Nota:
Damas y caballeros, saquen las palomitas y prepárense para la traca final xD
Ains, parece mentira cuando empecé esta historia, no sabía que llegaría tan lejos… jajajaja, mucho cuidado con este final y sus consecuencias, todo está meditado y pensado porque pensé en el final desde el principio, pero hablaremos de eso más adelante. De momento, aquí tenéis el capítulo 40, el desenlace.
Respecto a la forma espectral que adopta Ganon (lo han preguntado varias personas ya, no me molesta la pregunta, pero como es un pregunta tanto en ffnet como en wattpad, os respondo a todxs): No, no le voy a dar forma de cerdo/jabalí. Me parece genial que en los juegos le den esa forma (o forma pseudo-cerdo demoníaco con cuernos), pero como esto es un AU y una forma maligna espectral puede tener la forma que la autora se imagine en una de sus muchas fumadas mentales, aquí es una serpiente. ¿Por qué?, ¿es porque soy fan de Harry Potter y es mi vendetta particular contra Lord Voldemort? Podría ser, pero no. Es porque para esta historia también me he inspirado y documentado un poco en los relatos/cuentos de Robert E. Howard, y su "Conan el Bárbaro". Uno de sus mayores enemigos es la secta religiosa que adora al dios serpiente Set. De hecho, me estuve pensando si introducir un nuevo enemigo en forma de secta religiosa que adora a Ganon, pero me pareció que era complicar demasiado la historia y se desviaba de lo que yo pretendía contar (una vocecita en la cabeza de la autora dice: "pero habría molado muchísimo, ¿verdad?" xD). Resuelvo dudas/cuestiones particulares que habéis planteado a continuación, el/la que no quiera leer el tocho, ya sabe lo que tiene que hacer :P (saltad a la separación, no dejéis de leerme malditos xD).
Vivi-ntvg, no creo que Ganondorf intente justificarse o escudar sus actos en una buena intención falsa, más que una justificación es una motivación. Conseguir lo mejor para su pueblo (o lo que él considera mejor) es la motivación de sus actos, no miente en ese sentido, él no persigue otra cosa. Un abrazo!
ElenaGilbert, muchas gracias por un review tan exhaustivo! Lo he disfrutado un montón :) He llegado a leer en algunos blogs, que comentan que junto con Skyward Sword y Spirit Tracks, el Age of Calamity está en el top 3 de juegos zelink. Bueno, yo meto en el saco a Breath of the Wild, creo que coincido en que son las historias donde el zelink es más obvio/visible, y la que menos es Twilight Princess y en Link's awakening… aunque cuando Link despierta y su primera palabra/reacción es llamar "Zelda" a Marin, es tan tierno… xD Tal vez, de los antagonistas de la historia Kahen se queda como un personaje más plano, muchísimo más si lo comparamos con Ganondorf, porque la verdad, como tú dices, no he mostrado nada bueno de él en ningún momento y eso lo convierte en un villano clásico. Sí, por supuesto que Ganondorf puede sentir la oscuridad, y también la luz, de la misma forma en que Link y Zelda lo hacen, al final son tres partes de un todo. Muchas gracias por seguir destacando tu frase favorita, sabes que es un detalle que me encanta saber :) Y Fridd es un personaje especial para mí, y bueno, he sido mala con el pobre. Nada de reseña larga, jajaja, muchas gracias por tomarte tu tiempo en comentarlo todo :) Un abrazo, cuídate!
Luna de Tabantha, sí, por supuesto que diseño varias escenas para cada capítulo. O más bien, no te engaño, a lo mejor pienso en una o dos escenas principales como mucho, y diseño el resto del capítulo para "puentear" hasta esos instantes en los que me interesa detenerme más por lo que sea, porque son clave. Bueno, esas preguntas que tienes no las voy a responder :P, pero es porque espero que se resuelvan solas, si no es así, pues me lo dices e intento aclararlo. Sólo diré que cuando escribía "El trono perdido", me estuve documentando sobre "cómo escribir sobre la guerra". La clave no es contarlo todo, sino centrarnos sólo en unos pocos personajes y cómo les afecta a ellos. De todas formas no estoy utilizando un "narrador cámara/vista de pájaro", al ser narración en primera persona estamos limitados no sólo a la información que le llega al narrador/afectado, sino que además "sufrimos su sesgo personal". Me explico, que veamos las cosas a través de Zelda (por poner un ejemplo), no quiere decir que veamos la realidad, sino su interpretación de la misma. Gracias por compartir la versión coloreada del fanart! Si me das permiso la "pincho" en mi Pinterest, donde tengo los otros bocetos que has hecho, para compartirlas con los followers (porque tienes otros dos que también son una pasada). Buenas vibras, cuídate!
