Lo iluminaba todo, su sonrisa, su voz y su extraño sentido del humor, lo tenían encantado. Era una alquimista con alma de hechicera, que lo manejaba a su antojo con sus hipnóticos ojos.
-¡Ya basta, Kylar!- lo apartó de ella -¡Estoy bien!, ¿Ves?-
Señaló las enormes puntadas que adornaban su abdomen, de cuclillas sobre la cama y levantando su pequeña blusa que no le cubría nada. Estaba completamente recuperada, pero él, no dejaba de molestarla.
-Ya lo sé- volvió a acercarse a ella y la empujó a la cama, recostándola -Sólo quiero sacar esas puntadas-
Quitó unas pequeñas tijeras de su bolsillo trasero, mirándola a los ojos.
-Hazlo rápido y vete- estaba enojada y no quería verlo -No puede ser que me trates como una inútil-
-No eres una inútil- cortó los primeros sedales, haciéndole cosquillas -Eres mi paciente y tengo que cuidar de ti- refutó, siguiendo con su trabajo -Listo- se incorporó -Ya terminé, las puntadas de salida se disolverán por si solas-
-Bien- miraba a una pared con los brazos cruzados -Gracias, ya puedes irte-
Él no movió un solo pie, no se iría y tomó asiento en una silla a su lado, mirándola serio.
-Gaia...- la señora Selene ingresó a la habitación -Tienes visitas- se sentó en la cama -¿Quieres que lo haga pasar?-
-Si, ¿Quién es? ¿Aoi?- preguntó curiosa.
-No- giró hacia la puerta -Ven, pasa...- él ingresó tan formal como siempre.
-¡Yuta!- exclamó con alegría, incorporándose y saltando sobre él para abrazarlo -¡Me alegra tanto verte!-
Correspondió ese abrazo con mucha ternura. Había algo entre ellos, las personas allí presentes podían notarlo y a una de ellas, la impactó.
-Me alegra tanto que estés bien...- aferró su rostro con ambas -Y te juro que lo lamento-
No había ido a visitarla desde lo del accidente, lo paralizó la culpa, pero había llegado el momento de eximirla.
-Todo está bien entre nosotros, Yuta- respondió -Sólo tenía que pasar y ya-
Su madre se había ido, pero él seguía allí, estrangulando sus celos y las ganas de mandar a los dos al diablo. Ella había tenido intimidad con él y estaba con otro.
-No, no tendría que haber pasado- se separó de ella, hundido en la culpa -Lo lamento, en serio-
-¡Basta!- lo cortó en seco -Nuestra amistad no se arruinará por esto, así que, basta de culpas- un carraspeo, los interrumpió -Lo siento...- mordió su lengua, volteando -Él es Kylar, el doctor que me salvó- lo apuntó con alegría.
-Yuta Okkotsu- estiró su mano y él estrechó con mucha fuerza -Y gracias por salvarla-
-Es mi trabajo, soy doctor- respondió cortante -Los dejaré solos-
Salió de allí sin mirarlos. Caminó hasta la cocina y abrió el refrigerador, buscando algo lo bastante fuerte para calmarse, pero no halló nada. Contemplaba su interior con la puerta abierta, sin saber que pensar o hacer, estaba ido.
-El sake está en la alacena, corazón- habló su madre a sus espaldas, buscando las llaves de la casa en la cocina -No quiero que hagas ninguna estupidez, Kylar- advirtió, mirándolo desde el umbral -Si lo que sientes por ella es sincero y realq, lucha por eso-
Cerró el refrigerador, caminó hacia la alacena y bebió el sake de la botella, mirándola.
-No estoy enamorado, mamá- habló con la voz rasposa por el alcohol -Es el síndrome de transferencia-
-Hijo, soy tu madre y te conozco más de lo que creés- colocó un pequeño bolso sobre su hombro -Esto que veo, no se parece en nada a la relación que tenías con Shoko-
-Esa mujer, era una loca perdida en sus vicios- dejó la botella a un lado -Y Gaia no se parece en nada a ella, en nada-
-Lo sé, por eso lo digo- miró la hora en su celular -Estaré en la tienda, me voy a trabajar-
-Adiós, cuídate-
Ella salió de allí, dejándolo sólo con la botella de sake y una risa estridente llegó a sus oídos, llenándolo de rabia. Caminó a paso furioso hacia su procedencia y abrió la puerta de golpe.
