Capítulo 42
Hans dejó que su reconocimiento del amor asentara en él por varios días, en los que poco a poco fue entendiendo esa emoción que le henchía y que solo sentía y no encontraba palabras para describir, y que había guiado muchas de sus acciones, principalmente en la búsqueda de hacerla feliz.
Entretanto, dos telegramas de Elsa habían llegado para reafirmar lo que le pasaba, además de ayudarle a aceptarlo e incrementar su añoranza de la mujer que estaba cruzando las aguas del océano. Ella había compartido que su ropa le quedaba chica y que se había despertado por la noche con mucha hambre, dos cosas que él quería ver.
Ahora bien, la distancia no había sido tan mala; había aclarado sus sentimientos gracias a ella, porque estaba seguro que en Arendelle seguiría cómodo en compañía de su esposa y cualquier análisis de sí mismo habría sido puesto de lado.
Más que nada el de amarla a ella; hacerlo con alguien de su sangre era menos difícil de asumir para él. Era una criatura que quería tener y provenía de una parte suya. En cambio, Elsa…
Interesante en todo el asunto era que pensaba y pensaba y no sabía cuándo había comenzado a enamorarse de aquella fascinante mujer. Solo había ocurrido, profundizando ese gusto e intriga que había tenido al reencontrarse tras muchos años, como dos personas distintas a las de su primera experiencia juntos.
Debió prevenirlo con el sexo. Yacer con ella siempre había sido diferente a otras mujeres, fue especial desde el comienzo ya que había sentido más atracción hacia ella que por nadie, a lo cual más adelante se anexaran los sentimientos que había desarrollado por ella, que hacían buenos sus encuentros, aunque no hubiese movimientos fuera de lo ordinario.
A veces le había bastado tenerla sin nada carnal de por medio.
O no estar en el dormitorio en absoluto. Disfrutaba su voz, sus opiniones, sus gustos, su risa, su rostro, sus gestos, sus costumbres, su diversión, su desagrado, sus detalles de interés, su personalidad; con conocer su sentir y partes de ella que todos ignoraban; al saber que era feliz.
Ella era el tesoro que como marinero había buscado.
En vista de eso, el momento exacto en que se enamorara era nimio. ¿Importaba si no era un experto como estaba acostumbrado? Aunque su mente lo ignoraba, su instinto le había hecho vivirlo y atesorarlo.
De repente se vinieron a su cabeza unas palabras que contradijeron eso último, haciéndole sentir un idiota.
—No pongas tal desgracia cerca —resolló pateando el taburete que había estado bajo sus pies.
¿Y si ella se estaba enamorando de él y su comentario había sido para tantear su apertura a lo que sintiera? Elsa tendía a protegerse como él para no exponerse a ser herida y él, ciego de sus sentimientos, no había podido comprender la enormidad de la situación.
¿Y si sus palabras habían ahuyentado las ilusiones de ella?
Tragó saliva. ¿Y si ella había animado la distancia entre los dos para eliminar lo que estaba comenzando a sentir? Habían estado en un momento de buenos ánimos y ella había cambiado, con ese antecedente a considerar.
Tenía sentido; él habría hecho lo mismo.
Hans se mesó los cabellos, temiendo aquel colosal escenario tortuoso. Elsa podía haberse enamorado de él y con su ignorancia lo podía haber echado a perder.
Achicó los ojos. ¿Verdaderamente quería ser correspondido? Era muy diferente estar enamorado de una persona a ser amado de vuelta. Él no era un experto en sentimientos y podían complicarse las cosas si se querían y más adelante pararan de hacerlo.
El pelirrojo bufó. Si algo le parecía cierto, era que no dejaría de sentir amor por ella; si había traspasado sus defensas, salir de ellas era imposible, y él valoraba lo que consideraba propio. Sin mencionar ese desagrado a compartir su cama con otra mujer que no se tratara de una platinada arendelliana de ojos celestes.
Le sorprendería que ella mantuviera…
Aplacó esa idea; Elsa era muy fiel. Si había comenzado a amarle, su afecto no se iría con facilidad, así como quería a su hermana, garantizando su satisfacción a costa de la propia. De tener esa gran emoción por él, no se iría a menos que pasara algo terrible.
En realidad, más que preocuparse por ser correspondido, debía hacerlo por cómo podría. Sería un milagro que ella lo amara.