Nightzz, sí, correcto, he pisado el acelerador hacia el final. No quería caer en el tópico de alargar en exceso el desenlace, ni tampoco en el error de cambiar el tono de la historia sólo para cerrar todas las líneas argumentales (que, oye, creo que las he cerrado/cerraré casi todas, o eso espero, lo dejo a vuestro juicio por supuesto jajajaja). Ha sido especialmente difícil escribir este final, porque sabía a dónde quería llegar y cómo, y cuando todo esté acabado explicaré (si me permitís), por qué me he "recreado" especialmente en algunos puntos de la trama intermedia, es decir, que está así adrede. Ahora me siento fascinada por la idea de crear amistad entre Link, Zelda y Ganondorf, y creo que si reescribiese esta historia incluso me sentiría capaz de alterarla para meter ese factor, jajaja. Cuídate, un abrazo!
Linkzel, la semana pasada no pude responderte ni a ti ni a Luna en detalle porque tenía mi feedback ya escrito y subido y lo publiqué desde la tablet. Pero tengo anotada una pregunta que hiciste sobre la publicación anterior. Yo sigo necesitando la semana entera para trabajar los capítulos, los reviso y los pruebo a ver cómo están de sal, para ajustar por si tengo que echarles más xD La revisión es tan importante para mí como la creación, te confieso que la inspiración a veces me viene por la noche, me pongo a vomitar toda la idea en Word y a lo mejor acabo a las 2 AM (y si estoy creativa es que hasta se me olvida comer, y termino comiendo cualquier cosa del frigo a las 3 de la mañana, jajaja). Así que, ¿qué barbaries he escrito después de todo un día? No lo puedo publicar así tal cual xD Bueno, te digo un poco como a Luna, el tema de la herencia es interesante y espero resolverlo, pero si te quedan dudas pues me preguntas otra vez. Sí te puedo decir que como imagino al rey Rhoam es siendo un poco alguien que subestima el peligro, su reino es el más grande, tiene el beneplácito de las diosas, de sus sacerdotes de la luz, de sus sheikah… si hubiéramos visto su POV, nos habríamos dado cuenta de lo mucho que subestimó situaciones y peligros, mirando hacia otro lado. Un abrazo, cuídate!
Y a todos mis lectores y reviewers, que tengáis feliz semana, cuidaos!
-Juliet
Sacrificio
Toda la tierra tembló con el estallido, estuve a punto de caer al suelo.
La manera en que Kahen había explotado, diosas, podía oír el crujido de huesos aún zumbando en mis oídos, como si un puño invisible me hubiera golpeado. Me recompuse para comprobar que los demás estaban bien, pero maldita sea, seguían ahí parados. Grité a Impa que se moviesen, que se largasen de ahí de una vez.
—No voy a ir a ningún lado sin ti, capitán —dijo Ardren, la punta de su lanza temblaba tanto como sus manos.
—Lárgate con ellas, ¡es una orden! ¡Id al bosque del sur!
Al fin reaccionaron. Impa se llevó a mi mujer casi arrastrando y yo me interpuse en el camino de la serpiente, que se retorcía buscando una nueva víctima, parecía fortalecida después de haberse metido dentro de Kahen.
Ganondorf y yo nos quedamos haciendo frente a la criatura, pero poco más podíamos hacer que correr y esquivar golpes. Era venenosa, esquiva.
—Necesitas la Espada Maestra. Eso atravesará el humo negro como si fuese carne.
Me giré buscando al espíritu de alguno de los maestros. No vi nada, pero su voz sonó clara en mi cabeza.
—Deberías correr tú también, capitán Link —dijo Ganondorf, con los dientes apretados y la sangre chorreando por su brazo del escudo. Ni siquiera vi cómo el monstruo le había golpeado, pero su única defensa estaba hecha añicos en el suelo.
—Le haremos frente tanto como podamos y cuando se despiste huiremos a la espesura —él me miró y asintió.
El cielo se volvió oscuro y los truenos crujieron sobre nuestras cabezas. Estaba seguro de que era obra del monstruo. Entonces me giré y lo vi, una horda inmensa de monstruos se venía hacia nosotros. Suspiré, asintiendo, comprendiendo. Me limpié el sudor que corría por mi frente y me aferré a mi espada. Ni siquiera recordaba qué era lo último que le había dicho a Zelda. Fuese lo que fuese no era suficiente, no había podido despedirme de ella. Y... ¿qué pasaría si yo caía? Tenía que aguantar más, cuantos más monstruos aniquilase, menos quedarían con vida para suponer una amenaza.
