Los días siguieron corriendo dentro de esa escuela, nada anormal había pasado hasta ese momento y sería un día como cualquier otro o eso esperaban.
-¿Qué le gusta a Satoru Gojo?- golpeó sus manos en tres palmadas -¡Todo!- su compañero Kento Nanami, no respondió -¿Qué tal si lo discutimos y nos lanzamos bolitas de arroz?-
-¿Por qué tienes esas ideas tan estúpidas?-
Leí el periódico en su mano, desinteresado y sin mirarlo. Unos leves pasos se sintieron en esa habitación, mientras una joven mujer, se dirigía a ellos leyendo un libro, más que concentrada.
-Gojo, ¿Has visto a Gaia?- preguntó al pasar a su lado.
-Salió con Aoi y los chicos- respondió él con las manos tras la nuca -Irían al cine, creo-
-Bien, gracias-
Se detuvo con sus ojos gigantes, leyendo un renglón de esas página y desvío su vista al otro hombre allí.
-Tenías razón, Nanami- mencionó -Este libro es muy bueno pero, la protagonista es un poco frívola, ¿No creés?-
Él apartó el periódico de sus ojos y la miró sin expresión alguna.
-¿Qué tan frívola es la protagonista?, lo discutimos- respondió serio.
-¿Lanzandonos bolas de arroz?-
Habló Gojo y ellos lo miraron por un segundo, volviendo otra vez a su conversación anterior, ignorándolo.
-Me parece bien- tomó asiento delante de él -Creo que en momentos, es un poco ambigua con sus sentimientos y sobre todo, frívola...- la escuchó, brindándole su total atención -Ella jura no amar a su esposo pero, ¿Quién no?, es como un Gojo del siglo IXX-
Golpeó al nombrado a su lado, ya que había invadido su espacio personal, apartándolo y sin mirarlo.
-Pero tú y yo sabemos, Nanami...- lo apuntó -Que eso es una cruel mentira...- asintió de acuerdo -Ella se preocupa mucho por él, a pesar de que jura que no volverán a tener intimidad y además...- buscó una página en cuestión -Aquí tiene un terrible ataque de celos por la madame de un burdel-
-Igual que nosotros, mi diosa, yo sé que tú me amas y que te preocupas por mí-
Aseguró, con esa arrogancia tan típica de él y siendo ignorado, otra vez.
-¿Quieres ir por un café?- propuso ella -Hay una fuente de sonido alrededor que, no nos permite mantener una conversación coherente-
-Perfecto, ¿A dónde vamos?- pronunció de nuevo, pero volvió a ser ignorado -Me encanta pasar el tiempo con ustedes-
-Me parece bien- Nanami se incorporó dejando su periódico a un lado, mirándola -A unas calles de aquí, hay una pequeña cafetería en donde hacen buenos paninis, al igual que el café-
-Si, Gaia me habló de ella- caminaron juntos a la salida y con Gojo detrás -Hicieron recorrido gastronómico con los chicos hace unos días-
-Los dulces allí, son deliciosos- habló de nuevo con sus manos tras la nuca -Tienen un relleno muy cremoso y sueve...- abrieron las puertas traseras de un coche y subieron dentro, mientras él, abría una delantera -Si quieren, podemos...-
El auto dio marcha, dejándolo atrás y quedando inerte en su lugar. Lo habían abandonado en la escuela.
-Mira, las cosas son así...- dejó su taza sobre la mesa -Este es el mejor libro de esa saga y es la tercera vez que lo leo desde que me lo prestaste...- masticó un trozo de panecillo y tragó -Pero, seamos realistas, el papel de la mujer allí, está más que encasillado bajo una doctrina machista-
-Estamos hablando de un Londres del siglo IXX, en pleno auge de la revolución industrial- indicó, con esa seriedad que lo caracterizaba -En ese sentido, es muy fiel a la sociedad histórica del momento...- asintieron a la par -Era la realidad y está muy bien presentada, en todos los aspectos sociales que abarca-
-Tienes razón- bebió de nuevo su café -Es admirable como la escritora te transporta a esa realidad y...-
-Lamento llegar tarde- se disculpó, interrumpiéndola y sentándose en la mesa con ellos -Tuve que cambiarme de ropa y averiguar en que cafetería estaban...- era cierto, vestía informal, en ese momento -De la que habían hablado, no había ni rastros de ustedes- tomó su teléfono enseñándoles la pantalla -Y recordé que, el celular de Nanami tiene un gps que le incorporé y los encontré-
-¡Maldita sea, Gojo!- golpeó la mesa, agotada -¿¡Qué es lo que quieres!?- las personas los miraban, ella era muy escandalosa -¡No estabas invitado a venir con nosotros! ¡Pensé que habíamos sido claros con nuestras indirectas!-
-Señorita, me trae un café y una caja de dangos- habló a la mesera ignorando su reclamo -¿Qué cuentan?- sonrió a ambos bajando sus lentes.