No, quizá sería cierto para los dos del pasado. El tiempo y las circunstancias les hacían una Elsa y un Hans que una década atrás no se vislumbraban. De manera que ella podría haberse enamorado de él… y seguir haciéndolo ahora.
Entusiasmo le recorrió entero y rió, obteniendo su respuesta. Claro que esperaba que le devolviera su singular cariño. Habría subidas y bajadas, porque sus temperamentos las provocarían, pero mantendrían su devoción debido al ímpetu que ponían en lo que hacían y a lo valioso que era encontrar ese amor después de las vidas que habían tenido.
—Demonios —expresó en voz alta, sabiendo lo que seguía a esa incertidumbre resuelta.
Descubrir si ella le quería.
Sería un tiempo largo hasta saberlo. Tenía que hacerlo en persona, no utilizaría una carta para abordar sus sentimientos; solo podría sentirse cómodo (o no) cara a cara.
Y si estaba equivocado respecto a lo que Elsa sentía, actuaría en respuesta.
Le expondría su adoración y pediría una oportunidad para intentar enamorarla. Si ella lo quería, se esforzaría para que le considerara digno de sus afectos; y si no, respetaría su decisión, porque muchas cosas le habían sido impuestas y era turno que alguien tomara en cuenta lo que deseaba.
No mentiría diciéndose que no dolería, ni que su egoísmo trataría de luchar, pero ella merecía más.
Y él también; un cariño forzado solo causaba malas vivencias, de las que ya tenía muchas.
{…}
—Manténganme informado —ordenó Hans antes de concluir la llamada.
Fastidiado de una larga conversación sobre un accidente de tren en donde llevaban mercancía, se puso en pie abriendo y cerrando los puños. Se había atendido a los malheridos y por comentarios de algunos de ellos, todo se había ocasionado por una disputa personal entre dos miembros cerca de la locomotora.
Ahora tendrían que ir con cuidado en el trato con esos hombres, porque, aunque la culpa aparentemente no era suya, un grupo de societarismo les tendría en la mira y argüiría que el indicio de responsabilidad de los trabajadores era invento de los capitales —haciéndole perder más dinero del que ya se iba con ese accidente—. Hans podía entenderlo, él pensaría lo mismo, y en su actual posición podía creer que algún supervisor se ideara eso para deslindarse de fallos en sus revisiones.
Podía comprenderlo, pero el movimiento obrero en ocasiones iba contra los que garantizaban buenas condiciones a los trabajadores, solo para no ser acusados de favoritismo.
Bueno, ya cumplía con su parte con saber y disponer acciones que le correspondían como jefe. No iba a meterse más allá de estar informado, y mandar a unos investigadores privados a encontrar la verdad y a corroborar que se hiciera lo pertinente; era un asunto bajo en su cadena de trabajo para que el dueño de la empresa se pusiera a hacer todo. Que los encargados demostraran su capacidad y le hicieran saber el progreso, y si alguien tenía una conducta indebida, habría sanciones.
Aun así, ¿por qué había tenido que ser en uno de los transportes de su negocio y no los que rentaban para llevar a cabo traslados?
Hans volvió a sentarse y con los ojos cerrados apoyó la cabeza en el respaldo. Estaba dándole demasiado énfasis a un problema que su gente resolvía sin percances, puesto que tenían historial en ello y su poderío económico no había crecido con personal ineficiente.
Eso era lo que provocaba la vuelta de su apatía y su frustración por tenerla.
Cuan irrisorio era. El hastío estaba allí otra vez, perturbando su calma; parecía que después de haber resuelto sus sentimientos conflictivos en cuanto a su esposa, el asunto que le molestaba anteriormente había regresado, ocupando el lugar vacío para no tener a un Hans tranquilo.
¿Otros en su lugar experimentarían esa sensación de estar incompletos, el decremento de los ánimos con lo que en un principio le satisfacía, y la necesidad de algo que no ubicaba? ¿O era una experiencia privada y…?
Hans detuvo sus pensamientos, cayendo en la cuenta que su sentir no era igual que hacía un año. Era menor. Y por primera ocasión empezaba a hallarle sentido. No era tan complejo para él explorar ese camino inquietante del ayer.
Tener su imperio ya no era suficiente. Había alcanzado su meta de triunfar y le contentaba, pero deseaba y buscaba algo más… dentro de un ámbito opuesto.
