La despedida entre Bellatrix y Eleanor el día en que se tuvo que marchar fue dura, triste, pero llena de amor.

La Muggle desplegó todo su haber de abrazos, besos y apretones que tenía, cosa que logró hacer una mella más en el caparazón de la bruja.

No se quería despedir, pero ambas sabían que solo sería por un tiempo y después de la guerra que se libraría en un tiempo más, ya nada podría hacer que Bellatrix se separase de su Muggle. Lamentablemente, sabían que la mujer de cabellos caoba tenía que regresar a su casa y seguir con su rutina, aparte que estaba el tema de la guerra, por lo que Narcissa y Rabastan tenían que seguir escondiéndose, sin contar con los encargos de vestidos que la rubia debía realizar. Bellatrix estaba complacida al saber que a su hermana le estaba yendo bien en su negocio y había algo en sus día a día que le hiciese olvidar el problema que se gestaba en el mundo mágico. Teniéndola lejos, podía estar mucho más tranquila y a pesar de que esos días que compartieron le habían hecho muy feliz, ya necesitaba seguir adelante con sus misiones.

La azabache se encargó de que Kreacher pusiera hechizos silenciadores en todo el piso de arriba de la casa de su amiga, atribuyendo su preocupación a que no podía dejar que la faceta adultera de su hermana mancillara a su inocente y tierna Muggle. Narcissa se defendió diciendo que nada en esa mujer podía ser inocente, pero se calló luego de que su hermana apretase las mejillas de su mejor amiga señalando lo tierna que era y le recordase al heredero que debía engendrar para los Lestrange. Nada ni nadie le sacaría de la cabeza que su cuñado debía tener un hijo con su hermana para que a ella la dejaran tranquila. Bendito fuese el día en que a su hermana se le prendió el cerebro e hizo algo bueno por la humanidad al dejar a Lucius.

Cuando solo se encontraban los tres hombres y la bruja en la casa, Bellatrix se dedicó a ultimar los detalles con su marido para que cuando se fuese a reclutar aliados, todo saliera tal cual ella quería. No se podía permitir que su esposo cometiera errores, mucho menos en territorios que a los magos no les correspondían. Las demás criaturas mágicas eran tremendamente territoriales, por lo que hacer un movimiento en falso dentro de sus terrenos podía ser completamente perjudicial y quebrantaría relaciones que estaban en una línea controversial de tolerancia y asesinato. Muchas criaturas no gustaban de los magos y viceversa, por lo que si Rodolphus no hacía las cosas tal cual Bellatrix las planeó, podía perder más que la vida en el proceso.

Remus estaba conversando con Sirius, mostrando su aquiescencia al tener que viajar por tres meses reclutando gente peligrosa, agresiva y que le podrían atacar en cualquier momento, solo por el hecho de que era un hombre-lobo y un mago. Estaba muy nervioso, sobre todo al saber que una de sus paradas sería la vieja manada de la que fue parte en su juventud. No quería tener que ver nuevamente a Greyback, pero también sabía que no se podía negar. Haría lo que fuses por ayudar a su pareja y a Dumbledore.

Sirius por otro lado estaba harto de tener que escuchar las quejas de su amigo. No entendía porqué se tenía que poner excusas siempre a la hora de enfrentar las cosas y eso que se suponía que estaría mejor al lado de Lestrange. Por otro lado, estaba saboreando el momento en que Remus y Rodolphus se marchasen. Estaba extasiado y pletórico luego de enterarse que el esposo de su prima y su amigo se irían por unos cuantos meses lejos y él tendría a su Bellita para él solo. No la tendría que compartir con nadie y usaría ese tiempo para que la relación extraña que estaban formando se acrecentara. Haría que ya no tuviese dudas de sus sentimientos por ella y que de una vez por todas se decidiera a dejar sus miedos de lado para estar con él como Merlín mandaba. Dejando de lado el factor de que la bruja seguía casada. Ya se ocuparía de eso.

A su vez y era en lo que menos quería pensar, eran los cambios de humor que podría tener la mujer durante ese tiempo…, cosa que le asustaba y preocupaba en partes iguales. Aún había muchas cosas que tenía que conocer de su prima considerando que hacía años dejó de prestar atención a algo más que no fuesen sus asesinatos y gritos, y ciertamente no se estaba aplicando mucho a ello, teniendo en cuanta que las últimas veces solo se dedicó mirarla por la ventana como un león asechando a su presa. Tenía planeadas algunas cosas, pero todo debía ser profundamente analizado con anticipación.

Subió a su habitación luego de excusarse con Remus, alegando que su conversación no era para nada estimulante y que mejor se fuera a beber un rato. Eso lo ayudaba mucho a él.

