Heiji y Akai entraron al interior a la vez que se ponían los guantes y estudiaban cada rincón de la casa. La cerradura de la puerta no estaba forzada y las cosas parecían estar en su lugar correspondiente.

Kudo observó los dibujos sujetados por un imán de la nevera mientras Heiji y Akai estudiaban el resto la casa en busca de algún signo de forcejeo o algo parecido. Pero no había nada.

El salón estaba recogido, los platos del día anterior escurriéndose al lado de la pica y la fruta estaba perfectamente colocada sobre el frutero de la cocina.

Heiji se puso un poco nervioso al revisar la habitación de la pelirroja. Faltaba toda su ropa, pero los pocos recuerdos materiales de su infancia, seguían en la mesita de noche. Algo no acababa de encajar.

Los policías se dirigieron al salón. Akai llamó a sus compañeros para poner controles en las salidas de los pueblos y dar lo antes posible con ellas, mientras Heiji, se acercó a Shinichi al ver su ceño fruncido y la cara de preocupación que cargaba.

"No deberías involucrarte en esto." Le dijo poniendo su mano en su hombro.

"¿Cómo quieres que no lo haga? Estamos hablando de mi hija y de su madre, la cual encima no soy capaz de recordar ni el nombre." Contestó molesto arrugando inconscientemente los bordes del dibujo de sus manos mientras intentaba recordar la sombra que su hija había dibujado.

Heiji le miró con tristeza, recordando como se le iluminaba la cara las veces que venía a visitarlas. "Sé que es duro, pero este no es el mejor momento para involucrarte."

Toc toc

"¿Hola?" Preguntó una voz conocida a la vez que entraba a la casa, cortando la conversación que estaban teniendo.

"¿Profesor?" Preguntó Kudo sorprendido.

"Shinichi." Le saludó sorprendido. "¿Qué haces aquí?"

"Yo podría preguntarle lo mismo." Contestó el moreno con una ceja alzada.

Agasa se empezó a poner nervioso al ver al moreno y los policías presentes en esa casa. No lo consideraba algo bueno teniendo en cuenta las cosas en las que se había involucrado recientemente la pelirroja. Una alarma se encendió en su cabeza. ¿Había pasado algo con Shiho?¿Aiko estaba bien?

Se puso a buscar con la mirada antes de decir nada, pero por más que buscaba no había ni rastro de la pelirroja ni de la pequeña.

"¿Dónde…?" Empezó a preguntar sin dejar de recorrer la sala con la mirada.

"¿Qué hace aquí, profesor?" Le preguntó Hattori un poco más serio. Sabía que era una vieja amistad de la familia Kudo, pero no entendía que hacía en esa casa ni de que conocía a Shiho.

"Solo he venido de visita." Mintió intentando no mirarles fijamente.

"Si quiere ayudar, deje las mentiras a un lado." Intervino Akai. "¿Por qué está aquí?¿Qué relación tenía con la mujer que vive en esta casa?"

"Yo…" El hombre tragó saliva mientras intentaba buscar una respuesta, notando la mirada fija de Kudo en él. Se sentía acorralado. "Yo…"

"Kudo, ¿Puedes esperarnos fuera?" Le preguntó el moreno un poco incomodo por la situación.

"No. No voy a irme fuera ni me voy a apartar a ningún lado." Se negó molesto. "Estoy cansado de que me intentéis proteger de todo. Estamos todos en esta situación por algo que yo he hecho y provocado, no voy a retirarme hasta saber todo lo que está pasando realmente. No quiero más mentiras. Si no me queréis ayudar, lo descubriré por mi propia cuenta."

Los tres suspiraron y se miraron unos a otros unos segundos antes de empezar a hablar.

"Está bien…" Se rindió su mejor amigo, asintiendo al profesor para darle permiso para hablar.

El profesor se acercó a él y sacó una fotografía de su cartera antes de entregársela. "Todo empezó cuando conociste a Shiho…" Le confesó con un tono triste, sacando una fotografía de un cajón.

¿Shiho?

Kudo cogió la fotografía con delicadeza y la estudió fijamente. Los dedos le temblaban ligeramente y sus ojos se entrecerraron mientras memorizaba cada detalle.

No sabía en que momento habían capturado esa imagen, pero se veía muy feliz. El pelo de su hija y de la mujer que le acompañaba estaba un poco revuelto por el aire de la playa que se observaba de fondo. Su mente no podía recordarlo con claridad, pero recordaba la cara de esa mujer.

"Ella…ella vino a verme cuando desperté en el hospital." Comentó sin dejar de mirar la foto de sus manos. Su sonrisa le resultaba tan familiar…le conseguía acelerar el corazón con solo imaginarla.

"Era peligroso para ellas que se acercaran a ti cuando la investigación aún no estaba cerrada, así que decidimos no decir nada hasta que lo recordases con más claridad." Le intentó explicar Hattori.

"Esto es estúpido, debería haberlo sabido." Dijo apretando los puños. "Se han ido pensando que yo no las recuerdo."

"No creo que se hayan ido por su propia voluntad." Comentó Akai desde la cocina, abriendo la puerta de la nevera.

"¿Por qué dices eso?" Preguntó el profesor.

