Disclaimer: los personajes no me pertenecen, son de Hajime Isayama.
Advertencias: este capítulo está algo flojito y lento, pero es porque debo preparar el camino hacia el desastre. Tiene algo de fluff.
Lamento las faltas de ortografía
A las nueve de la noche, la sirena resonó en la silenciosa ciudad anunciando el inicio del toque de queda. Eso sólo significaba que nadie estaba autorizado para salir de sus cosas y estar en las calles, y si se le veía, los militares contaban con las atribuciones para disparar a muerte.
En la calle principal de Orvud, un carro militar pasó lleno de alfas con armas, revisando que se estuviera cumpliendo con la disposición que el Gobierno decretó. Una vez las luces del vehículo desaparecieron, dos personas cruzaron la calle hacia el otro extremo, ingresando a un callejón y avanzando en silencio.
Ambos iban cubiertos con unas capas negras sobre sus rostros, por lo que sus expresiones eran difíciles de descifrar. En la siguiente calle, esperaron con tranquilidad ocultos en la oscuridad antes de hacerse un gesto mutuo y volver a correr.
Ingresaron a un edificio que no poseía un conserje, subiendo al tercer piso por las escaleras y deteniéndose fuera de una puerta con el número 304. Tocaron dos veces antes de que les abrieran, e ingresaron.
—¿Y dónde está el pequeño Mikel? —preguntó el omega, que cerró la puerta con rapidez.
Eren se quitó la capucha y la capa del cuerpo, mostrando a un pequeño bebé en sus brazos, que chupaba su dedo con calmada inocencia. Detrás de él, Levi también se quitó la capucha, dejando caer la mochila al suelo.
—¿A qué hora parte el avión? —murmuró Eren, teniendo cuidado de no hablar fuerte.
—A las seis de la mañana. Me iré a las cuatro —contestó Ángel, haciéndole arrullos al bebé—. ¿Quieren beber algo o dormir una siesta?
Levi sacudió la cabeza en una negativa, pero Eren lo dudó un momento.
—Hola —saludó a su amigo, sonriendo con debilidad.
Ángel le devolvió la sonrisa con suavidad, acercándose a darle un abrazo con fuerza. Eren suspiró al sentir el suave aroma del omega, recordándose en María un año atrás, aproximadamente, cuando estaba preñado y Ángel lo cortejaba. Que increíble era pensar en eso, en el hecho de que, tantos meses atrás, llevaba una vida normal, donde la guerra civil era algo tan lejano.
—Necesitas descansar —le dijo Ángel, alejándose—. Ve a recostarte al sofá si quieres, Eren.
El omega obedeció, agotado y dejando a Mikel sobre la suavidad. El bebé seguía chupando sus dedos, pero cerró sus ojos en señal de que iba a dormir.
—¿Cómo va todo? —preguntó Ángel, dirigiéndose a Levi.
El alfa se veía tranquilo y calmado, como si no se estuviera muriendo por lo que iban a hacer en unas horas más. De sólo pensarlo, Eren sentía el dolor estallar en su corazón.
Pero era lo mejor. Tenían que sacar a Mikel de allí.
—Es todo un sube y baja —suspiró Levi, antes de aceptar beber un té—. Stohess está completamente en nuestras manos y nosotros tenemos la misión de hacer caer Orvud dentro de poco antes de seguir avanzando. Mitras y Yarckel está en manos alfas por completo, pero en Ehrmich las cosas son parecidas a lo que ocurre acá.
—Unos amigos fueron enviados a Ehrmich —añadió Eren, relajándose en el cómodo sofá—, aunque por ahora, estamos definiendo los últimos planes —puso una mirada apenada—. Y ya no podemos seguir protegiendo a Mikel, como está la situación, los niños no están protegidos en este desastre.
Ángel asintió con la cabeza, yendo a hervir agua en el hervidor. Arrendó ese departamento cuando viajó a Sina con la excusa de atender unos negocios, lugar que le pertenecía a un conocido suyo.
—¿Dónde se están quedando? —preguntó.
Levi chistó, sacudiendo su cabeza en una clara negativa.
—Mientras menos sepas, mejor para ti —contestó el alfa, mirándolo con una expresión indescifrable—. A pesar de que te odie, eso no significa que te quiera muerto. No cuando sacarás a nuestro hijo de esta mierda de país.
Eren rodó los ojos al escucharlo hablar, temiendo que eso fuera suficiente para desatar una pelea entre ellos. Cuando se comunicaron con Ángel para juntarse, no estaba muy seguro de que fuera una gran idea, considerando que ambos hombres se detestaban. Incluso sugirió ir solo, pero Levi se negó a dejarlo ir sin compañía, aludiendo a lo peligroso que era.
El omega menor giró su cabeza, agotado, y Ángel miró la forma en que el collar de cicatrices en su cuello brillaba a la luz del fuego de la vela. No hizo ninguna pregunta por la mirada de advertencia que Levi le dirigió.
—Me gusta tu nuevo estilo —comentó Ángel.
