Disclaimer: los personajes de Twilight son de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Rochelle Allison. Yo solo traduzco con su permiso.
Cosas Simples
Parte 1
Bostezando, me sirvo una taza de descafeinado. Deseo desesperadamente que fuera café regular, pero como no debería ingerir cafeína, el ritual solo tendrá que servirme. Un grito proveniente del patio trasero llama mi atención, y echo un vistazo por la ventana sobre el fregadero de la cocina hacia donde Edward y Charlie están jugando. El cielo matutino se posa bajo, aprisionado por una nube oscura, pero eso no detiene a Edward. Nada lo hace. Lluvia o soleado, frío polar o calor abrasador, él entrena.
Nada detiene a Charlie tampoco. Ella ama entrenar, pero ama especialmente jugar con Edward. Ella se encuentra a su lado ahora, tratando de seguirle el ritmo mientras él salta la soga. De hecho, ella es buena saltando la soga—es cuando él comienza con su entrenamiento sofisticado que ella se olvida de poner atención a sus pies y termina sobre su trasero. Ellos hacen esto la mayoría de los fines de semana, cuando él está en la ciudad y ella fuera de clases.
Ella se está riendo sin control ahora, en el suelo, enredada con la soga. Edward sacude la cabeza, haciéndole cosquillas antes de volver a su entrenamiento. Él tiene un ritmo, salta la soga durante cinco minutos. Entonces, deja la soga a un lado y lleva su atención al balón de fútbol más cercano. Charlie lo copia, toma otro balón para ella misma, corre atrás de él mientras patea y volea. Él está entrenando; ella jugando. Funciona.
Suspiro sobre el vapor de café porque es una escena adorable. Y porque Edward luce tan bien allí afuera. Luce tan bien.
Y entonces se quita la camiseta y luce tan bien que duele.
Mi pecho duele, porque la manera en que lo amo no se compara con nada. Es un dolor dulce, mantenido en ansias por sus frecuentes viajes. Nuestros corazones siempre están extrañando porque los períodos de ausencia son normales para nosotros.
También me duelen otros lugares, secretos y privados, que necesitan la atención de Edward. Él llegó tarde anoche, y al saber que el sueño es una comodidad valiosa para los dos debido a los bebés y los partidos, no me despertó. Aprecio eso. Pero ahora... ahora deseo algo más que dormir.
Con un pequeño quejido, el llanto comienza. No el mío—el del bebé. Genial; ahora mis pechos también duelen. Un segundo quejido, más ronco se le une—porque Dios prohíba que Isla hiciera algo sin Finn. Haciendo una mueca ante la interrupción de mi momento robado, dejo mi cuchara en el fregadero, le doy a Edward una última mirada anhelante, y me apresuro a calmar a los miembros más pequeños de nuestra familia.
Esto es ser padres. Qué rápido me había olvidado ahora que Charlie tiene seis años.
Me encuentro en el sofá que mantenemos en el cuarto de los bebés para momentos como este, un bebé en cada pecho, cuando Edward y Charlie pasan. Chuck sigue caminando, pero Edward se detiene a ver, una sonrisa engreída apareciendo en su boca mientras observa la escena.
—No lo digas —me río suavemente, sacudiendo la cabeza. Él cree que el agarre "de fútbol" es muy gracioso, y lo es un poco, pero es la única manera en que puedo alimentarlos al mismo tiempo. Ya lo tengo controlado también, así que es fácil a pesar de que es algo gracioso.
—No lo haré. —Él sonríe, acercándose, y mi corazón se acelera. Lo he extrañado tanto, extrañado la forma en me mira. Apoyando sus brazos en el sofá, se inclina y me besa. Él huele a sudor limpio, césped recién cortado, y jarabe de arce.
—¿Cómo fue? —pregunto, refiriéndome a su último partido. Charlie y yo lo vimos, por supuesto, como siempre, así que vimos a su equipo ganar por un pequeño margen.
—Buen partido. Intenso. —Se endereza, ladeando su cabeza—. Lo viste, ¿cierto?