Pertenencia. Compañerismo. Entendimiento. Aprecio.
Una familia.
Una verdadera y completa.
Con Elsa tenía una familia. Y por ello su hastío era pasado a segundo término en Arendelle, porque ahí estaba lo valioso que le hacía falta.
Entendía que con Joseph tenía a alguien, el hermano de verdad con el que nunca había podido contar. Pero él tendría su propia vida, así que quería un núcleo solo suyo, que no viese desde fuera, o como un agregado que no llegaba a casa por alguien. Y no lo habría visto de no cambiar a causa de su matrimonio.
Al casarse había existido la oportunidad de crear un lazo y no estar solo. Era rico y poderoso, mas se había sentido solo como gran parte de su vida y ya no lo estaba. Elsa le había dado un lugar al que acudir por calor y compañía, nuevas perspectivas, y una serie de sentimientos y emociones que le habían faltado conocer. Le había ayudado a abrirse y apreciar lo que tenía, como a tener compasión y pensar en otra persona.
Y por su relación le ofrecía un camino incierto y lleno de emociones, además de lo que implicaría la crianza de un descendiente.
Sonrió, consciente de que si se observara en un espejo vería a un idiota como los que se había burlado —solo no como Hildbrand y Daphne.
Había hallado una familia. En Elsa.
Su hijo era importante; sin embargo, este no había estado antes y hasta habría sido suficiente si no lo tenía, aunque al mismo tiempo ahora no se veía sin su existencia —y ni le había visto o tocado.
Talló sus ojos y exhaló hondamente, recordando su ubicación actual y la de su familia. Había un obstáculo por el que no todos podían ser felices; él tenía una parte de su vida allí y otra a kilómetros de distancia, mientras que su esposa e hijo pertenecían por sangre y línea directa al máximo título de una monarquía, cuya obligación eran las tierras de su Realeza.
¿Cómo resolver eso satisfaciendo a todos?
—Una cosa a la vez —se dijo.
Ya encontraría la solución, él nunca se quedaba de manos cruzadas.
{…}
El gozo podía tener unos toques de miedo por detrás, haciendo una enredadera de hermosas flores con espinas escondidas, una imagen de alegría que en lo profundo accionaba tu preocupación por lo que pudiera pasar. Apreciabas y te alegrabas, pese al cuidado.
Esa era la conclusión de Elsa a partir de lo que sentía en ese instante.
Acababa de percibir el movimiento de su bebé y estaba pletórica, a la vez que temerosa del futuro. ¿Cómo haría para ser madre sin recordar demasiado la forma en que su progenitora lo fue con ella? ¿De qué manera podía garantizar el bienestar de la criatura que gestaba, habiendo tantas amenazas en el mundo que ponían en riesgo su supervivencia? ¿Existía un modo de saber todo lo que era correcto o no al criar a su bebé? ¿Qué pasaba si le sobrecargaba de amor y atenciones sin recordar las reglas que le dieran disciplina? ¿Qué ocurriría si lo apartaba de su vista unos segundos? ¿Y si por algún motivo ella o su esposo faltaban, qué sería de su precioso ser?
Que su bebé creciera cada día más era un paso más cerca a la salida de su cuerpo… y eso era grandioso y atemorizante. Quería verlo y apreciar cada pequeño trocito de su ser; su cara, sus ojos, su boquita, su nariz, sus cabellos, su cuerpecito, su olor, su textura, sus deditos, sus movimientos, sus exclamaciones, todo. Y también quería mantenerlo en su seno. ¿Lo protegería bien fuera de ella? ¿El exterior era adecuado para recibirlo? Dentro de su vientre estaba cuidado por ella, no podían separarlo de su lado y en todo momento sabía su sitio, que ella lo alimentaba y era la primera barrera para tocarlo.
Sumamente contradictorio era en el proceso de irse convirtiendo en madre. Todos los retos de su vida palidecían en comparación a tener un hijo y agradecía haberse fortalecido para tan enorme desafío de amor.
Y aun enfrentada a eso, no quería cambiarlo. Ansiaba a su precioso bebé.
Se acarició el vientre amorosamente mientras se ponía en pie para ir a la oficina de Hans. Era hora prudente para enviarle un telegrama.