El príncipe Ganondorf empezó a distraer a la criatura, mientras yo hacía frente a la horda. Todo se complicó cuando aparecieron tres centaleones, oscuros como la noche y con los ojos rojos, como si hubieran surgido del mismísimo infierno. Había matado a cientos, en la Estepa, pero nunca había visto unos monstruos como esos. Pude deshacerme del primero, casi del segundo. El tercero me golpeó con la maza en el pecho.
No sé qué dolió más, el golpe en el pecho o el de la caída, de espaldas. Mi cabeza rebotó en el suelo y perdí la visión. Se volvió muy borrosa, y la boca me supo a hierro. Intenté moverme, pero el golpe en las costillas no me permitió respirar. Diosas, el dolor estaba por todas partes, estaba derrotado. Derrotado no, estaba muerto. Pensé que aguantaría un poco más, que conseguiría hacer frente a la oscuridad. Pero los maestros de la espada estaban en lo cierto, estaba lejos, muy lejos de ser digno.
Me sorprendí a mí mismo abriendo los ojos y viendo una oscuridad donde brillaban algunas estrellas blancas y lejanas. Ya no había monstruos a mi alrededor, pero sí vi los cadáveres pisoteados de más soldados de Hyrule. Debieron hostigar a los monstruos desde el bastión de Akalla hasta allí. Me giré de lado y vomité sangre, diosas, debía tener muchas costillas rotas, pero podía moverme. Conservaba poción para el dolor, Zelda había preparado frascos pequeños que llevaba en el bolsillo de mi cinto. Bastaba con mojarse los labios, "si bebes más de la cuenta tendrás alucinaciones", me advirtió, con el ceño rubio fruncido y yo me burlé de ella, claro, le dije que lo bebería todo cuando no mirase y... Esta vez bebí el frasco entero, de verdad, o no iba a ser capaz de moverme para buscarla, porque en el fondo de mi corazón sabía que seguía estando viva.
Mi espada estaba quebrada. No tenía arco, ni flechas y había perdido incluso mi puñal. Caminé con torpeza, tropezando con los cuerpos de los caídos, y del suelo recobré algunas armas. También arranqué una coraza a un soldado. Al quitársela me di cuenta de que era joven, apenas un crío, debía ser poco mayor que Mabet. Me ceñí con fuerza la coraza, así dolían menos las costillas rotas. Después, intenté comprender qué había pasado a mi alrededor el tiempo que yo había yacido inconsciente. Una masacre, eso es. Cuerpos negros, algunos calcinados, la mayoría mutilados. Busqué y llamé a Ganondorf, pero no hubo respuesta. Tampoco quedaban rastros del monstruo.
Me arrastré hacia el sur, subí a un caballo que, asustado con el lance de la batalla se había ocultado en el bosquecillo cercano. Costó un poco calmarlo, pero yo tenía experiencia, había cazado caballos salvajes con mi padre desde que era niño, él me enseñó. Este animal se mostró dócil mucho antes que cualquier espécimen salvaje, y de alguna manera, se sintió reconfortado por mi presencia. Me encaramé a la grupa, y lo azucé. El animal siguió por instinto el camino del sur, y con el trote empecé a marearme, se me iba la cabeza efecto del dolor y de la poción, así que me até a la montura para no caerme. Por un milagro tenía una segunda oportunidad, no estaba muerto, así que sólo tenía que intentarlo, que llegar al arma mágica, porque eso era lo que podría salvarnos, el arma que atraviesa el humo como si fuera carne.
Llegué al límite del bosque, a ese lugar donde una vez me detuve con Zelda y los demás a descansar. Sabía que era allí. No tenía que preguntarlo, no tenía que esperar las señales del maestro de la Espada. Detuve el caballo y con una de mis armas robadas corté las correas que me sostenían en la montura. Caí al suelo como un maldito fardo de harina, aún seguía en un estado lamentable. Fui arrastrándome por la espesura, una neblina cubría el suelo, algo parecido a lo que viví a ciegas en la Fuente del Valor, sólo que ahora hacía un frío que helaba los huesos.
Empecé a sentir cómo la debilidad se hacía fuerte, tenía las manos y las piernas entumecidas, el dolor en el costado, en la cabeza, pero tenía que seguir. Seguiría adelante tanto como hiciese falta. Oí voces, cuchicheos y risas siniestras en la espesura. El bosque se burlaba de mí y de lo incapaz que era de dar con el arma mágica.
"Es hora de despertar, el destino te aguarda." , decía una de las voces.
"La maldición de los demonios te perseguirá para siempre en un círculo sin fin. No lo olvides, la nuestra será una lucha eterna." , respondía una voz ronca y grave.
