Introdujo la llave y entró a su casa después de pasar prácticamente todo el día fuera de ella. Apenas había coincidido con Ran esos últimos días, no la estaba esquivando ni nada parecido, simplemente, gastaba todo su tiempo en buscar a la mujer que había trastocado la idea que creía que definía el amor.

Su perspectiva de las cosas había cambiado por completo. Era abrumador la cantidad de recuerdos que aparecían en su mente, viajaba de Tokio a Hakone sin moverse del sitio, sin darle tiempo a respirar o comprender como se sentía. ¿Se sentía de esa misma manera desde el día que dio ese fatídico golpe en esa organización? Porque en ese momento juraba que rozaba la locura.

¿Cómo podía haber vivido esa doble vida durante tantos años?

La noche del incidente, se había clareado casi por completo en su cabeza.

La discusión que había tenido con Shiho y la ruptura que eso había conllevado, le habían echo llegar a un punto crítico esa noche e intentó tomar una decisión para no perder la cabeza por completo.

Esa misma noche le propuso a Ran un hecho irreversible, tener un niño, un hijo en común. Le había enviado unas flores y le prometió el viaje que tanto deseaba. Inaugurando la decisión de volver a su matrimonio y al hombre que anteriormente había sido y así detener con ello, cualquier vuelta atrás.

Pero su amante apareció poco después y él supo que no podía escapar. No era un hombre capaz de elegir el camino egoísta, el camino del puro instinto.

No podía renunciar a ella como si no hubiese existido en su vida, no podía borrarla de esa manera.

"Ya has llegado." Le saludó Ran asomándose al pasillo. "Mi madre ha venido a visitarnos."

Él asintió y se acercó al salón para saludar a su suegra y acompañarlas con el té. Eri le miraba con una cara mucho más seria desde que había vuelto del hospital, su pasado no había molestado solo a su mujer. Su suegra no se veía muy cómoda a su alrededor desde que había vuelto, pero él seguía esforzándose por mantener un ambiente cálido y agradable.

Él hacía lo mejor para que Ran estuviese bien.

Pero los temas de conversación siempre estaban cargados de sarcasmo o pequeños comentarios sobre cualquier acto de el moreno.

"Mamá, por favor." Le pidió Ran intentando frenar a su madre, después de empezar de nuevo con los dobles sentidos en sus palabras.

"No he dicho ninguna mentira, ese hombre fue un cobarde al hacer eso." Comentó mirando de reojo a Kudo. "Últimamente nos rodeamos mucho de ellos."

"Señora Kisaki, no creo que haga bien en generalizar de esa manera. Yo habré sido un cobarde con mis actos, pero huir no es de cobardes."

"Tks, es lo más estúpido que he escuchado en todo el día." Le contestó molesta por su enfrentamiento.

"Todo el mundo opina igual y dice que marcharse es de cobardes, pero es todo lo contrario. El cobarde, es el que se queda quieto mientras mira como se te pudre la vida sin tomar ninguna decisión. Hay que tener dos cojones para dejar lo que más quieres, por algo que quieres aún más." Le contestó cansado de sus reproches, levantándose del sofá y marchándose sin más.


Akai le dio un sorbo a la lata de cerveza y la volvió a dejar encima de la mesa. La televisión estaba encendida, pero apenas le prestaba atención.

Había llegado a un punto en el que no sabía si debía o no dar el paso y huir de ahí. Vigilaba sus espaldas siempre que salía de casa y desde que había salido del Black Moon aquella noche, sentía que no podía respirar tranquilo.

Kudo la había jodido.

Quería llegar a la raíz de todo ese problema, pero no sabía como podría acabar. Por el momento no había hablado con Heiji sobre eso, Kudo ya había causado suficiente daño, no era necesario sacar más trapos sucios. Prefería hacer ver que no sabía nada como hasta ahora y seguir investigando con las cosas que Heiji le enviaba.

Después de todo, esa conversación solo estaba llena de daño emocional. No resolverían nada compartiéndola.

"¿Dónde te has metido?¿Por qué haces esto?"

Debía haber descubierto sus intenciones antes de aquella noche…No solucionó nada intentar arreglarlo en ese momento. Debió quedarse con él o seguirle.

Pero se quedó parado, molesto por sus palabras.

"¿En que mierdas piensas?"

Él también lo había visto esa última noche. Lo había buscado por todo Hakone hasta dar con él.

Nunca lo había visto tan alterado. Se lo encontró pálido, con ojeras de no haber dormido y la mirada perdida. La seguridad y confianza que tanto le caracterizaba, habían desaparecido por completo.

"¿Qué coño está pasado?" Le preguntó el moreno bajando de la moto.

"Yo…No he podido viajar…no he sido capaz de hacer nada" Contestó sin mirarle. "Shiho me dejó. Se fue…Y creí que el mundo se derrumbaba bajo mis pies. Estaba desesperado, pero pasó, al final pasó."

"¿Y tú que hiciste, Kudo?¿Qué has hecho estos dos días?" Preguntó molesto. "¿Por qué no has pedido ayuda?"

"No puedes ayudarme." Contestó mirándole finalmente. "Akai…esta no era la vida que yo quería. Yo no elegí enamorarme de dos mujeres." Confesó mientras apretaba los puños. "Intenté que no sucediera. Lo intenté."

Su compañero se acercó a él hasta ponerse a su lado, los dos de cara al mar mientras escuchaban las olas chocar en el rompeolas.