Una vez llegó a la puerta de la habitación, tuvo que sostenerse de ella aspirando bocanadas de aire; el camino desde su dormitorio había sido agotador. Recientemente recorridos como ese la cansaban mucho y la matrona le había explicado que era el peso extra; era triste que todavía tuviera una mitad de embarazo por cumplir.
De pronto sintió una suave tela en el tobillo, seguida de un maullido.
—Ah, Skygge, siempre quieres entrar.
Su gato volvió a frotarse contra su pie.
—Vamos —dijo girado el pomo.
Al cruzar el umbral la embargó una oleada de añoranza que humedeció sus ojos y le nació sollozar. Lo permitió; no se molestaba en contenerse mucho, ya que su emotividad había sido visible durante el curso de su embarazo y era una batalla perdida negarse. Además, con el reciente acontecimiento de su bebé tenía sus emociones a flor de piel.
Skygge gimió a su lado y solo avanzó cuando lo hizo ella.
—Le diremos a papá que ya te siento —musitó a su estómago, acercándose a la máquina con cuaderno en mano. —Se pondrá feliz como yo.
Era una pena que su arreglo, tan conveniente al principio, ahora se mostrara errado. Los kilómetros entre los dos eran un obstáculo para vivir aquella espera al máximo, y este era un tiempo que no podía adjudicarse a sus palabras, pues Hans debía volver a América para supervisar su negocio; no podía estar lejos un año entero, o más, porque después del nacimiento de su bebé no querría irse inmediatamente.
¿Cómo harían para mejorar su situación?, pensó Elsa aguardando que confirmaran una presencia al otro lado de la línea. La industria más importante estaba en Estados Unidos, como casi todos los negocios de su marido, y ella era la máxima autoridad en Arendelle; necesitaban estar en sus respectivos territorios.
Ninguno quería perderse demasiado de sus hijos.
¿Por qué no tenía el poder de transportarse de un sitio a otro? Sería ideal que alguno de sus pequeños lo tuviera.
Se congeló al imaginarse que su bebé desapareciera, sin control de su magia por su edad.
—Si tienes poderes, que no sea ese —le rogó a su vientre.
Obtener la atención del otro lado le relajó e introdujo su corto mensaje en inglés. Fue inquietante hacerlo bajo la mirada fija de su felino, que no descansaba como de costumbre.
MOVIMIENTO. SENTIR. B
Esbozó una sonrisa; era grandioso poder compartir esa sensación tan extraña, satisfactoria y desbordante. Solo había sido una vez, muy sutil, como el roce de hojas en la piel al caminar junto a un árbol bajo en el bosque, pero quería hacerlo saber, presumir de su pequeño.
Y nadie más indicado que Hans para el anuncio. Él se pondría tan feliz como ella, ambos amaban a ese pedazo de los dos, aunque no lo hubieran dicho en voz alta. Era una emoción que no podían disimular, estaba en la mirada de él antes de irse y en la de ella cada vez que se ponía frente al espejo.
Había algunas cosas innegables en la vida.
…Como los sentimientos que ella tenía hacia su marido.
Suspiró cubriéndose el rostro caliente. No podía seguir negándoselo; estaba enamorada de Hans.
Lo amaba.
Amaba a su esposo. Amaba muchas cosas de él, su inteligencia, su fortaleza, su sentido del humor, su atención disimulada, su adaptabilidad, su capacidad de sorprenderla, su preocupación por sus animales, su creatividad, su postura abierta, su osadía, su encanto, su seguridad en sí mismo que tendía a la arrogancia, su sonrisa pícara y sus ojos ingeniosos, tanto y más.
Estaba muy enamorada de Hans.
Su alma era embriagada del amor que sentía hacía él, cada día que pasaba su corazón latía más por aquel arrogante pelirrojo que sacaba su mejor faceta con ella. La había cautivado con el hombre decente en el que se había convertido a través de los años, una persona más sensible a los otros y que había visto la realidad de ella, dándole lo que necesitaba en la medida correcta.
No lo rechazaría más.
Ya no le importaba que fuese más allá; meses atrás hubiera reafirmado su independencia o se hubiese replegado para no salir herida, pero ahora que sentía al máximo gracias a su embarazo y que había reflexionado, era más amiga de sus sensaciones y entendía que no debía callarse sus sentimientos y emociones. Vivía pésimo si mantenía todo bajo control, tarde o temprano algo saldría de sus manos, y la existencia humana tenía buenos y malos momentos que ocurrían por una razón, desconocida o no.
