Desequilibrio
Pareja: Rengoku x Mitsuri
Su respiración era entrecortada, abrió sus ojos llenos de lágrimas y se levantó con prisa de su futón.
Limpió el sudor de su rostro con el dorso de la mano, su corazón latía con frenesí, como si hubiera corrido una maratón, misma que había preferido; correría por todo Japón antes que sufrir las pesadillas que interrumpían su ciclo de sueño.
La oscuridad que reinaba en la habitación la asustaba, la vela que siempre encendía antes de acostarse había sido consumida.
Soltó una risa amarga ante la situación, una cazadora de demonios le aterraba la oscuridad, sabiendo que era allí donde esos seres malignos se ocultaban para saciar su sed de sangre.
Se abrazó a sí misma para darse ánimos, muy difícil cuando los horribles recuerdos se reproducían en su mente y su cuerpo temblaba como si se tratara de una hoja a merced del viento.
Fue entonces cuando se permitió llorar, descargar la sensación de soledad que la consumía en silencio, su inseguridad, incertidumbre por su futuro y demás sentimientos que lograba burlar a lo largo del día gracias a sus entrenamientos.
Sollozando desconsoladamente bajo su manta, Mitsuri se odiaba a sí misma, ese pensamientos siempre llegaba a su cabeza sin importar que tanto se esforzara.
—¿Pasa algo? —Se escuchó a lo lejos, la chica se giró hacia donde escuchó ese hilo de voz, sin ver nada por estar todavía bajo la seguridad de la manta.
Salió de su "infalible" escondite y vio a su alrededor, lo poco que podía distinguir con los ojos llorosos era nada.
Todo era oscuridad absoluta.
«Solo fue mi imaginación»Pensó, dispuesta a volver a acostarse.
Hasta que vio una luz tenue, del otro lado de la habitación, gracias a esa pequeña claridad distinguió una desordenada cabellera que se acercaba, deslizó son cuidado la puerta dejando ver a su desaliñado maestro.
El rubio la miró con ternura, pero en el fondo se sentía mal por ver a su alumna en ese estado deplorable.
—Lo siento, lo desperté —dijo ésta, clavando su mirada al suelo de madera que relucía por la vela que el varón cargaba en su mano.
—No tienes nada por qué disculparte —respondió éste, dándole unas palmaditas en la cabeza. —¿Otra pesadilla?
—¡¿EH!?
—La noche anterior también te despertarse llorando, tus ojos se veían rojos esa mañana —Le explicó, a la vez que la rodeaba con sus brazos —.Hasta personas como nosotros debemos desahogarnos cuando es necesario —susurró en su oído. —.No te obligaré a decirme qué es lo que pasa
Mitsuri abrazaba con fuerza a su maestro, mientras un río de lágrimas poco a poco le brindaba el alivio que su corazón necesitaba.
—Gr-gracias … —expresó —.N-no sé que hice para que sea tan bueno conmigo.
—Es imposible no serlo con alguien tan dulce como tú —Le comentó, acercándola aún más hacia él —.Haré lo posible para que no te sientas sola, te lo prometo.
Aún en medio de su dolor, la joven sonrió, una tierna promesa que le brindó un calmante a su ser.
Por que más que un maestro, Rengoku era su motivación para dar lo mejor de sí todo los días, él se había convertido en su "pilar" para seguir viviendo.
Ajeno a ese pensamiento, el varón permanecía en silencio, dejando que toda la tristeza de su alumna se esfumara a través de su sollozo, el rubio la sujetaba con fuerza, como si temiera que ésta se le escapara de sus brazos.
Mitsuri se había vuelto parte importante de su vida, estar con ella le brindaba una calidez y alegría que carecía desde hace tiempo.
Se despertaría a la mitad de la noche las veces que fueran necesarias para devolverle el mismo cariño que ella le brindaba.
Él no lo sabía, pero había caído en el dulce encanto de su alumna.
Nunca me cansaré del Kyomitsu (°A°)