Entonces vi algo. Una luz brillante, entre la niebla y la espesura. Corrí hacia allí, chocándome con árboles y ramas, daba igual. Me estaban llamando, decía mi nombre. Conforme más me acercaba más claro sonaba, entonces...
—¡Link!
Caí al suelo y alguien me recogió. Sentí como unas gotas de lluvia caliente cayendo sobre mi cara.
—Diosas, Link...
—¿Estoy soñando?
—¡No!
Mi esposa me apretó contra ella. Me dio agua y limpió sus propias lágrimas de mi cara. Entonces mi visión empezó a esclarecerse un poco. Intenté incorporarme y me lo impidió.
—Estás herido... Impa, ¿nos queda algo en tu bolsa? ¿Alguna poción?
—Es imposible que estés aquí... imposible —alargué la mano para tocarle la cara, porque parecía más una visión que ella misma. Me agarró y me besó la palma y sentí como si el calor de sus labios se propagase por todo mi cuerpo, como una llama.
—Impa me ha traído aquí. Dijo que estaríamos seguras en el corazón del bosque.
Esta vez sí, hice un poco de esfuerzo y me senté en el suelo. Diosas, ella tenía la cara sucia, las rodillas despellejadas y con sangre reseca. Pero estaba viva y respiraba. Y no era una visión. Impa me dio a beber una poción distinta que me despejó la mente. Sentía más dolor, pero el mundo ya no era un lugar turbio.
—¿Cómo te sientes, Link? —preguntó Impa, inspeccionando la coraza que me había puesto para inmovilizarme.
—Como si todo me hubiera estallado por dentro. ¿Y Ardren?
—Lo perdimos de vista —dijo Zelda, y otras dos lágrimas nuevas, redondas como dos bolas brillantes le recorrieron la cara —no... os perdimos de vista a todos. No sé cómo has llegado hasta aquí, no me lo creo.
Se abrazó a mí. Mientras la rodeaba giré la cabeza, inspeccionando el lugar. Parecía distinto, tal vez la primera poción me hizo ver el bosque como si fuese otro. Con mis ojos más claros, y el calor que me daba mi mujer, vi nítido un techo de hojas verdes y pétalos de flores. Y un árbol gigantesco. Y frente al árbol...
—No, Link... —me sostuvo Zelda —no la toques, te lo suplico.
—¿Qué? Es lo que estábamos buscando, siempre, desde el principio. La cueva, Mopai... todo.
—Podría ser una trampa, ¿y si esos espíritus que has visto no son más que otra treta de este enemigo? No la toques, por favor...
—Nadie de mi tribu tiene constancia de ese objeto —intervino Impa —hemos recorrido este bosque muchas veces, pero nunca habíamos llegado hasta aquí, no hasta este punto exacto. La casualidad ha querido que-
—No es casualidad —me puse en pie con dificultad.
—Por favor... —volvió a suplicar Zelda.
Avancé hacia la espada, casi la veía brillar con una luz azulada, con la hoja desnuda y hundida en un pedestal de piedra. tuve que parpadear varias veces, por si aún estaba aturdido. Alargué la mano y entonces el suelo tembló, haciéndome caer de espaldas otra vez.
—¡No! —chilló Zelda.
Con tanto dolor como si mil cuchillas se me estuvieran clavando por todo el cuerpo me incorporé un poco, para ver que la oscuridad avanzó, las nubes negras y los truenos crujieron de nuevo sobre nuestras cabezas. Era una trampa, nos estaba esperando ahí.
—Hasta aquí llega el destino —habló la nube oscura, con una voz grave como si saliese de las entrañas de la tierra.
Impa, ágil y lista, se interpuso entre la oscuridad y Zelda. Di gracias a Or por tener a Impa con nosotros. Entonces la oscuridad tomó forma, una forma humana esta vez, ya no era un monstruo oscuro ni la serpiente. Con cada paso se iba pareciendo más y más a una versión monstruosa del príncipe Ganondorf.
—Por fin voy a acabar con esta maldición, con este ciclo infinito —dijo, y su voz se pareció más a la de Ganondorf.
—Lo ha tomado como huésped... —dijo Impa —¡quedaos detrás de mí!
—No deberías interponerte, mi lucha es con ellos dos —desenvainó la espada y apuntó a Zelda.
—¡Príncipe Ganondorf! Si nos oyes, ¡lucha! —gritó Zelda —sé que puedes, lo vi en tus ojos, ¡puedes afrontar otro destino! ¡No estás maldito!
Se rio, y su carcajada se volvió gutural y profunda, mezclándose con la que habría tenido el monstruo. Impa desenfundó y le hizo frente.
—No tengo ganas de aplastar más insectos... —dijo Ganondorf.
