Sirius estaba molesto. No, estaba mucho más que molesto, se sentía rabioso e insatisfecho, por lo que maldecía cada segundo del día en que se le ocurrió regalarle el mendigo león a su prima.
Desde que la bruja se había regresado a la casona, Sirius tuvo que pasar toda la noche en el exterior "reflexionando su mal comportamiento", por lo que tuvo que dormir en una cama para perros que le hizo aparecer Bellatrix durante la noche a un lado de la entrada trasera. Por lo menos, la cama estaba forrada con lana natural, tenía un colchón bastante cómodo y por lo que se pudo dar cuenta, la bruja colocó un hechizo para que su calor corporal se mantuviese durante su contacto con el objeto. Lógicamente, para poder entrar en ese espacio tuvo que hacerlo en su forma animaga, porque no pasaría la vergüenza de acostarse allí como humano y su prima había bloqueado todas las entradas a la casona, sin dejarle más remedio que dormir como un perro regañado en el patio.
Por la mañana, se dio cuenta que las puerta ya se podían abrir nuevamente y se fue directamente a la habitación de su prima para reclamarle por la vejación que le hizo pasar. No obstante, al momento de abrir los aposentos, no pudo más que ponerse a babear bajo el umbral.
Bellatrix estaba acurrucada, abrazando al cachorro albino por la espalda, mientras tenía tomada una de las patas con su mano. Su pierna derecha atravesaba los muslos inferiores del felino y el animal en cuestión roncaba plácidamente.
El animago se tuvo que tragar su rabia, porque aquella imagen era completamente hermosa y valía el haber tenido que dormir en la intemperie con tal de tener ese recuerdo en su memoria.
Aquello había sido maravilloso, estaba completamente seguro de ello, pero ya habían pasado demasiados días en los que no tenía idea de si la dueña de la casa estaba viva o no. Se le escuchaba reír y gritar cada cierto tiempo, pero cuando quería meterse en su habitación, un rugido estruendoso lo sacaba de allí, haciéndole correr por el pasillo para alejarse lo más posible, cosa que no entendía, porque los leones cachorros no solían rugir de esa forma.
La frustración crecía cada vez más, porque no tenía la oportunidad de acercarse a su prima y para qué hablar del sexo…, eso ya era casi un recuerdo lejano para él. Desde que llegó Denébola a los brazos de Bellatrix, esta no le soltó, así que tampoco se dignaba a mostrarse al resto del mundo.
Su soledad la dedicó a conocer a su nueva mascota, Pinchi.
Jamás en su vida tuvo la oportunidad de hacerse cargo de un animal que no fuese él mismo, porque su madre no les permitía tener mascotas y las lechuzas permanecían en la parte adecuada para ellas en el tejado. Siempre quiso tener una, aunque no había pensado en un escorpión para suplir ese deseo precisamente.
Comenzó lentamente con el acercamiento. Por lo que sabía, ya estaba vinculado con el bicho y este no le mataría, pero sí que tenía un temperamento de cuidado, por lo que sus primeras interacciones fueron lentas y delicadas. Se tuvo que adecuar a las exigencias del escorpión, porque cuando le pedía que hiciese algo, este no respondía a su mandato a menos que lo hiciese de manera tranquila y respetuosa.
"Me re contra cago en Merlín…, ahora tengo que sacar mi lado educado para que un puto bicho me haga caso" pensaba cada vez que el animalejo le miraba y se daba la media vuelta después de que él no le hablaba como quería.
Le tomó cinco días adaptarse a su nuevo compañero, porque este realmente tenía un carácter difícil, pero como él era Sirius Black, los retos se los tomaba muy en serio y no se dejó vencer por nada del mundo.
Ya después de eso todo fue mejor y casi le tenía cariño a Pinchi, quien se metía dentro de sus bolsillos para descansar y mantener siempre el calor que la luz solar debía proporcionarle. Por otro lado, Bellatrix seguía sin aparecer y era eso lo que le tenía con los pelos de punta y a segundos de quedarse calvo, por todas las veces que se tironeaba el cabello debido a su desesperación.
Una tarde, se encontraba acostado sobre el césped con su compañero arácnido disfrutando de las maravillas que podía hacer la luz solar con su piel, cuando sintió un ruido sigiloso acercándose a él. Lamentablemente para su cuerpo, no fue tan rápido en reaccionar, por lo que de un segundo al otro se vio apresado por una mancha blanca sobre su torso, que le mostraba los colmillos filosos muy cerca de su cara.