Eren no pudo evitarlo, y sonrió ante el halago. Los últimos meses se dejó crecer el cabello, y en ese momento lo tenía por debajo de la barbilla, rozando sus hombros. Levi le había dicho que lo mejor sería cortárselo, sin embargo, el omega dijo que lo dejaría crecer hasta que se aburriera. El alfa, por el contrario, no dejaba que su cabello creciera más de lo debido, a pesar de que Eren le dijo que lo probara.
—¿A qué sí? —dijo—. Me veo hermoso.
—Te ayuda a mantener un poco más oculto —apoyó Ángel.
Levi bufó.
—Por favor, ya todos conocen la cara de Eren —se sentó en la mesa cuando Ángel le preparó un té, y aprovechan el momento, el omega decidió alimentar a Mikel. Darle su última alimentación directa.
—Deberás comprarle un suplemento de leche a Mikel —empezó a hablar Levi, observando de reojo al niño mamar con avidez—, pensamos en entregarte una botella con la leche de Eren, pero se verá demasiado sospechoso. Además, lleva su manta favorita, que va empapada en el aroma del mocoso, y su peluche favorito. Es muy probable que los primeros días llore un montón, pero como eres omega, puedes liberar feromonas.
—Llévalo con Historia y Mina —agregó Eren—, ellas me acompañaron durante el embarazo, así que quizás les reconozca la voz.
Ángel escuchó todo atentamente, haciendo notas mentales para recordarlo. Sabía que iba a ser muy difícil, considerando que nunca se vio como un padre, pero estaba cien por ciento seguro de lo que haría. Era un enorme favor que haría por su amigo.
Cerca de una hora después, Mikel y Eren fueron a dormir en la cama del departamento. Ángel sugirió que Levi les acompañara, pero el alfa se negó.
—No es que no confíe en ti —dijo, serio—, pero prefiero estar alerta. Las cosas han estado demasiado difíciles.
—¿Cuándo fue la última vez que dormiste?
Levi lo pensó seriamente.
—¿Más de cuatro horas? No puedo recordarlo —bufó.
Luego del descubrimiento de la traición de Nanaba, tres meses atrás, tuvieron que agarrar sus cosas con rapidez para partir hacia el distrito de Yarckel, que quedaba al lado de Mitras. Ese mismo día estalló la guerra civil como tal en todo el país, por lo que se declaró Estado de Sitio nacional y los Ejércitos empezaron a moverse, así como las facciones radicales de omegas. En Stohess, el distrito pescador y dónde habitaban más betas, hubo una rebelión que no pudo ser sofocada, y la ciudad fue tomada.
Todo planeado bajo los cuidadosos planes de Diana Fritz. De sólo pensarlo, Levi pensaba en cómo las cosas podían darse vuelta de un segundo a otro.
Fue, en ese momento, en el que todas las mentiras salieron a la luz, además. Quienes habían planeado los secuestros de alfas, que se atribuyeron al grupo de Nanaba, fueron hechos por el mismo Gobierno. Le pagó a un grupo de alfas y betas, camuflando sus olores con hormonas omegas, para que así la población se pusiera en contra de los omegas rebeldes. El asesinato de Luke, el cachorro de Eren, fue hecho por ellos.
—Jamás habríamos raptado a alfas, qué desperdicio —explicó Diana, mientras viajaban en un bus junto al resto de las personas—. Nanaba lo sabía, por supuesto. El Gobierno y ella nos echaban la culpa, queriendo que nos desbaratáramos más rápido.
—¿Y lo del teatro? —preguntó Eren.
La beta miró por la ventana.
—Había que matar a Lobov —suspiró—, y logramos comunicarnos con Nicholas y Boris para preguntarles si querían participar. Ellos aceptaron, Eren.
El omega sintió el dolor como un latigazo al recordar esa trágica noche. La música, el llanto, la forma en que los alfas disfrutaban del sometimiento de su amigo. La explosión, el olor a sangre, el humo y el fuego destruyendo todo a su paso y dejando sólo muerte tras de sí.
—¿Cómo surgieron?
Diana les explicó sobre los inicios del movimiento como tal. Nanaba fue la figura, pero había cientos de personas detrás de ella que, en algún punto de todo, decidieron separarse. Según lo que dijo la beta, Nanaba era, en palabras de ellos, demasiado suave con sus acciones al inicio, y parecía nunca decidirse por actuar con toda la fuerza que debía.
—Además, siempre nos despreció por betas —agregó la mujer, cargando unas pistolas—. Qué estupidez, ¿acaso no sabe que nosotros somos la fuerza de este país?
Levi lo encontraba un poco irónico, porque finalmente todo se estaba reduciendo a eso: betas y omegas contra alfas, pero los betas serían los protagonistas.
Una vez llegaron a Yarckel, se movieron enseguida hacia Orvud, pues los betas en Stohess se dirigían allí para apoderarse de la ciudad. Todo el norte de la ciudad estaba en posición de los Rebeldes, mientras que el sur se encontraba en manos del Gobierno.