-Creo que ya es hora de que te vayas, Okkotsu- lo asesinó con sus ojos verdes -Ella tiene que descansar- volvió a decir.
-Pero...-
Intentó interrumpirlo, pero él, levantó un dedo haciéndola callar.
-Silencio, soy tu médico y se hace lo que yo diga- él se incorporó y lo miró a la cara -Lárgate- apuntó con su pulgar hacia atrás.
-Bien- respondió indiferente -Nos veremos cuando vuelva del extranjero, Gaia- la estrechó entre sus brazos -Gracias por iluminarme-
-Gracias a ti, Yuta- le dio unos toquecitos en la espalda -Fue lindo mientras duró, adiós-
Salió de allí, no sin antes, desafiar con la mirada al otro hombre frente a él, dándole un mensaje que solo los dos entendían. Más le vale protegerla, porque sino, lo mataría.
-¡Eso fue muy grosero!- reclamó desde la cama, cuando escucharon la puerta delantera cerrarse -¿¡Qué ocurre contigo!?-
-¿¡Te acostaste conmigo estando con él!?-
No pudo contenerse y lo dijo, tocando su pecho con la palma de su mano.
-¿¡Y si lo hice, qué!?- se levantó de la cama mirándolo a los ojos, muy cerca de su rostro -¿¡Te molesta!?- lo desafío.
-¡Si! ¡Me enferma!- gritó, despeinando su cabello -¡Me pone loco!- aferró su nuca con ambas manos, inclinándola un poco -¡Otro hombre te tocó! ¡Y descubrió todo de ti! ¡Todo!- ella estaba indemne -¡Al igual que yo!- hiperventilaba al imaginarlo.
-¡Bésame!-
Ordenó, paralizándolo, pero lo hizo, la besó con furia, deseo y pasión. Había domado a su alfa con una simple palabra. La cargó en un abrazo y la llevó a la cama, haciéndola suya, una vez más.
-Eres un salvaje- miró la mordida que tenía sobre su hombro -Kylar, me mordiste- reclamó, mirando la zona afectada.
-Y lo volveré a hacer- besó su cabello, ya que estaba recostada sobre él -Una y mil veces, lo haré- aspiró su aroma -Me vuelves loco, Gaia- murmuró, afianzando su agarre -Loco- repitió, descansando su cabeza en ella.
-No te preocupes...- pronunció, adormilada -En unos días me iré y volverás a la normalidad- bostezó y cerró los ojos -Tengo el cumpleaños de Yuuji que planear- se durmió.
-Si sigues diciendo esa clase de cosas...- la inclinó un poco, mirando su rostro -No podre evitarlo y me enamoraré de ti...- besó sus labios y después, su mentón -Y jamás podré dejarte ir- la recostó de nuevo y se levantó -¡Maldito síndrome de transferencia! ¡Cuanto te odio!-
Se vistió y salió de allí, después de una última mirada.
-Así que, sí, es real- rió con el libro de medicina en sus manos -¿En serio creés que tu padeciste esto?- se encontraba sentada sobre su escritorio, leyéndolo, muy entretenida -La psicología es la ciencia menos exacta y más estúpida que existe- lo cerró y lo miró a los ojos -¿Tú creés que te enamoraste de mi por eso?-
-No lo sé- se encontraba inclinado en su silla hacia atrás, contemplándola -Pero me enamoré de ti, como nunca pensé que lo haría- se incorporó y se acercó a ella, rodeándola con sus brazos sobre el escritorio -Me diste una familia y eso es algo que jamás pensé que tendría- besó la punta de su nariz -No me importa saber como me enamoré de ti, solo sé que, me haces muy feliz-