Ambos se enzarzaron en combate. Impa se defendía bien, mejor de lo que había visto nunca. Tal vez teníamos una oportunidad, si yo sacaba la espada, y... no sé, podría lanzársela a Zelda o a Impa. Tomé aire con fuerza y los pulmones se me clavaron en las costillas rotas. Un sudor frío me empapó la frente, pero pude ponerme en pie y rodear la espada con ambas manos. Estaba tan fría que quemaba.
—¡Quieto! —gritó Ganondorf.
Hice oídos sordos y seguí tirando, haciendo palanca con mis piernas. Si estuviese en mejor estado... pero era agotador, desfallecía sólo de intentarlo.
—¡No! —el chillido de Zelda me hizo soltar la empuñadura y volver la vista a la pelea.
Ganondorf había ensartado a Impa con la espada, y la levantó en el aire, como si fuese un trofeo. Ella soltaba bocanadas de sangre por la boca, mientras temblaban sus pies, en un último estertor. Después sacudió la espada y arrojó a Impa a un lado. Zelda rompió a llorar, con tanta amargura que parecía ahogarse, le faltaba el aire tanto como a mí. Volví a mirar la Espada.
—Si tocas eso, le romperé el cuello a ella —dijo Ganondorf.
Zelda se arrastró hacia atrás como pudo, pero en dos zancadas él la agarró del cuello, indefensa como estaba, y la elevó, asfixiándola. Ella pataleaba y se retorcía.
—¡Suéltala! —grité.
—¡Enfréntate a mí!
Apreté los dientes con tanta fuerza que pensé que se me romperían, y me lancé con la espada en alto contra él. Pero me esquivó como si nada, por suerte conseguí que soltase a Zelda, la lanzó contra un árbol. Por el rabillo del ojo la oí toser y retorcerse, pero estaba viva.
Me interpuse de nuevo y él aplastó mi pierna de apoyo. Diosas, eso sí dolió, dolió tanto. Sentí el hueso quebrándose, casi lo oí. Con la pierna arrastras me moví para montar mi guardia, protegiendo a Zelda, que seguía detrás de mí diciendo cosas que no podía entender, porque mi mente estaba sorda, atenta sólo a él. Ganondorf soltó otra de esas carcajadas siniestras. Mis estocadas fueron torpes, como las de un niño que se defiende con una espada de madera contra un soldado de élite. Se divirtió conmigo hasta que consiguió golpearme y quedé desarmado, frente a él. Aún así me erguí y me puse en medio. Mi cuerpo aún podía servir de escudo, tendría que quebrarme del todo si quería tocarla a ella y no dejaría que hiciese nada mientras me quedase un mínimo aliento.
—¡Zelda, corre ahora! —grité.
—¡No!
—Se acabó el juego. Para siempre, hasta aquí llega el destino de nosotros tres.
—¡Corre, maldita sea, escóndete en el bosque!
—No hay lugar donde ella pueda esconderse de mí.
Levantó la espada con ambas manos, por encima de la cabeza y yo cerré los ojos, tal vez fuese rápido, de todas formas ya me dolía todo el cuerpo como si fuese a estallar.
—¡Corre! —grité, me rompí la garganta esperando que ella me obedeciese, que se largase de ahí.
Lo siguiente que oí fue un chillido. Abrí los ojos y no vi nada. Una luz blanca lo cubría todo, deslumbraba con la misma fuerza que cuando miras al sol. Me froté a los ojos y vi a Ganondorf en el suelo, había saltado por los aires a varios metros de distancia.
—Pero qué diablos...
—Link...
Me giré y Zelda estaba brillando. Brillaba como el sol, todo su cuerpo, su pelo, ardía como una antorcha en mitad del bosque.
—¿Has sido tú?
—Link, saca la espada.
La miré extrañado, pensé por un instante que algo también la había poseído a ella, pero no era algo malo, estaba claro. Asentí y me arrastré hasta el pedestal. Ahora era incluso más difícil que al principio, con la pierna rota apenas podía apoyarme. Pero recordé ese último instante, ese último aliento en el que me vi derrotado ante el enemigo, y ella siendo aplastada por mi culpa. Apreté los dientes y sentí la hoja deslizándose por la roca. Brillaba, pero con una luz diferente a la de mi mujer. Me giré para mirarla y ella asintió y después volvió la cabeza hacia Ganondorf.
—Maldita sea... sólo conseguís alargar el círculo, más y más... ¡nos volvéis a maldecir a todos! —gruñó, poniéndose en pie. La sustancia que lo rodeaba se había vuelto inestable.
—Quiere escapar —dijo Zelda.