Eren puso la alarma para despertar a las tres y media de la mañana, durmiendo muy bien en esa cómoda cama con colchón y frazadas. No había nada de eso en la guarida en dónde ellos estaban, además de que solía estar muy alerta por si se hacía necesario agarrar las armas y salir corriendo. Apenas sonó el primer timbre, saltó en su lugar y la apagó, bostezando por el sueño. Mikel seguía durmiendo a su lado, y le acarició la regordeta mejilla con cariño.
Agudizó su oído.
—¿Y ese collar de marcas? —escuchó que susurró Ángel, de seguro hablando con Levi.
De forma automática, el omega llevó su mano a su cuello, sintiendo la piel tirante de las cicatrices hechas. El recuerdo de lo ocurrido ese día le hizo temblar por el terror, de lo que vino después.
A él le gustaba creer que ese miedo que fingió durante esas semanas fue falso, fue una obra de teatro que montó en dónde actuó como el personaje principal. Pero no era así. Jamás sería así. La miseria, el desamparo, el terror y la angustia fue real, tan real como si pudiera palparla con sus dedos, y no era sencillo de eliminar. A veces, todavía soñaba con ese momento: aquellos horribles alfas rodeándolo, esas sonrisas guasonas y burlonas, los vídeos torturando a Levi.
Sí, eso era lo que más recordaba: el dolor de las mordidas, mientras de fondo sus gritos se mezclaban con los gruñidos de Levi. La forma en que la caliente sangre escurría por su cuello, mientras veía cómo torturaban a su alfa, y le echaban la culpa de todo.
—Unos alfas de mierda —contestó Levi, con la voz cubierta de ira—, de los que me encargaré apenas pueda.
Eren pudo sentir la rabia y odio a través del enlace. Esa cólera que aumentó cuando Diana les habló acerca de que Nanaba sabía del ataque, siendo incluso colaboradora para que lo encontraran sin compañía. Todo fríamente planificado por ambas partes. Incluso el retraso de Zeke ese día fue gracias a Nanaba, que lo entretuvo más de lo que debía.
Se puso de pie, saliendo del cuarto y caminando hacia el comedor. En el lugar sólo brillaba la luz de la vela, que ya estaba bastante derretida para ese momento.
Dos semanas atrás destruyeron la principal fuente de energía de la ciudad, destruyendo el sistema de suministro eléctrico con una explosión. No era la mejor idea, pero les daba una nueva oportunidad de moverse a través de la oscuridad en igualdad de condiciones. Mientras más luces hubiera, más fácil sería que los descubrieran.
Sólo algunos lugares trabajaban con electricidad, que era los que poseían sus propias reservas, como unos supermercados y el aeropuerto.
—¿Cómo dormiste? —preguntó Ángel al verlo.
Eren sonrió con debilidad.
—Estuvo bien —se sentó al lado de Levi—. Lo siento, tuvimos que haber cambiado.
—No te preocupes —el alfa hizo un gesto tranquilo—, te lo mereces más que yo.
El omega rodó los ojos y fue a servirse un café para despertar. De todas formas, partirían dentro de poco a su refugio, pues sería una locura salir con la luz del día.
—Los papeles están listos —habló Ángel, poniéndose de pie para comenzar a arreglarse—. Vendrá una patrulla militar a buscarme a las cuatro de la mañana y trasladarme al aeropuerto, a mí y mi hijo Erik Aaltonen.
—Erik —repitió Eren.
—Será sólo por lo que dure esto, mocoso —habló Levi, y Eren lo miró con una expresión triste—. Antes de que te des cuenta, este monstruito regresará con nosotros.
—Sí —el chico trató de sonreír—, y vendrá a un mundo mejor que este.
Levi le agarró la mano y le dio un apretón.
Pocos minutos después, Eren fue a buscar a su bebé. Mikel seguía durmiendo, dejando que su papi lo envolviera en su mantita, tan tranquilo en su pequeño mundo de sueños.
—Cuídalo con tu corazón —le dijo a Ángel, que asintió con la cabeza—, y si algo nos llegara a pasar, Ángel...
—No les pasará...
—No, debo saberlo —le interrumpió Eren—. Prométeme que lo seguirás cuidando.
—Te lo prometo —el omega miró al chico antes de voltearse a Levi—, te lo juro, Ackerman.
El alfa afirmó en silencio antes de acercarse a Eren.
—Oi, Mikel —le dijo en un susurro suave—, hazle todos los berrinches que quieras a este idiota, ¿está claro?
—Levi —chistó Eren.
El mayor rodó los ojos.
—Papá te ama, pequeño monstruito —dijo, dándole un beso en la frente al bebé, que seguía durmiendo.
Eren no pudo evitarlo, y sonrió con algo de ternura, yendo donde Ángel y entregándole a Mikel. El bebé apenas se removió.
—Sé bueno —le dijo en voz baja—, y extráñanos mucho, así como nosotros lo haremos —unos breves segundos—. Nos volveremos a ver, es una promesa, Mikel.
—Lo cuidaré con mi vida —aseguró Ángel, agarrando la maleta, pero la pareja no agregó algo más.
Eren sintió un nudo en la garganta cuando Ángel se marchó a través de la puerta que Levi sostuvo, dirigiéndoles una última mirada. Tuvo que apretar sus labios para no soltar un sollozo cuando la puerta se cerró, y pudo casi palpar a su omega lloriqueando por la angustia y el dolor de la separación.