Dio un salto estruendoso, por el susto y por haber sido molestado de una manera tan poco caballerosa, mas la voz estridente de Bellatrix a solo unos pasos de distancia le hizo entender de qué iba todo aquello
—¡Muy bien mi bebé!, ¡eres el mejor del mundo! —vitoreaba la bruja desde la poca distancia que le quedaba para alcanzarlos. Aplaudía y saltaba feliz, alabando la maravillosa hazaña de su "bebé".
Sirius se sentó con dificultad, intentando sacarse al león de encima, porque tenía un peso considerable y se notaba cómo estaba creciendo. Le llamó mucho la atención que en tan poco tiempo hubiese tomado un tamaño mayor, puesto que había esperado que eso sucediera después de un mes o más. Se sacó al felino de encima y volteó la cara, fijándose en que su "guardián" seguía muy tranquilo tomando el sol
—Así me matan cualquier día de estos…, gracias amigo —murmuró sarcásticamente, recibiendo como respuesta el movimiento de la lanceta cargada en veneno. Claramente el escorpión no haría nada, siendo que este sentía las malas intenciones de las personas o animales, lo que le daba el pase para poder atacar. Como vio que el león no tenía deseos de dañarle, pues se quedó en su posición disfrutando del calor natural del Astro Solar.
Bellatrix caminó hasta su lado y se sentó, posando una mano en su muslo mientras que con la otra acariciaba la cabeza de Dené, que se había recostado sobre su regazo
—¿Me puedes decir qué has estado haciendo todo este tiempo? —espetó Sirius, molesto por la emboscada y por la tranquilidad de la bruja, quien simplemente se acomodó a su lado, apoyó la mejilla en su hombro y se quedó allí, como si nada. No podía entender como estaba tan calma, después que él le había echado mucho de menos. Sin contar con el abandono que sintió por la ausencia de ella
—Estaba entrenando a mi bebé. ¡Es el león más tierno, listo y fuerte que he visto en mi vida! —contestó ella, con una sonrisa en su rostro, llena de orgullo y satisfacción
—Es el único león que has visto en tu vida Bella…, eso no cuenta —susurró él, ganándose un codazo en toda la costilla
—Cállate, que le bajarás la autoestima —susurró bajito —. Él puede entender todo lo que uno le dice y quiero que tenga claro que es superior a todo el resto de escoria en el mundo —dijo ella, acariciando el pelaje blanco del animal en sus piernas. Realmente estaba feliz como nunca y le agradecía internamente a Sirius el haberle regalado a esa maravilla —. Lo he entrenado para que a ti no te mate, pero como le hagas algo, yo no seré responsable de sus acciones. Él tiene todo el derecho a decidir si quiere tu cabeza dentro de su hocico o no. Aunque supongo que no lo hará, porque si sobreviviste con él hasta llegar aquí, supongo que te tiene confianza.
—Mira hermosa mía…, si me quiere o no, lo sabrá él —"aunque espero que lo haga, porque no quiero morir tan pronto", se dijo, rezando para que el animal sí lo quisiera al menos un poco —, pero has estado ausente por muchos días. Me dejaste solo, me hiciste dormir en el exterior y no he podido estar contigo en demasiados días…, eso no se hace Bella —se quejó.
Bellatrix asintió con lentitud, mostrando con su lenguaje corporal que le entendía. Si lo hacía o no, ese era otro tema. —Es que tenía que entrenarle Siri, tenía que formar un vínculo con mi bebé, para que el día de mañana estemos en frente de un millón de personas y cuando yo le diga que mate, lo haga en un segundo con una sonrisa en su bello rostro —contestó extasiada.
—Dudo que lo haga con una sonrisa Bella…, es un león, no puede sonreír —apuntó Sirius, impresionado por las palabras de la bruja
—No le puedes decir a mi niño lo que puede hacer y lo que no, mira —masculló, con el ceño fruncido —. Dené, sonríele a mamá —comandó.