Estando dentro de su dormitorio, sacó un pergamino amarillento que estaba debajo de su cama. Lo desenrolló y se fue a sentar en una de las butacas que daban al balcón.

Leyó lentamente, meditando cada una de sus palabras:

Cosas para tener a mi Trixie:

-Nada de hablarle como idiota porque me puede querer matar (ese intento de bebé que hace la gente enamorada y babosa)

-Alabar todo lo que a ella le gusta (su cuerpo, su inteligencia, etc., es decir, lo que le gusta a todo Black)

-Preocuparme de que tenga siempre una botella cerca (de preferencia whisky y vodka, porque a mí también me gustan)

-No hincharle las pelotas (una de las cosas más difíciles, es una de mis especialidades)

-Tener en cuenta su libertad (no molestarla más de lo normal, cosa que también se me hace difícil)

-Ser detallista, pero no empalagoso (es mujer, así que tiene que gustarle algo así…, puede que una nueva calavera de plata le guste, de esas que abren la boca para guardar los amillos dentro)

-Ir a su ritmo.

Se llevó la mano a la barbilla y meditó todo lo que había escrito. Se dio cuenta que muchas de las cosas eran entendibles y aceptables, pero luego tomó el pergamino y lo arrugó. Su Bella no era una persona predecible, por lo que nada de lo que tuviese planeado funcionaría con ella. Tenía que dejar que las cosas sucedieran como debían ser y nada más.

-o-

Eran las doce de la noche del tres de noviembre. Bellatrix salió muy temprano por la mañana el día anterior, por lo que Sirius casi no la había visto. Estaba más que claro para él que su prima se encontraba tremendamente ocupada con todas las cosas que Dumbledore le impuso en su juramento, así que no quería ser una carga más para ella.

Tenía en cuenta el hecho de que se sacó de encima el tener que partir para reclutar gente y se sintió orgulloso, porque estaba cumpliendo con su parte del trato sin tener que moverse de su casa, dejándole el dolor de cabeza a otros. "Esa es mi Bella" pensaba.

Se había ido a acostar hacía horas, por lo que en esos momentos se deslizaba por la nube más alta en su quinto sueño creado por el licor en su sistema. No era consciente de lo que sucedía a su alrededor, así que tampoco se había dado cuenta cuando su prima entró en la habitación con una caja de cartón.

No fue consciente cuando la mujer se subió a su cama, dejó la cajita en la mesilla de noche y se acostó a su lado, peinando delicadamente los mechones de su cabeza, mientras le miraba con una sonrisa en el rostro

—Siri —susurró suavemente, esperando que su primo se despertase pronto. Sabía que el hombre tenía el sueño muy pesado, pero no existía nada en el mundo que le ganase a Bellatrix Black Lestrange (el apellido Black siempre va primero en la mente de la bruja).

Sirius no reaccionó, solo suspiró dentro de su sueño y balbuceó un "no quiero mami". Eso logró que la bruja levantase una ceja incrédula por darse cuenta de que su primo estaba soñando con Walburga. Profirió un estremecimiento y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. —Qué asco —se dijo. Dejó de lado aquella perturbadora imagen y volvió a su cometido.

Deslizó su mano por el rostro de Sirius y dejó una caricia en su suave mejilla. Acercó sus labios hasta el oído del animago y volvió a decir —Siri…, despierta —. Sacó su lengua y la pasó por la cuenca de la oreja, logrando un estremecimiento por parte del hombre, quien se removió ligeramente dentro de su dormir. Se giró y tomó la caja de cartón, la abrió y sacó el contenido que yacía en su interior. Delicadamente lo puso en el pecho del animago y regresó a su oído, murmurando —. No te muevas mucho que te puede picar antes de que estés consciente.

Sirius sentía algo que se movía en su pecho, pero dentro de su letargo lo atribuyó a que estaba siendo abrazado por su madre y esta le hacía cosquillas. A lo lejos escuchaba la voz de Bellatrix llamándole, pero cuando la buscaba no podía ver su rostro. Volvió a escuchar a su prima diciéndole que se despertara, pero que no se moviera mucho porque algo le picaría. ¿Cómo podría no moverse si su madre le estaba haciendo cosquillas en el pecho y estómago?, ¡eso era imposible!.

Poco a poco se empezó a dar cuenta que nada de eso era normal, así que abrió con ligereza los párpados, encontrándose con la radiante sonrisa de la bruja cerca de su rostro. Sonrió ladinamente, feliz de encontrarse con esa imagen tan hermosa cerca de su cuerpo y aquel despertar tan bello. Movió la cabeza alejando el recuerdo de haber estado soñando con la desalmada de su madre y se fijó del movimiento en su pecho, cosa que le hizo fruncir el ceño

—¿Qué…? —intentó preguntar, pero fue callado con los labios de la bruja que se apoderaron de él.