Levi apagó la vela y quedaron a oscuras, escuchando a Ángel bajar en silencio. Después, ambos se asomaron y observaron el auto militar deteniéndose fuera del edificio, pidiéndole los papeles al omega. Mikel iba cubierto con su mantita, sin estar expuesto al frío, y luego de unos segundos de conversación, Ángel subió al vehículo, que partió en medio del silencio de la ciudad.
—Fue lo mejor —le murmuró Levi—, para que esté a salvo.
—Sí —suspiró Eren, sorbiendo por su nariz, pero ya con las lágrimas controladas—, lo sé, Levi. Si algo le hubiera pasado antes de poder sacarlo...
No terminó la frase, porque pudo haber ocurrido en cualquier momento. Ni siquiera era como que pudieran permanecer ocultos y no estar al frente de la línea, porque Diana fue clara respecto a la posición de Eren.
—Eres un símbolo —dijo ella, amable y tranquila—, un símbolo para los omegas. Nanaba ya ha sido expuesta como una traidora, así que necesitamos a alguien que pueda ponerse frente a los omegas y darles valentía.
—Yo no...
—Sí, Eren —insistió ella—. Tal vez no lo veas, pero es así. Y te necesito para que esto funcione.
Eren seguía sin entenderlo bien, pero Levi le dio la razón a la mujer, así que mucho no podía hacer. A esas alturas, estaba un poco cansado de toda la situación. No de luchar, pero sí de lo que significó la traición de Nanaba para él y sus amigos. Si bien venían desconfiando de ella desde hacía mucho, eso no significaba que su actuar no los hubiera dañado. No los hubiera decepcionado terriblemente. En especial, porque se podía decir que Mikasa y Annie murieron de forma indirecta por culpa de ella. Que sus amigos desaparecidos estaban así gracias a Nanaba.
—Podrías ir a dormir —sugirió Eren, de pronto, y ambos se acomodaron en el sillón—. Una media hora...
—Descansaré aquí —contestó Levi, cerrando sus ojos brevemente—. Sabes que...
—Debo despertarte si siento cualquier cosa —terminó por decir Eren.
Levi no contestó.
Cerca de las cinco de la mañana, volvieron a ponerse sus capas y salieron silenciosamente del departamento, sin hacer ruido alguno para no llamar la atención de algún vecino. Bajaron las escaleras y, en la puerta de entrada, miraron hacia el exterior. Ningún motor ni pisadas acercándose, así que salieron corriendo en medio de la oscuridad.
Casi una hora después, en medio de la abandonada ciudad, escucharon un grito.
—¡Eh, ustedes! —ambos se giraron hacia la ventana de una casa, donde una linterna los apuntó—. ¡¿Ya de regreso?!
Eren sacudió su cabeza al escuchar el grito de Sasha, pero se relajaron de forma irremediable pues ya estaban seguros. Mucho más seguros que en el otro sector.
—¡¿Y el desayuno?! —le gritó Eren.
—¡Ya me comí su parte! —contestó ella, relajada—. ¡Vamos, sigan adelante! Mi turno no acaba hasta dos horas más.
Se despidieron de Sasha, caminando por las vacías calles y acercándose a la iglesia, que servía como punto de encuentro para ellos. Tenía un sótano perfecto en el que podían planificar ciertas cosas.
—Mikel ya debe estar en el avión —habló Eren.
Levi le agarró la mano, sin poder evitarlo, y le dio un nuevo apretón.
—A salvo —le recordó, y el omega asintió con fuerza.
—A salvo —repitió.
Ese era su único consuelo y a lo que podía aferrarse en ese momento.
Existía una invisible línea que separaba Orvud en dos: estaba establecida en la calle principal que cruzaba toda la ciudad, kilómetros y kilómetros de calle. Hacía el norte, todo estaba en manos de los Rebeldes, en lo que se considerarían los barrios marginales. Orvud, a diferencia de Mitras, era una ciudad menos rica y no tan exclusiva, además de poseer grandes campos donde se cultivaba la tierra y llena de animales pastores.
—Hay que hacer caer Orvud —dijo Diana, dos días después, mientras planificaban el siguiente movimiento—, por eso estamos aquí, ¿por qué?
—Por el alimento —contestó Eren—. Es una importante fuente de comida para otras ciudades, el principal centro productor de carne y verduras.
Diana sonrió, volteándose hacia Armin, que observaba el mapa de la ciudad con cara de concentración. Eren no había hablado mucho con su amigo, pero quería preguntarle cómo se sentía ahora, sin Zeke a su alrededor. Su primo fue mandado a Ehrmich junto a Reiner, Berthold, Porco y Pieck, junto a otros compañeros. En Ehrmich contaban con una pequeña ventaja, y es que al ser una ciudad industrial, poseía bastantes obreros betas. Ahora, tocaba ver si iban a qué bando unirse, porque a pesar de ser ignorados y muchas veces maltratados por los gobiernos, tenían ciertamente una mejor posición que los omegas.
