Disclaimer: los personajes de Twilight son de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Rochelle Allison. Yo solo traduzco con su permiso.


Capítulo 40

Cerca de un año y medio después

Las seis ya. Juro que acababan de ser las dos.

He estado demasiado ocupada últimamente, he estado trabajando el doble con Emmett para una serie de eventos que hemos tenido reservado por meses. Eran trabajos lucrativos, y tuvimos buena publicidad, pero estoy exhausta y lista para descansar por un tiempo.

Al menos, eso me gustaría. Dudo que eso pase pronto.

Porque Edward llega mañana por la mañana, y prometí estar en el aeropuerto para recogerlo. Los Sounders acaban de ganar un par de juegos en Las Vegas y en Los Ángeles, así que probablemente esté lleno de adrenalina y con ganas de tener sexo de victoria.

Sí, no me importa que eso esté en mi lista de quehaceres...

Pero además, el primer partido de fútbol de Charlie es la próxima semana, y aunque ella ponga una buena cara, sé que está ansiosa también. Su equipo practica casi todos los días después de clases, y a ella le encanta. Tampoco es malo que Edward patee la pelota con ella cuando sea que él esté en casa, incluso a veces aparece frente a su equipo y les da consejos.

Es un pequeño espectáculo, pero es increíble. A veces Rose y yo vamos a mirar. Es divertido ser una mamá de los suburbios cuando lo haces con estilo.

—¡Charlie!

Ella aparece de la nada.

—¿Podemos llevar a Pinkie Pie a pasear?

—¿De nuevo? Acabamos de sacarla.

Pinkie Pie es el último regalo de cumpleaños de Edward a Charlie, un pequeño pug negro que es demasiado adorable para su propio bien. Respecto a su nombre... bueno. No hay nada rosa sobre ella, pero estos días nos gusta My Little Pony—MLP para los que saben.

—Pero mamá. A ella le gusta el ejercicio.

—Puedes hacer que corra por el patio más tarde —le digo—. Cenaremos allí.

Ella sonríe, feliz.

—Está bien.

—Charlie, escucha...

—Mamá, necesito mi lápiz azul. Por favor. El que tiene brillos. El que Nessa me dio.

—¿No está en tu mochila?

—Oh... —Su voz se aleja por el pasillo. La sigo a su cuarto, donde se encuentra revolviendo su mochila de My Little Pony. Con Pinkie Pie al frente. Por supuesto.

—¿Lo ves? —pregunto, cruzándome de brazos mientras me inclino contra el marco de la puerta.

—Sí, mamá. Está aquí. ¡Oh! Mi libro...

—Charlie, escucha, tenemos que irnos. Realmente tengo que ir a la tienda antes de que sea muy tarde.

—Ajá...

—Muy bien... Entonces, me iré y te dejaré aquí sola. —Me doy vuelta y camino fuertemente hacia mi cuarto, para nada sorprendida cuando ella corre detrás de mí.

Abajo, practicamos con sus cordones y luego nos colocamos nuestros abrigos. La noche está un poco fría.

—¿Podemos hacer galletas de mantequilla de maní? —pregunta Charlie mientras caminamos por la tienda.

—¿De postre?

—Sí. Y para papá.

—Claro. Puedes ayudar, si quieres.

—Sí quiero.

—Bien. —Me inclino, beso su nariz—. Me gusta hacer galletas contigo.

—A mí también.

Al final, hacemos galletas de mantequilla de maní para ella y una bandeja de avena con chips de chocolate para Edward. Ella insiste en colocarlas en un contenedor que ella después decora con sus marcadores: garabatos de flores y personas y corazones.

Conocía a mi hija en todo sentido... hasta que Edward llegó a nuestras vidas. Él abrió una parte de su corazón que ni siquiera sabía que existía —ella probablemente tampoco sabía— y creo que... ella hizo lo mismo con él. Ella lo mira como si sostuviera la luna—en serio.

Es por eso que ella quiere jugar muy bien el sábado. Ella no entiende que el simple hecho de que juegue lo hará sentirse orgulloso.

~tbts~

En la mañana, nos dirigimos hacia SeaTac. Debido a la escuela, Charlie no siempre viene conmigo para recoger a Edward, pero hoy ella tiene una cita con el dentista a las diez así que hubiéramos llegado tarde de todas formas. Es como si ella tuviera hormigas en sus pantalones—ella está tan emocionada.

Nos acercamos a arribos. Es tradición ahora, encontrarnos con Edward con café y croissants. Él sonríe cuando nos ve, saludando a sus amigos antes de lanzar su bolso en el maletero.

—¿Quieres que conduzca? —pregunta.

Asintiendo, me bajo del coche, casi cayéndome sobre él cuando me espera de mi lado con besos y un abrazo de oso.

—Te extrañé —masculla, dándome un poco de lengua.

—Vaya, sí... también te extrañé —digo, abrazándolo fuerte—. Demasiado.