Bellatrix le estaba besando con pasión y lujuria, por lo que solo consiguió suspirar soñadoramente dentro del beso. Al separarse, la bruja susurró —Feliz cumpleaños Siri —, depositando luego un nuevo beso —, mira lo que te traje —, apuntó a su pecho.

Sirius bajó la mirada para ver de qué estaba hablando su prima y se encontró con algo que le heló la sangre en menos de un segundo.

Un escorpión negro del tamaño de un puño yacía moviéndose de un lado para el otro sobre su piel.

Los pocos colores que tenía en la cara se esfumaron para dejarle más pálido de lo usual, dando paso al nerviosismo y miedo apoderarse de todo su ser.

—B-Bella…, s-sácame, s-sácame esto de encima —pidió con terror. Jamás estuvo cerca de esas cosas, porque eran tremendamente peligrosas y mortíferas. Su vida estaba en peligro inminente y como siempre decían que antes de morir la vida pasa frente a los ojos, recordó cada segundo feliz que vivió, mientras a su vez sentía como el bicho se movía aún en su cuerpo

—No te pongas nervioso, porque sienten el miedo y te va a picar. Tampoco te muevas mucho, porque también te va a picar —comentó ella con una sonrisa radiante —. ¡Es tu regalo de cumpleaños Siri!, lo fui a buscar por la mañana, y como ya son más de las doce, quise venir a dártelo porque no aguantaba ver tu carita al ver mi regalo —.

—B-Bella, sácalo. Sácalo por favor —pidió nuevamente, tratando de no moverse más de lo necesario. Veía como el escorpión seguía caminando por su pecho y cada ciertos momentos se volteaba para poder apretar sus tenazas. Contuvo la respiración luego de notar la larga cola que tenía y como su lanceta se movía ligeramente en el aire haciéndole tener de un momento al otro una ganas horribles de orinarse encima, sobre todo después de fijarse en que el bicho se empezó a acercar hasta su cuello lentamente. Se quedó quieto por unos segundos pidiéndole a todas las deidades que le escuchasen para que mataran a esa cosa que tenía encima, pero no estaba preparado para lo que sucedió luego. De un momento al otro, el escorpión que estaba entre su barbilla y su clavícula movió su cola en el aire y enterró su lanceta en la piel, impregnando el veneno que tenía en su aguijón. Entró en pánico y mandó a volar al escorpión de un manotazo, el cual cayó en el colchón y se siguió moviendo unos minutos, hasta que Bellatrix lo tomó en sus manos y le empezó a hacer cariño entre la cola y la cabeza.

Rodó en la cama y cayó del colchón, se arrastró por el piso presa del pánico, rodó con todas sus fuerza aferrando su cuello con sus manos, presa del pánico que lo estaba consumiendo —¡ME VOY A MORIR!, ¡MORIRÉ, MORIRÉ! —gritaba una y otra vez. En su cuello, justo en el espacio donde el escorpión le picó, sentía una quemazón horrible la cual empezaba a bajar por el resto de su cuerpo. Fueron los segundos más terroríficos de su vida, los cuales para él fueron horas, porque el dolor no pasaba. Literalmente vio su vida pasar frente a sus ojos, porque sentía como la muerte se acercaba a su lado para pedirle la mano y llevárselo de la vida terrenal. No podía creer que su vida acabaría gracias a un regalo de su prima y que finalmente ella le había matado como tantas otras veces le juró que haría. No quería dejar el mundo aún, pero el veneno dentro de su sistema lo consumiría pronto, lo tenía claro. Esos bichos podían matar en pocos minutos y lo irónico era que la muerte le encontró en su cama.

Ya podía imaginar a James en el otro lado riéndose de él, esperándole para cuando llegase a su lado, ya se podía imaginar sus palabras. "¡Canuto!, ¡te ha matado un bicharraco que te regaló tu prima!. A mí por lo menos me mató un mago tenebroso, pero a ti un bicho". Ya podía imaginar el epitafio de su tumba:

"Aquí yace un hombre que murió por culpa de un regalo de cumpleaños".

Ya imaginaba la decepción en el rostro de su ahijado al tener que contarle a sus hijos cómo fue la muerte de su padrino, la muerte del último de los Black. Sería el hazmerreír de toda la comunidad mágica

—No puedo creer que seas tan llorón Sirius, asustaste a Pinchi —recriminó Bellatrix al momento que se acercaba hasta él. Puso al escorpión cerca de su cara, mostrándoselo —, pídele perdón —dijo.