Si el Gobierno decidía otorgarles mejores condiciones a los betas, los podrían convencer con facilidad de no alzarse en manos contra ellos. En el peor de los casos, significaría que se voltearían contra los Rebeldes.
Yarckel también poseía una cantidad significante de betas, pero era un distrito minero, por lo que poseía al mismo tiempo varios alfas muy poderosos, magnates que se dedicaban a la extracción de materias inorgánicas. Yarckel y Mitras, las ciudades más importantes, serían las que iban a caer de forma más difícil.
—Con Orvud en nuestras manos, podríamos cortar suministros importantes a Yarckel y Mitras —dijo Armin, pensativo—. Ya tendríamos cierta ventaja. ¿Cómo van las negociaciones en los campos y parcelas?
Diana apoyó el mentón en su mano izquierda. A Eren le sorprendía todavía el ver a su tía, la hermana de su madre, en esa posición, porque jamás lo habría creído posible. Por lo poco que la conocía, Diana siempre estuvo bastante acomodada en su posición de beta aristócrata, pues se casó con un importante hombre de negocios, el padre de Zeke. Nunca parecía muy interesada en los problemas de omegas, manteniéndose al margen casi siempre, y por eso mismo Eren no solía conversar con ella.
—Se acabaron los años del alfa y el omega —dijo ella, muchos meses atrás, cuando Eren le preguntó qué era lo que quería ella—, ahora, serán los años de los betas. Durante mucho tiempo permanecimos en las sombras, soportando el peso de este ingrato país en nuestros hombros, pero ya no más, Eren.
Todavía le costaba comprenderlo del todo, el ver por qué una beta haría tanto, levantar todo un país, cuando su vida no dependía de otra persona, como en el caso de un omega-alfa.
Zeke trató de explicárselo desde otro punto de vista mucho más personal.
—Papá dio todo por este país —dijo su primo, encogiéndose de hombros—. Tú sabes... Él murió cuando yo tenía siete años. No recuerdo muchos detalles de eso, pero tuvo cáncer y mamá hizo de todo para salvarlo, incluso llevarlo a las mejores clínicas —rascó su nuca—. Pero los mejores tratamientos estaban reservados para los alfas. Papá no calificaba por ser beta. Al final, falleció.
—Lo recuerdo —dijo Eren, a pesar de que era más joven que su primo. Debía tener como cuatro años en esa época.
—Al final, a ellos les valió una mierda que papá fuera un gran comerciante, que tuviera los recursos necesarios. Ellos lo dejaron morir sólo por ser un beta. Las cosas ya no pueden seguir así, Eren.
—Este gobierno está podrido —suspiró el omega—. Hay que destruirlo y quemarlo para que vuelva a renacer.
Zeke sonrió con solemnidad.
Diana se inclinó hacia el mapa, observando también la posición en la que estaban.
—Muchos betas tienen miedo —admitió ella—, de rebelarse contra sus patrones. Les han enseñado desde pequeños que ellos sólo deben trabajar y ese es su lugar. Además, los terratenientes están haciendo muy difícil esto —apuntó a las tierras de la zona norte—. Esos ya están en nuestras manos, pero si bajamos, están más militarizados porque el sur es controlado por los militares. Debemos desarticularlos, porque sin ellos, los alfas de las parcelas no tendrán defensa alguna, y los trabajadores betas van a ir con nosotros.
—En fuerzas estamos casi iguales —añadió Eren—, según nuestras fuentes, hay diez mil soldados del Gobierno en el sur de Orvud.
Ellos tenía once mil quinientos, entre betas y omegas. Sin embargo, la principal desventaja era la clara preparación militar, pues muchos de los betas de su lado no habían manejado un arma en toda su vida. A eso, se le sumaba el apoyo logístico, y es que ellos no tenían una fábrica de armas como tal.
—Hay que capturar el cuartel militar —habló Armin, como si estuviera adivinando sus pensamientos—, para hacernos con vehículos y armas. Además, tendríamos una clara ventaja, porque si capturamos ese lugar —su dedo se movió hacia dicha posición en el mapa—, tendríamos ya casi tres cuartos de la ciudad. Los orillaríamos más cerca de Yarckel y Mitras.
—Bien, ahora, ¿cómo lo capturamos? —en ese momento, habló Shadis, que estaba en representación de los alfas en el grupo—. Debe ser el lugar más protegido de toda esta ciudad.
—¿Una distracción? —aventuró Eren—. Si nos dividimos en dos, podríamos...
—¿No es muy obvio? —le interrumpió Armin—. Y también muy arriesgado. ¿Qué lugar podría ser tan importante...?
—Dos —habló Diana, implacable—. El hospital y el aeropuerto.
Eren miró ambos lugares en el mapa. El Hospital General de Orvud estaba cerca de ellos, hacia el suroeste, mientras que el aeropuerto era lo más lejano, en las afueras de la ciudad.
—El hospital tiene gente inocente —habló Armin enseguida.
—También el aeropuerto. También todas las ciudades, Armin —replicó Diana—. Pero esta elección no quedará en mis manos. Lo vamos a someter a votación.