Como si alguna vez pudiera perderme uno de sus partidos. Me encanta que le importe, que yo importe.
—Te dije que lo vimos. Tonto.
—Solo me aseguro... sé que te aburre a veces. —Guiña un ojo, dejando un beso en mi mejilla.
—No es aburrido mirarte —le aseguro.
Isla se mueve, agitando su pequeño puño. Edward se inclina, separa sus dedos así ella puede aferra uno de los suyos.
—Extraño tenerte aquí...
—Lo sé. Yo también. —Tragando la emoción que surge, y quizás las hormonas, asiento. Desde que los gemelos nacieron, no he podido asistir a los partidos. Los bebés siguen siendo muy pequeños, así que es un poco demasiado. No puedo esperar al día en que pueda empacar a todos y volver a una pizca de lo que Edward, Charlie y yo solíamos tener, pero eso no pasará por un tiempo.
Ha pasado un buen rato desde que estuve fuera de comisión por tanto tiempo. Emmett contrató a alguien para reemplazarme en nuestra empresa de catering cuando estaba embarazada de siete meses, cuando estaba tan grande que apenas me podía mover, y extraño ese aspecto de mi vida también. Extraño hornear. Extraño pasar tiempo en la cocina y ser feliz en vez de superficial, cuando se trataba de decorar pasteles y no congelar leche materna.
Es agridulce, que una de las mejores cosas que me ha pasado también sea de las más difíciles. Soy feliz un momento, y triste e insegura al siguiente.
Sin embargo, Edward está acostumbrado a mis cambios. Sabíamos que las cosas iban a cambiar completamente cuando nos enteramos que estaba embarazada, e incluso más cuando supimos que íbamos a tener gemelos. Él está sentado a mi lado ahora, observándolos con fascinación, y tomando a Finn en sus brazos al segundo que los pequeños labios del bebé suelta mi pezón. Ellos se miran por un minuto, y entonces Finn suena sus labios y cierra los ojos de nuevo.
—Comer y dormir. Este amiguito conoce bien sus prioridades —dice Edward, apoyándolo contra su pecho. Él cierra los ojos y roza su nariz por la pequeña cabeza de Finn—. Están creciendo mucho.
—Todos los días —concuerdo, apreciando la pausa silenciosa.
—Demasiado rápido. Siento que... —Suspira profundamente, echando su cabeza hacia atrás y observando al cielo—. No estoy mucho.
Tiendo a estar de acuerdo, pero entonces, tengo sentimientos encontrados. ¿Cómo encuentras un balance? Sé lo que quiero, y sé lo que él quiere—él quiere todo. Ya sea que él pueda tenerlo está por verse. Por ahora, en este instante, es suficiente verlo con los bebés que él ayudó a crear.
Él me mira, y me ahogo en sus ojos. Éstos dicen tanto, incuso cuando no estamos hablando en absoluto. Ahora mismo dicen que él me necesita. Los míos probablemente dicen lo mismo.
Echo un vistazo a Isla, que también está dormida, afortunadamente. Edward se para primero, esperándome a que cierre mi bata antes de ayudarme a ponerme de pie. Devolvemos a los pequeños a sus cunas y finalmente —finalmente— nos abrazamos. Levanto mi rostro hacia el suyo, aferro sus mejillas, y lo beso. Él desliza sus manos por mi espalda y hasta mis caderas, llevándolas hacia el frente, donde abre mi bata. Tengo puesto solo unas bragas abajo, y él mueve sus pulgares sobre ellas, metiéndolos por debajo del elástico.
—Dúchate conmigo —susurra después de un momento, asegurándose que el monitor de bebé esté encendido.
—Déjame ver a Chuck...
Él me sigue por el pasillo, su mano sobre mi trasero con solo una pequeña sugerencia mientras asomo mi cabeza hacia el cuarto de Charlie. Ella se encuentra tirada sobre la alfombra, dibujando en un libro para colorear mientras mira Doctora Juguetes. Sus zapatillas están echadas a un costado, cubiertas con un poco césped.
—¿Estás bien, cariño?