El animago estaba completamente escéptico de que eso pudiese funcionar. Amaba a su prima con locura, pero esa locura también la tenía ella y le hacía replantearse ciertas situaciones que sucedían a su alrededor. Mas sin poder creerlo, el cachorro despegó su cara de los muslos de Bellatrix, alzando la mirada para poder ver a su dueña directamente a los ojos y mostró los colmillos, junto al resto de sus dientes en un amago de sonrisa. Los ojos se le habían achicado gracias a la contracción en sus músculos faciales, pero para el asombro de Sirius, el méndigo león estaba sonriendo.
—¿Viste? —apostilló Bellatrix, completamente orgullosa de la hazaña —, ¡si es el león más inteligente del planeta tierra y de toda la galaxia! —celebró, dejando un beso en la nariz del león. Dené pasó una de sus patas por el lugar donde había recibido el beso y se volvió a acostar, satisfecho por la celebración que recibió.
Sirius no sabía cómo sentirse. Por un lado, estaba tremendamente orgulloso de su prima, porque nunca vio a alguien adiestrar a un león en tan poco tiempo y se notaba claramente que entre dueña y animal había una conexión enorme. Por el otro lado, sentía celos del beso que el maldito felino recibió, siendo que a él todavía no le llegaba ninguno. Decidió tomar al toro por los cuernos y deslizó su mano bajo la barbilla de la bruja, haciéndole voltear la mirada hasta que apostillara sus ojos en los de él. Sin dejarle espacio para réplicas, posó sus labios en los de ella y la besó con fervor, desquitándose de todos esos días en los que no pudo devorar esos labios que tanto lo enloquecían.
Posó la mano que utilizó anteriormente para llamar la atención de Bellatrix en su nuca, haciendo que el beso se volviese más apasionado e intenso, pero gracias a las previsiones de ella, se tuvieron que separar, siendo que la situación se estaba subiendo de tono y la bruja dijo:
—Frente a mi niño no Siri…, que no quiero que tenga una mala imagen de su mami. Además, que ese tipo de cosas dejan traumas en los niños y no quiero que el mío los tenga por mi culpa —.
El animago estaba con la mandíbula desencajada al escuchar aquello. —¿De qué niño me estás hablando? —preguntó sintiéndose violento —, ¿de cuando acá tienes instintos maternales?. ¡Nunca has querido tener hijos y ahora me sales con esto!, ¿o es que ahora estás practicando para cuando seas madre? —inquirió. No le quiso repetir que el león no entendía, porque ya estaba más que claro que el desgraciado animal podía hacer cosas que para otros estaban descartadas, así que no correría el riesgo de que su prima volviese a darle algún tipo de demostración para sacarlo de su desconfianza.
Bellatrix ante aquellas palabras alzó una de sus cejas y frunció el ceño. Arrugó la nariz y se apretó el puente de esta para calmar sus instintos violentos. No quería tener que golpear a su perrito después de estar tantos días sin verle, por lo que luego de respirar con fuerza, contestó —Dené es mi hijo y cuidaré cada uno de sus procesos de crecimiento. Claro que nunca he querido ser madre Sirius, porque no quiero serlo de un bebé baboso que me ande vomitando cada tanto y que se cague y llore toda la puta noche, además que arruinaría mi maravillosa figura. No me jodas con tus estupideces por favor —soltó exasperada —. Denébola es mi niño y se acabó. Aparte, tengo instintos maternales, no estaban allí para un humano claramente y nadie había tenido el placer de recibirlos hasta que llegó mi precioso leoncito para tenerlos todos para él solito. Así que la próxima vez que insinúes follar con mi bebé presente, te la corto —sentenció.
Sirius se llevó por instinto sus manos para poder proteger a su amigo fiel y sacudió la cabeza repetidas veces de arriba abajo, mostrando su total entendimiento.
Luego de conversar mucho tiempo, llegaron al acuerdo de que las veces que tuviesen sus encuentros apasionados, se trasladarían a una de las habitaciones de la casona, lejos de Dené y Pinchi, ya que la bruja tampoco quería atrofiar al pequeño escorpión con ese tipo de espectáculos. Si alguien más los veía, para ella sería un regalo al mundo, pero sus niños no tenían porque presenciar a "sus padres" en tales actos.