—O podrían ser los dos —intervino Shadis—. Eso sería mucho más arriesgado, pero si perciben que queremos tomar esos dos lugares, tendrán que salir sí o sí.
Los ojos de Diana brillaron ante la idea, sin embargo, no la aceptó de forma inmediata. Ella solía ser muy paciente y pensar bien si la decisión tomada sería la correcta.
—Lo decidiremos al final de la semana —habló.
Eren sabía que sus compañeros no estaban impacientes por esperar un poco más, ya que solían usar esos días en tratar de entrenar lo mejor posible a omegas y betas en la batalla. Mientras, él iría a ver cómo estaba Levi.
Armin salió junto a él de la iglesia y observaron la gente a su alrededor. La mayoría de los edificios estaban abandonados en su mayoría y con la gente durmiendo en las casas, evitando dispersarse demasiado. Había pequeños grupos a lo largo de su territorio que vigilaban que los militares no ingresaran, y si era el caso, se debía lanzar una señal de humo para llamar la atención.
—¿No has sabido nada de Zeke? —preguntó Eren.
Armin sacudió su cabeza en una negativa.
—Debe estar bien —se encogió de hombros—. Es un idiota que sabe cuidarse, ¿no es así?
—Eso espero —Eren podía sentir sus brazos todavía un poco incómodos, pues se acostumbró cargar con el peso de su pequeño bebé. Ahora, era extraño tenerlos desocupados—. ¿Jean sigue un poco enfadado?
—¿Un poco? —bufó Armin.
Eren dejó salir el aire de su boca, algo desanimado. A pesar de que Jean y él discutieran casi siempre, eso no significaba que lo odiara o algo así. Una semana atrás, cuando surgió la oportunidad de sacar a Mikel del país con Ángel, Jean le preguntó si era posible que Lana se fuera con el omega también. Insistió y le suplicó, y Eren podía entenderlo, porque Jean amaba a su hija, pero no había nada que él pudiera hacer. Ángel sólo estaba "autorizado" a sacar a un bebé, ninguno más, y no tenía los medios para sacar a otro.
Jean se enfadó un montón cuando Eren trató de explicárselo y discutieron a gritos esa noche.
—Sabes que no podía...
—Lo sé, Eren —suspiró Armin, agarrándolo del hombro—. Por supuesto que lo sé. Jean sólo necesita unos días más.
El omega asintió, despidiéndose para ir en busca de Levi. Sabía, porque se lo dijo en la mañana, que ese día le tocaba el grupo a dos kilómetros, hasta las ocho de la tarde. Todavía faltaban seis horas para que acabara, pero Eren quería verlo. Tal vez se debía a la cercanía de su celo, lo que le preocupaba particularmente por cómo iba a pasarlo. Le asustaba, en especial, el hecho de lo que ocurriría entre él y Levi, aunque trataba de no demostrarlo.
Siguió caminando, saludando a conocidos y conversando poco con ellos. Con todo lo que estaba ocurriendo, de forma inevitable estaba alejándose de sus amigos lentamente, y no porque ya no tuvieran cosas en común, sino porque estaban preocupados de otras cosas. Por ejemplo, ahora Armin tenía que acompañar a Diana a otra reunión con betas que trabajaban en el campo para convencerlos de unirse. Su tía parecía muy interesada en Armin, y quizás se debía un poco a que sabía que su hijo salía con él.
Trató de no preocuparse demasiado, considerando que, además, no sabía si su padre estaba bien. A pesar de toda la enemistad que hubo antes, de forma inevitable se habían acercado luego de la muerte de su madre, y le preocupaba no tener noticias de él. De Hanji, Erwin, Isabel y Farlan también se sabía muy poco, y tenía claro que también le inquietaba a Levi. El alfa muy bien podía no aparentarlo, sin embargo, Eren ya le conocía muy bien.
A medida que caminaba, la cantidad de gente iba disminuyendo lentamente, hasta que sólo fue capaz de distinguir a los vigilantes establecidos en las intersecciones de las calles. En cada cuadra había una barricada improvisada (autos entrecruzados, semáforos caídos, basureros dados vueltas) con, por lo menos, diez personas.
Connie estaba en una de ellas, y más allá, también estaba Sasha. Siempre trataban de que las parejas no quedaran juntas, pues no quería que hubiera posibles distracciones en la vigilancia.
Finalmente, llegó dónde estaba Levi, que se levantó para ir a recibirlo. El alfa cargaba un rifle en su hombro.
—¿Ya acabó la reunión? —le preguntó el mayor.
Eren suspiró y asintió con la cabeza. A pesar de los meses, todavía las cosas eran un poco extrañas entre ellas. Le era complicado saber cómo actuar alrededor de Levi, y sabía que para el alfa era lo mismo: no eran pareja, pero tampoco sólo amigos. Quizás todo resultó más sencillo cuando tenían a Mikel, porque así ambos asumían un rol en esa relación, el de ser unos padres sobreprotectores. Se turnaban para cuidar al bebé, y si las cosas iban mal, hacían un nido familiar para relajarlo.