"He llamado a Ran hace una hora. Le he dicho que quería tener un hijo con ella..." Le confesó. "…Qué quería volver a empezar…pero a los cinco minutos apareció Shiho."

"¿Le has dicho a tu mujer que querías tener un bebé y luego has vuelto con Shiho?" Le preguntó con un tono en desacuerdo. Apretando los puños con rabia.

"Le he enviado flores y le he dicho que visitaríamos París." Dijo sonriendo tristemente.

"Joder, Kudo." Intervino Akai molesto, muy molesto. "Llevas toda la puta vida creyéndote esa puta mierda de que estas enamorado de dos mujeres. Pero no es verdad." Protestó. "Porque la verdad, es que estás enamorado de una y a la otra le engañas. Igual que haces con el trabajo, con tu hija y con todos los demás."


Las paredes de su alrededor habían cambiado del blanco pálido de su laboratorio al gris oscuro y sucio de un almacén desconocido.

Sus muñecas estaban atadas a una tubería y el rubio que tenía en frente, no parecía tener intención de acabar con ella pronto. La sonrisa vacilante de su rostro, le provocaban ganas de vomitar.

"Le disparaste tú, ¿verdad?" Preguntó ella llena de rabia, dejando a un lado el miedo para indagar en la verdad el resto de tiempo que le quedase.

"No lo recuerdo, olvido las caras de las personas a las que mato." Le contestó ensanchando su sonrisa.

"Pues deberías recordarlo, ya que no lo hiciste." Le replicó con cierta satisfacción.

Él rió, se volteó y se acercó a ella apuntando sin miedo a su cabeza con el cañón de su pistola. "No te preocupes, acabaré bien mi trabajo cuando el ratón llegue a la ratonera…fue un error no disparar dos veces, pero bueno, eso me ha llevado a ti…Sherry."

"No conseguirás nada de lo que te propones."

"¿Qué me propongo? Explícamelo."

"Te crees que puedes controlarlo y destruirlo todo, que tiene es poder sobre los demás y que puedes llenarlos de miedo con solo una mirada. Pero nosotros no te tememos." Le escupió con rabia, apretando los puños ante la impotencia de no poder moverse.

"¿De verdad? No creo que tengas opción a defenderte…es más, mira donde has acabado. Ocupando el lugar de tu madre." Dijo señalando la placa de su bata. "Esto es más cosa de la sangre, que cuando baja podrida, es que hay herida. Y seguramente, tú la tienes igual de mala. No culpes a otros de los errores que cargas."

"Soy consciente de mi pasado, él no tiene nada que ver con él." Le dijo entrecerrando los ojos. "Pero él, al igual que tú, también es letal y audaz con su trabajo. Kudo te estuvo apunto de hundir una vez, no creas que cometerá el error de no hacerlo una segunda." No sabía si ella acabaría muerta al final del día, pero confiaba en que el viejo detective, tarde o temprano acabase de verdad con todo. Ella ya lo había intentado, no se iba a quedar con esa espina clavada.

"Defiendes demasiado a ese detective para haberte utilizado durante tanto tiempo." Se burló sin importarle sus palabras. Era demasiado confiado.

"Tú no sabes nada. Que hayas leído cuatro documentos o hayas visto un par de fotos, no te da derecho a opinar."

"Vaya, pareces una tonta enamorada. ¿Sabes qué? Kudo y yo conversábamos bastante." Le comentó apartándole el flequillo revuelto con el cañón de la beretta. "Ya sabes, yo le contaba mis secretos, él a mi los suyos…"

"Cállate, ni siquiera sabes mentir. Él no te contaría una mierda, solo quería llegar a tu jefe."

"¿No me crees?¿Quieres que te cuente uno?" Le preguntó con un tono divertido. "Pese a no relacionarlo directamente contigo, supimos que tenía una hija…y la misma noche que nos dio el golpe, me confesó que lo quería dejar todo. Con pistola en mano y todo. Un cobarde con apariencia de valiente."

"Quería dejaros a vosotros...por eso os robó el cuaderno." Le siguió defendiendo.

"Sí, nos dimos cuenta tarde del golpe…pero todo fue porque quería irse de de Hakone. Quería irse de tu casa." Le comentó medio riendo. "Le dije "Pero si tienes una hija" pensando que eso sería un punto a nuestro favor para utilizarle y retenerle con nosotros. ¿Y sabes lo que me respondió?" Le preguntó sin dejar de disfrutar del dolor que empezó a aparecer en sus ojos.

Ella se quedó muda, esperando a que acabase de hablar y la dejase en paz. Intentado interiormente no creer sus palabras. No quería escucharle.

"Me dijo "Lo sé" " Contestó sin más. "Le importaba una mierda dejar a tu hija sin padre."

"Eso no es verdad." Negó.

"Sí que lo es." Asintió recordándolo bien. "Tú cogiste a un hombre decente, con un trabajo en Tokio, casado…Y lo engañaste. ¿Crees que no hemos investigado sobre vosotros a día de hoy?" Preguntó paseando tranquilamente por la sala. "Tienes un don entre las piernas, eso vale mucho dinero, ¿sabes? No lo vayas regalando por ahí."

"¡Déjame en paz!" Le chilló intentando taparse los oídos. Quería creer que solo intentaba manipularla, pero sus emociones estabas demasiado inestables. ¿Y sí tenía razón?¿Sí les hubiese traicionado sin salir herido, las habría abandonado de la misma manera?