Estaba bien querer a Hans, era un sentimiento suyo que había pasado para que conociera lo que era enamorarse de alguien, y al menos había sido una persona que valía la pena, un hombre que la respetaba y trataba bien.
Ser correspondida era una ilusión; no solo porque Hans era un objetivo difícil, sino porque recordaba las palabras de él y aceptaba que no podía tenerlo todo, estaba acostumbrada a ello. En ocasiones solo tenías que aceptar el amor que tenías por alguien, dejarlo fluir y que a su propio ritmo desapareciera, si debía ser así.
Claro está, sin la presencia de él era más valiente para pensar de aquel modo. Cuando Hans regresara dejaría que su instinto la guiara, terminaba siendo más fiable que su lado racional.
Le recorrió una espesura agradable y melancólica; en ese momento moría por abrazarlo y llenarse de su calor, sentirlo junto a ella. Su ausencia le escocía en el pecho y no iba a estar en paz hasta saberlo cerca.
Se descubrió el rostro.
Quizá la separación era un punto negativo de su amor por él; no obstante, sería vacía la indiferencia. Muchos años había visto cuan insípida era la vida manteniéndose "a salvo"; la insatisfacción de los días y de sí misma que había tenido; lo solitario y demandante que era el hermetismo.
Qué increíble lo que había ocasionado un matrimonio blanco. Poco a poco iba dejando de ser la que se afligía por el mundo y la visión que tenían de ella, o la que permitía que la adversidad la aplastara fácilmente. Estaba yendo hacia el camino que debió tomar siempre.
Brincó al percibir un cambio en el telégrafo y animada esperó hasta que se completara el mensaje a descodificar.
MEJOR. NOTICIA. HOY
No pudo contener una risa entusiasta, imaginándose en su cabeza lo emocionado que debía estar él porque su embarazo progresara de forma correcta. Estaban pasando signos esperados de la gravidez.
Skygge saltó a su regazo y se pegó a su pecho. —Hans contestó —le informó acariciándolo. Él maulló rozando sus orejas en el espacio entre sus senos.
Rió.
—Estás muy cariñoso. —Era raro.
Sin dejar de mimar a su gato, miró hacia la máquina mordiéndose el labio inferior, hasta decidirse por enviar lo que su corazón dictaba.
TE. EXTRAÑO
Concluyó sin dar paso a las lamentaciones. No se guardaría esa verdad por su orgullo y su recelo, ya era bastante malo que lo incitara a irse antes de tiempo. Tenía que suavizar ese golpe y no seguir manteniendo la impresión de que era innecesario allí.
…De hecho, debía pedirle perdón sincero por la manera en que había reaccionado a sus preocupadas palabras.
A él, por su personalidad, debía haberle costado pronunciar esas frases y ella no había tenido la consideración suficiente. Se resarciría por ello y esperaba que cuando volvieran a verse no fuese demasiado tarde. Hans podría no enamorarse de ella, pero al menos le gustaría que mantuvieran una excelente relación por el bien de sus hijos y porque no quería que fueran crueles con el otro.
Debido a la lenta comunicación, empezó a sentir hambre. Sin embargo, quiso permanecer en su sitio y estar al pendiente de una posible respuesta de su esposo.
Esta arribó cuando su interior vibraba de hambriento.
Con rapidez, averiguó el contenido oculto del telegrama y expulsó una exclamación de victoria al descubrirlo, perturbando a su gato.
YO. TÚ
Su cuerpo se estremeció de algo absolutamente opuesto al hambre. Hans también admitía extrañarla. Eso era mucho con lo que ponerse pletórica; él no le ofrecería una información como aquella solo para animarla y tampoco la engañaría como habría hecho antaño. Creía en su sinceridad porque se lo había ganado, y estaba segura de que sí le importaba, como había dicho; incluso sin los mismos sentimientos que ella le profesaba, la tenía en gran estima.
Se despidió avisándole que se iría a cenar de inmediato y muriéndose de hambre abandonó la oficina con Skygge pisándole los talones.
En su mente, bailaba feliz.
{…}
Como un rayo, Elsa atrapó el hilo de su estambre para impedir que Skygge deshiciera su trabajo al ponerse a jugar con él. Si tiraba de él, arruinaría el progreso que ella tenía de la cobija que tejía para su bebé.