Sin embargo, con la partida del niño, los dos quedaron un poco descolocados. Ya no tenían el rol de padres, así que, ¿cómo debían comportarse? A veces se agarraban de las manos, pero no compartían mayor contacto que eso. Era lo que más estresaba a Eren, en especial con su celo cerca.
—¿Ya almorzaron? —preguntó, y quiso golpearse con una pared, porque pudo haberle llevado una porción de comida a Levi.
—Sí —contestó el alfa—, sabes que venimos preparados, Eren.
—Ah —el omega rascó su nuca, sintiendo cómo la incomodidad iba a instalarse entre ellos. Miró hacia la barricada, donde sus compañeros caminaban con expresiones de aburrimiento—. ¿Crees que podamos hablar? Sólo los dos.
Levi enarcó una ceja con elegancia, como si estuviera sorprendido por el acercamiento de Eren. El chico se removió en su lugar, esperando una respuesta y pensando en lo extraño que era todo. Tal vez se debía que, a la luz del día, no podía evitar la mirada del alfa. En los túneles, tres meses atrás, era mucho más sencillo gracias a la oscuridad.
Habían hablado de volver a intentarlo, de volver a acercarse, pero Eren no sabía qué hacer para dar ese gran paso.
—Vamos a sentarnos a la vereda —habló Eren, queriendo estar en movimiento para poder concentrarse en otra cosa.
Lo escuchó suspirar, pero al menos supo que le seguía. Eren se sentó en el suelo, pero Levi permaneció de pie, y no pudo evitar sonreír con algo de debilidad ante ese gesto.
—No seas maniático —le dijo, con la voz un poco burlona.
—No soy maniático —Levi rodó los ojos—. Soy prudente. Este lugar está lleno de suciedad, y tú con tu pelo largo...
—¡Deja de criticarlo! —se quejó Eren.
—De seguro debes tener piojos —bufó Levi.
Sin poder evitarlo, hizo un pequeño puchero con sus labios.
—¿Crees que me veo feo? —preguntó.
A sus palabras le siguió un extraño silencio entre ellos. El alfa alzó su barbilla, sin mirarlo a la cara y fingiendo observar la barricada a varios pasos de él. Ese tipo de actividad le servía para distraerse en algo, a sabiendas también de que debía ser útil en ese lugar. Le ayudaba a no estar todo el día pendiente de Eren y lo que hacía, más ahora con la partida de Mikel.
—Por supuesto que no —contestó Levi, sin observarlo. El omega tomó aire—. Siempre has sido un omega hermoso. Tienes un rostro... —Levi suspiró y se acercó, acuclillándose frente a él. Dejó caer el arma al suelo, y con una de sus manos, le agarró del mentón y le movió el rostro—. Es andrógino, eso es.
Eren pudo sentir el color en sus mejillas, sin embargo, se forzó a permanecer en su lugar. Levi no lo soltó.
—¿Piensas que sería bonito como chica? —preguntó, y su voz salió algo temblorosa.
—Serías bonito de cualquier forma —replicó el alfa—. Tus ojos tienen un color hermoso.
—Te gustan —habló Eren. Levi volvió a enarcar una ceja—. Tú lo dijiste, en el parto de Mikel. Dijiste que te gustaba la forma en que te miraba.
—Me demandas atención —repitió Levi—, y no puedo negártela.
El chico soltó una risotada, sintiendo los nervios haciendo estragos en la boca de su estómago.
—Pero te esfuerzas en negarla —susurró Eren.
Levi lo soltó de su agarre en la barbilla, pero no se alejó ni se enderezó. Siguió mirándolo en esa posición, y por un instante, el chico se sintió como si estuviera desnudo frente al alfa. Como si Levi pudiera adivinar sus pensamientos, sus ideas, con sólo esa mirada. Eren no sabía en qué momento el mayor fue capaz de agarrar ese poder, pero a esas alturas, no le importaba.
—¿Qué somos ahora? —preguntó Levi, y no había exigencia o pretensión en su mirada, sólo verdadera curiosidad.
—No lo sé —tartamudeó Eren—. ¿Quieres que seamos algo?
—De alguna forma, ya lo somos —habló el alfa—. A fin de cuentas, eres mi omega. Estás marcado por mí —la mano de Levi ahora fue a su cuello, donde apenas se podía observar la marca que le hizo, tantos años atrás—, y eso nos ata.
—Levi —murmuró el omega, dejando que Levi acariciara su piel, en esas cicatrices que lo marcaban—, no quiero que me niegues más esa atención. Te la exijo.
El alfa parecía complacido por sus palabras, pero también se veía algo suspicaz.
—El problema es —trató de explicar el alfa— que me demandas acciones con tus ojos, pero no sé si estás listo para ellas —volvió a agarrarlo de la barbilla—. Quiero besarte, Eren Jaeger.
El omega pudo sentir como su interior se derretía ante esas palabras, pero más, ante el hecho de que Levi parecía estarle pidiendo permiso con su toque, con sus palabras. A pesar de decirle que quería hacerlo, no se movió, y se le quedó mirando con una clara expresión de ‹‹necesito tu respuesta››.