—¡Y UNA MIERDA LE PIDO PERDÓN!, ¡ME PICÓ, MORIRÉ! —gritó Sirius, alejándose de su prima. Siguió rodando por el suelo otros minutos y poco a poco sintió cómo el dolor menguaba. Se sentó en la alfombra temblando por el miedo y posó sus ojos en los de su prima, quien le miraba aún con el bicho en la mano —. ¡¿Cómo se te ocurre darme eso?!, ¡ME VOY A MORIR! —. Miró entre sus piernas, asegurándose de por lo menos no haberse meado, porque eso sí que sería el colmo. Ahora en su epitafio no solo saldría lo anterior, sino que sería

"Aquí yace un hombre que murió por culpa de un regalo de cumpleaños y se meo encima"

—No te vas a morir maldito llorón —comentó ella, sentándose en el suelo frente a él —. Es un escorpión mágico. Si hubiese querido matarte estarías tieso hace rato. Te picó el cuello porque te aceptó y ahora es tu compañero. Tienen la capacidad de esconderse dentro de los ropajes para cuidar a sus dueños y pasar desapercibidos. Cuando sienten que alguien quiere dañar a su dueño, les saltan encima y los matan en menos de cinco minutos. Pinchi en particular, tiene tenazas rojas, lo que hace que, si pincha la piel de alguien, ese trozo se calcina. Ya han pasado más de diez minutos y sigues respirando, así que no te vas a morir, déjate de llorar.

El corazón de Sirius latía desbocado, y todavía no se podía creer que su prima le hubiese regalado algo así, hasta que su cerebro hizo clic y todo se aclaró en su mente. Inhaló con fuerza, dejando que el aire llenando sus pulmones le entregase la tranquilidad que necesitaba después de ese horrible momento. Exhaló dejando que sus miedos se fuesen con el aire y asintió para él mismo. Se concentró en lo que había entendido y susurró suavemente —Me…, me quisiste regalar un escorpión…, porque mi cumpleaños es el tres de noviembre…, y eso me hace ser Escorpio en el zodíaco, ¿cierto? —preguntó, tratando de calmar su respiración todavía y los latidos de su corazón. No podía creer que escribió una lista con las cosas que podía usar para conquistar a su prima…, nada de eso serviría si ella era así. Si era Bellatrix no existía plan en el mundo que funcionase realmente.

—¡Sí!, además es muy práctico teniendo en cuenta que te puedes morir de un segundo al otro en la guerra. Es decir, casi te mueres porque te alcancé con un hechizo en el Departamento de Misterios…, nadie me asegura que no te caerás en plena batalla y te desnuques con una piedra. O que estés caminando y te caiga una pared de un segundo al otro encima de la cabeza

—¿Y cómo un escorpión puede evitar que eso pase? —preguntó él, todavía mirando con los ojos desorbitados a la mujer. No entendía cómo estaba tan tranquila haciéndole cariño a esa cosa negra que tenía en su mano

—Pues no sé, pero al menos te ayudará a que nadie quiera matarte. Si se lo pides, puede hacerse más grande y puede llegar a medir cinco metros de alto. Cualquiera sale cagado en los pantalones al ver algo así —comentó ella, deslizando su dedo por la cola del bicho —, ¿no es cierto Pinchi?

Dejando de lado lo surreal que era el simple hecho de ver a la bruja más peligrosa del mundo con un escorpión al que le puso "Pinchi" en la mano mientras esta le hablaba con ternura, Sirius sintió un calor en su cuerpo al entender lo siguiente: Bellatrix estaba preocupada por su seguridad. Le había regalado una pequeña ventaja sobre los demás dentro de un encuentro complicado y se estaba asegurando que no se muriese tan pronto. Olvidándose de su miedo y terror por tener como mascota a un bicho venenoso, se sintió feliz de que la bruja mostrase ese tipo de detalles. Aunque casi lo mata de un infarto, se enamoró un poco más de ella.

Sonrió con amor y soltó una pequeña carcajada. Se acercó hasta su prima y susurró —Estás loca, hermosa —.

Bellatrix levantó su mano y puso al escorpión cerca de su cara —Pídele perdón a Pinchi —pidió seria.

Sirius exhaló con fuerza y lentamente dijo —Lo siento Pinchi, pero me diste un susto que te cagas. Ahora te quedarás dentro de tu caja por unas horas, porque tengo que enseñarle a estar loca que esas cosas no se hacen —. Tomó la caja de cartón en la que había llegado el escorpión y la transfiguró en una de vidrio. Tan gran y espaciosa como consideró prudente. La puso sobre una mesa y dentro hizo aparecer arena, un tronco largo y colocó hechizos para que siempre estuviese a la temperatura adecuada. Le indicó a su prima que lo dejase dentro y ella así lo hizo.

Tomó por la cintura a Bellatrix y dejó un beso en sus labios, disfrutando el comienzo del cumpleaños más extraño que tuvo en su vida, con la bruja en su cama y una nueva mascota venenosa en su habitación