Marzo de 1985:

Jackie estaba segura de que sus abogados podrían salvarlo. Habían invertido cada centavo en ello. Hyde estaba vistiéndose con el traje que ella había llevado para él y se veía tan guapo como en el día de su boda.

—Toma, no necesito esta corbata.

Jackie volvió a ponérsela alrededor del cuello.

—Tienes que verte elegante.

Hyde se la quitó de encima y la tiró al suelo.

—Te dije que no quiero la maldita corbata.

Jackie contuvo un gemido.

—La compre especialmente para ti. — musitó.

— ¿Ah, eso sí lo compraste? O la robaste también

Jackie se agachó.

—Estas lastimándome ahora. — se lamentó ella.

—Pues mejor, así entiendes porque te dije que no vinieras.

—Soy tu esposa, Steven, no voy a dejarte solo en el juicio.

— ¿Que vas a hacer eh? ¿Vas a regresar el tiempo?

— ¿Por qué me estás hablando así?

—Porque nunca me obedeces Beullah, te dije que no vinieras, y aquí estas. Te dije que no robaras y aquí estamos. ¡Te importa un carajo lo que te digo!

— ¡Yo no te pedí que interfirieras!

—Estoy enojado contigo. Estoy enojado porque esto está pasando por tu culpa. Quería empezar de nuevo, tener una vida y ahora me la pasaré viendo traseros peludos en una pequeña celda.

— Eso no es verdad, el abogado dijo que…

—El abogado ni una mierda, voy a ir a prisión Jackie. Tengo antecedentes, muchos antecedentes. Y si te apareces ahí solo te van a reconocer y acabaras metida en una celda también ¿eso es lo que quieres?

Jackie comenzó a sollozar.

—Dime que es lo que debo hacer para remediarlo.

—Quiero que te vayas.

— ¡Steven!

—No estoy jugando. Nada de esto es un juego ¿no te das cuenta?

— ¡No me grites! ¡Yo no quería que esto pasara!

— ¡Pero pasó!

Jackie sollozó. Los dos se quedaron callados por un momento en el que Hyde respiró profundo e hizo un esfuerzo en recomponerse.

—No quiero que te reconozcan, por favor vuelve a casa.- Rectificó. pero Jackie seguía empicinada.

—No quiero.

—Y yo no quiero lidiar con una niña ahora.

—Steven, eres mi marido y de ninguna forma te voy a dejar ir solo a ese juicio. Vámonos, vámonos a México, empecemos de nuevo. Podemos arreglar botes en Veracruz. Tú querías arreglar botes.

—Ya basta, Jackie.

—Podemos intentarlo, no quiero que te vayas.

Hyde la miró sintiendo compasión por sí mismo, era imposible para él soportar ese tipo de suplicas. El llanto de su esposa era una de sus tres debilidades fundamentales.

—Jackie… — dijo y se acercó para besarla. Avanzaron juntos hasta el baño donde comenzaron a besarse con una pasión desenfrenada. Luego Hyde abrió los ojos mientras le besaba el cuello e hizo un esfuerzo por grabarse su rostro. Aprovechó que Jackie tenia los ojos cerrados y se separó de ella retrocediendo. Jackie los abrió despacio al sentir que se alejaba.

— ¡No!— gritó.

Hyde estaba del otro lado de la puerta y la cerró de golpe. Jackie golpeó la puerta y trató de abrirla. Estaba cerrada y atascada.

— ¡Déjame salir! ¡No irás a ese juicio! ¡Steven! ¡Te lo advierto, si no abres la puerta se acabó entre nosotros!

—Lo siento, muñeca. — Hyde se acercó despacio hacia la puerta y recargó los labios sobre la madera. Desde ahí podía sentir los golpes de Jackie pero también el ritmo de su propio corazón.

— ¡Ábreme la puerta! ¡Steven Hyde, si me dejas aquí me perderás para siempre! ¡NUNCA TE LO VOY A PERDONAR! ¡NO TE LO PERDONARÉ JAMÁS!

—Lo siento. — repitió Hyde mientras se alejaba

— ¡STEVEN! ¡STEVEN! ¡STEVEN!

Hyde avanzó por el pasillo con la mirada perdida y los gritos de Jackie todavía en sus oídos. Sabía que no había forma de ganar el juicio. Que iría a prisión y que no volvería a verla en un largo rato. Quizás era mejor así. Era mejor que buscara a alguien más. A alguien mejor. Un hombre a quien pudiera amar tanto como él la amaba. Una familia real. Tuvo la mente en blanco durante todo el juicio, cerrando los ojos de vez en cuando para sentir el último beso latiéndole en los labios como si no se hubiera terminado jamás.