-Nada que a ti te interese- respondió -Lamento que veas esta parte tan odiosa de mí, Nanami- rodó los ojos, ya que Gojo, jugaba con uno de sus rizos, escuchándola -Pero él me saca de quicio- lo apartó de un manotazo.
-Es un gran hechicero y es alguien en quién confío- hizo una poce alegre sintiéndose halagado y ella, volvió a rodar los ojos -Pero, ¡No lo respeto!- ahora rió por su exaltación -Detesto a los peces gordos, pero respeto las reglas y las leyes- se incorporó de su sitio -Por esa razón, no comparto la misma mentalidad de él- lo apuntó con su pulgar -Y me importa un bledo cualquier cosa que pueda decir- apretó sus labios para no reír otra vez -Por esa razón, me marcho- hizo una reverencia delante de ella -Gracias por la charla-
-Gracias a ti por escuchar- levantó su taza en saludo y él se fue después de eso -Es alguien muy serio, nada que ver a ti, Gojo-
-Fue un oficinista, por eso lo es- aclaró bebiendo su café y comiendo dangos -¿Quieres uno?- le ofreció sus dulces.
-No gracias, no me gustan los dangos- finalizó su panecillo y café -¿Por qué viniste, Gojo?-
Cuestionó, sin darle más vueltas al asunto. Era un hombre muy molesto, pero con ella, lo era el doble.
-Quería estar con ustedes- metió un dulce a su boca -En realidad, quería estar contigo y escucharte hablar de ese libro- lo señaló, ya que estaba sobre la mesa -Me gusta escuchar tu voz y todas esas cosas que dices-
-Lo sé, mi voz es muy hermosa- aseguró con burla, mordiéndose la lengua -A mí también me gusta escucharme- él sonrió, al bajar sus anteojos -Por cierto, tengo que darte algo-
Acercó sus labios a los suyos, dándole un feroz y brutal beso, dejando a todos los presentes impactados. Eso era una falta de respeto en ese país, nadie hacia nada como eso en público y mucho menos, que una mujer tomara la iniciativa, ya que las japonesas, se caracterizaban por ser serias, recatadas, honorables y respetables en cualquier lugar.
-Las mujeres aquí no dejan de mirarte- susurró por lo bajo al separar sus labios -Tenía que hacer algo- confesó, muy cerca de su boca y con los ojos cerrados -Y creo que lo logré, estoy segura que todo el mundo está incómodo, mirándonos-
Relamió sus propios labios y luego los mordió, abriendo sus ojos. Intentó besarlo de nuevo, él era tan buen besador como amante.
-Señorita...- habló la voz de un hombre detrás, interrumpiéndola -Le voy a tener que pedir que se retire- ella volteó a penas, observándolo de reojo -Esta es una cafetería respetable-
-No tiene que correrla, es extranjera y no conoce las estúpidas costumbres que tenemos- explicó Gojo por ella -Y ya nos vamos- se incorporaron y él dejó dinero sobre la mesa -En este país, tendría que haber más mujeres así, ¿No cree?- la rodeó por los hombros, atrayéndola a él -Nos haría muy bien a los hombres japoneses, expandir nuestra cultura con métodos como estos- la besó en la mejilla, presentando su punto -Buenas tardes- sin decir más, salieron del lugar -Esto no se quedará así...- susurró en su oído, al ponerse a su altura -No tienes ni la menor idea de todo lo que te haré, cuando estemos solos y pueda vengarme de ese beso- advirtió.
-Espero que sea totalmente prohibido para este "país civilizado"- hizo las señas de comillas al decirlo.
-Creeme, lo será- aseguró con ella bajo su brazo -Será tan prohibido para este mundo que, no podrás imaginarlo-
Lo miró de reojo y rió, negando con la cabeza.
-Es una referencia de este libro-
Aseguró, levantándolo y señalando la portada.
-Yo también sé leer, mi diosa-
Acomodó sus anteojos de sol con galanura, siguiendo su andar.
Leía ese libro por milésima vez, le encantaba tanto que, se había convertido en su novela favorita con el pasar de los años.
-El diablo en el invierno- releyó la portada como tantas veces antes -Pensar que es el único recuerdo que tengo de Nanami- murmuró con nostalgia, mirando la hora en su celular -Bueno, me voy al jardín de infantes a buscar a Gaudy-
Salió del extenso patio de su casa, subió a su auto y se encaminó a la carretera, alejándose cada vez más, perdiéndose en el horizonte, hasta que una enorme explosión, se percibió a lo lejos.