Entonces alzó la mano, y la luz salió de nuevo, impactando contra Ganondorf, haciendo que la sustancia oscura se retorciese.
—¡Ahora, Link!
Grité, espada en alto, y con la pierna ardiendo de dolor salté sobre él para hundir la hoja en su pecho. Cortó hombre y sustancia como si fuesen una misma carne. El cuerpo cayó a un lado y la sustancia oscura se desprendió por completo. La luz de Zelda la atrapó, se debatió por un tiempo, pero terminó desvaneciéndose del todo.
—Capitán Link... —murmuró Ganondorf, empequeñecido y pálido, el hombre que habíamos conocido —bien hecho.
Cayó muerto, pero ya no había oscuridad. Él no era más que un contenedor que la oscuridad había corrompido. La oscuridad había caído bajo la luz mágica, y una especie de viento helado agitó todas las hojas del bosque, las sacudió como si fuesen un único ser que se retuerce para librarse de un escalofrío.
Después hubo confusión. En mis ojos y en los de Zelda. Ella seguía brillando como el sol, y yo me acerqué despacio.
—No pasa nada —dijo, cuando vio que replegué los dedos, dudando justo antes de tocarla.
Fue ella la que me abrazó, e infundió otra vez calor a todo mi cuerpo, con mucha más fuerza esta vez.
—No quema...
—No —sonrió.
—Zelda-
—Es el poder de mi familia. Ahora lo entiendo todo. Tú tenías razón, pero... yo no sabía... no sabía...
—Calma —le acaricié la mejilla y aparté el pelo de su cara. Sus ojos brillaban con un halo dorado, mi esposa ya no parecía humana. Era algo de otro mundo.
Me ayudó a tenderme junto el tronco de un árbol, mientras ella se hacía cargo en silencio de los cuerpos inertes de Impa y Ganondorf. Después atendió mis heridas, me dio agua y encontró al caballo con el que yo había llegado al bosque. Consiguió que yo me encaramase a él, ella lo guio a pie por el bosque.
—¿A dónde vamos? —pregunté. Después tosí y escupí una bocanada de sangre.
—Necesitas medicina.
Debí dormirme o perder el conocimiento en algún momento. Cuando abrí los ojos, descubrí que estábamos sobre una montaña de escombros carbonizados. Costaba reconocer el lugar, pero recordé que habíamos acampado muy cerca de ahí, junto a la posada del río, cuando partimos del castillo de Hyrule. Ella estaba agachada, buscando entre los escombros.
—Ya no brillas —observé.
—No pasa nada —sonrió. Y se acercó a mí para darme agua.
—Es... es horrible... —dije, viendo la desolación que habían dejado tras de sí las hordas de monstruos. Debieron atacar al unísono, por todas partes. Era imposible defenderse contra algo así.
—No he encontrado a Ardren —se lamentó —lo busqué por el bosque. Vi varios centaleones muertos, pero...
Yo tragué saliva y no dije nada. Sólo había cenizas y muerte a nuestro alrededor, aunque la noche era clara y limpia, se podía decir que hermosa. Todo me pareció irreal.
—¿Se ha terminado, Zelda?
—Sí.
—¿Estás segura?
—Lo estoy. Ahora puedo sentirlo con claridad, aquí dentro —dijo, apuntándose a sí misma.
—¿Vamos a ir al castillo?
—Necesito ver a Gae —murmuró, apartando la vista.
El dolor volvió a mí para torturarme y ella preparó una poción con algo que encontró por el camino. También me tocó la pierna, sólo con sus manos, y sentí calor y alivio, fue tan agradable que volví a quedarme dormido.
El alma se me cayó a los pies cuando recobré el conocimiento y vi el estado del corazón de Hyrule. La ciudad entera había ardido, las llamas debieron crecer altas, incluso los pendones antes blancos y majestuosos estaban chamuscados. Muchos huyeron, supusimos, otros aún se escondían entre los escombros y nos miraban con temor, intuíamos el brillo de sus ojos, sus respiraciones, mientras atravesábamos ese mundo de cenizas. Así llegamos a los pies del portón principal, que estaba derruido, y ella me ayudó a desmontar con delicadeza.
—No llores —susurré.
—Apóyate en mí para caminar, buscaré un lugar seguro —respondió, con nuevas lágrimas volviendo su mirada más brillante.