-o-
Las semanas pasaban y los Black estaban tremendamente felices. Mientras seguían adiestrando a sus nuevos compañeros, podían seguir entregándose el uno al otro con la misma frecuencia que antes y más, porque desde que Bellatrix estaba feliz, sus ansias por sentirse mejor habían crecido exponencialmente. Por desgracia, las cosas no siempre eran como se deseaban y la realidad les golpeó la cara de manera abrupta la semana de Navidad.
Como era normal dentro de esas fechas, los alumnos de Hogwarts volvían en el tren a Londres para poder disfrutar de sus vacaciones Navideñas junto a sus familias y así poder pasar las fiestas dentro del calor de sus hogares.
Lamentablemente, Draco no tenía idea de donde se estaba quedando su madre, puesto que Dumbledore le hizo saber que la residencia de su progenitora cambió y ya no se encontraba residiendo en la mansión. Le llamó a su despacho para así comunicarle aquello, agregando el no habérselo comentado antes por seguridad. Le entregó un traslador y le informó que este se activaría una vez que pisara la estación en Londres.
Una vez que el tren escarlata arribara la estación 9 ¾, Draco sacó el traslador que le llevaría hasta el lugar al cual tenía que acudir, pero antes de usarlo, Harry se le pegó al brazo como si estuviese rodeado de pegamento y no le soltó, argumentando que no le dejaría irse sin saber que la parte a la cual iba era segura.
Cuando se aparecieron dentro de una casa solariega. Draco estaba descolocado, puesto que no conocía el lugar, pero tenía la ligera impresión que esa casa pertenecía a algún familiar. Podía vislumbrar que la decoración era exquisita, aunque no tanto como la de su mansión, pero sí era sublime. Los colores eran vivos y le gritaban en la cara que se trataba de la residencia de alguien con dinero. Aparte que las estatuillas de cuervos que se posaban sobre el inicio de la escalera le dieron el dato necesario para poder tener una idea más clara.
—Esta casa es de un Black… —susurró Draco, mirando de reojo a Harry que seguía a su lado.
No pasaron muchos minutos para que supiese de quien era la vivienda, puesto que la dueña no demoró en aparecer.
—¿Se puede saber cómo entraste? —inquirió Bellatrix de brazos cruzados, usando un camisón de seda rojo italiano que le llegaba al muslo. Sobre este tenía una bata del mismo material, pero en color negro. Sus risos estaban sueltos, por lo que caían grácilmente por su espalda y brazos, haciéndole ver imponente, aunque estuviese en esas fachas.
—¡Tía, no sabía que era tu casa! —contestó Draco, acercándose a ella para poder saludarla mejor. Le abrazó efusivamente comentando que estaba allí gracias a Dumbledore, contento de poder estar con la mujer que tanto admiraba nuevamente y que, a su vez, le podría entregar las respuestas a las millones de preguntas que rondaban en su mente.
Por otra parte. Harry, que estaba viendo todo aquello con sus ojos desorbitados, se estaba mordiendo la lengua para no gritar todo lo que tenía poder decir. No se podía creer que estuviese en una de las casas de la asesina más buscada del mundo, de la más fiel seguidora de Lord Voldemort y encima, que esta estuviese en esos ropajes, cosa que le voló la cabeza al no querer reconocer lo deslumbrante que era. No pudo hacer mucho, puesto que Sirius apareció en la escena y de allí todo fue un caos.
Harry no se pudo contener más, sobre todo porque su padrino había llegado usando simplemente un pantalón negro, largo, que suponía debía ser de pijama. Se le veía completamente relajado y feliz de tenerlo allí, pero el chico no podía decir lo mismo.
—¡Harry! —gritó el animago, contento de ver a su cachorro, después de tanto tiempo.
—¡¿Me puedes decir qué significa esto?! —masculló Harry, descolocado por lo que estaba suponiendo —. ¡¿Qué se supone que haces en la casa de esta asesina?!, ¡¿porqué estás con esta loca de mierda y no la has entregado para que se la lleven a Azkaban?! —.
Bellatrix se tensó. Dentro de las cosas que habían conversado con Sirius, llegaron al acuerdo de que ella no se metería con las personas que su primo quisiese por más que sus ansias gritasen que les cortara la cabeza a todos, así como él no se metería con los de ella y tampoco se inmiscuiría en sus asuntos. Draco también se puso tenso, porque Potter nuevamente insultaba a su tía.