Su gato siseó al no poder alejarse con su "juguete" y ella rió soltando más hilera para hacer otra fila de nudos. No dejó de observarlo de reojo para evitar un desastre. Él quería su estambre, en lugar del que ella le había dado y estaba abandonado en la alfombra; parecía un envidioso exigiendo lo que ella tenía y no su exclusiva bola.
Renovó su tejido con calma, cuidadosamente anudando el estambre para que su cobija quedara excelente. Era un artículo para su criatura y debía ser exquisito y procurado, lleno del amor que tenía por su bebé.
Aunque disponía de muchos medios para dotar "al heredero" de lo que necesitara, ella deseaba darle una cosa muy especial, como su madre que era.
También le haría unas ropitas y… Sonrió; le tejería unos guantes y haría unos idénticos para Hans, que pudieran usar a la vez en el invierno. Sería adorable el contraste en sus manos.
Soltó una risita, imaginándose a su marido cargando a su retoño, sujetándole una manito, igualmente abrigada que la gran extremidad de él. Y si tenían un niño que se le pareciera, como copia exacta, sería más hermoso de ver.
Terminó la fila y estiró los brazos para admirar su progreso. Llevaba varios centímetros de largo y el blanco del estambre era muy vivo; no estaba siendo complicada esa parte, pero cuando le bordara los símbolos de su magia con azul, la tarea sería compleja, pues no era una tela que se transparentara a la luz.
Al bajar la cobija a su regazo le dio una punzada en la cabeza. Era una nueva jaqueca. En los últimos días le pasaba comúnmente, yéndose cuando comía; no sabía los motivos, solo que eran señales de falta de alimento, le daban antes que los gruñidos en el estómago.
Debía ir por un bocadillo.
Como si fuese premeditado, la puerta de la habitación se abrió y supo inmediatamente que era Anna.
Su olfato sensible atrapó el olor a pan recién horneado. Giró su cabeza y vio que su hermana empujaba la puerta con su trasero.
—Te traje limonada y sándwiches. Me ofrecí cuando vi que Gerda venía, quiero comprobar cómo estás y el avance de tu cobija —manifestó Anna acercándose cuidadosamente hacia el sofá que ocupaba Elsa.
—Gracias.
Anna le incitó a sostener el vaso y después colocó la bandeja sobre el sofá. Elsa curvó sus labios con ligereza, amigable. A pesar de que aún debían hablar seriamente, desde que su hermana comenzara a ocuparse de asuntos del reino, su relación era más amena que en años.
—Vaya, eres rápida en lo manual —alabó Anna observando su cobija—. Yo no puedo ser tan veloz, pero aprendí a hacer unas cosas más con mi castigo. Se las haré a mi sobrino o sobrina.
Elsa agradeció tener un pedazo de sándwich en su boca, porque otra vez Anna demostraba que la había subestimado. Probablemente había malentendido muchas de sus acciones y propósitos, también contribuyendo a que ninguna estuviera para la otra en los momentos que se hacían falta.
Ni siquiera la veía anhelando estar en su lugar.
—Estoy segura que lo apreciará.
Anna aplaudió. —Bueno, regreso a tu despacho. Estoy sola. Kristoff está en la montaña, con mayo acercándose la gente quiere hielo, Olaf fue con él.
Asintió y la cobriza se alejó.
—Ya ríndete, John. No, mentira, ¡sigue así! ¡Lo conseguirás!
Elsa rió ante el hábito de su hermana de hablar con los cuadros.
{…}
Hans exhaló al término de la misiva de Elsa, con sentimientos encontrados. Maldecía a la entrometida de Daphne por consternar a Elsa innecesariamente y, al mismo tiempo, estaba contento por que su esposa pensara en su bienestar.
Tendría que comunicarle que la aclaración debía ser en persona y se lo diría al regresar; nada grave para inquietarla.
El sureño entendía que ella se preocupara por él, le había dicho que le importaba, como que le extrañaba; dos sentimientos que también le profesaba y que demostraban su valía y el tenerle presente en sus pensamientos.
Secretamente rogaba que la intensidad coincidiera con el amor que le tenía a ella.
Pasó una mano por su rostro para eliminar cualquier arrobamiento de sus facciones. Se embobaba cada vez que un asunto la involucraba; no como Hildbrand, estaba seguro, empero comenzaba a entender al américo-germano. Su única nube gris era la distancia con ella, que en verdad se achicaba en momentos como las llegadas de sus comunicados.