No sé dónde me dejó exactamente, pero dormí, toda la noche. Cuando abrí los ojos ya había plena luz del día, aunque yo todavía tenía la cabeza embotada. Me había entablillado la pierna, y me había quitado la coraza para limpiar mis heridas del pecho. Tenía un moratón más oscuro que la noche, desde la barbilla al ombligo. Ella me había vendado y cubierto con algún ungüento que olía a hierba fresca. Me hice con un trozo de madera como apoyo y salí cojeando a buscarla. Estaba en alguna estancia del castillo, en algún lugar que ella había acomodado, apartando escombros. La verdad, siempre me había perdido en el castillo, y ahora parecía otro lugar distinto. Sentí un soplo de aire fresco, venía de alguna ventana. La encontré allí, mirando al horizonte.
—Todos se han ido, Link —dijo, sin volverse hacia mí —incluso Gae. Mi Gae ya no está.
No supe qué decir, ¿qué podía decir ante algo así? Entonces se retorció de dolor y cayó llorando de nuevo, en mis brazos.
—Nadie supo que esto pasaría —susurré, acariciándole el pelo —ni siquiera nosotros pudimos anticipar un ataque así. Nos engañaron.
—No sé cómo decirte... he podido averiguar... —suspiró, entre hipos de las lágrimas.
—¿Decirme qué?
—El Oeste cayó mucho antes que el castillo de Hyrule, Link. Había espectros por todas partes, alimentados por la oscuridad de la Fuente del Poder.
Ambos nos arrodillamos y lloramos nuestro dolor en silencio, largo rato, hasta quedar exhaustos. Terminé con la espalda apoyada contra el muro de piedra, bajo la ventana, ella acurrucada encima de mí. Con la madeja de pelo revuelto en la cara y las mejillas rojas y pegajosas parecía pequeña y vulnerable, no la imagen dorada invencible que había visto en el bosque.
—Sólo nos tenemos el uno al otro —dije.
La ansiedad empezó a apoderarse de mí. ¿Y si aún quedaba alguien vivo en el Oeste? Sé que ella no lo creía, porque ahora podía sentir cosas distintas, podía sentir la vida y también la muerte. Y esa certeza era la que me había hecho llorar a los míos aún sin haberlos visto. Ella también empezó a estar inquieta, había algo en su cabeza dando vueltas que hizo que su expresión cambiase.
—¿Y si pudiéramos arreglarlo? —murmuró.
—No podemos.
Se apoyó sobre mí para incorporarse. Me miró a los ojos y sentí un escalofrío.
—¿Y si podemos?
—No... estás cansada —agité la cabeza. Aquello había sido mucho para ella, y para mí. Demasiado. Diablos, era demasiado para cualquiera.
—El poder de las diosas es muy grande, Link. Es como decían Kahen y Ganondorf, es posible invocarlo para cumplir un deseo. Aún está en mí, pero no por mucho tiempo, hay que darse prisa.
No sé por qué, no sentí esperanza en sus palabras. Debería sentirla, la mínima posibilidad de deshacerlo todo, de ver de nuevo a mi familia y a mis amigos. Pero recordé a los maestros de la espada, misteriosos y melancólicos. ¿Por qué?
—Puedes... ¿puedes desear devolver la vida a todos los que la han perdido en esta guerra?
—Puedo —frunció un poco el ceño y se miró las manos —desde el principio, desde el origen. No... no puedo hacer nada por aquellos poseídos por la oscuridad.
Asentí, intentando asimilar aquello. Era tarde para Kahen y Ganondorf, entonces.
—¿Y los demás? ¿Fridd, Impa, Ardren? ¿Gae, nuestras familias? —pregunté con atropello. Ella asintió, en silencio.
—Incluso Bri.
—Bri...
La hermana pequeña de Eve, la risueña Bri, la primera gran víctima. Recordé sus manos pequeñas y rígidas mientras sus padres la lloraban en Ocaso, y las flores blancas que le puse.
—¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que puedes hacer eso? —dudé.
—El poder de mi familia aun sigue despierto en mí y... es muy raro, pero puedo oír a las diosas. Dicen, me dicen que otras antes que yo lo arreglaron. Y que puedo pedir el deseo.
—¿Tan fácil como eso?
Ella sonrió, frustrada... eso es... ese era el sentimiento que había en ella y no podía identificar.
—El poder requiere un sacrificio, un acto de veras... de veras sincero, Link. No les sirve cualquier cosa, y ya han decidido.
—No habrá ningún sacrificio —dije de repente, agarrándola por los hombros —¿está claro? No voy a permitir que tú te sacrifiques. Antes prefiero morir yo cien veces.
Sonrió y me sostuvo la cara para besarme. Yo la correspondí, con toda mi alma, con todo lo que ella significaba para mí. No había luchado tanto para protegerla y dejar que hiciese alguna estupidez. Sentí sus lágrimas deslizarse por mis propias mejillas.
—No voy a morir, ni tú tampoco —murmuró, sobre mis labios —jamás podría permitir algo así.