—Bien... vayamos a casa así podemos... ¡hola, Chuck! ¿Por qué no estás en la escuela cariño?

Me subo al asiento del pasajero.

—Su cita con el dentista, ¿recuerdas?

—Oh, sí... —Él reajusta el asiento a su altura, y luego el espejo retrovisor—. También debería ir. Llevo unos meses de atraso para una limpieza. ¿Puedo ir contigo, Chuck?

Ella se ríe, porque ella va a un dentista pediátrico, cuya oficina solo atiende a niños.

—Sí. Puedes construir Legos conmigo.

—Genial. —Él le echa un vistazo al café en el posavasos—. ¿Eso es para mí?

—Por supuesto.

—Perfecto. —Me guiña un ojo, se mete dentro del tráfico, y toma un sorbo de café—. Vayamos a casa.

Edward se queda en casa para descansar mientras yo llevo a Charlie al dentista. Es una visita bastante normal, y en breve la dejo en la escuela. Al haber llegado a la edad justa, ella ahora va al jardín de infantes con Nessa. Es tan diferente al preescolar, de hecho lo recuerdo repetidamente mientras caminamos hacia la oficina para poder ingresarla.

—¿Puedo acompañarla hacia su clase? —le pregunto a la recepcionista.

—No debería haber problemas. Toma, una etiqueta de voluntaria.

—Gracias.

Nos dirigimos hacia la clase de la Sra. Royer, donde abrazo y beso a mi niña antes de dejarla ir.

Y luego corro hacia el coche, le envío un mensaje a Edward «diez minutos», y me apresuro hacia casa.

Edward ya está en la cama para cuando subo las escaleras. Me desnudo mientras camino, dejando mis jeans, suéter y medias en el suelo.

—Hola —dice, quitándose el edredón.

—Hola —digo, trepándome... sobre él. Me siento allí por un rato, tocándolo en todas partes, besándolo, estremeciéndome cuando él desliza sus manos por mi espalda desnuda. Él enreda sus dedos entre mi cabello, jalando de este así puede besar a lo largo de mi cuello.

De un lado al otro, me muevo hasta que lo coloco dentro de mí y entonces nos movemos juntos, lentamente al principio. Él me llena de tantas maneras; amarlo hace que amarlo se sienta tan bien.

—Recuéstate —susurra, colocándome sobre mi espalda. Él vuelve a deslizarse dentro de mí, en control, una mano enlazada con la mía, besándome hasta que necesitamos movernos más rápido, más fuerte. Muevo una mano para tocarme, deseando venirme cuando él lo haga, o al menos cerca, y él se mueve de cierta forma y eso es todo. Mis ojos se cierra, y todo es sensaciones y sonido: el movimiento de las sábanas, mi respiración, mis gritos.

Su orgasmo segundos después es húmedo, caliente y un gemido. Después de un momento, él gira hacia un lado y pasa su mano por encima de mi vientre.

—Necesitaba eso —suspira, relajado con amor—. Cuando vuelvo a casa, en ese avión o en ese autobús, todo en lo que puedo pensar es en esta casa y en Chuck y en ti. —Mueve sus dedos por mis pezones—. En ti y esta cama. Tú... sonando... de la forma en que acabas de sonar.

—Bien, porque cuando tú no estás, me quedo en esta cama y pienso en ti hasta estar caliente y entonces... —Meneo mis cejas sugerentemente.

—Te encargas del asunto.

—Me encargo del asunto.

—Tendré eso en mente la próxima vez que no esté. —Sonríe torcidamente.

Aparto el cabello de su rostro y lo vuelvo a besar.

~tbts~

4 meses después

—¿En serio?

—Sí. Quiero decir, sí.

Él sacude la cabeza lentamente, sus ojos bien abiertos.

—¿Puedes...? Yo... ¿De cuánto?

—No lo sé —digo—. El doctor nos lo podrá decir seguramente.

Edward se sienta, observando mi estómago. Gracias al yoga, finalmente he conseguido tonificarlo un poco... justo a tiempo para que se asome de nuevo. Oh, bueno.

Silencio. Trago.

—¿Estás...? ¿Esto está bien?

—¿Estás loca? Más que bien. —Estirando sus brazos, toma mis manos y me acerca así estoy parada entre sus piernas—. Es... perfecto. Bella. Es perfecto.

—¿Sí? —Levanto su mentón y lo miro a los ojos, viendo todo lo que había esperado ver: amor, asombro, emoción, quizás un poco de nervios. Está bien... me siento igual.

—¿Le has contado a alguien? —pregunta, besando mi vientre sobre mi camiseta.

—Solo a ti.

—Bien. Se lo diremos juntos. Se lo diremos a todos.

Me inclino y beso su cabello.

—No puedo esperar, Bella. —Envuelve sus brazos a mi alrededor, y yo envuelvo los míos a su alrededor—. No puedo esperar.


Ay, no puedo creer que es el final. Solo nos queda el outtake de tres partes.

Tengan buen miércoles y hasta el próximo :)