—Sí, mamá.
—¿Tienes hambre? ¿Lista para desayunar?
—Ya comí tostadas francesas —responde, moviendo sus piernas en el aire—. Y M&M's. Con papá.
—De acuerdo. —La observo por un segundo más y entonces, contenta de que esté bien sola, dejo que Edward me dirija hacia nuestro cuarto.
—Tengo algo mejor que tostadas francesas —dice él, poniendo traba a la puerta y quitándose las zapatillas.
—Lo dudo. —Dejando caer mi bata al suelo, sacudo la cabeza—. No hay nada mejor que las tostadas francesas.
Le sigue la camiseta de Edward.
—¿Nada?
—Nada. —Me quito las bragas y las lanzo por el cuarto, sin molestarme en ver dónde cayeron.
Dejando solo sus shorts puestos, él me empuja hacia la cama y desliza mi trasero hacia el borde, donde entierra su rostro entre mis piernas y prueba que hay al menos una cosa que es definitivamente, infinitamente, mejor que las tostadas francesas.
~tbts~
Rosalie me pasa un gran bol de ensalada, el cual cargo hacia el patio. Me sigue por detrás, colocando varias botellas de agua al lado de este. Es el cumpleaños de Makenna, y tenemos mucho por celebrar. El sol brilla y se siente bien estar afuera, disfrutar del clima y de la compañía del otro.
Todos los invitados usuales se encuentran aquí, incluyendo a Mike y Jessica, pero la cumpleañera tendrá una pijamada. Varias de sus amigas se esparcen alrededor del patio, riendo y comportándose como todas las preadolescentes hacen. Un par de ellas se comen con la mirada a Edward, que camina por el césped, con un bebé en cada brazo, hablando con Emmett.
Quiero decir, lo entiendo—él no luce como sus papás. Él es joven y sexy y está cubierto en tatuajes. Él usa los jeans, las chaquetas y zapatillas de moda. Su cabello ha crecido y se ha vuelto una locura que bromeo con cortar, pero que secretamente me encanta.
Gracias a Dios que ellas no pueden ver el piercing en su pezón.
—Comienzan temprano en estos días —comenta Rose, señalando una zanahoria bebé hacia ellas. Charlie se ha unido a las chicas ahora, moviéndose como si tuviera la edad de ellas.
—Son los tatuajes. —Entrecierro los ojos debajo del sol, cubriéndolos—. Él llama la atención a donde sea que vamos.
—Sí. Y también está el hecho que es atractivo. Y algo famoso.
—Dudo que alguna de estas pequeñas miren fútbol.
—Te sorprenderías...
—Es tan tonto —Makenna, que debe haber estado adentro, se acerca a nosotras—. Crystal está pensando en cómo conseguir una foto con él.
Divertida, me giro y la miro.
—Dile que simplemente le pregunte.
Ella pone los ojos en blanco, pero sospecho que secretamente disfruta de todo esto. Ella corre hacia sus amigas y lleva a una de ellas hacia donde se encuentran Edward y Emmett, que incluso desde nuestro lugar, parecen divertidos por el grupo de chicas que repentinamente los rodean. Observo mientras Emmett toma a los gemelos así Edward puede posar con quien debe ser Crystal.
—Eso fue... interesante —dice él luego, uniéndose a nosotras.
—No puedo llevarte a ningún lado. —Me río, tomando a Isla—. Eres un imán para las chicas.
Sonriendo, él se sienta a mi lado.
—Sabes que Chuck es mi única chica. —Isla suelta un chillido, y Edward sonríe, inclinándose para besar su rostro—. Y tú. Siempre tú.
Después de un almuerzo ruidoso y agitado, Makenna sopla sus velas y abre los regalos. Todos están tomando fotos y soplando burbujas y corriendo, y es el día más normal que hemos tenido en mucho tiempo. Me recuerda a los viejos tiempos. Aunque mientras el día transcurre, Charlie se pone quejosa, y aunque Isla está por dormirse, Finn comienza a llorar de hambre. Él siempre tiene hambre. A pesar de haber nacido un minuto después que su hermana, él ya es más grande, resplandeciente con sus rollos de bebé.