El tiempo pasó volando y habían transcurrido cuatro años desde que llegaron a Alemania, con muchos altibajos en su matrimonio, pero dentro de todo, sobreviviendo. Era un día muy especial, ese día se celebraría su cuarto aniversario e iba a realizar una enorme cena para la ocasión.
-¿Kylar?- empujaba el carrito de las compras con su pequeño Daven dentro del mismo -Si, está bien...- respondió cuando él le habló -No hay problema, es una emergencia- asintió cuando su hijo tomó un paquete de galletas de una góndola -Si, no te preocupes, te esperamos para la cena y por cierto, fe...- cortó la llamada -Bueno...- levantó sus hombros sin saber que decir -Tu padre volvió a dejarme con las palabras en la boca-
-Papi siempre está muy ocupado- dijo desde el carrito -Creo que no nos quiere, nunca está con nosotros-
-No digas eso, mi amor- dijo con ternura, pero fue un golpe de verdad y muy duro para ella -Tu padre nos quiere mucho, es sólo que...- no sabía como volver a justificar sus ausencias, otra vez -Es sólo que, no sé que decirte, pero él nos quiere- tragó con dificultad -Hoy vamos a hacerle una rica cena para cuando regrese, ¿Te parece?- él asintió, sonriendo -Y vamos a estar los tres juntos otra vez-
La mesa preparada, era enorme, una exquisita lasaña se encontraba en el centro, junto con pan casero y algunos embutidos. Era todo un manjar. Pero la cena estaba servida, la mesa puesta y ellos dos radiantes, pero él, no regresaba a casa.
-Mami, ¿A qué hora va a venir papá?- preguntó el pequeño sentado frente a ella -Tengo hambre-
-No lo sé, hijo- miró la pantalla de su celular con los ojos brillosos -Pero, lo llamáremos, ¿Te parece?-
Buscó su número, apretó el botón de llamada y lo puso en altavoz.
-Hola-
Atendió cansado del otro lado, después de cinco insistentes timbres.
-¡Hola, papá!- gritó su hijo con emoción.
-Hola, campeón- respondió, riendo un poco -Sé que ya es muy tarde y que prometí ir a cenar con ustedes pero, lo lamento, no voy a poder llegar- el corazón de ella, se detuvo -Mañana iremos al parque, se los prometo, es mi día libre y...- un golpe en la puerta de su oficina, le impidió seguir -Lo siento, tengo que irme...-
-Kylar, hoy es...- cortó -Nuestro aniversario- susurró con lágrimas cayendo de sus ojos y mirando hacia la nada -Es nuestro aniversario...- repitió -Y lo olvidaste, como todo lo demás-
Miró a su hijo y cayó en la realidad de sus lágrimas, limpiándolas, rápidamente.
-Daven, amor...- habló, un poco rescompuesta -Quieres ir a tu habitación un momento, mamá tiene que hablar con la tía Dea...-
Y como si fuera embocada, el nombre de su hermana apareció en la pantalla de su celular. Atendió la llamada, después de que su hijo se fue de allí.
-¡Gaia!- escuchó su voz del otro lado -¿¡Qué ocurre!?-
-Nos olvidó- cubrió su boca, suprimiendo el llanto -Él nos olvidó, ni siquiera sabe que día es hoy-
-Bien, tranquila- respondió del otro lado -Desde está mañana, estoy presintiendo que algo no está bien contigo y estaba buscando vuelos para ir hacia allá- parecía que su hermana se encontraba tecleando sobre una computadora -¿Tienes una hora para armar un bolso?- silencio -En dos horas, despega un avión con destino a Tokio-
-En treinta minutos estaré en el aeropuerto- aseguró -Gracias, hermanita- cortó -¡Daven, nos vamos a visitar a la tía Dea!- secó sus lágrimas por última vez, escribiendo una nota y dejándola sobre el plato de su esposo -Que seas muy feliz en ese hospital, Kylar- pronunció con rencor, buscando a su hijo.
Tres horas después, regresó a su casa, agotado y estresado después de otro día laboral. Ser el director de ese enorme hospital, era un trabajo extenuante y le estaba consumiendo la vida, pero valía la pena, lo valía por darle lo mejor a su familia. Quitó su abrigo y colgó donde siempre.
-Hola, amor-
Saludó al pasar junto al sofá. Ella siempre lo esperaba allí, acurrucada en una frazada mirando la televisión, sin importar la hora, pero no estaba. Lo extrañó un poco, pero siguió hacia habitación.