Eren tomó aire.
—Bésame —aceptó.
Levi no se hizo de esperar, afianzando su agarre en su mentón e impulsándose a besarlo, ambos labios conectando en un ligero toque suave. Un simple roce que envió electricidad por todo el cuerpo de Eren, que disolvió sus nervios, que hizo que en su estómago hubiera una tonta explosión de mariposas. Su omega se revolvió ante el dulce toque que no fue más que una caricia, pareciendo enloquecer y sacudirse en anticipación.
El alfa se alejó.
—Eso no es un beso —reclamó Eren.
Levi ladeó la cabeza, sin soltarlo.
—¿Quieres mi lengua en tu boca?
—Quiero un beso de verdad —masculló Eren, e iba a volver a hablar, pero Levi lo calló.
Hizo que ambas bocas volvieran a juntarse en un choque, los labios del mayor sobre los suyos, y se movieron con fuerza. Eren no quería compararlo, pero era como si lo estuviera devorando, y se vio obligado a apoyarse con sus manos en la vereda, porque si no, caería al suelo. Gimoteó y jadeó, ahora su omega enloqueciendo por el duro contacto, sintiendo como perdía el control de sí mismo. Fue peor cuando sintió la lengua de Levi en su boca, en un beso tan sucio y lascivo, que por un instante creyó que lo harían allí, en público.
Pero Levi se alejó, con una mirada oscurecida, sus ojos brillando como todo un depredador. Eren sentía su rostro enrojecido, sus labios hinchados e, incluso, sus ojos un poco llorosos. Con sólo un beso, Levi lo hizo un desastre.
—¿Querías un beso de verdad? —se burló Levi.
—Cretino —barboteó Eren.
Para su sorpresa, su insulto pareció divertir más aún a Levi, pero no pudo decirle otro, porque volvió a recibir un nuevo beso que lo descolocó. Sin embargo, a pesar de que el alfa lo sostenía de la barbilla, no era como si lo estuviera obligando. Había una implícita señal, por parte de Levi, de que se podía alejar o empujar para alejarse de él. Y Eren...
Eren no quería alejarse. Sólo recibió el beso, jadeó, gimió, y pareció flotar en las nubes. Esos besos eran distintos, tan distintos a los que se dieron meses atrás, que eran sólo un toque dulce y suave. No, estos besos eran ardientes, calientes, de esos que compartieron tanto tiempo atrás. Antes de que las cosas se arruinaran, antes de que todo se convirtiera en un sueño horrible. Esos besos que anticipaban el sexo y el descontrol entre ellos.
Sin poder evitarlo, pasó un brazo por el cuello de Levi, impidiendo que se alejara de él. Sólo cuando el aire pareció desaparecer y respirar se volvió obligatorio, se separó.
—No puedo negarte más atención —fue lo primero que dijo Levi.
Eren enfocó sus ojos en el rostro de Levi.
—Lento —masculló, y su voz salió ronca. El alfa lo miró—, te-tenemos que ir... lento.
—Sí —admitió el mayor—, pero eso no significa que no pueda besarte, ¿cierto?
—No —Eren, ahora, lo abrazó con suavidad—. Puedes besarme, Levi. Puedes besarme todo lo que quieras.
—Está bien —Levi le devolvió el abrazo, respirando su olor, y de forma inevitable, le hizo una marca temporal de aroma—, pero tú sabes, si empiezo a excederme...
—Te daré un golpe en el ojo —contestó el omega.
—Sí, eso debería ser suficiente —bufó Levi, antes de alejarse—. Debo volver, mocoso de mierda, ya me entretuve demasiado contigo.
—Mhn —aceptó Eren, poniéndose de pie—, hoy me toca la cena, así que también debo irme.
—Nos vemos más tarde.
Levi se giró para marcharse, sin embargo, Eren le agarró del brazo. Al darse vuelta, el omega se inclinó y le dio un nuevo beso en la boca, pero uno más suave y dulce.
—Nos vemos —se despidió, con las mejillas coloradas.
El alfa esbozó una sonrisa de lado y Eren tuvo que irse corriendo, ahogándose en la vergüenza.
Qué extraño era, pensó, estar metido en medio de toda esa guerra civil, pero comportándose todavía como un adolescente hormonado. Sin embargo, de alguna forma, también era bueno, porque significaba que no perdió su capacidad de sentir.
A pesar de todo, él seguía siendo un chico que buscaba repararse a sí mismo, y eso era lo importante.
En el próximo capítulo retomaré a Hanji e Isabel, además que habrá más acción.
Por otro lado, ya comenzaron los acercamientos del RiRen, vamos poco a poco y eso me gusta muchito uwu
Gracias por la paciencia, los comentarios y el amor que todavía me dejan! Me alegra mucho que aún quede gente que disfrute el fic, sus comentarios son los que me siguen impulsando a terminar la historia luego de tanto
No tengo mucho tiempo para agradecer personalmente a las personas que comentaron el cap anterior, pero ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS POR COMENTAR! A todos y todas por dejar, aunque sea, un pequeño review.
¡Un beso a todos y todas!
Cotota~