"La nevera está llena de comida y aunque falte su cartera, el resto de su documentación está aquí. Si hubiese planeado marcharse , se hubiesen llevado toda la documentación y la compra de toda la semana no estaría en la nevera." Comentó cerrando la puerta. "Es ilógico llenar la nevera si tienes intención de marcharte o abandonar esta casa."

"¿Qué estás insinuando?" Preguntó Heiji.

"No puedo asegurarlo…pero creo que alguien les han forzado a marcharse." Comentó Shuichi.


Shiho abrió la puerta de su nuevo apartamento sin poder evitar suspirar, cerró la puerta detrás suyo y apoyó la espalda en ella a la vez que cerraba los ojos. Se sentía exhausta, tanto física como mentalmente.

Ni siquiera sabía que estaba haciendo, había perdido el control de la situación en el momento en que Gin apareció en su casa hacía apenas unos días.

Tenía que agradecer que no hubiesen relacionado a Shinichi con ella, pero aún así, se sentía atrapada, como si se encontrase en el epicentro de un huracán.

"¿Mamá?" Preguntó Aiko asomándose por el marco de la puerta.

Shiho sacudió la cabeza y esbozó una ficticia y amplia sonrisa a la vez que su hija se acercaba corriendo para abrazarla. La apretó más a ella como si tuviese miedo a que pudiese escurriese entre sus brazos y respiró en su cuello. Era el momento más reconfortante de todo el día.

"Has llegado tarde." Comentó Vodka, acercándose a la entrada con un paso tranquilo.

"Gin te espera abajo." Respondió ella secamente, acariciándole el pelo a su hija sin dignarse a mirarle.

El hombre asintió y se marchó sin decir palabra.

"Ese hombre es muy aburrido, ¿Cuándo volveremos a casa?" Preguntó la niña con el ceño fruncido.

Shiho le miró unos segundos, observando la inquietud y el malestar en sus ojos. "Tienes que ser buena. Yo también quiero volver…pero tengo que acabar un trabajo primero."

"Odio este lugar." Contestó la pequeña, agachando la cabeza a la vez que ponía morros y cruzaba los brazos.

La rabia y la impotencia eran unas palabras de mierda para describir como se sentía. Se llevó a Aiko de vuelta al comedor y se adentró a la cocina para preparar la cena.


Kudo se paró frente el rompeolas, con la mirada fija hacía la perfecta línea que formaba el océano, separando perfectamente su tono oscuro con el claro del cielo. Las pequeñas olas que chocaban contra la arena calaban sus zapatos y calcetines, pero a él le importaba bien poco.

Aguantó la fotografía que el profesor le había dado unas hora atrás sin poder parar de mirarla una y otra vez.

Últimamente le costaba mucho sentirse vivo. La vida que vivía, era totalmente distinta a la que se imaginaba cuando despertó en esa habitación de hospital. Se sentía un fantasma de recuerdos. Era un golpe fuerte asimilar que su mujer no había sido su único amor incondicional…su lado racional se había visto opacado por completo al revelarse su lado salvaje. La razón se quedaba aparcada en Tokio cada vez que cogía el coche para volver a esa casa blanca, ignorando por completo todas las razones por las cuales no debía volver más. Siempre encontraba una razón más para sí hacerlo.

Era difícil diferenciar lo que él creía a la realidad, no había tenido la oportunidad de hablar con Shiho, pero cada vez que cerraba los ojos, la veía. Era extraño y confuso para él. Necesitaba volver a verla y saber como reaccionaba su cuerpo ante su presencia. ¿Qué clase de amor tenía con esa mujer y por qué no podía parar de pensar en eso?

De espaldas a él, apareció Ran bajando de otro coche.

Lo empezó a buscar con la mirada con cara de preocupación y sus dedos temblando de los nervios. Sentía como si volviese a enfrentarse al miedo que sintió la primera noche que llegó al hospital. Ese día, al verlo en la camilla, se quedó paralizada, buscando algo que le hiciera decir - "Perdona, os habéis equivocado. Este no es mi marido."

Pero dijo que sí, que sí lo era.

Sin embargo, en ese momento no sabía que el marido que yacía en esa camilla no era el que ella conocía. Sino alguien que había entregado en prenda su ética y su moral…por seguir enganchado al amor.

Se había convertido en alguien que llevaba dinero de un lado a otro para un proxeneta para conseguir meterse en una investigación criminal. Y lo más doloroso no era esa parte oscura que había escondido, lo más triste, era que había acabado convirtiéndose en su marioneta.

"Hola." Le saludó con una sonrisa al llegar a él.

"Hola." Saludó un poco más seco.

"¿Cómo estás? Me han explicado lo que ha pasado."

"Confundido…" Contestó. "Lo siento por haberme comportado de esta manera."

"No pasa nada, yo tampoco hice las cosas bien cuando estabas en el hospital." Le confesó.

"Nada es peor que lo que yo hice." La culpa que sentía pesaba demasiado.

"No te castigues de esta manera, no cambiará nada. Lo primordial es encontrarlas." Le dijo apoyando su mano en su hombro. "Podemos hablar de todo una vez acabe esto."