Charlie aparece, su labio inferior sobresaliendo tanto que me sorprende que ella no se haya tropezado con él. Ella quiere pasar la noche, como siempre lo hace, pero esta no es la noche para eso. Makenna debe pasar tiempo con chicas de su edad, algo que he explicado repetidamente.
Los ojos de Edward se encuentran con los míos desde el otro extremo de la mesa, y él hace una mueca ante el chillido de Finn.
—Hora de irnos.
—Definitivamente —concuerdo, ignorando el drama de Charlie—. Puedes ver a Makenna mañana, Charlie.
—Pero mamá —ella bufa, pisando fuerte.
Rosalie, un poco abrumada, me mira con simpatía.
—Mañana, Chuck. Será mejor.
—Pero tía Rose.
Eventualmente, metemos a todos en el coche. Charlie sigue haciendo puchero, pero Finn se ha calmado al haberlo alimentado rápidamente mientras que Edward colocaba a las niñas en sus sillas. ¿Yo? No podría estar más cansada.
Pero entonces Edward se sube a mi lado en el coche. Saca al coche de la entrada, enreda sus dedos con los míos, y sonríe.
—Te amo —articula.
A veces eso es todo lo que se necesita.
Llevo nuestras manos hacia mi boca y beso sus dedos.
—También te amo.
~tbts~
—Simplemente no entiendo por qué necesitas irte temprano. Ahora estarás ausente durante toda una semana.
—Supongo que cree que necesitamos prepararnos más —explica Edward pacientemente.
Presiono mis labios, sin confiar en mí misma para hablar cuando estoy así de irritada.
—Siempre ha sido así, nena. Cuando él llama, tengo que ir.
—¡Lo sé! Lo sé. —Asiento, pero estoy exhausta física y mentalmente y, bueno, cansada de poner a todos y todo primero. El tornado de emociones que ruge dentro de mí es mayormente por la falta de sueño y un toque de depresión postparto, pero también es decepción general de que Edward no vaya a estar aquí cuando pensé que estaría esta semana. Él no solo es mi amante y mi esposo, también es mi mejor amigo y lo extraño. Extraño nuestro tiempo a solas. Y entonces me siento culpable, porque su profesión provee un estilo de vida increíble y debería estar agradecida de lo que tenemos. Y eso simplemente me hace sentir peor. Es un ciclo vicioso.
El entrenador de Edward pidió al equipo reunirse dos días antes de su partido. Lógicamente, sé que él no haría esto si no sintiera que fuera necesario, pero estoy tan cansada de cambios a último momento como este.
Este partido es muy importante. Si lo ganan, irán a jugar por la copa MLS. Así que sí, es demasiado importante. Lo entiendo. Simplemente... pensé que tendríamos unos días más.
Ahora que el esplendor y el glamour se desvaneció, el estilo de vida es más difícil de lo que esperaba. Pienso brevemente en la esposa de Garrett, Kate, y en lo segura que ella estaba de no querer hijos. Ahora puedo ver el por qué—es difícil balancear las dos cosas. ¿Yo? Elegiría a mis hijos todos los días. Simplemente apesta que tenga que elegir en absoluto.
—Lo siento, Bella, pero sabíamos que iba a ponerse más intenso conforme avanzábamos. —Edward suspira, apartando el cabello de su rostro—. Aquí está. Ese momento. Lograr ir a las eliminatorias...
Ambos sabemos que él tiene razón. Desde que volvió a las ligas mayores, este ha sido uno de los objetivos de Edward: participar en la Copa MSL. Al principio, no estábamos seguros de que él estuviera en el equipo correcto para eso, pero después de años de malas jugadas, el Seattle Sounders es parte de la Conferencia Este. Esto es importante para ellos. Aunque es intenso—el campeonato comenzó a finales de octubre y estamos en diciembre ahora. Hemos asistido a la mayoría de partidos locales posibles, pero Edward ha estado solo en su mayoría. Él come, respira y duerme por el fútbol.