-¿Gaia?- abrió la puerta y encendió la luz, tampoco estaba -¿Gaia? ¿Amor?- golpeó la puerta del baño -¿Estás aquí?- ingresó y estaba vacío -¡Gaia! ¡Daven!- gritó al salir de ese cuarto y se dirigió al de su hijo, abriendo la puerta de golpe -¡No me hagan este tipo de bromas!- reclamó y encendió la luz, todo estaba en orden -¿¡Aquí están!?-
Abrió la puerta el armario y no había nadie allí, su familia no estaba. Tomó el teléfono del bolsillo de sus pantalones con torpeza y las manos temblorosas, llamándola, pero no hubo respuestas, estaba fuera del área de cobertura.
-¡Gaia! ¡Daven!- corrió hacia el comedor como un demente y la cena, estaba servida, pero ellos no -¡Por favor!- rogó, hiperventilando de miedo -¡No me hagan esto!- los buscó por toda la casa y no los encontró, se habían ido -¡Responde!- llamó por milésima vez y sin respuesta alguna -¡Gaia! ¡Reponde!- gritó con amargura -No me dejen-
Murmuró, después de un último intento, perdido en el dolor y tomó asiento frente a ese plato vacío en la mesa, leyendo la nota que había allí.
-Feliz aniversario, Kylar- leyó en voz alta, sintiéndose morir y su teléfono timbró, respondiendo desesperado -¡Gaia, amor! ¿¡A dónde están!?- estaba histérico.
-Ejecutor...- pronunció del otro lado -No tendría que decirte esto, pero Gaia y tu hijo, vienen hacia aquí-
Finalizó la llamada después de eso, ya que su esposa, le habló.
-Gaia, preguntan por ti- habló una de sus compañeras, trabajaba como mesera a medio tiempo -Parece un vagabundo o un loco, ¿Quieres que le diga que se vaya?- miró hacia esa dirección con curiosidad.
-No es un vagabundo, es sólo un loco- respondió fría -Yo me encargo- caminó hacia esa persona -¿Qué quieres?- tomó una libreta y lápiz en mano.
-A mi esposa- respondió con ojos tristes.
-Ex esposa- refutó y sin mirarlo -Dime que es lo que quieres, Kylar y largate- le dirigió una breve mirada -Y hasta un favor...- lo apuntó de arriba a abajo con un dedo -Afeitate y date un baño-
-No voy a firmar esto- dejó unos documentos sobre la mesa -No los firmaré- aseguró sin titubear -Tú vas a ser mi esposa hasta el día en que me muera- se incorporó en toda su estatura, mirándola a los ojos -Nunca te daré el divorcio-
-No me importa- respondió igual -Algún día tendrás que hacerlo- volteó, dándole la espada -Vuelve a Alemania en el avión en el que viniste y déjame en paz- aferró su brazo impidiendo que se vaya.
-Quiero ver a Daven- exigió -Es mi hijo y hace más de tres meses que no sé nada de él- volteó a verlo -No puedes negarme eso, es mi derecho-
-¿Tu derecho?- preguntó irónica -Ni siquiera has pasado tiempo con tu hijo, en estos cuatro años y vienes a pedir derechos- pronunció con rabia.
-Todo lo que hice, fue por ustedes- la apuntó a la cara, pero sin levantar la voz -Para que tuvieran todo lo que yo nunca pude tener- se soltó de su agarre de un tirón.
-No te teníamos a ti, que era lo importante- su voz se quebró -Lo verás esta tarde, después de que yo salga de aquí y espero que estés presentable- lo mató con sus ojos -Ahora, largate-
-Gracias- tomó asiento de nuevo -Tráeme un café y un pastel con mucha crema, bonita- le lanzó un beso -Por cierto, feliz cumpleaños-
-Púdrete- murmuró entre dientes.
Los veía jugar en el parque, mientras ella tocaba bellos arpegios en su pequeña guitarra, sentada en el suelo sobre un manta. Era increíble lo mucho que había mejorado la relación de los tres, desde que regresaron de Alemania, ahora eran una familia feliz. Su teléfono vibró en su bolsillo y ella atendió, extrañada, esa llamada era más que rara.
-¿¡Dea está contigo!?- gritó del otro lado.
-¡Gojo!- se incorporó del susto -¡Cálmate, por favor!- lo escuchó suspirar -¿Qué ocurre?-
-Me llamaron del jardín de Gaudy, informándome que Dea nunca pasó a recogerlo- silencio absoluto -Ella iría por él y pasarían a ver a Mai, pero la llamé y con ella tampoco está- una sonora exhalación salió de él -Pensé que estaría contigo- ella estaba inerte, su hermana jamás se olvidaría de su hijo -Su celular está fuera de servicio, no sé que más hacer o a quién más llamar, Gaia-
-Llama a la policía, Gojo- le hizo señas a su esposo que llegó al trote con su hijo en hombros -Nos vemos en tu casa-