—No te dejaría hacerlo.
—Si salvamos la primera vida, la de Bri, será como si salvásemos todas las demás vidas. Sin esa muerte tú y yo no nos habríamos conocido, y conseguiríamos equilibrar la balanza.
—¿Te refieres a volver el tiempo atrás?
—No, es distinto. Sólo he de desear que ella viva, y todos vivirán. Pero nadie logrará recordar nada de lo que ha pasado desde entonces... nada de lo que tenga que ver con nosotros dos, los elegidos para encontrarse desde ese terrible error. Los recuerdos son el precio que exige este deseo.
Tardé un poco en procesar aquello. Si salvaba la primera vida, todas las vidas perdidas volverían. El padre de Mabet, nuestras familias y amigos, miles de soldados caídos, las pobres almas inocentes que habían perecido contra las hordas oscuras...
—Un momento...
—Será como si no nos hubiésemos conocido nunca —dijo, mirando al vacío.
—Diosas...
Lo entendí. Y sentí ganas de vomitar, no, era como si me acabasen de arrancar algo, un brazo, un trozo de carne dentro del pecho. Pero no podíamos ser tan egoístas. Un sacrificio, en eso consistía ser el Maestro de la Espada. Mi angustia era aún mayor porque ya había visto antes ese vacío, es lo que había visto en los ojos de los demás maestros. Sacrificaría de alguna manera lo que más me importaba, sin perderlo, pero perdiéndolo todo al mismo tiempo. Esa era su melancolía, y yo estaba destinado a sufrirla también.
—Te quiero, Link —dijo, con la voz quebrada.
—No te despidas de mí, maldita sea —gruñí, y ella sonrió.
—No me despido, es que no te lo había dicho de verdad, así. Te quiero más que a nada ni nadie, por eso el poder de las diosas acudió a mí.
—Yo también te quiero.
—Lo sé.
—No puedo soportar la idea de que... es que no puedo ni imaginarlo.
—También lo sé. Pero hay demasiadas vidas, demasiadas sólo a cambio de eso que sientes y piensas ahora.
—"Sólo". Odio a las diosas.
Se rio al verme gruñir y nos besamos un rato, sin decir nada más. Nunca iba a hartarme de ella, ni de sus besos, ni de sus risas incomprensibles.
—Nosotros también estamos malditos —concluí —no sólo Ganondorf. A lo mejor él tenía razón, a lo mejor habría que romper el círculo de una vez.
—Puede que algún día —reflexionó. —Espero que entiendas el peso que hay en mi corazón. Me pesa tanto... no puedo dejar todas esas almas sin rescate alguno. No puedo yo, no pudo ninguna de las otras que fueron como yo.
—Lo entiendo. Tampoco creo que ninguno de los maestros pudiera permitir esto. Viviríamos atormentados por no haber hecho nada cuando tuvimos oportunidad, tú y yo, en un mundo de cenizas.
—Acabaríamos culpándonos por todo, y odiándonos...
—Bueno, ni siquiera hace falta un mundo de cenizas para odiarte un poco —bromeé. Volvió a abrazarme, enganchándose en mi cuello. Me susurró más "te quiero" al oído, tantos como quiso —¿sabes qué?
—Sorpréndeme.
—El sacrificio no importa.
—¿Cómo diablos no va a importar? —soltó una carcajada.
—Volveremos a encontrarnos, otra vez.
—Es muy improbable —agitó la cabeza —ya nada nos uniría, no habría una necesidad, un destino invisible que nos uniese para salvar la tierra como está escrito que debe pasar, para despertar la Espada y la Trifuerza.
—Todo eso es verdad. Pero olvidas que soy un maldito bárbaro cabezota. Estoy seguro de que nos encontraremos otra vez, de alguna manera.
—Lo hemos hablado muchas veces, Link, lo de nuestra casualidad. Yo estaba a punto de casarme con Richard, tú con Eve. Padre no me quería con un bárbaro y... tú ni siquiera... tú querías... —se detuvo, tratando de deshacer el nudo en su garganta.
—Nos encontraremos. Dejaremos un mensaje, lo explicaremos todo por escrito.
—Temo que, si intentamos engañar de esa manera a las diosas no consigamos salvar a todo el mundo, puede que recibamos un castigo mayor. Debe ser un sacrificio sincero, eso es seguro.
—Entonces me da igual, no lo necesitamos. No importa renunciar a nuestros recuerdos, a todo lo que nos ha pasado. Te buscaré y tú a mí, empezaremos de nuevo, estoy seguro, puedo sentirlo.
—¿Incluso aunque todos lo hayamos olvidado todo?
—Yo confío en que sí. Te lo prometo.