Se puso en pie para obtener la información de Violet, quien seguramente le confirmaría que su familia viajaría a Nueva York para ese retrato, o hacer que la decena de niños acudiera a Arendelle con ella. Le satisfacía saber que Elsa iría a América; le mostraría todos los sitios que merecerían verse, en lo principal magníficos edificios arquitectónicos y museos de arte.
Por otro lado, además de uno de su hijo, también encargaría a Violet un retrato de Elsa; quería una copia hecha con "la musa" en real. Era cierto lo que una vez le saliera a la luz con sus amigos, debía tener una imagen de ella. Con miniaturas de su mujer y su hijo quizá soportaría mejor su separación.
{…}
De camino a la biblioteca, un mareo sobrevino a Elsa y debió detenerse para recargar su peso contra la pared, esperando que no le siguieran náuseas y arcadas; estaba lejos de cualquier recipiente en el que devolver y no podría moverse rápido.
Asimismo, en fechas recientes se cansaba mucho y muy rápido, por lo cual en su debilidad no quería gastar energías usando su magia, mas que cuando había creado la nube de Olaf.
Y tenía la impresión que un poder invisible la absorbía.
Escuchó un maullido y frunció el ceño preguntándose si se perdía de algo. Últimamente Skygge andaba mucho tras de ella.
Cogió aire y se irguió, cambiando de dirección para ir a la oficina de Hans. Se recostaría después de hacerle saber que en ocasiones empezaba a sentirse muy agotada.
Había avanzado unos metros cuando tuvo la sensación que su cuerpo se volvía de papel, casi sin fuerza, y volvió a usar la pared para sostenerse, con las piernas a punto de doblarse.
Se sentía muy mal.
Maullando, Skygge golpeó su pantorrilla.
—Te necesito —susurró pensando en Hans.
Haría un esfuerzo para enviarle su mensaje, no podía dejar que otro lo hiciera, y nadie más sabía utilizar el telégrafo.
Skygge le dio toques en el pie con su pata.
Fue lo último que sintió antes de ser envuelta en la oscuridad.
NA: ¡Feliz domingo!
El societarismo del que habla Hans es como un sindicato, fue un movimiento en pro de los derechos de trabajadores. Además de lo que aprendí por mi carrera, me leí lo que supuestamente era una publicación de 1872 de una Asociación Protectora de obreros, de donde se destaca el maltrato a los que eran objetos.
A comentar del capítulo se ha dicho. Lo atrasé una semana porque no podía avanzar con el antepenúltimo capítulo que escribía y me abstuve por un irracional "temor" de que se acumularan, cuando nos separan varios capítulos ja,ja (exacto, todavía estamos a más de cinco para concluir el fic).
En fin. Hubo doble amor aquí. No les hago las separaciones por nada. Sus admisiones de extrañarse vinieron de la plena conciencia de amar al otro.
También volví a tocar el hartazgo de Hansy. No quise que su necesidad sea una pareja o hijos, sino lo que nunca tuvo o conoció, y en el fondo quería. Su fin no es el amor, más bien cumplir un anhelo propio. Esto por su personalidad y forma de vida (soy muy ferviente en que para ser feliz primero eres tú y no necesitas hacerte de un novio/novia/hijos. Que la gente encuentre su plenitud sola y no requieran de un salvador, como mucho un ejemplo o una guía). Entonces, añoraba una familia y parte de ella la encontró con Elsa. ¿No les hace feliz que él pudiera obtenerla?
Desafortunadamente, tanto positivo no terminó bien. El drama siempre tiene que aparecer, o no lo habría puesto en el género del fic. Hay que ponerle picante o se me duermen, y yo también me dormiría en mis laureles ;P .
Besos, Karo
Guest: Gracias por comentar. Hans fue un redomado y completo idiota (copiemos la expresión de Bingley), pero así ocurre, aunque su mente reaccionó para entender lo que le sucedía, con chance y se daba cuenta en su quinto aniversario de matrimonio XD . Ya le va a tocar pagar por eso, don't worry. Ahora en este cap leíste más sobre sus sentimientos, espero que te haga feliz por el odio que sentiste hacia él ja,ja. ¿Crees que Hans volará a Arendelle ya consciente de su amor?