No es que Edward se pierde de mi cumpleaños o nuestro aniversario: no es algo particular. Sino que es todo. La vida postparto se siente más pesada está vez, con dos bebés y una niña de seis años. Charlie realmente es una buena ayudante, y tengo a mis amigos y mi familia, pero me encuentro abrumada y depresiva con facilidad.
—Está bien, Edward. —Y lo está, supongo. Tendrá que estarlo. Lo dejo empacando y vuelvo a la cocina, donde los gemelos están en su corral. El enterito de Finn tiene mangas que parecen tatuajes. Mi pecho se contrae, y me giro, secando las lágrimas de mi rostro.
Cálmate, Bella.
—No lo está. —Él aparece a mi lado, sus manos en mi cintura mientras descansa su barbilla sobre mi hombro—. No está bien. Tú no estás bien.
Insegura si quiere decir en general o ahora, me tengo.
—¿Qué quiere decir eso?
—Quiere decir que creo que Rose debería venir con los niños, pasar un día o dos con ustedes.
Me contengo de decir las cosas locas que quiero, mayormente porque él tiene razón. Él sabe que no la he pasado bien por mi cuenta últimamente. A veces ya no sé quién soy.
—Bueno.
Exhalando fuertemente, da un paso hacia atrás.
—No sé qué quieres que haga, Bella.
—Quiero que tengas un buen viaje, Edward. Quiero que juegues bien.
Él me mira confundido. Sé que él se está conteniendo, así como yo.
—Solo llámame cuando llegues —añado.
Nunca peleamos. Esta distancia entre nosotros se siente rara, y peor que cualquier distancia física, pero no puedo superarlo aún. Quizás sea bueno que se esté yendo. Quizás necesito tiempo para arreglar mis cosas. No puedo depender de él para todo, ¿cierto? Así era yo antes.
Isla gorjea. Su sonajero se sacude. Apartando la mirada, Edward me da la espalda y se inclina para tomarla en brazos. Estoy muy tensa como para mirarlos. Lo quiero. Lo quiero de todas las maneras que existen. Lo quiero dentro de mí, sobre mí, debajo de mí. Lo quiero a mi lado, no a una llamada de distancia. Lo quiero en la mesa para desayunar y en el sofá mirando películas y ayudando con los niños. Lo quiero, y sé que él me quiere, pero esta temporada de nuestras visas ha sido mucho más complicada de lo que alguno de los dos había anticipado.
Pasará. Lo hará. Así que, en vez de quejarme y ser un dolor en el trasero, me mantengo ocupada preparando la cena, dejando que Edward abrace a sus hijos y se despida. Charlie entra, triste de que él se vaya, pero sorpresivamente bien con ello. Probablemente deba hacer como ella.
—¿Es en un aeropuerto nuevo? —pregunta, inclinándose contra él—. ¿Un lugar nuevo?
Él pasa sus dedos por el cabello de ella, dejándolo hecho un desorden.
—Es Los Ángeles. ¿Recuerdas? Te traeré esos chocolates de nuevo. Lo prometo.
—Los que vienen con imágenes.
—Sí. Esos.
—Trufas, papá.
—Entendido. —Él sonríe, agachándose así puede abrazarla. Isla se retuerce, tomando un puñado de su camiseta—. Sé buena, Chuck. Cuida a tu mamá.
—Sí.
—Te amo.
—Te amo —repite ella distraídamente, ya moviéndose hacia otra cosa.
Así como nunca nos vamos a la cama molestos, nunca nos vamos sin un beso. Hoy, él se une a mí frente al fregadero, envolviendo sus brazos a mi alrededor. Trato de darme vuelta así puedo devolverle el abrazo, pero él simplemente me aferra más fuerte, besando mi cuello, y luego se va.
Primera parte del outtake, papi y mami no están bien y nosotras sufrimos con ellos. Parte dos pronto ;)
Por cierto, ayer subí una nueva traducción llamada Ready for Forever, por siquieren chequearla. ¡Hasta el próximo!
