los kodamas?- asintió con una linda sonrisa -¿Cómo lo haces?-

-No lo sé- tocó la cabecita del kodama en su mano -Desde que llegué aquí, vengo al bosque por las noches y se acercan a mí por sí solos- lo miró a los ojos y los de ella, brillaban como nunca -Y desde entonces, puedo entenderles- movió su otra mano produciendo destellos -Además, parece que les gusta mi magia-

Más de esas criaturas aparecieron alrededor. Eran diferentes uno del otro, sus formas eran antropomórficas y quiméricas, entre lo árboles que habitaban. Eran muy bonitos.

-Eres increíble- confesó con admiración, acariciando su rostro -¿Te das cuenta de lo única que eres?-

Los kodamas eran seres del bosque, entes de la naturaleza que vivían en los árboles y que nunca se manifestaban a los humanos, si los mismos, no perturbaban su entorno de manera hostil. Estaba impactado, lo que veía frente a sus ojos, era algo único e irreal, era magia verdadera y lo había lograba ella. No podía enamorarse más en ese momento.

-Bueno, soy una hechicera, pero no tengo energía maldita como tú- aferró la mano que tenía en su rostro, apartándola, muy despacio -Eso me hace única entre ustedes-

Colocó un rizo tras su oreja que la hizo ver adorable y él tenía unas ganas inmensas de besarla, de confesarle todo lo que sentía y lo haría.

-Tengo que decirlo antes de que me vuelva loco...- aferró su rostro, juntando sus frentes y enfrentando sus ojos -Dea, yo...-

-Ella quiere una disculpa- lo interrumpió, acercando a la kodama delante de sus ojos -El día del encuentro de intercambio con la escuela de Kyoto, destruiste su árbol con el resplandor púrpura- lo miraban molestas -Discúlpate con ella, Gojo- exigió -Destruiste su hogar-

Negó de un lado a otro, decepcionada. No sabía que decir, interrumpió su confesión, no sería la primera, pero iba a recordarle lo que sentía por ella y además, debía disculparse por hacer su trabajo, era algo impensable para él, hacer una cosa como esa.

-¿Qué? ¿De verdad?-

Preguntó al ser en su mano, después de unos minutos de silencio. Hizo un gesto extraño, bajó su rostro abrumada y apretó su entrecejo.

-Dice que no puede estar enojada contigo, porque eres muy lindo y te perdona- rodó los ojos -No le voy a decir eso...- volvió a escuchar -Eso tampoco...- abrió sus ojos gigantes -¡Y eso menos!- exclamó -¿¡Saben que!?- dijo sarcástica -¡Los dejaré solos!- colocó a esa pequeña criatura sobre el hombro de él -Como diría Gaia...- sacudió sus manos con gracia -¡Me voy!-

Dio media vuelta y salió de allí, despidiéndose de sus amiguitos con una mano y semblante alegre.

-No quiero ofenderte, linda- tomó a la kodama entre sus manos -Pero estoy enamorado de ella- señaló la espalda de esa hechicera que le encantaba -La próxima vez que venga aquí, hazme un favor y hablale bien de mí, ¿Si?- asintió y saltó lejos de él -¡Mi diosa! ¡Espérame!-

-¡No soy tuya, Gojo!- respondió a lo lejos.

-¡Sí, sí lo eres!- la alcanzó, rodeándola con un brazo sobre sus hombros -Ya te lo dije, te guste o no, algún día tendrás que aceptarme y decirme que si-

-Dama del Caos...- rogó a su diosa amiga, mirando al cielo -Ilumínalo...- juntó sus manos como si fuera una plegaria -Este hombre no sabe lo que dice-

-Sí, sé lo que digo, Dama del Caos- miró hacia arriba igual que ella -Tú sabes bien que la idolatro y que soy un loco enamorado, ¿Verdad?- guardó silencio, fingiendo escuchar algo -Ella me agrada, dice grandes verdades-

-No mientas, no dijo nada- negó divertida -Además, tienes que darme mi violín-

Siguieron su camino y salieron del bosque, mañana volverían a saludar a los kodamas, porque había llegado el momento de ir a dormir.

-Y así fue como con tu papá, conocimos a los kodamas del bosque-

Terminó de narrar esa historia a su pequeño hijo, antes de ir a dormir, obviando algunos detalles que no venían al caso y que no tenía que saber.

-¿Por qué puedes hablar con ellos, mami?-

Preguntó desde su cama, arropado hasta el cuello.

-Bueno, según pudimos averiguar con la tía Gaia- acarició su hermoso rostro -Ellos hablan un idioma, que se llama el lenguaje del mundo y que muy pocas personas pueden entender- explicó -Y yo soy una-

-Vaya, eso no lo sabía- habló su esposo desde la puerta.

-Si, bueno...- se incorporó, después de besar a su pequeño que estaba casi dormido -Creemos que es un dialecto del mismo, porque Gaia no puede hablar con ellos, pero yo sí- salieron del cuarto -Pero puede hacerlo con los entes de forma animal, a diferencia de mí-

-Nunca vas a dejar de sorprenderme- caminaron hacia su cuarto -¿Qué historia vas a contarme a mí antes de ir a dormir?-

Habló emocionado y aplaudiendo como si fuera un niño. Pensó un momento con un dedo es sus labios, hasta hallar la historia correcta y adecuada.

-La Cueva de las Almas-

-¡Si!- corrió emocionado hasta su destino -¡Me pondré mi pijama y estaré en la cama, listo para escucharla!- ingresó a la habitación como una bala.

-Genial, de tal padre, tal hijo...-

Aseveró, sarcástica y entre risas, hasta llegar a su cuarto.