Sirius por otro lado estaba estupefacto por el comportamiento de su ahijado, quien, sin más, empezó a despotricar contra su prima. —Harry…, cállate —susurró, esperando que su ahijado obedeciera.
—¡¿Cómo me dices que me calle si te veo en esas pintas y con esta enferma a un lado en la misma casa?! —siguió gritando el chico, sin querer hacer caso a las palabras de su padrino —. ¡¿Te tiene secuestrado o amenazado?!, ¡¿te dio algún filtro amoroso y por eso te estás acostando con ella?!. Sí, eso tiene que ser, porque de otra manera no habrías caído tan bajo… —comentó para sí, queriendo engañarse —. ¡Te está manipulando Sirius!, ¡¿cómo no te das cuenta?!
—¡Cállate la puta boca Harry! —gritó Sirius, completamente enojado por las palabras del chico. No podía creer que estuviesen saliendo ese tipo de oraciones de la persona a la que amaba como su hijo.
Harry sin hacer caso a las palabras de su padrino, sacó su varita rápidamente y apuntó a Bellatrix, quien no se movió un ápice de su lugar —Yo mismo terminaré con toda esta locura y te sacaré de las garras de esta zorra —susurró. Estaba comenzando a mover los labios para conjurar el hechizo que rondaba por su mente, cuando un gruñido a su espalda le detuvo en un instante. Se volteó lentamente y vio a un león albino mostrando sus colmillos y unas garras de metal creciendo lentamente. En su espalda cargaba a un escorpión, el cual tenía su lanceta alzada y dispuesta a lanzar su ponzoña. Se paralizó por los animales que le amenazaban directamente a él, y que estaban esperando el comando de sus dueños para atacar.
—Dené, no. —fueron las palabras que soltó Bellatrix, chasqueando los dedos y apuntando con su índice el espacio a su lado. Como respuesta, Denébola pasó por el lado de Harry soltando gruñidos amenazadores, sin apartar su vista del chico, volteando la cabeza luego y así posarse a un lado de su dueña. Pinchi, por el otro, se bajó del lomo del león y caminó rápidamente hacia Sirius, subiéndose por su pantalón para meterse dentro del bolsillo, dejando su cola fuera para atacar en un segundo de ser necesario. —Sirius —susurró la bruja luego de respirar repetidas veces —, llévate a este mocoso de mierda antes de que lo mate… —ordenó, su voz varios tonos más bajos, impostando la rabia en cada letra —, y no vuelvas —sentenció, dándose la media vuelta, seguida por Dené, quien no se despegaba de su lado.
—¡¿Qué mierda hiciste Harry?! —se quejó Sirius, viendo como su presente se desmoronaba de un segundo al otro. No tenía nada más que hacer que acatar la orden de su prima y sacar a su ahijado de allí, de lo contrario, el chico no llegaría a la batalla final y su vida terminaría ahí mismo, porque sabía que la bruja cumpliría el deseo de matar a Harry en menos tiempo de lo que le había tomado a Voldemort. Estaba internamente agradecido con su prima por no haber dejado que Dené se le lanzase a Harry encima o que ella misma terminase con todo por su propia mano. Se resignó y tomó del brazo a su ahijado, tironeándolo con fuerza para irse de allí, dejando su corazón junto a la mujer que desapareció del lugar sin mirar atrás.
Harry que seguía espantado y enojado, volteó hacia el rubio. —Draco, vámonos —ordenó.
—Vete luego Potter, yo me quedo con mi tía y ni se te ocurra volver a dirigirme la puta palabra —contestó Draco, maldiciendo internamente al Niño Que Vivió. Se dio la media vuelta y se perdió por el mismo camino que había tomado su tía.
Sirius sacó su varita del bolsillo que no estaba ocupando Pinchi y se desapareció con su ahijado, dispuesto a darle el regaño de su vida.
Bellatrix por otra parte, estaba en la cocina de la casona, con Dené a su lado, quien le estaba sobando la pierna con su cabeza y Draco frente a ella, callado sin saber qué decir en esos momentos. No le dio tiempo a pronunciar palabra, porque con un chasquido de sus dedos llamó a Pipi.
—Tráeme a Nellie…, dile que la necesito. Y no quiero que venga nadie más que ella —ordenó, viendo como la elfina asentía y se marchaba para cumplir su misión.
